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LOS EVENTOS EN ESTE LIBRO SON REALES.

LOS NOMBRES Y LOS LUGARES HAN SIDO CAMBIADOS PARA PROTEGER


A LOS DE LORIEN QUE PERMANECEN ESCONDIDOS.

EXISTEN OTRAS CIVILIZACIONES.

ALGUNAS BUSCAN DEStRUIRNOS.


LA VENGANZA DE SIETE
Pittacus Lore

Traducido por:

Ellos Caminan Entre Nosotros


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CAPITULO
UNO
LA PESADILLA HA TERMINADO. Cuando abro los ojos no hay nada más
que oscuridad. Estoy en una cama, es lo que puedo decir, y no es la mía.
El colchón es enorme, de alguna manera contornea perfectamente mi
cuerpo, y por un momento me pregunto si mis amigos me movieron a una
de las camas grandes del penthouse de Nueve. Estiro mis piernas y brazos
tan lejos como puedo sin encontrar las orillas. La sábana que me envuelve
es más resbaladiza que suave, casi como plástico, e irradia calor. No sólo
calor, me doy cuenta que emite una vibración constante que alivia mis
músculos doloridos.

¿Cuánto tiempo he estado dormida, y dónde demonios estoy?

Trato de recordar qué me pasó, pero todo lo que puedo recordar es


mi última visión. Se sintió como si estuviera en esa pesadilla por días.
Todavía puedo oler el hedor del caucho quemado de Washington D.C.
Nubes de humo permanecían sobre la ciudad, un recordatorio de la
batalla que se libró ahí. O la batalla que se librará ahí si mi visión
realmente se hace realidad.

Las visiones. ¿Son parte de un nuevo Legado? Ninguno de los demás


tiene Legados que los dejan traumatizados por la mañana. ¿Son
profecías? ¿Engaños enviados por Setrákus Ra, como los sueños que John
y Ocho tienen? ¿Son advertencias?

Sean lo que sean, desearía que dejaran de suceder.


Tomo varios respiros profundos para sacar el olor de Washington
fuera de mi nariz, aunque sé que todo está en mi cabeza. Lo que es peor
que el olor es que puedo recordar cada detalle, hasta la horrorizada
mirada en el rostro de John cuando me vio en el escenario condenando a
Seis a la muerte. Él también estaba atrapado en la visión como yo. Era
impotente ahí, atrapada entre Setrákus Ra, autoproclamado gobernante
de la Tierra, y…

Cinco. ¡Él está trabajando con los Mogadorianos! Tengo que


advertirles a los demás. Me incorporo en la cama y la cabeza me da
vueltas muy rápido, puntos de color flotan a través de mi visión.
Parpadeo para quitarlos, mis ojos se sienten pegajosos, tengo la boca seca
y me duele la garganta.

Esto definitivamente no es el penthouse.

Mi movimiento debió activar algún sensor cercano, porque las


luces del cuarto comienzan a encenderse lentamente. Sucede de forma
gradual, hasta que la habitación finalmente es bañada por un pálido
resplandor rojo. Miro alrededor en busca de la fuente de la luz y
descubro que proviene de venas palpitantes a través de las paredes de
paneles cromados. Un escalofrío me recorre al ver con cuánta precisión
se ve el cuarto, que tan grave es, que carece de cualquier decoración en
absoluto. El calor de la manta aumenta, casi como si quisiera
mantenerme segura debajo de ella. La aviento lejos.

Este es un lugar Mogadoriano.

Me arrastro a través de la gigantesca cama, que es más grande que


una todo terreno, lo suficientemente grande para que un dictador
mogadoriano de tres metros de altura se relaje, hasta que mis pies
desnudos cuelgan sobre el piso de metal. Llevo puesto un largo camisón
gris bordado con vides negras y espinosas. Me estremezco pensando en
ellos poniéndome en este vestido y dejándome aquí para descansar.
Pudieron haberme matado, en cambio ¿me pusieron un pijama? En mi
visión, estaba sentada junto a Setrákus Ra. Me llamó su heredera. ¿Qué
significa eso? ¿Es por eso por lo que sigo viva?

No importa. El hecho es: he sido capturada. Sé eso. ¿Ahora qué voy


a hacer al respecto?

Me imagino que los Mogs debieron moverme a una de sus bases.


Excepto que esta habitación no es como las horribles y minúsculas
celdas que Nueve y Seis describieron de cuando fueron capturados. No,
esta debe ser la retorcida idea mogadoriana de hospitalidad. Ellos están
tratando de cuidarme.

Setrákus Ra quiere tratarme más como un huésped que como un


prisionero. Porque, algún día, él me querrá gobernando a su lado. ¿Por
qué?, sigo sin entender, pero ahora mismo es la única cosa que me
mantiene con vida.

Oh no. Si estoy aquí, ¿qué pasó con los otros en Chicago?

Mis manos empiezan a temblar y lágrimas me asoman en los ojos.


Tengo que salir de aquí. Y tengo que hacerlo sola.

Me deshago del miedo. Me deshago de las persistentes visiones de


un Washington diezmado. Me deshago de la preocupación acerca de mis
amigos. Me deshago de todo eso. Tengo que ser una pizarra en blanco,
como fui cuando peleamos por primera vez en Nuevo México contra
Setrákus Ra, como fui durante mis sesiones de entrenamiento con los
demás. Es más fácil para mí ser valiente cuando simplemente no pienso
en ello. Si actúo por instinto, puedo hacer esto.
Imagino a Crayton decir. “Corre hasta que ellos estén demasiado
cansados para perseguirte.”

Necesito algo para pelear contra ellos. Escruto la habitación en


busca de cualquier cosa que pueda usar como arma. Junto a la cama hay
una mesita metálica, el único mobiliario de la habitación. Los Mogs
dejaron un vaso de agua allí para mí, pero no soy lo suficientemente tonta
como para beberlo aunque estoy locamente sedienta. Junto al vaso hay
un libro del tamaño de un diccionario con una cubierta de piel de
serpiente. La tinta en la portada parece quemada, las palabras
sangrientas y ásperas alrededor de los bordes, como si fuesen impresas
con ácido para tinta.

El título dice ‘El Gran Libro del Progreso Mogadoriano’,


sorpresivamente en Inglés. Debajo de este, hay una serie de símbolos y
marcas que asumo es Mogadoriano

Tomo el libro y lo abro. Cada página está dividida a la mitad, Inglés


en un lado y Mogadoriano en el otro. Me pregunto si se supone que
tengo que leer esto.

Golpeo el libro cerrado. Lo importante es que es pesado y puedo


lanzarlo. No convertirá a ningún guardia Mogadoriano en una nube de
cenizas, pero es mejor que nada.

Bajo de la cama y camino hacia lo que creo es la puerta. Es un panel


rectangular en la pared plateada, pero ahí no hay perillas o botones.

Mientras me acerco de puntillas, preguntándome cómo voy a abrir


esta cosa, escucho el ruido de un zumbido mecánico desde el interior de
la pared. Debe ser un sensor de movimiento como las luces, porque la
puerta sisea hacia arriba tan pronto como estoy cerca, desapareciendo en
el techo.
No dejo de preguntarme por qué no estoy encerrada. Agarrando el
libro Mogadoriano, doy un paso hacia el pasillo que es tan frío y metálico
como mi cuarto.

—Ah —dice la voz de una mujer—. Estás despierta.

En lugar de guardias, hay una mujer mogadoriana sentada en un


taburete fuera de mi habitación, obviamente esperándome. No estoy
segura si he visto antes una mujer mog, y definitivamente ninguna como
ella. De mediana edad con arrugas formándose en la piel pálida alrededor
de sus ojos, la Mog se ve sorpresivamente no amenazante en un vestido
de cuello alto que llega hasta el piso, como algo que una de las hermanas
de Santa Teresa usaría. Su cabeza está rapada a excepción de dos largas y
negras trenzas en la parte posterior de su cráneo, el resto de su cuero
cabelludo está cubierto por un tatuaje bien elaborado. En lugar de ser
desagradable y cruel como los Mogs con los que he peleado antes, esta es
algo elegante.

Me detengo en seco frente a ella, insegura de qué hacer.

La Mog mira el libro en mis manos y sonríe.

—Lista para empezar tus estudios, ya veo. —Dice ella poniéndose


de pie. Es alta, delgada y vagamente como una araña. De pie frente a mí,
ella se inclina en una elaborada reverencia.

—Señorita Eli, seré su instructora mientras…

Tan pronto como su cabeza baja lo suficiente, la golpeo en la cara


con el libro tan fuerte como puedo.
No lo ve venir, pero se me hace extraño porque todos los Mogs que
me he encontrado han estado listos para pelear. Suelta un corto gruñido
y golpea el piso con un revoloteo de la tela de su vestido de lujo.

No me detengo a ver si la he noqueado o si está sacando un cañón


desde algún compartimento escondido en ese vestido. Corro, eligiendo
cualquier dirección y a toda velocidad por el pasillo tan rápido como
puedo. El piso de metal incomoda mis pies desnudos y mis músculos
comienzan a doler, pero ignoro todo eso. Tengo que salir de aquí.

Es una pena que estas bases secretas mogadorianas no tengan


ninguna señal de salida.

Doy vuelta en una esquina y luego en otra, corriendo a través de los


pasillos que son idénticos. Me mantengo esperando a que las sirenas
comiencen a sonar ahora que he escapado, pero no lo hacen. No hay
ningún Mogadoriano persiguiéndome tampoco.

Justo cuando estoy empezando a perder el aliento y desacelerando,


una puerta se abre a mi derecha y dos mogadorianos salen. Son más como
a los que estoy acostumbrada, fornidos, con uniforme de combate negro,
con ojos pequeños y brillantes mirando hacia mí. Empiezo a correr lejos
de ellos, aunque ninguno de los dos hace el intento de agarrarme. De
hecho, creo oír a uno de ellos riéndose.

¿Qué está pasando aquí?

Puedo sentir a los dos soldados Mog observándome correr, así que
agacho la cabeza en el primer pasillo que puedo. No estoy segura si estoy
yendo en círculos o qué. No hay ninguna luz del sol, o ruidos de afuera,
nada que me indique que debo de estar acercándome a una salida. No
parece que a los Mogs les importe lo que haga, como si supieran que no
tengo posibilidad de salir de aquí.
Me detengo para recobrar el aliento, cautelosamente avanzo poco a
poco en este pasillo vacío. Sigo aferrada al libro, mi única arma, y mi
mano comienza a acalambrarse. No dejo que se me caiga y lo presiono.

Más adelante, un amplio arco se abre con un siseo hidráulico; es


diferente a las otras puertas, más amplio, y hay luces extrañamente
parpadeando en el otro lado.

No luces parpadeantes. Estrellas.

Mientras camino bajo el arco, el techo de metal chapado da paso a


una burbuja de cristal, la habitación es amplia, casi como un planetario.
Excepto que no es real. Hay varias consolas y ordenadores que
sobresalen del suelo, tal vez se trata de algún tipo de sala de control, pero
los ignoro, están dibujados en vez tener la vista vertiginosa en la gran
ventana.

Oscuridad. Estrellas.

Tierra.

Ahora entiendo por qué los mogadorianos no me perseguían. Ellos


saben que no hay ningún lugar al que escapar.

Estoy en el espacio.

Llego hasta el vidrio, presionando mis manos contra él. Puedo


sentir el vacío exterior, el helado espacio sin aire, sin fin, que flota entre
mí y ese orbe azul que flota en la distancia.

—Glorioso, ¿no es así?


Su vozarrón es como un balde de agua fría vertido sobre mí. Me doy
la vuelta y pego mi espalda al cristal sintiendo como el vacío detrás de mí
podría ser preferible que estar frente a él.

Setrákus Ra está de pie detrás de uno de los paneles de control,


mirándome, con un atisbo de sonrisa en su rostro. La primera cosa de la
que me doy cuenta es que no es ni de cerca tan grande como era cuando
peleamos con él en la base de Dulce. De cualquier modo, Setrákus Ra es
alto e imponente, su ancho cuerpo vestido con un uniforme negro,
tachonado y decorado con una variedad de medallas mogadorianas. Tres
collares Lorienses, los que tomó de los Garde muertos, cuelgan en su
cuello, brillando con un tenue color cobalto.

—Veo que has tomado mi libro —él dice, señalando hacia mi


diccionario tamaño club. No me había dado cuenta que estaba
presionándolo contra mi pecho—. Aunque no necesariamente en la
forma que yo esperaba. Afortunadamente tu instructora no fue
gravemente herida…

Repentinamente, en mis manos, el libro comienza a brillar de color


rojo, como el pedazo de escombro que tomé en la base de Dulce. No sé
exactamente cómo lo estoy haciendo, o qué estoy haciendo.

—Ah —dice Setrákus Ra, viendo con una ceja levantada—. Muy
bien.

—¡Vete al infierno! —Grito, y lanzo el libro brillante hacia él.

Antes de que, incluso alcance la mitad del camino hacia él, Setrákus
Ra levanta una enorme mano y el libro se detiene en medio del aire. Veo
como el resplandor que le había infundido se desvanece lentamente.

—Ahora, ahora —me regaña—. Suficiente de eso.


—¿Qué es lo que quieres de mí? —le grito, lágrimas de frustración
salen de mis ojos.

—Tú ya sabes que —replica—. Te mostré lo que está por venir.


Justo como se lo mostré a Pittacus Lore.

Setrákus Ra presiona unos cuantos botones en el panel de control


que está frente a él, y la nave comienza a moverse. Gradualmente, la
Tierra se ve increíblemente lejos y también tan cerca que podría
alcanzarla y agarrarla, se desplaza a través de mi vista. No nos estamos
acercando; estamos girando en el mismo sitio.

—Estás a bordo de Anubis —Setrákus Ra entona una nota de


orgullo en su voz grave—. El buque insignia de la Flota Mogadoriana.

Cuando el barco termina de girar, me quedo sin aliento. Extiendo la


mano y la presiono contra el vidrio para apoyarme, repentinamente
siento mis rodillas débiles.

En el exterior, en órbita alrededor de la Tierra, está la Flota


Mogadoriana. Cientos de naves, muchas de ellas largas y plateadas, del
tamaño de aeroplanos pequeños, como los que la Garde ha descrito en
combates antes. Pero entre ellos hay al menos veinte enormes buques de
guerra que empequeñecen el resto, inminente y amenazador, cañones
sobre las naves que sobresalen en los marcos angulares, dirigiéndose
directo hacia el planeta desprevenido.

—No —susurro—. Esto no puede estar pasando.

Setrákus Ra camina hacia mí, y estoy demasiado sorprendida por la


visión desesperanzadora antes de poder moverme siquiera. Gentilmente,
él pone su mano sobre mi hombro. Puedo sentir la frialdad de sus dedos a
través de mi vestido.
—El momento ha llegado —dice, mirando a la flota conmigo—. La
Gran Expansión ha llegado a la Tierra, por fin. Vamos a celebrar el
Progreso Mogadoriano juntos, nieta.
CAPITULO
DOS
DESDE LA AGRIETADA VENTANA DEL SEGUNDO PISO DE UNA fábrica textil
abandonada, veo a un anciano en un abrigo andrajoso y unos jeans
sucios agacharse en la puerta tapiada de un edificio cruzando la
calle. Una vez que está instalado, el hombre saca una botella con
un forro de color marrón de su abrigo y empieza a beberla. Es la
mitad de la tarde – Estoy de guardia – y él es el único ser con vida
que he visto en esta parte abandonada de Baltimore desde ayer
que llegamos aquí. Es un lugar tranquilo y desierto, y sin embargo,
sigue siendo mejor a la versión de Washington, D.C. que vi en la
visión de Eli. Al menos por ahora, no parece que los mogadorianos
nos hayan perseguido desde Chicago.

Aunque técnicamente, no tendrían por qué hacerlo. Después


de todo ya hay un mogadoriano entre nosotros.

Atrás de mí, Sarah pisa fuerte. Estamos en lo que solía ser la


oficina del jefe, con polvo por todas partes, las tablas del suelo
levantadas y enmohecidas. Me doy vuelta justo a tiempo para ver
como frunce el ceño a los restos de una cucaracha en la planta de
su tenis.
—Ten cuidado, podrías estrellarte justo a través del suelo. —
Le digo medio bromeando.

—Supongo que era demasiado pedir que todas sus bases


secretas fueran en un penthouse, ¿eh? —Sarah dice mirándome
con una sonrisa burlona.

Dormimos ayer por la noche en esta vieja fábrica, nuestras


bolsas de dormir están puestas en el piso con las tablas hundidas.
Ambos estamos sucios, han pasado un par de días desde nuestra
última ducha real, y el cabello de Sarah se ha llenado de suciedad.
Aun así ella sigue siendo hermosa para mí. Sin ella a mi lado, yo
podría haberme perdido totalmente después del ataque en
Chicago, donde los Mogs secuestraron a Eli y destruyeron todo el
penthouse. Hago una mueca antes esa idea, y la sonrisa de Sarah
desaparece de inmediato. Me alejo de la ventana y camino para
acercarme a ella.

—Esto de no saber nada me está matando —digo, sacudiendo


la cabeza—. No sé qué hacer.

Sarah me acaricia el rostro, tratando de consolarme.

—Por lo menos sabemos que no le hará daño a Eli. No si lo


que viste en esa visión es verdad.

—Sí. —Resoplo—. Ellos simplemente la convertirán en una


traidora con el cerebro lavado, como...

Divago un poco, pensando el resto de nuestros amigos


desaparecidos y el traidor con el que viajaron. Aún no hemos
sabido nada de Seis y los demás, no es que haya una manera fácil
de contactarse con nosotros. Todos sus Cofres están aquí y,
asumiendo que ellos podrían tratar de buscarnos de la manera
más tradicional, ellos no tienen ni una pista de cómo
encontrarnos, ya que tuvimos que huir de Chicago. Lo único que
sé con certeza es que tengo una nueva cicatriz en la pierna, la
cuarta de este tipo. Ya no duele pero se siente como un gran peso.
Si la Garde se hubiera mantenido apartada, si el hechizo Loriense
se hubiera mantenido intacto, esta cuarta cicatriz habría
simbolizado mi muerte. En cambio, uno de mis amigos ha muerto
en Florida, y yo no sé cómo, ni quién, o qué ha pasado con el resto
de ellos.

Puedo sentir en mi interior que Cinco sigue vivo. Lo vi en la


visión con Eli, de pie junto a Setrákus Ra, un traidor. Debe de
haber llevado a los otros a una trampa, y ahora uno de ellos no va
a volver.

Seis, Marina, Ocho, Nueve; uno de ellos se ha ido.

Sarah envuelve su mano alrededor de la mía, masajeándola,


tratando de aliviar un poco la tensión.

—No puedo dejar de pensar en lo que vi en aquella visión… —


Empiezo, apagándome—. Habíamos perdido, Sarah. Y ahora se
siente como si estuviera sucediendo de verdad. Como si este fuese
el principio del fin.

—Eso no quiere decir nada y lo sabes. —Responde Sarah—.


Mira a Ocho. ¿No había alguna especie de profecía sobre su
muerte? Y él sobrevivió. —
Frunzo el ceño, para no afrontar lo obvio, que Ocho podría
ser el que fue asesinado en Florida.

—Sé que parece sombrío. —Sarah continúa—. Y me refiero a


que, esto es bastante malo, John. Obviamente.

—Buenas palabras de ánimo.

Ella me aprieta la mano, duro, y abre sus ojos así a mí en una


especie de Cállate.

—Pero esos chicos que están en Florida son Garde —ella


dice—. Ellos van a luchar, se van a mantener y van a ganar. Tienes
que creer, John. Cuando estabas en estado de coma en Chicago,
nunca perdimos la confianza en ti. Seguimos luchando y valió la
pena. Justo cuando parecía que habíamos perdido, tú nos salvaste.

Pienso en el estado en que mis amigos estaban cuando por fin


me desperté de nuevo en Chicago. Malcom estaba herido de
muerte y Sarah malherida, Sam casi sin municiones y Bernie
Kosar en paradero desconocido.

Ellos lo habían puesto todo por mí.

—Ustedes me salvaron primero. —Contesto.

—Sí, obviamente. Así que devuélvenos el favor y salva nuestro


planeta.

La forma en que ella lo dice, como si no fuera gran cosa, me


hace sonreír. Jalo a Sarah cerca y la beso.

—Te amo, Sarah Hart.


—Yo también te amo, John Smith.

—Um, También los quiero a ustedes chicos

Sarah y yo volteamos para encontrar a Sam de pie en la


puerta, una sonrisa incómoda en el rostro.

Acurrucado en sus brazos hay enorme gato naranja, una de


las seis Chimæras que nuestro nuevo amigo mogadoriano trajo
con él, atraídos hacia nosotros por el aullido en la azotea de Bernie
Kosar. Al parecer, el palo que BK tomó del Cofre de Ocho era una
especie de tótem utilizado para conducirlos a nosotros, como un
silbato para perros Loriense. Nos limitamos a carreteras
secundarias en nuestro camino a Baltimore, con cuidado para
asegurarnos de que no nos siguieran. El paseo en la furgoneta
llena de gente nos dio un montón de tiempo para pensar en los
nombres de nuestros nuevos aliados. Esta Chimæra en particular,
prefiere una rechoncha forma de gato como su forma regular, Sam
insistió en nombrarla Stanley, en honor del antiguo «otro yo» de
Nueve. Si todavía está vivo, estoy seguro de que Nueve no estará
muy emocionado de tener un gato gordo que se llame como él, con
un cariño evidente por Sam.

—Lo siento —Sam dice—. ¿Arruine el momento?

—No, en absoluto —Sarah responde, extendiendo un brazo


hacia Sam—. ¿Abrazo de grupo?

—Tal vez más tarde. —Sam dice mirándome—. Los otros


están de vuelta y están preparando todo allá abajo.

Asiento con la cabeza, dejando a regañadientes ir de Sarah


hacia la bolsa de lona con nuestros suministros.
—¿Tuvieron algún problema?

Sam niega con la cabeza.

—Tuvieron que conformarse con sólo un par de pequeños


generadores de acampar. Poco efectivo para algo grande. De todos
modos, debe ser suficiente energía.

—¿Qué pasa con la vigilancia? —Pregunto, tirando de la


tablet localizadora blanca y un adaptador libre de la bolsa de lona.

—Adam dijo que no vio ningún explorador Mog. —Sam


contesta.

—Bueno, de cualquiera de nosotros, él sabría cómo


detectarlos. —Dice Sarah.

—Es cierto —respondo a medias, aún sin confiar en este


supuesto buen mogadoriano, a pesar que no ha hecho más que
ayudarnos desde que apareció en Chicago. Incluso ahora, con él y
Malcom preparando nuestros electrónicos recién comprados en el
piso de abajo, siento una vaga sensación de malestar por tener uno
de ellos tan cerca pero la neutralizo—. Vámonos.

Sigo a Sam por unas escaleras de caracol oxidadas, hasta el


piso adecuado. El lugar debe haber sido cerrado a toda prisa,
porque todavía hay bastidores con trajes de hombre al estilo años
ochenta, mohosos y empujados contra las paredes y cajas medio
llenas de impermeables abandonados en las cintas
transportadoras.

Una Chimæra en forma golden retriever que Sarah insistió


que llamáramos Biscuit cae en nuestro camino, con sus dientes
apretados alrededor de la camisa rasgada de un traje, encerrada en
un guerra de tira y afloja con Dust, el husky gris.

Otra Chimæra, Gamera, que Malcom nombró por un viejo


monstruo de película, rueda tras las otras, pero tiene problemas
para mantenerse en su forma de tortuga mordedora. Las otras dos
nuevas Chimæras, un halcón que apodamos Regal, y un mapache
escuálido al que llamamos Bandit, miran el juego desde una de los
cintas transportadoras inoperante.

Es un alivio verlos jugar. Las Chimæras no estaban en la


mejor forma cuando Adam las libero de las experimentaciones
mogadorianas, y todavía no estaban muy vivas cuando las trajo a
Chicago. Fue una marcha lenta, pero fui capaz de usar mi Legado
de curación en ellos y arreglarlo todo. Había algo dentro de ellos,
algo mogadoriano, que en realidad se sentía como que estaba
empujando contra mis poderes. Incluso hizo que mi Lumen
estallara brevemente, algo que nunca ha ocurrido cuando uso mi
curación. En última instancia, sin embargo, sea lo que sea que los
Mogs hicieron fue arrastrado por mi Legado.

Yo nunca había hecho uso de mi Legado de curación en una


Chimæra antes de esa noche. Por suerte, funcionó, porque había
una Chimæra, incluso en peores condiciones que todos nuestros
nuevos amigos.

—¿Has visto BK? —Le pregunto a Sam, reviso el cuarto hasta


llegar a él. Lo había encontrado en el techo del John Hancock
Center, herido por armas mogadorianas y apenas aferrándose a la
vida. Utilicé mi Legado de sanación en él, rogando que funcionara.
A pesar de que está mejor ahora, todavía mantengo un ojo extra
sobre él, probablemente porque el destino de muchos de mis otros
amigos es desconocido.

—Allá. —Responde Sam, señalando.

En un extremo de la sala, frente a una pared cubierta de


graffiti, está un trío contenedores tamaño industrial de lavandería
rebosante de pilas de pantalones de color caqui. En la cima de una
de estas pilas está Bernie Kosar descansando, las travesuras de
Biscuit y Dust parecen agotarlo. A pesar de mi curación, todavía
está aún débil por la lucha en Chicago, y también le falta un
pequeño trozo irregular de una de sus orejas, pero con mi
telepatía, puedo sentir una especie de felicidad proveniente de él
mientras mira a las otras Chimæras. Cuando BK nos ve entrar, su
cola golpea haciendo nubes de polvo de la pila de ropa vieja. Sam
deja en el suelo a Stanley, y el gato se lanza hacia la pila con ropa
junto con BK, acomodándose en lo que al parecer es la zona
designada para la siesta de las Chimæras.

—Nunca pensé que tendría mi propia Chimæra —Dice Sam—.


Y mucho menos una media docena de ellos.

—Y yo nunca pensé que iba a estar trabajando con uno de


ellos. —Le respondo, mi mirada va hacia Adam.

En el centro del piso de la fábrica, bancos de estructuras de


acero se atornillan en el suelo. El padre de Sam, Malcom, y Adam
están preparando los equipos informáticos que acababan de
comprar con algunas piedras de mi amplio suministro de piedras
preciosas Lorienses. Debido a que no hay electricidad en esta
antigua fábrica, tuvimos que comprar algunos pequeños
generadores que funcionaran como baterías para el trío de
portátiles y punto de acceso móvil. Observo a Adam conectar una
de las baterías de portátiles, su piel tremendamente pálida, pelo
lacio negro y sus facciones angulares lo hacen un poco más
humano que los otros mogadorianos habituales, y me recuerdo a
mí mismo que él está de nuestro lado. Sam y Malcom parecen
confiar en él; además de que tiene un Legado, el poder de crear
ondas de choque, que heredó de Uno. Si yo no lo hubiera visto
utilizar el Legado con mis propios ojos, no estoy siquiera seguro si
pudiera pensar que fuera posible. Una parte de mí quiere creer, tal
vez incluso tiene que creer, que un Mog no sería capaz de
simplemente robar un Legado, que tiene que ser digno. Que
sucedió por una razón.

—Míralo de esta manera. —Dice Sam en voz baja mientras


caminamos hacia los demás—. Seres humanos, Lorienses, Mogs...
Parece ser que tenemos la primera reunión de las Naciones Unidas
Intergalácticas aquí. Es histórico.

Resoplo y doy un paso al frente hacia la computadora


portátil que Adam acababa de conectar. Él voltea a mirarme y
debe detectar algo - Tal vez no estoy haciendo tan buen trabajo
ocultando mis conflictos, porque él mira hacia abajo y se hace a un
lado, dejando espacio para mí y moviéndose al siguiente portátil.
Él mantiene sus ojos fijos en la pantalla, escribe rápidamente.

—¿Cómo les fue? —Pregunto.

—Nos dieron la mayoría de los artefactos que necesitamos. —


Malcom responde mientras examina un router inalámbrico.
Incluso con su barba empezando a lucir mayormente descuidada,
Malcom luce más saludable que cuando me encontré por primera
vez con él—. ¿Sucede algo aquí?
—Nada. —Respondo, sacudiendo la cabeza—. Haría falta un
milagro para la Garde en Florida pudiera localizarnos. Y Eli... Sigo
esperando que su voz aparezca en mi cabeza y me diga a dónde se
la llevaron, pero ella no ha hecho contacto.

—Al menos sabremos dónde están los demás una vez que la
tableta está conectada. —Dice Sarah.

—Con el artefacto que compramos, creo que podemos


hackear la red telefónica del edificio John Hancock. —Malcom
sugiere—. De esa manera, si tratan de llamar desde la carretera, se
puede interceptar la llamada.

—Buena idea. —Le respondo, conectando la tablet


localizadora blanca en el portátil y esperando a que encienda.

Malcom empuja sus gafas hacia arriba y se aclara la garganta.

—Fue idea de Adam, en realidad.

—Oh —respondo manteniendo mi voz neutral.

—Esa es una buena idea. —Sarah interviene. Ella se pone


junto a Malcom y comienza a trabajar en el tercer portátil,
dándome una mirada como si debería intentar decir algo
agradable a Adam. Cuando no lo hago, un incómodo silencio se
asienta sobre el grupo. Ha habido una gran cantidad de esos desde
que salimos Chicago. Antes de que pueda ser aún más demasiado
raro, la tablet enciende. Sam mira por encima de mi hombro.

—Todavía están en Florida —dice.

Hay un punto solitario para mí en la tablet, pulsando en la


costa este, y luego kilómetros al sur están los cuatro puntos de la
Garde sobreviviente. Tres de los puntos están agrupados juntos,
básicamente superponiéndose en un solo punto brillante, mientras
que un cuarto punto está a una corta distancia. Inmediatamente,
los escenarios para el punto aislado comienzan un ciclo a través de
mi cabeza. ¿Fue uno de nuestros amigos capturados? ¿Tuvieron
que separarse después de que fueron atacados? ¿Ese es Cinco
separándose de los demás? ¿Eso prueba que es un traidor, como
en mi visión?

Me distraigo de estos pensamientos por el quinto punto en la


tableta, literalmente, a un océano de distancia de los otros. Éste se
cierne sobre el Pacífico, su brillo un poco más débil que el resto.

—Eso debe ser Eli. —digo, frunciendo el ceño—. ¿Pero


cómo…?

Antes de que pueda terminar mi pregunta, el punto de Eli


parpadea y desaparece. Un segundo más tarde, antes de que pueda
incluso procesar mi pánico, el punto parpadea de nuevo a la vida,
ahora se cierne sobre Australia.

—¿Qué demonios? —Sam pregunta, mirando por encima de


mi hombro.

—Se está moviendo muy rápido. —Le digo—. Tal vez la están
transportando en alguna parte.

El punto desaparece de nuevo, y a continuación, vuelve a


aparecer en un punto imposible sobre la Antártida, casi fuera del
borde de la pantalla de la tableta. Para los próximos segundos,
parpadea una y otra vez, saltando a través del mapa. Golpeo el
lado de la tablet con la palma lleno de frustración.
—Ellos están modificando la señal de alguna manera. —
Digo—. No tenemos ninguna posibilidad de encontrarla, mientras
esté así.

Sam apunta a los demás agrupados alrededor de Florida.

—Si iban a lastimar a Eli, ya lo hubieran hecho, ¿no?

