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COLEGIO LA GAITANA IED

“AMBIENTE AMABLE Y PRODUCTIVO”


ESTRATEGIAS ALTERNATIVAS DE APRENDIZAJE
ASIGNATURA: LENGUA CASTELLANA Y TEMA: PLAN LECTOR. COMPRENSIÓN
ARTES LECTORA. WILLIAM SHAKESPEAR
VANGUARDIAS ARTÍSTICAS
CURSOS EN LOS QUE SE APLICA: UNDÉCIMO DOCENTE: MARITZA OSORIO – AURORA ROZO

SEMANA: 1 AL 18 DE SEPTIEMBRE. GUÍA GUÍA NÚMERO: 3 SEGUNDO PERÍODO


PARA TRES SEMANAS. PLAN LECTOR.

La presente guía está diseñada para tres semanas por el tiempo requerido para su desarrollo en
el marco del plan lector. Esta guía tiene una valoración de 20 puntos para el segundo período
lectivo.
PROPÓSITO: Incentivar la lectura de autores representativos de la literatura universal. William
Shakespeare.
LA COMEDIA DE LAS EQUIVOCACIONES
UN PASEO POR EFESO

Érase un mercader de Siracusa, llamado Egeón, que tenía dos hijos gemelos, tan parecidos el uno al
otro, que, separados, era imposible distinguirlos. Al nacer estos dos niños, Egeón y su mujer estaban de
viaje, pues los negocios de Egeón le obligaban a pasar largas temporadas fuera de su casa. Sucedió
que el mismo día y en la misma posada en que se albergaban, una pobre mujer dio también a luz dos
niños gemelos. Los padres eran sumamente pobres, y como la esclavitud estaba en vigor en aquel
tiempo, compro Egeón aquellos gemelos y los educó para criados de sus dos hijos. Eran aún muy niños
los cuatro, cuando Egeón y su mujer determinaron volver a casa. En el viaje de vuelta levantóse una
furiosa tempestad: la tripulación salvóse en botes, y el mercader con toda su familia quedó en el barco
a merced de la tormenta. La mujer, viendo la triste suerte que les aguardaba, ató a un mástil a uno de
sus dos hijos y a uno de sus dos esclavos; el marido hizo lo propio con los otros dos: hecho lo cual,
marido y mujer atáronse respectivamente a cada uno de los dos mástiles.

Calmóse la tempestad; volvió a lucir el sol con todo su resplandor, y a la clara luz del mismo columbró
el mercader a lo lejos dos barcos que venían hacia él, uno de los cuales parecía oriundo de Corinto y el
otro de Epidauro. Pero antes de llegar y encontrarse, las olas impelieron el barco contra una enorme
roca y se partió por medio. Toda aquella familia quedó perdida en la inmensidad del Océano, hasta que
los Pescadores corintios recogieron a la madre con los dos niños mayores y finalmente el mercader con
los otros dos niños hallaron la salvación en el otro barco. Vivamente deseaba Egeón alcanzar a su
esposa para poder regresar juntos, pero su barco no era tan velero como el otro y a pesar de los
esfuerzos de los marineros, quedóse muy rezagado; por lo cual tomó ruta hacia Siracusa.

Siendo de diez y ocho años de edad el menor de los dos hijos de Egeón, quiso saber de su hermano, y
pidió permiso a su padre para ir en su busca, tomando por compañero a su criado, que tenía la misma
estampa que él. Perplejo estuvo Egeón; pero al fin le dio su consentimiento, pensando para sí que, si el
niño era tan afortunado que hallara a su hermano y a su madre, él tendría también la dicha de abrazarlos
y se cumplirían los deseos que por tanto tiempo alimentaba en su corazón. Antífolo, pues, de Siracusa
y Dromio de Siracusa (que así llamaremos en adelante al menor de los hijos de Egeón y a su respectivo
criado), partieron en busca del otro hermano; pero pasaba el tiempo, y viendo Egeón que no volvían,
determinó él mismo ir en busca de ellos. Durante cinco años anduvo buscándolos en toda Grecia, desde
lo más próximo a lo más apartado, y llegó errante hasta los confines del Asia, y costeando las playas del
Océano para regresar a su patria, llego a Éfeso sin esperanza de hallar a su hijo, pero no queriendo
dejar inexplorado lugar alguno habitado por hombres.

