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Durante muchos años, se ha tendido a considerar que el divorcio suponía una situación traumática que tenía
consecuencias negativas en la evolución y desarrollo de los niños (Kelly, 2000).
Sin embargo, a medida que la producción científica provenía de estudios realizados con una base
metodológica más sólida, se evidenciaron diversos factores concretos influyentes en ese resultado negativo:
Según el sitio Psicoterapeutas.com en estudios del 2013
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Cambio de residencia, colegio y amigos.
Convivencia forzada con alguno de los progenitores o algún familiar.
Disminución de la influencia del progenitor con el que no conviven.
Introducción de parejas nuevas de los padres.
Mala adaptación de alguno de los padres (hostilidad o depresión).
Presión hacia los hijos para que tomen partido o proyección de la hostilidad hacia ellos.
Entre los factores que resultan especialmente significativos se encuentra la influencia de la exposición
a conflictos interparentales. (se producen entre los progenitores)
III. Entre los conflictos más difíciles de resolver en los procesos de ruptura
familiar y que mayor ansiedad genera a todos los miembros de la familia, especialmente a los
niños:
1. se encuentran los conflictos sobre la pauta de contacto y relación a establecer entre los progenitores y
sus hijos tras la separación o divorcio (Galatzer-Levy & Kraus, 1999; Johnston & Campbell, 1988);
este tipo de conflictos suponen actualmente un importante problema de salud pública (Lebow, 2003).
En España, apreciando las cifras ofrecidas por el Consejo General del Poder Judicial (2008) de las
141.108 separaciones y divorcios tramitados durante el año 2007, el 61,78% fueron resueltos en
procedimientos contenciosos, por tanto, más de la mitad de las familias legalmente casadas que
regularon su ruptura, probablemente disputaron judicialmente la guarda y custodia de sus hijos
y/o el régimen de visitas que debía establecerse, a este porcentaje debe unirse el de las rupturas de
relaciones de convivencia, dato que todavía no es contemplado en las estadísticas consultadas. Este
tipo de desacuerdo interparental conlleva el posicionamiento de los menores en el centro En los
divorcios conflictivos es frecuente que las disputas interparentales se mantengan durante diversos
años, permaneciendo los integrantes de la familia en una situación traumática durante un espacio de
tiempo considerable.
1. Así, aunque sin duda la frecuencia de exposición es un factor de riesgo muy importante, éste
por sí solo no es el elemento de mayor impacto,
resultando acreditado que el tipo de conflicto puede tener un mayor peso en la explicación de las
consecuencias nocivas (Canton & Justicia, 2000),
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resaltan especialmente aquellos conflictos que se encuentran centrados en el niño -como la
disputa por la custodia- y los que le hacen sentirse amenazado físicamente - e.g. los que conllevan
violencia física-
2. La forma de expresión del conflicto y su relación con los posibles efectos negativos en los hijos
también ha sido objeto de investigación.
Los progenitores, a nivel básico, pueden mostrar sus conflictos de forma abierta o cerrada:
en el primer caso, apreciamos que pueden comprender conductas físicas y/o verbales, con
expresión de diversas emociones y actitudes (e.g.: beligerancia, desprecio, burla…) y
comportamientos diferentes (e.g.: gritar, insultar, amenazar, pegar…). En los casos en que estas
manifestaciones de agresividad se encuentran presentes, la tendencia observada en los menores es
hacia las problemáticas asociadas con la externalización de problemas (Buehler, Anthony,
Krishnakumar, Stone, Gerard, & Penberton, 1997).
Sin embargo, el conflicto también puede manifestarse de forma encubierta incluyendo estrategias
más o menos utiles, tales como tratar de convencer al niño da la bondad de los propios argumentos
sobre la disputa interparental, utilizar a los niños para obtener información acerca del otro padre, usar
al niño como mensajero o denigrar al otro progenitor en presencia del niño; en estos casos se aprecia
más una tendencia a la internalización de los problemas (Buehler & cols. 1997).
3. Antes del divorcio, los progenitores podían recurrir a dos estrategias básicas para la resolución
de sus desacuerdos:
la primera, de carácter positivo, sería el intento de resolución por la vía del dialogo y la negociación;
en la segunda, las parejas recurrirían a métodos negativos de resolución como la evitación del
conflicto o la agresión verbal y/o física.
Según refieren O’Donohue, Beitz & Cummings (2008), es muy probable que los progenitores, tras el divorcio,
sigan usando las mismas estrategias para tratar sus conflictos, por ello, es recomendable la evaluación de
este aspecto en la valoración de las pautas de contacto adecuadas para los menores y para el correcto
asesoramiento a la familia (AACAP,1997; APA, 1994; Gould, 1998).
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Los niños por lo general suelen presentar más problemas que las niñas.
Las diferentes líneas de investigación que han explorado la relación entre alto nivel de conflicto en el periodo
de divorcio o post-ruptura y el bienestar de los niños ponen de manifiesto que:
✔ El alto nivel de conflicto potencia el riesgo de efectos negativos tanto para los niños como para los adultos
durante y después del divorcio (Lebow, 2003). En el caso de los menores, en función de sus características
personales y otros factores mediadores se manifestaran de forma internalizante (e.g. depresión) o
externalizante (e.g. problemas de conducta). Asimismo, en el caso de los adultos, pueden apreciarse una
variedad de repercusiones asociadas (depresión, trastornos de ansiedad, problemas de autoestima, etc).