—Setrákus Ra la quiere. —Sarah afirma, mirándome. Yo les


había hablado de esa escena en mi pesadilla en D.C. y sobre Eli
gobernando junto a Setrákus Ra. Aun es todavía difícil para
cualquiera de nosotros creerlo, pero al menos nos da una ventaja.
Sabemos lo que quiere Setrákus Ra.

—Odio haber tenido que dejarla. —Digo sombríamente—.


Pero yo no creo que vaya a hacerle daño. Todavía no, al menos.

—Por lo menos sabemos dónde están los demás. —Sam


insiste—. Tenemos que llegar allí antes de que alguien más...

—Sam tiene razón. —Decido, impulsado por la sensación de


vacío que me causa pensar de que uno de esos puntos podría
desaparecer en cualquier momento—. Podrían necesitar nuestra
ayuda.

—Creo que sería un error. —Dice Adam. Su voz es de tanteo,


pero todavía hay suficiente dureza mog como para hacer que mis
puños se aprieten como reflejo. No estoy acostumbrado a tener
uno de ellos alrededor.

Volteo a mirarlo.

—¿Qué dijiste?
—Un error —Repite—. Es predecible, John. Es un
movimiento de reacción. Esta es la razón por la que mi pueblo
siempre los atrapa.

Siento trabajar mi mandíbula, tratando de formar una


respuesta, pero en su mayoría sólo quiero golpearlo en la cara.

Estoy a punto de dar un paso adelante cuando Sam pone una


mano en mi hombro.

—Tranquilo —dice en voz baja.

—¿Quieres que nos quedamos sentados aquí y sin hacer


nada? —Le pregunto a Adam, tratando de mantener la calma. Sé
que deberían escucharlo, pero toda esta situación me está
haciendo sentirme acorralado. ¿Y ahora se supone que debo tomar
asesoramiento de un tipo cuya especie ha estado cazándome toda
mi vida?

—Por supuesto que no. —Adam responde, mirándome con


esos ojos mogadorianos de color carbón.

—Entonces, ¿Qué? —Pregunto exaltado—. Dame una buena


razón por la que no deberíamos ir a Florida.

—Te voy a dar dos. —Responde—. En primer lugar, si el resto


de la Garde está en peligro o capturados como tú sospechas,
entonces su supervivencia gira entorno de atraerte a ti. Son útiles
sólo como cebo.

—¿Estás diciendo que podría ser una trampa? —Le respondo


con los dientes apretados.
—Si son capturados, entonces sí, por supuesto que es una
trampa. Por otro lado, si son libres, ¿de qué sirve que hagas una
intervención heroica? ¿No están altamente entrenados y son
perfectamente capaces de conseguir ellos mismos escapar de
problemas?

¿Qué puedo decir a eso? ¿No? Seis y Nueve, son más o menos
las dos personas más rudas que conozco, ¿No son ellos capaces de
escapar de Florida y rastrearnos? Pero, ¿Qué tal si están allí
esperando a ser rescatados por nosotros? Niego con la cabeza,
sintiendo todavía como que quiero estrangular a Adam.

—Así que ¿Qué quieres hacer mientras tanto? —Le


pregunto—. ¿Sólo sentarse y esperarlos?

—No podemos hacer eso. —Sam replica—. No podemos


dejarlos. No tienen forma de encontrarnos.

Adam gira su portátil para que se pueda ver la pantalla.

—Entre el secuestro de Eli y el asesinato de un Garde en


Florida, mi gente va a creer que te tienen escapando una vez más.
No van a estar esperando un contraataque.

En el portátil, Adam ha tomado fotografías satelitales de una


extensión de suburbios. Se parece a una totalmente genérica
comunidad rica. Cuando miro un poco más cerca, me doy cuenta
de un inusual número paranoico de cámaras de seguridad
montadas en una alta e imponente pared de piedra que rodea toda
la propiedad.

—Esto es Ashwood Estates, a las afueras de Washington, D.C.


—Adam continúa—. Es el hogar de los mogadorianos de alto rango
asignados a América del Norte. Con las instalaciones de la isla
Plum destruidas y las Chimæras recuperadas, creo que deberíamos
centrar nuestro ataque aquí.

—¿Qué pasa con la base de la montaña en Virginia del Oeste?


—Pregunto.

Adam sacude la cabeza.

—Esa es sólo una instalación militar, mantenida oculta para


que mi gente pueda reunir ahí su ejército. Tendríamos dificultades
para tomarla ahora. Y de todos modos, el verdadero poder, los
nacidos mogadorianos, los líderes. Residen en Ashwood

Malcom se aclara la garganta.

—Traté de transmitir todo lo que me dijiste sobre los nacidos


de verdad, Adam. Pero tal vez sería mejor si lo explicas tú.

Adam mira a su alrededor y a nosotros, con un poco de


miedo.

—No sé por dónde empezar.

—Puedes omitir todo el discurso mogadoriano de las aves y


las abejas. —Sam dice, y yo ahogo una sonrisa.

—Tiene que ver con las líneas de sangre, ¿verdad? —Digo,


impulsándolo.

—Sí. Los nacidos de verdad son los de linajes puros.


Mogadorianos nacidos de padres mogadorianos. Como yo. —Dice
Adam, encorvándose un poco. Su estado de nacido de verdad no es
un gran motivo de orgullo—. Los otros, son nacidos en tanque,
esos son los soldados con los que han luchado con más frecuencia.
No nacen pero crecen, gracias a la ciencia de Setrákus Ra.

—¿Es por eso que se desintegran? —Sarah pregunta—.


Porque no son, como, Mogs reales?

—Están criados para el combate, no para ser enterrados. —


Adam responde.

—No suena mucho como a una vida. —Le digo—. ¿Ustedes los
Mogs adoran a Setrákus Ra por eso?

—Como las historias contenidas en el Gran Libro dicen,


nuestro pueblo estaban muriendo antes de la llegada del Amado
Líder. Los nacidos en tanque y la investigación genética de
Setrákus Ra salvaron nuestra especie. —Adam hace una pausa,
formando una mueca de como él piensa sobre esto—. Por
supuesto, Setrákus Ra fue quien escribió el Gran Libro, así que
quién sabe.

—Fascinante. —Dice Malcom.

—Sí, sin duda ahora sé más sobre la cría mogadoriana de lo


que nunca quise saber —digo volviendo a la computadora
portátil—. Si este lugar está lleno de Mogs de alto rango, ¿no
estará fuertemente custodiado?

—Habrá guardias, sí, pero no los suficientes para hacer una


diferencia —responde—. Necesitas entender, que mi gente se
siente segura aquí. Ellos están acostumbrados a ser los cazadores,
no a ser los cazados.
—¿Y qué? —Sigo—. Matamos a unos Mogs nacidos de verdad
¿y eso es todo? ¿Qué diferencia hace hacer eso?

—Las pérdidas en de los lideres nacidos de verdad tendrán


impactos de amplio alcance sobre las operaciones mogadorianas.
Los nacidos en tanques no son particularmente buenos para
dirigirse a ellos mismos. —Adam pasa su dedo por los
inmaculados céspedes de Ashwood Estates—. Además, hay túneles
debajo de estas casas.

Malcom camina a nuestro lado de la mesa, cruzando los


brazos mientras mira las imágenes.

—Yo creí que habías destruido esos túneles, Adam.

—Los dañe, sí. —Adam responde—. Pero ellos van mucho


más allá de las habitaciones en las que estábamos. Incluso no
estoy del todo seguro de lo que podríamos encontrar ahí abajo.

Sam ve a Adam y luego a su padre.

—-¿Es ahí donde...?

—Es donde me mantenían. —Malcom responde—. Dónde se


llevaron mis recuerdos. Y donde Adam me rescató.

—Es posible que podamos encontrar una manera de


restaurar sus recuerdos. —Adam dice, sonando con ganas de
ayudar a Malcom—. Si el equipo no está demasiado dañado.

Lo que dice Adam tiene sentido, pero me cuesta bastante


decidirme a admitirlo. Me he pasado toda la vida huyendo y
escondiéndose de los mogadorianos, luchando contra ellos,
matándolos. Se llevaron todo de mí. Y ahora, aquí estoy, haciendo
planes de batalla junto a uno de ellos. Simplemente no se siente
bien. Sin mencionar que estamos hablando de un ataque frontal a
un recinto mogadoriano con ninguno de los otros Garde
apoyándome.

Como si fuera una señal, Dust se pasea y se sienta al lado de


Adam. Él se inclina distraídamente y le rasca detrás de las orejas.

Si los animales confían en él, ¿no debería yo también?

—Lo que encontremos en esos túneles. —Adam continúa,


probablemente sabiendo que no estoy convencido—. Estoy seguro
de que proporcionará información valiosa sobre sus planes. Si tus
amigos son capturados o están rastreándolos, lo sabremos con
seguridad una vez que hayamos accedido a los sistemas
mogadorianos.

—¿Qué pasa si uno de ellos muere mientras estamos en esta


misión? —Sam pregunta, con la voz quebrada un poco ante la
idea—. ¿Qué tal si mueren por no rescatarlos cuando tuvimos la
oportunidad?

Adam hace una pausa, pensando sobre esto.

—Sé que esto debe ser difícil para ti —dice, mirando entre
Sam y yo—. Lo admito, es un riesgo deliberado.

—Riesgo deliberado. —Repito—. Son nuestros amigos de los


que estás hablando.

—Sí. —Adam responde—. Y yo estoy tratando de ayudar a


mantenerlos vivos.
Lógicamente, sé que Adam realmente está tratando de
ayudar. Pero estoy estresado y he sido educado para no confiar en
su especie. Antes de saber lo que estoy haciendo, me acerco hacia
él y clavo un dedo en su pecho.

—Más vale que esto valga la pena —le digo—. Y si algo sucede
en Florida...

—Yo asumo la responsabilidad —responde—. Está en mí. Si


estoy equivocado, John, me puedes hacer polvo.

—Si te equivocas, probablemente no lo necesitaré —digo,


mirándolo a los ojos. Adam no aparta la mirada.

Sarah silba con fuerza entre sus dedos, para llamar la


atención de todos.

—Si somos capaces de poner toda esa posición de macho a un


lado por un segundo, creo que ustedes deberían mirar esto.

Doy un paso alrededor de Adam, diciéndome a mí mismo que


debo tranquilizarme, y miro por encima del hombro de Sarah en el
sitio web que ella colocó.

—Estaba mirando las noticias acerca de Chicago y esto


apareció. —Explica.

Es un sitio bastante bien organizado, a excepción de los


grandes titulares y gran cantidad de gifs que saturan las barras
laterales. En las historias que figuran entre las más populares,
entre todos los links de un neón verde que supongo que se supone
que se vea como extraterrestre, dice:
MOGADORIANOS QUIEBRAN EL GOBIERNO y LOS
LORIENSES PROTECTORES DE LA TIERRA SE VEN
ACORRALADOS A ESCONDERSE.

La página de Sarah actualmente tiene artículos abiertos como una


foto del John Hancock Center quemándose junto con el título:

ATAQUE MOG EN CHICAGO: ¿ES ESTA LA HORA CERO?

El sitio web se llama Ellos Caminan Entre Nosotros.

—¡Oh por Dios! —Sam grita, uniéndose al grupo alrededor de


la computadora de Sarah—. No estos raros.

—¿Qué es esto? —Le digo a Sarah, entrecerrando los ojos


para ver la historia en la pantalla.

—Estos tipos están utilizado un estilo blanco y negro de


revista a la vieja escuela para parecer estrictos. —Dice Sam—.
¿Ahora están en Internet? No puedo decidir si eso los hace mejor
o peores.

—Los Mogs los mataron. —Señalo—. ¿Cómo es que esto


siquiera existe de cualquier forma?'

—Supongo que hay un nuevo editor. —Dice Sarah—. Mira


esto.
Sarah hace clic en los archivos del sitio web, que se remonta a
la primera historia publicada. El titular dice:

ESCUELA SECUNDARIA DE PARAÍSO. ATAQUE, EL


INICIO DE UNA INVASIÓN EXTRATERRESTRE.

Debajo de eso una imagen distorsionada tomada desde un


móvil de la destrucción alrededor del campo de fútbol de nuestra
escuela secundaria. Rápidamente me hace reaccionar el artículo.
El nivel de detalle es asombroso. Es como si el que escribió esto
estaba allí con nosotros.

—¿Quién es JOLLYROGER182? —Pregunto, mirando en la


pantalla el nombre de los créditos por este artículo.

Sarah me mira con una sonrisa extraña, una mezcla de


desconcierto y con algo como orgullo.

—Vas a pensar que estoy loca —dice ella.

—¿Qué es un Jolly Roger, de todos modos? —Sam le


pregunta, pensando en voz alta—. ¿La bandera Pirata?

—Sí. —Sarah responde, asintiendo con la cabeza—. Al igual


que los Piratas de la Escuela Secundaria de Paraíso. Cuyo viejo
coreback pasa a ser una de las únicas otras personas fuera de
nosotros que sabe lo que pasó en la escuela.

Amplío mis ojos a Sarah.


—De ninguna manera.

—Sí hay manera. —Responde ella—. Creo que


JOLLYROGER182 es Mark James.
CAPITULO
Tres
—‘SE CREE QUE LOS MOGADORIANOS, junto con sus secuaces de
las ramas corruptas de la Seguridad Nacional. Lucharon una
extensa batalla en Nuevo México contra los heroicos Garde.’ —
Lee Sam en voz alta—. ‘Mis fuentes creen que los mogadorianos se
vieron obligados a retirarse luego de que su líder resultara
herido. La ubicación de los Garde aún es desconocida.’

—Tiene toda la razón. —Dice Malcom, Girándose hacía mí—.


Pero, ¿de dónde están sacando la información?

—No tengo idea. —Contesto—. No nos mantuvimos en


contacto exactamente después de que dejé Paraíso. —Me inclino
sobre el hombro de Sam para ver el Artículo gigante. Me
sorprende la cantidad de información que Mark James, o quien
quiera que sea, ha publicado en Ellos Caminan Entre Nosotros.
Hay detalles de nuestra batalla en la base Dulce, especulaciones
prematuras sobre el ataque en Chicago, aterradores ensayos sobre
la apariencia de los Mogs y de lo que son capaces, y entradas
animando a los humanos para que se unan en apoyo con los
Lorienses. También hay artículos con temas que yo nunca había
considerado, algunos que incluso informan de miembros del
gobierno de Estados Unidos que trabajan con los mogadorianos.

Sam selecciona una historia en la que Mark acusa al


secretario de defensa, un hombre llamado Bud Sanderson, de
utilizar sus influencias políticas con el fin de crear bases para una
invasión mogadoriana. Otro clic da paso a un segundo artículo
sobre Sanderson, con un saludable título tipo tabloide: “Secretario
de defensa corrupto usa tratamientos genéticos Mogadorianos”.
La historia está enlazada a una imagen de Sanderson de hace cinco
años en yuxtaposición a una fotografía de hace unos meses. En la
primera, Sanderson parece un hombre demacrado de más de
setenta años: Tiene un rostro mandado por la edad, doble papada
y una barriga pronunciada. En la segunda, se ve que ha perdido
peso, tiene una apariencia saludable y abundante cabello plateado.
Es como si hubiera viajado en el tiempo. De hecho, apuesto a que
la mayoría de las personas pensarían que la imagen es falsa, como
si fuera una foto de Sanderson en veinte años más con una marca
de tiempo falsa. Pero si le crees a Mark, entonces definitivamente
algo ha cambiado al secretario de defensa, algo más grande que
dieta y ejercicio o incluso la cirugía plástica.

Sam sacude la cabeza sin poder creerlo.

—¿Cómo podría saber Mark todo esto? Quiero decir, Sarah,


tú saliste con él, ¿sabía leer al menos?

—Si Sam —responde Sarah rodando los ojos—. Mark sabe


leer.

—Pero él nunca sintió una inclinación, eh… periodística, ¿o


sí?, esto es como WikiLeaks.

—Las personas tienden a cambiar cuando descubren que los


extraterrestres son reales —Responde Sarah—. A mi parecer está
intentando ayudar.
—Aún no sabemos si en verdad es él, ¿Adam? —Digo
mientras frunzo el ceño

Miro a Adam, que ha estado en silencio desde que


comenzamos a explorar la página de ellos Caminan Entre
Nosotros, escuchándonos con una mano en la barbilla, pensativo.

—¿Podría ser una trampa? —Le pregunto, sabiendo que es


mejor consultarle al experto.

—Por supuesto. —Contesta sin vacilar—. Aunque si la es,


entonces es una elaborada, y aunque sea con el fin de atraparlos,
encuentro difícil creer que Setrákus Ra fuera a admitir que lo
ahuyentaron de la base de Dulce.

—¿Es cierto? —Pregunta Malcom—. ¿Lo que escribió sobre el


secretario de defensa?

—No lo sé. —Responde Adam—. Podría serlo fácilmente.

—Le enviaré un e-mail —Anuncia Sarah, y abre una pestaña


en el buscador.

—Espera. —Dice Adam rápidamente, un poco más amable


que cuando destruyó mi idea de intentar rescatar a los otros—. Si
este tipo, Mark, de verdad tiene acceso a toda esta inteligencia
ultra secreta…

Sam se ríe entre dientes.

—Es casi seguro que mi gente estará monitoreando sus


comunicaciones. —Concluye Adam, mirando con una ceja alzada a
Sam, se gira hacía Sarah—. También es casi seguro de que estén
monitorean tu correo electrónico.
Sara levanta lentamente sus manos del teclado.

—¿No puedes hacer algo al respecto?

—Sé cómo funcionan sus sistemas de rastreo cibernético. Era


algo en lo que sobresalía durante mi entrenamiento. Podría
escribir un código cifrado y desviar nuestra dirección IP a través
de servidores de diferentes ciudades. —Adam se voltea hacía mí,
como si quisiera permiso—. Lo resolverían tarde o temprano,
tendríamos que abandonar este lugar en 24 horas para estar
seguros.

Adam inmediatamente empieza a escribir comandos en su


pórtatil. Sam se frota las manos y se inclina sobre el hombro de
Adam.

—Deberías desviarlos a tantos lugares locos como sea posible.


Hazlos creer que Sarah está en Rusia, o algo así.

Adam sonríe con suficiencia.

—Considéralo hecho.

Le toma a Adam cerca de veinte minutos escribir un código


que desviará nuestra dirección IP a través de una docena de
localizaciones remotas. Pienso en el complejo sistema de
computador que Henri siempre montaba y en la red incluso más
complicada que Sandor construyó en Chicago. Luego me imagino
a cientos de Mogadorianos, al igual que Adam, encorvados sobre
sus teclados, acechándonos. Nunca dudé que nuestros Cêpan
tuvieran su paranoia justificada, pero al ver a Adam trabajando,
por fin me doy cuenta de lo necesaria que era.
—Vaya. —Exclama Sarah cuando por fin es capaz de abrir su
correo electrónico. Hay una lista de correos en negrita sin leer,
consistentes por completo de mensajes de Mark James—. De
verdad es él.

—O los Mogs hackearon su email. —Sugiere Sam.

—Lo dudo. —Responde Adam—. Mi gente es minuciosa, sí,


pero estos parecen ser demasiados… sin rodeos.

Miro los títulos de los correos; muchos signos de exclamación


y letras mayúsculas. Unos meses atrás, la idea de que Mark James
llenara de correos a mi novia me hubiera molestado, pero ahora
pareciera que nuestra rivalidad fue algo que le pasó a alguien más,
algo de otra vida.

—¿Cuándo revisaste esto por última vez? —Le pregunto.

—¿Semanas atrás? La verdad no recuerdo. —Responde


Sarah—. He estado un poco ocupada.

Abre el mensaje más reciente de Mark y todos nos inclinamos


para examinar el contenido.

Sarah:

No sé por qué sigo enviándote estos correos. Una parte


de mí espera que los estés leyendo y que los uses para
ayudar a los Lorienses, pero sé que no puedes contestar por
tu propia seguridad. Otra parte de mí se preocupa de que ni
siquiera estés ahí, que ya no estés. Me niego a creerlo,
pero…Necesito saber de ti
Creí seguirte la pista a Nuevo México, pero sólo
encontré una base militar desierta, donde parece que
sucedió una batalla más grande y desagradable que la de
Paraíso. Espero que hayan podido salir a salvo. Espero no
ser el único que queda para combatir a estos idiotas.
Apestaría si fuera así. Un amigo mío me montó una casa
segura bastante alejada de la civilización, un lugar donde
podemos trabajar para exponer a esos fenómenos pálidos al
mundo. Si puedes ponerte en contacto, encontraré una
forma de enviarte las coordenadas. Descubrimos algo
grande. Algo internacional. Ni siquiera sé qué hacer con
ello.

Si estás leyendo esto, si sigues en contacto con John,


ahora sería un momento muy bueno para aparecer.
Necesito tu ayuda.

Mark

Sarah se gira hacia mí, con los ojos muy abiertos por una
repentina emoción y un gesto decidido en el rostro. Ya he visto esa
mirada, la conozco bien. Es la mirada que me da justo antes de
decirme que quiere hacer algo peligroso.

Sin que diga algo, ya sé que Sarah quiere ir a buscar a Mark


James
***

El reloj del salpicadero muestra las «7:45.» Tenemos quince


minutos hasta que el bus parta hacia Alabama. Me quedan quince
minutos con Sarah Hart. Quince minutos fue lo que le tomó a
Adam cifrar el correo electrónico de Sarah contra cualquier hacker
mogadoriano. Ella le envió un mensaje rápido a Mark, quien
contestó casi de inmediato con la dirección de un restaurante en
Huntsville. Le dijo a Sarah que vigilaría el lugar estos días y, que si
de verdad era Sarah Hart, la recogería y la llevaría a su guarida
secreta.

«Al menos Mark está siendo cuidadoso» me digo a mí


mismo. Eso me da la confianza de que Sarah estará a salvo.

Luego de esa breve comunicación, Adam borró


inmediatamente ambas cuentas de correo de Internet.

Ahora, henos aquí. Estamos estacionados frente a un


terminal de buses en el centro de Baltimore. El lugar desborda de
actividad, incluso al anochecer. Me encuentro detrás del volante, y
Sarah en el asiento del pasajero junto a mí. Encajamos bien, sólo
somos dos adolescentes sentados en un cacharro, en mitad de una
despedida.

—Sigo esperando la parte en que intentas convencerme de no


ir. —Dice Sarah, con una sonrisa triste—. Dirás que es muy
peligroso, discutiremos, tú perderás y terminaré yendo de todas
formas.
—Es peligroso —respondo, girándome para estar de frente a
ella—. Y no quiero que vayas.

Me toma la mano y entrelaza sus dedos con los míos. Con mi


otra mano le acaricio el cabello, hasta que la poso con suavidad en
su nuca. La acerco un poco más.

—Pero no es más peligroso que quedarte aquí conmigo. —


Termino.

—Ese es el John sobreprotector que conozco y amo. —Me


dice.

—No soy…—Comienzo a protestar, pero me interrumpo


cuando veo su sonrisa burlona.

—Estas despedidas nunca se hacen más fáciles, ¿verdad?

Sacudo la cabeza.

—No, no mejoran.

Nos quedamos en silencio, sosteniéndonos con fuerza


mientras observamos cambiar lentamente los minutos en el reloj
del salpicadero.

En la fábrica textil, no tuvimos que discutir mucho que Sarah


fuera a buscar a Mark James. Todos parecían estar de acuerdo en
que era lo correcto. Si Mark de verdad se las ha arreglado para
conseguir información crucial sobre los mogadorianos, y si está
arriesgando su vida para ayudarnos, entonces tenemos que
regresar el favor. Pero el resto de la Garde sigue desaparecida, y la
idea de Adam de atacar la fortaleza Mogadoriana en D.C. comenzó
a parecer el movimiento más inteligente; un golpe necesario para
reunir información y mostrarles a esos bastardos que seguimos
luchando. Están sucediendo demasiadas cosas como para
depositar todos nuestros recursos en ponernos al día con Mark.

Sarah nos facilitó el trabajo al ofrecerse voluntaria.

Por supuesto, enviarla sola en una misión potencialmente


peligrosa que involucra a un exnovio no es exactamente mi idea
favorita. Pero no puedo quitarme la sensación de encima de que el
futuro sombrío que vi en el sueño de Eli se nos acerca a toda
velocidad. Necesitamos toda la ayuda que podamos reunir. Si
existe la mínima posibilidad de que enviar a Sarah a Alabama
pueda ayudarnos a ganar la guerra, es una oportunidad que
debemos tomar, y que mis sentimientos egoístas se vayan al
diablo.

Y, de todas formas, ella no viajará completamente sola.

En el asiento trasero, Bernie Kosar está sobre las patas


traseras mientras apoya las delanteras contra la ventana y menea
la cola a toda velocidad, al observar a la gente que entra y sale del
terminal de buses. Mi viejo amigo parecía bastante acabado
después de la batalla en Chicago, pero una parte de su energía
regresó cuando empezamos a viajar. Una vez, en Paraíso, él fue mi
protector. Ahora hará lo mismo por Sarah.

—No quiero que pienses en mí como tu novia ahora mismo.


—Dice Sarah de forma inesperada, totalmente compuesta.

Me echo un poco hacia atrás y la miro con los ojos


entrecerrados.

—Eso será difícil.


—Quiero que pienses en mí como en un soldado —persiste—.
Un soldado en esta guerra que está haciendo lo necesario. No sé
con exactitud qué encontraré en el sur, pero tengo esta extraña
sensación de que seré capaz de ayudarte más desde allí. Al menos,
cuando se trate de batallas, no estaré cerca para entorpecerte.

—No me entorpeces. —Insisto, pero Sarah rechaza mi


objeción con un gesto de la mano.

—Está bien, John. Quiero estar contigo, quiero ver que estás
bien, quiero verte ganar. Pero no todos los soldados pueden estar
en el frente de batalla, ¿sabes? Algunos son de más ayuda cuando
están lejos de la acción.

—Sarah…

—Tengo mi teléfono. —Continúa, haciendo un gesto a la


mochila a sus pies empacada apresuradamente. En el interior
tiene un celular desechable que compró Malcom, junto con unos
cuantos cambios de ropa y una pistola—. Me reportaré cada ocho
horas, pero si no lo hago, tienes que continuar, tienes que seguir
luchando.

Entiendo lo que trata de hacer. Sarah no quiere que salga


volando a Alabama si no llama para reportarse. Me quiere
enfocado en el juego. Tal vez ella también lo siente: que estamos
cerca del final de esta batalla, o al menos, que estamos cruzando a
un punto de no retorno.

Sarah me mira a los ojos.

—Esto es más grande que nosotros, John.


—Más grande que nosotros. —Repito, sabiendo que es la
verdad y aun así, queriendo luchar contra ello. No quiero perderla,
y no quiero despedirme. Pero tengo que hacerlo. Miro nuestras
manos entrelazadas y recuerdo lo simple que eran las cosas, al
menos por un tiempo, cuando fui a Paraíso por primera vez.

—Sabes, la primera vez que empezó a funcionar mi


telekiinesis, fue durante esa cena de Acción de Gracias en tu casa.

—Nunca me lo dijiste —replica Sarah, con una ceja alzada, sin


saber si de repente me puse sentimental—. ¿Acaso la comida de mi
mamá te inspiró?

Me río entre dientes.

—No lo sé, tal vez. Fue la misma noche que Henri tuvo el
encontrón con el equipo original de Ellos Caminan Entre
Nosotros, y con los Mogadorianos que los estaban utilizando.
Después de eso, él quiso dejar Paraíso, y yo me negué. De hecho,
no me negué, usé mi telekinesis para sujetarlo contra el techo.

—Suena a ti. —Dice Sarah, sacudiendo la cabeza y


sonriendo—. Testarudo.

—Y le dije que no podía seguir huyendo, no después de


Paraíso. No después de ti.

—Oh, John… —Sarah apoya su frente contra mi pecho.

—Solía pensar que no valía luchar esta guerra si no podía


estar a tu lado. —Le digo, levantando suavemente su barbilla—.
Pero ahora, después de todo lo que ha pasado, después de todo lo
que he visto, me doy cuenta de que estoy luchando por el futuro.
Nuestro futuro.

El reloj del salpicadero parece imposiblemente grande por el


rabillo de mi ojo. Sólo cinco minutos más. Me centro en Sarah.
Desearía tener un Legado para poder congelar el tiempo, o
almacenar este momento. Unas lágrimas descienden por las
mejillas de Sarah y se las limpio con los pulgares. Ella posa su
mano sobre la mía y me aprieta con fuerza, y sé que está tratando
de prepararse. Toma un aliento profundo y tembloroso, y luchar
por no llorar más.

—Tengo que irme, John.

—Confío en ti. —Susurro con urgencia—. Y no me refiero sólo


a encontrar a Mark. Si las cosas se ponen mal, confío en ti para
que sigas con vida. Confío en que regreses a mí de una pieza. —
Sarah me agarra del frente de la camiseta y me besa. Siento
algunas de sus lágrimas contra la mejilla. Intento despejarme de
todo, mis amigos desaparecidos, la guerra, el que ella me deje, y
sólo vivo por un momento en su beso. Desearía poder regresar a
Paraíso con ella, no a como es ahora, sino a como era meses atrás:
a besarnos a escondidas en mi habitación temporal mientras
Henri compraba comestibles, a lanzarnos miradas durante clases,
la vida normal y fácil. Pero eso se acabó. Ya no somos niños,
somos luchadores, soldados, y tenemos que hacer nuestros
papeles.

Sarah se aleja de mí y, en un movimiento fluido, para no


alargar este momento doloroso, abre la puerta y salta de la
furgoneta. Se cuelga la mochila al hombro y silba.

—¡Vamos, Bernie Kosar!


BK trepa al asiento delantero y me mira con la cabeza
ladeada, como preguntándose por qué no bajo de la furgoneta
también. Lo rasco detrás de la oreja buena y él emite un pequeño
gimoteo.

—Cuídala. —Le digo telepáticamente.

Bernie Kosar me pone las dos patas delanteras en la pierna y


me lame un lado de la cara efusivamente.

Sarah se ríe.

—Tantos besos de despedida —dice, mientras BK salta de la


furgoneta. Sarah le engancha la correa.

—Esta no es una despedida. —Le digo—. No en realidad.

—Tienes razón. —Replica Sarah, su sonrisa se vuelve


temblorosa y la incertidumbre se desliza en su voz—. Te veré
pronto, John Smith. Ten cuidado.

—Te veo pronto. Te amo, Sarah Hart.

—Yo también te amo.

Sarah se da la vuelta y se apresura a las puertas correderas de


la terminal de autobuses. Bernie Kosar trota a sus talones. Ella
vuelve la vista hacia mí sólo una vez, justo antes de desaparecer
por las puertas, y yo le digo adiós con la mano. Luego, ya no está,
está dentro de la terminal de autobuses y luego irá a una
localización secreta en Alabama a buscar una forma de ayudarnos
a ganar esta guerra.
Tengo que refrenarme para no correr tras ella, así que aprieto
el volante hasta que los nudillos se me ponen blancos. Demasiado
blancos… Mi Lumen se enciende inesperadamente y las manos me
empiezan a brillar. No había perdido el control de mi Legado
desde… bueno, desde que estaba en Paraíso. Respiro profundo y
me tranquilizo, miro alrededor para asegurarme de que nadie
afuera de la terminal me notó. Giro la llave en el encendido, siento
que la furgoneta retumba al volver a la vida y salgo del terminal.

La extraño. Ya la extraño.

Me dirijo a uno de los peores barrios de Baltimore en donde


Sam, Malcom y Adam están esperándome mientras planean un
ataque. Sé adónde voy y lo que haré, pero aun así me siento a la
deriva. Recuerdo mi breve altercado con Adam en el penthouse
destruido del John Hancock, cuando casi caí por la ventana. Esa
sensación de vacío, de perder el equilibrio justo al borde, así me
siento ahora.

