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ISSN 1851-3263
Publicación Semestral
Se trata de un trabajo del pensamiento y del saber. Filosofía del Teatro I nos anuncia el fin
de unas formas y el nacimiento de otras. Pero estas confrontaciones entre lo nuevo y lo viejo
no son el resultado de contrarios binarios ni una encerrona de moralejas. Se trata de una
gran aventura al interior y al exterior de una cultura viviente, en las complejidades inéditas
que alcanzan las artes escénicas en nuestro mundo contemporáneo. Se trata de un viaje
para pensar y saber desde el interior del teatro y desde su “afuera" o desde sus límites.
Parafraseando a Gilles Delleuze: el límite no está fuera del teatro, sino que es su afuera. El
afuera es también el propio teatro. Esta condición de límites incorporados diluye las
evidencias. “El teatro se ha des-definido” –nos dice Dubatti– y esta condición establece “un
diagnóstico perturbador pero a la vez estimulante y positivo”.
Todos conocemos, de una u otra forma, las diversas interpretaciones y debates sobre el “fin
del arte” pensado por Hegel en el Siglo XIX y, por otro lado, los debates contemporáneos
que han estimulado teóricos como Arthur Danto. Pero volvamos una vez más sobre el tema.
El propio Hegel había considerado que el arte iba a ser sustituido por la filosofía misma. El
arte no terminó siendo sustituido por la filosofía necesariamente pero sí hubo un final para
un cierto tipo de arte decorativo. Esta línea argumental es la que se desprende del libro de
Jorge Dubatti, por lo que implica la vigencia actual del teatro frente al conjunto de las otras
artes que por diversos motivos están mucho más afectadas a los sistemas de reproducción,
donde lo mimético es mucho más identificable. Podemos acordar que se trataba entonces
no del “fin del arte” sino de la finalización de un determinado tipo de arte. Dialécticamente
se trata, pues, del “fin del fin” o de “la muerte de la muerte”: del fin de algo que termina
para dar lugar a otra cosa. Entonces más que ante el “fin histórico del arte” estamos ante el
fin de una forma determinada de arte. También se ha teorizado sobre el “fin de la filosofía”.
Dice Adorno en uno de sus famosos aforismos: “La filosofía, que alguna vez pareció
obsoleta, sigue viviendo porque se perdió el momento de realizarla”. Fredric Jamenson
entiende que este aforismo de Adorno hace al fin de otro fin: el “fin” de la filosofía
positivista que fue un imposible de la teorización. El propio Jorge Dubatti en este libro
reconoce ahora sí una paradoja: un arte nacido en un espacio premoderno como el teatro se
separa del legado iluminista-positivista moderno de los siglos XVIII y XIX que es
continuado con mayor fluidez por el cine, la televisión y el periodismo.
En esta suma de proyecciones el análisis de Jorge Dubatti nos indica que no se trata
entonces del fin del teatro, sino del fin de un tipo de teatro, del “teatro de la representación”
y del “teatro de la presentación” y, por otra parte, si acordamos que no hay fin del teatro, la
certeza no concluye como certeza unívoca, porque la continuidad de algo que no ha
terminado o que recién empieza encierra en sí misma nuevas complejidades. “El teatro ya
no es evidente”, nos dice Jorge Dubatti, y en ese extrañamiento está la potencia y ante ese
anuncio de la complejidad, la aventura de pensar y conocer una cultura viviente como el
teatro. Por otra parte, para Dubatti la praxis no diluye en este caso el arte en filosofía, la
praxis de los protagonistas deviene en un nuevo teatro y en una nueva sensibilidad desde la
cual también se puede pensar el mundo o algunas poéticas del mundo.
Entiendo que a cada disciplina artística le llega su propia Posmodernidad, sus propios
finales y los finales de sus finales. Pero el elogio del teatro no se hace en detrimento de otros
elogios posibles y de otras críticas posibles al cine, la música o las industrias culturales. El
libro de Jorge Dubatti también dialoga con el debate cultural de la época, no podría ser de
otra forma. Cuando Arthur Danto en 1986 anuncia el fin del arte lo establece desde lo que
implica el agotamiento de la reproducción y del progreso; para Danto ya no hay nada más
que conocer. “Los objetos de arte -dice Danto- tienden a desaparecer mientras que su teoría
tiende al infinito. Sobre el final queda solo la teoría en un resplandor de mera auto-
reflexión, convertido en el objeto de su propia conciencia teórica”. El arte se reproduce a sí
mismo en una retórica casi sin conflictos y en esa fatiga encuentra su propia muerte. El cine
sería la coronación de ese final. Arthur Danto, desde cierto elogio del tecnicismo como
soporte de toda construcción de imágenes, instala en sus concepciones una suerte de
positivismo “al revés” o de positivismo pos-histórico. El libro de Jorge Dubatti, más allá de
proponérselo explícitamente como programa, dialoga con el debate contemporáneo en
varias direcciones. No se trata del debate construido unilateralmente por los teóricos
“opositores a lo dominante”, se trata de un debate desde la propia dinámica de un
acontecimiento artístico donde los contrastes surgen también desde los nuevos
descubrimientos y posibilidades. Para Jorge Dubatti el teatro de la “representación” y de la
“presentación” son la culminación de un proceso teatral que no conduce necesariamente a
la muerte del teatro.
