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Por qué estoy a favor

JORGE AVENDAÑO V.
En el Congreso no se votaron los términos en que se firmaría la paz. Se votó (y
aprobó por mayoría) un procedimiento para poner fin al diferendo con el Ecuador,
consistente en entregar la decisión a los garantes. Son dos cosas distintas, pues lo
primero suponía pronunciarse sobre las condiciones o contenido del acuerdo,
mientras que lo segundo era encargar esa tarea a terceros.
Es absolutamente cierto que el Gobierno no había dado suficiente información
a la población y a los congresistas. También lo es que se nos pidió un
pronunciamiento casi inmediato, con evidente presión. Es verdad, además, que la
solicitud provenía de un Gobierno autoritario, poco respetuoso del derecho y las
instituciones, violador habitual de la Constitución. Ofrecía, por tanto, pocas
garantías de juridicidad.
Sin embargo, estábamos ante un hecho consumado: los propios garantes
llamados a pronunciarse de manera obligatoria fijaban los términos de nuestro
voto. Era poco más o menos así: o nos autorizan a zanjar este asunto ahora
mismo, o el problema persistirá con sus efectos consiguientes.
Había seguridades de carácter jurídico:
a. Los garantes se pronunciarían con arreglo al Protocolo de Río y documentos
jurídicos complementarios (entre los cuales estaban los pareceres de los grupos
técnico-jurídicos nombrados por los propios garantes). Esto significa que el parecer
de los garantes estaría condicionado por el objeto y carácter de la controversia y
por los instrumentos jurídicos aplicables. No podían salirse de estos ámbitos,
porque si lo hacían incurrirían en nulidad y las partes quedarían eximidas de acatar
lo resuelto.
b. No había arbitraje sobre lo ya arbitrado ("arbitraje de arbitraje"), y,
consecuentemente, no se debilitaba el Protocolo de Río que el Perú ha defendido
ininterrumpidamente por medio siglo. Lo que había era una decisión obligatoria
(arbitral o no, la distinción no tiene consecuencias) sobre la ejecución o la manera
de cumplir el Protocolo. Al contrario de lo que se sugería, éste resultaba ratificado
por ambas partes, pues discutían sólo sobre su aplicación. Admitían así su validez
y vigencia.
c. Conforme al calendario aprobado anteriormente por Perú y Ecuador, el
arreglo de las diferencias entre los dos países –que era global– quedaba sujeto a
que se colocaran todos los hitos demarcatorios.
¿Había riesgos? Por cierto que sí, como los hay siempre que se somete una
diferencia a la decisión de un tercero, ya sea un juez o un árbitro. En mi opinión,
sin embargo, las seguridades jurídicas existentes reducían significativamente el
riesgo y éste quedaba compensado por la sola posibilidad de que el conflicto
terminara. Puestos en la balanza, de un lado, la presión, la falta de información
cabal y el riesgo existente, y, del otro, la sola posibilidad de concluir en términos
aceptables una larga historia de muerte y gastos bélicos, me incliné a votar a favor
de esto último.
¿Tenemos certeza de que Ecuador cumplirá? Por cierto que no. Pero si Ecuador
no cumple, estaríamos en la misma situación que antes, aunque con garantes
comprometidos por su propuesta y con inmejorable imagen ante la comunidad
internacional.
 