Ocurrió en aquel entonces que, a causa de la enemistad que había entre las dos ciudades de Éfeso y
Siracusa, reuniéronse los ciudadanos de ambas y resolvieron suspender todo tráfico con la ciudad
contraria: decretaron además una especie de mutua proscripción, de manera que el ciudadano de Éfeso
que se viese en Siracusa, y el siracusano que entrase en la bahía de Éfeso, serían entregados a la
muerte y sus bienes confiscados y a disposición del duque respectivo, a menos que el culpable pudiese
recaudar mil marcos de oro como multa y rescate.

Así, pues, siendo Egeón natural de Siracusa, al llegar a Éfeso, fue hecho prisionero y llevado a la
presencia del duque. Interrogado acerca de su fortuna, confesó que no llegaba su valor ni a cien marcos,
por lo cual fue condenado a muerte. Movido el duque de Éfeso a compasión al oír el relato que le hizo
Egeón de su mala ventura, mucho hubiérase holgado de soltarlo; pero no estaba en su mano revocar la
sentencia de muerte en que el infeliz incurriera por su ignorancia: hizo, sin embargo el duque lo que la
ley le permitía, que era conceder un día de gracia al mercader, indicándole que recorriese la ciudad por
si hallaba algún amigo que le diese o prestase la suma necesaria para salvarse de la muerte.
Sin saberlo Egeón, estaba en aquel entonces, en Éfeso, no solo el hijo en busca del cual partiera de
Siracusa, sino también el otro a quien perdiera años atrás, ya desde mucho tiempo establecido y casado
con una mujer por nombre Adriana. A ambos hijos del mercader se daba el nombre de Antífolo, y los
esclavos de ambos tenían por nombre Dromio. Los gemelos creciendo en edad, no habían perdido su
semejanza, y esta dió margen a una infinita serie de confusiones, al llegar a Éfeso Antífolo y Dromio de
Siracusa.

Pronto se divulgó por Éfeso la noticia de que se había encarcelado a un mercader de Siracusa; por lo
cual un buen hombre de Éfeso, de quien Antífolo de Siracusa había de cobrar una regular suma de
dinero, dijo a éste, al verle, que anduviese con cautela para que no se supiese que venía de Siracusa.
Cobrado que hubo Antífolo envió a su criado Dromio con el dinero a la posada del Centauro, en donde
se alojaba, diciéndole que volviese antes de una hora, porque no quería tardar más de aquel espacio de
tiempo en comer. Entretanto dió un paseo por la ciudad, muy apesadumbrado por no haber dado aún
con su madre ni con su hermano en cuya busca partiera.

A los pocos pasos, vió con sorpresa Antífolo venir hacia sí a un hombre a quien tomo por su esclavo
Dromio y que en realidad de verdad era esclavo y se llamaba Dromio, pero era el hermano gemelo de
su esclavo, y él por su parte tomó también a Antífolo por su propio dueño.

— Hola — dícele Antífolo de Siracusa, — ¿Cómo estás de vuelta tan pronto?

— Antes bien decid tan tarde— replica Dromio de Éfeso. — El capón se quema, el cerdo salta a pedazos
del asador, en el reloj de la torre han dado ya las doce...— Y acaba diciendo que su mujer estará tan
enojada por la tardanza de su marido y porque se le enfría la comida y otras cosas por el estilo.

— Basta, amigo, basta — interrúmpele Antífolo queriendo contener el torrente de su palabrería que tan
mal concordaba con lo que de él juzgaba. — Dime, ¿dónde has dejado el dinero que te entregué hace
un momento?

— ¿Qué?, dos doce sueldos que me disteis el miércoles pasado para pagar la cuenta del sillero por el
arreglo de la grupa de mi señora el ama? El sillero los tiene, a él se los di.