Pero entonces me imagino las manos de Sarah alejándome de


ese espacio vacío. Me imagino cómo será cuando nos encontremos
nuevamente, cómo será cuando Setrákus Ra sea derrotado y
forcemos a los mogadorianos a regresar a la nada fría del espacio.
Me imagino el futuro y en mi rostro se forma una sonrisa forzada.
Sólo hay una forma de asegurarnos de que eso suceda.

Es hora de luchar.
Capitulo
Cuatro
CAMINAMOS atravesando LA OSCURIDAD, por un camino fangoso,
excavado en la tierra pantanosa, con los ruidos rítmicos como
ventosa de nuestros zapatos de lona empapados y el gorjeo
incesante de bichos, los únicos sonidos. Pasamos por un poste
solitario de madera inclinado y cerca de estar totalmente
desarraigado, con el farol hacia fuera, líneas de conducción
eléctrica que se encorvan bajo los árboles demasiado crecidos,
desapareciendo en ellos. Es un signo de bienvenida a la sociedad,
después de pasar dos días en los pantanos; durmiendo apenas,
volviéndonos invisible al menor ruido, perseverando nuestro
camino a través de lodo.

Fue Cinco el que nos trajo a la zona pantanosa. Él, por


supuesto, conocía el camino. Fue su emboscada. No teníamos un
buen momento buscando la manera de salir. No es como si
nosotros hubiéramos podido regresar al coche en el que
condujimos hasta aquí, de todos modos los Mogs deberían estar
esperando eso.

Unos pasos por delante, Nueve da un manotazo a la parte


trasera de su cuello, aplastando un mosquito. Al ruido, Marina se
estremece, y el campo frío que ha estado emitiendo desde la pelea
con Cinco se intensifica momentáneamente. No estoy segura si
Marina ha estado teniendo problemas en controlar su nuevo
legado o si ella ha estado enfriando, de manera intencionada, todo
a nuestro alrededor. Considerando lo húmedos que son los
pantanos de Florida, supongo que el camino no es tan malo si
tienes contigo tu propio aire acondicionado portátil.

—¿Estás bien? —le pregunto tranquilamente, deseando que


Nueve no escuche, aunque es imposible debido a su capacidad
auditiva aumentada. No ha hablado con Nueve desde que Ocho
fue asesinado, apenas me ha dicho algo a mí.

Marina me mira, pero con la oscuridad no puedo descifrar su


expresión

—¿Qué piensas tu Seis? —me pregunta.

Le aprieto el brazo y encuentro su piel fría al tacto.

—Los atraparemos. —Le digo. No estoy hecha para los


discursos estilo líder, John lo está, por eso lo mantengo sencillo—.
Los mataremos a todos, su muerte no será en vano.

—Él no tendría que haber muerto —dice—. No debimos


abandonarlo aquí. Ahora ellos lo tienen, haciendo quien sabe qué
con su cuerpo.

—No tuvimos elección. —Contraataco sabiendo que es


verdad. Después de la paliza que sufrimos a manos de Cinco no
estábamos en condiciones de luchar contra un batallón de
mogadorianos, respaldados por una de sus naves.
Marina niega con la cabeza y se queda en silencio.

—Sabes, siempre quise que Sandor me llevara a acampar. —


Nueve cabecea a la nada, nos lanza una mirada sobre su
hombro—. Odiaba vivir en el penthouse, pero hombre, ¿después
de esto? Como que lo extraño.

Marina y yo no respondemos. Es la manera en la que Nueve


ha estado hablando después de la batalla con Cinco, estas
forzadas anécdotas acerca de nada, extrañamente animado, como
si nada serio hubiera pasado aquí. Cuando él no está divagando,
Nueve hizo el hábito de hacer sedentarismo por delante de
nosotras, utilizando su velocidad para poner algo de distancia
entre nosotros. Cuando lo alcanzábamos, él ya había atrapado
algún animal, usualmente una serpiente, y cocinaba sobre un
fuego pequeño que construía en un parche seco de la tierra. Es
como si quisiera fingir que estábamos en un divertido viaje de
campamento. No soy aprensiva; comía todo lo que Nueve
atrapaba. Sin embrago, Marina nunca lo hizo. No creo que las
criaturas del pantano azadas la molestara tanto como el hecho de
que era Nueve quien las cazaba. Ella debe estar corriendo en
vacío, incluso más que Nueve o yo.

Después de otro kilómetro, me doy cuenta que el camino


abajo se hace más estrecho pero más firme, puedo ver luces
delante. Pronto, el zumbido incesante de la vida de los insectos
locales da paso a algo igualmente molesto.

Música Country.
No llamaría a este lugar exactamente un pueblo. Estoy
segura que no aparece ni en el mapa más detallado. Se parece más
a un campamento que la gente se olvidó de dejar.

O tal vez esto es sólo un lugar donde los cazadores locales


vienen a dar la vuelta y escapar de sus esposas, creo, notando una
sobrepoblación de camionetas en el aparcamiento de grava. Hay
un par de docenas de chozas bastante ordinarias, esparcidas por
todo el tramo despejado de la costa del pantano, todos ellos casi
indistinguibles de un retrete de la vieja escuela. Las chozas,
básicamente, consisten en algunas piezas de madera
contrachapada apresuradamente clavadas muy juntas, y lucen
como si una fuerte brisa fuera a derribarlas. Supongo que si estás
construyendo en el borde de un pantano en Florida, no tiene
sentido poner demasiado esfuerzo en ello. Colgando entre las
chozas, a modo de iluminación en este pequeño panorama
sombrío, hay series de luces navideñas y faroles de gas. Más allá
de las cabañas, donde el suelo sólido se hunde en el pantano, hay
un muelle destartalado con unos pocos barcos con flotadores
atados hacia arriba.

La fuente de la música, el centro de esta "ciudad", y la única


estructura sólida construida aquí, es Trapper’s, un bar cutre
alojado en una cabaña de madera, el nombre se muestra con
orgullo a lo largo del techo de neón en color verde que
chisporrotea. Una fila de cocodrilos disecados se alinean en el
porche de madera de la barra, con sus fauces abiertas y a la
búsqueda. Desde el interior, por encima de la música, puedo
escuchar los hombres gritando y las bolas de billar chocando.
—Muy bien. —Dice Nueve aplaudiendo—. Mi tipo de lugar.

Este lugar me recuerda a los lugares fuera de radar a los que


solía llegar cuando estaba sola y huyendo, lugares fuertemente
tejidos y locales pintorescos que eran fáciles para salir de la vista
de los Mogadorianos.

Aun así, como me doy cuenta de un hombre de mediana


edad flacucho con un salmonete y una camiseta sin mangas que
nos mira, fumando en las sombras del porche, me pregunto si
deberíamos encontrar un lugar más seguro para nosotros para
ocultarnos y descansar. Pero Nueve ya está a la mitad de camino
por las escaleras de madera, que crujen, Marina va justo detrás de
él, y así los sigo. Afortunadamente este lugar tiene un teléfono, así
nos podemos poner en contacto con los demás en Chicago.
Verificar como siguen John y Ella, espero mejor, de alguna
manera, especialmente ahora que sabemos que la cura y todo lo
que Cinco clamaba tener en su cofre era pura basura. Tenemos
que advertirles a los demás sobre él. ¿Quién sabe cuál es la
información que podría haber estado otorgando a los
Mogadorianos?

Cuando empujamos las puertas abatibles de Trapper’s, la


música no para de sonar como en las películas, pero todo el
mundo en el bar giró sus cabezas para mirarnos, casi al unísono.
El lugar es pequeño, no hay mucho que separe de la barra, hay
una mesa de billar y algunos muebles de jardín ya destartalados.
Apesta a sudor, queroseno y alcohol.

—Oh chico —dice alguien y silba ruidosamente.


Rápidamente me doy cuenta que Marina y yo somos las
únicas mujeres aquí. Demonios, probablemente somos las
primeras mujeres en poner un pie en Trapper’s. Los borrachos
mirándonos van desde un exagerado sobrepeso a alarmantemente
delgados, todos ellos vestidos con camisas a cuadros abiertas
hasta la mitad, con manchas de sudor o batidos, algunos de ellos
parpadearon lanzándonos miradas lascivas, otros alisan su barba
descuidada, ya que nos hubieron observado de arriba a abajo.

Un hombre, con una camisa de heavy-metal rasgada y con un


labio inferior relleno de tabaco de mascar, se aparta de la mesa de
billar para acercarse furtivamente al lado de Marina.

—Esta debe ser mi noche de suerte —dice arrastrando las


palabras—. Porque tú chi…

El resto de la línea, en formación por edades, es olvidado,


porque en el momento que este tipo intenta deslizar su brazo
alrededor de sus hombros, Marina le arrebata bruscamente la
muñeca.

Puedo oír el crujido de la humedad en su brazo, hacia donde


dirige la helada, y un segundo después el tipo está llorando
mientras Marina tuerce su brazo hacia su espalda.

—No te acerques a mí —dice en un tono mesurado, lo


suficientemente alto para que toda la barra entera sepa que la
advertencia no va solamente para el tipo cuyo brazo ella casi
rompe.
Ahora la habitación está bastante tranquila. Me doy cuenta
de que un hombre deja que su botella de cerveza se deslice en su
mano para sostenerla por el cuello, para tener un mejor balanceo
de ella. Un par de tipos corpulentos en una mesa trasera cambian
miradas y se levantan, echando un vistazo a nosotros. Por un
momento, pienso que el bar entero podría tratar de sacarnos. Eso
podría terminar mal para ellos y se los intento comunicar con mi
mirada. Nueve, quien con su enredado cabello negro, y cara sucia
encaja bien aquí, truena sus nudillos y recuesta su cabeza hacia
atrás con fuerza, observando a la multitud.

Finalmente, uno de los otros campesinos de la mesa de


fondo.

—¡Mike, imbécil, pide perdón y termina aquí! ¡Es tu turno!

—Lo siento. —Le susurra Mike a Marina. Su brazo se tornaba


azul en el lugar en que Marina lo tocó. Ella lo empuja lejos y Mike
va a reunirse con sus amigos, frotándose el brazo y tratando de
evitar mirarnos. Con eso, la tensión se rompe. Todos regresan al
lugar donde estaban, que en su mayoría era engullir cerveza. Me
imagino escenas similares a esa, pequeñas peleas, miradas fijas, y
tal vez un apuñalamiento o dos, deberían pasar todo el tiempo en
Trapper’s. No hay problema. Como me lo imaginaba, este es uno
de esos lugares en los que nadie hace preguntas.

—Mantenlo bajo control. —Le digo a Marina mientras


caminamos por el bar.

—Lo hago. —Ella replica.


—No parece que sea así.

Nueve llega a la barra un paso por delante de nosotros,


despeja un espacio entre dos borrachos jorobados y golpeando la
astillada superficie de madera.

El camarero, que parece un poco más alerta y limpio que sus


clientes, probablemente porque él está llevando un delantal, nos
mira cansado con desaprobación.

—Deberían saber que tengo una pistola debajo de la barra.


No quiero ningún problema más. —Nos advierte el camarero.

Nueve le sonríe.

—Está bien, anciano. ¿Tienes algo para comer aquí? Estamos


hambrientos.

—Podría freírles algunas hamburguesas. —Contesta el


camarero después de pensarlo un momento.

—¿No es de carne de Zarigüeya o algo así, o sí? —Pregunta


Nueve, después levanta las manos—. Olvídalo, no quiero saber.
Tres de tus mejores, mi hombre.

Me inclino por la barra antes de que el camarero pueda


retirarse a la cocina.

—¿Tienes un teléfono?
Apunta con el pulgar hacia la esquina trasera oscurecida del
bar, donde me doy cuenta que hay colgado en la pared un
teléfono público de disco.

—Puedes intentarlo, funciona una parte del tiempo.

—Parece como si todo aquí funcionara una parte del tiempo.


—Murmura Nueve mirando la T.V. montada encima de la barra.
La recepción es mala en este momento, un informe de noticias es
tragado por la estática, las orejas torcidas de conejo emergentes
del conjunto no hacen su trabajo.

Cuando el camarero desaparece en la cocina, Marina se


sienta a un par de taburetes de Nueve. Evita el contacto visual,
absorta por la estática que aparece en el televisor. Mientras tanto,
Nueve tamborilea con sus manos en la barra, casi retando a
alguno de los borrachos a decirle algo.

Nunca me había sentido como una niñera.

—Voy a tratar llamar a Chicago. —Les digo.

Antes de poder irme, el escuálido fumador empedernido que


vimos fuera se aprieta al lugar en la barra contiguo al mío. Él me
muestra una sonrisa que se supone debe ser encantadora, excepto
que le faltan un par de dientes y no termina por llegar a sus ojos,
que parecen salvajes y desesperados.

—Oye cariño. —Dice, obviamente se perdió la demostración


de Marina, sobre qué sucede cuando borrachos tratan de
coquetear con nosotras—. Invítame un trago y te contaré mi
historia. Es única.

Lo miro fijamente.

—Aléjate de mí.

El camarero regresa de la cocina, el olor a carne cocinándose


viniendo con él, hacen a mi estómago rugir. Se da cuenta del tipo
escuálido a mi lado y de inmediato le truena los dedos en la cara.

—Pensé haberte dicho que no vinieras aquí si no tenías


dinero, Dale. —gruñe el camarero—. Vete ahora.

Ignorando al camarero, Dale, me observa con una mirada


suplicante. Al ver que no voy a ser conmovida, él se escabulle
hacia abajo de la barra a pedir a uno de los otros clientes a que le
inviten a tomar una copa. Sacudo mi cabeza y tomo un profundo
respiro; necesito salir de este lugar, necesito una ducha y necesito
golpear algo. Trato de mantenerme fría, ser racional sobre las
cosas, especialmente considerando que mis dos acompañantes no
están actuando como personas estables. Estoy molesta. Furiosa en
realidad. Cinco me noqueó, prácticamente tomó mi cabeza
limpiamente. En el tiempo que estuve inconsciente todo el mundo
cambió. Sé que no pude haberlo visto venir, nunca esperé que uno
de los nuestros se convirtiera en traidor, incluso un fenómeno
como Cinco. Aun así, no puedo evitar sentir que podría haber sido
diferente si me hubiera mantenido en guardia. Si yo hubiera sido
lo suficientemente rápida para esquivar ese primer golpe, Ocho
todavía podría estar vivo. Ni siquiera tuve la oportunidad de
pelear y eso me hace sentir engañada e inútil. Mantengo mi rabia
guardada para la próxima vez que vea un mogadoriano.

—Seis. —Dice Marina, su voz repentinamente suena frágil,


no distante y fría—. Mira esto.

La televisión sobre la barra ha comenzado a emitir, una


banda de estática perturba la imagen de vez en cuando, pero es
una emisión de noticias, es claramente visible. En ella, un
reportero se pone delante de una línea de cinta policial, el John
Hancock Center es visible en el fondo.

—¿Qué demonios? —Digo sin aliento. El techo se sacude por


el repique de un trueno repentino, fuera. Esa soy yo dejando salir
un poco de mi rabia. El noticiero cambia del periodista a las
imágenes grabadas de los pisos superiores del edificio John
Hancock Center en llamas.

—Esto no puede estar pasando. —Dice Marina, con sus ojos


muy abiertos, mirándome como para que le confirme que esta es
una clase de broma. Estoy tratando de ser la estable del grupo,
pero no puedo encontrar algo tranquilizante para decir. El
camarero chasquea su lengua viendo la televisión también.

—¿Loco, verdad? Malditos terroristas.

Me lanzo a través de la barra y le agarro por la parte


delantera de su delantal antes de que pueda pensar en llegar a su
escopeta escondida

—¿Cuándo pasó esto? —Chasqueo.


—Maldita sea chica. —Dice el camarero, sintiendo algo en
mis ojos que lo hace decidir no forcejear—. Yo, no lo sé, ¿hace
como dos días? Ha estado en todas las noticias. ¿En dónde
demonios has estado?

—Salvando nuestros traseros —Murmuro y lo dejo ir. Trato


de mantenerme unida, de vencer el pánico. Nueve ha estado
completamente callado desde que el reportaje salió. Cuando me
vuelvo para verlo, su expresión está totalmente en blanco. Se
queda mirando la televisión, viendo imágenes de nuestras
habitaciones en el penthouse, su antigua casa en llamas, con la
boca un poco abierta, su cuerpo completamente inmóvil y rígido.
Él parece que está apagado, como si su cerebro no fuera capaz de
procesar este último golpe.

—Nueve… —Comienzo, y mi voz se rompe en el momento.


Sin ninguna palabra mía o de Marina, sin siquiera una mirada, él
se da vuelta y se dirige a la puerta. Uno de los jugadores de billar
no es lo suficientemente rápido para salir del camino de Nueve
que al golpearlo por el hombro lo hace llegar hasta el suelo.

Confiando en que Marina no congele a nadie hasta la muerte


en mi ausencia, me voy tras Nueve. En el momento en que estoy
fuera del porche de Trapper’s, Nueve ya ha llegado al
estacionamiento, acechando fijamente el camino de grava.

—¿A dónde vas? —Gritó detrás de él, saltando la barandilla


del porche y corriendo para alcanzarlo.

—Chicago —Responde sin rodeos.


—¿Irás caminando a Chicago? —Le pregunto—. ¿Ese es tú
plan?

—Buen punto. —Responde sin bajar la velocidad—. Robaré


un auto. ¿Chicas, ustedes vendrán o qué?

—Deja de ser un idiota. —Chasqueo, y cuando eso no lo hace


más lento, me acerco con mi telekinesis y lo agarro. Le doy la
vuelta para que él me mire, sus talones excavan agujeros en la
grava mientras trata de luchar.

—Déjame ir, Seis –Gruñe—. Déjame ir ahora mismo.

—Para y ponte a pensar por un segundo. —Insisto, dándome


cuenta que no solo estoy tratando de convencer a Nueve, sino,
también a mí misma. Entierro mis uñas en las palmas de mis
manos, sin estar segura de que es la concentración que requiero
para sujetar a Nueve con mi telekinesis o para mí, para tratar de
mantenerme coherente. De vuelta en el techo del John Hancock
Center, le dije a Sam que estábamos en guerra y que habría
víctimas. Pensé que estaba preparada para eso, pero perder a
Ocho, y ahora tal vez perder a los demás en Chicago, no, no
puedo manejar eso. No puede haber sido mi última conversación
con Sam. No puede serlo.

—No estarán ya en Chicago. –Continuo—. Debieron huir, es


lo que nosotros deberíamos hacer, y sabemos que John está vivo,
de otro modo tendríamos una nueva cicatriz. Él tiene la tablet,
tiene su Cofre. Ellos tienen más oportunidades de encontrarnos,
que nosotros a ellos.
—Hmm… la última vez que vi a John estaba en coma. No
está en condiciones de buscar a alguien.

—Un edificio explotando tiende a despertar a una persona —


Contesto—. Logró salir, si no lo hubiera hecho, ya lo sabríamos.

Después de un momento Nueve asiente a regañadientes.

—Está bien, está bien, déjame ir.

Lo dejo soltarse de mi agarre telequinético. Él mira hacia otro


lado inmediatamente, viendo hacia la carretera oscura, con sus
anchos hombros caídos.

—Siento como si estuviéramos jodidos, Seis. —Nueve dice,


con la voz ronca—. Como si ya hubiéramos perdido y al llegar no
hay nadie alrededor para decirnos.

Camino a su lado y pongo mi mano sobre su hombro. Con


nuestras espaldas al letrero de luces de neón de Trapper’s, no
puedo ver la cara de Nueve, pero estoy bastante segura de que sus
ojos están húmedos con lágrimas.

—Tonterías. —Replico—. No hemos perdido.

—Dile eso a Ocho.

—Nueve, vamos.

Nueve sujeta con ambas manos su pelo negro enmarañado,


casi como si fuera a sacar algo fuera. Entonces, el atrae sus manos
hacia su cara, frotándola. Cuando las suelta nuevamente a sus
costados, puedo decir que él está tratando de ser estoico.

—Fue mi culpa también —continúa—. Hice que lo mataran.

—Eso no es verdad.

—Lo es, Cinco pateó mi trasero y no me pude ayudar a mí


mismo. Tenía que seguir hablando, enseñarle. Debí haber sido yo.
Lo sé; Marina seguramente lo sabe.

Retiro mi mano del hombro de Nueve y lo golpeo en la


mandíbula.

—¡Oh! ¡Demonios! —Aúlla, tambaleándose lejos de mí y casi


perdiendo el equilibrio en la grava—. ¿Qué mierda?

—¿Eso es lo qué quieres?, le pregunto, dando un paso hacia


él, con los puños apretados y lista—. ¿Quieres que patee tu trasero
un poco? ¿Qué te castigue por lo que le pasó a Ocho?

Nueve levanta sus manos.

—Detente, Seis.

—No fue tu culpa. —Le digo de manera firme, cerrando los


puños y golpeándolo con fuerza en el pecho con los dedos—.
Cinco asesinó a Ocho, no tú. Los mogadorianos son los culpables.
¿Entendido?
—Sí, lo entiendo. —Responde, aunque no puedo estar segura
de si he logrado comunicarme con él o si él sólo quiere que deje de
agredirlo.

—Bueno, basta de esta mierda. Tenemos que averiguar qué


haremos después.

—Yo ya lo he hecho. —Interviene Marina.

Estaba tan concentrada en convencer en cierto sentido a


Nueve que no la oí acercarse. Tampoco Nueve, y puedo decir por
la mirada avergonzada en su cara que se está preguntando cuánto
escuchó Marina. Por el momento, Marina no parece preocupada
por la crisis de Nueve. Está demasiado ocupada arrastrando el
chico escuálido de la barra, Dale, el que quería cambiar su historia
impresionante por una cerveza. Marina lo lleva a través del
aparcamiento hacia nosotros, sosteniéndolo de la oreja como un
cruel maestro que escolta a un delincuente a la oficina del director.
Me doy cuenta de la ligera escarcha que recubre un lado de la cara
de Dale.

—Marina déjalo ir —digo.

Ella cumple, tirando Dale por delante de ella, que se tropieza


en la grava y termina de rodillas frente a mí. Le doy una mirada.
Entiendo la racha violenta que viene, pero no me gusta. Marina
me ignora.

—Cuéntales lo que me dijiste. —Le ordena Marina a Dale—.


Tu increíble historia.
Dale nos mira a los tres, con ganas de agradar pero
obviamente aterrorizado, pensando probablemente que vamos a
matarlo si no nos escucha.

—Hay una vieja base de la NASA en el pantano. Se


desmanteló en los años ochenta, cuando el pantano comenzó a
subir. —Dale comienza vacilante, frotando el lado de su cara para
que se caliente—. Voy por ahí a veces, en busca de cosas que
puede vender, normalmente está desierto. Pero una noche,
hombre, te juro que vi OVNIS flotando por ahí. Chicos
espeluznantes que no se ven bien, con armas de fuego, que nunca
había visto, custodiando el lugar. ¿No están con ellos, o sí?

—No. —Respondo—. Definitivamente no.

—Dale se ofreció voluntario para mostrarnos el camino. —


Marina dice, empujando Dale con la punta de su tenis. Él traga
saliva y luego asiente enérgicamente.

—No está lejos. —Dice—, a un par de horas a través de la


ciénega.

—Pasamos dos días atravesando la ciénega. —Dice Nueve—.


¿Quieres regresar ahora?

—Ellos lo tienen. —Marina sisea, apuntando a la oscuridad—


. Escuchaste la historia de Malcom sobre lo que le hicieron a
número Uno. Ellos le robaron sus Legados.
Le doy a Marina una mirada sagaz. Aunque la mayor parte
de ella no tiene ningún sentido para él, Dale aún está escuchando
con atención nuestra conversación.

—¿Seguros de que deberíamos estar discutiendo esto aquí?

Marina bufa.

—¿Estás preocupada por Dale, Seis? Están asesinándonos y


llevándose a nuestros amigos. Mantener secretos a este borracho
es la menor de nuestras preocupaciones.

Dale levanta su mano.

—Juro que no diré nada acerca… acerca de lo que sea que


estén hablando.

—¿Qué hay de Chicago? —Pregunta Nueve—. ¿Qué hay de


los otros?

Marina ofrece a Nueve sólo una mirada rápida. Ella


mantiene sus ojos en mí cuando responde.

—Saben que estoy preocupada por ellos. Pero no sabemos


dónde está John y los demás, Seis. Sabemos dónde está Ocho y no
voy a dejar bajo ninguna circunstancia que esos enfermos
bastardos se queden con él.

Por el modo en que lo dice, sé que no hay manera de


convencer a Marina de otra forma. Si no vamos con ella, ella irá
por su cuenta. No es que esté considerando no ir. Estoy buscando
pelea tanto como ella. Y si hay una posibilidad de que el cuerpo
de Ocho siga ahí, en las garras de Mogadorianos, que aún
permanezca en Florida, tal vez con Cinco, entonces por lo menos
tenemos que intentar recuperarlo. No dejar a la Garde detrás.

—Dale. —Digo—. Espero que tengas un bote que podamos


tomar prestado.
Capitulo
Cinco
EL TROZO DE CARNE FRENTE A mí luce como un pedazo de pescado
crudo, excepto porque carece de textura alguna. La hurgo con mi tenedor
y el pálido pedazo tiembla como una gelatina. O tal vez sigue viva e
intenta escapar, esos inapetitosos temblores intentan moverse
lentamente fuera de mi plato. Si miro lejos, me pregunto si la cosa cogerá
ritmo e intentará escapar por las salidas de aire.

Quiero vomitar.

—Come —Setrákus Ra ordena.

Él se llamó a sí mismo mi abuelo. Esa idea me hace sentir más


nauseas que la comida. No quiero creerle. Esto podría ser como en las
visiones, algún juego enfermizo intentado conseguir meterse bajo mi piel.

¿Pero por qué tanto problema? ¿Por qué traerme aquí? ¿Por qué no
solo matarme?

Setrákus Ra se sienta enfrente de mí, todo el tiempo en el lado


opuesto de una ridícula larga mesa de banquete que parece como si
estuviera tallada de la lava. Su silla es como un trono, hecha de la misma
piedra que la mesa, pero definitivamente no tan larga para acomodar el
mamut señor de la guerra con quien peleamos en la base de Dulce. No, en
algún punto cuando no estaba mirando, Setrákus Ra se encogió a unos
razonables dos metros y medio de modo que el pudiera cómodamente
inclinarse sobre su plato de comida mogadoriana.

¿Podría su habilidad de cambiar de tamaño ser un Legado?


Funciona realmente muy similar a mi habilidad para alterar mi edad.

—¿Tienes preguntas? —Setrákus Ra retumba observándome.

—¿Qué eres? —dejo escapar.

El ladea la cabeza.

—¿A qué te refieres, niña?

—Eres un Mogadoriano —digo intentando no sonar demasiado


frenética—. Yo soy Loriense. No podemos estar relacionados.

—Ah, es una idea simplista. Humano, Loriense, Mogadoriano, esas


solo palabras, querida. Etiquetas. Hace siglos, mis experimentos
probaron que nuestra genética podría ser cambiada. Podría aumentar.
Nosotros no necesitamos esperar a que Lorien nos diera Legados.
Nosotros podríamos tomarlos mientras los necesitáramos, utilizándolos
como otro recurso.

—¿Por qué dices nosotros? —Pregunto, mi voz se quiebra—. Tú no


eres uno de nosotros.

Setrákus Ra sonríe finamente.

—Una vez fui Loriense. El décimo Anciano. Hasta que el tiempo


me echo fuera. Entonces, me convertí en lo que ves frente a ti: los poderes
de un Garde combinados con la fuerza de un mogadoriano. Una mejora
de la evolución.
Mis piernas comienzan a temblar bajo la mesa. Difícilmente
escuché lo que él mencionó del décimo Anciano. Recuerdo la carta de
Crayton. Él dijo que mi padre estaba obsesionado con el hecho de que
nuestra familia una vez tuvo un Anciano. ¿Pudo haber sido Setrákus Ra?

—Estás loco —digo—. Eres un mentiroso.

—No soy ninguna de las dos cosas —responde pacientemente—.


Soy un realista. Un futurista. Alteré mis genes para convertirme como
ellos, entonces ellos me aceptarían. En respuesta a su lealtad, los ayudé a
que su población creciera. Los traje de vuelta del borde de la extinción.
Uniendo a los mogadorianos me dieron una oportunidad de continuar
los experimentos que tanto temían los Lorienses. Ahora, mi trabajo está
casi terminado. Pronto toda la vida en el universo, Mogadorianos,
humanos, incluso los Lorienses que queden, mejorarán bajo mi gentil
mano guiadora.

—Tú no mejoraste la vida en Lorien —expreso—. Los mataste a


todos.

—Ellos se opusieron al progreso —Setrákus Ra declara, como si la


muerte de un planeta entero no fuera nada.

—Estás enfermo.

No me asusta decírselo. Se que no me lastimará, no aun, al menos.


Es demasiado vanidoso para eso, quiere desesperadamente convertir a
otro Loriense a su causa. Quiere que las cosas sean como en mi pesadilla.
Desde que desperté aquí, tenía un equipo de mujeres mogadorianas
atendiéndome. Ellas me vistieron en este vestido largo, negro y formal,
muy similar al que usaba en mi visión. Pica demasiado, y tengo que tirar
del cuello.
Miro abiertamente a su cara horrible, odiándome por intentar
encontrar algún parecido. Su cabeza es bulbosa y pálida, cubierta con
intrincados tatuajes mogadorianos; sus ojos son vacíos y negros, como de
los Mogs; sus dientes están afilados de forma aguda. Si miro lo suficiente,
puedo casi ver el fundido Loriense en sus características, como
arquitectura destruida bajo el pálido y bruto trabajo de arte
mogadoriano.

Setrákus Ra mira hacia arriba desde su comida, encontrándose con


mi mirada. Verlo de frente me sigue dando escalofríos y tengo que
obligarme a mirar a otro lado.

—Come —dice e nuevo—. Necesitas tu fuerza.

Dudo por un momento, no segura de qué tan lejos puedo llevar mi


insubordinación, pero también realmente no queriendo la muestra de la
versión Mog del sushi. Hago un punto soltando mi tenedor que golpea
ruidosamente contra un lado de mi plato. Hace eco en todo el salón de
techo alto, el área privada de comida de Setrákus Ra, que está solo un
poco más amueblado que los otras habitaciones frías a bordo del Anubis.
Las paredes están cubiertas de pinturas de Mogadorianos, cargando al
combate. El techo está abierto, dejando una vista que te deja sin aliento
de la Tierra, el planeta que imperceptiblemente rota a un lado de
nosotros

—No me retes, niña —Setrákus Ra gruñe—. Haz lo que se te ha


dicho.

Aviento mi plato lejos de mí.

—No tengo hambre.


Él me estudia, con una condescendiente mirada en sus ojos, como
un padre intentando mostrarle a un niño malcriado qué tan paciente
puede ser.

—Puedo ponerte de nuevo a dormir y alimentarte con un tubo, si


prefieres. Quizá tendrías mejores modales cuando te despierte de nuevo,
una vez que la guerra haya sido ganada —dice—. Pero entonces no seré
capaz de hablar. No serás capaz de disfrutar la victoria de tu abuelo de
primera mano. Y no serás capaz de entretenerte con tus inútiles ideas de
escapar.

Trago difícilmente. Sé que iremos a la Tierra en algún momento.


