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MODULO I
Contenidos
Introducción
Más adelante, veremos cómo se integra la excitación sexual a los afectos, la importancia
que adquiere la integración de la excitación sexual a afectos positivos que conduzcan a
una sexualidad de calidad.
En las culturas helénica y latina el acto sexual llegó a ser una manifestación religiosa. Las
orgías dedicadas a Dionisio o Baco, divinidad masculina de la sexualidad, fueron al
principio verdaderos rituales del amor. En ellos se ofrecía a los dioses un presente para
propiciar sus favores, en forma de fertilidad femenina y terrestre. Con el correr del tiempo
esta creencia perdió su base religiosa y se transformó en exceso hedonista. Es
especialmente famoso el caso de las orgías romanas, que llegaron a dimensiones
monstruosas durante ciertos períodos de su historia imperial.
Una costumbre de aquellos tiempos, fue la prostitución sagrada. Con la que las mujeres
atraían favores de las diosas protectoras de su pueblo. La mujer debía ofrecer su
virginidad y fertilidad a la diosa Venus o a algún de sus equivalentes, a través de la unión
con un sacerdote o un extranjero; el forastero, en este caso, debía pagar a su vez con una
Por ejemplo, a finales del siglo XVIII el Marqués de Sade introdujo en Francia, entre otras
cosas, una nueva visión del placer sexual. Esta fue malentendida en su tiempo, como mera
incitación a la perversión y al crimen. Inclusive en la actualidad recibe aún
interpretaciones equivocadas.
Durante el siglo XIX, la sexualidad comenzó a estudiarse con mayor serenidad, la represión
de sociedades puritanas, como la de Inglaterra en la época de la reina Victoria, continuó.
La sociedad victoriana ostentaba varias contradicciones morales. Por ejemplo, exigía
continencia sexual a las mujeres "decentes", y al mismo tiempo toleraba la prostitución
como un vertedero inevitable de las necesidades "sucias" de los hombres.
El inicio del siglo XX fue también el principio del importante movimiento de liberación
femenina, para situar a la mujer en un plano de igualdad con el hombre. Así empezaron a
desecharse los, tabúes sobre el cuerpo y su capacidad sexual. Por la misma época, el
psicólogo Sigmund Freud dio a conocer sus revolucionarias teorías sobre la sexualidad
humana, que condujeron a una verdadera revolución sexual. Hombres y mujeres
comenzaron a preocuparse por entender mejor el desarrollo de sus capacidades y
A partir del nacimiento de la familia cuando el hombre se hace sedentario y la familia pasa
a ser la célula básica de la sociedad, es preocupación fundamental que el hijo tenga la
genética del padre; por lo tanto, la prohibición del adulterio rige fuertemente para toda la
vida. Sin embargo, a los hombres les ha estado permitido tener relaciones sexuales fuera
del matrimonio sin que ello se considerara adulterio cuando ello ocurría con prostitutas,
Lo anterior necesariamente llevó en buena parte del mundo occidental a una educación
muy estricta para el sexo femenino, que condujo a la represión de su sexualidad. No les
estaba permitido el goce sexual. Más tarde, la Iglesia Católica consideró a la mujer como la
fuente del pecado y de tentación, todo lo cual contribuyó a que para ella la vida sexual
estuviera exclusivamente destinada a la procreación.
Es muy importante que los padres puedan entender que la educación machista —vale
decir, represiva en la mujer y permisiva para el hombre— no tiene cabida en la sociedad
actual, y contribuye a un futuro fracaso de las parejas que han sido educados en ese
estilo.
El desafío de las parejas contemporáneas —ya sea en forma explícita o implícita— es hacia
la construcción de un amor sexual maduro, que supone capacidad de goce y de placer en
la entrega y en la recepción del cuerpo del otro, todo esto en fidelidad.
Entre las diversas perspectivas y modelos de Educación Sexual que existen hoy en día, nos
referiremos a las dos más importantes: la basada en la abstinencia y la visión de la
Educación Sexual desde un prisma integral y comprensivo.
La última investigación hecha, que incluye estudios que comparan a jóvenes que atendían
programas basados únicamente en la abstinencia con aquellos que no recibían ningún tipo
de educación sexual, pone sobre el tapete dudas sobre la eficacia de tales programas.
Pero los investigadores aseguraron que esta conclusión había quedado contrarrestada por
otros seis estudios que mostraron que los programas no tenían ningún efecto en las
relaciones sexuales recientes de los participantes.
Otro estudio incluso demostró que los participantes de programas basados únicamente en
la abstinencia tenían más probabilidades de embarazos no deseados y de enfermedades
de transmisión sexual, comparados con aquellos que habían seguido otros procedimientos
de prevención.
