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DÍGAME QUÉ TENGO

Juan Pablo Goñi Capurro


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Registro: Nº 1707082908024

MEDICO: casaca, anteojos


HUBERTO: paciente, ropa casual.

Consulta, camilla, sillas, escritorio, biombo. MÉDICO anota en una ficha.


Golpean la puerta.
MÉDICO: ¡Adelante!
HUBERTO ingresa, mira a MÉDICO con desconfianza. Lleva barbijo y guantes,
se los va quitando.
MÉDICO: (escribiendo) Siéntese por favor.
HUBERTO sigue observando con desconfianza, MÉDICO acaba con la ficha,
le tiende la mano. El otro saca un pomo de gel del bolsillo, se limpia luego de
estrecharla.
MÉDICO: Pero siéntese hombre.
HUBERTO: Permiso.
HUBERTO coloca un nylon sobre la silla.
HUBERTO: Los consultorios se llenan de gente enferma, cualquier precaución
es poca.
MÉDICO: Mm, yo diría que usted, por una infección, no viene.
HUBERTO: ¿Eh? (se para)
MÉDICO: ¿Qué pasa? Tranquilícese.
HUBERTO: Yo vine a un médico, no a un adivino, ¿va a jugar a adivinar lo que
tengo?
MÉDICO: Pero no, hombre, era un chiste para distender, como lo veo tomando
precauciones (ve ahí el barbijo y los guantes de látex)… por eso dije que no se
había infectado.

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HUBERTO: Cuando llegué no tenía infecciones, pero después de dos horas, no
sé que contraje en esa sala. Es un riesgo doctor, usted no nos puede dejar con
gente así, una vieja tosía esparciendo gérmenes, una mujer embarazada
estornudaba, no sé si por resfrío suyo o del bebé. Y había un viejo con un
olor… menos mal que tenía puesto el barbijo.
MÉDICO: Verdad, menos mal que por la vida anda gente como usted.
HUBERTO: Para colmo, en un momento empezaron a estornudar los tres, y la
secretaria. Yo veía que los gérmenes volaban, no sé qué se pasaron entre
ellos.
MÉDICO: ¿Los tres a la vez?
HUBERTO: Sí, doctor, justo cuando terminé de vaciar el aerosol de alcohol
desinfectante.
MÉDICO: Ah… menos mal que no había mosquitos, me mataba a los pacientes
y a la secretaria. Pero vayamos a lo que nos trae acá.
HUBERTO: ¿A usted lo trajeron también?, ¿usted tampoco quería venir?
MÉDICO: Hombre, yo soy el médico, es mi consultorio, yo sí quiero venir acá.
HUBERTO: Tipo raro usted, doctor.
MÉDICO: ¿Qué tiene de raro que un médico quiera venir a su consultorio?
HUBERTO: De toda la gente que conozco, ninguno va al trabajo porque quiere,
por eso es raro, una persona normal querría ir a la playa, aprovechando el sol.
MÉDICO: Ja, ja, es verdad, como usted, yo iría también a la playa.
HUBERTO: Yo no, ni loco me llevan a una playa, con los rayos solares y el
agujero de ozono. Con lo difícil que es conseguir protector ciento treinta. Vaya
solo doctor, de paso me manda a un médico que tenga ganas de atender.
MÉDICO: Mire señor…
HUBERTO: Huberto Lardapide, doctor, clase 1965.
MÉDICO: Bien, Huberto, si me dice cuál es el motivo de la consulta…
HUBERTO: Mi mujer.
MÉDICO: Su… ¿esposa?
HUBERTO: ¿Otra vez jugando al adivino, doctor? Me está haciendo dudar.
MÉDICO: Mire Huberto, si tantas dudas tiene, puede buscar otro profesional,
está lleno de médicos. En la plantilla de… ¿qué obra social tiene, usted?
HUBERTO: ¡Esta! (saca un fajo de billetes) Y le aviso, todavía no pagué la
consulta. Yo siempre pago después.

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MÉDICO: En ese caso lo seguiré atendiendo, los colegas no suelen atender
esa obra social…No lo voy a dejar desamparado. Lo que no entiendo es por
qué no vino su mujer, si usted me consulta por ella.
HUBERTO: ¿Y para qué va a venir?, ¿usted me quiere volver pobre, doctor?
Mi mujer cada vez que sale, pasa por el shopping. Va a la verdulería, pasa por
el shopping, va al banco, pasa por el shopping, va la carnicería, pasa por el
shopping, va a la peluquería, pasa por el shopping, va a los chinos para
comprar más barato, pasa por el shopping, va a… ¿cómo se llama?
MÉDICO: Ya, ya, ya le entendí la idea.
HUBERTO: ¡A la manicura! eso era. Va a la manicura, pasa por el shopping
(como enloquecido), va a ver mis sobrinos, pasa por el shopping, va a ver a sus
hermanas, pasa por el shopping, va a ver a mis viejos, pasa por el shopping, va
a ver a su familia, pasa por el shopping, va al taller porque el auto funciona mal,
pasa por el shopping, va a la gomería porque tiene una goma desinflada pasa
por el shopping, desinfla una goma para tener una excusa para ir a la gomería
porque tiene la goma desinflada, pasa por el shopping…
MÉDICO se pone de pie, lo palmea en la espalda.
MÉDICO: Tranquilo, tranquilo.
HUBERTO: (más lento) Va a la dietista, pasa por el shopping. Va a la
panadería, pasa por el shopping, va a la clase de gimnasia, pasa por el
shopping…
MÉDICO: Eso es, nos vamos calmando, visualice a su mujer, está en casa, se
acomoda el pelo, camina por la cocina, va al baño…
HUBERTO: (saltando) ¡No, al baño no, que cuando tiene que ir al baño, va al
baño del shopping!
MÉDICO: ¡So, so, so!
HUBERTO nota que lo está tocando. Le quita las manos, pone gel en la ropa.
MÉDICO: Claro, claro, hay que cuidar que la ropa no se enferme tampoco. Así
que su problema es que ella gasta su dinero y usted piensa que, de tanto pagar
sus gastos, va a terminar sin plata.
HUBERTO: No, doctor, ¿en qué facultad aprenden ustedes? Ella no gasta mi
dinero porque no tengo, el dinero es de ella. El tema es que si se lo sigue
gastando, me voy a quedar pobre porque ella no va a tener más.
MÉDICO: Ah, usted no trabaja.

