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La Pyme post COVID 19: ¿seguirá siendo un

comodín entre el Estado y el Mercado?


The SME post COVID 19: Will it continue to be a
wild card between the State and the Market?

Resumen
Las pequeñas y medianas empresas, Pymes, se enfrentan a nuevos desafíos adicionales a

los que enfrentaban antes del COVID 19, requiriéndose identificar opciones de políticas

públicas y de estrategias de gestión individual y colectiva que puedan estar a disposición de

los decisores involucrados con este tipo de organizaciones para el largo período de

reactivación económica que seguirá a la remisión y el control de la pandemia. El resultado

de afrontar los retos post COVID 19 dependerá de si las pymes dejarán de ser el comodín

negociador de gobiernos y grandes empresas para convertirse en protagonistas de un

desarrollo socio productivo respetuoso con el medio ambiente, con sostenibilidad

económica que les permita contribuir a erradicar la pobreza y la desigualdad en los países

desarrollados y en desarrollo.

Palabras claves: pequeñas y medianas empresas; COVID 19; políticas públicas, estrategias
gerenciales
Clasificación JEL: I18; I38; M48; R28

Abstract
Small and medium-sized companies, SMEs, are facing new challenges in addition to those

they faced before COVID 19, requiring the identification of public policy options and

individual and collective management strategies that may be available to decision-makers


involved with this type of organizations for the long period of economic reactivation that

will follow the remission and control of the pandemic. The result of facing the post-COVID

19 challenges will depend on whether SMEs will stop being the negotiating wild card of

governments and large companies to become protagonists of a socio-productive

development that respects the environment, with economic sustainability that allows them

to contribute to eradicating the poverty and inequality in developed and developing

countries

Keywords: small and medium businesses; COVID 19; public policies, management strategies

JEL Clasification: I18; I38; M48; R28

1.Introducción
Las enfermedades han acompañado a la humanidad y se tienen conocimientos de

ellas al menos desde la época del cromañón, hace unos veinte mil años (Lederman,2003).

Gracias a la historia (Pané 2020), en los últimos cien años y antes del COVID 19, pueden ser

señaladas cuatro pandemias con impactos masivos en muertes, a saber, la mal llamada

gripe española1 (1918), la gripe A (H2N) originada en China (1957), gripe A (H3N2) desde

Hong Kong (1968), y el SIDA (VIH) en 1981, a la cual se atribuye alrededor de 25 millones

de muertes y según la Organización Mundial de la Salud, OMS, alrededor de 38 millones de

personas en el mundo aun la padecen, de las cuales alrededor del ochenta por ciento

residen en África.2

1
Denominada así porque sencillamente España, siendo un país neutral en la Primera Guerra Mundial, no
estableció censura alguna a la propagación de la gripe incubada en un hospital de Estados Unidos y de allí
trasladada a Europa por las tropas de ese país.
2
https://apps.who.int/gho/data/view.main.22100WHO?lang=en
En cuanto al COVID 19, la última gran pandemia de impacto mundial, la situación a

finales de julio 2020, según la OMS, indicaba que el número de contagiados superaría los

16 millones en el mundo y las muertes estarán alrededor de las setecientas mil personas,

esperándose que estas cifras aumenten en virtud de que aún no se ha logrado alcanzar la

meta de la vacuna que enfrentaría frontalmente al virus. Debido a la propagación e

intensificación de la interdependencia de los países, con el COVID 19, quizás por primera

vez, se está produciendo una crisis económica de carácter mundial, superior por lo demás

a todas las crisis anteriores, pero esta vez no originada por causas políticas, económicas o

culturales, como lo fueron las engendradas por las dos guerras mundiales, la Gran

Depresión 1929, la Gran Recesión 2008 y la propagación del VIH por comportamiento sexual

(sexo desprotegido).

Paralelo a los esfuerzos que sin una gobernanza mundial sólida se realizan para el

control sanitario de la pandemia COVID 19, todos los países se enfrentan a las

consecuencias económicas y por ende sociales y políticas que ella trae. En el campo

económico las primeras repuestas estuvieron a cargo de los gobiernos, retornándose de

hecho a una nueva preponderancia de la figura del Estado-nación, bastante retirado de la

economía a tenor de la tendencia predominante en los centros mundiales de favorecer

mercados desregulados con poca o nula intervención del sector público. A medida que la

crisis sanitaria y su correlato económico avanzaba, empezaron a cristalizar esfuerzos de

coordinación entre países, al menos entre los que comparten fronteras, que del campo

sanitario se ha extendido al terreno económico.


Siendo las perspectivas económicas pos COVID 19 nada alentadoras urge para todos

los actores económicos, entre ellos, las empresas, asumir con profundidad, pero también

con agilidad, los desafíos de este súbito contexto sobrevenido. El Banco Mundial (World

Bank, 2020) en junio 2020 liberó un sombrío reporte en el cual prevé una contracción del

PIB mundial para este año del 5,2 por ciento, el mayor en ocho décadas, alertando del

empeoramiento de los pronósticos en la medida que se prolongue el tiempo para controlar

la pandemia o se produzcan efectos financieros en cascada. En las distintas agendas de

decisores públicos, nacionales o internacionales, se incorporan los delicados temas de

decidir a quién proteger, cuándo y cómo intervenir, todo en un contexto geopolítico de

fuertes tensiones como la guerra comercial China-Estados Unidos, la salida de Gran Bretaña

de la Unión Europea, el llamado Brexit, que vienen a sumarse a las ya tensiones acumuladas

por conflictos de diversa naturaleza en distintas parte del mundo, Irán-Siria-Israel, Rusia-

Ucrania, China-India, Turquía-Kurdos, Venezuela, Hong Kong, México, Colombia, entre

otros.

Siendo las pequeñas y medianas empresas, Pymes, un tipo de organización que, si

bien nutren buena parte del tejido empresarial de todos los países, independientemente

del tamaño de sus economías, ellas adolecen de dirección y estructuras internas con

capacidades suficientes para enfrentar los efectos económicos de una pandemia con las

dimensiones del COVID 19, convirtiéndolas en entidades altamente vulnerables. De por sí,

antes de la pandemia las pequeñas y medianas empresas eran uno de los eslabones más

débiles de la globalización y un actor frustrado en su uso como instrumento de combate a

la pobreza y desigualdad.
La contingencia del COVID 19, sin embargo, puede significar una extraordinaria

oportunidad para re posicionar a las Pymes como un factor protagónico en el

desenvolvimiento económico de los países, desconectándolas de su uso como un comodín

del Estado o del Mercado. Objeto de políticas públicas generalmente de corte

asistencialista, las Pymes han subsistido precariamente compitiendo en condiciones

adversas tanto con la economía informal como con corporaciones nacionales y

multinacionales, en un mercado crecientemente globalizado que usa a las pequeñas y

medianas empresas como eslabones para acomodar los encadenamientos productivos en

distintos países.

El presente artículo persigue describir los nuevos desafíos que vienen a sumarse a

los que enfrentaban las Pymes antes del sobrevenido COVID 19, procurando identificar las

opciones de políticas públicas y de estrategias gerenciales individuales y colectivas que

pudieran estar disponibles para decisores involucrados con este tipo de organización en el

largo período de reactivación económica que seguirá a la remisión y control de la pandemia.

Del resultado de enfrentar los desafíos pos COVID 19 dependerá si las Pymes dejarán de ser

el comodín de negociación de gobiernos y empresas grandes y convertirse en el actor

protagónico de un desarrollo socio productivo amigable con el ambiente, con sostenibilidad

económica que les permita contribuir a erradicar la pobreza y la desigualdad en los países

tanto desarrollados como en vías de desarrollo.