Son diversas las razones que hacen de los programas de educación sexual comprensivos
una opción más acertada en el caso de los adolescente, que aquellos basados en la
abstinencia, porque, además de ser eficientes en la postergación del comienzo de la vida
sexual, en el control de las conductas promiscuas, en la baja en las tasas de embarazo y
Debemos tener presente que éste es un tema complejo, con variables objetivas, pero
también subjetivas: variables objetivas que provienen del aporte de la ciencia, y variables
subjetivas en las que intervienen intuiciones, supuestos, convencionalismos, valores y
creencias.
Dada esta complejidad, es importante que una educación sexual distinga —en relación
con todos los temas que está tratando— los principios sobre los cuales existe un consenso
total y un acuerdo entre los estudiosos de la materia, y aquellos contenidos sobre los
cuales hay controversia. Frente a estos asuntos no zanjados es conveniente incorporar,
como valor de verdad, el sentido común que comparten los miembros de la sociedad. Es
necesario distinguir también la categoría de aquellas cuestiones que están medianamente
consensuadas en la sociedad, habitualmente demostradas científicamente, pero en
controversia con el sentido común socialmente compartido. Finalmente, debe precisarse
cuáles son los temas controvertidos, que no están consensuados, y que dependen en gran
medida de la posición ética personal frente al tema.
Se apela con frecuencia al “aspecto valórico” para convencer a los jóvenes de una
conducta sexual “correcta”. En estos casos, no se considera que para que entiendan en
profundidad dicho criterio, el adolescente requiere tener internalizada la moral
autónoma. Pero esta moral autónoma se comienza a formar a los 20-21 años, y se
consolida entre los 24-25 y los 31-32 años. En este sentido, es fundamental que los
aspectos valóricos sean planteados en relación con la capacidad mental de entender un
cierto nivel de desarrollo moral, y tener presente que el nivel moral alcanzado depende de
la edad que tenga el sujeto; la moral preconvencional en la niñez, la moral convencional
en la adolescencia, la moral autónoma a fines de la adolescencia, y la moral universal a
partir del comienzo de la adultez joven.
Hay que tener presente que la peor metodología es el silencio frente al tema. Esta fue una
actitud casi de regla hasta fines del siglo pasado, argumentando que el conversar sobre
cuestiones sexuales, dar información, aclarar, y dialogar, podía llevar a promover
conductas sexuales excesivas, incorrectas y desviadas. La educación sexual solamente
tenía que poner algunos límites claros, y prohibiciones estrictas.
Los estudios realizados estos últimos años son categóricos: comparando cursos de un
mismo colegio, en los que a unos se les enseñó respecto de la sexualidad y a los otros no,
los primeros tuvieron tasas más bajas de embarazos, abortos, enfermedades de
transmisión sexual y conductas promiscuas, que los segundos. La necesidad de enseñar a
los niños y a los adolescentes en el manejo del impulso agresivo y sexual, hoy no es tema
de discusión entre los expertos en educación.
Por otro lado, hasta hace 30 años, la concepción de la relación de pareja y la sexualidad
era de una simplicidad extrema. En la sociedad no existía conciencia de la importancia del
desarrollo sexual desde la infancia hasta la adultez, y de la incidencia que tiene la
sexualidad en la vida de pareja, que hoy, más exigente que ayer, aspira a mantener una
relación en intimidad, a largo plazo, simétrica y respetuosa.
1) El tema de la sexualidad debe ser explorado con toda libertad, dándose respuesta a
todas las inquietudes que tengan los adolescentes, por más extrañas, sorprendentes o
“pervertidas” que puedan parecer.
3) Los adultos no les enseñamos qué hay que hacer, ni cómo hacerlo. Niños y adolescente
deben explorar su sexualidad solos y/o con sus pares. Nosotros los conducimos en los
caminos que ellos están dispuestos a indagar.
5) Los programas de educación sexual deben ser diseñados por expertos. Las materias que
tienen que ver con los determinantes biológicos de la sexualidad, vale decir, los métodos
de prevención y las enfermedades de transmisión sexual, deben ser elaboradas por
médicos especializados en ginecología, urología e infectología. Y los elementos
relacionados con la afectividad —la integración de la sexualidad a la afectividad, el
desarrollo psicosexual, la participación y los roles de los padres, de los colegios y de los
pares, los momentos adecuados para cada nivel e intensidad de caricias sexuales, la
sexualidad madura y de calidad, entre otros—, junto a temas como la renuncia a la
sexualidad, la fidelidad, la virginidad, el celibato, la elección de pareja, las consecuencias
7) Los que educan deben vivir este proceso como un desafío interesante. El
descubrimiento de nuevos vértices debe resultarles estimulante por la importancia del
tema en sí, y porque entregar una educación sexual que contribuya a la sanidad del
adolescente y del futuro adulto constituye un aporte muy motivante. De esta forma,
podrán transmitirles a sus alumnos lo apasionante y humanizador que es el conocer a
fondo todo lo relacionado con la sexualidad.