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HUBERTO: ¿Trabajar, doctor?, ¿usted quiere condenarme a muerte? ¿Usted
no leyó las estadísticas?, ¿no sabe la cantidad de gente que muere en los
accidentes laborales?, ¿y la que muere camino al trabajo? ¡Y los gérmenes a
los que uno está expuesto en el ambiente laboral! Y el acoso de los jefes, el
estrés, el cáncer de estómago y…
MÉDICO: Entendí, usted vive de rentas.
HUBERTO: Pero no, doctor, ¿no se lo acabo de decir? Vivimos del dinero, del
que gana mi mujer, porque ella sí trabaja.
MÉDICO: Ah, ella… se arriesga al ambiente laboral, digamos.
HUBERTO: Y, el capitalismo, doctor, uno de los dos tiene que sacrificarse.
MÉDICO: Y me imagino que, camino al trabajo, ella pasa por el shopping.
HUBERTO: No.
MÉDICO: Ah, mire usted, el trabajo… le quita las ganas del shopping.
HUBERTO: No, a la hora que ella trabaja, el shopping está cerrado.
MÉDICO: Bien, me queda claro, pero el tema es que… No sé cómo puedo
curar a su mujer atendiéndolo a usted.
HUBERTO: ¿Qué le pasa a mi mujer?, ¿qué tiene mi mujer?, ¿es contagioso?
MÉDICO: ¡Yo no sé lo que tiene su mujer!
HUBERTO: ¿Y por qué la quiere curar, entonces?
MÉDICO: Ah… (se sienta)
HUBERTO: ¿Le duele algo doctor?
MÉDICO: No lo sé.
HUBERTO: ¿Cómo no lo sabe, que clase de médico es usted?
MÉDICO: La clase de médico que necesita ver, revisar al paciente para saber
qué tiene. ¿Cómo quiere que sepa qué le duele a su mujer?
HUBERTO: ¿Qué tiene que ver mi mujer con todo esto?
MÉDICO:…
HUBERTO: ¿La quiere vacunar?
MÉDICO: No…no sé si tiene todas las vacunas, no sé…
HUBERTO: Doctor, no me ande a las vueltas, se lo digo clarito, sin metáforas,
¿usted está caliente con mi mujer?
MÉDICO: ¡Pero…!

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HUBERTO: La verdad, de hombre a hombre, de macho a macho, ¿usted está
caliente con mi mujer?, ¿la quiere vacunar?, ¿empomar, follar, empalmar,
serruchar, voltear, fifar, culear, coger?
MÉDICO: ¡Basta! (se pone de pie) No quiero saber nada con su mujer. Ni
siquiera sé cómo es su mujer.
HUBERTO: Esa parte final se la creo, de la única manera que no quiera saber
algo de mi mujer, es no conociéndola. Pero ya se la muestro (saca el celular,
busca una foto, se lo pasa). Es la rubia.
MÉDICO mira, como para sacárselo de encima. Al verla, se pone los lentes,
abre la boca.
HUBERTO: La rubia. El negro es un etíope, el otro, el que está a la espalda, el
marrón oscuro, es yanqui, de nueva york. Lo pusimos atrás porque la tiene más
chica.
MÉDICO: Pero su mujer es…
HUBERTO: Profesional. Ojito doctor, profesional.
MÉDICO: Sí, se nota que es una foto muy cuidada, muy profesional, el mástil
ese del…
HUBERTO: No, no es de él el mástil, es del que está abajo, el tercero, que
queda tapado en las fotos porque es paraguayo.
MÉDICO: ¿Paraguayo?
HUBERTO: ¿Vio doctor? Las apariencias engañan. Mucho negro, mucho
negro, y el mástil es paraguayo. Un auténtico palo borracho.
MÉDICO: Un sequoia, otra que palo borracho.
HUBERTO: Ah, los nombres científicos no los conozco. Pero pase, pase que
hay más.
MÉDICO: Gracias, gracias Huberto. Cuantas curvas… trabajadas, ¿no?
HUBERTO: Usted lo dice doctor, un trabajo excelente.
MÉDICO: Sí, se nota la mano de un experto ahí. Debe salir caro, ¿no?
HUBERTO: ¿Caro?
MÉDICO: El… trabajo.
HUBERTO: Y… lo que cuesta, vale, doctor.
MÉDICO: Es lo mismo que le digo a mis pacientes cuando se quejan de mis
honorarios. A ver si hay… Bueno, uh, digamos que…sopla la…

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HUBERTO: Para eso, mi mujer es única. Ella sopla la vela y se infla, se infla. Y
tiene una mano…
MÉDICO: Sí, sí, ya lo veo. Así que su mujer es…
HUBERTO: Profesional.
MÉDICO: Profesional, claro… actriz.
HUBERTO: No, doctor, ¿actriz mi mujer? Bah, artista es, pero en ese rubro no
es profesional.
MÉDICO: ¿Modelo, entonces?
HUBERTO: Menos mal que estudió de médico, como adivino se muere de
hambre. Digamos que mi mujer atiende necesidades…
MÉDICO: Necesidades de los hombres.
HUBERTO: Sí, de los hombres también.
MÉDICO: ¿Atiende mujeres?
HUBERTO: Digamos que es unisex. Para ciertas necesidades… no hay sexo
que valga.
MÉDICO: Por supuesto, por supuesto. Lástima que no se le ve la cara.
HUBERTO: Verdad, justo tiene un disfraz.
MÉDICO: ¿Le gusta disfrazarse?
HUBERTO: Sí, le gusta, ella dice que es porque se lo piden, hacer la fiestita,
todo eso. Pero yo creo que le gusta, se entusiasma más cuando se disfraza.
MÉDICO: Una máscara interesante.
MÉDICO le devuelve el celular, se quita los lentes; el otro lo toma con el
extremo de los dedos, luego saca un paño y se lo pasa.
MÉDICO: Eso, limpie, limpie, que si después lo agarra su mujer, la pobrecita se
puede contagiar. Usted… le dejó su teléfono a la secretaria, ¿no?
HUBERTO: Doctor, vuelva a ponerse los lentes, ¿no ve que lo tengo en la
mano, cómo se lo voy a dejar a mi secretaria?
MÉDICO: Digo, si le dejó el número.
HUBERTO: No.
MÉDICO: ¿No le hizo la ficha?
HUBERTO: Sí.
MÉDICO: ¿No le pidió un teléfono?
HUBERTO: Yo le dije que pagaba después, ¿un teléfono? Cara la consulta,
doc.

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MÉDICO: Un número de teléfono.
HUBERTO: Sí.
MÉDICO: ¿Por qué no se lo dio?
HUBERTO: Si se lo di.
MÉDICO: ¡Pero me acaba de decir que no le dejó su número de teléfono!
HUBERTO: Porque no le di el mío, le di el de mi mujer.
MÉDICO: Ah…
HUBERTO: Ella lo exige, como es ella la que mandó a la consulta.
MÉDICO: ¿Ella lo mandó a la consulta?
HUBERTO: Pero doctor… sabe qué, voy a arriesgarme con otro médico, me
llevo hasta la ficha, usted no me escucha. Me preguntó porque vine, le dije por
mi mujer, y ahora se sorprende…
HUBERTO se para, toma el nylon, va a salir, MÉDICO lo detiene.
MÉDICO: Por favor, Huberto, por favor, quédese, ya superó una sala de
espera, ¿se imagina sometido otra vez a un montón de enfermos, con los virus
en el aire, las bacterias acumuladas en las sillas, las gripes, los sarampiones?
HUBERTO va reaccionando, con movimientos tipo espásticos.
HUBERTO: ¡Basta, doctor, no me torture más!
MÉDICO: Usted espere, que voy a buscarle un vaso de agua…
MÉDICO sale, HUBERTO vuelve a acomodar el protector sobre la silla.
MÉDICO se asoma, tiene el teléfono en la mano.
MÉDICO: Mi secretaria salió, ¿no vio donde dejó la ficha?
HUBERTO: En el paragüero.
MÉDICO: Gracias.
MÉDICO sale. Al segundo, vuelve asomarse.
MÉDICO: Pero yo no tengo paragüero.
HUBERTO: En el… abajo del velador.
MÉDICO: ¿Velador?, ¿qué velador?
HUBERTO: Entonces…
MÉDICO: ¿Está adivinando?
HUBERTO: Claro, si usted juega a las adivinanzas, yo también.
MÉDICO: ¡La…!
MÉDICO sale. Suena el celular de HUBERTO.