2.La Pyme un pasajero incomodo en el progreso económico


No hay país del mundo que no cuente dentro de su aparato productivo con la figura

de las pequeñas y medianas empresas aun cuando no sea uniforme su definición ni tampoco
su valoración. Quizás un rasgo común entre las diversas maneras de definir y analizar a las

Pymes sea el relativo a su organización alrededor de una división interna del trabajo, la cual

ni es la propia de una micro empresa ni tampoco tiene la extensión y jerarquización de las

empresas grandes.

La Pyme objeto de nuestra atención es aquella unidad de producción que

adquiriendo recursos de su entorno los transforma en bienes y servicios para ser

intercambiados en el mercado mediante unas condiciones de precio y calidad, todo lo cual

pudiera hacerla semejante a una gran empresa pero que la distingue de esta en varios

aspectos: por ejemplo, en los recursos que dispone, o puede acceder, que son limitados,

obligando a sus accionistas principales a decidir, en primer lugar, si mantienen, en un

horizonte de tiempo relativamente largo, al emprendimiento con las mismas dimensiones

básicas (patrimonio, activos, pasivos, empleo, clientes, proveedores) o, si por el contrario,

acometen una expansión del negocio, aumentando sus dimensiones. En el caso de decidirse

a crecer, el sistema de gestión de una Pyme demandará un macro ajuste en diversas áreas,

con desafíos inéditos que es necesario ponderar (Rosales, 1997).

Con la Revolución Industrial surgieron las primeras máquinas de dimensiones

estrambóticas que desafiaron las prácticas que por siglos los artesanos habían cultivado y

mediante las cuales el operario con pocas herramientas elaboraba casi solo las piezas que

mercadeaba, imponiendo su sello personal en cuanto a la calidad. Al surgir la necesidad de

dividir el trabajo para operar máquinas grandes, el carácter “todero” del artesano fue

progresivamente reemplazado por el operador especializado en pocas tareas y surgió la

mano visible de la organización empresarial estableciendo como paradigma a la gran


empresa, aquella que emplea muchas personas, organizada alrededor de una extensa y

rígida división del trabajo, con jerarquización de responsabilidades y empleando

intensamente a gerentes asalariados (Chandler, 1995)

El advenimiento de la gran empresa dejó a un lado la valoración de las micro y Pymes

como unidades productivas válidas para la producción de bienes y servicios, y, por

consiguiente, no fueron merecedoras ni de la atención de los estudiosos de los sistemas de

gestión (Zariategui,1994) ni de los decisores de políticas públicas, mucho menos de los

inversionistas quienes prefirieron invertir en acciones de empresas grandes, que eran a las

que se les permitía acudir a las llamadas Bolsas de Valores. Una excepción a esta minusvalía

de la Pyme lo representa el planteamiento de Alfred Marshall (1842-1924) quien había

explorado en la Inglaterra de 1870 a 1890 la atmosfera industrial que existía en

determinados espacios en donde hubiera una suficiente densidad de pequeñas empresas

que les permitía competir ventajosamente con las grandes unidades de producción en

determinados productos y mercados (Fuster, 2019); (Becattini, 2004); (Zaratiegui, 2002).

Siendo, al fin y al cabo, la Pyme un constructo más del hombre para la producción

de bienes y servicios, su legitimidad, validez y aprovechamiento está sujeta, como las

grandes empresas, a su interacción mutuamente provechosa con el entorno en el que le

toca desenvolverse. El amplio espectro de clasificaciones empleadas en el mundo de las

Pymes tiene su correlato en la región específica de América Latina y El Caribe, ALC, en la

diversidad de enfoques empleados para tratar de abarcarlas, bien con una política pública,

o desde las perspectivas de potenciales inversores, o incluso desde las organizaciones de

soporte a este tipo de empresa. Esta heterogeneidad de enfoques también se expresa en la


ambigüedad de la formalidad que rodea a muchas empresas Pymes, particularmente las

pequeñas que operan parcial o totalmente al margen del ordenamiento legal de los países

y entran y salen de la informalidad al ritmo de las coyunturas económicas, impidiendo ello

una consolidación en el tiempo, necesario para recoger los frutos tanto de políticas de

apoyo como de las propias estrategias que eventualmente se hayan planteados sus

propietarios.

Según la Organización Internacional del Trabajo, OIT, para el año 2018 laboraban

bajo el formato de la economía informal alrededor de dos mil millones de personas, que

representaba el sesenta por ciento de la población activa del mundo (OIT, 2018) Tales cifras

vienen a sugerir que el desarrollo de la economía mundial ciertamente ha generado riqueza

como lo refleja el crecimiento del Producto Interno Bruto, PIB, pero esta riqueza esconde

otro PIB que proporcionalmente es generado por el sesenta por ciento de la población

activa en la cual las condiciones laborales y la productividad empresarial, además de

generar desigualdad y exclusión, significa una pérdida de riqueza potencialmente factible y

que de lograrse producir en condiciones legales y en armonía con el ambiente pudieran

servir, en buena medida, para reducir la pobreza y la desigualdad en muchos países.

La correlación entre el tamaño de las unidades de producción y el empleo concitó,

desde mediados del siglo pasado, el interés por la generación de puestos de trabajo que

soportaran una adecuada calidad de vida, tanto en los países avanzados como en los países

del llamado Tercer Mundo. La Comisión Económica para América Latina, CEPAL, publicó en

1988 el resultado de un trabajo conjunto que esa institución adelantó con la Organización

de las Naciones Unidas para el desarrollo industrial, ONUDI, con el concurso del Gobierno
de Italia, en el cual se analizó el rol jugado por la pequeña y mediana empresa en el

desempeño industrial de Italia (Cortellese, 1998) país que en la década de los noventa sería

popular por los famosos distritos industriales, una remembranza del territorio Marshalliano

de la Inglaterra de cien años atrás.

El advenimiento de las Pymes a los debates sobre su rol en procesos de desarrollo

socio productivos vino a encontrarse con otra discusión que venía gestándose sobre el

cambio, siempre continuo, alrededor del paradigma fordista de producción. Este

paradigma, desafiado por un elemento siempre presente en el entorno empresarial, la

demanda, fue puesto en discusión por su rigidez para adaptarse con la rapidez necesaria a

las segmentaciones en las preferencias de los consumidores que ya no querían más comprar

“cualquier vehículo, como le ofrecía Henry Ford, siempre y cuando fuese de color negro”3,

sino que deseaban escoger, en igualdad de condiciones de precios, entre distintos colores.

En el seminal trabajo de Angus Maddison (Maddison, 2002) que recoge las

estadísticas de la economía mundial a lo largo de la historia, Tabla 1.1, se puede apreciar

que desde 1820 hasta 1998 mientras la población del planeta creció a una tasa compuesta

anual media de 0,98, el indicador más empleado para medir la economía, el PIB, creció a

2,21 interanual lo que permitió que este índice por habitante lo hiciera a razón de 1,21.

Estas cifras evidencian que la producción de bienes y servicios creció en el largo período de

3
Henry Ford en su empeño de reducir los costos de fabricación de vehículos optó por seleccionar el color
negro como único color para todos los vehículos que se produjeran en la línea de ensamblaje, proclamando
que “un cliente puede tener su automóvil del color que desee, siempre y cuando desee que sea negro”
(https://blog.certifiedfirst.es/2014/05/un-cliente-puede-tener-su-automovil-del-color-que-desee-siempre-y-
cuando-desee-que-sea-negro/)
ciento setenta y ocho años a un ritmo superior al crecimiento de la población, sustentando

un mejoramiento en el nivel de vida a la humanidad; algo maravilloso, salvo que ello no

significó la erradicación de dos problemas que arrastra la humanidad desde su nacimiento

como es la pobreza y la desigualdad.