Setrákus Ra no tendrá sus buques de guerra orbitando la Tierra por un
tiempo para luego retirarse pacíficamente. Habrá una invasión. He
estado diciéndome que una vez que toquemos suelo, tendré una
oportunidad de escapar. Obviamente, Setrákus Ra sabe que preferiría
morir que ser prisionera o su co-gobernante, o lo que sea que tenga en
mente. Pero por la presumida mirada de su cara, a él no le importa. Tal
vez piense que puede lavarme el cerebro antes de volver a la Tierra.

—¿Cómo se supone que voy a comer con tu desagradable cara ahí?


—le pregunto esperando ver su autosatisfecha mirada flaquear—. No es
exactamente apetitoso.

Setrákus Ra me mira como si intentara decidir saltar sobre la mesa


y ahorcarme. Después de un momento, alcanza un lado de su silla donde
su bastón está apoyado. Tallado de un brillante metal dorado con un
siniestro ojo negro en la agarradera, es el mismo bastón que lo vi usar
durante la batalla en la base de Dulce. Me preparo para un ataque.

—El Ojo de Thaloc —dice, dándose cuenta de que veo el báculo—.


Como la Tierra, será algún día parte de tu herencia.
Antes de poder formular una pregunta, el ojo de obsidiana en el
bastón lanza luces. Me inmuto, pero rápidamente me queda claro que no
estoy en peligro. En cambio, es Setrákus Ra quien comienza a
convulsionarse. Bandas rojas y morada de luz proyectadas del Ojo de
Thaloc escanean su cuerpo. Aunque no sé exactamente cómo, puedo
sentir energía desde el bastón moviéndose en Setrákus Ra. Se retuerce y
contorsiona mientas su piel se despega de su cuerpo, expandiéndose
hacia el exterior y cambiando, como una burbuja formándose en una vela
de cera.

Cuando termina, Setrákus Ra parece humano. En realidad, parece


una estrella de películas. Asumió la forma de un hombre guapo en los
cuarenta años, con inmaculado y organizado cabello de sal y pimienta,
conmovedores ojos azules, y con una modesta cantidad de barba. Es alto,
pero no tan intimidante, y usa un traje azul elegante y una camisa,
casualmente abierta del cuello. De su antigua apariencia, solo los tres
colgantes Lorienses permanecen, las joyas azules hacen juego con su
camisa.

—¿Mejor? —pregunta, su usual voz rasposa es remplazada por de


este hombre barítono suave.

—¿Qué…? —lo miro atónita—. ¿Quién se supone que eres?

—Escogí esta forma por los humanos —explica—. Nuestra


investigación nos mostró que ellos naturalmente se ven de mediana edad,
caucásicos de esas especificaciones. Aparentemente, ellos encuentran a
estos como líderes y confiables.

—Por qué… —Intento unir mis ideas—. ¿Qué quieres decir, es por
los humanos?

Setrákus Ra hace un gesto hacia mi plato.


—Come y responderé tus preguntas. Eso no es irrazonable, ¿Lo es?
Creo que los humanos lo llaman quid pro quo.

Veo hacia mi plato y a la cosa pálida esperándome. Pienso en Seis y


Nueve y el resto de la Garde y me pregunto qué harían ellos en mi
situación. Perece que Setrákus Ra quiere sacarse las entrañas, así que
debería dejarlo. Tal vez mientras intente convertirme, él suelte el secreto
de cómo vencer a los Mogadorianos. Si eso incluso existe. De cualquier
manera, darle una mordida a la babosa hervida parece un pequeño precio
que pagar si eso significa obtener algo de información importante. No
debería pensar en mi situación como ser mantenida como prisionera; es
más como estoy en una misión dentro de las líneas enemigas.

Soy una maldita espía.

Tomo mi tenedor y cuchillo, corto un pequeño cuadrito del borde


de la carne y la dejo caer en mi boca. Casi no hay sabor después de todo,
es casi como masticar una boa de papel de libreta. Es la textura lo que
realmente me importa, la manera en la que la carne comienza a burbujear
y derretirse tan pronto como toca mi lengua, deshaciéndose demasiado
rápido que no puedo siquiera masticar. No puedo dejar de pensar en la
forma en la que los mogadorianos se desintegran cuando son asesinados
y tengo que detener la nauseas.

—No es a lo que estás acostumbrada, pero es lo mejor para lo que


Anubis está equipada para producir —dice Setrákus Ra, casi como
disculpa—. La comida mejorará una vez que tomemos la Tierra.

Lo ignoro, realmente no me importa los buenos puntos de la


comida mogadoriana.

—Comí, ahora responde mi pregunta.


Inclina su cabeza encantado por mi franqueza.

—Escogí esta forma porque los humanos la encontrarán


confortante. Es lo que usaré para aceptar la rendición de su planeta.

Bostezo hacia él.

—Ellos no se van a rendir ante ti.

Sonríe.

—Por supuesto que lo harán. A diferencia de los Lorienses, quienes


inútilmente pelean contra probabilidades improbables, los humanos
tienen una rica historia de subyugación. Aprecian la demostración de
poder superior y están felices de aceptar los principios del Progreso
Mogadoriano. Y esos que no lo hagan, perecerán.

—“Progreso” Mogadoriano —escupo las palabras—. ¿De qué estás


hablando? ¿Vas a convertir a todos como tú? Un mon…

No termino mi pregunta. Lo iba a llamar un monstruo, pero


entonces pienso en mi visión. Cruelmente ordené la ejecución de Seis
enfrente de John, Sam y una multitud de personas. ¿Qué si algo como
Setrákus Ra ya está al acecho dentro de mí?

—Creo que había al menos una pregunta en toda esa hostilidad —


Setrákus Ra dice. Mantiene su sonrisa exasperante, haciéndolo peor
ahora que usa su hermosa cara humana, y gesticula hacia mi plato. Me
echo a la boca otro pedazo de la horrible comida. Él aclara su garganta
como si estuviera a punto de dar un discurso.

—Compartimos la misma sangre, nieta, y es por lo que fuiste


perdonada del destino de esos Garde quienes tontamente se oponen a mí.
Porque, a diferencia de ellos, tú eres capaz de cambiar —explica—. Debí
haber sido Loriense una vez, pero en siglos me he convertido en algo
mejor. Una vez que controle la Tierra, tendré la posibilidad de cambiar la
vida de millones. Todo lo que necesitan hacer es aceptar el Progreso
Mogadoriano. Entonces mi trabajo por fin dará frutos.

Entrecierro los ojos viéndolo.

—¿Poder? ¿De dónde?

Setrákus Ra me sonríe, tocando los colgantes que cuelgan en su


cuello.

—Lo verás cuando el tiempo llegue, niña. Entonces, entenderás.

—Ya entiendo —replico—. Entiendo que eres repugnante, un


genocida maldito quien se dio a sí mismo un mal cambio de imagen
mogadoriano.

La sonrisa de Setrákus Ra se desvanece por un momento y me


pregunto si he llevado mi suerte demasiado lejos. Suspira y arrastra sus
dedos a través de su garganta, la piel de su forma asumida forma una
separación para revelar la gruesa cicatriz morada de su cuello.

—Pittacus Lore me regaló esto cuando intentó matarme —dice,


con voz fría y plana—. Fui uno de ellos, pero él y los otros Ancianos me
echaron. Desterrándome de Lorien por mis ideas.

—¿Qué? ¿Ellos no quisieron elegirte líder supremo, o algo así?

Setrákus Ra pasa sus manos por su garganta una vez más y la


cicatriz desaparece.

—Ellos ya tenían un líder —Setrákus Ra, baja su voz de tono, como


si el recuerdo lo enojara—. Ellos sólo se negaron a admitirlo.
—¿Qué se supone significa eso?

Esta vez no me hace comer un bocado más de comida. Está en


buena racha ahora.

—Querida, los Ancianos eran dirigidos por el planeta mismo.


Lorien tomaba las decisiones por ellos. Quien sería Garde y quien sería
Cêpan. Ellos creían que deberíamos vivir como cuidadores y dejar que la
naturaleza determinara nuestros destinos. Estaba en desacuerdo en que
Los Legados concedidos por Lorien era simples recursos, como todo lo
demás. ¿Dejarías que un pez en el océano dictara quien es apto para
comerlo, o permitir que el hierro en el suelo decida cuando ser forjado?
Por supuesto que no.

Intento digerir toda esa información y compararla con lo que


aprendí de Crayton y su carta.

—Tú sólo quieres tener el control —digo después de un momento.

—Me gusta el progreso —apela—. Los mogadorianos lo


entendieron. A diferencia de los Lorienses, ellos son gente lista para ser
alzada.

—Estás loco —digo, aventando mi plato lejos, terminando toda


esta sesión de preguntas y respuestas.

—Tú eres una ciega, niña —replica, con esa condescendiente


paciencia de nuevo—. Cuando tus estudios comiencen, cuando veas lo
que he logrado para ti y lo que los Lorienses te han negado, entonces
entenderás. Me amarás y respetarás.

Me levanto, aunque pienso que no tengo a donde ir. Setrákus Ra ha


sido gentil conmigo por demasiado, pero ha sido hecho tan claro como el
cristal que solo puedo moverme por los pasillos estériles de Anubis
mientras él me lo permite. Si él quiere mantenerme aquí y forzarme a
terminar mi comida, lo hará. Sería probablemente más fácil para mí si
dejo todas las distorsiones y medias verdades sin respuesta, pero no
puedo hacerlo. Pienso en Nueve y Seis y los otros, sé que ellos nunca se
guardarían las palabras si se enfrentaran con este monstruo.

—Tú destruiste nuestro planeta y todo lo que has hecho es herir a


la gente —digo intentado imitar la paciencia de mi abuelo—. Eres un
monstruo. Yo nunca te dejaré de odiar.

Setrákus Ra suspira, sus hermosas características se arrugan


brevemente en consternación.

—El enojo es el último refugio del ignorante —dice levantando su


mano—. Déjame mostrarte algo que ellos te negaron, nieta.

Un rollo de energía roja brillante comienza a arremolinarse


alrededor de su mano levantada. Nerviosa, doy un paso hacia atrás.

—Los Ancianos escogieron quienes escaparían de Lorien, y tú no


estabas entre ellos —Setrákus Ra continúa—. Te fueron negadas las
ventajas de los otros Garde. Rectificaré eso.

La energía se aglutina en un crepitante orbe en frente de la mano de


Setrákus Ra, cerniéndose por un momento, y después vuelve como un
rayo hacia mí. Me aviento hacia un lado y el orbe altera su curso, yendo
en línea recta hacia mí, como si pensara por si mismo. Golpeo el piso frío
e intento evitar la energía, pero es demasiado rápido. Quema el
dobladillo de mi vestido y sujeta mi tobillo.

Grito. El dolor es insoportable; es como si un hilo de vida fuera


arrastrado por mi piel. Acerco la pierna hacía mí e intento presionar el
punto donde el orbe me golpeó, como si me estuviera quemando y
necesitara apagar las llamas.

Es cuando lo veo por primera vez. La circulante energía roja se ha


ido, dejando atrás una línea irregular, una cicatriz rosa alrededor de mi
tobillo. Es un recuerdo de los tatuajes angulares que he visto grabados en
docenas de cráneos mogadorianos, pero es también algo
inquietantemente familiar al hechizo Loriense.

Cuando miro a Setrákus Ra, tengo morderme el labio para tragarme


un grito. El fondo medio de la pierna de su pantalón está quemado, una
idéntica marca de hechizo está en su tobillo.

—Ahora —dice sonriendo beatíficamente—, como ellos, estamos


unidos.
CAPITULO
SEIS
SUPONGO QUE DE ALGUNA MANERA HEMOS secuestrado a Dale,
parece no importarle. El escuálido pelirrojo está teniendo un gran
momento descansando en la parte trasera de su bote, tirando del
frasco de luz de luna y comiéndonos descaradamente con la
mirada, a Marina y a mí.

Este bote está literalmente armado con cinta adhesiva y


cordones de zapatos, no podemos viajar por las brisas marinas tan
rápidamente por miedo a fundir el motor.

También muy a menudo Nueve tiene que usar un cubo para


sacar agua marrón oscura de pantano antes de que el bote
recolecte demasiado y nos hundamos. No estamos viajando
exactamente con estilo, pero Marina está convencida de que Dale
tropezó con un campamento Mogadoriano. Así que ahora él es
nuestro guía.

Anoche, Dale insistió que estaba demasiado oscuro para


tratar de navegar por el pantano pero prometió que nos llevaría a
la base de la NASA en la mañana. Resultó que el barman de
Trapper’s rentó las cabañas alrededor de su negocio para las
personas que van de paso por el pantano. Nos dio una junto a la
nada, hizo flotar nuestra comida, probablemente creyendo que al
no ayudarnos crearía más problemas.

Nadie confiaba en que Dale no correría cuando se le


presentara la oportunidad, así que decidimos tomar turnos para
vigilarlo. Nueve tomó el primer turno y terminó sentándose con
Dale afuera de nuestra pequeña cabaña, escuchando historias
acerca de todas las interesantes cosas que Dale había recogido del
pantano.

Marina y yo nos acostamos una a lado de la otra, en el


colchón comido por las pulgas situado en el suelo de la cabaña,
junto a un plato caliente, un lavabo oxidado que no creo que
conecte a ninguna tubería y una linterna de aceite. Considerando
que hemos pasado el último par de días caminando por el
pantano casi sin descanso, esto fue lo más cómoda que he estado
en días. Mientras yacíamos allí, noté que Marina había dejado de
radiar la helada aura que había estado rodeándola desde que
mataron a Ocho. Pienso que quizá se ha quedado dormida, pero
luego comienza a susurrarme en la oscuridad.

—Lo siento ahí afuera, Seis.

—¿A qué te refieres? —le susurro sin entender—. Ocho


esta… —dudo, sin poder evadir lo obvio.

—Sé que está muerto —responde, girando la cabeza hacia


mí—. Pero aún puedo sentir… su esencia o algo. Me está
llamando. No sé cómo, o por qué, sólo sé que está pasando y es
importante.
Siento el silencio. Recuerdo la historia de Ocho de haber
conocido un misterioso anciano mientras se escondía en India.
Creo que su nombre era Devdan. El anciano le enseñó sobre
Hinduismo y Artes Marciales y eventualmente se fue por donde
vino. Ocho de verdad apreciaba lo que aprendió sobre el
Hinduismo – Creo que lo ayudó a lidiar con la muerte de su
Cêpan. Rayos, tal vez sí hay algo acerca de todo eso sobre la
reencarnación. Ocho fue definitivamente el espiritual de todos
nosotros, y si alguien puede salir de la tumba, probablemente sea
él.

—Lo encontráremos —digo con calma, aunque no estoy


confiada en que eso sea verdad. Pienso en lo que Nueve dijo
durante su pérdida de paciencia esta misma noche. Que ya hemos
perdido la guerra y nadie nos avisó—. Es sólo que no sé qué
haremos luego.

—Se revelará a sí mismo cuando el tiempo llegue. —


Responde Marina calmadamente, apretando mi mano. La pacifica
Marina que conocí está volviendo, reemplazando a la enojada y
sedienta de venganza con la que había estado sobreviviendo los
últimos días.

—Sé que lo hará.

Así que, esta mañana, regresamos al pantano. Los árboles


son espesos en ambos lados del agua turbia y frecuentemente
debemos bajar la velocidad para navegar alrededor de retorcidas
pero ambiciosas raíces que se han esparcido por el agua. El dosel
de ramas sobre nuestras cabezas es denso, dejando entrar rayos
solares en varios lugares.

Los troncos podridos a penas se distinguen de las escamosas


espaldas de los lagartos vagando por estas aguas. Al menos los
bichos han parado de picarme. O tal vez sólo me acostumbré a
ellos.

Marina se para en el frente del bote, su mirada al frente y la


humedad acumulada en su cara y cabello. Me quedo mirando a su
espalda, preguntándome si finalmente se perdió a sí misma, o este
sexto sentido acerca del cuerpo de Ocho es una manifestación de
un nuevo legado. Es en momentos como este cuando realmente
necesitamos un Cêpan. A Marina le está costando un infierno
controlar su Legado de congelación. Nueve y yo no se lo hemos
mencionado, probablemente él este asustado que ella le arranque
la cabeza de un mordisco y yo sólo estoy contando en que ella
canalice toda esa ira para aprender a controlarlo.

Así que este retorno al pantano está pasando a causa de un


nuevo legado, vieja intuición, dolor o el contacto legitimo con el
mundo del espiritismo. Tal vez la combinación de los cuatro. No
importa realmente. Haremos esto.

Fue solo hace unos días que Cinco nos guió a través de aguas
similares a estas. Estábamos más felices en ese momento.

Recuerdo a Marina y a Ocho aferrándose el uno al otro, algo


brillando ahí. Y Nueve dando alaridos y actuando estúpidamente
cada vez que veía a un lagarto. Paso una mano por mi cabello,
esta húmedo debido al ambiente y enredado por todos los días
que hemos pasado aquí. Me recuerdo a mi misma que no es
momento para quejas. Estamos conduciendo hacia peligro, pero al
menos esta vez lo sabemos.

—¿Cuánto falta? —le pregunto a Dale

Se encoje de hombros. Se ha vuelto más cómodo a nuestro


alrededor desde que Marina congeló la mitad de su cabeza la
noche anterior.

Bebiendo algo de lo que sea que se encuentra en su botella.

—Probablemente una hora —dice.

—Será mejor que no estés jugando con nosotros —le digo—.


Si esto es una tontería, te dejaremos aquí.

Eso lo hace sentarse un poco más recto.

—Juro que es verdad, señorita. Vi a unos raros alienígenas


allí. Te lo aseguro.

Lo miro ferozmente. Nueve termina de tirar agua por el


borde del barco y ágilmente le quita la botella a Dale.

—¿Qué tienes aquí de todas maneras? —pregunta Nueve,


oliendo la botella—. Huele a diluyente de pintura.

—No todo es diluyente —Responde Dale—. Pruébalo.


Nueve gira sus ojos y le devuelve la botella, luego se vuelve
hacia mí.

—¿Enserio? —pregunta, bajando el tono de su voz, más


preocupado porque Marina escuche que por Dale, quien está
sentado justo a nuestro lado—. ¿Estamos confiando en este tipo?

—No sólo en él —respondo, dando una mirada a Marina—.


Ella siente algo.

—¿Desde cuándo ella…? —Nueve dice, por primera vez


tomando un momento para considerar sus palabras—. Aún es un
poco loco para mi Seis. Eso es todo.

Antes de poder responder, Marina mueve su mano hacia


nosotros, consiguiendo nuestra atención.

—¡Paren el motor! —sisea.

Dale se para rápidamente y apaga el motor, sin querer hacer


enojar a Marina. Nuestro bote avanza silenciosamente.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—Hay alguien adelante.

De pronto lo escucho, también. Un motor. Uno que hace


mucho menos ruido que el de Dale. Se hace más fuerte mientras se
acerca. Con el patrón en zigzag se da paso por los árboles.
Todavía no podemos ver si es un bote.
—¿Hay más personas tan lejos del pantano? —pregunta
Nueve, mirando fijamente a Dale.

—A veces —responde Dale. Mira alrededor, como si algo se


le hubiera ocurrido en ese segundo—. Ahora, esperen. ¿Estamos
en peligro? Porque no firmé para eso.

—No firmaste para nada —le recuerda Nueve.

—Shhh —dice Marina—. Ahí vienen

Podría volvernos invisibles. Se me ocurre agarrar a Marina y


Nueve, usar mi Legado para que solo puedan ver a Dale solo aquí.
Pero no lo hago. Marina y Nueve no se ven con ánimo de tomarse
las manos.

Si hay mogadorianos ahí afuera, queremos pelear.

Veo pasar un contorno oscuro por el lío de árboles y se


desliza dentro del agua en frente de nosotros.

Es un barco justo como el nuestro excepto que es mucho más


elegante y con unas cien fugas menos. Tan pronto como nos ven,
el segundo bote también apaga su motor. Se desliza por unos
veintisiete metros frente a nosotros. Su estela causa que nos
movamos en una gentil ola.

El bote es conducido por tres mogadorianos. Debido al calor,


se han sacado sus estúpidas chaquetas de cuero, quedando con
camisetas sin mangas, sus brazos brillan con un color blanco
pastoso, sus cañones y dagas visibles dispuestas en sus
cinturones. Me pregunto qué están haciendo aquí.
Descaradamente en un lugar abierto, y me doy cuenta de que
probablemente nos estén buscando. Después de todo, los
pantanos fueron nuestra última locación. Estos desafortunados
soldados Mogs debieron ser asignados a los pantanos.

Todo el mundo está muy quieto. Vemos a los Mogs, y me


pregunto si nos reconocieron dado en el estado que nos
encontramos. Los Mogs nos miran de vuelta, no hacen ningún
movimiento por volver a encender el bote y quitarse de nuestro
camino.

—¿Amigos suyos? —Logra articular Dale.

Su voz rompe al enfrentamiento. Al unísono, dos de los


Mogs alcanzan sus cañones, el tercero gira para encender el
motor. Me empujo hacia adelante con mi telekinesis, golpeando el
frente del bote con tanta fuerza como puedo reunir, causando que
la proa se alce del agua. El mog que se dirigía al motor cae por la
borda, y los otros dos se tambalean hacia atrás.

Una mitad de segundo después de mi ataque telequinético,


Marina se mueve hacia un lado y hunde su mano en el agua del
pantano. Una lámina de hielo se desprende de ella hacia el bote de
los Mogs. El agua crujiendo mientras se congela. Su bote está
atrapado ladeado, la mitad fuera del agua, mientras el témpano
del hielo se fusiona a su alrededor.

Nueve salta fuera de nuestro bote, corre agraciadamente


sobre el témpano de hielo de Marina y salta por un lado del bote
de los Mogs. Agarra al mog más cercano por el cuello, su impulso
y la cubierta inclinada del barco hace que se tropiecen hacia la
parte trasera. El segundo Mog agarra su cañón y apunta a Nueve,
pero antes de que pueda disparar, Nueve planta sus pies y lanza
el primer mog a su amigo.

El explorador que cayó por la borda trata de salir del agua y


del témpano de Marina. Eso es un error. Un carámbano irregular
se alza desde el filo de del témpano, empalando al Mogadoriano.
Antes de que el mog se convierta en cenizas, uso mi telekinesis
para sacar el carámbano de él y mandarlo a otro mog del bote. El
ultimo mog, daga en mano, carga contra Nueve, pero el agarra al
mog por la muñeca, torciéndola y apuñalándolo en el ojo con su
propia cuchilla.

Todo está terminado. Toda la pelea duró menos de un


minuto.

A pesar de lo disfuncional que nos vemos ahora mismo, aun


podemos matar unos Mogs.

—Bueno, ¡eso fue refrescante! —Grita Nueve, sonriéndome


desde el otro bote.

Oigo un chapoteo detrás y giro justo a tiempo para ver a


Dale nadando frenéticamente a través del agua de pantano. Debió
saltar por la borda y ahora esta nadando como perro lejos de
nosotros tan rápido como sus escuálidos brazos y su borrachera lo
permitan.
—¿A dónde vas, idiota? —le grito.

Dale alcanza un fangoso afloramiento de ramas y tira de si


mismo hacia fuera pidiendo aire. Me mira a mí y a los otros, con
ojos salvajes.

—¡Ustedes son unos locos! —grita.

—Eso no es muy amable —dice Nueve, riendo, mientras


regresa al bote de Dale cuidadosamente. El témpano que creó
Marina está empezando a derretirse por el calor de Florida.

—¿Qué pasa con tu bote? —le grito a Dale—. ¿Nadarás de


vuelta a Trapper’s? — me echa un vistazo.

—Ya pensaré en algo que no involucre poderes mutantes,


muchas gracias.

Alzo mi mano, intentando alcanzar a Dale con mi mano y


traer su estúpido trasero de vuelta al bote con mi telekinesis, pero
Marina toca mi hombro y me detiene.

—Déjalo ir —dice.

—Pero lo necesitamos para encontrar la base —replico.

—Estamos bastante cerca —dice Marina, moviendo su


cabeza—. Y además…

—¡Santa Mierda! —interrumpe Nueve mirando al cielo.

—Creo que solo podemos seguir esa cosa —termina Marina.


De repente, el día se vuelve muy oscuro, miro hacia arriba al
mismo tiempo que una sombra pasa sobre mi cabeza, tapando la
luz limitada que se hace paso a través del dosel del pantano. A
través de las hojas, todo lo que puedo ver es la armadura oculta
de una nave Mogadoriano mientras empieza a descender. No es
nada parecido a los aviones que he tirado varias veces con unos
cuantos rayos. Este es enorme. Del tamaño de un portaaviones,
pistolas salen feroces de la parte baja. Los pájaros, antes situados
en las ramas, toman vuelo, huyendo de este terrible gigante.

Instintivamente, agarro a Nueve y Marina, volviéndonos


invisibles. Un bote de mogadorianos es una cosa. No creo que
estemos listos para algo así de grande. A la nave de guerra arriba
de nosotros no le importa. No nos nota. Para una nave de esa
magnitud somos unos insignificantes mosquitos.

Mientras pasa, volando encima de la tierra pantanosa y deja


entrar a la luz gradualmente, siento que me he encogido, como si
fuera pequeña otra vez.

Como si fuera una niña.

Y recuerdo ese último día en Lorien. Nosotros nueve y


nuestros Cêpans corriendo hacia la nave que nos traería a la
Tierra. Los gritos alrededor, el calor del fuego viniendo de la
ciudad, cañones de fuego flotando en el aire. Recuerdo haber
mirado al cielo nocturno y ver naves como está pasando sobre
nosotros, apagando las estrellas, sus turbinas encendidas, las
puertas de cargo abriéndose para liberar hordas de Piken
sedientos de sangre.
Sobre nosotros, me doy cuenta, es una nave de guerra
mogadoriana. Es lo que usarán para tomar la Tierra de una vez
por todas.

—Están aquí —digo, me falta el aliento de repente—. Está


empezando.
Capitulo
Siete
GRADUALMENTE, LOS SUBURBIOS FUERA DE WASHINGTON D.C.
empiezan a cambiar.

Las casas se hacen grandes y se ubican más lejos de la acera,


hasta que eventualmente no son visibles desde la autopista.

Afuera de las ventanas de la camioneta se encuentran


inmaculadas praderas o parques en miniatura en donde los
árboles están separados meticulosamente por espacios iguales,
designados para mantener a los hogares lejos de las curiosas
miradas. Las calles laterales que se desvían desde la autopista
tienen nombres prestigiosos como calle Oaken Crest o Boulevard
Goldtree, todas ellas protegidas por severas señales de
«PROPIEDAD PRIVADA.»

En el asiento trasero, Sam da un silbido.

—No puedo creer que vivan aquí. Como gente rica.

—No es broma.- Respondo, con mis manos sudorosas en el


volante.

Estaba pensando lo mismo que Sam pero no deseaba hablar


de eso, preocupado de no poder disimular los celos en mi voz. He
pasado mi vida entera en la huida, soñando con vivir en lugares
como estos. Lugares estables, calmados. Y aquí están los Mogs,
forjando una vida normal para los nacidos de verdad con altos
cargos, viviendo la gran vida en un planeta al cual solo piensan
explotar y destruir.

—El césped siempre es más verde- dice Malcom.

—Ellos no lo aprecian. Si te sirve de consuelo —dice Adam


calmadamente, las primeras palabras que ha dicho desde que
empezamos viaje hasta Ashwood. Su antiguo hogar.

—Les enseñan a no apreciar nada, a menos que lo poseas.

—¿Qué significa, exactamente? —pregunta Sam—. ¿Si un


Mogadoriano va a un parque…?

— “Uno no tiene satisfacción de lo que no puede tener” —


recita Adam, reprimiendo una mueca cuando termina la frase—.
Eso es del Gran Libro de Setrákus Ra. A un Mogadoriano no le
importaría tu parque, Sam, no a menos que debiera derribar los
árboles del lugar.

—Suena como un gran libro —digo secamente.

Me inclino sobre Adam, que se encuentra a mi lado en el


asiento de pasajero. Está mirando a través de la ventana, con una
mirada distante en su rostro. Me pregunto si es extraño para él. Es
básicamente el regreso a su hogar, incluso cuando él no es
realmente de la Tierra. Adam gira su cabeza, me descubre
mirándolo y se ve un poco avergonzado.

Su expresión cambia rápidamente a una familiar. La fría


compostura Mogadoriana.

—Detente aquí —ordena—. Es solo a unos metros.


Dirijo a la camioneta a un lado de la autopista y apago el
motor. Sin el sonido de la camioneta, el constante sonido a mis
espaldas parece más alto.

—Cielos, chicos, cálmense —dice Sam a la caja de


emocionadas chimæras situada en el asiento entre él y Malcom.

Giro completamente para dar un vistazo a las chimæras,


todas ellas en forma de ave. Regal, el cual su forma habitual es un
halcón, descansa junto a un trío de pájaros comunes, un pichón,
una paloma y un petirrojo. Después hay un elegante halcón gris
que debe ser Dust y una lechuza pasada de peso que debe ser
Stanley. Todos ellos llevan ligeros collares colocados gentilmente
alrededor de sus cuellos.

Este es el paso uno de nuestro plan.

—¿Todo está funcionando? —le pregunto a Sam, quien alza la


mirada del portátil que descansa sobre sus piernas y me sonríe.

—Échale un vistazo —dice orgulloso, girando la pantalla del


portátil hacia mí. Usar las chimæras de esta manera fue su idea.

En un mosaico aparecen media docena de pantallas de video,


cada una de ellas aparece un ángulo diferente. Las cámaras están
funcionando.

En nuestro camino desde Baltimore a Washington paramos


en una oscura y pequeña tienda llamada SpyGuys que se
especializa en cámaras y equipos de seguridad de hogares. El
empleado no le preguntó a Malcom para qué necesitaba más de
una docena de sus cámaras inalámbricas más pequeñas; parecía
agradecido por la venta e incluso nos mostró como instalar el
software necesario en una de nuestros portátiles. Después de eso,
conseguimos los collares en una tienda para mascotas. Los otros
ataron cuidadosamente las cámaras a estos mientras yo manejaba
al sur con rumbo a Washington.

Los Mogadorianos han puesto mucho esfuerzo para


vigilarnos, acosándonos. Ahora vamos a girar los papeles.

—Dispérsense por el conjunto de Aswood —Les digo a la


chimæras, recalcando mi comando con una fotografía mental
tomada desde un satélite a Ashwood que he estado estudiando
desde ayer y mandando al grupo telepáticamente—. Traten de
cubrir cada uno de los ángulos. Enfocando especialmente a donde
se encuentran los Mogadorianos.

Las chimæras responden entusiastas con graznidos y aleteos.

Asiento hacia Sam y el abre la puerta de un costado de la


camioneta. Lo que sigue es una ráfaga salvaje de actividad, nuestra
media docena de aves espías cambiantes despegando al mismo
tiempo, una concentración de graznidos y aleteos mientras vuelan
fuera de la camioneta. Tan serio como nuestra situación es, hay
algo asombroso acerca de la vista; Sam está sonriendo e incluso
Adam se permite una pequeña sonrisa.

—Esto va a resultar —dice Malcom, palmeando la espalda de


Sam. La sonrisa de Sam se eleva solo un poco más.

La vista en la pantalla del portátil es desorientadora, todas las


chimæras picando y deslizándose en diferentes direcciones.
Primero se sitúan sobre unos árboles justo por encima de las
puertas de hierro forjado del conjunto Ashwood. Una puerta está
construida en un muro de ladrillos, el muro se estrecha por unos
cuantos metros y luego, algo que no está visible desde la carretera,
se vuelve una siniestra valla con alambres de púas.

