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¿LA ORACIÓN ME SIRVE DE ALGO?

Existen muchas personas que refieren a la oración como algo superfluo, innecesario, incluso
hasta una pérdida de tiempo, pero que podemos pensar nosotros como cristianos siendo esta
práctica la base de nuestra religiosidad.
La oración según nos refiere el Catecismo de la Iglesia Católica es el medio por el cual se
entabla una relación viviente y personal con Dios vivo y verdadero (Cf. CIC 2558), y cita una
frase de Santa Teresita de Lisieux:
«Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el
cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la
alegría (Santa Teresa del Niño Jesús, Manuscrit C, 25r: Manuscrists autohiographiques
[Paris 1992] p. 389-390).
Es entonces el camino por el cual se da la comunicación de Dios con los hombres.
Nosotros como seres necesitamos de variadas acciones para nuestra realización, puesto que
somos seres integrales. No solo recurrimos a alimentar nuestro cuerpo, ni tampoco
exclusivamente llenamos la mente de conocimientos, tampoco únicamente buscamos entablar
relaciones afectivas. Hacemos todas estas acciones de manera conjunta y automática porque
somos seres que necesitamos de éstas para estar bien. Pero de igual modo poseemos una
dimensión espiritual, la cual no se alimenta con comer, o ir a la escuela o relacionalmente
socialmente, necesita algo más trascendental que nos permita relacionarnos como seres que
buscamos ir más allá, logándose ésta por medio de la oración.
La oración es la expresión de un espíritu libre, que busca la interconexión con aquel de
quien ha recibido el don de la vida, de manera que le permita darle sentido. A pesar de que
nuestra vida va buscando lo más fácil y práctico, donde la acción a realizar conlleve a
resultados claros y precisos, y lleguemos a considerar que orar no nos es productivo, el Dr.
Alexis Carrel, premio Nobel de Medicina decía: El influjo que la oración ejerce sobre el espíritu
y el cuerpo del himbre puede demostrase con tanta facilidad como la secreción de sus
glándulas, sus efectos se miden por un aumento de energía física, de vigor intelectual, de
fuerza moral y por una comprensión más profunda de las realidades fundamentales (…) es un
acto propio del hombre maduro que es indispensable para el completo desarrollo personal.
(Journal de Genève, 1941)
La misma acción de orar nos permite mejorar la comprensión de la realidad, aunque no
podamos experimentar de manera inmediata y tangible los resultados pues difícilmente se
pueden equiparar si se pueden ver mejoras en el bienestar de que la realiza.
Para orar, sin duda, es imprescindible la acción de la fe, confiando completamente en los
resultados sin tener la certeza de manera pragmática. Se necesita también tener la humildad
como base para tener la disposición necesaria ante la grandeza de Dios, y con el corazón
abierto logre sea sincera y sólida.
A través de la oración, como lo expresa Santa Teresa de Ávila, podemos hacer de
nuestro huerto, del alma tierra seca y sedienta a fructífero y lleno de vida, donde los frutos
que se cosechan son las virtudes.
¡Dios mío, tú eres mi Dios!
Con ansias te busco, pues tengo sed de ti;
mi ser entero te desea,
cual tierra árida, sedienta, sin agua.
Sal 63, 2
JOSE DE JESUS RODRIGUEZ PEREZ

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