9) El hilo conductor de la educación sexual debe contener dos ideas esenciales: que la
sexualidad es una entrega en la que predomina el amor y no la agresión. Y que el goce
vinculado exclusivamente a la excitación, al uso, dominio y control del otro para gratificar
aspectos narcisistas, deteriora a futuro la calidad de la sexualidad.
10) Confiar en lo enseñado. Una actitud muy importante de parte de los educadores es
que deben confiar, tener fe, en que el pensamiento compartido, la reflexión, la
exploración de lo nuevo, con el tiempo cristaliza en respuestas creativas, humanas y
coherentes con nuestras creencias. Deben tener presente que el no pensar ni elaborar los
11) Evitar las dinámicas humanas simplificadoras. Evitar los lugares comunes. Estar
cuestionándose permanentemente los conceptos ya clarificados, enriquecerlos con la
nueva información, e incluso complejizarlos.
12) Tolerar la incertidumbre que significa abordar materias complicadas, donde lo nuevo,
lo incoherente y lo contradictorio generan impacto, elevan un tanto la angustia y tientan a
dar una respuesta que rápidamente sature la pregunta, evitando así la sana y paciente
espera reflexiva y elaborativa que podría concluir en una respuesta más comprensiva, más
convincente, más humana y más pedagógica.
13) Saber usar los conocimientos. Los conocimientos no son para simplificar la realidad
con discursos elementales adecuados a las propias posturas. Son para guardarlos en la
mente, tolerando a ratos el desorden, el caos y la falta de claridad, para construir
respuestas más ricas, flexibles y creativas cuando se requieran. Debe tenerse presente —
tal como intento hacerlo acá— que lo incorporado en esta forma de educación sexual que
propongo no es para proclamarla como si fuera la verdad definitiva. Más bien, ¡estamos
pensando juntos!
Como decía hace poco, la educación sexual que propongo corresponde a una misión
contra la simplificación de ambos bandos: el de la revolución sexual y del pansexualismo,
versus el del puritanismo moralizante.
1. Lograr que el objetivo principal de la educación sexual impartida sea el desarrollo vital
del sujeto, y demostrar que las ideas fuertes de dicha educación son las siguientes:
• Que cuando ambos miembros de la pareja son buenos amantes, las relaciones
afectivas en intimidad —que son en sí complicadas y con tendencia a la ambivalencia—
se hacen más estables, más leales y tienden a durar mucho más.
• Que tengan presente que durante la infancia y la niñez los límites son diseñados
como prohibiciones, orientadas al cuidado del infante y del niño, y muchas veces con
muy pocos argumentos comprensivos, por la incapacidad que ellos tienen de acceder a
esa comprensión.
• Que la aproximación a la sexualidad debe ser gradual y cuidadosa, que las personas
con más sanidad mental en general son más prudentes y comienzan más tarde la vida
sexual.
• Que la capacidad que tenemos los seres humanos de mantener la fuerza del deseo a
través del tiempo se prolonga hasta la muerte. Y que no debemos renunciar a esta
maravillosa dimensión que refuerza nuestra vitalidad en momentos difíciles.
4. Respetar todas las relaciones actuales del adolescente, sin desvalorizar ninguna. Esto
implica que reconocemos la importancia de los padres, del colegio y de sus pares en la
construcción de una sexualidad sana. Les damos a los mismos adolescentes un papel
fundamental en la exploración de su sexualidad, con sus amistades íntimas y con las
relaciones que tienen con los grupos. Y junto a todo esto, examinamos la importancia del
mito organizante de la cultura, o sea, los aspectos que hoy día constituyen un aporte a la
mayor libertad y autenticidad de la sexualidad; al mismo tiempo, denunciamos el
pansexualismo de una sexualidad cosificada, como objeto de mercado, y que no ayuda al
adolescente a la construcción de una sexualidad integrada, inteligente, elaborada y
armónica con su naturaleza.
Tenemos un claro desencuentro entre los intereses de los alumnos y lo que se les enseña.
El 49% de las mujeres adultas en Chile, y el 42% de los hombres adultos en Chile, afirman
que lo que les enseñan de sexualidad no se atiene a lo que han encontrado en la realidad.
En una encuesta realizada por Data Voz se concluye que nuestra sociedad es cada vez más
liberal: los hijos sin libreta no la complican, acepta disolver un matrimonio mal avenido, y
la virginidad ya no vale como antaño. Sólo respecto al tema de la homosexualidad
seguimos siendo conservadores, dado que esta condición sigue siendo mal vista por la
gran mayoría de la población. La misma encuesta afirma que los que profesan ideas
liberales alcanzan hoy día a un 64%, y las instituciones más tradicionales —como la Iglesia
y la familia— muestran escaso poder de convocatoria.