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HUBERTO: ¡Rulo! Estoy en el médico, llamá más tarde… La semana que viene
no, ya me atendió… No, no sé lo que tengo. Igual este médico es medio raro, le
mostré las fotos que la Marta se sacó con las dos compañeras del geriátrico y
se volvió loco… Sí, las que viste, cuando está con esa máscara africana, con la
colección de barcos. Se puso loco con los barcos, se ve que él también juega
como la Marta, a que sopla el viento y está navegando. Hasta vio el mástil del
paraguayo. Ya le dije a mi mujer que no puede tener una colección de barcos y
meter uno paraguayo, de palo borracho, comprado en ciudad del Este. Lo
trucho le arruina la colección, pero a ella le gusta. Es raro…Ya sé que no es mi
mujer la única loca de los barcos pero… ¿Te imaginás si le muestro la foto de
la esposa del dueño de la clínica?... ¡La que está en bolas, con la máscara de
cuero en la cabeza, con dos negros que le dan matraca! ¡En la misma sala de
juntas de la clínica, hasta sale el mástil ese que usan para subir la bandera en
las reuniones! Se muere si le muestro esas. ¿Quién no? La mina debe tener
como cincuenta pero parece de veinte, re bien hecha está…Bueno, te dejo,
anda buscando el teléfono de mi mujer, capaz que le termina comprando un
barco, quién te dice. La voy a avivar, para que le pida una buena guita, ya le
mando un mensajito. Porque me estuvo preguntando, no le dije que trabajaba
en un geriátrico, porque la iba querer arreglar con dos pesos, le dije que era
una profesional… No, ella compró el de Ciudad del Este, los demás se los
quedó de las viejitas que se van muriendo en el geriátrico. Como está de
noche, siempre llega primero cuando la palman. También, tanto hacer enemas
tiene que tener una recompensa, pobre… Sí, chau, chau.
HUBERTO cuelga y manda mensaje, rápido. Regresa MÉDICO, con un vaso
de agua y la ficha. Estornuda, se suena. HUBERTO se pone de pie, a la
defensiva.
HUBERTO: ¿Se contagió doctor, hay un virus?
MÉDICO: No, lo que hay es una atmósfera irrespirable por el aerosol que
quedó en la sala de espera. (Guarda la ficha) Mejor ni te digo dónde había
puesto la ficha.
HUBERTO: (paranoico) ¿Ahora nos tuteamos doctor?, ¿tan grave estoy?
MÉDICO: ¿Eh?

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HUBERTO: Usted no me engaña doctor, nos tratábamos serios, venía bien.
Pero ahora me tutea. Primero me dijo que le gustaron las fotos, para crear
confianza, sí, conozco la táctica, ahora me va a dar las malas noticias.
MÉDICO: Pero Huberto, te tuteo porque…
HUBERTO: ¡Me voy a morir, lo sé, me voy a morir! Yo le dije a mi mujer que no
quería venir, porque vas al médico sano y salís con una enfermedad mortal. Yo
sabía.
MÉDICO: ¡Huberto! No tenés nada. Digo, usted no tiene nada.
HUBERTO: ¿Cómo lo sabe si no me revisó?, ¿otra vez jugando a las
adivinanzas? ¡Usted es un curandero, un médium, un chantapufi del tarot!
¡Quiero hablar con el dueño de la clínica!
HUBERTO sale hacia la puerta.
MÉDICO: ¡El dueño de la clínica soy yo!
HUBERTO se vuelve, estupefacto.
HUBERTO: ¿Usted es…?
MÉDICO: (agrandado) Así es, amigo Huberto. No lo parece, ¿no?
HUBERTO: No, para nada.
HUBERTO lo mira, como para ver si tiene cuernos.
MÉDICO: Se que soy joven para tamaño logro, pero con mi esfuerzo y el apoyo
constante de mi señora, he arribado a este sitial de privilegio en nuestra
sociedad, erigiendo una clínica moderna, adaptada para las necesidades de la
salud de hoy.
HUBERTO: De su señora, claro.
MÉDICO: Sí, mi mujer es una fuente constante de…(advierte la actitud de
HUBERTO)
HUBERTO: Seguro, una fuente constante.
MÉDICO: ¿Por qué me mira así?
HUBERTO: Quería ver si se notaba, si había algún indicio, si…
MÉDICO: ¿Indicio de qué?
HUBERTO: De los… esfuerzos que ha hecho.
MÉDICO: Verdad, mucho esfuerzo, muchas horas metido acá adentro. Menos
mal que mi mujer me entiende y no me hace problemas por las horas que le
dedico al trabajo, no como otras mujeres, que no dejan en paz a sus maridos
pidiéndoles atención todo el tiempo.

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HUBERTO:…
MÉDICO: ¿Esa cara?
HUBERTO: No, pensaba en… las mujeres que piden atención y… se quejan
que los hombres no las atienden…
MÉDICO: ¿Su mujer se le queja?
HUBERTO: ¿Mi mujer? Para nada, yo la atiendo bien, le dedico mucho tiempo.
Nunca se queja por mi trabajo. Claro, yo no trabajo y estoy todo el día en casa,
así que cómo se va a quejar, sería quejarse de llena, ¿no? Eso es lo mejor de
no tener trabajo.
MÉDICO: Es una bendición, créame Huberto, ya que prefiere que no lo tutee.
Mujeres como las nuestras son una bendición, no se imagina la cantidad de
hombres que vienen enfermos por las presiones de sus mujeres. Nada mejor
en la vida que encontrar una esposa que haga la suya y no joda.
HUBERTO: ¿Su mujer, no jode?
MÉDICO: No, mi… Ah, ya veo, hablaba con el otro sentido de… No molesta,
digo, una mujer que no molesta, no presiona, te deja vivir, crecer, tener un
mejor nivel de vida…
HUBERTO: Entiendo, entiendo, no necesito saber más.
MÉDICO: La verdad, entre nosotros… La veía a su esposa, con todo respeto,
con la máscara, y… Mi mujer no es así, es más… seria, más tradicional. No les
gustan las fiestitas. En cambio, la veo a su señora con sus clientes…
HUBERTO: Ella le dice pacientes, como usted doctor.
MÉDICO: ¿Yo? Yo nunca fui cli... paciente de su esposa.
HUBERTO: Ja, ja, ja, ¡claro que no! ¿Usted? por favor… Pero ella le dice
pacientes, como usted nos dice pacientes a nosotros, que venimos a ser los
clientes de su servicio.
MÉDICO: (ofendido) Bueno, la sacra profesión de la medicina no debe
confundirse con… otros servicios.
HUBERTO: Tal cual, tal cual. Lo único que tienen en común, es como
aumentan.
MÉDICO: ¿Aumentan los servicios que brinda su esposa?
Cada tanto, MÉDICO revisa el celular.
HUBERTO: Y… aumenta el gas, la luz, el agua…

