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LA PRODUCCIÓN DE BIOCOMBUSTIBLES Y SUS IMPACTOS ECOLÒGICOS

4. INTRODUCCIÓN:

Varias corporaciones, gobiernos, instituciones científicas y algunas organizaciones ambientales


están promocionando los biocombustibles como una alternativa prometedora al petróleo
afirmando que servirán como una alternativa que reemplazará al petróleo, mitigando el
cambio climático, reduciendo las emisiones de gas de invernadero, mejorando los ingresos del
agricultor y promoviendo el desarrollo rural (Demirbas 2009). Sin embargo, investigación y
análisis rigurosos conducido por ecologistas y científicos sociales respetados sugieren que el
auge industrial a gran escala de los biocombustibles resulta ya ser desastroso para pequeños y
medianos agricultores, el medioambiente, la biodiversidad y los consumidores, en particular
los pobres (Bravo 2006).

Cosechas actualmente fomentadas por la industria de combustibles, no reducirá las emisiones


de gas de invernadero, sino que desplazará decenas de miles de agricultores, reducirá la
seguridad alimentaria en muchos países, acelerará la deforestación y profundizará la huella
ecológica de la agricultura industrial, causando una variedad de nuevos problemas
económicos, ambientales, y sociales.

Impactos ecológicos del modelo de producción de biocombustibles

La consolidación y el poder sin precedentes de una serie de corporaciones, las cuales


aprovechan las débiles políticas nacionales que favorecen la expansión de los biocombustibles,
han puesto en marcha la expansión de un sistema de producción especializado que se basa en
grandes granjas con monocultivos de cultivos manejados con niveles altos de agroquímicos, en
especial de herbicidas y fertilizantes nitrogenados que cuando se aplican masivamente dejan
como resultado consecuencias ambientales (Altieri y Bravo 2007). En regiones ya bajo estrés
de agua, la producción de biocombustibles puede disminuir posteriormente la futura
disponibilidad de agua para la irrigación y otras opciones de desarrollo (Shattuck 2008).

Los biocombustibles se están introduciendo en un mundo gobernado en gran parte por


políticas neoliberales con reglas comerciales que tienen una tendencia fuerte contra la
regulación y cualquier “restricción comercial” para proteger el medioambiente, el clima o las
comunidades. Qué cosechas se cultivan, cuánto, cómo y dónde se determina, en términos
generales, por un mercado que favorece los biocombustibles más baratos, es decir, la
producción más alta de plantas tropicales, como la palma de aceite y la caña de azúcar. Los
cultivos inferiores pueden capturar el mercado si los costos se mantienen bajos y los gobiernos
garantizan un suministro ilimitado de tierras y subsidios nuevos. El biodiesel de soya y el etanol
de maíz son ejemplos fundamentales (Shapouri y McAloon 2004), pero los bosques, la
biodiversidad, el suelo sano, el agua limpia, y las emisiones de gas de invernadero permanecen
como “externalidades” en los reportes, que inevitablemente se están sacrificando por
verdaderas ganancias rápidas.

Aclarar que renovable no significa ecológico, por lo que los biocombustibles, no


necesariamente son una medida buena para el ambiente, aunque sí lo sea, para la economía
de un país. La intensificación de los sistemas de producción agrícola de materias primas para
biocombustibles y la conversión de tierras de cultivo ya existentes y nuevas tendrán unas
repercusiones medioambientales mayores que sus efectos sobre las emisiones de gases de
efecto invernadero. La naturaleza y la magnitud de estas repercusiones dependerán de
factores tales como la escala de la producción, el tipo de materia prima, las prácticas de cultivo
y de gestión de la tierra.

La mayor parte de los problemas son similares a los ya conexos con la producción agrícola:
escasez y contaminación del agua, degradación del suelo, agotamiento de los nutrientes y
pérdida de la biodiversidad silvestre y agrícola.

La producción de más cultivos para biocombustibles afectará tanto a la calidad como a la


cantidad de agua. La conversión de pastizales o superficies forestales en campos de maíz, por
ejemplo, podría empeorar problemas como la erosión del suelo, la sedimentación y la
escorrentía de nutrientes en exceso (nitrógeno y fósforo) a aguas de superficie y la infiltración
en aguas profundas provocada por el uso creciente de fertilizantes.

Runge y Senauer (2007) exponen que, a medida que las rotaciones de maíz y soja son
desplazadas por un cultivo continuo de maíz para la producción de etanol en los Estados
Unidos de América, el acentuado aumento de la aplicación de fertilizante nitrogenado y de la
consiguiente escorrentía agravarán problemas como El nitrógeno presente en exceso en el
sistema del río Misisipí que es una de las principales causas de la «zona muerta», carente de
suficiente oxígeno, del Golfo de México, en donde muchas formas de vida marina no pueden
sobrevivir.