— Mira que no estoy para bromas— replica seriamente Antífolo, quien sabía por experiencia que Dromio
era muy bromista y que le gustaban en gran manera los chistes. Así pues, chanzas aparte, dime donde
está el dinero. Ya sabes que somos extranjeros en Éfeso, y quiero saber por qué has tenido que
abandonar fácilmente tan importante suma.

Pero Dromio insistió en negar a Antífolo que le hubiese confiado dinero alguno y acabo por suplicarle
que le dejase, pues su mujer le estaba aguardando para comer en la posada del Fénix. Antífolo entonces
perdió los estribos ante aquella que le parecía gran impertinencia de su esclavo, arremetió con él y
apaleóle, hasta que Dromio puso los pies en polvorosa y desapareció.

— ¡Por vida de Barrabás! — exclama Antífolo, — este villano se habrá dejado escamotear por algún
bribón el dinero que le entregué: ya se sabe que en esta ciudad merodean los ladronzuelos, perversos
escamoteadores que se la pegan al más avisado, hechiceros, impostores disfrazados, charlatanes y
toda clase de gente maleante. De ser esto así, no querré yo estar mucho tiempo en esta guarida de
forajidos: voy al Centauro a buscar a mi estúpido Dromio, pues no estoy tranquilo respecto de mi dinero.

Entretanto Adriana estaba en ascuas por la tardanza de su marido, siendo inútiles todas las
consideraciones que le hacia su hermana Luciana para que cesase su ansia: esta subió de punto al ver
que llegaba Dromio y nada sabía de Antífolo.

— Ea, vuélvete, estúpido -dícele sacudidamente, y tráeme a mi marido.

-¿Qué me vuelva, decís?, ¿para que me peguen de nuevo? - replica Dromio.- Por favor os pido que
mandéis a otro en mi lugar.

— Ea, al avío charlatán; si no te rompo un hueso.

Creyó Dromio más prudente volver, y fuése de su presencia rezongando.

-Él me empuja hacia aquí, vos me empujáis hacia allá; por poco tiempo que esté a vuestro servicio,
harán de mi piel tiretas.

Así que el esclavo estuvo fuera, reprochó Luciana la impaciencia de su hermana, diciéndole que no tenía
motivo para airarse, pues si tardaba su marido, debía ser por ocupaciones que tenía. Pero Adriana no
escuchaba razones de nadie. Víctima de terribles celos quejábase de que le tocaba quedarse sola en
casa mientras su marido se recreaba con sus compañeros; que debía ya estar harto de ella y, por lo
tanto, había hallado cosa mejor fuera de casa.

-¡Ah monstruo feroz de los celos!-exclamó Luciana: - Ea, hermana mía, echa lejos de ti estas
preocupaciones tan insensatas.

Adriana, empero, se hacía la sorda a tan sabios consejos, Prefiriendo consumirse y labrar su infelicidad
en brazos de celos infundados.

Antífolo de Siracusa, al regresar a la posada del Centauro supo que su dinero estaba a buen recaudo,
pero estaba aun grandemente enojado con Dromio por sus chanzas, y al comparecer el esclavo ante él,
preguntóle que se había propuesto a obrar de aquella manera.- ¿Estabas loco, o es que lo hacías al
responderme tan sin ton ni son?

Dromio respondió que no sabía de lo que le hablaban, ya que no había vuelto a ver a su amo desde que
le despidiera con la suma de dinero; y preguntó a su vez a su amo: ¿qué intentaba con aquella broma?
Encolerizado Antífolo por la aparente imprudencia de su esclavo, empezó a apalearle seriamente.

El furor del amo y la paciencia y sufrimiento del esclavo trocáronse pronto en azoramiento al ver
comparecer a dos señoras, una de las cuales, dirigiéndose a Antífolo como si fuese su propio marido,
púsose a reprocharle su indigno comportamiento diciendo:

—Sí, Antífolo; ponme a mí cara seria, y guarda las sonrisas y mimos para otras beldades. Ya no soy
Adriana para ti; ya no soy tu esposa. Tiempo hubo, por cierto, en que me juraste que no halagaría tus
oídos palabra de mujer que no fuese la mía; que nada fascinaría tus ojos, si no era mi rostro, que nada
gustaría a tu paladar sino lo que yo te sirviese. ¿Cómo es eso, pues, amigo?, ¿cómo es que desdices
en tan gran manera de ti mismo? ¡Ah no te apartes tanto de mi!