De la Tabla 1.1 también se observa como Japón multiplicó por ocho su PIB entre

1950 y 1973, es decir, en veintitrés años; mientras que los Estados Unidos, EEUU, hicieron

lo propio entre 1820 y 1870, es decir, en cincuenta años. Entre las causas de la diferencia

en los ritmos de crecimiento de EEUU y Japón hay que considerar el desempeño de las

Pymes. Conocido es que de las tres millones y medio de empresas que conformaban para

el año 2016 el tejido empresarial japonés, medio millón eran empresas medianas (menos

de trescientos trabajadores en la industria manufacturera), tres millones se calificaban

como pequeñas (menos de veinte en la industria manufacturera) y tan solo el 0,3 por ciento

correspondían a empresas grandes4.

Italia y Japón destacan en demostrar que desde mediados del siglo XX las pequeñas

y medianas empresas conquistan un destacado lugar en la agenda del desarrollo

empresarial de los países, habiéndose iniciado desde entonces un creciente interés por esta

categoría organizacional que ha encontrado en las revoluciones que han sucedido a la

Revolución Industrial el entorno propicio para expandirse, no sin dificultades ciertamente,

pero con una enorme capacidad de adaptación. El uso de la pequeña y mediana empresa,

así como el de la micro empresa, como instrumento de desarrollo alternativo para países

4
https://www.chusho.meti.go.jp/pamflet/hakusyo/2019/PDF/2019hakusyosummary_eng.pdf
con dificultades socio económicas, como fueron los casos de Italia y Japón después de la

Segunda Guerra Mundial, no está exento de riesgos y de distorsiones.

Tabla 1.1
PIB en Millones de dólares internacionales de 1990
Varios países/regiones en varios años
1820-1998
País/Región 1820 1870 1913 1950 1973 1998 1998/
1820
EEUU 12.548 98.374 517.383 1.455.916 3.536.622 7.394.598 594
LATINOAMERICA 14.120 27.897 121.681 423.556 1.397.700 2.941.610 208
JAPÓN 20.739 25.393 71.653 160.966 1.242.932 2.581.576 124

EUROPA 163.722 370.223 906.374 1.401.551 4.133.780 6.960.616 43


OOCIDENTAL

CHINA 228.600 189.700 241.344 239.903 740.048 3.873.352 17


INDIA 111.417 134.882 204.241 222.222 494.832 1.702.712 15
Fuente: Cuadro B-18. Maddison A. (2002). Cálculos propios

Desde finales del siglo XX e inicios del XXI, las dificultades propias de la economía

globalizada, ha traído también cierta desilusión en el papel que las Pymes pueden

desempeñar para lograr crecimiento económico con igualdad social y armonía con la

naturaleza. Al margen de la incidencia de factores macroeconómicos e institucionales en el

desempeño social y económico de los países, debe reivindicarse que en el desafío al reinado

absoluto del paradigma fordista las pequeñas y medianas empresas fueron un vehículo

innovador y a través de ellas se diseminó, gracias a la globalización, nuevas formas de

organización de las cadenas de producción de bienes y servicios. Incluso las grandes

empresas acudieron al expediente de las pymes para abordar, dentro de sus estrategias, el

redimensionamiento de sus estructuras (“downsizing”) y para mantener sus altos

volúmenes de producción apelaron a la subcontratación (“outsourcing”) y a la expansión


por medio de franquicias5. Las estrategias de downsizing y outsourcing constituyeron las

defensas habilitadas por las empresas grandes para enfrentarse a las dificultades del

entorno de la década de los años setenta del siglo pasado, particularmente en la industria

automotriz6.

En el Gráfico 1.1 se muestra el crecimiento anual, en porcentaje, del PIB a nivel

mundial, para el período 1960-2019. En los últimos cuarenta años del siglo XX, 1960-1999,

el PIB anual creció a un promedio de 3,76 por ciento, mientras que en las dos primeras

décadas del siglo XXI este promedio ha bajado a 2,96 por ciento. Destaca también del

Gráfico 1.1 el decremento en el PIB en el año 2008 por primera vez, en cincuenta años de

estadísticas regulares. Estas cifras sugieren que la pandemia del COVID 19 viene a agravar

un deterioro en el crecimiento del PIB que viene desde finales del siglo pasado.

Gráfico 1.1.
8
Crecimiento del PIB (% anual)
Mundo
7 https://datos.bancomundial.org/indicador/NY.GDP.MKTP.KD.ZG?view=map
6

5 Promedio 2000-2018: 2,93 %

0
Promedio 1961-1999: 3,76 %
-1

-2
1961
1963
1965
1967
1969
1971

1985
1987
1989
1991
1993
1995
1997
1999
2001

2015
2017
1973
1975
1977
1979
1981
1983

2003
2005
2007
2009
2011
2013

-3

Elaboración propia

5
https://latamnetworks.es/historia-de-la-franquicia/
6
https://prezi.com/j66rvbc1a3kx/downsizing/
3.Sobrevivir entre la informalidad y una globalización sin equidad
La crisis originada por el COVID 19 coloca de nuevo en el tapete las opciones que se

pueden considerar para la reanimación de las economías nacionales de la misma manera

como ello se planteó después de la devastación económica que sufrió Europa y Japón en la

Segunda Guerra Mundial. Emprendedores, inversionistas y decisores públicos toman sus

decisiones en función de las posibilidades que otorgan las circunstancias presentes en el

entorno en el cual actúan, tanto en el espacio como en el tiempo.

Tanto en 1945, Plan Marshall, como en el 2020, Planes Nacionales COVID 197, el

menú de opciones es acotado por extremos no necesariamente excluyentes, pero si

dominantes. En un extremo del menú se puede ubicar la opción que pudiera denominarse

del “gran empujón”, ya sea este el producto de grandes inversiones dirigidas por el

mercado, o bien, por la ejecución de megaproyectos públicos, en el entendido que ninguna

de ellas excluye a la otra ni tampoco impide la participación de las Pymes. En el otro extremo

del menú, la reactivación económica puede descansar en el ajuste de abajo hacia arriba

protagonizado por iniciativas que suelen surgir desde unidades pequeñas de

emprendimiento, algunas de las cuales lograran crecer, a veces con el apoyo de políticas

públicas, o bien, mediante alianzas estratégicas entre ellas o, incluso, con grandes

empresas. En la práctica, en todo país hay campo factible tanto para el gran empujón de

arriba hacia abajo como el del crecimiento endógeno de adentro hacia afuera, y esa

7
Mientras el Plan Marshall fue diseñado y financiado por los EEUU para atender a varios países, Europa y
Japón básicamente, en el caso del COVID 19, salvo la Unión Europea los planes de recuperación económica
descansan fundamentalmente en los esfuerzos nacionales en la mayoría de los países, siendo hasta ahora
débiles los esfuerzos de ayuda por parte de los organismos multilaterales.
factibilidad es la que puede, y debe, aprovechar competitivamente, la pequeña y mediana

empresa, si logra identificar, formular y desplegar la adecuada estrategia.

Crecimiento estancado con volatilidad creciente en ambientes VUCA8 parece

insinuarse en las próximas décadas del Siglo XXI, obligando a empresarios, estudiosos,

inversionistas y decisores públicos a repensar la validez de las estrategias, políticas y

paradigmas decisorios y de gestión seguidas hasta ahora, que permita decidir sobre lo que

habrá de cambiarse y lo que habrá de mantenerse. Unas de esas decisiones es la validez de

uso de la pequeña y mediana empresa como un instrumento de desarrollo socio productivo,

entendiendo por esto la generación de empleo sostenible social y ambientalmente a la par

de generar riqueza económica que soporte el mejoramiento de las condiciones de vida en

los territorios donde se asienten esas Pymes.