—Guardias —digo apuntando a un trío de Mogadorianos, dos


de ellos están sentados en la portería, uno de ellos paseándose por
la entrada misma.

—¿Eso es todo? —pregunta Sam—. ¿Sólo tres de ellos? Eso es


nada.

—Ellos no esperan un ataque frontal. O ningún ataque,


realmente. —Explica Adam—. Su propósito es principalmente
asustar a los conductores que puedan equivocarse de camino.

Mientras las demás chimæras se sitúan en techos y ramas de


los árboles, las pantallas de video siguen enfocándose, comienzo a
tener una idea clara de la disposición del conjunto Ashwood.

Detrás de la puerta frontal hay un pequeño pero sinuoso


camino de entrada con muy poca cobertura. Ese camino lleva
hacia una gran calle sin salida en la cual se ubican unas veinte
casas dispuestas alrededor de un área de recreación.

Aparentemente, los Mogadorianos tienen mesas de Picnic,


aros de basquetbol y una piscina. Todo, es una franja idílica de
suburbio, excepto que no hay nadie.

—Parece callado —digo, escaneando los alrededores—.


¿Siempre es así?

—No —admite Adam—. Algo no está bien.

Una de las chimæras toma vuelo y se reposiciona,


consiguiendo un ángulo de una de la casas que no podíamos ver
antes. Un camión de basura esta parqueado en la acera, su motor
apagado.

—Hay alguien —dice Sam, ampliando la imagen.

Un solitario Mogadoriano está parado junto al camión


sosteniendo una tablet. Adam bizquea para obtener un vistazo de
los tatuajes en su cráneo.

—Un ingeniero —dice.

—¿Puedes saber eso? —pregunto.

—Está en los tatuajes. Para los nacidos de verdad, esos son


símbolos de honor y de lo que han logrado. Los nacidos en tanque
consiguen títulos de trabajo. —Explica Adam—. Los hace más
fáciles de ordenar.

—Allí hay más —nota Sam.

Vemos cómo cuatro guerreros Mogadorianos cargan una


pieza de computador del tamaño de una refrigeradora fuera de la
casa. Avanzan hasta la acera y lo bajan en frente del ingeniero,
luego esperan mientras el inspecciona el objeto.

—Parece un servidor —observa Malcom. Gira hacia Adam—.


¿Pueden estar reemplazando los equipos que destruiste?

—Posiblemente —responde Adam, pero no suena seguro. El


señala una casa de dos niveles con un porche unas cuantas puertas
lejos de donde los Mogadorianos están trabajando—. Ese es mi
viejo hogar. Sé por seguro que ahí hay un punto acceso a los
túneles, pero probablemente las otras casas también tienen
acceso.
Mientras Adam está hablando, el ingeniero termina su
inspección del servidor. Mueve su cabeza, y los otros Mogs
recogen el equipo de nuevo. Lo lanzan dentro del camión de
basura, y vuelven a la casa.

—¿Supongo que no son admiradores del reciclaje, eh? —dice


Sam.

Antes de que el primer grupo de Mogs puedan volver a la


casa, un segundo grupo emerge. Están cargando lo que parece una
silla de barbero sacado de una mala película de ficción, la cosa con
partes futurísticas como aterradoras, cables y nudos colgando. El
ingeniero avanza hacia el segundo grupo, ayudándoles a bajar el
equipo suavemente al pasto del jardín delantero.

—Reconozco eso —dice Malcom, con filo en su voz.

—La máquina del Dr. Anus —dice Adam, girando hacia mí—.
Eso es lo que usaron en Malcom. Y en mí.

—¿Qué van a hacer ahora? —pregunto, viendo al ingeniero


comenzar su inspección.

—Esto se ve como el equipo de salvamento —explica Adam—.


Le hice un poco de daño a los túneles la última vez que estuve
aquí. Ahora, están salvando el equipo que puedan y deshaciéndose
del resto.

—¿Qué hay con todos los nacidos de verdad que se suponen


estarían aquí? —Adam hace una mueca.

—Debieron ser evacuados hasta que este lugar fuera


inspeccionado —ensancho mis ojos hacia Adam.
—¿Así que condujimos hasta aquí para nada? Los nacidos de
verdad se han ido y la maquina está destrozada.

—No —dice, y puedo ver los engranajes girando detrás de sus


ojos—. Si podemos tomar a este equipo antes de que avisen a los
demás, tenemos acceso completo a lo que queda de Ashwood.
Desde ahí, podemos entrar a su red.

—¿Y eso qué nos consigue?

—Es como uno de los míos abriendo uno de sus cofres, John.
Sabremos sus secretos. Lo que están planeando.

—Estaremos un paso adelante —digo.

—Sí —Adam asiente, viendo al ingeniero mientras evalúa la


máquina de Dr. Anus—. Pero deberíamos entrar. Lo que el equipo
decida destruir nos puede ser útil a nosotros.

—Bien —digo, viendo al equipo de Mogs volver a la casa—.


¿Así que, hay una entrada secreta o algo?

—En este punto, creo que un asalto directo es nuestra mejor


apuesta —me mira— ¿Eso está bien para ti?

—Diablos, sí —respondo.

Originalmente planeamos usar nuestra red de vigilancia de


chimæras para observar a los Mogs por un rato, y pensar una
estrategia de ataque. Pero, ahora que estamos aquí, me encuentro
a mi mismo deseoso de una batalla. Necesito un poco de venganza
de todo lo que ellos han hecho. Por llevarse a Ella, destruir el
hogar de Nueve, matar a uno de mis amigos. Si Adam dice que
necesitamos apurarnos y entrar, estoy listo.
Malcom agarra una caja situada debajo del asiento. De
adentro, saca dos audífonos, uno para mí y otro para Adam. Los
aparatos están conectados a un par de walkie-talkies que Sam y
Malcom estarán usando. Deslizo el mío dentro de mi oído y Adam
hace lo mismo.

—¿Estamos todos conscientes por las autoridades locales? —


Pregunta Malcom—. Un tiroteo en plena luz del día podría atraer
algo de atención—. Adam mueve su cabeza.

—Están comprados —dice, luego me mira—. De igual manera


debemos ser rápidos, matarlos antes de que puedan llamar por
refuerzos. Si puedo pasarlos y llegar a mi vieja casa, seré capaz de
cortar la comunicación.

—Puedo hacerlo rápido —respondo.

Ato mi daga Loriense a mi tobillo, escondida bajo mi


pantalón. Luego, engancho mi brazalete rojo alrededor de mi
muñeca. La piedra ámbar en su centro se expande hasta formar un
escudo que reluce bajo el sol de mediodía.

Inmediatamente el brazalete se sacude dándome pinchazos


helados, advirtiéndome que hay Mogs en el área. Claro que lo
hace, hay uno sentado justo a mi lado. La presencia de Adam
realmente va a causar estragos con mi sentido de peligro.

—¿Listo? —Le pregunto.

A mi lado, Adam se cuelga una bolsa al hombro, ahora con


una pistola con silenciador bajo cada axila. Asiente.

—Whoa, esperen. —Dice Sam—. Miren a este tipo.


Adam y yo giramos hacia el portátil, viendo cómo otro
Mogadoriano emerge de la casa que está siendo vaciada. Es alto y
con amplios hombros, mas grande que los demás y con más
presencia. A diferencia de los otros, él tiene una enorme espada
sujeta a su espalda. Mientras vemos, él ladra unas órdenes al
ingeniero, luego desaparece dentro de la casa. Cuando desvío mi
mirada hacia Adam, su cara esta de alguna manera más pálida de
lo usual.

—¿Qué pasa?

—Nada —dice, demasiado rápido—. Pongan un ojo sobre ese.


Es un general nacido de verdad. Uno de los hombres más
confiables de Setrákus Ra. Él… —Adam duda, mirando el punto
del monitor que este general acababa de ocupar—. Él ha matado a
la Garde antes —siento el calor en mis manos. Si no estaba listo
para una lucha antes, lo estoy ahora.

—Él está muerto —digo, y Adam asiente suavemente, abre su


puerta y sale de la camioneta. Veo a Sam y Malcom.

—Avanzaremos a pie, sacaremos a los guardias y nos cubren


las espaldas.

—Lo sé, lo sé —dice Sam—. Miraré el monitor y les


gritaremos en el oído si veo problemas.

Malcom ya ha empezado a desempacar su rifle de


francotirador de su estuche. Lo vi usar esa cosa en Arkansas, salvó
mi trasero. No hay nadie que preferiría que cuide mis espaldas que
los Goodes.
—Tengan cuidado —dice Malcom, alzando su voz para que
Adam pueda oírlo—. Ambos —Sam y yo chocamos los cinco.

—Denles un infierno —dice.

Salgo de la camioneta, moviéndome con un trote ligero hacia


la fortaleza Mogadoriana, Adam mantiene el ritmo a mi lado.

—John —dice, nuestros pies crujiendo en la grava de la


acera—. Hay algo de debes saber.

Claro, justo cuando iba a comenzar a bajar mi guardia cerca


de este tipo, justo cuando vamos a ir a la batalla juntos, él va a
decirme algo.

—¿Qué es?

—El General es mi padre.


Capitulo
Ocho
CASI DERRAPO EN UNA PARADA, pero Adam no parece reducir la
velocidad, entonces lo sigo.

—Estás bromeando.

—No. —Adam frunce el ceño, enfocando el camino delante—.


No nos hemos pasado de largo exactamente.

—¿Vas a…? —ni siquiera sé cómo decir esto—. ¿Serás capaz


de…?

—¿Pelear?, ¿Matar? —Adam contesta—. Sí. No le mostraré


piedad, porque él no nos mostrará ninguna a nosotros.

—¿A tu propio padre? Hombre, digo, aún para un


Mogadoriano, esto es bastante frío.

—En este punto, derrotándolo en la batalla es el único modo


en que él alguna vez se sentirá orgulloso de mí, —contesta Adam,
añadiendo débilmente— no me importa.

Sacudo mi cabeza.

—Ustedes están tan dañados —Nos callamos en cuanto


divisamos la entrada a Ashwood Estates. El Mogadoriano en
frente de las puertas nos ve y protege sus ojos del sol, tratando de
tener una mejor visión.

Continuamos a un paso continuo y no hacemos ningún


intento de ocultarnos. Estamos separados de las puertas a
cuarenta y cinco metros aproximadamente y se cierran rápido,
podríamos ser un par de corredores. Él aun no nota las pistolas
que Adam lleva atadas.

—Espera a que nos acerquemos más —Digo entre dientes, a


lo que Adam asiente.

A veintiocho metros, el mog gira su cabeza, diciendo algo a


sus dos compinches en la caseta de guardia. Advirtiéndoles de que
algo podría estar fuera. Los veo a ponerse de pie y ver hacia
nosotros por la pequeña ventana. El mog que se encuentra en la
orilla retrocede un paso, sus dedos se mueven poco a poco hacia el
cañón seguramente oculto bajo su abrigo. Pero él vacila,
probablemente piensa que está siendo paranoico.

Realmente nunca pensaron que nosotros vendríamos por


ellos. Ellos no están preparados.

A dieciocho metros enciendo mi Lumen, llamas que rugen a


través de mis manos. A mi lado, con calma, Adam desenfunda sus
dos pistolas y apunta.

El mog más cercano trata de sacar su arma, pero él es


demasiado lento. Adam dispara dos tiros, uno de cada arma,
ambos amortiguados por silenciadores. Golpeado dos veces en el
pecho, el mog se tambalea por un momento y luego estalla en una
nube de cenizas.
Lanzo una bola de fuego hacia la caseta de guardia. Los
Mogadorianos en su interior están tratando de luchar, pero, al
igual que su amigo, también son demasiado lentos. La bola de
fuego explota en la ventana, enviando cristales por todas partes, y
causando a uno del Mogs arder en llamas. Otro logra lanzarse
hacia fuera la puerta con las llamas bailando por toda su espalda.
Él está de pie directamente en frente de la entrada bloqueada de
Ashwood, entonces extiendo la mano y con mi telekinesis rasgo la
puerta de hierro desde sus goznes, aplastando así a el Mog.

—¿Crees que los otros nos hayan escuchado? —Le pregunto a


Adam, al mismo tiempo que rodeamos la doblada puerta de metal
dentro de Ashwood Estates.

—A nuestra entrada le faltó sutileza —Observa Adam.

La voz de Sam crepita en mi oído.

—Cuatro de ellos corren hacia la carretera de acceso —nos


advierte—. Con cañones listos.

La carretera de acceso está cuesta arriba con una curva leve


en lo alto después de lo cual estaremos en la urbanización. No hay
una parte entera cubierta en todo el camino.

—Quédate detrás de mí —le digo a Adam.

En ese mismo momento, los Mogs dan la vuelta por la curva.


Ellos no hacen ninguna pregunta antes de disparar con sus armas,
Adam salta detrás de mí en cuanto mi escudo se despliega, esto se
parece a un paracaídas que explota en mi brazo, el material
carmesí se ondula y se extiende para absorber las ráfagas. Adam se
agarra a la parte posterior de mi camisa.
—Sigue adelante —me dice.

Lo hago, el escudo absorbe más del fuego vaporizador de los


cañones entre más me acerco a los Mogs. La pulsera es ahora un
constante zumbido, presionándose dolorosamente contra mi
muñeca. Continuo caminando cuidadosamente para evitar un tiro,
Adam aparece alrededor del borde del escudo, mata dos de los
Mogs con dos tiros de una sola vez. Al darse cuenta que no están
progresando, los otros dos Mogs tratan de retirarse. Bajo mi
escudo y lanzo una bola de fuego que estalla entre ellos, tirando a
ambos al suelo. Adam los aniquila con algunos disparos bien
dirigidos. Fuera de peligro, por ahora, mi escudo se retrae de
nuevo en mi pulsera.

—Nada mal —le digo.

—Apenas estamos empezando —me responde.

Corremos por la carretera de acceso alrededor de la curva, y


las casas opulentas de Ashwood Estates finalmente saltan a la
vista. No hay nadie fuera y todas las ventanas son oscuras; todo el
lugar se siente como una ciudad fantasma. A nuestra derecha, veo
la antigua casa de Adam, y unas pocas casas abajo está el camión
de la basura y la silla de alta tecnología que el ingeniero estaba
inspeccionando. Los equipos de rescate, el ingeniero y el general
no se ven por ningún lado.

—Vienen por el patio trasero —Sam grita.

Tanto Adam y yo giramos a tiempo para ver a un escuadrón


de guerreros Mogs mirando furtivamente hacia nosotros entre dos
de las casas. Hubiera sido una buena emboscada si no tuviéramos
exploradores encaramados en sus árboles. Mientras ellos levantan
sus cañones, Adam ya está listo. Él pisa muy fuerte el suelo y una
onda expansiva de fuerza entra en raudales a su dirección;
pavimento y pedazos de hierba se ondulan hacia arriba. El mog
más cercano es completamente expulsado de sus pies, otros se
tambalean y uno de ellos por casualidad descarga su cañón en otro
atrás.

—Yo acabo con ellos —Le digo Adam—. Ve a asegurarte que


no estén pidiendo refuerzos.

Adam asiente, entonces corre por el césped hacia su antigua


casa. Mientras tanto, junto a los aturdidos Mogadorianos, me doy
cuenta de un tanque de metal que ha llegado desde donde se
encontraba junto a una casa. Con mi oído enfocado, pude oír un
silbido débil que emanaba del tanque. Casi me río de mi suerte.

Es una línea de gas.

Lanzo una bola de fuego hacia los Mogs antes de que puedan
reponerse. Se pasa volando junto al mog, que creo que en realidad
me sonríe satisfechamente, pensando que he fallado en aquellos
dos segundos antes de que el tanque de propano explote,
incinerando gran parte de ellos. Las ventanas de las dos casas
adyacentes estallan hacia adentro por la fuerza, grandes marcas
negras se forman sobre el exterior chamuscando, hierba
quemándose. Tengo que detenerme a mí mismo para apreciar la
destrucción; se siente casi catártico destruir este lugar, derribar lo
que los Mogs han construido, después de la cantidad de veces que
han derribado mis intentos de tener una vida normal.

—Maldita sea amigo —dice Sam en mi oído—, sentimos eso


por acá.
Arranco mi walkie-talkie fuera de la parte de atrás de mis
jeans.

—¿Cómo luce Sam?

—Estás libre —dice—, es raro, pensé que habría más de ellos.

—Podrían estar bajo los túneles —respondo mientras voy


hacia la casa en la que Adam se precipitó. Exploro las ventanas
vacías mientras paso, cauteloso de cualquier mog que pueda estar
al acecho. Está condenadamente tranquilo.

—¿Y ese general de trasero enorme? —dice Sam—. Él no


estaba con los que volaron.

Estoy cruzando el césped hacia la casa de Adam cuando las


ventanas delanteras se hacen añicos y el cuerpo de Adam viene
volando. Sus piernas golpean duro contra la barandilla del pórtico
y girando la cabeza sobre sus talones, cayendo como una muñeca
de trapo en el patio delantero. Corro hacia él, mientras él,
inestable, trata de levantarse.

—¿Qué ha pasado? —grito

—Padre…no está feliz —gime, mirándome cuando me agacho


sobre él. Hay un enorme pedazo de cristal que sobresale de la
mejilla, un hilo de sangre oscura corriendo por su cuello, él la saca
y la arroja a un lado.

—¿Puedes levantarte? —le pregunto mientras lo sujeto por el


hombro.

Antes de que Adam pueda responderme, una resonante voz


nos interrumpe.
—Número Cuatro.

El General da zancadas con confianza a través de la puerta


principal, mirándome desde el porche. Es enorme y robusto. Los
tatuajes salpicados a través de su cráneo pálido son más complejos
que cualquier mog que haya visto, exceptuando a Setrákus Ra.
Percibo movimiento detrás de él, más mogadorianos, no estoy
seguro de cuantos. Ellos no salen de la casa. Es casi como si el
general quisiera hacer esto solo.

Me levanto y lo enfrento cara a cara, mis manos están


calentándose y brillando, una bola de fuego flotando por la palma
de mi mano.

—Sabes quién soy yo, ¿eh? —le pregunto.

—En efecto, llevo un largo tiempo esperando conocernos.

—Ajá, si me conoces, entonces sabrás que no tienes ninguna


oportunidad contra mí —estiro el cuello para mirar más allá de é—
. Ninguno de ustedes la tiene.

El General sonríe en verdad.

—Muy bien “bravo”, un bienvenido cambio de ritmo. El


último Loriense que encontré corrió, tuve que apuñalarlo por la
espalda.

Decido que ya ha sido suficiente charla y le azoto una bola de


fuego hacia él. El General lo ve venir, se agacha y en un
movimiento sorprendentemente fluido saca su espada de su vaina
cortando el aire delante de él así como la bola de fuego
acercándose, y la lámina Mogadoriana encendida absorbe mi
ataque.

No es bueno.

El General salta del pórtico, con la espada levantada encima


de su cabeza, y bajándola en un arco hacia mí. Es rápido, mucho
más rápido que otros Mogs con los que he luchado, y mi escudo
apenas tiene tiempo para desplegarse antes de su espada me
rebane en dos. El escudo rechaza la hoja con un fuerte sonido
metálico, pero la fuerza es todavía suficiente para golpearme hacia
atrás y tirarme de mis pies.

—¡John! —grita Adam, y el general, habiendo aterrizado justo


al lado de él, toma un momento para patear su hijo con fuerza en
la cara. Adam grita, rodando lejos.

—Eres una perpetua decepción —el General bulle a Adam,


tan bajo que apenas puedo oír su palabras—. Quédate abajo y tal
vez pueda mostrarte misericordia.

Me pongo sobre mis rodillas rápidamente, canalizando otra


bola de fuego. El General señala su espada hacia mí y siento una
bocanada de aire, así como la hoja está chupando toda la energía a
su alrededor, mi bola de fuego que se encoge, forzándome a
enfocarme más para construir una más grande. Mientras tanto, la
hierba alrededor del General va de verde a marrón, la hoja va
drenando la vida misma. No he visto a uno de los Mogs armado
con un arma así desde esa pelea en el bosque fuera de la escuela en
Paraíso.

—¡No dejes que te dé! —Adam advierte, escupiendo sangre.


Pero es demasiado tarde para esa advertencia. Un cerrojo en
forma de daga y lágrimas de energía se suelta de la hoja del
General y grita hacia mí; la energía es de color negro, o más como
carente de cualquier color en absoluto, y cambia en la textura
misma del aire por la que pasa, absorbiendo la vida y el oxígeno,
como un mini agujero negro.

No tengo oportunidad de esquivarlo. Mi escudo se despliega,


la expansión en forma de paraguas de costumbre, pero
inmediatamente se vuelve negro y quebradizo cuando la explosión
del General golpea. Congelado así, mi escudo lentamente
comienza a temblar, a desmoronarse como las cenizas de los
Mogadorianos. Venas oscuras, parecidas a una herrumbre
comienzan a extenderse de la pulsera hacia mí, y apresuradamente
lo retiro antes de que entren en contacto con mi piel. Cuando
golpea el suelo, mi pulsera se parte por la mitad.

El general sonríe nuevamente y pregunta.

—Ahora ¿Vas a correr?


Capitulo
Nueve
LOS MOGADORIANOS QUE ESTABAN OCULTÁNDOSE dentro de la casa
comienzan a reír. Uno por uno, se filtran en el pórtico, para ver
más de cerca como su gran General despacha a uno de la Garde.
Hay un par de docenas de ellos, el equipo de rescate, además de
algunos guerreros y exploradores, todos ellos nacidos en tanque.
No son exactamente los objetivos de alta prioridad que
esperábamos, pero eso no importa ahora. Solo hay dos Mogs
nacidos en verdad en Ashwood States, uno de ellos es Adam, y está
tirado en el césped a unos metros de mí, con sangre oscura
goteando por su cara.

El otro está cargando contra mí.

Cuando el General se dirige hacia mí, con la espada nivelada


en mi garganta, hay un momento donde pienso que nosotros
podríamos haber mordido más de lo que podíamos masticar,
Adam y yo tratando de tomar una ciudad Mogadoriana.

Pero entonces recuerdo que no somos sólo nosotros dos.

Con un chillido, Dust, todavía en forma de halcón, cae en


picado hacia el General. Sus garras se hunden profundamente en
su cara, el enorme Mogadoriano gruñe de dolor antes de que logre
alejar a Dust dando vueltas.
Es exactamente la distracción que necesito. Rápidamente,
formo otra bola de fuego y la arrojo hacia el General. Esta vez no
tiene tiempo de levantar su espada y el fuego lo golpea
directamente en el pecho. Esperaba por lo menos a hacerlo caer,
pero el general simplemente retrocede unos pocos pasos. La parte
frontal de su uniforme se quema dejando al descubierto un
caparazón de obsidiana, una armadura Mogadoriana.

Dust, aturdido por el golpe, se arroja en la hierba a los pies


del General. Él enfunda su espada con fuerza hacia él, pero Dust se
transforma en una serpiente en el último segundo y logra
deslizarse por la hierba lejos de la hoja. Con marcas frescas por su
rostro, el general vuelve la vista hacia mí.

—¡Ocultándote detrás de tus mascotas! —El General brama—.


Desgraciado. Pelea con honor chico. No más trucos.

Sostengo mi mano y sonrío al General, notando los pájaros


revoloteando por todos lados.

—Espere. Sólo un truco más.

Y entonces es cuando el rinoceronte cae del cielo.

En un momento la chimæra, ni siquiera estoy seguro aun


cual, es un petirrojo volando inocentemente por encima de los
jefes Mogadorianos y al siguiente es media tonelada de
rinoceronte Africano con el vientre encima de ellos. Un par de
Mogs que estaban sobre el pórtico son aplastados rotundamente,
provocando también que la madera se rompa y se astille por la
parte delantera de la casa, hundiéndose a su vez, un poco, por el
peso de la bestia. El rinoceronte cornea otro mog, eso comienza el
alboroto a su alrededor. Los otros Mogs se derraman en el patio
con cañones y comienzan el tiroteo. Ya no se están riendo. Toda
esta noble ejecución que el General los tenía observando ha sido
arruinada por un pequeño ejército de chimæras.

Es un caos. A nuestro alrededor, pájaros transformándose en


formas más letales; un oso, un par de pumas, y una especie de
lagarto algo pesado, que creo que es un dragón de komodo,
corriendo hacia los Mogadorianos. Veo a un grupo chimæras que
sufren de quemaduras de cañón como el fuego a los Mogs
volviéndolos locos, tratando desesperadamente de reagruparse.
No serán capaces de soportarlo por mucho. Por una vez, tenemos
el elemento sorpresa.

—Parece que deberías ser tú el que esté corriendo —le grito al


General poniéndome a su nivel. La verdad está dicha. No estoy
seguro de que hacer con él. Es el padre de Adam después de todo.
Adam me dijo que no mostrara piedad, pero aun así se siente
incorrecto asesinar un padre en frente de su hijo, me vuelvo hacia
él esperando que al menos me ponga los pulgares arriba o abajo en
señal de aprobación o desaprobación, pero él todavía está tirando
en la hierba luchando para incorporarse. Dust está a su lado en su
forma de lobo, viéndose también un poco golpeado, lamiendo
cuidadosamente la cara de Adam.

—¡Mi nombre ya está escrito en las historias como asesino de


la Garde! —el General ruge hacia mí sin importar la ejecución de
sus hombres detrás de él—. Si hoy es el día en que voy a morir, te
llevaré conmigo.

Arremete contra mí, empuñando la espada directo a mi


esternón. Levanto mi brazo esperando a que mi escudo se
despliegue para así desviar el golpe. Me toma una fracción de
segundo para recordar que mi muñeca está desnuda, mi escudo
fue destruido. El general casi me engancha por el exceso de
confianza en mí brazalete. Tengo que girar a un lado en el último
segundo y puedo sentir lo cerca que he estado, su hoja rasga a
través de la parte posterior de mi camisa.

La espada del General puede fallar pero su codo no. Usando


su impulso para balancearse alrededor, él me da directamente en
la sien. Él debe estar usando esa armadura Mogadoriana por todo
el cuerpo, porque el codo se siente más como un martillo. Me
tropiezo a un lado, viendo estrellas. El General se acuchilla ante mí
de nuevo, y yo apenas consigo arremeter con mi telekinesis
empujándolo hacia atrás. Sus talones cavan penachos en la hierba
mientras se niega a salir del suelo.

En vez de ir otra vez por mí, el General nivela su espada, otro


mini-vórtice se desarrolla en la punta de la lámina. Estoy atrapado
fuera, sin escudo, sin cobertura, y yo sé que no puedo dejar que ese
golpe de energía absorbe-vida me dé a mí. Me preparo, listo para
lanzarme a un lado.

Antes de que pueda descargar la espada, la mano derecha del


General explota. Ruge y deja caer su espada, levantando la mano
para mirar el agujero del tamaño de una moneda a través de la
palma de la mano que no estaba ahí hace un segundo.

—Papá dice “De nada” —la voz de Sam crepita en mi oído.

Echo un vistazo por encima del hombro para ver nuestra


furgoneta estacionada en la carretera de acceso. Malcom Goode se
encuentra junto a la puerta deslizable del lado del conductor,
utilizándola como cubierta mientras se asoma a través del alcance
de su rifle.
—Intrusos —gruñe el General. Antes de que Malcom pueda
disparar otro tiro, el General sale corriendo, usando el camión de
basura como cubierta. Es sorprendentemente rápido teniendo en
cuenta su volumen y el traje completo de armadura.

Bueno, yo quería que corriera.

Voy tras él, los pensamientos de cómo cazó y mató un


miembro de la Garde me alimentan. Por el rabillo de mi ojo, veo a
un guerrero mog dibujar una trayectoria hacia mí con su
desintegrador. Al momento en que dispara una chimæra en la
forma de una pantera negra salta sobre su espalda. La trayectoria
de la explosión navega terminando por cortar la mitad de la silla
que el Dr. Anu usaba en sus experimentos. Sé que nuestro objetivo
era mantener esta tecnología Mog intacta, pero eso no me importa
ya. Estoy viendo rojo. El General tan orgulloso de matar a la
Garde. Matar niños.

Voy a escribir el último capítulo de su historia, ahora mismo.

Conforme voy alrededor del camión de la basura, veo que el


General ha llegado a las canchas de baloncesto y que se ha
detenido. Me hace señas hacia adelante, esperando por mí en la
cancha central. Arremeto ignorando la parte de mí que sabe que él
me está tendiendo una trampa de algún tipo. Sin importar lo que
sea no me detendré.

El General gruñe algo en Mogadoriano, me suena como a una


orden. Bajo mis pies, debajo del asfalto, un generador de algún
tipo vibra de vuelta a la vida.

Siento una carga estática, siento cómo un campo de fuerza en


forma de cúpula se eleva sobre la cancha de baloncesto,
atrapándome con el General. De repente, todo se vuelve bastante
silencioso, el ruido de las Chimæras aniquilando a los
Mogadorianos quedó bloqueado por el campo de fuerza. Me alejo
un paso de la pared más cercana, sintiendo el mismo tipo de
sacudida eléctrica que nos encontramos en la base de Virginia
Occidental. Recuerdo lo mal que me sentí después de eso, me
tomó días para recuperarme, y sé que no puedo acercarme.

Incluso cuando pienso esto, una chimæra demasiado inquieta


en la forma de un tigre se arroja sobre el general. La energía azul
rechaza el ataque de la chimæra, ella choca y cae entre
convulsiones en un cúmulo sobre el suelo, todavía fuera del campo
de fuerza.

—Solíamos hacer que los pikens lucharan unos contra otros


en este lugar- murmura el General, moviendo su mano para
englobar todo el lugar—. Era una recompensa para los nacidos en
tanque. Es una lástima que la mayoría de ellos no sean testigos del
concurso de hoy.

—Quieres un tiempo a solas conmigo, ¿es eso? —me burlo del


General, asegurándome de poner distancia entre el campo de
fuerza y yo.

—Quiero matarte en paz —replica—. Con tus amigos


observando sin poder hacer algo al respecto.

—Buena suerte con eso.

Sin dudar, cargo contra el general, lanzando bolas de fuego


mientras me acerco. Él absorbe cada una de ellas. Enormes trozos
de su uniforme se queman, pero no parecen estar haciendo ningún
daño a la armadura debajo de él. No hay ningún registro de dolor
en su rostro, el General corre directamente hacia mí, como un
cañón.

Él probablemente pesa cien kilos más que yo con la


armadura, pero al demonio.

Nos estrellamos juntos y el viento me empuja, pero me las


arreglo para mantenerme en pie. Presiono mi mano, todavía
engullido por las llamas de mi Lumen, contra el lado de la cara de
la General. Él deja escapar un gruñido de dolor, pero esto es su
única reacción a mí quemando su cara, su piel pálida que se
chamusca, tornándose de color negro. Ambas manos se envuelven
alrededor de mi garganta, lo suficientemente grandes para que sus
dedos se superpongan en la parte trasera de mi cuello.

Él me aprieta el cuello e inmediatamente manchas oscuras se


forman en mi visión. No puedo respirar. Con la mano, en el lado
no quemado de la cara del General, tiro de sus dedos. Siento como
mi garganta colapsará completamente si dejo que su agarre se
haga más fuerte.

Es difícil concentrarse mientras me está asfixiando, pero me


las arreglo para mantener la intensidad de mi Lumen, mientras,
simultáneamente uso mi telekinesis. Maniobro mi daga debajo de
la pierna del pantalón. Con una mano libre, junto tanta fuerza de
telekinesis como soy capaz de reunir y enviar el filo de la hoja
hacia el corazón del General.

