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Dicho de una manera más simple, lo que se dá es la autonomía de un cuerpo, para ser

convertido en un objeto más del esquema de belleza hegemónica, y lo que se recibe en


principio es, promesa de reconocimiento, que eventualmente se concretará en las
distintas formas que tiene la sociedad de retribuir.

De manera que, esta directriz ideal y centralizadora de belleza incita a las mujeres,
desde pequeñas, a perseguir un canon en gran medida absurdo, no solo porque la
mayoría de las mujeres están alejadas del mismo, sino también porque crea
competencia tanto explicitas como silenciosas entre las mismas mujeres, para alcanzar
ese lugar de reconocimiento que se corresponde con el ideal establecido.

3 En torno a estas consideraciones, huelga decir que la sociedad actual, manifiesta un


claro culto a la belleza del cuerpo, y de esta manera condiciona y hasta determina, a
veces de manera no tan directa, el placer, el éxito, las amistades, el sexo, etc. Quienes
gozan de lo que la sociedad considera buena presencia, poseen, y sólo por ello,
mayores posibilidades laborales, de vínculos afectivos, de aceptación social, pero
también de cosificación.

La belleza femenina dominante, en mayor medida está vinculada con la capacidad de


estimular, excitar y reproducir de acuerdo con la mirada masculina, ya que la
reprsentaciones que más se exiben son de mujeres hipersexualizadas, construidas
para erotizar, a partir de un imaginario de lo bello, lo ansiado, lo deseado, y
excluyendo por contrapartida todo lo diferente a lo representado. Quedando en este
sentido, dependientes de la aprobación del consumidor

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