La producción de biodiésel y etanol da como resultado unas aguas residuales contaminadas


orgánicamente que, si se liberaran sin tratar, podrían incrementar la eutrofización de las masas
de agua de superficie. No obstante, existen tecnologías de tratamiento de aguas residuales
que pueden hacer frente de manera efectiva a los contaminantes y residuos orgánicos. Los
sistemas de fermentación pueden reducir la demanda de oxígeno biológico de las aguas
residuales en más de un 90 por ciento, por lo que el agua se puede reutilizar en el
procesamiento y el metano se puede capturar en el sistema de tratamiento y emplearlo para
generar energía

En Brasil, donde la caña de azúcar para producir etanol se cultiva principalmente en


condiciones de secano, la disponibilidad de agua no es un problema, pero la contaminación de
los recursos hídricos asociada con la aplicación de fertilizantes y productos agroquímicos, la
erosión del suelo, el lavado de la caña de azúcar y otras fases del proceso de producción de
etanol resultan altamente preocupantes (Moreira, 2007)
A los biocombustibles cada vez les resulta más difícil llevar colgada la etiqueta de fuente de
energía ecológica. La culpa es del creciente número de expertos, investigadores y ecologistas
que cuestionan su capacidad para reducir las emisiones de CO2, y hablan los efectos de
deforestación y de aumento de las desigualdades que pueden causar, documentos en los que
afirman que los biocombustibles no contribuyen a luchar contra el cambio climático, que
provocan graves impactos ambientales en zonas de alto valor ecológico (Indonesia y
Suramérica, principalmente), que alteran el precio de los alimentos y que afianzan un modelo
agrícola de explotación laboral y alta dependencia de grandes multinacionales.

Los economistas del área de Medio Ambiente de la Organización para la Cooperación y el


Desarrollo Económico (OCDE) acaban de reconocer en un foro abierto en Internet que "el
rápido crecimiento en el uso de los biocombustibles de primera generación ha repercutido en
el precio de los alimentos y es un tema de preocupación en numerosos países". Sin embargo,
también hablaban de sus beneficios, como la reducción de emisiones del impacto de su
producción sobre el ambiente.

¿Qué consecuencias tendrá la producción de biocombustibles en el agua, el suelo y la


biodiversidad?

1. Deforestación y pérdida del hábitat Los aumentos de la demanda de biocombustibles


en los Estados Unidos y la Unión Europea tienen un impacto profundo en el modelo de
producción agrícola y el uso de tierra global, poniendo en peligro las tierras forestales
de los países en vía de desarrollo. Aumentar la producción de biocombustibles para
cumplir con las exigencias de energía de los países industrializados, implica un
aumento sustancial de la extensión de los cultivos energéticos, lo cual llevará a
conflictos potenciales relacionados al uso de la tierra, en especial con la necesidad de
conservar hábitats naturales restantes en el mundo (Donald 2004).
La escala de producción que se necesita para producir la biomasa proyectada para el
etanol, estimula métodos industriales de producción de monocultivos de maíz que
dependen del uso intenso de herbicidas y fertilizantes químicos nitrogenados, con
drásticos efectos ambientales secundarios. La producción de maíz lleva a más erosión
del suelo que cualquier otra cosecha estadounidense. Cuando el uso del etanol hace
subir más los precios del maíz, los agricultores abandonan cada vez más la tradicional
rotación de maíz y soya, animando a los agricultores a sembrar maíz año tras año. Una
intensificación que promueve la erosión del suelo, pero también la demanda de
fertilizantes y pesticidas (Pimentel et al. 1995).
2. Repercusiones sobre los recursos hídricos:
La escasez de agua, y no de tierras, podría resultar ser un factor limitante de la
producción de materias primas para biocombustibles en muchos contextos.
Aproximadamente un 70 por ciento del agua dulce empleada se destina a fines
agrícolas (Evaluación general de la gestión del agua en la agricultura, 2007). Los
recursos hídricos para la agricultura son cada vez más escasos en muchos países como
resultado de una mayor competencia con los usos domésticos o industriales. Además,
los efectos previstos del cambio climático en lo que se refiere a la reducción de las
precipitaciones y a la escorrentía en algunas de las principales regiones productoras
(incluidos el Cercano Oriente, África del Norte y Asia meridional) seguirán ejerciendo
presión sobre unos recursos ya escasos en la actualidad. Hoy en día, los
biocombustibles son los responsables de unos 100 km3.

Repercusiones sobre los recursos de suelos Tanto el cambio del uso de la tierra como la
intensificación de la producción agrícola en tierras ya cultivadas pueden ocasionar efectos
adversos en el suelo, pero estos efectos dependen en gran medida, en lo que respecta a todos
los cultivos, de las técnicas agrícolas empleadas. Unas prácticas de cultivo inadecuadas pueden
reducir la materia orgánica del suelo e incrementar la erosión del mismo mediante la
eliminación de la cubierta permanente del suelo. La eliminación de residuos vegetales puede
reducir el contenido en nutrientes del suelo y aumentar las emisiones de gases de efecto
invernadero debido a la pérdida de carbono del suelo. Algunos de los problemas frecuentes en
estas zonas son la degradación de la vegetación, la erosión causada por el agua y por el viento,
la salinización, la compactación y el encostramiento del suelo y el agotamiento de los
nutrientes presentes en él. Algunos lugares también podrían sufrir contaminación,
acidificación, alcalización o anegamiento. Los cultivos para biocombustibles que pueden
tolerar condiciones ambientales en las que cultivos para la alimentación no podrían sobrevivir
pueden ofrecer la oportunidad de emplear productivamente las tierras que en la actualidad
generan escasos beneficios económicos

3.