-¡Soy yo a quien habláis, noble señora?- replica Antífolo.— No os conozco, no sé quien *sois; y ¿cómo
he de saberlo, si no hace más que dos horas que estoy en Éfeso? Tan extraño soy a lo que me decís,
como a esta ciudad, que desconozco por completo. No entiendo una palabra de cuanto me habéis dicho.

— Quitad allá, hermano mío; ¡y qué cambiado estáis!, ¿dónde habéis aprendido a tratar de esta manera
a mi hermana?— dice Luciana.— No sabéis que ella os envió a llamar por medio de Dromio?

— ¿Por medio de Dromio?

— ¿Yo?— pregunta Dromio, el cual no era el Dromio que Adriana enviara, sino el otro.

—Sí, tú mismo— responde Adriana enérgicamente, repitiendo lo que Dromio le había contado, de los
palos que recibiera de su propio amo.

Antífolo estaba tan desconcertado ante aquel enigma, que dudaba de si estaba despierto o soñaba, si
en el mundo o fuera de él, si loco, o en su pleno juicio. Pero al ver que ambas a dos insistían aquellas
damas en que fuesen a comer con ellas, siguió Antífolo, dispuesto empero a observar que desenlace
tendría aquella extraña aventura.

En cuanto a Dromio, recibió ordenes de su amo, de no dejar entrar absolutamente a nadie — si es que
tus deseos son (díjole Antífolo) tener tus espaldas a cubierto de estacazos.

CONFUSIÓN SOBRE CONFUSIÓN

Dromio de Éfeso a quien su ama había enviado por segunda vez en busca de su marido, halló por fin a
éste en la tienda de un joyero, llamado Ángelo, a quien había encargado una cadena de oro para su
mujer. La cadena no estaba terminada, pero le faltaba poco. Antífolo, pues, fue a casa llevando consigo
convidados al joyero Ángelo y a un mercader por nombre Baltasar; pero al querer entrar en su casa no
pudieron entrar en ella por impedírselo el portero y la servidumbre. No les valieron argumentos ni
razones, pues decían aquellos que su señor y su siervo Dromio habían ya entrado y estaban comiendo;
era pues inútil que pidiesen entrar, pues debían ser forzosamente gente de malas intenciones, o por lo
menos, desconocidos. Encendido en cólera Antífolo, resolvió ir a comer a otra parte, ya que en su propia
casa se le trataba de tan mala manera.

Entretanto, en el interior de la casa, estaba Luciana muy mohína al ver la extraña conducta que
observaba su cuñado con Adriana su mujer, y aprovechó una ocasión en que se hallaron solos, para
reprocharle amargamente. Antífolo de Siracusa persistió negando que Adriana fuese su mujer — al
contrario (decía); quien me seduce sois vos, Luciana... — y continuó requebrándola con amorosas
frases. Muy mal le sentaron a Luciana tales galanteos del que tenía por marido de su propia hermana, y
corrió a buscar a Adriana, dejando a Antífolo con la palabra en la boca, pero más enamorado que nunca,
de su encantadora belleza y de sus prudentes respuestas.

Mientras en tales reflexiones estaba absorto pensando que había prolongado más de lo conveniente su
estancia en Éfeso, y lo que le tenía cuenta era largarse y abandonar aquella ciudad que más que ciudad
parecía un antro de brujas, presentóse el joven Ángelo, con la cadena que Antífolo de Éfeso le encargara
para su mujer. Entregó, pues, la cadena a Antífolo de Siracusa que presente estaba y nada sabia del tal
encargo y afirmó que no lo había hecho; pero Ángelo insistía en su propósito, diciendo que a las cinco
volvería por el dinero.

Antífolo había mandado a Dromio a saber si había algún barco a punto de salir de Éfeso, pues decía
que no quería ya permanecer ni una sola noche más en tan misteriosa población. Decidió, pues, salir a
la calle y esperar a Dromio en la plaza del Mercado, para irse juntos tan pronto como les fuese posible.