Mi daga es desviada debido a su armadura. Antes de que


pueda apuñalarlo de nuevo, él aprieta su agarre en mi garganta y
pierdo el control de mi telekinesis. Sintiéndome a punto de
desmayarme, lo único que puedo hacer es mantener mi Lumen
ardiendo a un lado de su cara.
—¿Quién crees que morirá primero chico? —se burla el
general, humo de su propia cara quemada se derrama fuera de su
boca cuando habla. Trato de dar marcha atrás, de romper con él,
pero él pone todo su peso hacia abajo, obligándome a quedar
sobre mis rodillas

De repente, una espada Mogadoriana está apuntando


directamente a mi cara. No puedo mover la cabeza, sólo puedo
retroceder. La punta resplandeciente de la hoja se detiene justo
antes de mi ojo, el agarre del general se afloja y luego se desvanece
por completo. Me quedo en mi lado, sin aliento, tratando de
averiguar lo que acaba de suceder.

—Por la espalda. ¿No es como lo haces, padre?

Adam tiene la espada del General en las dos manos, es casi


demasiado pesada para él, y tira de su padre por su espalda.
Atravesó directamente el pecho del general, perforando con la
resplandeciente hoja la armadura Mogadoriana como si estuviera
hecha de papel de aluminio. Estaba demasiado ocupado luchando
por mi vida para darme cuenta que el campo de fuerza descendía.
Afortunadamente el general también lo estaba. Se quedó viendo a
Adam estupefacto. El general debió darse cuenta de su error;
todos los Mogs saben el comando de voz para bajar el campo de
fuerza, pero uno de ellos no estaba peleando de su lado.

El general se levanta a tientas y se empieza a tocar las heridas


en su pecho, por un momento pienso que va a continuar con vida.
Pero luego se tambalea, tratando de llegar a Adam, casi como si
quisiera abrazarlo, o tal vez estrangularlo, es difícil decirlo. Adam
se hace a un lado, con una mirada carente de interés en su rostro,
y permite a el General caer de bruces sobre el pavimento.
Más allá de la corte, la lucha ha terminado, todos los
Mogadorianos están muertos. Detrás, en el jardín delantero de
Adam, Sam se arrodilla sobre una chimæra herida. Malcom está a
unos metros de nosotros, en la línea lateral, observando la escena
del General con una mirada de preocupación en su rostro. Me
levanto y me paro al lado de Adam.

—Adam, ¿estás...? —Mi voz es ronca, la garganta irritada y


dolorida. Adam levanta una mano silenciándome.

—Mira —dice categóricamente.

A nuestros pies, el General empieza a desintegrarse. No


sucede con rapidez, como lo he visto con muchos exploradores
nacidos en tanque y guerreros que he matado. El General se
descompone lentamente, partes de él aplastándose más rápido que
otras. En algunos lugares, su carne se derrite pero no el hueso
debajo, dejando un codo esquelético que sobresale en la tierra al
lado de una caja torácica, todo unido a un medio desintegrado
cráneo.

—Se puede ver dónde Setrákus Ra lo potenciaba —dice


Adam, su voz suena clínica mientras lo explica—. Heridas
cicatrizadas, enfermedades curadas, mejoraron su fuerza y
velocidad. Prometió la inmortalidad. Pero las partes antinaturales
se desintegraron, justo como los nacidos en tanque. El resto, lo
que queda, que es nacido en verdad, es carne fresca.

—No tenemos que hablar de esto ahora —me las arreglo para
decir, todavía tratando de recuperar el aliento. No es que no
aprecie la información. Es sólo que el padre de Adam está
acostado, muerto a nuestros pies y él está dando una lección de
genética Mogadoriana como si nada hubiera pasado.
—Están demasiado ciegos para darse cuenta de ello, pero este
es el destino que Setrákus Ra ofrece a mi pueblo; cenizas y piezas
de repuesto —Adam dice observando los restos de su padre—. Me
pregunto cuánto más se hubiera dejado hacer si el “Gran Líder”
nunca hubiera envenenado a su cuerpo y mente.

Adam deja caer la espada y ésta cae pesadamente en el suelo.


Pongo mi mano en su hombro, la repulsión que sentía por él en el
último par de días queda olvidada. Él solo salvo mi vida, matando
a su propio padre para hacerlo.

—Adam, está bien —Empiezo, inseguro de que decir en esta


disparatada situación.

—Lo odiaba —responde sin mirarme. Se queda mirando el


uniforme quemado, los montones de cenizas y huesos aleatorios
que solían ser el General—. Pero él era mi padre, desearía que las
cosas hubieran terminado diferente, para todos nosotros.

Me agacho sobre los restos del General y con cuidado quito la


vaina simple negra de cuero que él llevaba a través de su espalda,
un poco chamuscada, pero todavía se mantiene unida, recojo la
espada de donde Adam la dejó caer, envainándola y se la tiendo.

—No quiero eso —Adam dice observando la espada con una


mirada de disgusto.

—Las cosas pueden terminar diferente —le digo—. Úsala


como tu padre nunca la usó, ayúdanos a ganar esta guerra y
cambia el destino de nuestras dos razas.

Adam duda un momento antes de acceder a tomar la espada,


la sostiene con ambas manos y mira hacia abajo. Después de un
largo momento de contemplación, Adam lanza la vaina sobre su
hombro. Él gruñe por el peso, pero logra mantenerse erguido.

—Gracias, John —dice tranquilamente—. Te juro que esta


espada jamás será usada contra un Loriense.

Sam camina hacia nosotros.

—Chicos, ¿están bien?

Adam asiente. Toco la piel de mi garganta, que ya se siente


hinchada y ahuecada donde el General me estranguló.

—Sí, estoy bien —contesto, luego miro a Adam—. ¿Hemos


terminado, ya? ¿O hay más en camino?

Él sacude la cabeza.

—Apagué las comunicaciones justo antes de que mí... Justo


antes de que el General y yo nos pusiéramos al día. No habrá más
refuerzos.

—Genial —responde Sam observando las ventanas vacías de


Ashwood Estates—. Así que solo tomamos una base Mogadoriana.

Antes de que pueda tener algún sentido de logro, me doy


cuenta de la mirada oscura en la cara de Adam. Ya no se encuentra
más observando a su padre. En su lugar, sus ojos están viendo
hacia el horizonte, como si estuviera esperando ver algo malo en
nuestro camino en cualquier momento.

—¿Qué sucede? —le pregunto.


—Había algo más —dice lentamente, escogiendo sus palabras
cuidadosamente—. Yo estuve en la red de comunicaciones sólo
unos momentos, pero recogí alguna charla. Movimientos de
tropas, reubicaciones en masa de nacidos en verdad en la fortaleza
de Virginia Occidental. Implementaciones de grupos de guerreros
en los centros de la población.

—Espera, espera —digo levantando mis manos—. ¿Eso qué


significa?

—Invasión —responde Adam—. La invasión es inminente.


Capitulo
Diez
SETRÁKUS RA TIENE ALGUNOS DE SUS SECUACES pegados a mí en una
habitación fría sin ventanas. No más conversaciones educadas sobre
cenas desagradables, supongo. Es tan pequeño aquí que me puedo parar
en el centro, abrir los brazos y casi puedo tocar las paredes con las
puntas de mis dedos. Hay una pequeña saliente en forma de cúpula en el
medio del techo, apuesto a que es una cámara, contra una pared hay un
pequeño escritorio de metal con una silla la cual parece estar diseñada
para la máxima incomodidad, sobre el escritorio hay una copia de El Gran
Libro del Progreso Mogadoriano.

Se supone que me siente aquí y estudie la obra maestra de mi


abuelo. Leer tres secciones y pasar al menos veinte minutos
contemplando cada una de ellas, no gracias.

No estoy segura si es la misma copia que use para golpear a la


Mogadoriana el primer día que pase aquí, hay muchos de estos libros por
todo Anubis, al parecer es la única cosa que los mogadorianos leen, de
cualquier manera ellos han pegado esta al escritorio para asegurarse de
que no lo vaya a usar como un arma.

En lugar de estudiar me recuesto contra la pared más alejada del


escritorio y espero a que a los mogadorianos se les acabe la paciencia.
Trato de ignorar la picazón que viene del hechizo mogadoriano recién
puesto sobre mi tobillo. Si ellos me están viendo, y estoy casi segura de
que ellos están siempre viendo, no quiero que ellos me vean lucir
incómoda.

Definitivamente no quiero que ellos sepan lo asqueada que me


siento sobre la idea de estar conectada a Setrákus Ra. Los Mogs odian a
los Lorienses, pero ellos hacen lo que sea para complacer a su “Amado
Líder” aun si él solía ser uno de nosotros. Según lo que él me dijo en la
cena, Setrákus Ra se convirtió a sí mismo en una especie monstruosa de
híbrido, hecho de los poderosos Legados de un Anciano y la tecnología
avanzada de los Mogs. O al menos eso dice él, es difícil saber que es
verdad y que es mentira con él.

Sea lo que él sea ahora, Loriense, Mogadoriano o algo intermedio,


Setrákus Ra ha pasado siglos haciendo que los Mogs lo vean como una
clase de salvador, como un Dios. De donde vino ya no importa para ellos,
e incluso aunque aún recibo algunas miradas de lado por parte de
algunos soldados dentro de Anubis, la mayoría de ellos me ven en el
mismo nivel de Setrákus Ra. Soy la nieta de un dios autoproclamado,
hasta el momento, eso es lo que me mantiene viva.

Como si ser parientes consanguíneos no fuera suficiente, ahora


ambos estamos unidos por su versión de un hechizo Loriense, recuerdo
haberme sentido excluida cuando descubrí que los otros Garde estaban
conectados de la misma manera, todos ellos protegidos por la misma
fuerza, quería ser parte de eso, ahora tengo dos bandas gruesas y
dentadas de tejido cicatrizado alrededor de mi tobillo.

«Ten cuidado con lo que deseas, Ella.»

Estoy dejando volar mi imaginación, tratando de pensar en una


manera para probar que hace el hechizo sin herirme a mí misma cuando
un sonido empieza a escucharse en el cuarto, suena casi exactamente
como la alarma de humo, al inicio es como si estuviera sonando en mis
oídos, pero segundos después se amplifica tanto que me saca de mis
pensamientos, cubro mis oídos pero el sonido solo se hace más fuerte,
viene de las paredes, de todas las direcciones a la misma vez.

—Apáguenlo —le grito a los mogadorianos que estoy segura están


viéndome. En respuesta el sonido se hace más fuerte, mi cabeza se siente
como si se fuera a partir en cualquier momento.

Me alejo de la pared e inmediatamente el sonido pasa de ser un


chillido ensordecedor a un penetrante silbido, cuando avanzo otro paso
hacía el gran libro el sonido baja otra fracción, cuando alcanzo el libro el
sonido se vuelve un zumbido molesto.

Entonces así es como Setrákus Ra trata de “educarme” haciendo


que el único lugar en donde encuentre paz sea en las páginas de la
enciclopedia mogadoriana.

Tal vez debería de sacarle provecho a esto, tal vez haya alguna clase
de información que pueda usar contra Setrákus Ra en su dolorosamente
aburrido libro, no puede hacer daño el ver un poco ya que no hay manera
de que alguna vez crea en estas mentiras.

El sonido se corta completamente cuando empiezo a leer la primera


página, A pesar de que me molesta, no puedo dejar escapar un pequeño
suspiro de alivio.

“No hay mayor logro para una especie que asumir su propio destino genético,
por esto la raza mogadoriana debe ser considerada la mejor de todo el
universo”
Ugh, no puedo creer que esto siga por casi quinientas páginas o que sea
necesario el leerlo por toda una especie, no voy a encontrar nada que
pueda usar aquí.

Tan pronto como alejo la mirada de las páginas, el sonido regresa,


más fuerte e intenso que antes, aprieto mis dientes y vuelvo a mirar al
libro, mirando por encima algunas oraciones cuando algo se me ocurre.

Tomo las primeras treinta páginas más o menos y las arranco fuera
de la encuadernación, el sonido en mis oídos pasa a sonar tan fuerte
como lo haría una sirena y mis ojos empiezan a humedecerse, pero me
obligo a seguir adelante, tomo las hojas y las alzo para que cualquier
mogadoriano que me esté viendo pueda ver y luego las parto por el
medio, luego las parto en cuatro, luego en seis, hasta que tengo dos
manos llenas de confeti hecho con el gran libro para lanzarlo en el aire.

—¿Cómo se supone que lo lea ahora? —les grito.

La espera continua por un par de minutos, llega un punto en que mi


cuello y espalda empiezan a doler por la manera en que sostengo mis
hombros arriba para tratar de cubrir mis oídos mientras continuo
arrancando más páginas del libro, ni siquiera puedo escuchar al papel
rasgarse.

Y luego de repente, el ruido se detiene, los huesos en mi cara, los


dientes, todo me duele, pero los he vencido, y el silencio en esa pequeña e
incómoda habitación es lo mejor que he experimentado.

Mi recompensa es un par de horas sola, no es como si en realidad


supiera que cantidad de tiempo ha pasado, pero me siento en el borde de
la incómoda silla, pongo mi cabeza contra el escritorio y trato de
descansar, mis pensamientos suenan más fuertes en mi cabeza de lo que
deberían, y el sonido en mis oídos no me dejará dormir.
Eso y el sentirme observada, cuando abro mis ojos, se siente como
si en realidad la habitación se hubiera encogido, sé que es solo mi
imaginación pero empiezo a desesperarme un poco.

Mi tobillo está ardiendo como loco, alzo el dobladillo de mi


vestimenta mogadoriana, una limpia, no la que Setrákus Ra quemó, y
miro la carne viva en mi pierna, estoy fallando en mi meta de no mostrar
ninguna clase de dolor, pero no puedo evitarlo, me agacho y masajeo mi
tobillo, dejando escapar un profundo suspiro al hacerlo, presiono la
palma de mi mano contra la marca y deseo que la cicatriz se haya ido
cuando alce mi mano, obviamente aún está ahí, pero al menos el frío y
pegajoso sudor en mi mano se siente bien contra la carne viva.

Algo se me ocurre en ese momento, ¿Qué pasa si uso mi Aeturnus


para regresar a una edad más joven? ¿Sanaría la piel en mi tobillo?

Decido intentarlo, cierro mis ojos y me imagino como era hace dos
años. El sentimiento de volverse más pequeña es como soltar una
respiración que ha sido contenida mucho tiempo, al menos esta vez
cuando abro mis ojos la habitación parece haber crecido.

Me miro a mi misma, he encogido algunos centímetros, me he


vuelto más delgada, los músculos que se habían empezado a formar en
los meses pasados desaparecieron, y aún así, el símbolo mogadoriano aún
permanece en mi piel, rosado y doloroso como nunca.

—Aeternus, tenemos eso en común.

Es Setrákus Ra, está parado en la ahora puerta abierta de mi


pequeña habitación para estudiar, aún en esa exasperante forma humana
de plástico, me observa con una sonrisa casual recostado contra la
puerta, sus brazos cruzados sobre su pecho.
—Es inútil —le respondo amargamente mientras cubro mi tobillo,
cierro mis ojos y vuelvo a mi edad verdadera—. Lo que gano por estar
emparentada a ti, el Legado más estúpido de todos.

—No te sentirás de esa manera cuando tengas mi edad —dice


Setrákus ignorando mi insulto—. Serás joven y hermosa por siempre si
así lo deseas, Será una verdadera inspiración para tus súbditos ver a su
líder radiante y siempre joven.

—Yo no tengo súbditos.

—Por ahora no, pero pronto.

Sé exactamente a que se refiere Setrákus Ra cuando dice que los


tendré, pero me niego a reconocerlo, me niego a usar mi Aeturnus ahora
que él sabe algo más sobre mí, otra manera para que el trate de encontrar
similitudes entre nosotros, como si fuéramos la misma persona.

—¿El hechizo te está molestando? —pregunta amablemente

—Está bien —respondo rápidamente—, es como si ni siquiera


estuviera allí.

—Hmm…, la irritación debería de desaparecer en un día o dos —


hace una pausa, sus manos en su barbilla como si estuviese
reflexionando—. Sé que te duele ahora, Ella, pero con el tiempo tú vas a
valorar las lecciones que estás aprendiendo, vas a agradecer por mi
benevolencia.

Le hago mala cara, segura de que va a divagar sin importar lo que


diga, así que no digo nada en absoluto.

Lo fulmino con la mirada.


—¿Entonces qué? ¿Tú estás protegiéndome con esta cosa? ¿Es ese el
punto?

—No veré ninguna clase de daño en ti, niña.

—¿Este hechizo funciona como el que tienen los Garde? —Doy un


paso hacia él y la puerta de salida—. Si me escapo de aquí y alguno de tus
súbditos trata de detenerme, ¿cualquier cosa que él haga para herirme se
verá reflejado en él?

—No, nuestro hechizo no funciona de esa manera —Setrákus Ra


responde pacientemente—. Y yo te detendría nieta, no alguno de mis
súbditos.

Doy otro paso hacía él, preguntándome si él retrocederá, no lo hace,

—Si me acerco demasiado, ¿El hechizo se romperá?

Setrákus Ra no se mueve.

—Así como todos los hechizos funcionan de diferente manera,


todos tienen una debilidad única. Si tan solo yo hubiera descubierto que
juntar a los Garde hubiera roto el hechizo de los Ancianos antes —él
toca los tres brillantes colgantes Lorienses en su cuello—. Aunque debo
admitir que he disfrutado la caza.

Doy lo mejor de mí para sonar casual y sincera.

—¿No debería yo de saber cuál es esa debilidad? No quiero romper


accidentalmente nuestra conexión, abuelo.

Setrákus Ra me sonríe, estoy empezando a darme cuenta de que él


aprecia cuando yo estoy siendo hipócrita. Luego, sus ojos se desvían a las
hojas rasgadas de su libro y su sonrisa falla.
—Tal vez pronto, cuando estés lista, cuando confíes en la pureza
de mis motivos. —Él responde, luego cambia abruptamente el tema—.
Dime, nieta, además del Aeturnus, qué otro legado has desarrollado?

—Sólo el que usé para herirte en la base de Dulce —miento,


sabiendo que es mejor mantener mi telepatía como un secreto. He
tratado de usarla para contactar a los Garde, pero la distancia que hay
entre Anubis y la Tierra debe de ser demasiado grande, una vez que
hayamos aterrizado, trataré de nuevo, hasta entonces, mientras menos
sepa Setrákus Ra sobre mí, mejor.

—Y no puedo controlarlo, ni siquiera sé lo que es.

—Fui herido severamente. —Se burla Setrákus Ra—. Tus otros


Legados se desarrollarán pronto cariño, por el momento, ¿Te gustaría
mostrarme el alcance de tu poder?

—Sí —respondo, casi sorprendida por mis ansias, me digo a mí


misma que es inteligente el aprender cómo usar mis legados, incluso si
mi maestro es el mayor monstruo del universo.

Como respuesta, Setrákus Ra sonríe. Casi como si creyera que por


fin me ha alcanzado, no lo ha hecho, pero lo dejaré pensar que me he
convertido en un entusiasmado pupilo. Él apunta hacia el desastre que
he hecho con el libro

—Primero limpia esto —manda—, tendrás la oportunidad de


practicar tus Legados una vez que tu prometido llegue.

¿Mi Qué?
Capitulo
Once
EL ATARDECER EN LOS EVERGLADES sería muy bonito si no hubiera
un enorme barco de guerra mogadoriano tapando el horizonte. De
cualquier clase de metal mogadoriano del que esté hecho el barco,
no deja que se refleje nada en él, lo rosado y naranja de un día a
punto de terminar es simplemente absorbido por la cubierta. El
buque gigante no puede aterrizar ya que no hay suficiente espacio
en el pantano para que lo haga, a menos que quiera estrellarse
contra los barcos mogadorianos más pequeños ubicados en la
pequeña y estrecha pista. En cambio, el buque de guerra se
sostiene por las pasarelas metálicas que se han desplegado desde
la parte inferior de la nave y la han conectado a tierra.
Mogadorianos van de hacia arriba y abajo en las rampas,
cargando equipos al barco.

—Deberíamos de terminar con ellos —dice Marina con la


mayor naturalidad.

Nueve parpadea hacía ella.

—¿Es enserio? He contado al menos cien mogadorianos sin


contar el maldito barco más grande que alguna vez he visto.

—¿Y qué? —Dice Marina—. ¿Acaso no amas pelear?


—Siempre y cuando sea una pelea que pueda ganar, sí. —
Responde Nueve.

—Basta. —Siseo antes de que Nueve diga algo más, no sé por


cuanto tiempo Marina va a aguantar el rencor que tiene hacía
Nueve o qué será necesario para calmar la tensión, pero
definitivamente este no es el momento para lidiar con esto—.
Discutir no nos va a llevar a ningún lado.

Estamos con el barro hasta el estómago, protegidos de los


ocupados mogadorianos por el pasto alto, justo en el borde donde
el pantano empieza a mezclarse con el claro. Hay dos edificios
frente a nosotros, uno hecho de cristal y hierro de una sola plata
que luce como una casa verde y el otro un hangar de aviones con
una pista de aterrizaje algo estrecha, perfecta para aviones
pequeños de hélice o la nave Mogadoriana en forma de platillo,
de ninguna manera es lo suficientemente grande para el enorme
barco de guerra sobre nosotros. Justo como nos lo dijo Dale antes
de escapar, parece que el lugar ha estado abandonado hasta hace
poco. El pantano está empezando a deslizarse de nuevo y a
romper el asfalto, los claros signos del invierno son el óxido, y el
logotipo de la NASA se ha desvanecido casi por completo en un
lado del hangar. Por supuesto, estas condiciones no parecen haber
disuadido a la Mogs de crear una pequeña base aquí.

Pero ahora parece que están empacando.

—Marina, ¿Sientes algo? —pregunto, hasta el momento no


tenemos nada más que su intuición, nos ha traído hasta aquí, justo
a este nido mogadoriano, ¿Por qué no dejar que nos lleve un poco
más lejos?

—Él está aquí —dice Marina—. No sé cómo lo sé, pero está


aquí.

—Entonces vamos a entrar —digo—, pero lo vamos a hacer


de una manera inteligente.

Tomo sus manos haciendo que los tres nos volvamos


invisibles, si un mogadoriano mirara hacía aquí en este momento,
no vería nada más que extrañas hendiduras en el barro. Como un
grupo, nos paramos confiados porque sabemos que los
mogadorianos no son capaces de vernos.

—Marina, tú nos guías —susurro.

Mientras nos alejamos del pantano, Nueve tropieza contra


una raíz y casi se cae, nuestra conexión casi rompiéndose, esa
hubiera sido la misión encubierta más corta de la historia.

—Lo siento —dice Nueve tranquilamente—. Sólo es extraño


el no poder ver mis piernas.

—No puede suceder de nuevo —le advierto.

—Estoy empezando a reconsiderar todo lo de entrar y


matarlos a todos. —Responde Nueve—. Ser cuidadoso no es
precisamente mi punto fuerte.
Marina hace un sonido advirtiendo que está molesta así que
sacudo su mano también.

—Tenemos que movernos como uno —digo entre dientes,


deseando poder obtener algo del gran trabajo en equipo que
tuvimos antes mientras peleábamos con los Mogs—. Tómenlo con
cuidado, sean silenciosos y no salten sobre nadie.

Con esto, empezamos a movernos lentamente, no estoy muy


preocupada por el sonido de nuestros pasos contra el pavimento
desigual, los mogadorianos están demasiado ocupados cargando
aparatos pesados desde la casa verde hasta el barco de guerra, las
ruedas de sus carretas chirriando. Estoy acostumbrada a moverme
siendo invisible, confiando en mis instintos, pero sé que puede ser
difícil para los otros. Nos acercamos lentamente, cogidos unos de
los otros, manteniéndonos tan silenciosos como nos sea posible.

Marina nos lleva hacia la casa verde en primer lugar, los


mogadorianos están concentrados en esa área, sacando carretas
llenas de aparatos raros y bizarros, mirando los dispositivos,
observo cómo un mog empuja una estantería llena de plantas en
macetas, todas son cosas encontradas en la Tierra, y aun así todas
están impregnadas con un raro fluido gris. Estas lucen marchitas,
como si estuvieran a punto de morirse, y me pregunto qué clase
de experimentos han estado haciendo los Mogs con ellas.

Hay un Mogadoriano alto en la base de la rampa guiándolos


al barco de guerra, su uniforme es diferente al uniforme habitual
de los guerreros, al menos esos mogadorianos están tratando de
encajar en la Tierra, incluso si se visten como góticos raros. Este
tipo es sin duda alguna clase de militar, su atuendo es formal y
severo, todo negro, cubierto con medallas brillantes y tachas de
metal, los tatuajes en su cuero cabelludo son mucho más
elaborados de los que alguna vez he visto, sostiene una tableta de
computador en sus manos, tachando artículos cada vez que los
Mogs lo cargan a la nave, ladra órdenes a los otros mogadorianos.

Marina trata de acércanos más a la casa verde, pero aprieto


mis puños y planto mis pies al suelo, Nueve se estrella contra mi
espalda, dejan escapar un gruñido de enfado por habernos
detenido. El espacio frente a nosotros es un gran obstáculo hecho
de mogadorianos, ellos están en todas partes, si nos acercamos
más nos arriesgamos a que un mogadoriano se estrelle contra
nosotros al pasar. Si Ocho está dentro junto con sus experimentos,
nuestra única oportunidad sería un asalto completo, aun no estoy
lista para llegar a ese extremo. Sintiendo mi resistencia, las manos
de Marina se vuelven más frías.

—Aún no. —Le susurro, mis palabras no siendo más fuertes


que una respiración suave—. Miremos el hangar primero.

Damos como diez pasos antes de que un animal se pare en


nuestro camino y nos impida pasar, un grupo de mogadorianos
lleva una carreta larga, dentro hay una criatura que supongo
alguna vez fue una vaca pero en este momento ha sido
transformado a algo verdaderamente desagradable. Los ojos del
animal están húmedos y sin vida, la criatura luce adormecida y
deprimida, casi sin vida. Cualquiera que sea los experimentos que
los mogadorianos han estado haciendo son asquerosos, y como
Nueve, estoy reconsiderando la idea de Marina de solo entrar y
acabar con estos bastardos, con o sin su barco de guerra.

—Esperen, tengo una idea. —Susurra Nueve en mi oído.

Tan expuestos como estamos, no estoy segura si es el


momento para una de las locas ideas de Nueve, pero después de
que él nos hace detener, la vaca-bestia hace un sonido y con
dificultad se para en sus pies, haciendo difícil el llevarla y
haciendo que los mogadorianos tropiecen y que la cabeza de uno
casi sea aplastada.

—Le pedí que nos ayudara con una distracción. —Nueve


susurra, más mogadorianos se acercan para intentar sedar a su
experimento—. La pobre cosa estaba feliz de ayudar.

La telepatía con los animales de Nueve funciona como un


encanto, como si hubiera descubierto su último propósito en vida,
la vaca golpea y empuja los lados de su jaula, golpeando a uno de
los Mogs en su hombro, el caos que ocurre nos crea una salida
para poder llegar al hangar.

Todos nos detenemos al escuchar el sonido de un arma


mogadoriana siendo disparada, volteamos, y puedo ver al oficial
sosteniendo su arma, un hoyo humeante a un lado de la cabeza de
la vaca, esta cae y se queda ahí, sin moverse, el oficial grita
algunas órdenes y los mogadorianos se reúnen cerca de la nave.

Mientras me pongo tensa, Nueve susurra en mi oído.

—Es mejor así, tenía que soportar demasiado dolor.


Con cierta distancia entre nosotros y la gran concentración de
Mogs, me siento con la suficiente confianza para susurrarle de
vuelta.

—¿Qué le estaban haciendo?

Nueve hace una pausa antes de responder.

—No pude, ya sabes, simplemente tener una conversación


corazón a corazón con la cosa, pero creo que ellos estaban
intentado averiguar cómo podrían hacerla más eficiente, están
experimentado con la ecología.

—Dementes. —Murmura Marina.

Ganamos algo de velocidad cuando nos movemos hacia el


hangar. A nuestra manera, en el borde de la pista de aterrizaje y
despegue, hay un trío de los barcos Mogadorianos más pequeños.
Un equipo de mantenimiento de cinco Mogadorianos se agrupa
alrededor de uno de ellos, sacando tarjetas de circuitos impresos
del centro del barco y generalmente pareciendo perplejo. Adivino
que los Mogadorianos pueden tener dificultades técnicas,
también. Solo que de otro tipo, eso está claro.

Las enormes puertas metálicas del hangar, son bastante


amplias como para que un pequeño avión pueda pasar dentro y
fuera, Solo está abierto unos cuantos centímetros, solamente lo
suficiente como para dejar a una persona pasar. Hay luces en el
interior el hangar, pero es todo lo que puedo ver por el hueco es
un espacio vacío.
Marina reduce la velocidad en cuanto alcanzamos las puertas
y luego se detiene completamente para mirar dentro. Mientras ella
hace esto, miro sobre mi hombro. Nada ha cambiado, los Mogs
todavía cargan materiales hacía el buque de guerra,
completamente inconsciente que nosotros acabamos de colarnos
por sus filas.

—¿Hay algo? —Nueve susurra, y puedo sentirlo estirando el


cuello tratando de ver por la grieta en las puertas de hangar.
Antes de que yo pueda contestar, oigo a Marina sostener el
aliento. Mis manos pican, atravesadas por un tiro frío, como si de
repente estuviera agarrando un bloque de hielo.

—Mierda, Marina. —Le digo, pero ella no está escuchando,


en lugar de esto, ella está mirando hacía las puertas, teniendo en
cuenta de que no siento mi mano, sostengo la suya, y con
telekinesis jalo la mano de Nueve haciendo que se estrelle contra
la puerta de metal.

El hangar está casi completamente vacío, los mogadorianos


han sacado todas sus pertenencias ya, largas luces alumbran
desde el techo, iluminando la tabla de metal y la silla en el medio
del cuarto. Son las únicas cosas que aún quedan en el hangar, y las
luces crean sombras a los costados.

El cuerpo de Ocho esta sobre la mesa.

Está envuelto en una bolsa para el cuerpo negra, abierta


hasta su cintura, no tiene una camisa, la herida de un cuarto que le
hizo Cinco cuando atravesó su corazón es claramente visible, su
piel café esta pálida, pero Ocho aún luce como él mismo, es como
si en cualquier momento él se va a transportar desde la mesa a mi
lado para hacerme alguna broma molesta, hay electrodos negros
alrededor del cuerpo de Ocho, luciendo frágiles, los electrodos
generan alguna clase de campo que es apenas visible a la vista,
como si una corriente baja y constante estuviese recorriendo el
cuerpo de Ocho. Creo que es algo que los mogadorianos usaron
para mantener el cuerpo de Ocho intacto para sus experimentos.
Además de los electrodos, alguien ha limpiado su sangre, y
sorprendentemente han dejado su colgante Loriense en su cuello,
la joya brillando débilmente contra su pecho, me mata el verlo así,
pero Ocho luce casi pacifico.

Por supuesto, Ocho no es la razón por la que Marina se


detuvo en la puerta del hangar, o la razón por la que está
haciendo que mi mano se congele.

Sentado al lado de Ocho esta, con la cabeza entre las manos,


está Cinco.