Ya en el 2004 el propio descubridor del distrito industrial italiano, Giacomo Becattini,

había alertado que al igual que ocurre con el capital, si no hay crecimiento el tejido

productivo se muere (Becattini, 2004), entendiendo que se refería al crecimiento en

ganancias absolutas o relativas al monto de la inversión y no necesariamente en el aumento

de las dimensiones físicas de las empresas. Entre 1945 y 1970, que pudiera denominarse

como el periodo de oro del Estado de Bienestar o renombrándolo de otra manera del

periodo de capitalismo regulado, las pequeñas y medianas empresas pasaban

8
VUCA: Volatilidad, Incertidumbre (Uncertainty), Complejidad y Ambigüedad, término acrónimo
proveniente del mundo militar estadounidense, acuñado por primera vez por Herbert Barber quien en una
conferencia en 1991 describió la experiencia en liderazgo estratégico cultivado en el US Army War College.
Se cita también como autor del término al General Maxwell Thurman (1931-1995)
(http://usawc.libanswers.com/faq/84869)
desapercibidas. Es en este ambiente en donde la informalidad de la economía ocupa

espacios y ello es una de las razones que se esgrimen en la proliferación de micros y

pequeñas empresas informales en Italia (Montero, 2012) y en casi todos los países

latinoamericanos.

La subcontratación fuera del marco legal y para eludir los costos laborales que

imponía el Estado de Bienestar llevó a la construcción de un tejido de micros, pequeñas y

medianas empresas que trabajando para grandes empresas o llevando directamente a los

mercados bienes y servicios constituyeron el eslabón más débil de las economías al

encontrarse con las crisis de precios del petróleo y la desvinculación del dólar del oro. Las

crisis de los setenta del siglo XX se atendieron con la desregulación de los mercados, el

estancamiento del Estado del Bienestar y el fin de una época de capitalismo regulado, todo

lo cual condujo a lo que se denomina la financiarización de la economía, en la cual el capital

puede encontrar vías de reproducción y acumulación fuera del ámbito de la producción de

bienes y servicios (Kotz, 2008)

Las dos crisis del Siglo XXI, la del 2018, financiera, y la del 2020, la sanitaria del COVID

19, generan desafíos en todos los órdenes y las Pymes en particular deben enfrentarse a un

entorno extremadamente complejo no solo desde el punto de vista macroeconómico en

cuanto a las tasas de cambios, tasas de interés, inflación, presiones tributarias, etc., sino a

que ello se le agregan al menos otros dos macro factores: la evolución tecnológica y los

cambios socio demográficos. Estos dos, a diferencia del factor macroeconómico, si bien

tienen menos incertidumbres pues hay tendencias en ellos claramente definidas, son las

más desafiantes pues ellas entrañan oportunidades y amenazas de gran impacto en las
estrategias y sobre las cuales los decisores a nivel de empresas pocos márgenes de

maniobra disponen. Si bien en la macroeconomía a nivel individual poco se puede hacer, si

hay mayor posibilidad de influir en las políticas públicas, bien sea mediante el ejercicio de

derechos civiles individuales o a través de la defensa gremial y corporativa con los lobbies

respectivos.

También el Siglo XXI trae con sus crisis y las tendencias socio económicas y

demográficas un desdibujamiento de los límites físicos tanto en las áreas urbanas como en

el campo. Salvo para los emplazamientos de grandes unidades de producción o de

almacenamiento temporal con fines logísticos, caso de Amazon, Wal-Mart, Ikea y otros

grandes distribuidores, así como para centros comerciales para numerosos pequeños

establecimientos, los costos asociados con el terreno en donde se crea valor será cada vez

más insignificante pues el tele trabajo y la nanotecnología, entre otros fenómenos,

concurren cada vez más con eficiencia y efectividad para la satisfacción de las necesidades

de producir en cadenas de valor cada vez más extendidas geográficamente. El barrio

residencial puro no existirá más, como tampoco el espacio industrial aislado en la periferia

de las ciudades sobrevivirá sin incorporar los desafíos y oportunidades de la era de la

digitalización que al igual que hizo la Revolución Industrial modificará los patrones de la

ocupación territorial (Mercado, 2016).

Siendo cada vez más preeminente la economía de servicios en términos de empleo

y valor agregado en el PIB, las unidades productoras de servicios se diseminarán en

pequeñas unidades conectadas digitalmente, pudiendo llevar los servicios rápida y

eficazmente a cualquier parte que se necesite. De la misma forma como la Revolución


Agrícola, diez mil años, o más, atrás, creó las bases para la Revolución Industrial, esta,

apoyando cada vez más al mejoramiento de la producción de bienes y también de

alimentos, ha creado las bases para la Revolución de Servicios, actualmente en despegue

que trae nuevas actividades económicas, entre ellas lo que se denomina, quizás

erróneamente, industrias culturales pero que en todo caso indica que además de las

convencionales actividades agrícolas, manufactureras y de servicios clásicos, en el Siglo XXI

la digitalización es portadora del nacimiento de nuevas actividades productivas

relacionadas con lo que convencionalmente se tipifican como culturales, como, por

ejemplo, el entretenimiento, el diseño digital, entre otros (Mercado, 2016)

Pareciera pues que las crisis de finales del Siglo XX y las de inicio del Siglo XXI están

conduciendo a una emigración del distrito industrial italiano a los barrios de

emprendimientos imbricados con la metamorfosis que se produce en los espacios urbanos.

Unos barrios o zonas, que pueden ser hasta ciudades enteras, con monumentos históricos

pueden incubar aglomeraciones de emprendimiento de variado tamaño que monetizan

esos monumentos y se apalancan allí para explotar negocios como el de gastronomía,

entretenimiento, verbo y gracia la Zona de la Condesa en Ciudad de México (Hurtado-Cano

y Aguirre-Aguilar, 2017) o el Barrio el Rabal en Barcelona, España. Otros espacios pueden

albergar empresas altamente innovadoras en tecnología como el Valle del Silicón en Palo

Alto, California, EEUU.

Con el despegue de la Revolución Industrial llegaron las grandes empresas de

servicio, específicamente en el sector transporte, primero de carga y luego de pasajeros, a


través del ferrocarril. Inicialmente fueron empresas pequeñas9 que trataban de explotar

recorridos cortos, pero pronto las economías de escala impusieron las grandes empresas

que vinieron a dominar el campo empresarial tanto en la manufactura como en los servicios,

quedando fuera de la atención pública las pequeñas empresas que se desenvolvían en una

parte poco visible de la economía a la que cien años después, en pleno Siglo XX, se le tuvo

que prestar atención llamándola economía informal. Fue dentro de la crisis de los años

setenta del siglo pasado cuando, no sin estereotipos, que tuvo que encararse la necesidad

de analizar esa parte de la economía que produce bienes y servicios y genera empleo sin

que ello sea contabilizado en las cuentas nacionales de los países. Las micros y las pequeñas

empresas, y en menor medida las medianas empresas, nacen, se desarrollan y desaparecen

muchas de ellas sin que queden registradas en las estadísticas oficiales.

La sensibilidad por la pequeña y mediana empresa llegó hasta el Banco Mundial que

en 1973 aprobó el primer préstamo para este tipo de organización en Bangladesh, en el

sudeste asiático, llegando a acumular en 1991 préstamos de esta naturaleza por el orden

de casi cuatro mil millones de dólares, en 38 países, uno de los cuales fue Colombia en

Latinoamérica.

Quizás la diferencia con lo acontecido con el distrito productivo descubierto por

Alfred Marshall a finales del siglo XIX es que en las crisis de los años setenta del Siglo XX,

que ya hemos comentado, se había acumulado muchísima historia documentada sobre la

9
Para 1850 en Inglaterra habían alrededor de 300 pequeñas empresas que solo necesitaban de autorización
pública para operar en un ambiente progresivamente caotizado que obligó a la regulación estatal y al
surgimiento de monopolios territoriales explotados por grandes empresas. (Blanco S, V, Desarrollo de las
líneas férreas en Europa: Aspectos históricos. La red de transportes ferroviarios
españoles.https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2778334.pdf)
evolución de la economía y desde distintos espacios se intenta apoyar al emprendimiento

socio productivo que lejos de marginar o excluir a las Pymes las incorpore como

protagonistas esenciales de cualquier proceso de desarrollo que se plantee. En 1973, Ernst

F. Schumacher (1911 -1977) publicó un libro de enorme repercusión, al menos

intelectualmente, titulado Small Is Beautiful: A Study of Economics As If People Mattered en

el cual plasmó las bondades de lo pequeño, recogiendo reflexiones en cuanto a la tecnología

apropiada para conservar la Naturaleza (Schumacher, 2011).