El joyero Ángelo tenía una deuda con otro comerciante, y el acreedor le urgía a que le pagara.
Respondióle Ángelo que mayor suma le debía a él Antífolo y que contaba cobrar de él a las cinco de la
tarde de aquel mismo día; si pues le parecía bien, podía ir con él a su casa y allí le pagaría. Pero Antífolo
de Éfeso acertó a pasar por allí, y su presencia enredó la madeja. Reclamóle Ángelo el importe de la
cadena, pero este Antífolo afirmó que no la había recibido. Protesto Ángelo diciendo que se la había
entregado, aun no hacía media hora, lo cual negó Antífolo sumamente indignado.

El acreedor de Ángelo perdió la paciencia creyendo que la dilación que este le pidiera, era una excusa
de mal pagador, y mandó a un guardia que le detuviese. Ángelo, al ver peligrar su reputación, mando al
guardia que detuviese a Antífolo porque se negaba a satisfacer el importe de la cadena. Para enredar
más y más la madeja, presentóse en aquel mismo momento Dromio de Siracusa, el cual tomando al
falso Antífolo por su verdadero amo, díjole que el barco estaba a punto de zarpar, que el equipaje estaba
ya a bordo, y que no faltaban sino él y el capitán para darse el barco a la vela. Antífolo de Éfeso tomó a
Dromio de Siracusa por su esclavo Dromio y creyó que había perdido el juicio, pues le salía con aquel
despropósito; pero no tuvo tiempo para entretenerse con él. Mandóle a su casa a pedir a Adriana una
bolsa de ducados para que le soltaran. Hizo Dromio lo que se le mandaba. En volandas fue éste a casa
de Antífolo, contó a Adriana confusamente lo que estaba pasando, tomó la bolsa y volvió a donde le
aguardaba el que él creía su amo, y allí se encontró a su propio amo Antífolo de Siracusa. A él entrego
la bolsa. No podía Antífolo comprender aquel nuevo enredo, pero viendo que no tenía tiempo que perder
preguntóle si salía barco aquella noche. Respondió Dromio que hacía ya una hora que le había
anunciado que el barco estaba dispuesto a zarpar y que era en el preciso momento en que le detenían.

— Aquí tenéis, pues— termino diciendo Dromio,— el dinero que me enviasteis a buscar para vuestro
rescate.

—El infeliz se ha vuelto loco... y yo otro tanto— dijo Antífolo: —vamos de ilusión en ilusión. ¡Quiera
alguna divinidad amiga sacarnos con bien de este lugar!

Adriana, acompañada de Luciana, apresuróse a hacer poner en libertad a su marido; pero quedaron
desconcertadas al hallarle, oyendo las extranezas que contaba: lamentábase de que no hubiese podido
comer en su casa y de que se le hubiese negado la entrada en ella, y otras muchas cosas. Adriana y
Luciana por su parte, estaban persuadidas de que había comido en su compañía; por lo cual creyeron
que estaba loco, y atado lo llevaron a casa y le pusieron a disposición de un médico, como también a su
esclavo, quien parecía estar tan chiflado como su amo, tales eran los despropósitos que decía.

Al cabo de poco, Ángelo y su acreedor hallaron a Antífolo de Siracusa, el cual ahora, en vez de negar
que hubiese recibido la cadena, dijo sin rodeos que sí. Reprochóle Ángelo el que lo hubiese negado
poco antes. Antífolo dijo que no había dicho nada en contra. El final de todo este enredo fue que se
tomaron de palabras, y de las palabras pasaron a las obras, y tiraron de las espadas para batirse. Llegó
en aquel momento Adriana, y creyendo que su marido había escapado de su encierro, suplicó a sus
adversarios que no le hiriesen, que estaba loco, que le sujetasen y quitasen la espada.