Estuvimos en Iquitos y conversamos con diversas personas que conocen a fondo
lo que allá ocurre. Buceamos además en los libros de historia regional. El resultado
es el siguiente artículo, quizá polémico, pero que nos ofrece una interpretación de
la gama de convergencias que llevaron a la reciente explosión popular.
¿Por qué estalló Iquitos?
De repente saltó la chispa. Una prolongada represión produce periódicamente
sus desembalses. No es la primera vez. Ya en los no tan remotos orígenes de
Loreto, apenas en 1896, hubo una primera tentativa de declararse Estado Federal
a la sombra de la oferta que hiciera Nicolás de Piérola en su campaña electoral.
Sería un tema a investigar las veces que ha habido asonadas populares desde
entonces hasta nuestros días. Valga sólo traer a colación la revolución del capitán
Guillermo Cervantes que durante seis meses mantuvo Loreto independiente
reivindicando en forma extrema el olvido de Lima, o el levantamiento del teniente
Hildebrando Tejedo en 1932.
El descontento contra el Estado centralista y centralizado ha sido una
constante en el sentir de los pueblos de esas dos terceras partes del Perú,
alentado por las burguesías regionales que demandaban, desde la época del
caucho, mayor protección, más autonomía; en una palabra, salir de la asfixia de la
administración.
Si a ello añadimos el ingrediente del sentimiento patriótico en relación con sus
fronteras, tendremos un cuadro más completo. La entrega del Trapecio
Colombiano según el Tratado Salomón Lozano en 1921, la toma de Leticia por
poco más de una cuarentena de grupos de civiles en 1932, la guerra con Colombia
en 1933, el conflicto con Ecuador en 1941 y la consecuente suscripción del
Protocolo de Río de Janeiro, son hechos que aletean en el imaginario y apuntarían
a ser la causa remota de los saqueos y desmanes del pasado 24.
En la década de los 60 se pusieron en marcha dos dispositivos de promoción
de la Amazonia: la Ley 15600, dictada por el régimen de Belaunde, y el Convenio
Aduanero Peruano Colombiano de 1938, que desgravaba una interminable lista de
artículos en las relaciones comerciales entre ambos países pero que no ha tenido
vigencia. Más tarde, en 1978, se agrega el 10% del canon de petróleo, el que,
sumado a otras fuentes del Estado, significaba una inyección básica en la
economía de Loreto.
Con el paso de los años todo este vasto programa de exoneraciones e
incentivos tributarios se fue debilitando. En la medida en que no se palanqueaban
las bases para un desarrollo económico autosostenido, estos beneficios fueron
severamente criticados por la competencia que podría crear en el mercado
nacional, y, al imponerse la caja única en 1993, se anuló el convenio aduanero
peruano-colombiano.
DOS NUEVAS HERIDAS
Dos elementos nuevos activan el proceso: el descenso del canon y las
elecciones municipales que, a lo largo de este año, han coincidido con las
negociaciones de paz con Ecuador. El monto del canon bajó del 60% en razón de
la disminución del precio y la baja producción. Solamente por este concepto, los
ingresos regionales han disminuido en cerca de 13 millones de dólares, lo que
significa eliminar la fuente hoy por hoy más importante de la activación de la
economía regional.
En Iquitos las condiciones de vida han ido agravándose durante los últimos
años, y los índices de desocupación y subocupación alcanzan cifras de hasta más
de 70% de la PEA.
Las campañas electorales municipales han sido otro factor que ha acelerado la
violencia. Cada candidato trató de estar en sintonía con las fibras más sensibles
del alma de la sociedad local. Cada quien radicalizaba su discurso antiecuatoriano
sin querer perder la marcha de los otros.
La derrota del actual alcalde, Chávez Sibina, a pesar de sus desesperados
esfuerzos e inversiones por mantenerse en el cargo, ha sido otro elemento que ha
nutrido lo que Caretas llama la "furia charapa". Todo estaba a punto. Faltaba
solamente un detonante: la llegada a Iquitos de los ministros del Interior y de la
Presidencia. Hay que recordar que Tomás González Reátegui había contribuido a
la subida de Chávez Sibina y que luego acabaron enfrentados del modo más
radical e irreconciliable. Ambos ministros de Estado indujeron el llamado Comité
por la Paz y el Desarrollo.
UN MAGMA DE SENTIMIENTOS Y RENCORES
El Frente Patriótico, versión actualizada de otras instancias de lucha popular
que ha habido a lo largo de la historia republicana (Frente de Defensa del Pueblo
de Loreto, Frente Cívico de Loreto, entre otras), en realidad carece de
representatividad orgánica de otros estamentos de la civilidad urbana y regional.
Es, más bien, una unión de voluntades, lo cual no quiere decir que no cuente en su
desarrollo con un apoyo mayoritario de la opinión pública.
Por otra parte, de las seis provincias que conforman el departamento
solamente dos se han involucrado en él (Maynas y Ucayali), y tres de las otras
cuatro han hecho pronunciamientos públicos en los que han manifestado no
sentirse representados en las posiciones maximalistas de esa instancia y han
negado a Chávez Sibina su capacidad de representar a la Asociación de
Municipalidades de Loreto (AMRELOR).
¿Cómo administrar los resultados de la tormenta y apagar el incendio de los
ánimos? Difícil tarea. Por lo pronto, el Frente no podrá representar orgánicamente
a Loreto, y tendrá que limitarse a Maynas y Ucayali, con lo cual se pondría un
elemento más de división en una sociedad cuyas condiciones de distancia de otros
mundos la encierran en su propia angustia. Por otra parte, carece de
representación indígena, tanto desde el punto de vista de su pensamiento como
desde el de la identidad de sus legítimos líderes.
Las formas de reivindicación autonómica, expresión de la legítima aspiración a
la descentralización del Estado, tienen, en estas circunstancias, su talón de
Aquiles en la reproducción del centralismo más implacable en los niveles
regionales, donde la gran ciudad decide lo que tiene que hacer el resto. De hecho,
prolifera en las últimas semanas calientes, sobre todo en las voces destempladas
de algunos medios radiales, la xenofobia interna contra quienes llegan de San
Martín, de donde proceden la mayoría de los antepasados de los loretanos, y de
Yurimaguas, capital de Alto Amazonas, de raigambre y solera que se remonta al
siglo XVIII, y que ha dado señales de ruptura de Loreto.
Chávez Sibina, mientras tanto, emerge como líder voluntarista, al punto que
podría recuperar en unas eventuales elecciones el poder perdido en las
municipales.
MITO Y MAGIA
Lo mágico es como el clima en que florecen estos sentimientos. Lo real
maravilloso está profundamente vinculado a la mentalidad atávica de los loretanos,
y añade matices singulares a esta confusa gama de sentimientos. Podemos
recordar lo que aconteció con el terror a los llamados "pelacaras", versión
amazónica de los pishtacos, que concluyó hace poco menos de dos décadas con
el asesinato de unos turistas alemanes; la famosa anaconda que a principios de
año navegó por la mente de las gentes y por la internet, atribuyéndosele casi un
centenar de metros de longitud y diez de diámetro, siendo en realidad un desliz de
tierras.
¿QUIÉN ESTÁ DETRÁS?
Desde el primer momento el Frente denunció que los desmanes estaban fuera
de su control. De inmediato denunció la presencia de gentes extrañas, incluyendo
los nombres de algunos soldados del Fuerte Vargas Guerra.
El hecho parecería ser cierto, pero no como descrédito del Frente sino como
apoyo. No es inverosímil sospechar que los tentáculos de los seguidores de
Nicolás de Bari Hermoza (de inequívoca vocación belicista con Ecuador) sigan
presentes en el SIE, que estaría alentando el sentimiento patriótico popular para
evitar que se lleguen a confirmar los acuerdos de paz. De hecho, ya había muchos
indicios que indicarían que a lo largo del año el SIE ya se habría infiltrado en el
Frente Patriótico.

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