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Entrevista

Conversando sobre Oralidad con Fabio Jurado Valencia

Recibido: 15-abril-2015 / Aprobado: 23-mayo-2015

Entrevistado: Coordinador Nacional de la Red para la Transformación de la Forma-


ción Docente en Lenguaje. Licenciado en Literatura de la Universidad Santiago de
Cali, magíster en Letras Iberoamericanas y doctor en Literatura de la Universidad
Nacional Autónoma de México. Docente e investigador en el campo del lenguaje, la
evaluación y la literatura. Coordinador del Grupo de Investigación en Evaluación.

Entrevistadora: Docente Honoraria de la Universidad Distrital Francisco José de


Caldas, grupo de investigación Lenguaje, Cultura e Identidad. Miembro del comité
editorial de la Revista Oralidad-es. Licenciada en Filología e Idiomas, magíster en
Lingüística Hispánica, doctora en Ciencias Pedagógicas.

María Elvira Rodríguez Luna: Agradecemos tu tiempo y disposición para conversar


en torno a la oralidad en esta entrevista que será publicada en el primer número de
Oralidad-es, Revista de la Red Iberoamericana de Estudios sobre la Oralidad Nodo Co-
lombia. Pues bien, como gran conocedor de los sistemas educativos en diversas par-
tes del mundo, ¿consideras que la oralidad ocupa el lugar que le corresponde en los
programas curriculares desarrollados en la educación preescolar, básica y media de
Colombia?

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Fabio Jurado Valencia: De acuerdo con los estudios que hemos realizado desde el
año 1997, hay una subestimación hacia la identificación de la oralidad como un com-
ponente curricular y, paradójicamente, hacia su reconocimiento como lenguaje vivo
en las aulas. Desde que fuera inventada la escuela se ha creído que la enseñanza de
la lectura y la escritura es lo que, estrictamente, la compromete; por eso, hasta hace
muy poco era prohibido hablar en clase y el silencio era la impronta más común de la
escuela. Hablar en las aulas, como se espera con los trabajos en grupo o con las dis-
cusiones cuando el docente lo propicia, es signo de indisciplina. Es también paradójico
que la legislación curricular declare que el enfoque comunicativo es el que más se aco-
pla a los aprendizajes escolares fundamentales del lenguaje hoy y rara vez se analice
en las aulas las maneras auténticas de conversar de las personas, o de las situaciones
comunicativas en la vida práctica, como el regateo en las plazas de mercado o los to-
nos manipuladores de los predicadores religiosos y de los políticos; es decir, la escue-
la deja de ser divertida porque no hace del lenguaje una fiesta; lograrlo presupone el
análisis del discurso oral, desentrañando los significados que los hablantes de la lengua
inventan, a contracorriente con los significados de los diccionarios; lograrlo presupone
el reto de orientar el estudio del lenguaje en las aulas a partir de proyectos, en los que
los estudiantes, los docentes y los padres de familia viven el lenguaje como un espec-
táculo, porque en los proyectos todos participan.

MERL: ¿Cuáles consideras como mayores avances en la enseñanza de la oralidad en la


escuela en Colombia y a qué lo atribuyes?

FJV: Las maestras innovadoras de Transición y de primer grado de primaria, sobre


todo quienes trabajan con proyectos de aula, nos muestran cómo se divierten cuan-
do le dan un lugar preponderante a las interacciones orales con los niños. Son las
maestras que comprendieron los planteamientos de Ferreiro y Tolchinsky, al consi-
derar que sin el desarrollo de la oralidad es más difícil acceder al aprendizaje de la
lectura y la escritura. La manera como los niños preguntan y lanzan hipótesis frente
a fenómenos observados, según el proyecto convenido, constituye la mejor mues-
tra de la oralidad auténtica; luego, en los grados posteriores, la oralidad se inviste
de estereotipos, si bien hay excepciones en la labor de los docentes que trabajan
con proyectos, cuyos temas atañen a las expectativas de los estudiantes. En la edu-
cación secundaria, el estudio de la oralidad se concentra en la lectura de leyendas
provenientes de las culturas indígenas; esto es importante, pero es muy débil la

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reflexión sobre las marcas discursivas de la oralidad en las leyendas de origen oral y
adecuadas a las estructuras canónicas de la escritura.
MERL: ¿En qué medida el desarrollo de la oralidad en el contexto educativo podría
aportar en la construcción de una cultura de paz y convivencia?