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MÉDICO: Lógico, lógico. Bueno, ya veremos cuando llegue el momento de…
Pero usted vino a una consulta médica, ¿verdad?
HUBERTO: ¡Yo sabía!
MÉDICO: …
HUBERTO: Pensé que con los mástiles había quedado tan impactado que se
había olvidado, pero no.
MÉDICO: Impactado quedé, amigo mío, impactado quedé. Pero, mi deber es
mi deber, no me gusta cobrar por algo que no hago.
HUBERTO: Está bien, soy valiente, dispare.
MÉDICO: ¿Qué dispare?
HUBERTO: Dígame qué tengo.
MÉDICO: Para eso, hace falta un rato. Vamos a la camilla.
HUBERTO: …
MÉDICO: A la camilla, que lo reviso.
HUBERTO: Ah.
HUBERTO va a la camilla, se detiene. MÉDICO junto a él.
HUBERTO: Su secretaria, ¿no le dio algo para mí?
MÉDICO: ¿Mi secretaria? ¿No le dije que salió?
HUBERTO: Sí, y lo sé, yo le hice un pedido.
MÉDICO: ¿De qué?
HUBERTO: De más desinfectante en aerosol, se me acabó en la sala de
espera.
MÉDICO: No hace falta, siéntese mientras me cuenta qué le pasa.
HUBERTO: Me quedo en la silla.
MÉDICO: A la camilla, vamos.
HUBERTO: La camilla no tiene funda protectora.
MÉDICO: Eso es para los baños públicos.
HUBERTO: ¿Tiene un baño público en el consultorio, doctor? ¿Deja que
cualquiera pase al baño?
MÉDICO: Mi baño es para los pacientes, Huberto. Para nadie más.
HUBERTO: Claro, para qué necesita más con todos los enfermos que tiene acá
adentro. Yo en esa camilla no me siento hasta que no la desinfecte.
MÉDICO: Usted se sienta.
MÉDICO lo empuja, HUBERTO salta antes de tocar la camilla, una, tres veces.

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MÉDICO: Por favor, somos gente grande Huberto. No se va a contagiar nada
en la camilla. Se lo garantizo, como dueño de la clínica, que está esterilizada.
HUBERTO: No, menos que menos.
MÉDICO: ¿Y si le pongo una sábana?
HUBERTO: Menos, ya veo que quedo embarazado.
MÉDICO: Pero Huberto…
HUBERTO: Yo vine a curarme, no a enfermarme.
MÉDICO: Las sábanas las lava mi propia esposa.
HUBERTO: Ah, me quedo más tranquilo. La pone a trabajar a su esposa.
MÉDICO: Pero no, ella se ofreció, para ahorrar en gastos, acá los dos nos
sacrificamos. Somos un equipo, mi mujer y yo. Las veces que se habrá clavado
esperándome para volver a casa.
HUBERTO: Clavada…
MÉDICO: Sí, bien clavada, pobrecita. Ah… Hagámoslo de parado, hasta que
llegue la secretaria, que no sé adónde fue a buscar desinfectante en aerosol.
HUBERTO: Al supermercado Dragón.
MÉDICO: Pero eso queda a la salida de la ciudad.
HUBERTO: Pero los tienen en oferta, casi a mitad de precio.
MÉDICO: Si usted quiere ahorrar, camine usted hasta allá.
HUBERTO: A mí no me gusta tirar la plata que mi mujer gana con tanto
esfuerzo.
MÉDICO: Al esfuerzo de su mujer, no lo discuto, ya me lo ha mostrado. Pero a
mi secretaria, el sueldo se lo pago yo.
HUBERTO: Como los desinfectantes.
MÉDICO: ¿Los tengo que pagar yo?
HUBERTO: Obvio, usted tiene que dar a las pacientes un ambiente libre de
gérmenes, porque los gérmenes son invisibles pero son peligrosos…
MÉDICO: ¡Yo también vi la propaganda! ¿Puedo empezar con la consulta?
HUBERTO: ¿Me siento?
MÉDICO: ¿En la camilla?
HUBERTO: En la silla.
MÉDICO: En la silla no.
HUBERTO: Me quedo parado.
MÉDICO: Y yo me siento (lo hace, en la camilla).

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HUBERTO: Está bien, usted necesita descansar, el peso lo debe estar
matando.
MÉDICO: Lamento decirle que mi estado está perfecto.
HUBERTO: Hablo del peso de…
MÉDICO: ¿De qué?
HUBERTO: De los… las responsabilidades.
MÉDICO: Ya que quiere hablar de peso, empecemos por ahí. ¿Cuánto pesa?
HUBERTO: Yo no estoy gordo, la que está gorda es mi mujer.
MÉDICO: ¿Gorda?, ¿su mujer? su mujer está perfecta, tiene un lo… un físico
ejemplar.
HUBERTO: Si lo llega a escuchar, cambia de médico, el otro la mandó a hacer
dieta.
MÉDICO: ¿Quién fue ese animal? Una mujer, seguro, que la envidia.
HUBERTO: No, no sé cómo se llama, pero es un hombre.
MÉDICO: ¿Cómo sabe que es un hombre si no le dice quién es?
HUBERTO: Porque dice fui al doctor, no dice fui a la doctora.
Golpes a la puerta. MÉDICO va, regresa con un desinfectante en aerosol.
HUBERTO quiere manotearlo, MÉDICO lo esquiva y se dedica él a ponerlo.
HUBERTO: Acá, acá le falta.
MÉDICO: En la esquina no va a tocar.
HUBERTO: Le digo que acá falta.
MÉDICO: Si será…
Acabado, HUBERTO se sienta, trotando de tocar lo menos posible. Suena el
celular de MÉDICO, mensaje. MÉDICO corre, deja el aerosol, se pone los
lentes y lee. HUBERTO aprovecha y empieza a echar en cantidad. Cuando
MÉDICO deja de leer, HUBERTO pone el aerosol donde estaba.
MÉDICO: Ah, que es cara su señora…
HUBERTO: Ya le dije, se hace valer.
MÉDICO: Pero… cincuenta mil pesos… Yo cobro dos mil la consulta, tengo
que atender veinticinco para pagarla…
HUBERTO: ¿Le pidió alguno especial?
MÉDICO: Le puse “Quisiera uno completo, ¿cuánto cuesta?”.
HUBERTO: El completo, completo, es el negro, el de las fotos.
MÉDICO: El negro… ¡ah, la flauta! Esa verga tirante…