El 70% considera correcto tener relaciones sexuales antes de casarse. Apoyan la idea de
vivir juntos sin legalizar el vínculo, y un porcentaje significativo acepta tener hijos bajo esa
condición. La mayoría opina que si el matrimonio se lleva mal, es preferible que se
separen. La búsqueda de la felicidad es la aspiración principal, y pocos consideran que el
matrimonio la otorgue más que otros estados civiles.
Si bien debemos tener presente las motivaciones de los jóvenes a fin de integrarlas a su
educación sexual, también debemos diferenciarnos de ellos, de forma tal que nuestro
aporte sea una novedad y valoricen así nuestro empeño.
La encuesta del Ministerio de Educación del año 2004 muestra que gran parte de la
población opina que la educación sexual debe ser una responsabilidad compartida entre
padres, profesores y alumnos. Así opina el 78,1% de los padres, el 89,6% de los profesores
y el 63,8% de los alumnos.
En primer lugar, debemos tener presente que el aspecto más importante del aprendizaje
es llevado a cabo por identificación. En este sentido, los profesores tienen el desafío de
asumir un rol diferente al de meros administradores de la disciplina o de instructores que
entregan información. Deben preocuparse de ser figuras que representen los valores por
medio de las cuales los alumnos se puedan identificar. Deben ser capaces de trasmitir el
amor al conocimiento y a la verdad, de manera tal que los alumnos internalicen esta
actitud frente al saber y valoren la búsqueda de la verdad, el conocimiento profundo de la
realidad más allá de una visión simplificada, del servicio exclusivo de la técnica y de la
manipulación eficiente de la materialidad.
En materias de educación sexual, el rol del profesor está marcado por dos acciones:
Por otra parte, es importante que el profesor conozca el límite en su rol. Al educar la
sexualidad pueden aparecer situaciones individuales que el profesor no debe hacerse
cargo. Él puede escuchar o buscar ayuda, pero no es responsable de encontrar soluciones.
En caso de presentarse alguna situación grave, por ejemplo abuso sexual, debe conocer el
protocolo o plan de acción establecido por el colegio.
Por último, en la encuesta realizada el 2004 por el Ministerio de Educación, el 50% de los
alumnos considera que la persona más adecuada para hablar de sexualidad es el profesor.
En el 82% de los casos, los adolescentes consideran que es la madre la más indicada; le
sigue el padre en el 60% de los casos. Debemos crear una cultura donde el porcentaje de
alumnos que considera a la madre en primer lugar, y después al padre, ponga a los
profesores al mismo nivel de ellos, y también a los orientadores y psicólogos, que tienen
un 38%, y a los profesionales de la salud, que tienen un 44%.
Los padres tienen un rol fundamental en la educación de sus hijos. A pesar de que cada
vez se ha tomado más conciencia de esta necesidad, en las últimas generaciones las
estadísticas muestran una caída del interés y tiempo que los padres dedican a sus hijos. La
maximización del tiempo, exigidos por su trabajo, ha llevado a una exageración por parte
de los padres a la subcontratación de especialistas en funciones que son propias de ellos.
Bajo este contexto, surge la necesidad de sensibilizar a los padres y apoderamos frente al
rol que deben asumir ante esta tarea. Una Educación Sexual de calidad exige una
importante participación de los padres, tanto en las etapas de la infancia y niñez, como en
la pubertad y adolescencia de sus hijos.
En las primeras etapas de vida del hijo, los padres deben asumir el rol de informante
principal respecto de estas temáticas. Durante la infancia y niñez, será muy importante
mantener una comunicación abierta, cercana y fluida con el hijo. Así, cuando el niño se
transforma en púber, el pasado vincular basado en la comunicación y confianza va a
favorecer a que el hijo identifique a sus padres como un referente cercano a estos temas,
por lo tanto, tendrá la confianza e intimidad necesaria para hablar y compartir
curiosidades propias de la edad y experiencias concretas que comenzará a vivir. De esta
manera, a partir de la pubertad y adolescencia, el rol de los padres se desplaza hacia un
acompañamiento cercano y atento al proceso del hijo, por tanto, el rol de informante
principal recaerá sobre el quehacer del profesor.
Por otra parte, cuando el niño se transforma en púber, los padres tienden más bien a
alejarse, o a imponer una disciplina férrea con el fin de no ser molestado. Es necesario que
los mayores entendamos la complejidad de la adolescencia, y la gran exigencia que
significa este periodo del desarrollo para ellos. Los adolescentes suelen despertar
ansiedades y temores en sus padres, que tienen que ver con que sienten a su hijo como
peligroso, por la violencia que a veces demuestran, o en peligro, por los múltiples riesgos
en los que viven. También, sienten tristeza por la sensación de que el hijo abandona, que
es desagradecido, rencoroso o despreciativo.