Cinco se sienta como si quisiese envolverse en sí mismo y


desaparecer, hay una gruesa almohadilla de gasa sobre el ojo que
Marina le apuñaló en el pantano, una mancha rosa se abre paso a
través de esta. Su ojo bueno esta rojo por haber está llorando o
durmiendo, tal vez ambos. La cabeza de Cinco ha sido afeitada y
me pregunto cuando conseguirá sus nuevos tatuajes
mogadorianos, está vestido como el general que vimos, solo que el
traje de Cinco está lleno de arrugas, los botones de su cuello
desechos, todo parece estar demasiado apretado.
No hay manera de que el traidor de un solo ojo no nos haya
escuchado entrar ya que Marina hizo demasiado ruido y la puerta
del hangar está abierta al máximo, de repente soy muy consciente
del sonido de mi respiración, peor aún, puedo escuchar los
gruñidos provenientes de Marina, como si estuviera luchando
contra un grito muy fuerte o como si estuviera dispuesta a tirarse
sobre Cinco. Detrás de mí Nueve está conteniendo la respiración

El ojo bueno de Cinco mira en nuestra dirección, él


definitivamente nos escuchó, pero no nos puede ver, tal vez aún
haya esperanza de que él solo asumirá que es un sonido hecho por
los mogadorianos afuera, quiero pelear de nuevo con el Garde
traidor, una pelea en donde el bastardo no me golpee hasta
dejarme inconsciente antes de que incluso comience la pelea, pero
tenemos que saber escoger nuestras batallas. Luchar contra Cinco
en un espacio cerrado con un ejército mogadoriano a nuestras
espaldas definitivamente no es la batalla que queremos,
tendremos que encontrar otra manera de recuperar el cuerpo de
Ocho.

Halo el brazo de marina, la picazón en mi mano ahora


reemplaza por un adormecimiento absoluto, pero trato de
comunicarle que es una terrible idea, ella tira contra mí un
momento, pero luego empiezo a sentirla calmarse, lo puedo decir
porque mi mano empieza a calentarse.

Pero mientras Marina empieza a soltar tranquila y


lentamente su respiración, puedo ver su aliento frente a ella, el
aire alrededor de ella demasiado frío, una nube de aliento
proveniente de una chica invisible flotando alrededor de las
brillantes luces del hangar.

Cinco lo ve, su ojo estrechándose, se para de la silla y mira


justo al punto en donde estamos parados

—No quise hacerlo —dice.


Capitulo
Doce
Aprieto las manos de Marina y Nueve, esperando que sea
suficiente para que no le respondan nada a Cinco, y entreguen
nuestra posición. No estoy lista para perder nuestra única ventaja,
invisibilidad, no aún. Por suerte, ambos consiguen controlarse, las
palabras de Cinco flotan sin ser respondidas.

—Sé que no me creerán —Cinco continúa—. Pero se suponía


que nadie debía ser asesinado.

La mirada suplicante de Cinco sigue fija en donde estamos,


lenta y calmadamente, comienzo a guiar a los demás a un lado.
Nos movemos centímetros cada vez, cuidadosos unos de otros, de
no hacer ningún ruido. Gradualmente, nos deslizamos de la
mirada de Cinco, flanqueándolo. Ahora, está viendo un espacio
vació, estúpidamente esperando por una respuesta.

Con un gruñido, Cinco se aparta. Es como si nunca nos


hubiera hablado después de todo. En cambio, empieza a hablar
directamente hacia el cuerpo de Ocho.

—Tú no debiste haber hecho lo que hiciste, saltar delante de


Nueve. —Cinco habla, su voz es casi nostálgica—. Fue heroico,
supongo. Te admiro un poco por eso. Pero no funcionó. Los
mogadorianos van a ganar de todos modos, ¿sabes? Un chico
ecuánime como tú habría aprendido su lugar. Podrías haber
ayudado con la reconstrucción y la unificación. Nueve, pienso…él
es tan descerebrado para saber cuando ha sido vencido. Él no es
bueno para nadie.

Siento los músculos del brazo de Nueve, tensarse, pero por


ahora resiste las ganas de aventarse contra Cinco. Eso es bueno,
está aprendiendo. O tal vez, como yo, él está demasiado aturdido
con lo que está pasando. Cinco sólo está divagando como si
pretendiera que nosotros no estamos aquí.

Cinco pone su mano gentilmente en el hombro de Ocho. La


manga de su uniforme se levanta y noto la envoltura de cuero
pegada a su brazo, la que sostenía la daga con aguja cargada con
resorte que mató a nuestro amigo.

—El me contó… —la voz de Cinco se rompe un poco


mientras continúa hablándole a Ocho—. El me dijo que tendría una
oportunidad de hablar con ustedes acerca de unirse. Ninguno
habría sido lastimado si sólo hubiesen aceptado el Progreso
Mogadoriano. El mantuvo su promesa antes, quiero decir, estoy
vivo como una prueba de ello, ¿sí? Cuando el hechizo se rompió, él
pudo haberme matado, pero no lo hizo.

Cinco debe de estar hablando de Setrákus Ra, acerca del trato


que él cerró con el líder mogadoriano. Él camina alrededor de la
mesa, dándonos la espalda. Marina da un paso hacia él, pero no la
dejo ir más lejos. No sé por qué Cinco está hablando demasiado,
pero tiene que saber que estamos aquí. No estoy segura si esto es
una trampa, si él es el cebo, o qué está pasando. Pero quiero
escuchar.

—No esperé que tú estuvieras tan lavado del cerebro —dice


Cinco, permaneciendo sobre Ocho, su espalda encorvada es un
perfecto objetivo—. Pensando sobre las cosas que son negras y
blancas, héroes y villanos.

Cinco jala hacia abajo y arranca el colgante de Ocho,


apretando la joya en su puño. Su Legado, Externa, como lo llamó,
la que su piel toma las características de lo que sea que toque,
cobra vida, la piel de Cinco parpadea brevemente en el cobalto
brillante de la Loralita. Después de un instante, deja caer el
colgante con un suspiro, y su carne vuelve a la normalidad.

—Pero entonces, tal vez, yo soy el que está lavado del


cerebro, ¿no? ¿No es eso lo que ustedes, chicos, me dijeron? —
Cinco suelta una carcajada, entonces, alcanza la gasa
cuidadosamente sobre su ojo destruido—. Ellos llenaron sus
cabezas con toda esta mierda, los Ancianos, El Gran Libro. Todas
esas reglas, acerca de quien se suponía deberíamos ser. Pero no me
preocupa ninguna de ellas. Sólo estoy tratando de sobrevivir.

Siento la mano de Nueve sudar sobre la mía; él debe estar


peleando para mantenerse sin atacar. Marina, mientras tanto, no
radia el frío furioso de hace unos momentos, probablemente la
escena desarrollada ante nosotros, es demasiado inoportuna y
patética. Si el discurso de Cinco, claramente para nuestro
beneficio, ha revelado algo, es que ya ha perdido la cordura.
Cinco frota gentilmente una mota de algo sobre la frente de
Ocho, luego sacude su cabeza.

—De cualquier manera, el punto es, lo siento, Ocho —Cinco


dice, ese tono de sé todo sigue en su voz, pero mezclado con un
poco de sinceridad—. Sé que no significa nada. Seré un cobarde,
un traidor, un asesino por el resto de mi vida. Eso no cambiará.
Pero quiero que sepas que deseo que las cosas hubieran sucedido
de manera diferente.

Detrás de nosotros, alguien aclara su garganta. Todos


estábamos envueltos en el monólogo desquiciado de Cinco, Cinco
incluido, que no nos dimos cuenta de que un oficial mogadoriano
entró. Sus ojos miran a Cinco con cautela, su postura es tiesa y
normal. Mirándolo a él, esperando como un soldado listo para
entregar un reporte, se me ocurre que este mogadoriano en
realidad recibe ordenes de Cinco. Si ese es el caso, él parece
disgustado por eso.

—Hemos terminado de registrar la nave —el oficial fice.

El mog espera que cinco lo reconozca, pero Cinco


permanecer en silencio por un momento, un incómodo momento.
Sigue encorvado sobre el cuerpo de Ocho, respirando lentamente.
Me tenso y me pregunto si este juego extraño ha terminado y si
ahora él está pensando en sonar la alarma.

El oficial mogadoriano hace un mal trabajo ocultando cuán el


silencio de Cinco le molesta.
—Uno de los grupos de cazadores no se ha reportado —
continúa—. Y los mecánicos están teniendo dificultades para hacer
que uno de los buques de exploración funcione.

Cinco suspira.

—Eso está bien —dice—. Los dejaremos atrás.

—Sí, esas fueron mis órdenes. —El oficial replica, no


sutilmente reafirmando su poder—. ¿Estás listo para irnos?

Cinco se voltea hacia el oficial, con un malicioso parpadeo en


su ojo.

—Sí. Sácanos de aquí.

Cinco camina hacia las puertas del hangar, sus movimientos


son burlonamente lentos. Permanecemos a un lado viendo todo
esto tener lugar, quedándonos en silencio. El oficial arquea una
ceja, sin hacerse a un lado del camino de Cinco.

—¿No estás olvidando algo? —El oficial pregunta a Cinco


cuando los dos están bastante cerca, cara a cara.

Cinco se rasca la cabeza.

—¿Eh?

—El cuerpo —dice el oficial, molesto—. Tus instrucciones


son llevar el cuerpo del Loriense. Y el colgante.
—Oh, eso —Cinco replica, y mira de regreso hacia la mesa de
metal donde Ocho descansa. El cuerpo se ha ido, Capitán. La
Garde debió haberse colado adentro y lo tomó. Es la única
explicación.

El capitán mogadoriano no sabe qué decir. Hace una


demostración de estirar su cuello, viendo después de Cinco donde
Ocho sigue en la mesa. Entonces, estudia la cara de Cinco, sus ojos
se entornan impacientemente.

—¿Es esto algún tipo de juego, Loriense? —el capitán sisea—.


¿O estás ciego de ambos ojos ahora? El Garde está justo ahí.

Cinco ignora el insulta y sacude su cabeza al Capitán,


chasqueando la lengua.

—Pasó ante sus ojos también —dice Cinco—. Los dejaste


robar una ventaja de guerra desde debajo de tu nariz. Eso es
básicamente traición, mi hombre. ¿Sabes cuál es la pena por eso?

El mogadoriano abre su boca para otra incrédula protesta. Él


es cortado por un rasguño de metal, la espada de Cinco saliendo
de debajo de su manda. Sin dudar, el conduce el punto hacia la
parte inferior de la mandíbula del oficial en línea recta hacia su
cerebro. Antes de que empiece a desintegrarse, hay una mirada de
total sorpresa en la cara del mog.

Cinco no se mueve mientras el mog se convierte en ceniza. Se


desintegra más lento que los muchos otros mogs muriendo que he
visto, y cuando termina hay restos de irregulares huesos
asomando desde su arrugado uniforme. Cinco regresa su espada
en el mecanismo dentro de su antebrazo y golpea los restos del
oficial lejos. Luego, cuidadosamente, Cinco se frota a sí mismo y
alisa su abrigo.

Desde donde estamos, Cinco está de perfil, y el ojo que es


visible está cubierto por la banda de gasa. Por eso, no es fácil leer
su expresión.

—Buena suerte —Cinco dice, luego camina a través de las


puertas del hangar, dejando que se cierren detrás de él.

Ninguno dice nada o siquiera se mueve por cerca de un


minuto, todos un poco preocupados de que un escuadrón de
mogs entre aquí en cualquier segundo. Finalmente, Nueve suelta
mi agarre, apareciendo de nuevo en el mundo visible.

—Muy bien. ¿Qué demonios fue eso? —él exclama—. ¿Ese


chico está intentando ser amable ahora, o está totalmente loco?

—No importa —replico—. Tenemos a Ocho, eso es lo que


importa. Podemos lidiar con Cinco en otro momento.

—Él está solo y perdido —dice Marina suavemente, soltando


mi mano también. Ella me nota intentando ganar calor, la
refrigerante sensación persiste, y frunce el ceño—. Lo siento, Seis.
Él lo saca de mí.

Lo sacudo, no queriendo ir dentro del control del Legado de


Marina al momento. Camino de puntillas hacia las puertas del
hangar y el borde se abre con un ruido. Estoy a tiempo de ver a
Cinco desaparecer en la rampa del buque de guerra, el último en
abordar. Una vez que alcanza una cierta altura, la rampa regresa a
la parte inferior de la nave y el enorme buque de guerra comienza
a elevarse, los motores ronronean con ligereza que parece casi
imposible para una nave de ese tamaño. Una vez que alcanza
determinada altura, el buque de guerra comienza a parpadear y
empiezo a tener problemas distinguiendo sus bordes de las nubes
moradas. Descomunal, prácticamente silencioso, y equipado con
algún tipo de dispositivo de camuflaje, ¿cómo se supone que
pelearemos con algo como eso?

—Suenas como si sintieras lástima por él —Nueve le dice a


Marina.

—No —ella le responde a Nueve, pero puedo oír la duda


progresiva en la voz de Marina, esa apariencia dura que ella había
demostrado, está mostrando algunos errores—. Yo… ¿vieron su
ojo?

—Vi un agujero en su cabeza cubierto con una banda de


primeros auxilios —Nueve replica—. Amigo, que tiene eso y más
yendo hacia él.

—¿Crees que Ocho quisiera eso? —pregunto, honestamente


preguntando—. El murió intentando mantenernos lejos de
matarnos los unos a los otros.

El buque de guerra sale de mi visión, me volteo a ver a los


otros. Nueve muerde su labio y mira al piso, considerando lo que
acabo de decir. Marina ha tomado asiento en la ex silla de Cinco a
un lado de Ocho. Ella tentativamente toca los electrodos e
introduce sus dedos a través del campo de fuerza. Cuando nada
sucede, Marina pasa gentilmente sus dedos a través de su cabello
rizado. Sus ojos brillan con lágrimas frescas, pero ella las retiene.

—Sabía que te encontraría —ella susurra—. Lamento haberte


dejado.

Avanzo para unirme a Marina en la mesa, mirando a Ocho


hacia abajo. Tal vez es mi imaginación, pero pareciera como si
tuviese una remota sonrisa en sus labios.

—Desearía haberte conocido mejor —le digo a Ocho, llevando


mi mano delicadamente sobre su hombro—. Desearía que nuestras
vidas hubieran sido diferentes.

Nueve duda, pero finalmente se une a nosotras en la mesa,


parándose junto a Marina. Al principio él evita mirar
directamente al cuerpo de Ocho, presiona sus labios, los músculos
en su cuello se crispan como si intentara cargar algo pesado. Está
avergonzado. Parece que toma un gran esfuerzo de su parte, sin
embargo, después de un momento Nueve logra ver a Ocho.
Inmediatamente, alcanza y sube la cremallera de la bolsa del
cuerpo un poco más, lo suficiente para que la herida se oculte de
la vista.

—Oh, hombre —dice tranquilamente—. Lo siento por… —


Nueve sacude su cabeza, llevando una mano a su cabello—.
Quiero decir, gracias por salvar mi vida. Cinco tenía razón, eh,
probablemente no debiste de... Si sólo cerrara mi boca,
probablemente estarías… mierda, lo siento, Ocho. Lo siento tanto.

Nueve toma un respiro estremecedor, obviamente


conteniendo las lágrimas. Marina pone su mano suavemente en su
espalda y se inclina hacia él.

—Él te perdonaría —dice ella suavemente, agregando—.Yo te


perdono.

Nueve pone su brazo alrededor de Marina y la abraza lo


bastante fuerte como para hacerla llorar. Él hunde su cara en el
cabello de Marina, escondiendo sus lágrimas. Mi mente está y
siempre ha estado corriendo, preguntándose acerca de John, Sam
y los otros, preocupándose acerca de cómo vamos a encontrar
nuestro camino de regreso hacia ellos, si ellos siquiera siguen
vivos y libres, pero viendo a Marina y a Nueve así, juntos,
empezando a sanar, me dan esperanza. Somos personas fuertes.
Podemos atravesar por cualquier cosa.

—Necesitamos movernos —digo gentilmente, reacia a


terminar con este momento, pero sabiendo que tenemos que
hacerlo.

Nueve finalmente libera a Marina, y yo cuidadosamente


cierro la cremallera de la bolsa donde está el cuerpo de Ocho.
Nueve se agacha, y con una similar cantidad de cuidado, levanta
el cuerpo de Ocho sobre sus brazos.
Mientras nos volteamos hacia las puertas del hangar, ellas se
abren.

El grupo de mogadorianos que estaban trabajando en la nave


de exploración. Me olvidé por completo de ellos. Ellos se quedan
en la puerta, a mitad del camino para meter su nave en el hangar.
Ellos se miran tan sorprendidos como nosotros vemos a ellos.

Antes de que podamos hacer algo, un triturador mecánico


sale de la nave. El frente, o al menos un lado del platillo apunta
directamente a nosotros, se abre, una torreta de cañón salta a la
vista y un zumbido cobra vida con un chisporroteo eléctrico. Debe
haber un mog adentro.

—¡Abajo! —Grita Nueve.

No hay donde cubrirse en este hangar vacío excepto la mesa


de metal, y es demasiado tarde para hacerse invisible. Marina se
lanza sobre la mesa, Nueve se agazapa con el cuerpo de Ocho
sobre sus brazos, y yo me aviento a un lado, esperando ser
suficientemente rápidos, mientras la torreta abre fuego.
Capitulo
Trece
—¿El nombre de Grahish Sharma significa algo para ti? —
Pregunta Sarah.

Pienso por un momento, trato de arrancar el nombre fuera de


mi memoria.

—Suena algo familiar. ¿Por qué? —estoy parado en el patio


afuera de la vieja casa de Adam, la voz de Sarah llegando a larga
distancia sobre el teléfono celular desechable. Más allá de las
canchas de baloncesto vacías, el sol está empezando a meterse por
debajo del horizonte. Un pájaro grande atraviesa el cielo
anaranjado y me pregunto si es uno de los nuestros, nuestro grupo
de Chimæras son como centinelas alrededor de los terrenos de
Ashwood Estates con órdenes de aparecerse si surge cualquier
intruso. Hasta ahora, ha estado callado. Si no lo conociera mejor,
esto parecería como si estuviera pasando el rato en un particular
callado suburbio, uno donde todos siguen trabajando..

—Él es de India, —explica Sarah—. Es el comandante de algo


llamado el Vishnu Nationalist Eight.
El nombre hace clic en la mención de Ocho y chasqueo mis
dedos.

—Oh, cierto. Es el tipo del ejército que estaba protegiendo a


Ocho en el Himalaya.

—Hmm. — Dice Sarah —Así que su historia es cierta—

Paso por el césped, imaginando a Sarah con su cabello rubio


jalado hacia arriba en un aplicado moño, plumas y lápices
atascados en él, estudiando algunos documentos de las oficinas de
Ellos Caminan Entre Nosotros. No importa que las oficinas estén
ubicadas en un rancho abandonado a cincuenta millas de
Huntsville. No importa que Sarah fuera escoltada por su ex novio
Mark, que actualmente se convierte en una realidad capaz de
sorprenderme en estas cosas de capas y espadas. Es en la imagen
de Sarah en la que me enfoco..

—¿Qué historia es esa?—

—Pues, es un montón de rumores y rarezas de internet que


estamos tratando de cortar. Pero este tipo Sharma afirma haber
derribado una nave espacial y capturado su equipo.—

—Algunos de los Mogs que iban detrás de Ocho,


probablemente,— contesto
—Cierto. Llevaron algunos vivos y todo. Aunque sucedió en
la India, todavía debería seguir siendo noticia nacional, pero no es
así. Alguien oculto todo sobre eso. Mark está tratando de
contactarse con Sharma. Él quiere dirigir la historia en Ellos
Caminan Entre Nosotros, esperemos que exponga al público en
general.—

—Huh,— digo frotándome la parte posterior del cuello y


pensando en voz alta —Podría ayudar a conseguir algún apoyo si
las cosas se ponen malas.—

—¿Cómo que cosas malas van a pasar, John?—

Trago duro. Aunque he utilizado mi legado de curación poco


después de la batalla, aun puedo sentir los dedos del general
apretados alrededor de mi cuello.

—No lo sé,— digo, no estoy seguro porque escondo la teoría


de Adam sobre la inminente invasión de Sarah. Yo supongo que tal
todavía estoy tratando de protegerla. Rápido cambio de tema. —
¿Cómo esta Mark de todos modos?—

—Está bien,— contesta Sarah. —Él ha cambiado mucho.—

—¿Cómo es eso?—

Sarah vacila. —Yo… es difícil de explicar.—


No me obsesiono demasiado sobre el estado actual de Mark
James. No es de lo que quiero hablar.

Realmente, después de casi morir esta tarde, todo lo que


quiero es escuchar la voz de Sarah.

—Te extraño, — digo.

—Yo también te extraño,— responde Sarah. —Después de un


largo día de lucha contra los invasores alienígenas y desenredar
conspiraciones internacionales, desearía que nos pudiéramos
acurrucar en ese sofá viejo en mi sótano y ver una película.—

Eso me hace reír, la sensación agridulce como me imagino el


tipo de vida normal Sarah y tal vez ser líder si no estuviéramos
intentando salvar el mundo.

—Pronto—, le dije, tratando de sonar seguro.

—Espero que sí, — responde ella.

Tengo la sensación de movimiento detrás de mí y giro


alrededor para encontrar a Sam de pie en el porche en ruinas de la
casa de Adam. Él hace movimientos para que entre..

—Sarah, me tengo que ir,— dije, sintiéndome reacio a colgar


el teléfono. Nos hemos estado revisando unos a otros cada ocho
horas como lo planeamos, y siento una sensación de alivio cada
vez que escucho su voz.

Cada vez que me corta, empiezo a pensar en la última vez... el


momento en que no llamé.

—Se cuidadosa, ¿vale? Las cosas podrían estar poniendo


bastante pesadas pronto.—

—¿Qué pasa?—

—Ven aquí,— dice. —Hemos descubierto algo.—

Subo lo que queda del porche después de esta tarde de


escaramuza y sigo Sam a través de la puerta medio hundida en la
sala de estar. El interior de la casa coincide con el exterior –la
perfecta idea de suburbio humano- excepto los muebles que
parecen que fueron arreglados según lo visto en las páginas de un
catálogo.

No hay ninguna sensación de que viviera aquí. Trato de


imaginar lo que fue para Adam crecer aquí, trato de imaginármelo
dándole una paliza a pequeñas figuras de acción de Piken juntos
en el piso, y no puedo hacerlo.

La parte trasera de la sala de estar es una puerta metálica


masiva asegurada por una serie de candados operados por un
teclado cubierto de símbolos Mogadorianos. La puerta es lo único
que rompe la ilusión suburbana y es un poco sorprendente para mí
que los Mogs no intentaran ocultarla detrás de una estantería
algo. Supongo que nunca pensaron que sus enemigos llegarías tan
lejos. La puerta ya está abierta, desbloqueada por Adam antes y es
por ahí que Sam y yo descendemos por debajo de los túneles de
Ashwood Estates.

Caminamos por una escalera larga de metal, la falsa sencillez


de arriba inmediatamente sustituida por estéril acero inoxidable y
luces zumbantes de halógenos.

La laberíntica red de túneles debajo de Ashwood está mucho


más en conserva con mi idea de la Mogadorianos – fría y
funcional. No es tan extenso aquí como la montaña ahuecada en
Virginia Occidental, pero definitivamente pone a la Base de Dulce
en vergüenza. Me pregunto cuánto tiempo tomó a todo esto, los
Mogs tallando túneles en la tierra durante los años que estuve
huyendo con Henri. Ampliándose sin darnos cuenta.

Hay una grieta en la pared que comienza a la mitad de


camino por las escaleras y sigue adelante irregularmente y mucho
más profunda en los túneles. Sam arrastra su mano, sus dedos
cubiertos de una capa de polvo de concreto.
—Estamos seguros de que este lugar no va a colapsar,
¿verdad?

—Adam no piensa eso,— contesta Sam, batiendo sus palmas


para limpiarlas, el ruido hace eco. —Esto me da escalofríos, sin
embargo. Estoy seriamente claustrofóbico.

—No te preocupes. No estaremos aquí mucho tiempo.—

Pasamos otras grietas, es como navegar por pasillos torcidos,


lugares donde el lugar cambió de puesto, secciones de hormigón
rotas pulidas unas contra otras.

El daño fue causado la última vez que Adam estuvo aquí,


cuando desató su legado de terremotos para rescatar a Malcom.
Hay algunos pasillos donde los techos se han derrumbado
rotundamente. Al final del pasillo,

Pasamos por una habitación grande, bien iluminada que


parece que podría haber sido un laboratorio en algún momento,
un montón de boquillas, palancas y mesas de trabajo, pero ningún
equipo. Todo debe haberse destruido en el ataque de Adam, y el
equipo de salvamento de Mog nunca tuvo la oportunidad de
reemplazarlo. Junto al laboratorio, pasamos una hilera de
opresivas ocho por ocho, habitaciones con puertas de gran espesor
de vidrio a prueba de balas. Células. Todas ellos actualmente
desocupados.

—Los archivos están aquí—, dice Sam. — Papá ha estado allí


sin parar.

—Los Mogs grababan todo.—

Paramos en una pequeña habitación – casi como una oficina


– con un enorme banco de monitores. Malcom se sienta detrás del
terminal de un computador de la sala,

Con cara de sueño de ver quién sabe cuántas horas de


material de archivo. En la pantalla, un soldado Mogadoriano habla
directamente a la cámara.

—Ya ha pasado tres días desde que se filtraron rumores de


una presencia Loriense en Buenos Aires, — el Mogadoriano
informa. —Todavía tiene que haber algún signo de la Garde, pero
continúa vigilancia —Malcom detiene el video cuando se da cuenta
de nosotros, frotándose los ojos. —¿Encontraste algo útil? — le
pregunto.

Malcom sacude su cabeza y saca una lista de archivos en el


ordenador. Arrastra un dedo hacia abajo la pantalla táctil y los
archivos comienzan un pergamino sin fin. Hay miles de ellos, y
todos sus títulos son en Mogadoriano.
—De lo que pude reunir, esto es equivalente a casi cinco años
de inteligencia Mogadoriana, — Malcom explica.

—Necesitaría un equipo entero para ir a través de todo.


Incluso con Adam traduciendo estos títulos, que son, básicamente,
sólo las fechas y horarios, es difícil saber dónde empezar. —

—Tal vez podemos contratar a algunos internos,—

Sam sugiere, entonces me tira el brazo. — Ven, tenemos que


ver Adam.—

—Haz lo que quieras—, Malcom antes de decirle Sam me


arrastra lejos.

—Incluso el más pequeño trozo de información puede


ayudar. —

Unos cuantos pasos abajo del pasillo y llegar a la sala que


Adam describe como el centro de control. La sala está más o
menos intacta, así que es donde montamos una tienda. Las
paredes están cubiertas de monitores, imágenes de cámaras de
seguridad a través de algunos de los torrentes de Ashwood, pero
también video gráfico de otros lugares, incluyendo una cámara de
seguridad hackeada fuera del John Hancock Center atrincherado.
Debajo de los monitores son una fila de computadoras, no es fácil
de usar porque todas las claves están en Mogadoriano.
Pongo mis manos sobre mis labios e inspecciono el lugar,
mirando los alimentadores de las cámaras que hacer no mucho
tiempo debieron haber sido programadas sobre mí. Se siente
extraño estar en el otro lado. Como a Sam, este lugar me hace
sentir incómodo.

—¿Estamos seguros aquí? —Pregunto—. Todas esas


cámaras… ¿No está ninguna apuntada hacia nosotros?

—Las desactivé —Adam responde. Él está en una silla


giratoria frente a una de las computadoras, escribiendo un montón
de comandos. Se voltea para verme.

—Usando la autorización del General, he enviado un contra-


código al comando mogadoriano en Virginia del Oeste, reportando
que el equipo de salvamento descubrió una fuga química. Les
tomará tiempo limpiarlo. Ellos asumirán que la falla de las
cámaras tiene algo que ver con el trabajo del equipo de
salvamento.

—¿Cuánto tiempo nos da esto?

—¿Un par de días? ¿Una semana? —Adam replica—. Ellos


comenzarán a sospechar cuando el General no se presente, pero
podremos escabullirnos por las grietas por un tiempo.

—¿Qué es lo que buscamos mientras tanto?


—A tus amigos —Adam responde—. De hecho, creo que ya los
he encontrado.

—Sí. Florida —digo—. Ya sabíamos eso.

—No, él los encontró. ¿Cómo, exactamente? —Sam responde


sonriéndome— Eso por lo que te traje. Checa esto.

Sam apunta a una de las pantallas, esta tiene en la pantalla


un mapa de los Estados Unidos. El mapa está cubierto de
triángulos de varios tamaños. Hay un triángulo pequeño sobre
nuestra ubicación junto con unos indicadores de tamaño similar
dispersos por todo el país. Hay triángulos más grandes brillando
sobre grandes centros de población. Nueva York, Chicago, Los
Ángeles, Houston, todas esas ciudades están marcadas sobre el
mapa. El triángulo más grande de todos está hacia el oeste de
nosotros, justo alrededor de donde la montaña base mog está
escondida en Virginia del Oeste.

—Esto es una, eh…—Sam mira a Adam—. ¿Cómo llamaste a


esta cosa?

—Visión general de ventaja táctica —Adam responde—.


Muestra donde mi gente tiene operaciones en curso.

—Se están concentrando en las grandes ciudades —digo


estudiando el mapa.
—Sí —dice Adam sombríamente—. Se preparan para la
invasión.

—No vamos a concentrarnos en la palabra con “i” ahora


mismo. —Sam dice—. Miren esto.

Sam ha enchufado la pantalla de la tablet de localización de


los otros Garde en una de las computadoras. El apunta y mis ojos
inmediatamente se posan en Florida. Mi corazón salta un latido;
sólo hay un punto parpadeante sobre el mapa. Me toma un
momento que los cuatro puntos simbolizan a cada uno de los
Garde han conseguido acercarse junto que están perfectamente
sobrepuestos.

—Ellos están casi encima el uno de otro —digo—. Cuatro de


ellos.

—Sep. —Sam replica, tomando la tablet—. Y mira esto.

Él sostiene la tablet junto al mapa de la actividad


mogadoriana. Los cuatro puntos perfectamente alineados con uno
de los más pequeños triángulos en Florida.

—Los Mogs los tienen —digo apretando los dientes—. Adam,


¿esa es una base de algún tipo?
—Una estación de investigación —replica—. Los registros
muestran que ahí hay algún tipo de experimentación genética que
se hace ahí. No es el tipo de lugar en el que mantendríamos
prisioneros, especialmente a los Garde.

—¿Por qué siquiera llevarían prisioneros a este punto? —Sam


pregunta—. Quiero decir, sé que Setrákus Ra tiene una cosa rara
con Ella. Pero los otros…

—No son prisioneros —digo, golpeando a Sam en el brazo en


emoción mientras nace dentro de mí—. Los otros están tramando
algo. Van al ataque.

—Estoy trabajando para tener imagen de la base —dice


Adam, sus dedos corren sobre el teclado.

—¿Cómo harás eso? —Inquiero.

Me siento en una silla giratoria junto a Adam y veo sus


manos deslizarse a través del teclado mogadoriano. Lo que sea que
esté haciendo parece como su segunda naturaleza.

—He bloqueado una nave de exploración por lo que no serán


capaces de operarla. Esa fue la parte fácil. Accesar y aislar la
vigilancia abordo mientras intento dejar la nave inoperable son
demasiados trucos.
—¿Estás hackeando una nave? —Pregunta Sam, inclinándose
sobre el respaldo de la silla de Adam.

Veo directamente el monitor frente a Adam, crepitar con


estática.

—¿Cómo nos ayuda esto?

—Este cuarto de control es un centro neurálgico, John —


Adam explica, tomándose un momento para gesticular hacia todo
alrededor—. Información desde todas las otras bases se alimenta
hasta aquí. Es solo cuestión de acceder a él.