✔ Para los niños que se enfrentan a la ruptura familiar, el aspecto más estresante es la exposición a los
psicopatológicos, con elevaciones significativas del estrés y de ansiedad, tanto en los niños como en los
adultos (Grych & Fincham, 1990). En general, se asocia a efectos nocivos en el funcionamiento de los niños y
adolescentes inmersos en esa situación (Gould, 1998; Otto, Buffington-Vollum, y Edens, 2003).
✔ Se han indicado perturbaciones en la regulación afectiva o los mecanismos de excitación emocional en
niños pequeños expuestos a violencia interparental grave o a conflicto parental repetitivo (DeBellis, 1997;
Lieberman y Van Horn, 1998).
✔ Los efectos negativos en los niños derivados de la exposición al conflicto interparental (e.g. depresión) se
han observado hasta la edad adulta (Schmidtgall, King, Zarski, & Cooper, 2000).
✔ Entre los efectos a largo plazo, se han descrito efectos en la salud física propiciados por la exposición a los
conflictos interparentales (Katz & Gottman, 1997; Luecken & Fabricius, 2003; Michael, Torres & Seemann,
2007).
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problemas de comportamiento del/la niño/a - tanto en presencia como en ausencia de
solapamiento de maltrato infantil directo- (Kernic, Wolf, Holt, McKnight, Huebner, & Rivara, 2003).
Aunque este síndrome no cuenta aún con el apoyo de la comunidad científica es un tema recurrente
cuando se habla de divorcio,
Autores como (Gardner, 1985); algunos autores (e.g.: Gerber & Biringuer, 2006) han señalado el
conflicto parental como el mejor predictor de que se produzca alienación parental.
El Síndrome de Alienación Parental (SAP) es cuando el hijo denigra, rechaza e insulta de forma sistemática
a uno de los progenitores inducido por la manipulación del otro progenitor. Por ejemplo la madre le dice lo
malo que es el padre y el niño acaba por ponerse en contra intentando defender a la madre que se anuncia
como víctima. Por lo general se sabe que es extremadamente perjudicial para los hijos que se les exija
tomar bandos y ponerles en contra del otro progenitor.
En este síndrome los hijos desarrollan un odio patológico (e injustificado) hacia uno de los progenitores
mientras idealizan al otro. En su forma más leve pueden ignorar a uno de los progenitores.
Los efectos de encontrarse en esta situación supone un gran perjuicio a los menores y un efecto
absolutamente negativo sobre la relación parento-filial (O’Donohue, Beitz & Cummings, 2008). Los
deterioros derivados del daño en las relaciones paterno-filiales, persisten en la edad adulta
(Furstenberg, Hoffman, y Shrestha, 1995; Lye, Klepinger, Hyle, & Nelson, 1995).
Cristina Noriega, doctora en Psicología y autora de «Divorcio. ¿Cómo ayudamos a los hijos?», explica las
diferencias según edad.
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c. Son capaces de sentir la ausencia de uno de sus progenitores. El no saber si volverá o no les crea
angustia y lo más frecuente es que lo manifiesten con llantos intensos e irritabilidad, alteraciones
de sueño y alimentación.
Pautas:
Pautas:
Reasegurar al hijo que se le quiere y permitir contacto con ambos padres. Es común que el niño entre
en la fase del «no» (2-3 años)y los adultos deben marcarle límites siempre.
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También hay que compartir actividades agradables con el niño y jugar con él para que pueda
expresar más cómodamente su malestar.
En el caso de que manifieste conductas regresivas —chuparse el dedo o falta de control de
esfínteres...— no hay que regañarle, sino ayudarle a que gane poco a poco autonomía y aprenda a
controlarse solo.
Corregir posibles interpretaciones erróneas sobre qué es el divorcio. Insistir en que la culpa no es
suya y que papá y mamá no le van a abandonar nunca.
Observar los cambios de conductas y corregirle explicando cuáles son las consecuencias. Mantener
los hábitos y rutinas para que el niño sienta seguridad y continuidad.
3. Niños de 6 a 12 años
a. No saben muy bien cómo reaccionar ante el problema y ante su propio dolor. Todavía
permanecen las fantasías de unión de los padres.
b. Al no ver confirmadas sus esperanzas se sienten traicionados, tristes y rabiosos.
c. Al disponer de mayores recursos verbales esto les ayuda a exteriorizar sus sentimientos.
Puede haber conductas de recriminación a los padres con la esperanza de intentar unirlos de
nuevo si siguen sin aceptar la realidad.
d. En ocasiones se dan casos de conductas manipulativas, de menosprecio o rencor a alguna de las
figuras paternas paralelamente a la idealización de la otra (asimetría emocional). Suelen tender
a tomar bandos.