Una consecuencia de los estereotipos y del desprecio de los decisores y académicos

hacia la valoración del inmenso potencial productivo escondido en la economía informal, es

el ensanchamiento de esta cada vez que surgen en la economía crisis que afectan el ingreso

de las poblaciones. Pasar a la economía sumergida cuando el entorno legal y formal no le

permite sobrevivir es una salida de sobrevivencia pues los dependientes de empresas otrora

formales pero insolventes deben subsistir de alguna manera y en muchos casos el

conocimiento acumulado se mercantiliza en la economía informal en donde impera sin

control moral ni legal alguno lo que se denomina el capitalismo salvaje. Una muestra

elocuente de la informalización de la economía cuando el entorno se vuelve hostil a las

Pymes formales es el ya visible proceso de reconversión de la industria textil de Prato en

Italia10, en la cual ha surgido toda una industria de confección clandestina dirigida por

inmigrantes chinos.

10
https://www.lavanguardia.com/internacional/20190728/463730039717/italia-prato-florencia-
comunidad-china.html
Para enfrentar el dilema de sobrevivir en la informalidad o competir duramente en

la economía formal, las Pymes pueden asociarse con otros actores, principalmente con

otras Pymes no solo de su entorno local sino en cualquier parte del mundo aprovechando

la conectividad virtual que ofrece la Revolución 4.0 en proceso, la también llamada

digitalización. La desregulación de las economías lideradas por Ronald Reagan (1911-2004)

y Margaret Thatcher (1925-2013) en el Reino Unido en la década de los 80 del siglo pasado,

condujeron a que tanto en organismos multilaterales como en distintos gobiernos se

arbitraran medidas de protección hacia las micros, pequeñas y medianas empresas,

surgiendo, en este contexto, el concepto de asociatividad (Rosales, 1997) como una

estrategia de cooperación bastante flexible y la cual puede ser útil en la reactivación

económica pos COVID 19.

En los países desarrollados se ha logrado contener, hasta cierto punto, la tendencia

a la informalidad de las empresas, desarrollando toda una cultura y entramado institucional

para crear atmosferas propicias para la incubación y despegue de iniciativas

emprendedoras. Hoy se sabe que las primeras incursiones de Steve Jobs y Steve Wozniak

en la creación de Apple en la década de los setenta del siglo pasado, no fueron desde la

economía formalmente establecida sino desde un garaje como también lo había sido

algunos años atrás la aventura de Hewlett Packard. La diferencia entre los países para

estimular y canalizar el emprendimiento determina si este se mantiene precariamente en

un ambiente de informalidad, o si, como ocurrió en Palo Alto, California, EEUU, un ambiente

cultural y un apoyo de diversas instituciones, públicas y privadas absorbe y apadrina a los

emprendedores para que cristalicen sus ideas y se creen las empresas formalmente. La
réplica mecánica, vía políticas públicas, de las experiencias exitosas de unos países a otros

a menudo concluye en fracasos o frustraciones bien por no perseverar los gobiernos en sus

propósitos o bien por la ausencia de esa cultura favorable al emprendimiento formal que

debe instaurarse como condición casi suficiente para sembrar a las empresas.

También la informalidad de las micros y Pymes encuentran un ambiente propicio en

la secular discriminación de la mujer en las distintas sociedades, siendo más agravada esta

discriminación en algunos países obligando a las mujeres a trabajar en la economía informal

en donde es factible conseguir empleos, aunque precarios pero accesibles para una también

precaria subsistencia (Carnicer S. y Vidal D. 2017). Después de la década de los ochenta del

Siglo XX, con la desregulación de las economías la atención se centró en impulsar, bajo el

popularizado Consenso de Washington, lo que desde entonces se conoce como la

competitividad.

Dentro de la ola promotora de la competitividad, como es natural dentro del debate

intrínseco en todo proceso de cambios, se plantearon diferentes enfoques para lograr esa

anhelada condición que serviría para el desarrollo de los países. Uno de ellos centró el

esfuerzo en la competencia entre ciudades y regiones por lograr el financiamiento para sus

planes de desarrollo. Tal competencia ha estado presente en Europa desde la creación de

la Unión Europea, sobre todo cuando esta instituyó en 1994 los Fondos de Cohesión como

instrumento para eliminar las disparidades competitivas entre las regiones (Bilbao, 2018).

El desarrollo endógeno sustituyó en la agenda de los estudiosos del crecimiento económico

a los distritos industriales italianos, aunque ambos enfoques pivotean alrededor de micros

y pequeñas y medianas empresas (Vásquez 2007). Contemporáneo con la polarización


generada por el Consenso de Washington se intentó la alternativa de la inserción de las

Pymes en cadenas de producción que la globalización construye en diferentes partes del

mundo, lográndose esta inserción mediante acciones territoriales dinamizadas por actores

de diversa índole a partir del territorio pero dentro de una perspectiva centrada en el

regionalismo abierto, la equidad social y una competitividad no atada a los proteccionismos

(Quintero y Prada, 2019)

Si bien la interrupción abrupta y prolongada de los flujos de bienes y personas que

trajo el COVID 19 no interrumpirá algunas tendencias firmemente arraigadas en las

dinámicas propias de la globalización incesante que el mundo experimenta, es obvio que al

menos en el lapso de unos años, dos o tres, surgirán algunas contra tendencias junto con

nuevas tendencias que configurarán un nuevo entorno en el cual se desenvolverán las

organizaciones empresariales. De acuerdo a las especificidades de los distintos tipos de

empresas se adecuarán sus respectivas estrategias competitivas.

Entre las tendencias pre COVID 19 que seguramente seguirán su curso en los

próximos años pos pandemia, para los efectos de la gestión de Pymes, se deben mencionar

al menos las siguientes:

• La globalización continuará su extensión geográfica, con un mayor número de

países y regiones bajo fuerte interdependencia económica, aunque sufrirá

modificaciones en los ritmos y modalidades que la han caracterizado en las últimas

décadas. Algunas de esas modificaciones provienen de cambios al margen del

impacto del COVID 19 mientras que otras son repuestas a esta pandemia.
• La digitalización de la humanidad continuará su aplicación en diferentes aspectos

de la humanidad, aunque cambiando los énfasis y los ritmos en función de las

demandas sociales, políticas, económicas y culturales que surjan como

consecuencia de las secuelas del COVID 19.

• El crecimiento de la población conjuntamente con su envejecimiento continuará,

presionando con nuevas modalidades las corrientes de emigración y las tasas de

despoblación, repoblamiento y poblamiento en las distintas regiones del mundo.

• El relevo de la hegemonía económica de los Estados Unidos y su desplazamiento

por China se mantiene como tendencia, presentándose probablemente cambios

en las modalidades de cooperación y rivalidad como resultados de los respectivos

ajustes que cada uno de estos actores introducirá en sus estrategias nacionales a

raíz de los impactos específicos que recibieron del COVID 19.

• Continuará la multipolarización de la gobernanza mundial con el surgimiento y

consolidación de varios polos de influencia político-militar, quizás de forma más

acelerada por el reforzamiento del valor asociado a la seguridad nacional que ha

traído la presencia del coronavirus en la soberanía de distintos países.

• La controversia sobre la urgencia y enfoques para atender los desafíos del cambio

climático se mantendrá y su dinámica estará influenciada por las tendencias de

globalización y multipolaridad político-militar que se impongan.