FJV: Nuestros países son profundamente orales, pero es necesario dar el paso de
una oralidad primaria a una oralidad secundaria desde dentro de las instituciones
educativas y mirando hacia el mundo de afuera; la oralidad secundaria está permea-
da por lo que leemos. Construir una cultura para la paz y la convivencia presupone
una gran capacidad para argumentar a partir de la interpretación de las voces de los
otros; solo si comprendemos lo que el otro nos dice, esto es, ponernos en su lugar,
aunque estemos en desacuerdo con sus puntos de vista, es posible alcanzar una cul-
tura para la paz; es que por ser diferentes podemos convivir; tenemos que avanzar
hacia una premisa: “porque me replicas y me contradices, te quiero”. Desde esta
perspectiva las emisoras escolares constituyen una buena oportunidad para fortale-
cer la oralidad por parte de los estudiantes y para tender el puente entre la escuela y
las comunidades; los docentes deberían orientar sus evaluaciones hacia los desem-
peños comunicativos de los estudiantes en las emisoras, porque allí es donde emer-
ge lo que están aprendiendo en todas las áreas.

MERL: ¿Qué lugar ocupan la fundamentación y las prácticas sobre oralidad en los pro-
gramas de formación de docentes?

FJV: En los programas de formación de los docentes está ausente el trabajo con
la oralidad; regularmente los planes de formación docente apuntan hacia la lectura
y la escritura y hacia los dominios de los componentes cognitivos; si acaso apare-
ce la oralidad, el tratamiento que se le da es propio de los contenidos que hay que
enseñar y sobre la buena entonación al leer; algo así como asociar la oralidad con
la fonética y la fonología o con la retórica de la exposición oral, teniendo en cuenta
ciertas normas. Ahora, la debilidad de la formación inicial de los docentes (con las

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licenciaturas, por ejemplo) inhibe al docente hacia la posibilidad de una oralidad que
seduzca hacia el conocimiento y hacia la deliberación argumentada en las aulas, por-
que cuando hay debilidad cognitiva hay debilidad perlocucionaria. Pero muchos entre
los que hemos trabajado con los docentes en formación, desde hace varias décadas,
hemos intentado darle un lugar al estudio de la oralidad a partir de proyectos cons-
truidos con los estudiantes. El libro La escuela en la tradición oral, publicado por la
Universidad Nacional y Plaza & Janés (1998), es una señal al respecto: en el marco
del Programa RED, de la Universidad Nacional, vimos la necesidad de trabajar con la
oralidad para promover los principios de la identidad cultural en regiones como Cho-
có, Tolima, Meta… Se trataba de buscar un enlace entre la oralidad milenaria y an-
cestral con el reto de la escuela de trabajar con los saberes locales, es decir, mostrar
que en la tradición oral de los abuelos permanecen unos saberes que solo la escuela
puede promover: saber sobre medicina natural, sobre la muerte y el amor, sobre los
ritos de nacimiento, sobre el territorio… Los docentes recopilaron con sus estudian-
tes muchos relatos orales que fueron objeto de análisis en las aulas incluyendo las
descripciones lingüísticas; apostábamos que a los estudiantes nunca se les olvidaría
la función de la semántica o de la sintaxis al analizar las estructuras de los registros
orales grabados y luego transcritos, pero sobre todo sentir que frente al lenguaje es
posible investigar desde los niveles inferiores de la escuela. Un aspecto fundamental
aquí es el componente conceptual con el cual el docente ha de orientar los análisis
apuntando siempre hacia la interpretación como una vía para la formación de los ciu-
dadanos crítcos que requiere el país; la formación en sociolingüística y en semiótica
textual y de la cultura es decisiva en la formación inicial y continua de los docentes.

MERL: ¿Qué recomendaciones se podrían hacer al respecto?