Antífolo de Siracusa, viendo que lo más probable era que le arrollasen, zafóse de ellos, junto con su
esclavo Dromio, refugiándose en un convento que cerca de alli había. La abadesa negóse a entregar al
fugitivo, por más que se lo suplicaba Adriana alegando que era su marido. La abadesa alegaba, a su
vez, que se habían refugiado en sagrado.

Aconsejó Luciana a su hermana que acudiese al Duque. Éste se disponía a presenciar la ejecución del
desventurado Egeón, quien no había podido aún hallar la suma de su rescate.
Contó Adriana al duque lo ocurrido (tal cual ella lo imaginaba); por lo cual este llamo a su presencia a la
abadesa. En aquel momento vino volando la doncella de Adriana a notificar a su señora que su señor y
Dromio se habían soltado y que habían atado al médico y que se hacían a palos con la servidumbre.

— Calla imbécil— dícele Adriana;— tu señor y su criado, aquí están: ¿a qué vienen esas tus mentiras?

La súbita aparición de Antífolo y Dromio de Éfeso dio a entender que la doncella había dicho verdad.

— A menos que el miedo de la muerte me haya quitado la razón — dice Egeón, — no dudo de que veo
a mi hijo Antífolo y con él a Dromio.

La confusión no había aun desaparecido porque aquel Antífolo no había conocido nunca a su padre.
Pero al salir Antífolo de Siracusa, del convento, y hecho un careo de los hermanos, despejóse la
incógnita y desapareció la confusión. Para que el gozo fuese más cumplido, vínose en conocimiento de
que la abadesa era la mismísima esposa de Egeón.

No fue, pues, entonces, sino muy fácil hallar la suma necesaria para el rescate de Egeón; pero el duque
le perdonó la vida y no aceptó el dinero que Antífolo de Éfeso le ofrecía.

Antífolo de Siracusa pudo entonces galantear a su sabor y sin miedo a los reproches, a Luciana, la dama
que tanto le había fascinado; y Adriana, a quien el duque dijo cuatro palabras al oído, prometió ser, en
lo sucesivo menos regañona.

Entre todos aquellos camaradas de penas y fatigas nadie fue tan dichoso como los dos Dromios.
Abrazábanse fuertemente y no cesaban de mirarse estupefactos.

— Paréceme ver en ti, no a mi hermano, sino mi espejo —

Decía Dromio de Éfeso.— Por tu apuesta figura veo que soy un guapo mozo. ¿Entremos para oír los
comentarios que hacen? Y porfiaban ambos sobre cual había de pasar delante del otro y entrar primero
en la casa, y al ver que era imposible hallar motivo de preferencia de uno sobre el otro, resolvieron entrar
juntos de frente y dándose el uno al otro la mano

ACTIVIDAD #1

BIOGRAFIA DEL AUTOR


Consulta y escribe aspectos que más te llamen la atención de la vida del autor William Shakespeare
identificando el contexto social y literario del autor

ACTIVIDAD #2 Responde las siguientes preguntas acerca de la obra

1. ¿A cuál de los siguientes géneros literarios crees que pertenece esta obra? Narrativa, Lírica o
teatro
2. Identifica el tipo de narrador (o sea quien está narrando el cuento) si es interno o externo, (es
decir si se encuentra como personaje de la obra o como narrador externo de los hechos que
suceden en la misma pero no es personaje de la obra. El narrador personaje puede ser narrador
protagonista y testigo. El narrador omnisciente es cuando el narrador cuenta los hechos, y
maneja la historia contándola desde afuera de la misma. Este tipo de narrador puede ser objetivo
subjetivo, este último narrador que conoce todo incluso los pensamientos de los personajes.
3. Describe a los personajes principales determinando sus características físicas y psicológicas, en
el caso de los personajes secundarios no es tan necesario describirlos a menos que estos tengan
un papel trascendental en la trama.
Personajes principales: por lo general se caracterizan por sus rasgos físicos e intelectuales.
Personajes secundarios o terciarios: se describen de forma no muy profunda y se ordenan según el
orden en que aparecen.
4. Describe en pocas palabras cual es la trama de la historia. La trama es la secuencia cronológica
de los hechos que se presentan en el cuento y resume el inicio, nudo y desenlace del cuento.
5. ¿Cuál es el tema que predomina a lo largo del texto? El tema del cuento es el asunto sobre el
que trata. Se pueden expresar en sustantivos como amor, muerte, libertad o también lo puedes
expresar con algunos complementos Ejemplo: la imposibilidad del amor a primera vista.
6. Escribe algunos temas secundarios que se desarrollan alrededor del tema principal.
7. Describe el espacio o espacios en los cuales se desarrolla la obra. Es decir, los lugares donde
se desarrollan los eventos.
ACTIVIDAD #3
Sobre la base de lo consultado acerca de la vida de William Shakespeare y de la lectura de la obra
propuesta para esta guía, redacta una carta mínimo de una página dirigida a William Shakespeare.
Escríbele sobre cuales son nuestras tragedias actuales; sobre el rumbo que ha tomado nuestra
sociedad frente a los hijos y la conformación de las familias. ¿Qué te gustaría preguntarle? ¿Qué
puedes contarle acerca de ti? Revisa muy bien las características del tipo de texto que vas a
escribir.