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HUBERTO: Las vergas quedan durísimas, garantizadas. Los mástiles bien
parados.
MÉDICO: Sí, pero… ¡atchís! (estornuda, HUBERTO se hace el tonto) cincuenta
mil… Bueno, veamos que le podemos encontrar a usted.
HUBERTO: Sí, doctor, porque no me va a hacer pagar la consulta para que
después no tenga nada. Ya le dije, no me gusta tirar el dinero.
MÉDICO: Usted, a lo suyo, que los médicos siempre sabemos cómo encontrar
algo malo en los pacientes… ¡atchís!... eso que puse poco desinfectante.
HUBERTO: ¿Vio? Le dije que había que comprar en el Dragón, son
buenísimos.
MÉDICO: A ver…
HUBERTO: ¿No me tengo que sacar la ropa?
MÉDICO: Tranquilo, ya va a venir, ahora vamos con las preguntas.
HUBERTO hace gestos como que entra en calor y se concentra. MÉDICO
sigue con el celular en la mano, además de la planilla que tiene en el escritorio.
HUBERTO: ¡Listo!
MÉDICO: ¿Qué hace?
HUBERTO: Me concentro, me encantan las preguntas.
MÉDICO: Bien. ¿Edad?
HUBERTO: ¡Esa la sé! (dice la edad) Cuarenta y cinco.
MÉDICO: Casado, ¿verdad?
HUBERTO: ¡Correcto! Uno a uno.
MÉDICO: ¿Uno a uno?
HUBERTO: Yo contesté una y usted contestó otra.
MÉDICO: No es una competencia. Sigamos, ¿tiene alguna enfermedad?
HUBERTO: ¡Trampa!, ¡trampa! (salta de la camilla, se enoja, lo señala) No
vale, tramposo. Esa no lo sé, claro, ¿cómo la voy a saber si el médico es
usted?
MÉDICO: Huberto…Todas las preguntas que le hago, usted las sabe, es para
que yo sepa cómo es usted.
HUBERTO: ¿Qué?, ¿me va a invitar a salir que quiere conocerme?
MÉDICO: Necesito conocerlo para saber cómo está. Para entender su
mecánica corporal, necesito que me diga estas cosas. ¿Entiende? Si usted
lleva un coche al mecánico, por ejemplo…

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HUBERTO: Yo no llevo el coche al mecánico, ni loco, de eso se encarga mi
mujer. Ni a palos me meten en un lugar lleno de grasa, los tipos desaseados,
no, yo me cuido la salud.
MÉDICO: Ya veo, su mujer va al mecánico.
HUBERTO: Sí.
MÉDICO: Porque usted no quiere enfermarse.
HUBERTO: Tal cual.
MÉDICO: ¿No le importa que su mujer se enferme?
HUBERTO: Problema de ella, yo no le dije que se compre un auto. Ella se lo
quiso comprar, que se haga cargo, si no quería caminar al trabajo…
MÉDICO: Y, se camina mucho en ese trabajo.
HUBERTO: No menos de sesenta cuadras.
MÉDICO: Uf… Pero con esos precios… debe tener un buen coche.
HUBERTO: No lo sé, nunca lo vi. ¿No le digo que yo me quedo en casa?
MÉDICO: ¿Y hoy como vino hasta acá, por ejemplo?
HUBERTO: Mejor, no me haga acordar… Un taxi que…. de pensar que tengo
que tomar otro para volver…
MÉDICO: ¿Por qué no llama a su mujer que lo venga a buscar?
HUBERTO: Menos, ella viene toda contaminada del trabajo, yo no la toco antes
que se bañe y se pase alcohol en gel por todo el cuerpo, no soy un suicida.
Con los taxistas, viajo atrás, no hay riesgo de rozarlos.
MÉDICO: Ajá. Bien, sigamos. Entonces… ¿alguna vez fue al médico?
HUBERTO: Puf, mil veces. De chico, mi mamá me llevaba a controlar todas las
semanas. Me hacía guardar los mocos cada vez que tenía un estornudo para
mostrárselos al doctor. Guardaba la caquita en un frasco, para que la viera.
MÉDICO: Menos mal que no fui su médico.
HUBERTO: Me daba las vacunas. Ah, eso. Me tiene que firmar una orden, algo
me voy a llevar. Sí, una orden porque no me la quieren dar.
MÉDICO: ¿La vacuna de la gripe?
HUBERTO: No, esa me doy cuatro por año, por las dudas se vaya el efecto.
Total, mi mujer las consigue gratis. Es la del papiloma.
MÉDICO: Pero esa funciona hasta, más o menos, veintiséis años. Un hombre
como usted, que ya ha estado expuesto al virus…
HUBERTO: ¿Estuve expuesto?

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MÉDICO: Usted, yo, todos los que hemos tenido sexo.
HUBERTO: ¡Es injusto! ¿Cómo nadie me avisó? Desde que se fue mamá…
nadie me apoya. Mientras ella estuvo llevaba el control de las vacunas, de los
exámenes regulares… Después… bueno, me renegué con la medicina.
MÉDICO: ¿Por qué?, ¿la culpa de la muerte de su madre?
HUBERTO: Claro, mi mamá se hacía los exámenes trimestrales, completos,
como me los hacía hacer a mí. Y de un día para el otro… murió, ¿de qué le
sirvió tanto control? Por eso, si mi mujer no me hubiera mandado, no vengo, yo
se me cuidar solo.
MÉDICO: Bueno, porque su mamá haya muerto de una enfermedad no
detectada a tiempo…
HUBERTO: ¿Quién le dijo que mi mamá murió enferma? Ya le dije, doctor,
como adivino es un fracaso. Mamá murió en un accidente de tránsito.
MÉDICO: ¿Por qué culpa a la medicina entonces?
HUBERTO: ¡Porque el coche la pisó cuando iba al médico! ¿De quién va a ser
la culpa?, ¿del peluquero?
MÉDICO: Es… Está bien, sigamos. Tiene las vacunas, menos la del papiloma,
le hago la orden si quiere total son mil pesos extra…
HUBERTO: ¿Mil pesos extra?
MÉDICO: Hay que remar para llegar a cincuenta mil.
HUBERTO: Ja, ja, remar, tiene que ver con barco, está bueno…
MÉDICO no entiende, encoje los hombros y lo deja pasar.
HUBERTO: Pero si es por la salud, métale doctor.
MÉDICO: Bien. Según esos controles, ¿tenía la presión alta?
HUBERTO: No.
MÉDICO: ¿Colesterol?
HUBERTO: No.
MÉDICO: ¿Azúcar?
HUBERTO: Dos cucharadas. Con el café, con el té, tres cucharadas.
MÉDICO, como rindiéndose.
MÉDICO: Vamos al físico, sáquese la camisa.
HUBERTO: ¿Y la percha?
MÉDICO: Démela que la dejo sobre la silla.
HUBERTO: No, queda marcada, traiga una percha.

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MÉDICO: Son dos segundos, Huberto, deme la camisa.
HUBERTO: Primero, la camisa la llevo yo, que estoy esterilizado con alcohol.
Segundo, necesito la percha. Ah, traiga el perchero de la sala de espera.
MÉDICO: ¿Eh?, ¿se piensa que soy un cadete? no le traigo nada.
HUBERTO: En ese caso, no me saco la camisa.
MÉDICO: ¿Sabe qué? Revisación con perchero son cinco mil pesos extra.
HUBERTO: No traiga el perchero.
MÉDICO: Bien.
HUBERTO: Traiga una percha.
MÉDICO: ¡No voy a traer nada!
HUBERTO: No me saco la camisa.
MÉDICO: Bien, lo reviso arriba de la camisa.
Le pone el estetoscopio en la espalda, pero no escucha.
MÉDICO: A ver, diga treinta y tres.
HUBERTO: ¿Puede ser menos?
MÉDICO: Treinta y tres.
HUBERTO: ¿Una rebaja?
MÉDICO: Treinta y tres.
HUBERTO: Treinta y tres.
MÉDICO: Más fuerte.
HUBERTO: Treinta y tres.
MÉDICO: ¡Más fuerte hombre! Con ánimo. No escucho nada.
MÉDICO advierte lo que pasa y se coloca el estetoscopio.
HUBERTO: ¡Treinta y tres!
MÉDICO: Bueno, que no soy sordo.
Saca el martillo de los reflejos.
HUBERTO: ¿Se va a poner a hacer carpintería justo ahora?
MÉDICO: El martillo es para usted.
HUBERTO: ¿Me va a pegar?
MÉDICO: Los reflejos, ¿o no se acuerda de sus visitas a otros médicos?
HUBERTO: ¿De que me pegaran? No.
MÉDICO: ¿No le pegaban con el martillo en la rodilla?
HUBERTO: No, mi mamá no los dejaba, porque decía que iban a quedar
marcas y yo era un nene demasiado lindo para tener marcas.