FJV: Es necesario ubicar siempre en los planes de formación de los docentes, ya


sea inicial o continua, talleres orientados hacia la oralidad, iniciando con las histo-
rias orales de vida a través del medio audiovisual. Cada maestro o maestra debe
reconocerse en la pantalla, o solo en audio, para descubrir cómo habla y contrastar
con otros colegas; verse en la pantalla disertando es un estadio del espejo y esta
experiencia tiene un efecto muy potente para cualificar la comunicación oral en los
escenarios educativos; cualificar, digo, en el sentido de lograr la autenticidad y la
verosimilitud en el discurso oral en el contexto de las aulas, cuyo impacto está en
la tranquilidad que produce en los estudiantes para que estos se decidan a actuar
comunicativamente de manera genuina, sin estereotipos. Como lo dije antes, es
fundamental analizar en las aulas los registros orales tomados en eventos comunica-
tivos auténticos; por ejemplo, analizar los códigos de las cofradías que se configuran
en grupos de jóvenes que habitan en las calles de las grandes ciudades y establecer
enlaces con la literatura, porque la literatura es el lugar en el que convergen todos
los lenguajes, todos los códigos: lingüísticos, icónicos, gestuales… Esto presupone,
insisto, trabajar con proyectos pedagógicos. Nunca funciona como temas o conteni-
dos en taxonomías curriculares para enseñar.

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MERL: ¿Cómo podría apoyar el estudio de las literaturas orales la formación para la
oralidad en nuevos contextos?
FJV: Si pones en Google el enunciado “la escuela en la tradición oral” observarás la
cantidad de información que circula en la web. La mayoría de la información está rela-
cionada con la compilación de relatos orales en todos los países del mundo. Se le llama
oralitura a este género en el que convergen formas propias de la literatura escrita con
formas propias de las leyendas orales. Pero estos textos orales no son exclusivos de
la ruralidad, pues también en las ciudades existen acervos de relatos orales, de leyen-
das y de mitos, como lo pudimos observar en la investigación realizada en el año 2003
en Lucero Medio, de Ciudad Bolívar, en Bogotá; la escuela tendría que recuperar estos
materiales orales para desentrañar desde ellos las singularidades culturales de las co-
munidades; no es la oralidad por la oralidad, sino la oralidad porque sus análisis nos
ayudan a comprender la complejidad humana en el juego con los lenguajes, pues todos
somos lenguaje. En regiones como la costa del Pacífico debe ser divertido identificar las
voces del castellano antiguo en los registros coloquiales de los habitantes afrocolom-
bianos. De otro lado, no se puede descuidar el análisis de la oralidad en las obras litera-
rias, ya sea en aquellas en donde se pretendió introducir voces de personajes indígenas

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—Huasipungo, de Icaza— o aquellas en donde las voces orales surgieron por la fuerza
misma de un proyecto estético como el de Rulfo o el de García Márquez.
MERL: ¿A qué atribuyes el desbalance entre la oralidad y la escritura como saber
enseñable en la escuela?

FJV: La escuela desde que nació ha estado signada por la alfabetización: aprender
a leer y a escribir de manera unidireccional, sin dar lugar al pensamiento crítico. Se
cree que el habla está ya aprendida, y en efecto lo está, pero no por ello deja de ser
objeto de estudio y de práctica en los contextos académicos. La escuela tiene que
ser el escenario en donde descubrimos cómo somos y el habla cotidiana es revelado-
ra de las visones de mundo de las comunidades; por la alienación de la vida práctica,
nunca nos detenemos a desentrañar esas visiones de mundo, entonces me parece
que la escuela, y a través del recorrido académico, es el espacio propicio para des-
cubrirnos, es decir, para reconocernos; aquí le encontramos sentido al acto de estu-
diar: estudiar para discutir sobre las tensiones humanas y sus complejidades, para
divertirnos al desentrañar los sentidos solapados en el modo como alega la gente,
cara a cara, o en los casos del chateo electrónico. Es importante analizar la oralidad
filtrada en los mensajes digitales, porque también es divertido comprender cómo las
fuerzas de la comunicación van instalando nuevos códigos que con el tiempo se con-
vencionalizan; esos códigos, mediados por la oralidad y la iconología, son válidos en
esos contextos de la comunicación digital.

MERL: ¿Cómo incide la oralidad en el desarrollo de la escritura y viceversa?

