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La vigencia de un clásico

 AUTOR DE LA
NOTA 
  Luis Alberto Romero 

 MEDIO    La Nación  Fecha  28/09/2003


 TÍTULO DEL
LIBRO 
  Historia, arte, cultura. De Aby Warburg a Carlo Ginzburg

 AUTOR DEL
LIBRO 
  Burucúa, José Emilio

   
 EXTRACTO    Las ideas de Aby Warburg, muerto en 1929, están vivas. Lo prueba el renovado
interés por sus escritos en las tres últimas décadas, así como la perduración de sus
temas, sus preguntas y sus intuiciones en la obra de distinguidos continuadores
que, siguiendo cada uno su camino, han dado forma al legado de Warburg. Tal la
idea que desarrolla, en 'Historia, arte, cultura. De Aby Warburg a Carlo Ginzburg' ,
José Emilio Burucúa, uno de los más destacados especialistas en el trabajo del
historiador alemán del arte y la cultura.
Tres cuestiones guiaron las investigaciones de Warburg. En primer lugar, la
compleja relación entre "la vuelta a la vida de lo antiguo" y el despertar de la
modernidad en el Renacimiento, de la mano de los "hombres nuevos" que
encontraron en ese retorno a la Antigüedad una experiencia filosófica y humana
global, capaz de ser contrapuesta a la cristiana que los envolvía. La segunda se
refiere a la magia y sus relaciones con la lógica racional y la técnica modernas, que
Warburg investigó en el Renacimiento y en pueblos arcaicos contemporáneos. La
tercera, de índole metodológica, es el estudio de motivos artísticos presentes en
distintas culturas (los pathosformeln ), que le permitía enlazar experiencias y
memorias comunes a la humanidad.
Warburg exploró uno de esos motivos, el de la ninfa, desde los vasos griegos hasta
las imágenes de Mucha, pasando por los célebres cuadros de Botticelli, e imaginó a
partir de ello un gran programa de investigación. Tal era el propósito de su Instituto
de Hamburgo, que en 1933 sus discípulos trasladaron a Londres. Antes de que eso
ocurriera, otros académicos exploraron temas afines con los de Warburg. F. Saxl y
E. Panofsky estudiaron el tema de la melancolía en Durero y probaron la fecundidad
de explorar cruces entre arte, ciencia, religión y filosofía. E. Cassirer analizó el
tópico del hombre y el cosmos a través de la relación entre el universo legal, físico-
matemático, y la autonomía del individuo creador. E. Panofsky se ocupó de la
perspectiva pictórica renacentista, persiguiendo el tenso cruce entre la subjetividad
del observador y la universalidad de la representación.
Instalado en Londres, el Instituto Warburg se convirtió en un centro de notable
creatividad. Eric Gombrich profundizó el tema de la representación pictórica y buscó
fundar en la psicología la novedad renacentista de la ilusión de realidad. Frances
Yates encontró el poderoso influjo de la magia en todas las prácticas artísticas
renacentistas y mostró cómo Giordano Bruno, apoyándose en el pensamiento
hermético, creyó ver en la magia -como saber y como técnica-, un camino de
superación del pensamiento cristiano. En Italia, Eugenio Garin ha mostrado, en los
"hombres nuevos" del siglo XVI, la relación íntima entre el nuevo humanismo y el
pensamiento mágico. Paolo Rossi recorrió un camino inverso: a partir de la
contraposición entre conocimiento filosófico escolástico y nuevo saber técnico en el
siglo XVI, muestra cómo éste recurre a aquélla para fundamentar sus principios.
Finalmente, Carlo Ginzburg, un historiador que ha renovado profundamente este
oficio, coloca sus reflexiones sobre el "método indiciario" -una alternativa a la
legalidad newtoniana, siempre inalcanzable para la historia- bajo los auspicios de
Warburg: "Dios está en lo particular". Burucúa se pregunta hasta qué punto este
método, que se apoya en las huellas dejadas por cada pequeña situación, refleja
realmente las ideas de Warburg, preocupado por identificar unos pathosformeln
casi eternos: en realidad, Warburg se propuso siempre llegar a conocer cada forma
específica de realización de lo general y tópico.
Así, a más de siete décadas después de su muerte, Warburg aparece en el centro
de los debates historiográficos contemporáneos, asociado con algunas de las
corrientes más renovadoras. Esto se debe en parte a lo que se descubre con nuevas
lecturas de sus escritos; también, a la fecundidad de una tradición que, siguiendo
las intuiciones iniciales, ha llegado mucho más lejos de lo que el maestro
probablemente imaginó. Para probar este punto, Burucúa hace uso de una
erudición notable, de un conocimiento singular de la historia, las artes y la filosofía,
y sobre todo, de una capacidad destacada para pensar las relaciones, las
conexiones. Tal es, probablemente, el mayor aporte que los historiadores pueden
hacer al estudio de campos de conocimiento especializado. La manera como
Burucúa lo hace demuestra que ese aporte puede ser decisivo.  

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