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(Ningún texto es definitivo, es sólo un punto de vista de la realidad y requiere del discernimiento del lector.
Se proponen esquemas provechosos para la reflexión, pero inconvenientes si se los toma al pie de la letra)
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Nos referimos al maestro Sai Baba (fallecido en 1918) quien, hacia 1872, cuando contaba ya con unos 16 años de
edad, apareció sin saberse a ciencia cierta quién era ni de dónde venía, en una pequeña aldea de la India
denominada Shirli. Se instaló en una mezquita semiderruida y, si bien permitió que se le adorara como la
encarnación de un dios hindú, también atrajo a numerosos devotos musulmanes. Vivió en una extrema pobreza,
aunque recibía grandes sumas de dinero que distribuía antes de caer la noche. Nunca cambió su modo de vida, ni
creó un movimiento o una corriente espiritual, pero su influjo fue perdurable. Se trata de un personaje paradójico:
no enseñaba ninguna filosofía específica ni un modo particular de realizar a Dios y, aunque desdeñaba a aquellos
que perseguían milagros, muchos prodigios se desplegaban en su entorno. Su temperamento era (o parecía) extraño,
pero todo indica que su díscola personalidad y su excentricidad eran medios para estimular el desarrollo espiritual
de quienes se le acercaban. (Cfr. Arthur Osborne, The Incredible Sai Baba, London, 1975). Por cierto que el Sai
Baba antes mencionado, no debe confundirse con Rathmnakaram Venkata Satyanarayanaraju, nacido en 1926,
quien así se hace llamar desde su adolescencia por considerarse la reencarnación del primero.
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Prāna es el principio vital en la concepción tradicional hindú. Cuando se lo menciona en plural alude a
los cinco alientos vitales correspondientes a los cinco primeros chakras. Cada aliento vital cumple una función
fundamental desde el punto de vista físico y psíquico. El sexto chakra, ubicado en el entrecejo, coordina, reúne
y supera esos alientos vitales. En el chakra siguiente, sahasrāra, se trasciende el prāna. Más allá de las cuestiones
técnicas, puede tomarse aquí la mención del prāna como un símbolo más de la necesidad del desapego.
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• Cabe reflexionar hasta qué punto cada uno de nosotros, debido a su apego
y a su impaciencia, se comporta o no como el avaro de la historia. Por otra
parte la misma impaciencia es un modo de apego, porque quiero que las
cosas se den ahora y como yo creo que deben darse.
Pero también será necesario acudir a una clasificación histórica. Estará fuera de
nuestro alcance una clasificación histórica exhaustiva, pues una vida
humana no alcanzaría para lograr esa tarea. Sin embargo, proporcionaremos
‘mapas’, ‘cuadros didácticos’ que ayuden a ubicar, a contextualizar
corrientes, tendencias, ideas, creencias, prácticas, personalidades de la
espiritualidad, autores.
Ahora bien, nosotros señalamos en su oportunidad que podemos hablar de
espiritualidad en sentido amplio o en sentido restringido. Repitamos lo dicho:
Tiene sus raíces en la necesidad, la cual puede ser (y suele ser) material, en
cuyo caso tenemos la técnica en sentido estricto, pero también ‘espiritual’, en
cuyo caso el saber técnico es un ‘entrenamiento’ espiritual, ‘entrenamiento
psíquico’ (ascética).
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Max Scheler propone una clasificación tripartita: saber técnico, culto y de salvación. Nosotros agregamos el
saber de convivencia, pero la modificación fundamental consiste en señalar la dimensión espiritual de todo
saber.
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Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano, Buenos Aires, 1983, pág. 145.
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Los grandes místicos así lo vivieron; recordemos a Santa Teresa para quien
Dios acecha en los cacharros de la cocina, o la secuencia de la ‘domesticación
del buey’ que culmina con el hombre integrándose al mundo cotidiano.
De allí que los saberes mundanos, aparentemente menores, pueden ser medios
para acceder escalonadamente a saberes mayores. Es fundamental que la
educación (formal e informal) permita y estimule el cultivo de aquellos
saberes que hablan al alma de cada individuo. Estos saberes son medios,
‘espejos’ que sirven de apoyatura en el camino hacia su ‘sí mismo’.
Cuando buscamos, nos buscamos.
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La base etimológica se presenta claramente en lengua latina sapor, oris en su primera acepción "sabor" o
"gusto" proviene del verbo sapio, sapere. Sapientia ("sabiduría") proviene de sapiens (sabio, inteligente, etc.)
y este término del mismo verbo sapio, sapere. Sapio, sapere significa "tener gusto" y también "conocer,
comprender, saber". Es interesante señalar que "insípido", "que carece de sabor", en latín se aplica a aquellos
que carecen de sabiduría, a los irrazonables: insipiens = in+ sapiens.
