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¿UNA RUPTURA DEL ORDEN SIMBÓLICO?
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pos esta- y del dólar. Sin embargo, lo que en realidad se olvida es que hasta la
torres de más pequeña denominación del dólar lleva una doble inscripción:
-"omento una en latín sobre la constitución de lo múltiple y otra en inglés sobre
el presi- la elección divina. No ocurrió ninguna ruptura simbólica; por el con-
bía suce- trario, lo que se reveló en gruesos caracteres fueron los modos domi-
t. nantes y tendencialmente hegemónicos de simbolización de la uni-
mbólico. dad de nuestras comunidades y de los conflictos que enfrentan.
lecir, no El gobierno estadunidense aceptó desde el inicio, y planteó
asegura- como su propio axioma, el mismo principio de quienes lo atacaban.
exigen- Aceptó caracterizar el conflicto, en términos religiosos y étnicos,
regresó como un combate entre el bien y el mal, y, por tanto, tan intermina-
resa por ble como la oposición entre ambos. Las grandes mentes de Europa
a su an- podrían atribuir esta caracterización de los acontecimientos a la in-
len sim- contenible ingenuidad del pueblo estadunidense. Sin embargo, la
>s sexos, supuesta ingenuidad del discurso oficial estadunidense expresa per-
mano y fectamente el estado actual de la política o, más bien, de lo que ha
lo, el de llegado a reemplazarla. En el plano de la simbolización de nuestro
rdarnos «estar juntos» político, la política ha sido reemplazada por el con-
senso. El consenso no es simplemente un acuerdo entre partidos en
El obje- nombre del interés nacional. El consenso implica plantear una identi-
o el po- dad inmediata entre la constitución política de la comunidad y la
de un constitución física y moral de una población. El consenso describe
icio de a la comunidad como una entidad que está naturalmente unida por
Zstados valores éticos. Éthos, como se sabe, significa «morada» y «forma de
)co an- ser» antes que referirse al terreno de los valores morales. Este acuer-
ente el do entre una forma de ser, un sistema de valores compartidos y una
paren- co-pertenencia politica, es una interpretación común —aunque no
ye a la la única— de la constitución estadunidense. Las muestras de apoyo a
midad las políticas de George Bush por parte de 60 profesores universita-
td para rios dejan completamente claro que los Estados Unidos es una comu-
a inte- nidad ética, más que jurídico-política, unida por valores religiosos y
lación morales. El bien que funda esta comunidad reside precisamente en
hubo el acuerdo entre su principio moral y su modo concreto de existencia.
a vida Y es este acuerdo el que, en el discurso oficial, se identificó como el
fisura objetivo de los ataques terroristas: nos odian, se ha dicho, por las
los no mismas razones que los llevan a prohibir la libertad de pensamien-
•ápida to, ocultar a las mujeres y amar la muerte. Nos odian porque odian
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ra propia de los matices. Y tampoco fue por haber visto demasiados westerns
que el mismo presidente reclamó a Bin Laden «vivo o muerto»,
lue tene- porque, en realidad, lo que a menudo sucede en los westerns es que el
-a alguna sheriff se juega el pellejo para salvar al asesino de la turba, que está
[rían que dispuesta a lincharlo, y entregarlo al sistema de justicia. A diferencia
de sep- de la moralidad de los westerns, la justicia infinita implica un tipo de
más que justicia sin límites, uno que ignora todas las categorías que tradicio-
o es una nalmente definen su ejercicio: castigo legal en lugar de venganza in-
:onflicto dividual; separación de lo jurídico y lo político por un lado, y lo ético
.ntan en y lo religioso por otro; separación de las formas policiales de perse-
e pensa- guir un crimen por un lado, y las formas militares de conflicto entre
cuestión ejércitos por otro. Todas estas distinciones hoy se han puesto en
Hay dos duda con la supresión de las formas del derecho internacional y la
presenta identificación de los prisioneros de guerra como miembros de una
Sn de su asociación criminal. Desde luego, el mismo acto de supresión es el
común; principio de la acción terrorista, a quien la política y el derecho le re-
a la pri- sultan igualmente indiferentes. Sin embargo, la «justifica infinita»
i cual la no es una simple respuesta al adversario terrorista, una respuesta
D puede obligada por su misma naturaleza; también es un indicador del extra-
rupos y ño estado que la supresión de la política hoy le confiere al derecho de
.ión mí- las naciones y al derecho entre ellas.
a preva- Aquí hay en efecto una singular paradoja. Tanto el colapso del
n grado Imperio soviético como el debilitamiento de los movimientos socia-
,ina que les en los grandes países de Occidente fueron, en general, considera-
fica sus dos y aplaudidos como la liquidación de las utopías de la democra-
nbargo, cia real en beneficio de las reglas del estado de derecho. Los brotes
le burla de conflictos étnicos y fundamentalismos religiosos desmintieron de
la divi- inmediato esta simple filosofía de la historia. No obstante, también
dentifi- en la situación interna de las potencias occidentales, y en sus modos
tido, la de intervención exterior, la relación entre hecho y derecho ha evolu-
el bien, cionado de acuerdo con una tendencia en la que las fronteras del de-
nfinita. recho se borran cada vez más. En la misma Francia, algunos fenóme-
e es, al nos específicos se han vuelto cada vez más notorios: por una parte, la
ataca. interpretación de los derechos como aquello que se posee en virtud
:ia infi- de pertenecer a un grupo específico; por otra, prácticas legislativas
Lmente que pretenden ajustar la letra de la ley con los nuevos modos de vida,
el arte con las nuevas formas del trabajo, de las tecnologías, de la familia y
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