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Los reyes magos

Ester está sentada cara a cara con su hijo de ocho años. Tiene en la mano la lista de
cosas que el niño va a pedir a los reyes magos, pero esta vez se ha acabado: Ester y
Sergio, su marido, han decidido contarle al niño la verdad sobre los reyes magos.
Sería más fácil si Sergio no se hubiera quedado en el salón viendo el fútbol.
ESTER: Cariño, hay momentos en la vida en que conviene dejar ciertas cosas
cómodas atrás y afrontar la realidad. Y nunca es fácil. Ya tienes ocho años, vida, y
es hora de que sepas algo: Los reyes magos somos… Los Reyes Magos son… Los
Reyes Magos no… (Baja la vista al papel) Cuántas cosas, eh. Tendría que estar papá
aquí contándote esto conmigo y no viendo el fútbol en el salón, sería más
fácil… (Sonríe de nuevo) ¿No has oído a los niños decir algo sobre los reyes magos?
¿No te han contado nada raro? Tienes ocho años… (Su marido no viene) Debe de ser
un partido muy importante, siempre lo son, él a la suya y yo siempre cargando con
todo, y nunca pasa nada porque soy imbé… (Señalando el papel) ¿Qué es esto? ¿Una
pistola de agua? Ah… (De fondo sólo oye la retransmisión del partido de
fútbol) Fútbol, fútbol, fútbol. Papá metió un gol de penalti hace muchos años, vida,
ocho años; no me arrepiento de haber concedido el gol, cómo voy a arrepentirme
de eso, pero quizá sí tenía que haberme marchado con el balón a otra parte… (El
niño le señala el papel) ¿Un balón? ¿También un balón? (Lee) “El balón de… esta
temporada”, ah… Cariño, hay momentos en la vida en que conviene dejar ciertas
cosas cómodas atrás y afrontar la realidad. Pero no es fácil. No es nada fácil. Sólo
he venido a decirte que…: Ya es hora de irse a dormir, y no olvides dejar un poco de
agua para los camellos.

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