• La lucha contra la pobreza y la desigualdad continuará debatiéndose dentro los

marcos de globalización y multilateralización de la gobernanza político-militar.


Y entre las nuevas tendencias que se insinúan a partir del COVID 19 pueden señalarse:

• Nuevas maneras de relacionamiento físico en las interacciones sociales. El

distanciamiento social se convertirá en una práctica que si bien en principio y por un

periodo de tiempo se adoptara como medida sanitaria puede convertirse, con

modificaciones, en un estándar de comportamiento, particularmente cuando la

interacción implique grupos de personas: institutos educacionales, restaurantes,

cines, teatros, etc.

• Cambios en los patrones de consumo para incorporar productos asociados a la

prevención de la salud, particularmente los asociados con la higiene personal que

proteja de infecciones tipo del coronavirus.

• Cambios en las modalidades de relacionamiento laboral con un mayor uso de la

modalidad del teletrabajo al cual hay que complementar con técnicas de gestión del

talento humano aun inéditas, particularmente en cuanto al reclutamiento,

selección, adiestramiento, motivación, compensación y evaluación de personal.

• Nuevas formas de producción y comercialización de bienes y prestación de servicios

que aumenten los auto servicios y la mecanización de las entregas finales del

producto (drones) o del servicio en la cual se minimice el contacto físico productor-

consumidor.

• Cambios en el formato jurídico institucional y operacional del Estado, en particular

en lo referente a la prestación de servicios básicos de educación y salud, incluyendo

lo relativo al financiamiento de estos servicios.


4.Políticas públicas para las Pymes: entre el asistencialismo y la no-política
Por lo general las políticas públicas hacia las Pymes, en principio, se orientan a

intentar, simultáneamente, objetivos sociales y económicos. Y aquí en esta dualidad de

objetivos subyace la dificultad mayor para la eficacia de la acción del Estado pues es

relativamente fácil la distorsión en alguno u otro objetivo. O bien se canaliza la acción del

Estado por un asistencialismo infecundo, cuando lo social ignora lo económico, o bien se

agrava el contexto social al seleccionar para proteger solo a empresas de determinados

sectores económicos, escogidos de alguna manera que siempre resulta en una apuesta al

futuro, como pasó con la llamada política de sustitución de importaciones en varios países

de Latinoamérica en buena parte de la segunda mitad del siglo XX.

No es fácil, por supuesto, concebir, y sobre todo consensuar, una política pública

que apoye a las Pymes desde una perspectiva socio productiva, aquella que, atendiendo a

las prioridades sociales del país, genere empleo decente, sustentable y amigable con el

ambiente, por ejemplo, y, al mismo tiempo, las convierta en una punta de lanza en la

generación de una riqueza que no debería lograrse a costa de excluir a otras empresas de

las oportunidades y condiciones que el Estado, y la sociedad, deben crear para cumplir con

transparencia y equidad en su rol promotor del desarrollo del país.

Un ejemplo de las dificultades para alcanzar simultáneamente objetivos sociales y

económicos en políticas públicas orientadas hacia las Pymes lo representa la conocida, y

polémica, modalidad de maquiladora. Producto de la desagregación de las cadenas de

producción que ha traído consigo la globalización bajo la impronta neo liberal, la llamada
maquila se ha diseminado por la Aldea Global, siendo los resultados variados y valorados

desde los prismas políticos e ideológicos, presentes en toda sociedad.

Al margen de la orientación ideológica de los Estados y los gobiernos, así como de

las preferencias de los agentes económicos, políticos y sociales de los países, siempre hay

una intervención desde el Estado y desde la propia institución del mercado hacia las

pequeñas y medianas empresas, siendo más relevante analizar esta intervención en función

de su correlación con las estrategias para competir. Por ello, obviaremos la tradicional

tipología de políticas públicas por su orientación ideológica pro mercado o pro colectivismo

para analizar cuatro modalidades de estas políticas que pueden coexistir simultáneamente

impactando los entornos y por ende las estrategias competitivas de las Pymes. Estas cuatro

modalidades de políticas son, a saber:

a) Asistencialismo

b) Desarrollo glocal

c) Promoción de emprendurismo

d) Competencia abierta

En la modalidad de asistencialismo, lamentablemente, existe una larga tradición de

políticas públicas con resultados pocos satisfactorios, sobre todo en los países en desarrollo,

y particularmente en Latinoamérica. Justificándose en el uso de las Pymes como

instrumentos para generar rápidamente oportunidades de empleo que ayuden a mitigar y

combatir la pobreza, se han ensayado, y así continuará por algún tiempo, la formulación e
implantación de variadas acciones desde los distintos gobiernos para atender a las Pymes

con subsidios generalizados o focalizados. Aun en los casos en que expresamente se declare

la oposición al uso de esos subsidios bajo un criterio asistencialista, en la práctica el acceso

y el control a la protección del Estado se lleva a cabo bajo criterios que son propios del

asistencialismo con que se atiende a los pobres en una sociedad. Es en esta distorsión de la

política pública en donde la pequeña empresa queda atrapada en círculos clientelares de

los gobiernos, reforzándose su condición de débil eslabón del tejido empresarial de los

países, prolongándose una dependencia que impide a la final el logro de los objetivos

loables planteados de usar a las Pymes como instrumento de desarrollo.

Una segunda modalidad de la intervención del Estado en apoyo a las pequeñas y

medianas empresas las denominamos bajo la categoría de Desarrollo glocal en la cual se

pretende buscar simultánea, armoniosa y holísticamente el crecimiento endógeno, el

desarrollo endógeno y el desarrollo competitivo, todo bajo una intencionalidad política para

deslastrase de los efectos perniciosos de un asistencialismo infecundo. El crecimiento

endógeno, buscado por casi todos los países, persigue el mejoramiento de las condiciones

de vida de la población, aun cuando tenga efectos colaterales como el cambio climático,

ensanchamiento de desigualdades dentro y entre países. A finales de la década de los

ochenta del siglo XX se popularizó la teoría de que a través de la educación y en particular

con el apoyo a la investigación y desarrollo se logra la formación del capital humano que

termina generando la base de un sólido crecimiento económico basado más en fuerzas

endógenas, que en estímulos provenientes del exterior a los países y a las empresas, según
propuestas teóricas de los estadounidenses Roberto Lucas y Paul Romer, ambos laureados

con el Premio Nobel de Economía, 1995 y 2018, respectivamente (Valdivia y Valdivia, 2020).

Para atenuar los efectos colaterales negativos del crecimiento endógeno en el

desarrollo glocal se incluye el desarrollo endógeno que busca atraer inversiones para los

territorios que mejoren la infraestructura de vida y de producción sin que ello excluya

necesariamente el abordaje de un desarrollo competitivo representado en la inserción

desde el territorio (local) en la economía mundial (global). Con lo glocal se intenta incluir

tanto los esfuerzos endógenos, ya sea en la educación y en la innovación tecnológica local,

como en el uso del territorio como base para atraer inversiones públicas o privadas,

nacionales o internacionales, para la ejecución de proyectos socio productivos.

La tercera modalidad de intervención del Estado en materia de políticas públicas

para las pequeñas y medianas empresas corresponde al rol promotor, protector y hasta

tutor que el Estado ejerce para estimular el emprendurismo, sobre todo para las fases

iniciales de estos que se denomina en la jerga como starts up. Por emprendurismo

entendemos el esfuerzo promovido desde la sociedad, y en particular desde el Estado, para

promover, proteger y apoyar a quienes deciden emprender proyectos de innovación o

invención, asumiendo riesgos para asignar recursos propios o de terceros. Se trata,

mediante las políticas públicas pro emprendimientos, desarrollar características de

empresarialidad en la ciudadanía de los países que incremente la oferta de ese llamado

cuarto factor de producción: la dirección empresarial tan necesario como los

convencionalmente aceptados de capital, trabajo y tierra (Zaratiegui, 2002).