FJV: La oralidad está presente en la escritura; no existe una tal dicotomía entre la
oralidad y la escritura; lo que hallamos son matices en la producción escrita respecto
al lugar de formas orales que están siempre latentes en ella. Si dejáramos que los
niños escribieran con los registros orales propios, les encantaría escribir y escribirían
con más ganas; ellos mismos descubrirán que no es lo mismo hablar que escribir
aunque sean prácticas convergentes: se escribe para leerle a otros o para que otros
hablen sobre lo escrito. Cuando escribimos una conferencia o una ponencia tenemos
en mente una audiencia y el tono de la escritura se aproxima al acto de hablar sobre
el tema a esa audiencia. Hay rastros de la oralidad en la escritura, más acentuado
en unos momentos (en la escolaridad) que en otros (en la escritura de los autores
profesionales), pero siempre está allí. Si no se promueve la oralidad en los contextos
educativos formales, habrá más demora para acceder con el deseo al dominio pro-
gresivo de la escritura, práctica humana que se aprende durante todo la vida.

MERL: ¿Qué tipo de problemas has identificado como fundamentales para ser abordados
en el marco de macroproyectos de investigación liderados por la Red Iberoamericana
de Estudios sobre la Oralidad?

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FJV: La Red Iberoamericana de Estudios sobre Oralidad es una red muy joven, pero
en los congresos se ha podido observar las corrientes de investigación que le carac-
terizan. El libro Oralidades. Saberes y experiencias de investigación en red, editado
por la Universidad Distrital (2014), es una señal: relaciones entre oralidad y comu-
nicación digital, la oralidad en las canciones, la oralidad en los medios audiovisuales,
la tradición oral en la ancestralidad, emoción y oralidad en los niños, registros orales
en la cultura de los jóvenes… Uno de los problemas es cómo lograr que estas inves-
tigaciones permeen la vida de las escuelas y sirvan de referente para las transfor-
maciones que requerimos con urgencia en las escuelas y en las universidades en lo
que atañe a las pedagogías, los currículos y la evaluación.

MERL: ¿Cuáles podrían ser los mayores aportes de la Red Iberoamericana de Oralidad
en cuanto a visiones sobre la oralidad que trasciendan el campo de la enseñanza, el
aprendizaje, la formación docente y toquen directamente aspectos nodales de nuestra
cultura, relacionados especialmente con la violencia verbal y sus consecuencias socia-
les en el contexto del postconflicto?

FJV: Los investigadores en oralidad son los más indicados en procesos de media-
ción política, porque pueden promover la tranquilidad de los habitantes de una co-
munidad en torno a la importancia de exteriorizar de manera oral sus problemas; la
expresión oral de los problemas es tan importante como la expresión escrita, sobre
todo porque la oralidad es la materia comunicativa más genuina y natural: conversar
es identificar los problemas comunes de todos y conversar es la vía más expedita pa-
ra dirimir los conflictos. La gente se entiende conversando y, fíjense, no tanto escri-
biendo, en estas comunidades de arraigos orales y de tanto atraso educativo-formal.
La Red puede aportar con talleres de formación para los docentes en los territorios
de mayor beligerancia en Colombia, porque los docentes son líderes comunitarios en
estas regiones. Y sobre la “violencia verbal” es a ciertos agentes gubernamentales
y politiqueros a quienes habría que educar de nuevo; recientemente el Ministro de
Defensa, a través de un noticiero, trataba de ratas a los guerrilleros, con un acento
violento, luego de una masacre en la que estuvieron involucrados; una cierta igno-
rancia aparece en esos tonos vociferantes, porque estos políticos, como el Ministro
de Defensa, desconocen que toda guerra es así, sucia, y unos y otros se comportan
con esos códigos nefastos de la guerra; por eso precisamente es urgente detener
esta guerra y no seguir atizándola como el expresidente Uribe, sus súbditos y este
Ministro de Defensa enrocado en el gobierno de Santos.

MERL: Muchas gracias por estas reflexiones, de gran importancia para la Red Ibe-
roamericana de Estudios sobre la Oralidad, y esperamos que tengan eco en nuestros
lectores.

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