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SINCRONICIDAD

Sincronicidad (sin-, del griego συν-, unión, y χρόνος, tiempo) es el término elegido por
Carl Gustav Jung para aludir a «la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido
pero de manera acausal». «Así pues, emplearé el concepto general de sincronicidad en el
sentido especial de una coincidencia temporal de dos o más sucesos relacionados entre
sí de una manera no causal, cuyo contenido significativo sea igual o similar». Para
evitarse malentendidos «lo diferenciaré del término sincronismo, que constituye la mera
simultaneidad de dos sucesos».

Un ejemplo

Una joven paciente soñó, en un momento decisivo de su tratamiento, que le regalaban un


escarabajo de oro. Mientras ella me contaba el sueño yo estaba sentado de espaldas a la
ventana cerrada. De repente, oí detrás de mí un ruido como si algo golpeara suavemente
la ventana. Me di media vuelta y vi fuera un insecto volador que chocaba contra la
ventana. Abrí la ventana y lo cacé al vuelo. Era la analogía más próxima a un escarabajo
de oro que pueda darse en nuestras latitudes, a saber, un escarabeido (crisomélido), la
Cetonia aurata, la «cetonia común», que al parecer, en contra de sus costumbres
habituales, se vio en la necesidad de entrar en una habitación oscura precisamente en
ese momento. Tengo que decir que no me había ocurrido nada semejante ni antes ni
después de aquello, y que el sueño de aquella paciente sigue siendo un caso único en mi
experiencia.

La mujer de un paciente mío de cincuenta y tantos años me contó una vez en una
conversación coloquial que, cuando murieron su madre y su abuela, se congregó, ante las
ventanas de la habitación de las fallecidas, un gran número de pájaros, cosa que yo ya
había oído contar más de una vez a otras personas. Cuando el tratamiento de su marido
estaba a punto de concluir porque había desaparecido la neurosis, le aparecieron unos
síntomas leves que yo atribuí a una afección cardíaca. Lo remití a un especialista que,
tras el primer examen clínico, me comunicó por escrito que no le había encontrado nada
que fuera motivo de preocupación.

Cuando mi paciente regresaba a casa tras esta consulta (con el informe médico en el
bolsillo), se desplomó de repente en plena calle. Cuando lo llevaron a casa moribundo, su
mujer ya estaba inquieta y asustada porque, al poco rato de haber marchado su marido al
médico, se había posado en su casa una bandada entera de pájaros. Como es natural,
inmediatamente recordó los similares sucesos que habían tenido lugar a la muerte de sus
parientes, y se temió lo peor.

C. G. Jung,
Sincronicidad como principio de conexiones acausales.[2]

- Otro ejemplo clásico de sincronicidad apunta a un suceso acontecido en la vida del


actor Anthony Hopkins. Cuando éste fuera contratado para actuar en la película “ La mujer
de Petrovka” no consiguió encontrar en ninguna librería londinense la novela de George
Feifer en la que se basaba el guión. Frustrado y aburrido, se dispuso a tomar el Metro
para regresar a su casa.

Estaba sentado en la estación de Leicester Square cuando, de pronto, halló el libro en un


banco. Se quedó tan asombrado de su buena suerte que ni siquiera reparó en las
anotaciones que el volumen tenía en los márgenes. Dos años más tarde su sorpresa fue
aún mayor. Al conocer al autor durante el rodaje del filme, éste le dijo que había perdido
su ejemplar anotado.

Dicho ejemplar era el mismo libro que Hopkins había encontrado en la estación olvidado
sobre un banco.

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