Contra la creencia generalizada, y a veces inducida por razones ideológicas, el

Estado nunca está ausente en la incubación y alumbramiento de iniciativas emprendedoras

que evolucionan muchas de ellas hacia la formalización de empresas que naciendo

pequeñas logran algunas de ellas convertirse en iconos empresariales. Desde los ya

referenciados casos legendarios de Hewlett Packard o Apple hasta los parques tecnológicos,

el capital de riesgo, fondos para la innovación tecnológica no sujeto a reembolsos (fondos

perdidos) el denominado Estado Emprendedor (Mazzucato, 2014) se manifiesta

constantemente desde incluso su ausencia que permite la informalidad hasta las generosas

subvenciones asociadas a planes de desarrollo, incluyendo en estos los asociados a

seguridad nacional, es decir, a la industria de defensa, caso emblemático de los Estados

Unidos, pero también imitado en muchísimos países.

A través de la política pública a favor del emprendurismo se puede apoyar el

fortalecimiento del tejido empresarial al menos en las tres vertientes de la empresarialidad

necesaria para gestionar exitosamente los emprendimientos, cualesquiera sean sus

dimensiones, a saber: a) la capacidad de coordinación tanto a lo interno como a lo externo

de la firma, b) la gestión de la innovación e invención que supone envuelve el proyecto

emprendedor y c) la gestión de asignación bajo riesgo e incertidumbre de los recursos

propios o de terceros, incluyendo los provenientes de fondos públicos. Con este trípode de

apoyo, los protagonistas de proyectos emprendedores pueden desarrollar las competencias

desde los diferentes roles que juegan, desde el de operario propietario hasta el de

accionista directivo, pasando por el de gerente propietario que es en el cual por lo general

transcurre la mayor parte del ciclo de los emprendedores desde la incubación de su


proyecto hasta que logran estabilizarlo y apoyarse en una división de trabajo que permita

la incorporación de otros sostenedores del emprendimiento en calidad de gerentes

asalariados o co-propietarios.

Finalmente, en el elenco de opciones de modalidades de políticas públicas hacia las

Pymes se ubica la política de no política, es decir, el laissez faire, el dejar hacer todo al

mercado, a través de estimular la competencia abierta, garantizando el Estado el marco

legal que regule la competencia en estricto apego a las normas que establezca la

Organización Mundial del Comercio, OMC. En esta modalidad, la política pública

teóricamente hace énfasis en impedir prácticas que dañen el comercio internacional con lo

cual se incrementarían indebidamente los costos de los bienes y servicios a nivel de los

consumidores finales. Las eventuales medidas de apoyo a las Pymes, y en general a las

empresas de los países miembros deben ser expresamente autorizadas por la OMC y suelen

ser de carácter temporal.

El hecho de que no exista una política pública expresamente formulada para las

pequeñas y medianas empresas no implica que estas no sean afectadas por esa “no

política”, al contrario, están expuestas, y bastante, a los efectos de esa peculiar política;

quizás con mayores impactos negativos que el asistencialismo infecundo de subsidios

ineficientes e ineficaces que ya se ha comentado. En el marco del laissez faire las empresas,

indistintamente de sus dimensiones, acuden a los mercados, locales, nacionales e

internacionales, equipadas con sus propios recursos, exigiendo al Estado, por lo menos

declarativamente, que se mantenga alejado de cualquier intervención que pueda ser objeto

de represalias por la OMC. En este contexto, denominado globalización neoliberal, las


empresas grandes son favorecidas por poseer una división de trabajo lo suficientemente

extendida como para contar con las fortalezas necesarias para competir abiertamente,

aunque “detrás de la cortina” se logran acuerdos de apoyo y protección, de los cuales por

lo general quedan excluidas las Pymes.

Dado que es esperable que la globalización de la economía continúe su avance, pues,

entre otras razones, es impensable la viabilidad de países autárquicos, los episodios

puntuales tipo COVID 19, o el de la crisis del 2008, reabren el debate acerca de los ritmos y

modalidades de expansión de la globalización. En los próximos años términos como

globalismo, neoproteccionismo, guerras comerciales, etc. estarán con frecuencia en la

agenda pública mundial y también en las agendas nacionales de los países. Es en este

contexto que las Pymes competirán haciéndose imperioso que logren articularse entre ellas

y la mejor manera de lograr esto debe ser objeto de consideración privilegiada en el proceso

de formulación de la estrategia competitiva individual. A diferencia de la empresa grande,

la Pyme no puede darse el lujo de formular su estrategia dejando la cooperación con otras

Pymes como un elemento periférico como si lo pueden hacer las empresas grandes pues

ellas no necesitan esa cooperación con la misma importancia.

5.Las Pymes en una sociedad digitalizada: o sí o si hay que digitalizarse


Si bien los efectos positivos de la digitalización cada vez son más evidentes, también

hay los reparos de variada índole, desde los que niegan la diseminación justa, equitativa y

adecuada de las bondades de la digitalización hasta los que alegan que los saltos de

productividad que traerá la digitalización son de menor calibre que lo logrado en las
revoluciones anteriores. Aun cuando pareciera aceptado que el advenimiento de las

tecnologías de información, con el uso extendido de las computadoras, ha generado, o al

menos tiene el potencial de generar, suficientes empleos para sustentar la economía de

servicios que actualmente predomina en el mundo, cierto es que sigue siendo la

manufactura el reino de la productividad clásica, la que relaciona el valor de lo producido

en relación al capital invertido, estando este asociado a maquinas. Por supuesto, a medida

que avance la robotización en los servicios, se incrementará la productividad en la arraigada

relación clásica de relacionar el producto obtenido por capital invertido.

Así como la agricultura, economía primaria, aumentó su productividad no solamente

para proveer a los consumidores de los alimentos sino también para liberar fuerza laboral

para las fábricas, la economía secundaria, la manufacturera esencialmente, ha transitado

su curva de mejora de productividad necesitando cada vez menos empleados para hacer lo

mismo, cediéndole el rol de generador de empleos a la economía terciaria, basada en

servicios. Es en la producción de servicios donde se necesita urgentemente la adopción de

la organización que le permita, como antaño la agricultura y la manufactura, alcanzar la

productividad que es en definitiva lo que sustenta el crecimiento en las sociedades.

Mientras que en la agricultura la productividad resulta del esfuerzo triple de capital, trabajo

y tierra, en la manufactura es la dupleta capital-trabajo, pero en los servicios se requiere

otra tripleta de factores pues además de los factores capital y trabajo se requiere el

concurso del mismísimo consumidor o receptor del servicio en la producción (parcial y auto

servicio) y en la productividad (Rosales, 1996)


La productividad es en definitiva el rasero mediante el cual se valorará si la

digitalización es o no una revolución y son las empresas quienes con su permanencia las

que otorgaran la legitimación de la digitalización y serán sus dirigentes quienes que tendrán

que ingeniárselas para enfrentar los naturales efectos perturbadores y negativos que

temporal y espacialmente pueda generar. Se requieren empresas con empresarios

dirigiéndolas para materializar las bondades que trae consigo la digitalización. Y por

empresarios estamos hablando desde los directamente involucrados con los destinos de la

empresa, como gerentes o como accionistas, como los empresarios por delegación y bajo

contrato que serían los directivos designados por accionistas en las empresas grandes, pero

que también las Pymes tienen la posibilidad de contratar empresarios, es decir personas

que trasciendan las funciones de gerentes o administradores para asumir la gestión de

riesgos financieros.