La mercantilización cubre ya casi todos los niveles humanos posibles. Por eso el tráfico de la
mercancía pensado por Marx no sirve hoy únicamente para realizar la crítica a la economía
política, como tradicionalmente se piensa, a veces vulgarmente, desde las ciencias sociales,
sino que también sirve para la explicación histórica del modo de pensar abstracto y
conceptual, para analizar la división del trabajo en intelectual y manual que nació
justamente con la mercancía y para realizar la crítica de la cultura. Las metáforas, los
símbolos, las imágenes se han integrado bruscamente al mercado como “producción
inmaterial desterritorializada”. Se vende y se compra además mercadería experiencial. Los
sueños también circulan por el espacio cibernético. Se ha modificado sustancialmente el
tráfico de la mercancía y las características de la propia mercancía: vivimos la
mercantilización directa de la experiencia humana misma. Vivimos un capitalismo cultural
inédito. El teatro aparece ante este nuevo tráfico cultural como una zona de “resistencia,
resiliencia y transformación”, titula Dubatti. El valor de uso del teatro y su trabajo des-
alienante que éste nos ofrece se potencian como condición particular. En el espacio
escénico puede estar representada la tienda tradicional de la mercancía: la mercancía puede
ser la educación, los jugadores de fútbol, el amor, las maestras, la inseguridad, el terror. El
teatro dice sobre la mercancía mientras se resiste a ser mercancía.
El teatro es político por la naturaleza del acontecimiento y no por la temática que aborda,
pero además Jorge Dubatti nos aclara que el teatro es una práctica naturalmente
anticapitalista, antiimperialista, antiglobalizadora y antihegemónica. El teatro representa la
socialización en su propia historia desde la unidad que proyecta cada cuerpo, expectante o
actuando. “Es pura resiliencia, -dice Dubatti- capacidad de construcción en tiempos de
adversidad”.
En Filosofía del Teatro I se destaca el valor particular del convivio como una característica
central del teatro y de un arte aurático y no reproductible. El convivio implica la práctica de
un ritual de concurrencias: artistas, técnicos y espectadores conforman un presente que no
admite reproductibilidad tecnológica. Cada función, cada presente es a la vez inédito. Esta
condición confronta justamente con otras artes y con las industrias culturales.
Quizás podamos acordar entre todos que el giro cultural, el giro subjetivo de la época, no es
más que un descanso dentro de la historia y no contra la historia. Alteradas todas las
distancias críticas con que se miraba el objeto, alterado el propio objeto, modificado el
sujeto frente a un novísimo paisaje de deshechos industriales y espacios cibernéticos
virtuales, el sentido del hombre navega en la perplejidad que le impone un mundo extraño y
ajeno, pero propio y único. En esta condición, el llamado giro cultural puede ser aceptado
como un descanso o paréntesis histórico. Un descanso ante la verdad que permite
deconstruir la verdad pero no para diluirla en el sinsentido. El teatro sabe y Dubatti sabe
que cada descanso también es un presente dentro de la historia y que el acontecimiento
utópico deseado que venía para quedarse definitivamente todavía no ha llegado. La
totalidad neoliberal y el pensamiento único no son para nosotros el acontecimiento
final esperado. Jorge Dubatti, con la inteligencia del saber y con la sensibilidad del pensar,
nos demuestra que la aventura puede ser también un asalto a lo imposible, pero a un
imposible asaltable entre todos los que vamos al teatro o estamos en el teatro, por adentro
del teatro y por afuera del teatro.
Este libro nos aporta desde el teatro lo que se sabe y todo aquello que todavía se puede
inventar. Artistas, investigadores, espectadores estamos convocados para esta nueva lectura
de convivios, experiencias y subjetividades.
Bibliografía