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MÉDICO: Ahora no es un nene, el martillo no deja marcas.
HUBERTO sube las piernas, se sienta estilo indio en la camilla.
MÉDICO: Huberto, no se porte como un nene, necesito ver los reflejos.
HUBERTO: No, si mamá decía que era peligroso para mí, es peligroso para mí,
mi mamá me quería de verdad.
MÉDICO: Huberto, es por su bien.
HUBERTO: Todos te dicen lo mismo, es por tu bien, es por tu bien. Como los
políticos, por tu bien votame a mí, y después te rompen el…
MÉDICO: No vamos a analizar eso, se trata de la rodilla.
HUBERTO: Sí, te piden la mano y te sacan el brazo, es me lo decía mi papá.
De las mujeres.
MÉDICO: ¿Ves alguna mujer por acá?
HUBERTO: Saben esconderse.
MÉDICO: ¡Huberto! si no… ¡Huberto! Los zapatos arriba de la camilla, la estás
llenando de gérmenes.
HUBERTO: ¡No!
HUBERTO salta, se agarra del médico, después manotea el aerosol, el otro se
lo quiere quitar, sale aerosol, gran confusión. Acaban enfrentados, MÉDICO
con el aerosol y HUBERTO con el martillo.
MÉDICO: Huberto, dame el martillo.
HUBERTO: Te lo cambio por el aerosol.
Tras dudar, hacen el cambio. HUBERTO echa aerosol en la camilla, se sienta y
MÉDICO, sin aviso, le pega con el martillo.
HUBERTO: ¡Ay!
MÉDICO: Exagerado, no duele.
HUBERTO: Sí, duele, duele mucho.
MÉDICO: ¡Apa!, ¿duele mucho?
HUBERTO: Sí, terrible…
MÉDICO: Uh…
HUBERTO: ¿Qué pasa?
MÉDICO: No…
HUBERTO: Dígame, doctor.
MÉDICO: Volvimos al usted, bien.
HUBERTO: No me cambie de tema, doc, dígame…

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MÉDICO: Para decirle algo tendremos que hacer muchos estudios…
HUBERTO: (poniéndose de rodillas) Dígame que tengo, doc…
MÉDICO: A nadie le duelen los martillitos estos, a menos que tengan un cáncer
de huesos en estado terminal.
HUBERTO: ¿Eh?
HUBERTO se para de un salto y se sienta en la camilla.
HUBERTO: No me duele nada, no me duele nada, era una broma, para…
romper el hielo. ¿Vio que buen actor, soy?
MÉDICO: Excelente, ¿estudió teatro?
HUBERTO: Teatro, teatro, no. Pero cuando era chico, tomaba parte en los
actos. En el jardín… mamá me ponía los cancanes, las mallas de danza, me
maquillaba y hacía de abeja, de perrito, de mariposa, de angelito…
MÉDICO: Me voy haciendo la idea… ¿nunca fue a un siquiatra?, o a un
sicólogo…
HUBERTO: No, mi mujer me mandó al médico, no al siquiatra.
MÉDICO: Las palabras de las mujeres son palabras santas.
HUBERTO: No son palabras santas, son órdenes. ¿Me va a decir que su mujer
no le da órdenes?
MÉDICO: Ya le dije que no, ni ella a mí, ni yo a ella. Y así estoy de feliz.
HUBERTO:…
MÉDICO: Y ella es feliz, también.
HUBERTO: Eso jamás lo dudaría.
MÉDICO: Pero, bueno, para juntar cincuenta mil, necesito cincuenta, a este
ritmo… Lo he tratado bien por consideración a su mujer. Digo a la foto de su
mujer. A… o sea, porque lo mandó su mujer y quiero que quede bien con ella.
HUBERTO: Como le gusta enredarse doctor, así, perdiendo tanto tiempo, no es
negocio la consulta. Usted tendría que ser más directo, preguntar enseguida a
la gente qué le pasa.
MÉDICO: ¿Le han hecho tacto rectal, alguna vez?
HUBERTO: ¿Tacto…? No.
MÉDICO: Algunos pacientes díscolos, suelen tener algo que los molesta y
requieren tacto rectal de urgencia.
HUBERTO: ¿Decía doctor?
MÉDICO: Bien, ya que entramos en tema…

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HUBERTO: ¿Me tengo que acostar?
MÉDICO: ¿Para qué se va a acostar?
HUBERTO: Y, me subió a la camilla y me habla, capaz que me tengo que
acostar para pasarla más cómodo…
MÉDICO alza el martillito, HUBERTO se pone bien derecho.
MÉDICO: Su mujer lo mandó al médico. ¿Sí?
HUBERTO: Y yo vine, hasta ahora vamos bien.
MÉDICO: ¿Por qué se le ocurrió a su mujer, que usted tenía que ver al
médico? Por qué no lo mandó… al homeópata, al siquiatra, o al esteticista o al
peluquero.
HUBERTO: Al peluquero fui, sí, me manda una vez al mes. También fui al
supermercado, a…
MÉDICO: Por favor, Huberto, eso no importa, si lo mandó al chino o a Mar del
Plata.
HUBERTO: Mar del plata no le gusta, mucha gente dice. A mí sí me gusta, así
que de vacaciones, ella se va a Claromecó y yo me voy a Mar del Plata.
MÉDICO: No, no me dé más vueltas que… ¿usted se toma vacaciones?
HUBERTO: Por supuesto, está en la constitución, y yo soy respetuoso de la
constitución. Es mi derecho.
MÉDICO: También tiene derecho a trabajar.
HUBERTO: Ese se lo regalé a mi mujer, con las bodas. Soy así, generoso…
Me sacan lo que no tengo.
MÉDICO: Su mujer...
HUBERTO: Claromecó, un aburrimiento… pero a ella le gusta.
MÉDICO: Su mujer lo nota mal a usted.
HUBERTO: Yo diría que me nota normal.
MÉDICO: ¿Qué sería normal?
HUBERTO: Como siempre.
MÉDICO: ¿Por qué dice que lo nota como siempre?
HUBERTO: Porque ella lo dice, todos los días, siempre el mismo boludo,
siempre el mismo inútil, siempre el mismo infeliz….
MÉDICO: ¿Por qué lo mandó al médico entonces?, ¿para volver loco a otra
persona? ¡¿por qué no lo mandó a un tarotista?! Usted es un hombre grande
Huberto, usted tiene que saber bien lo que le pasa.