Habitualmente este conflicto se complica, porque cuando los hijos son adolescentes los
padres entran en la crisis de la edad media, durante la cual justamente los padres
intentarán resolver aquellos conflictos propios atorados en la adolescencia.
Forma parte de las tareas de un colegio moderno, el informar y educar a los padres sobre
temáticas del ámbito sexual y afectivo en relación a la etapa del desarrollo en la que se
encuentran sus hijos, y explicar que el enfrentar bien cada etapa del proceso evolutivo de
sus hijos, junto a una participación activa en la enseñanza de estos temas, acarrea un gran
beneficio para el sano desarrollo de sus hijos.
• Conocer e informarse acerca del período del ciclo vital por el que está pasando su hijo, y
el gran desafío que le plantea el emerger de su sexualidad.
• Ayudar al hijo a hacer una verdadera experiencia emocional de lo que vive, y que no sea
un escarmiento traumático que, como consecuencia, reprime y posteriormente angustia.
De ahí la importancia de un buen acompañamiento por parte de los padres.
• Tomar conciencia de que los desafíos que tienen con sus hijos pueden ser muy
enriquecedores para los padres, de forma tal que enfrenten la tarea con interés,
Lo anterior le da un papel central al adolescente y a sus pares como sujetos que van a ir
experimentando entre ellos, compartiendo y pensando en conjunto. Ya hemos visto el
papel fundamental que tiene el colegio y los padres para acompañar promoviendo el
pensamiento y la reflexión, neutralizando la tendencia natural del joven a la actuación
impulsiva.
Consideramos todos los modos de asociación que tienen los adolescentes, cada uno con
sus diferentes aportes: los grupos de a dos, grupos chicos (3 o más mirándose a los ojos),
tribus, patotas, pandillas, bandas, grupos grandes, clubes, instituciones, partidos políticos
y masas. Todos éstos, en especial durante la adolescencia, van a ayudar y apoyar al
alumno a enfrentar los desafíos propios de la etapa vital.
Cuando hablamos de una sexualidad de calidad nos referimos a una sexualidad sana,
donde la excitación sexual está unida a estados afectivos positivos, y la unión de la pareja
es un complemento de satisfacción y aprendizaje mutuo, donde el respeto, el amor, la
sexualidad y la erótica están presenten. A mayor integración de excitación y afectos
positivos se dará una mejor sexualidad, una sexualidad de calidad.
Para entender bien este concepto vamos a explicar a continuación qué son los estados
afectivos positivos y negativos:
EXCITACIÓN SEXUAL
Si tuviéramos que señalar un instrumento que nos permita medir la calidad de la entrega
del cuerpo, sería el siguiente: la medida de integración entre excitación y afectos
positivos, por sobre la integración entre excitación y afectos negativos. Hay que tener
presente que cuando surge la excitación, uno de los dos tipos de afectos (positivos o
nevagivos) se va a ligar a ella.
Una sexualidad reprimida en el hombre puede conducir a la inhibición sexual, esto es, la
condición en que, teniendo deseo, no es capaz de realizar un acto sexual con soltura, goce
y entrega. También puede conducir a inhibiciones más severas que apagan el deseo
sexual, reflejadas en apatía, hiposexualidad, impotencia, eyaculación precoz o eyaculación
Sin embargo, la educación represiva es menos frecuente en los hombres que en las
mujeres. La cultura —trasmitida a través de los padres inicialmente— siempre se ha
preocupado de que al macho no se le coarte la excitación, porque sería fatal para la
especie: para fecundar, el macho requiere de erección, a diferencia de la hembra, que
puede estar pasiva, no excitada, e igualmente podrá ser fecundada. Esto hace que la
preocupación por la excitabilidad del macho tienda a implementar educaciones donde lo
esencial es su excitación, y no la integración afectiva al proceso. Por ejemplo, los padres
llevaban prematuramente a sus hijos a prostíbulos, para cultivar tempranamente la
excitación sexual pura, otorgada por una mujer experta; una sexualidad de macho, ruda,
potente pero sin afecto ni compromiso. El talón de Aquiles de esta modalidad es la
tendencia a la disociación sexo-afecto, con las consecuencias que veremos más adelante.