Además frecuentemente presentan sentimientos de culpa, conductas de riesgo, baja
autoestima, dificultades en las relaciones con sus iguales, baja tolerancia a la frustración y
agresividad. Puede ser que el rendimiento escolar disminuya también.
e. Pueden sufrir pesadillas, regresiones, sentimientos de abandono.
Pautas:
Es importante mantener contacto con el colegio para informar de la situación y reforzar sus logros en
el aprendizaje.
Hacerle saber que sus padres no le van a abandonar, pero que no volverán a estar juntos como
pareja.
4. Adolescentes
a. Esta fase es complicada porque hay una búsqueda de su propia identidad. El divorcio en esta etapa
suele amplificar los problemas típicos de estas edades y complica la construcción de su identidad
porque ellos necesitan sentir mucha seguridad, por eso es frecuente que pongan a prueba a sus
padres para confirmar que hay límites y que van a mantenerse a su lado.
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b. Si el ambiente en casa no es seguro, experimentarán miedo, soledad, depresión y culpabilidad y
buscarán seguridad en grupos de iguales de los que tendrá excesiva dependencia.
c. Muchos pueden encontrar vías de expresión de ira y la hostilidad a través de conductas de riesgo:
trastornos de alimentación, consumo de sustancias, conductas sexuales de riesgo (promiscuidad) Los
adolescentes tras una situación así (sobre todo las chicas) pueden acabar por desarrollar una
tendencia a vincularse afectivamente a relaciones inestables.
d. Dudan de su propia habilidad para casarse o mantener una relación. El divorcio les enseña a ser
escépticos con valores como la confianza, el amor y la lealtad.
e. Aparecen dificultades en las relaciones con los iguales con alta impulsividad y poca capacidad para
la resolución de conflictos a través del diálogo.
f. Es habitual que realicen esfuerzos para reagrupar a sus padres. Alguna de las vías más frecuentes es
la ruptura de normas o quejas psicosomáticas: dolores de cabeza, barriga, dermatitis, etc.
g. Los adolescentes pueden presentar baja autoestima, agresividad y poca tolerancia a la frustración. En
los casos más severos puede derivar a un trastorno disocial.
h. Puede haber inversión de roles o parentificación instrumental (que los hijos acaben asumiendo
tareas y responsabilidades de alguno de los padres, ejerciendo de “padres”), esto se asocia con más
ansiedad y depresión. Suele ocurrir que se les exijan más responsabilidades y tareas por regla
general en los divorcios.
i. Es el único grupo que puede empeorar pasados 18 meses, ante una inicial adaptación y un
periodo favorable pueden presentar síntomas más tarde.
Pautas:
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comprometerse con parejas y con problemas para creer en la continuidad de las
relaciones.
o La ruptura también puede aumentar las interacciones negativas entre hermanos por lo
general, excepto si las diferencias de edad son grandes y uno es “el mayor” (un adolescente).
o Habrá niños que por sus características personológicas y la situación del entorno decidirán
llevar a cabo una evitación, ignorar lo que les ocurre y ocultar y reprimir sus sentimientos,
hacer como si nada (como estrategia de afrontamiento). Esto puede hacer que los padres
falsamente perciban que las cosas van bien pero no es así. Esta estrategia se asocia con
niveles más altos de depresión, ansiedad y problemas de conducta.
o Las consecuencias del divorcio por regla general suelen ser peores en niños que en niñas,
ellas suelen adaptarse mejor a la situación.
o Para los hijos una separación (igual que para los padres) supone un proceso de duelo, cada
hijo lo afrontará de diferente manera
Cierre:
Los factores que pueden resultar influyentes en la evolución tras la disolución conyugal se encuentran escritos
en estudios como el de Bonach (2005):
1. realizado con progenitores que se habían enfrentado por la custodia de sus hijos
2. en el momento de la ruptura y que llevaban más de tres años divorciados.
Sus resultados sugieren que existen dos elementos que prevén la cooperación interparental en
beneficio de los hijos:
1. la satisfacción con las medidas económicas instauradas para el mantenimiento de los niños,
2. el perdón del otro y
3. un bajo nivel de hostilidad en el proceso de divorcio.
Entre ellos, según indica la autora, el perdón, resultaba el predictor más fuerte de viabilidad de
coparentabilidad.
“Entregaos completamente a Dios. Caed sobre la Roca, Cristo Jesús, y sed quebrantados. Como esposos,
disciplinaos a vosotros mismos. Acudid a Cristo en busca de ayuda. El os concederá gustosamente su
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simpatía divina, su libre gracia....
Arrepentíos delante de Dios por vuestra conducta pasada. Llegad a un entendimiento, y reuníos como
esposos. Desechad la experiencia desagradable de vuestra vida pasada. Cobrad ánimo en el Señor.
Cerrad las ventanas del alma que dan hacia la tierra, y abrid las que dan hacia el cielo. Si eleváis vuestras
voces en oración al cielo para pedirle luz, el Señor Jesús, que es luz y vida, paz y gozo, oirá vuestro
clamor. El, que es el Sol de justicia, resplandecerá en las cámaras de vuestra mente, e iluminará el
templo del alma. (Nota: Carta 47, 1902.*)
El Hogar Cristiano Cap.56
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