No hay controversia alguna con afirmar que siempre ha habido emprendedores y

empresarios, entendiendo por los primeros aquellas personas que deciden

voluntariamente asumir la iniciativa de emprender un proyecto que eventualmente

conduzca al establecimiento de empresas o que desencadenen otros proyectos

emprendedores. Por empresarios entenderemos aquellas personas que se dedican a dirigir

empresas en las cuales tienen participación accionaria parcial o totalmente. Mientras el

emprendimiento pareciera fuertemente asociado a aptitudes y actitudes muy personales

que sin embrago pueden ser potenciadas y estimuladas por la sociedad, y en particular por

el Estado, el empresario responde a un rol para el cual se puede educar, entrenar y


adiestrar, por supuesto, sin descartar que este sujeto debe poseer inclinaciones para la

dirección bajo riesgos de las organizaciones bajo su responsabilidad.

Así como los empresarios artesanos no pudieron enfrentar la competencia de las

fábricas que empleaban máquinas y una extensa división del trabajo durante el surgimiento

de la Revolución Industrial 1.0, las empresas que no incorporaron la electricidad, Revolución

2.0, en sus procesos productivos durante la expansión de esta no pudieron producir los

bienes y servicios que esa tecnología traía en sus entrañas. Los electrodomésticos y la radio,

por citar dos ejemplos, son hijos de la electricidad como las telas a granel y de variados

colores fueron hijos de la máquina de vapor. Pudiera decirse que varias industrias surgieron

de la computadora, Revolución 3.0, verbo y gracia los teléfonos celulares, los diseños

personalizados y la producción asistida por computadoras, entre otras. Con la Revolución

4.0, la digitalización, trae no solamente nuevos productos, los denominados infoproductos,

video juegos, criptomonedas, etc., sino que obliga a una reconfiguración de los procesos

administrativos y productivos, tanto para las empresas existentes como para las nuevas que

deberán nacer adoptando patrones tecnológicos disruptivos con el presente.

Al igual que antaño, las empresas existentes para el momento en que se manifiestan

los cambios tecnológicos encaran el dilema de si anotarse en las primeras de cambio

incorporando las nuevas tecnologías o si esperan a que estas se decanten. Del talante

proactivo o refractario de los empresarios dependerá la suerte de las empresas, y con ella

las de sus empleados, proveedores y hasta clientes. Si la disrupción tecnológica se produce

dentro del sector donde la empresa opera, los márgenes de maniobras son reducidos,

mientras que para aquellas empresas en donde se puedan operar con tecnologías maduras
aun obsoletas, la sabiduría empresarial podrá mantener con cierta holgura de tiempo al

emprendimiento. De tal manera que lo primero que debe plantearse la dirección de las

empresas ante los cambios tecnológicos es determinar la tendencia de estos, su velocidad

de difusión, alcance y opciones para su asimilación. En el caso de la máquina de vapor su

difusión no tuvo la misma propagación que tuvieron los tres subsiguientes disruptores,

electricidad, computación y digitalización, registrando la historia los episodios de

destrucción de máquinas para impedir destrucción de empleos dentro de una polémica

social y política propia de un cambio de época como significó la Revolución Industrial

(Degryse, 2019). Hoy no es probable presenciar destrucciones de computadores como en

antaño, aunque está por verse las reacciones ante la robotización por venir en áreas hoy

atendidas por humanos.

Mientras la adquisición de una máquina para mecanizar o automatizar un proceso

productivo se podía hasta delegar en expertos y muchas veces las compras se hacía a través

de ferias o por imitar a competidores, y hasta sin necesidad de dominar plenamente la

tecnología adquirida, con las Revoluciones 3.0 y 4.0 la modernización tecnológica es un

asunto más serio que reclama decisiones dentro del proceso de dirección estratégica de las

empresas. De nuevo, las Pymes por lo general adolecen de esa competencia para gestionar

la tecnología en un entorno creciente de digitalización, manteniéndolas al margen de los

beneficios y oportunidades que esta trae.

Con la digitalización no existe el margen de maniobra discrecional que tuvieron las

empresas hace doscientos años pues se trata de la única vía habilitada para la interacción

no solo en los mercados sino para cualquier relacionamiento imprescindible para operar
hoy en día, incluyendo la sobrevivencia en la economía informal. Dos tipos de empresarios

sobreviven en la digitalización, los que deben digitalizar las empresas en marcha y los

empresarios de nuevos emprendimientos que necesariamente nacen con una impronta

digital.

Para los emprendedores que incursionan en el Siglo XXI tienen el desafío de airear

sus proyectos de emprendimiento dentro del marco de la digitalización, en el cual tienen

una serie de ventajas como:

a) Bajas barreras para la creación de empresas. Se pueden crear negocios desde la

casa,

b) Mayor facilidad para acceder a otros mercados, en otros idiomas y en otros países,

c) No sólo se pueden vender digitalmente productos físicos, sino también productos

digitales,

d) No se necesita estar en un lugar físico para realizar el trabajo,

e) Se puede conocer mejor a los clientes

Por supuesto también hay riesgos en los emprendimientos digitales como:

a) No todos los emprendimientos digitales son rentables,

b) Existen costos propios del mundo digital (anuncios, uso de herramientas y compra

de servicios digitales) que pueden afectar la viabilidad financiera del proyecto,

c) Si bien en el mundo virtual hay más posibilidades de conseguir clientes, también

hay una mayor competencia y


d) La formación pasa a ser un deber continuo. No todo el mundo tiene habilidades

digitales ni está capacitado para dirigir un negocio11.

6.Conclusiones
Las pequeñas y medianas empresas, como todas las organizaciones dedicadas a la

producción de bienes y servicios destinados a mercados sean estos locales o

internacionales, están siendo afectadas por los efectos transversales y de variado índole

que ha traído la pandemia del COVID 2019 en el año 2020, desafiando su permanencia por

lo que con la presión del tiempo debe decidir entre seguir operando bajo las mismas pautas

que tenía antes del COVID 19 o, si por el contrario, debe introducir cambios.

A diferencia de las grandes empresas que disponen de mayores y mejores recursos

humanos, financieros y políticos (capacidad de relacionamiento con las esferas de poder

público) las Pymes deben asumir las tareas derivadas de las pandemia en circunstancias

precarias que solo pueden ser solventadas con el despliegue simultaneo de tres esfuerzos,

a saber: a) revisar la pertinencia y viabilidad del negocio en donde viene operando para

visualizar los efectos que sobre ese negocio trae el COVID 19, b) articular capacidad de

relacionamiento con gremios, proveedores y consumidores para identificar alternativas de

asociatividad para enfrentar temporal o permanentemente las secuelas del COVID 19 y c)

sumarse a la generación y ejercicio de los lobbies necesarios para posicionar a las Pymes

como instrumento válido para la reactivación económica pos pandemia en condiciones

adecuadas para permanecer en el tiempo.

11
https://www.mba-madrid.com/empresas/emprendimiento-digital/
De la revisión del negocio extraerán los decisores de las Pymes las prioridades y

opciones de estrategias de gestión para atender los desafíos de la pandemia,

particularmente en lo atinente a las tendencias que continuarán o surgirán del COVID 19,

sean estas relativas a digitalización, cambios en patrones de consumo, nuevas regulaciones,

etc.

De nada vale estar claro a nivel de la Pyme individual si no se logra compartir la

estrategia con los actores del entorno del cual se nutre (proveedores, gremios, gobiernos)

y al cual se debe (consumidores, trabajadores, gobiernos). Es en ese compartir con el

entorno en donde puede insertarse la Pyme en la red de agregación de intereses que dé la

fuerza para colocar en las agendas públicas los temas que la afectan individual y

colectivamente.

La velocidad con que se diseminó el coronavirus es mucho mayor que la velocidad

con la cual se reactivará la economía, pero la presión por alcanzar en el menor tiempo

posible las respuestas a qué hacer, cómo hacerlo y con quiénes hacerlo es altísima pues de

la velocidad con que se tenga claridad sobre lo necesario de hacer está la probabilidad de

sobrevivir.

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