La represión en la mujer puede llevar igualmente a una forma de hacer el amor que, a
primera vista, parece ser contradictoria con la inhibición sexual: al igual que el hombre
inhibido, la mujer inhibida no puede incorporar la vertiente tierna, amorosa, a la relación
—la haría sentirse culpable de estar gozando, y paralizaría su excitación—, por lo cual
reduce la relación a su aspecto puramente genital, donde el ser penetrada ocupa el lugar
central, lo que puede darle un carácter un tanto masoquista al encuentro, aunque está
lejos de ser una perversión. Es frecuente que estas mujeres tengan fantasías de violación
por hombres rudos, enérgicos y agresivos, colindando con lo sádico. El hombre con una
sexualidad integrada se queja de que su mujer es tan poco romántica, que no se deja
acariciar ni besar, que le gusta “ir al grano” rápidamente. Por último, para la mujer cuya
sexualidad se ha visto reprimida el encuentro sexual no es relajado ni gozoso. De la misma
manera que el hombre, lo vive como un esfuerzo que prefiere evitar, y en muchos casos,
cuando conserva una pulsión sexual que por su intensidad escapó a la represión, también
practica la masturbación como un sustituto del coito, con todas las insatisfacciones que
esta conducta evasiva produce en su pareja.
Los afectos negativos implican falta de respeto y poca consideración por la situación del
otro y de mí mismo, descuido, lejanía y frialdad. Predomina una agresión dañina, que
deteriora más que protege la relación. Se simplifica la realidad y no se ve el futuro. El acto
no tiene consecuencias. No genera compromisos y el objeto sexual puede ser maltratado,
sustituido y traicionado. La relación no es con una persona, sino con un objeto de uso; el
vínculo no es lo principal; hay impaciencia por satisfacerse impulsivamente, la espera es
vivida como rechazo. No hay gratitud, la persona cree merecer lo que obtiene del otro por
sus propios méritos. El participante está centrado en sí mismo, en forma egocéntrica,
muchas veces excitado por el maltrato sádico, sin la anuencia del otro. Lo que parece
amor es un sentimiento infantil, inauténtico, muchas veces orientado a seducir, a
conseguir admiración, a lograr cautivar a la pareja para tenerla a disposición, a obtener el
gozo para sí mismo; pero, una vez consumado el acto, obtenido el orgasmo, ese
sentimiento de amor frágil e inauténtico se apaga.
La disociación —que ahora entendemos como la separación entre los afectos positivos y
los afectos negativos— surge del deseo de vivir el placer sexual centrado en su aspecto
Una solución medianamente adaptativa para estabilizarse en una relación disociada sin
destruir el matrimonio, y que por siglos ha sido de gran uso en la sociedad machista, ha
sido para el hombre manejar dos tipos de mujeres en su mente: una que representa el
El primer paso es la libidinización del cuerpo. Este proceso toma entre 2 a 3 años desde
que el bebé nace. La libidinización se hace preferentemente con el cuerpo de la madre,
quien usa todos sus sentidos para captar las necesidades del hijo e, interactuando con él,
lo estimula permanentemente. Lo estimula con el tacto, la mirada, la sonrisa. Al tomarlo,
amamantarlo, acariciarlo, limpiarlo, mecerlo, y así por delante. El cuerpo del padre va
tomando cada vez mayor relevancia para el bebé. Los estudios actuales demuestran lo
importante que es la crianza compartida, y lo beneficioso que es para el hijo(a) que
incluso las labores tradicionales de la madre sean también ejecutadas por el padre. A
partir de los 3 a 4 años se produce una pausa en este proceso libidinal, y el impulso sexual
se hace latente. Durante este período, se van a desarrollar en el niño las capacidades para
compartir con sus compañeros, explorar el mundo, y adquirir la independencia que lo
lleve a un funcionamiento cada vez más autónomo.
Para que las fases del desarrollo sexual humano culminen en un Amor Sexual Maduro, se
requiere que no ocurran perturbaciones durante este proceso. Los eventos que impiden
dicha integración, generando perturbaciones que afectan el proceso de desarrollo de cada
fase del desarrollo sexual humano, son los eventos traumáticos, que pueden dejar como
secuela represión, desintegración, o disociación en el funcionamiento mental. Un evento
traumático es una situación desconocida para el aparato mental que produce altos niveles
Las situaciones traumáticas pueden ser de dos niveles de intensidad: mediana o excesiva.
La situación traumática de mediana intensidad lleva a que la mente, una vez acontecido
el evento, lo encierre en una zona a la cual no se tiene acceso directo a través de los
funcionamientos conscientes. Esto implica que instala ese evento en el inconsciente. La
vivencia traumática deja una predisposición a que cualquier acontecimiento futuro que
recuerde la situación vivida en el pasado —aunque el parecido sea mínimo— activa
inmediatamente altos niveles de angustia. Esto acontece, por ejemplo, cuando un niño es
estimulado sexualmente a partir de los 5-6 años. En tal caso tiene una vivencia traumática
de este nivel de perturbación y —como decía— la mente tapa el evento generando una
situación fóbica frente a cualquier situación que despierte el deseo sexual.
