Las células se autosacrifican para mantener nuestro organismo en
condiciones cuando sufren una alteración o ya no sirven. Este suicidio celular que se observa en todos los organismos pluricelulares se denomina apoptosis, en el cual el núcleo celular se condensa, la célula se seca y las células vecinas la engullen, por medio de un proceso rápido y sin rastros de inmolación intrínseco. Este fenómeno en su exceso y en su defecto ha sido estudiado por curiosidad y para combatir enfermedades graves como el SIDA, la artritis reumatoide, cáncer, mal de Alzheimer, etc. Se ha descubierto que la apoptosis no es mala para el organismo cuando está regulada o programada, sino que es imprescindible por sus implicancias en el desarrollo animal, como el caso de los renacuajos que pierden su cola en la metamorfosis, o la pérdida neuronal de algunos mamíferos durante su desarrollo. Esta muerte programada se ha diferenciado de la necrosis o muerte accidental (sin gasto de energía o pasiva), en la que las células sufren daños graves como la falta de oxígeno o una contusión física, por signos como una hinchazón. La célula y sus organelas se hinchan y cuartean porque la célula pierde el equilibrio de iones y fluidos que ingresan descontroladamente. Los macrófagos y glóbulos blancos cercanos a la célula necrótica la ingieren, pero su acción deliberada sobre tejidos sanos puede dañarlos. En la apoptosis, que es un proceso con gasto de energía (activo) no ocurre la hinchazón, sus células se achican y luego se cubren de burbujas, manteniéndose la estructura de sus organelas, pero formándose manchas de cromatina cerca de la membrana nuclear. Con las células apoptósicas no ingeridas ocurren dos cosas: se fragmentan formando cuerpos apoptósicos o persisten y sustituyen su citoplasma por proteínas, como en el caso del cristalino ocular o los queratinocitos de la piel. La apoptosis es fundamental en el mantenimiento del organismo maduro, pero su desequilibrio podría provocar diversas enfermedades. Las moléculas que intervienn en este proceso y en su regulación son unas proteínas celulares silentes que se activan cuando la célula es inútil o peligrosa, destruyéndola. Cuando una célula pierde su comunicación con el exterior o confunde las órdenes de crecimiento, supervivencia o división se pone en marcha este mecanismo, a veces predecible (como en los queratinocitos que mueren a los 21 días de iniciar su viaje hacia las capas córneas) o impredecible. Existen proteasas (enzimas proteolíticas) de tipo ICE que en desarreglos celulares destruyen las proteínas y por ende a la célula. Este fenómeno depende del tipo celular y de su grado de maduración. Las señales que lo inducen utilizan intermediarios entre éstas y las proteasas. Las células T se forman en la médula ósea y algunas maduran en el timo, para especializarse en timocitos. Si estos timocitos no fabrican receptores funcionales capaces de detectar las infecciones (respuesta inmune), se adhieren a moléculas del timo, no reconocen sustancias o estructuras del cuerpo (autoinmunidad), o son atacadas por rayos X u otros, son destruidas. La apoptosis se induce por la pérdida de interleucina 2 (factor de células T9 o de moléculas Fas. Cuando las células T encuentran un antígeno y se activan producen más Fas, que luego se unirá al ligando Fas dando así la señal de apoptosis. Algunas células son más proclives que otras a este fenómeno, por ejemplo las neuronas no se destruyen así porque sí. Podría ser un rasgo evolutivo para que células irremplazables opongan resistencia. La sensibilidad está regulada por la proteínas Bel- 2, Bax y Bad. Algunas promueven el mecanismo y otras lo bloquean. La desregulación estaría detrás de muchas patologías. Los virus se meten dentro de las células y logran que ésta sólo fabrique las proteínas que él necesita, y para detenerlo, es necesario el suicidio de las células. Por ello se busca bloquear la actividad antiapoptósicas en terapias antivíricas. Pero el sistema inmunitario posee armas contra los engaños víricos. Los linfocitos citotóxicos se unen a las células diana y liberan perforina (proteína) que produce poros en la membrana y favorece la entrada de granzimas (enzimas que activan a las proteasas) o de iones calcio que colabora con las granzimas produciendo una muerte necrótica. Pero las células T pueden provocar suicidios de células sanas por medio de los ligandos Fas que actuarían sobre las proteínas Fas de las células sanas, provocando su muerte. En el virus de inmunodeficiencia humana las células T mueren y provocan la caída de la inmunidad del cuerpo. Sucedería esto por exceso de proteína Fas o porque las células encuentren el antígeno que sus receptores reconocen. También los radicales libres liberados por ejemplo por los nódulos linfoides provocan apoptosis en células sanas, cuestión que sería neutralizada por diversas sustancias. Técnicamente, las células sanas no mueren por un proceso de autoinmunidad. Circulan linfocitos de baja reactividad pero potencialmente hiperactivos si reconocen antígenos foráneos, aunque sea una reacción autolimitante. En la autoinmunidad las células dejan de suicidarse cuando se espera, como las células cancerosas que dejan de auto sacrificarse. Se produce una excesiva proliferación de células y una pérdida de la capacidad apoptósica. En varios tipos de linfomas se sintetiza mucha Bcl- 2 que inhibe el suicidio ( como hacen los melanocitos de la piel para proteger a otras células), impidiendo la erradicación de células metastásicas, o se inhibe la síntesis de la proteína p53 que activa el suicidio. Las terapias antitumorales como las radiaciones o la quimioterapia producen la apoptosis por la activación de la proteína p53. En las cardiopatías isquémicas y accidentes cerebrovasculares, se produce necrosis por el ingreso de iones Calcio, continuada por la liberación de glutamato (neurotransmisor) y seguida por apoptosis. Las células que mueren no se recuperan más, como también sucede en enfermedades como la de Alzheimer, Parkinson,etc, pero se desconoce su causa. El conocimiento mayor de este fenómeno seguramente echará luz sobre todas estas patologías que aún su investigación se hallan en etapas iniciales.