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c) En relación con el tema del saber/ sabor podríamos incluir dentro de los
saberes técnicos o dentro de los siguientes saberes a los ‘saberes del juego’. El
juego es un símbolo de la naturaleza misma de la vida que une, de modo
diverso y según las circunstancias, la lucha y el gozo de la espontaneidad. De
allí que, tal como se señala en la psicología evolutiva, en el juego el niño
descubra y prepare su futura relación con el mundo. ¿Pero esa preparación
acaba en la vida adulta? ¿No será el hombre, un "homo ludens" (hombre
lúdico o "lúdrico"), un hombre que está jugando para prepararse a una Vida
aún más alta?
(Véase al respecto el primer Arcano mayor del Tarot, el juglar o mago, y los
lúcidos comentarios de Valentín Tomberg) 6.
2) Saber de convivencia
3) Saber culto
6
Anónimo (aunque hoy sabemos que fue escrito por Valentín Tomberg), Méditations sur les 22 arcanes
majeurs du Tarot, París, 1984. Incluye un prólogo del teólogo Hans Urs von Balthasar. Hay traducción
castellana.
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Para los griegos la admiración era el temple de ánimo que suscitaba la pregunta filosófica. Platón escribió:
“...la admiración es propia del filósofo y la filosofía comienza con la admiración" (Teeteto, 155 D).
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Similarmente, Aristóteles escribió: “La admiración impulsó a los primeros pensadores a especulaciones
filosóficas" (Metafísica 983 a 12 ss.) Sin esa disposición no puede surgir un saber culto. Reflexiónese sobre
los bellos versos de Emily Dickinson: Wonder is not precisely knowing / and not precisely knowing not.
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llevan a cabo sus obras artísticas con una conciencia espiritual. Podrían
presentarse numerosos ejemplos de uno u otro caso. De cualquier modo, el
arte, según su modalidad particular, puede elevarse a vía espiritual ya sea
como vía del conocimiento, como vía devocional o como vía de acción. En
tanto ejercicio desinteresado, en tanto proceso gozoso que sólo expresa y
recrea mundos más sutiles, más puros, más diáfanos o incluso más tenebrosos, se
trata de una vía de la acción. En tanto que devoción a formas sensibles puras,
en definitiva, a símbolos, se aproxima a la vía devocional. En tanto acceso a
un conocimiento no discursivo, no racional, es una vía de conocimiento
(véase, por ejemplo, el famoso Sueño de Coleridge).
4) Saber de salvación
"Se orienta hacia un estado del conocimiento por el que podemos entrar en
contacto, ingresar o conocer, por identidad, este Eterno, Infinito y Absoluto,
una conciencia distinta de nuestra conciencia ordinaria de ideas, formas y
cosas, un conocimiento que no es lo que llamamos conocimiento sino algo
autoexistente, eterno e infinito, Y aunque pueda o necesariamente deba
partir de nuestros ordinarios instrumentos cognoscitivos, puesto que el
hombre es una criatura mental, también necesariamente debe trascenderlos
y utilizar medios y facultades suprasensorias y supramentales, pues está en
busca de algo que es suprasensorio y supramental y más allá de la captación
de la mente y los sentidos, aunque a través de la mente y el sentido pueda
llegar su primera vislumbre o imagen reflejada" 8.
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Sri Aurobindo, Síntesis del Yoga, vol. II, pág.9.
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Rumi, Jalal Ad-Din (604-672 d.h. / 1207-1273 d.C.) fue un místico islámico y poeta. Ningún poeta sufí ejerció
una influencia mayor en el Oriente islámico y en el Occidente cristiano que Jalal Ad-Din, llamado Mawlana o
Mawlawi, "nuestro maestro." Sus obras persas se consideran las más elocuentes expresiones del pensamiento
místico del Islam, y su largo poema didáctico-místico Mathnavi, fue denominado "el Corán en lengua persa"
por el poeta Jami de Herat del siglo XV.
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Nos referimos al neoplatonismo (su fundador fue Plotino, en el siglo III) y a otras corrientes: hermetismo,
alquimia, etc. Podrían agregarse otras tradiciones, pero nos hemos limitado a las más conocidas. En realidad
cada término "cuerpo astral" o "sutil", etc., responde a variaciones entre las significaciones.
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Ibn Arabi (1164 - 1240), también conocido como Abenarabi, nació en Murcia, se trasladó muy joven a Sevilla
y luego viajó por el Norte de África y el Próximo Oriente. Fue uno de los más grandes místicos islámicos. Dejó
más de 400 obras filosóficas, teológicas, poéticas, todas ellas embebidas de un exquisito misticismo.
SRI AUROBINDO, Síntesis del yoga, Vol. II, Bs. As., 1972.
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Oh amor, oh corazón,
Descubre el camino al cielo.
Encuentra el camino a los prados de Dios.
Suficiente tiempo has pasado ya
En este apacentadero para el ganado.