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APORTES DE “PROBLEMAS DE LINGÜÍSTICA GENERAL” A LA

FORMACIÓN DE DOCENTES EN LENGUAJE

El estudio de la lingüística es una disciplina que ofrece múltiples posibilidades de

profundización. La llamada “ciencia de la lengua” ha evolucionado desde sus inicios con el

propósito de entender los fenómenos lingüísticos en los entornos y situaciones en los que se

producen y desarrollan, en aras de fortalecer el conocimiento que poseemos acerca del

instrumento más especializado que existe para comunicarnos con otros y con el mundo.

Es tal el alcance de las investigaciones y estudios sobre la lengua que han surgido, cada vez

con mayor frecuencia, teóricos que plantean toda una gama de postulados relacionados al

ejercicio, funciones y estructura de nuestro lenguaje, a tal punto que casi cualquier rasgo

que caracterice al ser humano puede ser estudiado a partir de alguna variante de la

lingüística.

No obstante, existe una actividad relacionada con la lingüística que sufre una dicotomía

particular, pues es realizada constantemente por los estudiosos de todas las variantes

mencionadas líneas atrás, pero muy seguramente sin la consciencia de estarla llevando a

cabo. Se trata, nada menos, que del acto de filosofar sobre la lengua.

Pensar en la lengua desde la misma lengua implica una acción intelectual interesante que,

entre otras cuestiones, debería ser efectuado en primer lugar por los docentes encargados de

instruir a las nuevas generaciones en estos estudios. Son los maestros en lingüística quienes

están en obligación profesional de reflexionar sobre su área de enseñanza, sobre el pasado,


el presente y quizá el futuro de la ciencia que decidieron impartir, por lo que el acto de

filosofar sobre ella debe estar como una de sus principales actividades.

Un docente que realiza procesos de meditación sobre su disciplina se pregunta

constantemente por la naturaleza del contenido que imparte en su aula, sobre su origen (y si

aún son válidos sus postulados), sobre el actual desarrollo de sus investigaciones y el futuro

que le depara a través de estas. Sin embargo, son pocos los docentes –y esto se puede

observar mediante un simple análisis a las cohortes de docentes en formación –que se

preocupan por llevar a cabo un acto de pensamiento tal como el anterior propuesto.

Las causas de este fenómeno pueden ser variadas, y abarcan desde el mero desinterés en

debatir sobre el tema, hasta la supuesta ausencia de referentes que puedan usar como espejo

y guía para entender las posibilidades existentes en las que pueden desarrollar su capacidad

de análisis. Si bien ambas circunstancias –opuestas en un sentido casi diametral –tienen

soluciones posibles, resulta más provechoso para el ejercicio presente intentar resolver la

segunda mencionada, pues lidiar con el desinterés es un asunto que concierne a la

pedagogía más que a la lingüística.

Respecto a la ausencia de referentes teóricos mencionada previamente, el uso del adjetivo

“supuesta” no es gratuito, pues dicha carencia en la bibliografía de la lingüística no es más

que un producto del desconocimiento de los docentes en formación en material académico

confiable. En realidad, existe una amplia reserva de documentos en múltiples idiomas que

dan cuenta del actuar filosófico sobre la lengua, y uno de ellos, titulado Problemas de

Lingüística General, contiene varios elementos que lo convierten en una herramienta ideal

para desarrollar nociones de pensamiento que permitan analizar la lengua con perspectivas

diversas y formular ideas que, con el tiempo, se conviertan quizá en los nuevos avances
teóricos sobre un estudio que se proyecta como una de las más importantes ciencias

humanas.

El documento fue escrito por el francés Émile Benveniste, quien se preocupó, opinan

expertos como Julia Kristeva, por encontrar las tendencias hacia las que se encaminaba la

lingüística moderna, haciendo énfasis en el rumbo que ésta tomaba durante la primera

mitad del siglo XX y parte de la segunda. Benveniste logró su cometido recuperando textos

de todas las variantes existentes de la lingüística, y considerándolos bajo criterios de

análisis profundos y especializados.

Entre otros postulados, uno de los más interesantes –y pertinentes para el propósito de

filosofar sobre la lengua – se encuentra en el capítulo VI. En él, Benveniste reflexiona

sobre la aparente separación de la lengua y el pensamiento, dando a entender así que estos

funcionan separados uno del otro de forma independiente. Tras explicar detalladamente los

procesos de análisis de Aristóteles, que dieron origen a las primeras categorías de la lengua,

el pensador francés determina que la lengua y el pensamiento no son del todo

independientes entre sí, ya que sin la lengua no se podría expresar el pensamiento. No

obstante, explica también que la lengua no limita al pensamiento, así como tampoco lo

expande. En resumen, la lengua define al pensamiento, y lo categoriza así como se

categoriza la lengua misma.

Este tipo de conclusiones son los que hacen de los Problemas de Benveniste un ejemplo

ideal sobre el ejercicio de pensar la lengua a partir de los axiomas previamente construidos

a su alrededor, pero no es la única forma en la que el documento enseña a deliberar sobre

los conceptos o elementos que describen y componen el objeto de estudio.


Más adelante, en el capítulo VIII, el autor describe la “línea de tiempo” que recorrió un

término tan común como explotado en el ámbito de los estudios lingüísticos, la estructura.

Y a diferencia de lo que se supone a priori, y lo que ciertos educadores afirman, Ferdinand

de Saussure no usó ese término para lo que sus discípulos compilaron en el Curso de

Lingüística General. Aunque el suizo es considerado como el padre del estructuralismo en

lingüística, lo cierto es que la estructura es un término cambiante en ésta área de estudio, y

que no fue introducido por Saussure, quien defendía la lengua como sistema, es decir, un

todo al que debían determinársele las partes, más que como una secuencia lógica que

respondía a las reglas de una lengua específica.

Benveniste explica que, en realidad, el término se comenzó a utilizar algunos años después

de la muerte de Saussure, cuando sus sucesores, y otros teóricos lingüistas basados en su

obra, empezaron a determinar –o a descubrir –leyes para los sistemas lingüísticos, y se

vieron en la necesidad de definir las relaciones dentro de los sistemas, y a partir de ahí el

término evolucionó hasta ser la base de toda una escuela de pensamiento.

Para un docente en formación es importante conocer este tipo de información para que

reflexione sobre la veracidad de los datos que recibe y asimila, pues esto le permitirá

ejercer el pensamiento crítico, bastante necesario para llevar a cabo el proceso de meditar

sobre la lengua de forma completamente objetiva.

Finalmente, es necesario insistir en las diferencias que existirían en el ejercicio futuro de

los actuales docentes en formación si tomaran referentes como los de Benveniste para el

desarrollo de su actividad. Posiblemente la dinámica de sus clases cambiaría, y participaría

en la constante producción de material intelectual, lo que a su vez expandiría las

posibilidades de análisis crítico, creando un ciclo de retroalimentación teórica que


beneficiaría, en suma, a todas y cada una de las variantes lingüísticas mencionadas al

principio de este texto. Las posibilidades están abiertas, lo único que hace falta es docentes,

preferiblemente en formación, que las pongan en marcha.

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