De todo lo anterior podemos concluir que una sexualidad sana, que permite la integración
de la excitación con los afectos positivos, requiere no haber vivido ni eventos traumáticos
ni eventos disociadores. Ambos dificultan el proceso de integración y afectan la sana
evolución de las fases del desarrollo sexual humano que conducen al Amor Sexual
Maduro. Es por esta razón debemos fundamentar de manera clara, precisa e interesante
para el alumno, las perturbaciones que pueden ocurrirle cuando se expone a tener
vivencias sexuales para las cuales su mente no está preparada. Es fundamental, entonces,
entender cuáles son las capacidades mentales en cada una de las etapas del desarrollo;
cuál es el grado de estimulación sexual al que debe ser expuesto el infante, el niño, el
púber y el adolescente; y cuáles son los riesgos a que está expuesto cuando esta
estimulación sexual no corresponde a la etapa que está viviendo, o cuando hay una
ausencia de la estimulación sexual oportuna. Todo esto será visto en profundidad en el
módulo II.
En seguida, veremos que el elemento fundamental para una sexualidad de calidad y para
el enriquecimiento del deseo es la capacidad de satisfacer la necesidad respetando los
límites que demandan la preocupación por el otro y por uno mismo. Junto con esto, la
fuerza de voluntad para la postergación del deseo sexual es muy importante, lo que
implica saber renunciar a las satisfacciones inmediatas y posponer un encuentro sexual
para un momento en que se den las condiciones necesarias para que el encuentro sea
vivido en respeto, amor y cuidado. De aquí el valor de la postergación, ya que fomenta el
cuidado que favorece un encuentro personalizado y amoroso, como también, la
construcción de una sexualidad que promueve una relación afectiva de calidad, duradera,
intensa y creativa.
Para mantenerse apasionado en la relación con algo o con alguien, es necesario conservar
vivo el deseo. El deseo tiene una base instintiva animal, que tiende a la satisfacción en un
estilo egocéntrico y narcisista, sin tener consideración por el otro, y que se despliega en la
búsqueda del placer inmediato y la descarga. Pero también el deseo puede satisfacerse
teniendo presente al otro, considerando las limitaciones de la realidad, pensando a futuro
y no en la inmediatez, disfrutando en el proceso y no en la descarga. Es la diferencia entre
tener sexo poniendo el acento en lograr el orgasmo y la eyaculación, o hacer el amor.
Pero, finalmente, en el deseo se amalgaman esas dos tendencias: la primera es
claramente transgresora del otro, y en la otra se lo respeta, se respeta sus necesidades y
En la vida de la pareja va a ser determinante la calidad del deseo construido, porque éste
va a incidir en la calidad no sólo de la pasión carnal, sino también de la pasión afectiva, las
cuales definen el pronóstico de una relación a largo plazo.
Ahora bien, cuando la autoridad —y, por tanto, la educación— es sumamente rígida,
excesivamente prohibitiva, castigadora y perfeccionista, el lactante, el niño, el púber, el
adolescente y, posteriormente, también el adulto joven, se angustiarán frente a cualquier
posibilidad que lo tiente a la trasgresión. Por lo tanto, evitará conocer el placer sexual,
aventurarse a explorar las fantasías conectadas a ese placer. En la infancia evitará la
masturbación. Y en la niñez, pubertad y adolescencia, evitará todo contacto con las
fantasías que van construyendo el deseo erótico. Frente a todas aquellas vivencias que lo
aproximen a vivenciar aquello prohibido, la mente automáticamente interpondrá un
tabique, de manera que esa experiencia no forme parte del mundo consciente. Ese
tabique actúa como un dique que desconecta la experiencia consciente de la inconsciente,
dejando censurados y reprimidos los contenidos inconscientes. Y así, cualquier experiencia
de la vida real que vaya a recordar aquello que está reprimido, va a gatillar una señal de
angustia. El temor, la angustia, el miedo, la culpa y la persecución que rodea a todo
aquello que tenga una connotación sexual, impedirán el enriquecimiento del deseo.
Actualmente, hay una orden implícita y explícita de los medios de comunicación de masas:
“¡Gocen! gocen ahora, con todas las ganas, lo máximo y todo el tiempo que sea posible…
aprovechemos todavía un poco más”. Las religiones nos prometían felicidad en el futuro,
en el más allá; las ideologías, en un futuro pos-revolucionario; el mensaje actual es que la
felicidad consiste en querer eso aquí y ahora, y obtenerlo a cualquier precio. Algunos
reaccionan intentando huir de esa provocación, y lo hacen prohibiendo, censurando. Pero
como no es posible marginar al adolescente del grupo social, termina igualmente invadido
por tales mensajes y, lo peor de todo, muy mal preparado para digerirlos.
Ser inteligente emocionalmente es ser capaz de percibir con lucidez la situación afectiva y
emocional que se está viviendo en un momento dado, ya sea solo o con otro —percepción
que incluye el grado de conflicto que todo vínculo conlleva— y, al mismo tiempo,
reaccionar, proveer de una respuesta que contribuya al progreso y al desarrollo de la
relación, ya sea consigo mismo o con los demás.