4. Repercusiones sobre la biodiversidad En general, la biodiversidad silvestre se ve


amenazada por la pérdida del hábitat cuando se expande un área destinada a la
producción de cultivos, mientras que la biodiversidad agrícola es vulnerable frente al
monocultivo en gran escala, basado en un pequeño reservorio de material genético
que puede conllevar también la disminución del uso de variedades tradicionales. La
primera vía para la pérdida de biodiversidad es la pérdida del hábitat como resultado
de la conversión de tierras, como bosques o praderas, para la producción de cultivos.
Como hace notar el CDB (2008), muchos de los cultivos para biocombustibles actuales
son apropiados para zonas tropicales. Esto aumenta los incentivos económicos en
países con posibilidades de producir biocombustibles para convertir ecosistemas
naturales en plantaciones de materia prima, como la palma de aceite, lo que causa una
pérdida de biodiversidad en estas áreas.

La segunda vía más importante es la pérdida de la agrobiodiversidad, causada por la


intensificación de las tierras de cultivo en forma de uniformidad genética de los cultivos. La
mayoría de las plantaciones de materias primas para biocombustibles toman como base una
sola especie. Existen asimismo preocupaciones sobre los bajos niveles de diversidad genética

CONCLUSIONES: No todo aprovechamiento de la energía renovable resulta sostenible. La idea


de sustituir la gasolina y el gasóleo por carburantes elaborados a partir de la biomasa sólo sería
buena con muchos menos vehículos de motor en el planeta y mucho menor uso de los
mismos; es decir, con otro modelo de transporte"
El auge de los biocombustibles consolidará posteriormente su dominio de los sistemas
alimentarios y de combustibles, y les permitirá determinar qué, cómo, y cuánto se cultivará,
causando más pobreza rural, destrucción ambiental y hambre. Los beneficiarios finales de la
revolución del biocombustible serán los gigantes comercializadore

Hoy en día, los monocultivos de agrocombustibles están aumentando en porcentajes


dramáticos por todo el mundo, principalmente vía una expansión geográfica a expensas de
bosques con pérdida de hábitats naturales y desplazamiento de áreas dedicadas a cultivos
alimenticios, amenazando la seguridad alimentaria de regiones enteras. Las tecnologías que
facilitan este cambio hacia estos monocultivos a gran escala son la mecanización, la mejora de
variedades de cultivos a través de la ingeniería genética, y la aplicación de cantidades masivas
de fertilizantes y herbicidas químicos. La inversión corporativa y la seducción de los gobiernos
han sido claves en el estímulo de la expansión de los agrocombustibles. Claramente, los
ecosistemas de las áreas en las cuales se están produciendo los biocombustibles se están
degradando rápidamente, no sólo debido a la deforestación sino también debido a los
impactos ecológicos asociados con las tecnologías de producción de los cultivos (fertilizantes
nitrogenados, herbicidas, y cultivos transgénicas) y la mayor emisión de gases de invernadero
(Searchinger et al. 2008). Por estos y otros motivos, la producción de agrocombustibles no es
sostenible ni ambiental ni socialmente ahora o en el futuro.

Cuando los gobiernos son persuadidos por las promesas del mercado del biocombustible
global, ellos idean proyectos de biocombustibles nacionales que promueven una producción
basada en monocultivos a gran escala, que dependen del uso intensivo de herbicidas y
fertilizantes químicos, desviando así millones de hectáreas de valiosa tierra cosechable de la
producción de alimentos muy necesitados. Hay una gran necesidad de un análisis social y
ecológico para anticipar las implicaciones ambientales y de seguridad alimentaria del
despliegue de los proyectos de biocombustibles de paí- ses pequeños como Ecuador. Este país
espera ampliar la producción de caña de azúcar en 50.000 has, y limpiar 100.000 has de
bosques naturales para dar paso a las plantaciones de palma de aceite. Las plantaciones de
palma de aceite están causando ya un gran desastre ambiental mayor en la región Chocoana
de Colombia (Bravo 2006)

También es inquietante que las universidades públicas y los sistemas de investigación caigan
víctimas de la seducción de grandes cantidades de dinero y de la influencia del poder político y
corporativo. La intrusión del capital privado en la formulación de la agenda de investigación y
composición de la facultad, que deteriora la misión pública de las universidades a favor de
intereses privados, minando la libertad académica y la facultad de gobernar. Estas alianzas
apartan a las universidades de tomar parte en la investigación imparcial e impiden que el
capital intelectual explore alternativas realmente sostenibles a la crisis energética y al cambio
climático

No cabe duda de que la conglomeración del petróleo y el capital de la biotecnología decidirán


cada vez más el destino de los paisajes rurales del continente americano. Sólo las alianzas
estratégicas y la acción coordinada de movimientos sociales (las organizaciones de
agricultores, los movimientos ambientales y de trabajadores agrícolas, las organizaciones no
gubernamentales, las

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