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HUBERTO: Mire quien habla.
MÉDICO: Yo sé bien, lo que me pasa, soy médico, no se olvide, conozco los
síntomas.
HUBERTO: Ah, ¿sabe de…?
MÉDICO: ¡Se todo!
HUBERTO: Y la sala de reuniones de la clínica…
MÉDICO: ¡Yo hice la sala de reuniones de la clínica! ¡Yo mismo contraté a los
negros africanos esos para que se encargaran!
HUBERTO: ¿Les pagó?
MÉDICO: Claro que les pagué, ¿se piensa que soy un negrero? la mitad que lo
que dice el convenio pero les pagué.
HUBERTO: ¿Convenio? No sabía que había convenio para…
MÉDICO: ¡Para todo hay un convenio! Ahora necesito que se olvide de la
clínica…
HUBERTO: Difícil de olvidar esa…
MÉDICO: No, no es difícil.
HUBERTO: Cada cual con sus gustos, doctor, usted le gusta esa cosa de mi
mujer y yo no digo nada.
MÉDICO: Bueno, bueno, bueno. Convengamos que esas fotos de su mujer son
difíciles de olvidar.
HUBERTO: Es lo que yo le digo, ¿vio? al fin estamos de acuerdo. Yo se lo
digo, que se iba a quemar con las fotos, pero ella, chocha.
MÉDICO: (preocupado) A ver, mueva los brazos. (Le propone diversos
movimientos, que el otro ejecuta, en el medio se golpean. Al finalizar, MÉDICO
se pasea pensativo, cabeza gacha)
HUBERTO: Doctor.
MÉDICO:…
HUBERTO: Doctor.
MÉDICO:…
HUBERTO: Doctor, ¿quiere que pruebe de nuevo doctor?
MÉDICO: No, no es necesario Huberto. Creo que usted tiene algo raro.
HUBERTO: ¿Seguro que no me lo contagié en la sala de espera? Mire que la
última vez, mi mamá le ganó un juicio al médico porque me contagié un resfrío,

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esperando el turno. Con eso se compró la casa de veraneo. En Pinamar, a
mamá le gustaba Pinamar.
MÉDICO: Este… no, no es algo contagioso. ¿Acaso usted anduvo mal de la
panza los últimos días?
HUBERTO: No señor, un relojito, soretes de siete centímetros de largo y dos
centímetros de diámetro.
MÉDICO: ¿Los mide?
HUBERTO: Sí, aprendí de mi mamá, tengo un registro de mi caca diaria, antes
lo hacía ella pero desde que se fue, lo hago yo solito. Mido cada día. Y peso,
pero no me sale bien memorizar los pesos.
MÉDICO: Debe tener un registro grande.
HUBERTO: Tengo una habitación en la casa que está destinada a los registros.
Igual, ahora los digitalicé, recién la semana pasada los puse al día. A la
digitalización. O sea, a pasar los datos de los papelitos a…
MÉDICO: Sí, sé qué significa digitalizar. Así que tiró los papelitos.
HUBERTO: No, ¿cómo los voy a tirar? Es la letra de mamá.
MÉDICO: Claro, la letra de mamá. Así que de cuerpo, bien. ¿De orina?
HUBERTO: Creo que bien, amarillo pálido, buena cantidad, tránsito sin
inconvenientes, ¿quiere ver las fotos?
MÉDICO: ¿Le saca fotos?
HUBERTO: Sí, desde que salieron las cámaras digitales, foto a cada orina.
MÉDICO: ¿Y antes?
HUBERTO: Mamá la miraba y anotaba. Pero me parece que las fotos son
más… directas, ¿qué le parece doctor?
MÉDICO: Las fotos son mejores, sin duda.
HUBERTO: ¿Quiere ver las fotos?
MÉDICO: No, no quiero ver más fotos, gracias. Así que orina bien, defeca bien,
¿tuvo vómitos?
HUBERTO busca el celular.
HUBERTO: ¿Tienen que ser recientes?
MÉDICO: ¡No, no, no! Está bien. Déjeme pensar… si tan solo me dijera por qué
su mujer lo mandó al médico.
HUBERTO: Ella dice que ronco.
MÉDICO: ¿Qué ronca?

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HUBERTO: Sí, por eso yo no quería venir, a mí no me molesta roncar. Tener
que salir a la calle, meterme en este mundo de contaminación, someter mi
cuerpo a los mil agentes químicos agresivos de la vía pública, ¿por un
ronquido? Me parece injusto que si a ella le molestan mis ronquidos, tenga que
ser yo el que venga al médico.
MÉDICO: Sus principios éticos son admirables.
HUBERTO: Gracias doc. Ya le digo, vine para dejar de roncar.
MÉDICO: Y era dificilísimo empezar por ahí la conversación.
HUBERTO: Yo no vine a conversar, doc, yo vine a que me trate un médico.
MÉDICO: Y no se le ocurrió empezar la entrevista con eso.
HUBERTO: Mire que se la voy a hacer tan fácil, quinientos pesos la consulta,
trabaje.
MÉDICO: Dos mil pesos.
HUBERTO: ¿Dos mil?, ¡cómo mata la inflación!
MÉDICO: Dejar de roncar. Póngase boca abajo.
HUBERTO: ¿Boca abajo?
MÉDICO: No tenga miedo, no se tiene que bajar los pantalones.
HUBERTO se tiende, MÉDICO se apoya, le pega, hace sonar la espalda.
HUBERTO grita.
HUBERTO: ¡Me duele, doctor!
MÉDICO: Esa es la idea, mientras duela, usted no ronca. ¿Entendió?
MÉDICO se separa, HUBERTO vuelve a sentarse, frotándose donde le duele.
HUBERTO: ¿Eso qué quiere decir?, ¿lo tengo que llamar a usted cada vez que
me voy a dormir?
MÉDICO: Bueno, no sería mala idea.
HUBERTO: Claro, me imagino, pero si cobra dos mil por una visita a
consultorio, no quiero saber lo que sale una visita a domicilio.
MÉDICO: Pero podríamos hacer un descuento, quizá. Usted duerme y yo
entretengo a su mujer.
HUBERTO: Doc, me parece que usted tiene la cabeza en otro lado.
MÉDICO: La culpa es suya, que me mostró esas fotos.
HUBERTO: Deje de pensar en las velas y los mástiles, tiene solución.
Cincuenta lucas y se olvida.
MÉDICO: Fácil para usted.