Esta capacidad de leer la realidad emocional requiere poder instalarse en una situación el
tiempo necesario para dejarse impactar afectivamente por los elementos sentimentales y
emocionales que están en juego. Esta capacidad de espera, esta paciencia y aguante ante
la incertidumbre que supone no tener una respuesta preconfigurada frente a la realidad,
depende de la capacidad de tolerar la frustración que tenga el individuo.
Pero no basta con reconocer, con leer la realidad emocional que se está viviendo. Para
que haya desarrollo, para que haya progreso, reforzamiento y enriquecimiento del
vínculo, se requiere una respuesta creativa que resuelva en caso de conflicto o que, en
términos generales, enriquezca y contribuya al desarrollo del vínculo. La calidad de tal
reacción, de esa respuesta, va a depender del arsenal de recursos mentales de que el
sujeto disponga, los cuales no son sino fruto de experiencias pasadas que se han ido
almacenando en la memoria. Y la calidad de estas experiencias pasadas como recursos
mentales disponibles, va a depender del nivel simbólico, del grado de sublimación con que
El proceso que acabo de describir corresponde a los pasos necesarios para la construcción
del pensamiento, de los símbolos y el lenguaje a partir de la infancia y la niñez. Si el
lactante no fuera nunca destetado, no sería capaz de concebir en su mente la idea de
pecho. Es en el momento en que aparece el deseo de mamar, y en el lapso en que no
puede satisfacerlo, que en su mente se construye y rescata el recuerdo de una
representación que no es sino la imagen de un pecho. Si en ese momento hay un exceso
de angustia, la mente se paraliza y no puede construir tal representación. De ahí la
importancia de vivir la experiencia en un clima mínimamente contenedor, amoroso.
Y así, todos los aprendizajes son el resultado de un cierto nivel de frustración que activa la
necesidad y el deseo, a partir del cual, dependiendo de los recursos mentales, de la
tolerancia a la frustración de no poder satisfacer en forma inmediata ese deseo, y del
clima de contención y amor en que sea vivida dicha frustración, se va a construir el
símbolo, el lenguaje, la habilidad o la destreza en cuestión. Al contrario, la búsqueda del
En este sentido, la búsqueda del deseo como situación creativa está centrada más en el
proceso, en el compartir, en la preocupación por el otro; en definitiva, en un estado
mental amoroso que ayuda a tolerar la insatisfacción, facilitando así una experiencia
cargada de recursos simbólicos y sublimaciones, que en forma sucesiva permitirá dar
nuevas respuestas más enriquecidas.
Lo que motiva a un vínculo consigo mismo y con el mundo donde lo que predomine sea el
deseo por sobre la búsqueda del goce, es la pasión afectiva. Ésta se alimenta de las ganas
de conocer al otro más allá de uno mismo, de respetarse y cuidarse a sí mismo evitando
los procesos autodestructivos, y de amar, por el puro placer de hacer crecer y desarrollar
a otros. La inteligencia emocional y los recursos mentales van a estar muy determinados
por la calidad de la pasión afectiva, la que a su vez se alimenta del deseo.
La fidelidad a los amigos, hermanos, padres —y así con todos los vínculos llamados
fuertes— depende de la regulación de la ambivalencia de amor y odio, en el sentido de
que cuanto más predomine el amor en el vínculo, mayor será el grado de fidelidad. Esto,
que ocurre en todas las relaciones, acontece en la relación de pareja con un agregado
especial que proviene de aquello que justamente caracteriza a la pareja: el sexo. De aquí
surge, entonces, el concepto de fidelidad sexual, como una variante al interior de las
complejas relaciones humanas.
La excitación sexual que busca el placer en el contacto sensorial con un cuerpo idealizado,
siempre estimulante, favorece el recambio, la sustitución y, por lo tanto, las relaciones
transitorias, pasajeras y, en definitiva, con poca lealtad a esa expresión afectiva del
compartir íntimo de los cuerpos. Además, se refuerza esta actitud con la cultura de
recambio y sustitución fácil a la que constantemente invita la sociedad de consumo,
donde la mayor parte de los objetos son desechables y no reparables.
Es importante recordar…
• Los factores importantes que han influido sobre actitudes frente a la Sexualidad y su
Educación:
El ingreso de la mujer al mundo laboral ha marcado una tendencia hacia una mayor
igualdad de género y una relación de pareja simétrica.
Permanece una educación sexual represiva en las mujeres y disociada en los hombres.
Proponer objetivos orientados a desarrollar un buen manejo del impulso sexual, de modo
que permitan desarrollar la inteligencia emocional y por ende, promuevan una mejor
calidad de vida.
Padres: Acompañar y guiar según necesidades de la etapa del desarrollo de sus hijos.