EDUCACIÓN ARTÍSTICA

Historia del Arte: El Expresionismo

OBJETIVO: Entender el orden cronológico de los periodos artísticos, vanguardias artísticas del siglo XX

INFORMACION E INSTRUCCIONES: El expresionismo es una vanguardia artística surgida en Alemania


a principio del s. XX al mimo tiempo que el fauvismo, como principal característica se destaca la idea de
mostrar sentimientos y emociones que describen el ser humano y su entorno, no siendo esta la única,
encontramos también:
• Muestra lo prohibido, lo morboso, lo obsceno.
• Fue influenciado por los aires pre - bélicos de la gran guerra.
• Predomina la visión interior, sentimientos del artista – la expresión Vs la plasmación de la
realidad impresión.
• No importa la luz, la perspectiva; distorsionan la realidad
• Abarca temas sociales, culturales, ecológicos, habla del poder, el mundo real, la maldad y la
guerra.
• El pesimismo y el caos son las temáticas principales.

Durante la segunda guerra mundial con Europa en plena destrucción, los artistas surrealistas se exiliaron
en New york, nueva capital del arte, con su llegada motivaron a los jóvenes quienes se liberaron de
moralismos y creencias artísticas imperantes, haciendo que exploraran la libertad de la creación
espontánea, sus características son:
• Creaciones en grandes formatos.
• Uso limitado de colores, blanco, negro, rojo, amarillo y azul.
• Expresa la realidad de forma subjetiva, alejándose de lo objetivo.
• Creaciones totalmente espontáneas.
• Lo mas importante era el proceso de pintar, la fuerza de las emociones y los sentimientos más
que el contenido.
• Empleo de manchas y líneas con ritmo.
https://www.capitaldelarte.com/expresionismo-en-arte/

Expresionismo figurativo
Expresionismo Abstracto

https://www. Google.com.co/imágenes expresionistas/

Actividad 1.
Teniendo como punto de partida la lectura “La comedia de las equivocaciones - Un paseo por Éfeso”
Dibuja una escena con personajes principales, secundarios y un escenario donde se haya desarrollado
alguna escena que te haya llamado la atención, las formas y sus características de los dibujos son el
resultado de la creatividad creaste en tu imaginación al momento de realizar la lectura. Realiza está
actividad en una hoja completa del cuaderno teniendo en cuenta las características del arte abstracto
figurativo, en cuanto a las sensaciones y emociones principalmente. Puedes usar la técnica de tu
preferencia.

Actividad 2.
Luego de realizar tu producción abstracta figurativa personal, recréala de forma abstracta, teniendo en
características del expresionismo abstracto, los sentimientos y emociones. Realiza está actividad en una
hoja completa del cuaderno. Para su realización utiliza la técnica húmeda de tu preferencia. Por ejemplo:
vinilos, temperas, esmalte, pigmentos naturales.

Actividad 3.
Realiza una descripción de la producción artística realizada. Máximo 5 renglones, mínimo 3. Recuerda
que las dos producciones expresan lo mismo, por ello con una sola descripción es suficiente.

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