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HUBERTO: Es que se distrae y no me presta atención.
MÉDICO:…
HUBERTO: ¿Cómo va a cuidar a mi mujer cuando duermo, si mi mujer no está
en casa cuando duermo? Ya le dije que ella trabaja de noche.
MÉDICO: ¿Por qué le molesta que ronque, entonces?
HUBERTO: Porque se quejan los vecinos del edificio.
MÉDICO: ¿Se escucha del otro lado de la pared?
HUBERTO: Eso no sería problema, al lado vive una pareja de viejos sordos. Se
sacan los audífonos para dormir. Audífonos que le compró el consorcio, nos
tenían locos con el volumen de la tele.
MÉDICO: ¿Quién se le quejó, entonces?
HUBERTO: Las solteronas, que están aburridas y me echan la culpa del
insomnio. La del tercero, la del segundo, la del séptimo y la del noveno.
Pidieron una reunión extraordinaria para echarnos del edificio. Yo por mí, me
iría, pero mi mujer dice que no es tan fácil conseguir otro departamento.
MÉDICO: ¡Suavecito para roncar!
HUBERTO: La gente exagera, una vez me bajaron del colectivo en el medio de
la ruta. Mi mujer tiene los cuadros de la pieza atornillados a la pared, porque se
caían de los clavos.
MÉDICO: Mm, entonces, este tratamiento no sirve, porque necesita a otra
persona que lo haga mientras usted duerme.
HUBERTO: Entre nosotros, doc, ¿por qué no me receta una semana en
Bariloche? Capaz que la nieve hace bien al ronquido.
MÉDICO: ¿Y que después me haga juicio la sociedad de esquiadores porque
hizo caer toda la nieve de las montañas?, ¿quiere que Bariloche quede
sepultada por la nieve?
HUBERTO: ¡A Europa, entonces!
MÉDICO: Peor, van a decir que les mandé un terrorista Islámico cuando, por
ejemplo, se caga la torre de Pisa. La solución la va a dar usted mismo.
HUBERTO: ¿Me voy a golpear solo?, ¿se cree que soy sonámbulo?
MÉDICO: No, usted va a decirle a su mujer que haga lo que yo hice. Y para
eso, va a cambiar sus hábitos, va a pasar la noche en vela y va a dormir
cuando se acuesta su mujer. Un rato antes, así ella le hace estas cosas.
HUBERTO: ¿Y después, cuando ella se duerma, ya no voy a roncar?

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MÉDICO: No tengo la menor idea, pero por lo menos, ella se habrá cobrado el
ronquido, ¿no le parece?
HUBERTO: No, no me parece que yo tenga que modificar mis actos por una
cosa que a mí no me molesta. Los trastornos del sueño pueden desembocar en
alucinaciones, en enfermedades mentales, en estrés.
MÉDICO: Sí, ya lo veo muy estresado a usted.
HUBERTO: ¡Eso es lo que le digo a mi mujer!
MÉDICO: En su caso, diría que ella tiene más motivos para estar estresada.
HUBERTO: ¡Claro! pero viene y me contagia.
MÉDICO: ¡Pobre Huberto!
HUBERTO: Gracias, doctor. Al fin alguien me entiende.
MÉDICO: ¿Sabe una cosa? Lo voy a derivar a un siquiatra.
HUBERTO: ¿Me dice que estoy loco?
MÉDICO: Para nada.
HUBERTO: Mamá siempre dijo que los siquiatras son para la gente loca, no
para la gente como nosotros. Y que estaba lleno de peligro ir a ver a uno, en
las salas de espera hay sicóticos, asesinos seriales…
MÉDICO: Ah, nunca fue al siquiatra porque su mamá decía que era malo. ¿Y a
un sicólogo? Esos también curan el estrés.
HUBERTO: Los sicólogos son charlatanes.
MÉDICO: Dijo su mamá.
HUBERTO: No, el portero del edificio.
MÉDICO: Ah, el encargado de su edificio es un especialista en enfermedades
mentales y su tratamiento.
HUBERTO: Es que él fue al sicólogo y no le funcionó, pura cháchara, le dijo
que estaba obsesionado con la figura de su madre. Imagínese.
MÉDICO: ¿Y qué hizo, ese encargado?
HUBERTO: No fue más, obvio, ¡y lo cara que le salía cada sesión!
MÉDICO: Inteligente su encargado, no le gusta un diagnóstico y no concurre
más a la consulta.
HUBERTO: No, no fue por eso, no fue más porque la madre se lo prohibió.
MÉDICO: Bien, usted haga lo que quiera, pero yo le pongo acá, en esta receta,
que vaya a ver un siquiatra, y barra o, sicólogo.
HUBERTO: ¿Vengo a su consulta para que me diga eso?

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MÉDICO: Vino para que le diga cuál es su mal y le indique un tratamiento. Y
eso es lo que he hecho, su mal es un trastorno de la mente y requiere atención
especializada.
HUBERTO: Yo no tengo la mente trastornada, ¡yo ronco, doctor!
MÉDICO: Dígame, si usted va a un oculista, por ejemplo, que le dice que se
ponga unas gotas que arden para no quedarse ciego, ¿se pone las gotas o va
a consultar al panadero de la esquina para que le diga que no se va a quedar
ciego?
HUBERTO:…
MÉDICO: ¿Y?
HUBERTO: Lo estoy pensando doctor, es una decisión difícil, el panadero sabe
mucho de harinas y conoce a todo el barrio…
MÉDICO: ¿Qué tiene que ver eso con la vista?
HUBERTO: No sé, usted dijo que sabía, cuando me dio a elegir entre él o el
oculista.
MÉDICO: ¡¡Pero no!!! Suficiente Huberto, si se queda un segundo más no pido
una consulta siquiátrica, ¡pido que lo internen en un manicomio!
HUBERTO: Nos vamos entendiendo, un manicomio, ¿hay manicomios en
Bariloche?
MÉDICO: Ma que Bariloche ni Bariloche, al Melchor Romero lo mando. Ahora
váyase de una vez.
Le extiende la hoja donde escribió. HUBERTO la mira, sin tocarla.
HUBERTO: Falta el sello, la obra social no la va aceptar sin el sello.
MÉDICO: Usted no tiene obra social.
HUBERTO: Pero mi mujer, sí.
MÉDICO: ¡Usted es el del problema!
HUBERTO: Yo no, ¿no me escuchó cuando le dije que es mi mujer la que se
queja? Y los vecinos, sí, pero a esos no los tengo que aguantar.
MÉDICO: Se me acalambra la mano.
HUBERTO: Eso es síntoma de mala circulación, doc, tendría que ver a un
médico.
MÉDICO hace un bollo con la hoja y se la arroja.
MÉDICO: Fuera.

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HUBERTO se ofende, recoge el protector de la silla, saca guantes y barbijo.
Mira.
MÉDICO: ¿Qué espera?
HUBERTO ve el desinfectante, lo toma. MÉDICO se lo quiere quitar, forcejean.
MÉDICO: ¡El desodorante es mío, lo pagué yo!
HUBERTO: ¡El que tiene que salir a una sala de espera llena de gérmenes soy
yo!
MÉDICO: Ma sí, haga lo que quiera. ¡Vividor!, ¡mantenido!, ¡enfermo!
HUBERTO: ¡Cornudo!
MÉDICO: ¿Cornudo, yo?, ¿cornudo, yo? ja, ja, mire quien habla.
HUBERTO: ¡Ciervo, alce, antílope, toro, bisonte, rinoceronte! ¡Cornudo!
MÉDICO: Váyase, váyase, no le pego porque tengo que hacer una cita con su
mujer. ¡Otra que el negro!
HUBERTO: (colocándose el barbijo) Si no consigue el barco, consuélese con
uno de los negros de su mujer.
HUBERTO sale. MÉDICO se toma los cabellos, patalea. Por fin, se calma.
MÉDICO: ¿Barco, de dónde sacó que quiero un barco? ¿Mi mujer, dijo?,
¿desde cuándo mi mujer tiene un barco, y negro? Lo que me falta, que se haya
comprado un yate, así nunca voy a llegar a los cincuenta que pide la turra de
este loco…
MÉDICO sale
MÉDICO: ¡Margarita! Urgente, el extracto de la tarjeta.

Fin

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