—Acceder, ¿cómo?

—Cazar Lorienses por muchos hachos años ha hecho a mi


gente paranoica para no perder nunca una ventaja potencial. Cada
operación es registrada. Hay vigilancia en todos lados —Adam
golpea una tecla con un estilo triunfante—. Incluso a bordo de
nuestras propias naves.

Los monitores de arriba parpadean brevemente y entonces la


pantalla emite imágenes granuladas de un fugitivo en medio de un
pantano.

—Si la Garde está cerca, seremos capaces de verlos —explica


Adam.
—Si ellos no son invisible —digo entrecerrando los ojos hacia
el monitor.

Debajo de la cámara, un puñado de mogadorianos se miran


frustrados mientras ellos tiran partes del motor del casco de la
nave exploradora. Limpian esas partes, vuelven a colocarlas,
cuando nada pasar, empiezan a quitar algo más.

—¿Qué están haciendo? —Pregunta Sam.

—Intentando reparar lo que he hecho —Adam replica


emocionadamente, pareciendo complacido de ser más astuto que
su gente—. Ellos asumen falla de motor, no anulación de sistemas
automáticos. Les tomará un tiempo darse cuenta.

Otro mogadoriano, que usa un uniforme de aspecto


impresionante, similar al del General, se acerca a ellos. Él les grita
a los mecánicos, entonces sale de la pantalla encaprichado.

—¿Se mueve la cámara?

—Por supuesto.

Adam golpea un botón y la cámara comienza a escanear el


lado, siguiendo al engalanado mogadoriano. Al principio no hay
mucho que ver, excepto el pavimento y, en la distancia pantanos.
Sin embargo, después de una corta caminara, el mogadoriano
desaparece dentro de un hangar de aeroplanos.

—¿Crees que estén dentro? —Pregunto.

—Esta cámara debe de estar equipada con visión de calor, si


puedo encontrar la manera de cómo entrar a ella —Adam replica
tentativamente presionando unas pocas teclas enfrente de él.

Antes de que Adam pueda hacerlo, Cinco camina a través de


las puertas del hangar. Incluso si suponía que era un traidor por la
visión de Eli, había estado manteniendo una tonta esperanza de
que no fuera verdad. O, oscuro como parece, que Cinco fuera uno
de los asesinado en batalla. Pero ahí está, en un uniforme
arrugado mogadoriano, y con una venda cubriendo su ojo derecho.

Puedo oír a Sam conteniendo el aliento; está aturdido. La


única parte de mis visiones que nunca había contado a nadie,
acerca de Cinco, no queriendo manchar su nombre si estaba
equivocado.

—Él es… —Sam sacude su cabeza—. Hijo de perra traidor.


Debió haber sido él quien le contó a los Mogs sobre Chicago.

—Uno de ustedes —Adam dice tranquilamente—. Eso es


inesperado.
Tengo que apartar mi mirada de la imagen de Cinco antes de
que mi sangre hierva.

—¿No sabías acerca de esto? —le pregunto a Adam a través de


mis dientes apretados.

—No —él dice sacudiendo la cabeza—. Te lo habría contado.


Setrákus Ra mismo debió mantenerlo en secreto.

Me obligo a mí mismo a volver a mirar la pantalla. Mantengo


la calma, estudiando a mi nuevo enemigo. Sus hombros caídos, su
cabeza recién afeitada, la mirada oscura en su único ojo. ¿Qué
pudo haber traído a uno de los nuestros a un lugar tan terrible?

—Sabía que había algo acerca de ese idiota —dice Sam,


paseándose ahora—. John, amigo, ¿qué haremos acerca de él?

No contesto, principalmente porque la única solución en la


que puedo pensar en este momento, viendo a Cinco con el
uniforme enemigo, es matarlo.

—¿A dónde va? Síguelo —le digo a Adam.

Adam lo hace. La cámara sigue a Cinco a través de la pista


hasta que alcanza una rampa que lo lleva dentro de la más grande
nave espacial que he visto, tan grande que su tamaño entero no
aparece en la cámara.
—¡Maldición! —respiro, mis ojos se abren—. ¿Qué demonios
es esa cosa?

—Buque de guerra —responde Adam, una nota de furtivo


asombro aparece en su voz mientras mira de soslayo la pantalla—.
No puedo decir que es uno.

—¿Uno? —Sam exclama—. ¿Cuántas cosas de esas tienen?

—¿Docenas? Tal vez más, tal vez menos. Funcional con el


viejo combustible de Mogadore y lo que sea que mi gente haya
obtenido de minas en Lorien. No son las cosas más eficientes. Y
lentas. Cuando me metía en problemas de niño, mi madre me
amenazaba en el suelo hasta que la flota arribaba… —Él se da
cuenta de que está divagando y desvaneciéndose, mirándonos—.
Ustedes no les interesa esto, ¿o sí?

—Tal vez no es el mejor momento para recordar el pasado —


replico, mirando como Cinco sube a la nave—. ¿Pero qué más
puedes contarnos acerca de la flota?

—Han estado viajando desde la caída de Lorien —Adam


continúa—. Los estrategas Mogs creen que tienen suficiente poder
para un último asedio.

—La Tierra —digo.


—Sí —Adam contesta—. Entonces, mi gente se asentará aquí.
Tal vez reconstruirá la flota si Setrákus Ra encuentra una razón.

—Quieres decir, si hay vida en el universo que pueda


conquistar —digo.

Sam sacude su cabeza, sigue asombrado por el enorme


buque.

—Por lo menos tienen alguna debilidad secreta, ¿no? ¿Como


si pudieras lanzar solo un disparo sobre La Estrella de la Muerte y
toda la cosa explotara?

Adam arruga la frente.

—¿Qué es una Estrella de la Muerte?

Sam levanta las manos.

—Estamos jodidos.

—Si ellos han sido tomados prisioneros y están arriba de esa


cosa —no termino la idea, principalmente porque un curso de
acción no viene a mí. Tomar el control de una base mogadoriana
mayormente abandonada es una cosa; encontrar un camino arriba
de un enorme buque de guerra es otra totalmente.
Especialmente cuando el enorme buque de guerra está
elevando en el cielo. Tal vez Sam esté en lo correcto y estamos
jodidos.

Los tres miramos en silencio mientras la nave asciende.


Antes de que esté completamente fuera de pantalla, el caparazón
de la nave parpadea y toda la cosa desparece de la vista. Bien, no
completamente, los bordes de la nave siguen viéndose vagamente,
como si la luz de alrededor se flexionara de extrañas maneras. La
distorsión es casi como intentar enfocarte en un objeto que está
bajo el agua.

—Camuflaje —dice Adam—. Todas la naves lo tienen.

—Hey, miren la tablet —dice Sam—. Tal vez no todo sea


completamente depresivo.

Mientras el ahora invisible buque de guerra flota hacia a


arriba, uno de los puntos de la tablet lentamente se aleja de los
otros. El punto de Cinco. Después de unos pocos segundos,
comienza a parpadear erráticamente en la pantalla. Ahora
tenemos dos indicadores de Garde saltando espasmódicamente
sobre el mapa.

—Como Ella —dice Sam frunciendo el ceño.


—El buque de guerra debe está regresando a la órbita —dice
Adam—. Lo que significa…

—Ella está arriba de una de esas cosas —termino la idea—.


Ellos la llevaron a la flota.

—¿Cómo iremos allí arriba? —Inquiere Sam.

—No tendremos que —Adam responde—. La flota vendrá a


nosotros.

—Oh, bien —dice Sam—. Invasión mundial. ¿Por lo que


estamos planeando solo esperar por ella?

Aprieto mi dedo en la tablet, apuntando a los tres puntos que


siguen en Florida.

—El plan es encontrar a los otros. Ellos siguen ahí. Sólo


tenemos que… —me detengo a mí mismo cuando miro de nuevo la
pantalla. La pista se comienza a mover—. Creí que desactivaste la
nave. ¿Por qué se está moviendo?

Con una apresurada serie de golpes al teclado, Adam mueve


la cámara hacia abajo. Desde este ángulo, podemos ver a la
tripulación de mogadoriano haciendo muechas mientras empujan
la nave exploradora manualmente hacia el hangar.
—Supongo que se dieron por vencidos de hacerla funcionar —
Sam observa.

Uno de los Mogs corre por delante para abrir las puertas de
metal y ahí, parados en medio del hangar vacío, están Nueve,
Marina y Seis. Sam suelta un grito de emoción que se desvanece
rápidamente, las duras matemáticas se hunden, ahí hay tres
Garde, cuando deberían ser cuatro, y eso que Nueve está cargando
en sus brazos es obviamente una bolsa para cadáveres..

—Ocho —dice Sam tragando saliva—. Mierda.

Me volteo hacia Adam sin estar listo para afligirme aún.

—¿La nave que has hackeado tiene armas?


Capitulo
Catorce
DespUEs de una RAfaga de disparos casi ensordecedores de
los cañones en el espacio despejado del hangar, la nave
exploradora se vuelve misteriosamente silenciosa. Marina y yo
nos agazapamos la una contra la otra, ambas acurrucadas detrás de
la mesa de metal volcada. Intercambiamos una mirada, la mesa no
sufrió siquiera un solo disparo de cañón. De hecho, la torreta de la
nave no parece acercarse para darnos.

—¡Buen objetivo, pendejo! —Grita Nueve riéndose. Él está


fuera del borde de la mesa, tirado en el piso, medio protegiendo el
cuerpo de Ocho con el de él.

Asomo mi cabeza desde la mesa. Entre nosotros y la nave


explorador, hay docenas de montones de cenizas, lo
anteriormente eran los mecánicos mogadorianos. La torreta de
armas de la nave sigue soltando humo, pero se mantiene inactiva,
sin ningún interés en nosotros. Cuidadosamente, me levanto.
Marina se une a mí.
—¿Qué demonios está pasando? —Pregunto.

—¿A quién le importa? —Dice Nueve, levantando el cuerpo


de Ocho—. Salgamos de aquí.

—¿Quizás algún tipo de malfuncionamiento? —Propone


Marina, acercándose a la nave, que sigue bloqueando nuestro
camino fuera. Los tres nos esparcimos asegurándonos de no
quedar directamente en el camino del cañón.

—Sólo le disparó a los Mogs —digo—. Ese es un


funcionamiento defectuoso conveniente.

Saltamos cuando la cabina de la nave se abre hacia arriba con


un siseo hidráulico. Dentro hay una explosión estática de un
micrófono en la cabina, y entonces una voz familiar resuena.

—¿Chicos?, ¿pueden oírme?

—¿John? —Exclamo, no creyéndole a mis orejas. La última


vez que lo vi estaba en un coma junto con Ella. Corro a la nave y
brinco sobre el frente trasero, mirando sobre la entrada de la
cabina para escuchar mejor su voz.

—Soy yo, Seis —dice John—. Es bueno verte.


—¿Verme? —inquiero, entonces noto una pequeña cámara
montada sobre la entrada de la cabina. Se menea hacia atrás y se
voltea, casi asintiendo en agradecimiento.

—Amigo, ¿qué pasó? —Nueve pregunta, mirando la cabina


escépticamente—. ¿Tu cerebro está, como, atrapado en una nave
mogadoriana ahora?

—¿Qué? No, no seas idiota —John replica, y puedo


imaginarme su cara de molesta diversión en su cara—. Hemos
tomado una base mogadoriana y usamos su tecnología para
hackear esta nave.

—Lindo —replica Nueve, como si eso fuera todo lo que


necesitara escuchar. Brinca con esfuerzo sobre el capo de la nave,
sosteniendo a Ocho, y aterriza a mi lado. Nuestro lado de la nave

en forma de platillo desciende un poco con su peso antes de que


pueda enderezarse, los rieles de aterrizaje chillan. Nueve golpea el
caso de meta con su tobillo, probándolo—. ¿Así que esto es
nuestro transporte?

En respuesta, el motor de la nave comienza a vibrar debajo


de nuestros pies. Miro hacia la cabina, hay seis asientos duros de
plástico dentro, junto con un tablero parpadeante lleno de
símbolos mogadorianos al azar y un conjunto de controles que
parecen similares a los que encontrarías en un aeroplano. Nunca
he volado en uno de esos antes, mucho menos, hecho por
mogadorianos.

—Vimos lo que pasó en Chicago —también subiendo a la


nave.

—¿Todos están bien?

—Sí —John responde rápidamente, entonces parece


reconsiderarlo—. Ellos se llevaron a Ella, pero no creo que esté en
peligro aun.

Las ceja de Marina se levantan en alarma, puedo sentir el frío


empezar a emerger de ella.

—¿A qué te refieres con que se la llevaron?

—Les explicaré todo cuando estén en el aire —dice John—.


Primero, déjennos sacarlos de ahí.

—Suena bien —responde Nueve, y salta dentro de la nave,


gentilmente poniendo el cuerpo de Ocho a través de un par de
asientos.
—Eh, John, un problema —digo siguiendo a Nueve dentro
de la nave con olor a antiséptico—. ¿Cómo se supone que
volaremos esta cosa?

Hay una pausa en John, y entonces una voz diferente


responde, una con un duro acento que hace que mis hombros se
tensen.

—Podría hacerlos volar por medio del piloto automático,


pero me preocupa que haber entrado en los sistemas de la nave
haya dañado algún protocolo de auto navegación. Será más
seguro si lo hacen manualmente siguiendo mis instrucciones. —El
mogadoriano explica rápidamente. Luego, como si se diera cuenta
de nuestras caras de conclusión dice—. ¡Hey, soy Adam!

—El chico del que Malcom nos habló —digo recordando la


conversación en la cena.

—No te preocupes, Seis, —la voz de Sam intercepta, y no


puedo soltar una sonrisa por su sonido—. Él es totalmente no
malvado.

—Oh, bien, en ese caso, volemos —dice Nueve


sarcásticamente, sentándose en uno de los respaldos duros de los
asiento de plástico. Salto en la silla del piloto. Marina duda por un
momento, dándole una mirada desconfiada a la consola de donde
la voz del mog viene.

—¿Cómo sabemos que ese es realmente John? —Pregunta—.


Setrákus puede cambiar de apariencia. Esto podría ser algún tipo
de trampa. —En mi emoción de escuchar a John y a Sam, no había
considerado la posibilidad de que esto pudiera ser una
estratagema. Detrás de mí, Nueve le grita al comunicador.

—Hey, Johnny, ¿recuerdas en Chicago? ¿Cuándo estabas


alegando ser Pittacus Lore y tuvimos un debate si debíamos ir a
Nuevo México?

—Sí —la voz de John suena como si estuviera apretando los


dientes.

—¿Cómo arreglamos eso?

John suspira.

—Me hiciste pender del borde de la azotea.

Nueve sonríe como si esta fuera la mejor cosa de siempre.

—Es definitivamente él.


—Marina —dice John, probablemente pensando que la
pequeña prueba de Nueve no fue suficiente—. La primera vez que
nos vimos, me curaste dos heridas de bala en mi tobillo. Y casi
fuimos golpeados por un misil.

Una pequeña sonrisa se forma en el rostro de Marina, la


primera que he visto en días.

—Pensaba que eras el chico más genial que había conocido,


John Smith.

Nueve suelta una risotada con eso, sacudiendo la cabeza.


Marina sube abordo, tomando asiento junto al asiento del cuerpo
de Ocho. Ella cubre celosamente con una mano la bolsa de
cadáveres y la deja ahí.

—Cuidado con la cabeza —Adam advierte mientras la


puerta de la cabina se cierra sobre nosotros. Hay un momento
donde siento pánico al ser encerrada dentro de una nave
mogadoriana, pero me deshago de la sensación y agarro
firmemente el embrague de dirección. Se atenúa la cabina, el
vidrio tiene una pinta de vista como de lentes de sol. Flujos de
datos en comprimidos símbolos mogadorianos son proyectados
directamente sobre el cristal, las lecturas son algo que solo un
piloto mogadoriano les encontraría sentido.

—Está bien —digo—. ¿Ahora qué?

—Espera —Nueve interrumpe, inclinándose hacia—. ¿Cómo


conseguirás conducir?

La voz de Adam viene clara, paciente y autoritaria.

—Mueve el timón delante de ti. Eso rotará la nave.

Sigo sus instrucciones, el timón de la nave se mueve


fácilmente, la porción aplanada de la nave hacen ciento ochenta
grados, sin las ruedas moviéndose del todo. Dejo de moverlo
cuando estamos apuntados hacia la salida del hangar.

—Bien —dice Adam—. Ahora, la palanca a tu izquierda


mueve las ruedas.

Agarro la palanca y la empujo solo un poquito. La nave tira


hacia delante casi de inmediato. Los controles son sensibles, así
que no toma mucha presión movernos lentamente fuera hacia la
pista.
—Dale algo de velocidad, Seis, maldición —se queja
Nueve—. Manéjalo como si lo hubiésemos robado.

—No le hagas caso —dice Marina abrazándose.

—Si estás fuera del hangar, puedes detenerte. —Adam da


indicaciones.

Miro hacia arriba a través del parabrisas de la cabina, veo


solo el cielo así que suelto la palanca. La nave cruje para detenerse

—Muy bien —dice Adam—. Ahora, pon el volante delante


de ti a las tres y nueve. ¿Sientes los gatillos?

Tomo el volante de nuevo y alrededor siento dos botones


sobresalir en el lado inferior.

—Lo tengo —respondo, tanteando el gatillo de la izquierda


apretándolo. Tan pronto como lo hago la vibración del motor de la
nave comienza con un traqueteo en crescendo y nos elevamos en
el aire.

—¡Ho, mierda! —grita nueve. A un lado de mí, Marina se


estruja un poco más fuerte, cerrando sus ojos.

—Sé cuidadosa, Seis —susurra.


Suelto el botón y la nave esforzadamente mantiene su
elevación. Nos cernimos a casi veinte metros del suelo.

—Se suponía que no harías eso aún —Adam advierte.

—Oh, sí, perdón. Primera vez volando una nave espacial —


respondo.

—No es gran cosa —Adam replica—. El gatillo en tu


izquierda aumenta tu elevación. La de tu derecha la disminuye.

—Izquierda-arriba, derecha-abajo. Lo tengo.

—También —dice Adam—, estás en lo que mi gente llama un


Skimmer. No está construida para viajes interplanetarios, por lo
que no sería una nave espacial.

Nueve hace un fuerte ruido de ronquido.

—¿Este amigo no está dando una clase de aviación


mogadoriana o algo? Rayos.

—Sabes que puedo oírte, ¿no? —Adam contesta sobre el


micrófono—. Y no. No lo estoy.
—Perdón por Nueve —digo, dándole a él una mala mirada
sobre mi hombro—. ¿Esta cosa viene con asientos eyectores?

—Sí, si los tiene —responde Adam.

—Wow, ahora —dice nueve, sentándose en el borde del


asiento dejando fuera su trasero—. No te hagas ilusiones, Seis.

Callo a Nueve cuando oigo una serie traqueteos ruidosos


emanar de la parte baja de la nave.

—¿Qué es eso? —Pregunto.

—No te preocupes —Adam replica—. He subido un poco el


riel de aterrizaje.

Cuando el traqueteo termina, dos paneles pequeños en el


volante de dirección de deslizan a un lado, revelando botones de
tamaño de dedos posicionados por lo que pueden ser apretados al
mismo tiempo que los garillos de elevación.

—Debes ver un par de botones —Adam continúa—.


Presiónalos para acelerar. Simplemente suéltalos para frenar.

Agarro el volante más tentativamente que antes y


gentilmente presiono los botones, cuidadosamente de no apretar
los gatillos en la parte baja del timón. El Skimmer silba hacia
delante, luego da bandazos para detenerse cuando suelto el botón.

—Es como un videojuego —dice Nueve, inclinándose sobre


el respaldo de mi silla—. Cualquier idiota podría hacer funcionar
esta cosa. Sin ofender, amigo mog.

—No importa.

Presiono el acelerador un poco más forzadamente y la nave


sale disparada hacia delante. Un diagnóstico en la pantalla
empieza a brillar, una advertencia en algún idioma, justo antes de
que raspe el fondo del Skimmer contra la punta de un árbol. Oigo
ramas romperse y, estirando mi cuello, las veo golpear el piso
debajo.

—Ups —digo, y miro hacia un lado a Marina.

—Seis, lo juro —dice, intermitentemente en una mirada con


un poco de pánico.

—Tendrás que querer un poco de más altitud —dice Adam—


. Y, em, examinar la dirección.
Nueve se ríe y se recarga hacia atrás. Presiono el gatillo en
posición vertical, y nos elevamos más. Mientras nos deshacemos
de los densos árboles de la ciénega, el horizonte se vuelve visible.
Un punto fino de láser aparece en el vidrio de la cabina,
superpuesto sobre la vista, como una vía.

—He establecido su curso —Adam dice—. Sólo sigue la


línea.

Asiendo y le doy a la nave un poco de velocidad, siguiendo


el camino láser hacia el norte.

—Muy bien, chicos —digo—. Aquí vamos.

El vuelo de Florida a Washington toma cerca de dos horas.


Con las instrucciones de Adam, mantengo la altitud lo
suficientemente baja para no ser captados por los satélites o
accidentalmente cruzarnos con un avión, pero lo suficientemente
alto para que no haya un precipitado avistamiento OVNI a lo
largo de la Costa Este. Aunque, considerando cuán seria es la
amenaza sin cuartel que muestra la invasión Mogadoriana, tal vez
deberíamos dejar que nuestra nave robada sea vista, lanzar
algunos fuegos artificiales, tratando de advertir a los locales.

Después de la emoción inicial de elevarnos escuchando a


John y Sam, sabiendo que nuestros amigos están vivos, la
conversación se vuelve sombría. Sobre la radio, ellos describen
qué sucedió en el John Hancock Center. Después de eso, John nos
cuenta lo que vio en la visión pesadilla que compartió con Ella y
por qué piensa que Setrákus Ra no quier herirla. John junta las
piezas de una teoría que Ella podría estar relacionada con
Setrákus Ra y que el líder Mogadoriano puede ser en realidad
algún tipo de retorcido Loriense, el Anciano desterrado
mencionado en la carta de Crayton. No estoy lista para lidiar con
eso aun.

Una vez que John acaba, es nuestro turno de contarles qué


pasó en Florida. Incluso en la radio, puedo decir que John está
intentando no presionarnos mucho. Pienso en los días que John ha
estado viviendo con una cicatriz fresca en su tobillo,
preguntándose cuál de nosotros no volvería, tanto que duele
hablar acerca de ello, el merece saber que le pasó a Ocho. Sin
embargo, ni Marina ni Nueve están cerca, por lo que me toca
describir cómo nos traicionó Cinco, cómo mató a Ocho,
técnicamente por accidente, pero solo porque en realidad estaba
intentando matar a Nueve. Estuve inconsciente por gran parte de
la pelea, por lo que doy una descripción esquelética, solo los
hecho, sin suavizar nada. Luego les doy los detalles de cómo
rescatamos el cuerpo de Ocho del campamento mogadoriano y
contándoles lo que Cinco le hizo a su camarada mogadoriano.
Cuando termino, un estado de ánimo sombrío se asienta en la
cabina hasta que llegamos a los suburbios de D.C.

Aterrizo la nave en medio de una cancha de baloncesto.


Estamos en un elegante complejo suburbano, uno hecho con un
misterio extraordinario por todas sus ventanas oscuras y vacío
general. La cabina se abre y Marina me da una rápida mirada
mientras nos paramos. Nueve levanta el cuerpo de Ocho y sale de
la nave. Marina se queda cerca de él, su mano en el codo de
Nueve, sintiéndose segura que Ocho no se alejará demasiado. Es
difícil de creer que es la bolsa de cadáver de nuestro amigo, y se
siente mal cargar con él alrededor de mucho.

—Tu viaje casi termina —oigo a Marina susurrarle al cuerpo


de Ocho. Ella debe estar sintiendo lo mismo que yo.
Marina y yo saltamos sobre el piso y rodeamos a Nueve para
ayudarlo a bajar el cuerpo de Ocho. En vez de soltar el cuerpo de
Ocho, Nueve bizquea en la oscuridad alrededor de nosotros.

—Wow —dice—. Hay, como, alguna especia de criaturas


extrañas mirándonos ahora.

—¿Criaturas? —Replico, mirándolo a él usar su telepatía


animal.

—¡Oh, olvidé decirles que encontramos algunos nuevos


amigos!

Es John, trotando hacia nosotros desde una retorcida puerta


de la casa que se ve medio destruida, como si el piso hubiese
intentado tragársela pero no pudo terminar. Sam está a unos
pocos pasos detrás de él, sonriéndome a mí, aunque cuando se da
cuenta de que lo he visto, rápidamente se deshace de la potencia
de su sonrisa, convirtiéndolo en algo un poco menos ansioso.
Detrás de John y Sam, empujando una camilla, está Malcom y un
pálido, y larguirucho chico que asumo debe ser Adam, el cabello
negro de cuelga sobre la cara haciéndolo ver medio mog y medio
estrella de rock emo.
—Muchas Chimæras —dice Nueve, asintiendo
emocionadamente mientras mira hacia la oscuridad—. Eso es
increíble.

—le pusimos a la gorda y perezosa un nombre en honor a


ti.—Sam responde.

—Menos increíble.

Al llegar a nosotros, John envuelve a Marina en un abrazo


apretado. Está oscuro, pero puedo ver los días de preocupación
grabados en las ojeras bajo sus ojos. Recuerdo a ese chico de ojos
abiertos que encontré peleando con los mogadorianos en su
secundaria y me pregunto si John se siente como ese de nuevo,
como si estuviera de regreso solo contra el mundo. Debería ser un
alivio que estemos reunidos, pero somos uno menos, y sé que
John bien sabe que ha estado superándose a sí mismo a lo largo de
nuestros días perdidos.

—Lo hiciste —dice John mientras suelta a Marina y me


abraza. Su voz es tranquila, solo para mí—. No sé que iba a hacer
si…
—No tienes que decir nada —respondo estrujándolo—.
Estamos aquí ahora. Vamos a pelear. Vamos a ganar.

John se aleja de mí un paso, una mirada aliviada se revela


brevemente en su cara, como si necesitara decirle a alguien eso. Él
asiente hacia mí y luego camina hacia la nave, tomando el cuerpo
de Ocho, para que Nueve pueda bajar. Todos nos quedamos
callados mientras Malcom dirige la camilla para que John pueda
soltar el cuerpo.

—Los Mogs pusieron algo en él —dice Marina. Ella da un


paso tambaleante hacia la camilla—. Algún campo eléctrico.

Adam da un paso tentativo hacia delante y aclara su


garganta.

—¿Electrodos? ¿Sobre la cabeza? ¿En las sienes?

—Sí —contesta Marina sin mirar a Adam, sus ojos reparan en


la bolsa de cadáver de Ocho.

—Los Mogs usan eso para, eh… —Adam hace una pausa,
luego termina torpemente—. Para mantener los especímenes
frescos. No hará daño a los restos, sólo los preservará.
—Especímenes —Nueve repite secamente.

—Siento lo de su amigo —Adam dice tranquilamente,


poniendo una mano en su cabello—. Sólo creo que deberían
saber…

—Está bien. Gracias, Adam —dice John. Él pone una mano


en el hombro de Marina—. Vamos. Llevémoslo dentro.

—¿Qué…? —A Marina se le forma un nudo en la garganta y


tiene que tomar un respiro profundo—. ¿Qué vas a hacer con él?

—Hemos despejado un cuarto tranquilo dentro —Malcom


responde gentilmente—. No estoy seguro que costumbres tenían
los Lorienses para los entierros…

Miro primero a John, quien arruga la cara pensando, luego a


Nueve, quien parece absolutamente desconcertado.

—Nosotros no los conocemos tampoco —digo—. Quiero


decir, ¿cuándo fue la última vez que tuvimos una oportunidad de
rendirle honor a uno de nuestros caídos?

—No podemos enterrarlo aquí, siquiera —dice Marina—. Es


un lugar mog.
Malcom asiente, entendiendo, y tocando delicadamente a
Marina sobre el hombro.

—¿Quieres ayudarme a traerlo dentro?

Marina asiente. Juntos, ella y Malcom llevan el cuerpo de


Ocho de nuevo hacia la casa hundida. Adam los sigue con
respetuosa distancia, sus manos entrelazadas torpemente en su
espalda. Después de un momento, Nueve palmea fuerte a John en
la espalda, rompiendo la tensión.

—Así que escuche mal en el comunicador, ¿o enviaste a tu


novia fuera en una súper sexy misión secreta con su ex novio?

—Estamos peleando una guerra aquí, Nueve, no es una


broma —John responde con severidad. Después de una
momentánea rara pausa, una sonrisa divertida se atisba en su
cara—. También, cállate. No es súper sexy. ¿Qué significa siquiera
eso?

—Wow, realmente necesitas de mi guía —dice Nueve. Pasa


su hombro alrededor de los hombros de John y lo dirige hacia la
casa—. Vamos. Te explicará que es sexy..
—Sé que... ugh, ¿por qué estoy siquiera discutiendo esto
contigo? —John avienta a Nueve en frustración, pero Nueve lo
sostiene duramente—. Aléjate de mí, idiota.

—Vamos, Johnny, necesitas mi cariño ahora más que nunca.

Pongo los ojos en blanco mientras los chicos caminan a la casa,


teniendo su pequeño momento de hermandad. Eso me deja sola
con Sam, parado unos pocos metros lejos, mirándome
atentamente. Puedo verlo tratando de pensar qué decir, o más
como trabajando en los nervios para decirlo. El chico
probablemente debió estar masticando este momento por horas,
trabajando en su asombroso discurso para la chica que no estaba
seguro de volver a ver.

—Hey —es lo que dice al final.

—Hey, de regreso —replico, y antes de que pueda decir


cualquier palabra, lo rodeo con mis brazos y lo beso muy fuerte
que probablemente le ha sacado el aire. Sam parece aturdido a
principio pero me besa de regreso después de un momento,
intentando igualar mi intensidad. Lo tomo del frente de su
playera y lo aviento para estemos apretados contra un lado del
Skimmer, no exactamente en el más romántico lugar del planeta,
pero lo tomo. Tomo las manos de Sam y las pongo en mis caderas,
luego presiono los lados de su cara y deslizo mis dedos hacia
arriba por su cabello, toda esta desesperada energía vertida en mí
y en un beso.

Después de un par de minutos, Sam se aleja de mí, sin


aliento.

—Seis, wow, ¿qué está pasando?

La mirada en la cara de Sam no es lo que esperaba. Si, está


asombrosamente sonrojado, pero mezclado con esa sorpresa está
un trasfondo de concierto. Me hace apartar la mirada.

—En realidad quería hacer eso —respondo, diciéndole la


verdad—. No sabía si tendría otra oportunidad.

Presiono mi cara contra un lado del cuello de Sam y siento


sus latidos contra mi mejilla. He pasado los últimos días
intentando ser fuerte, intentado mantener unidos a Marina y
Nueve, ambos al filo de caerse en pedazos. Finalmente, al menos
mientras estamos fuera en la oscuridad, puedo dejarme ir un
poco. Sam me abraza la cintura, por lo que me hundo contra el,
dejándolo sostenerme y tomando un respiro estremecedor contra
su cuello.

—Puede terminar tan rápido… —susurro, inclinándome


hacia atrás para verlo—. No quería no haber hecho esto, ¿sabes?
No me importa si complica las cosas.

—A mí tampoco —dice Sam—. Obviamente.

Comenzamos a besarnos de nuevo, pero esta vez más suave,


las manos de Sam se mueven lentamente hacia mis costados.
Cuando un lobo aúlla, fuerte, haciendo eco, cerca, mi primer
instinto es que ese es Nueve espiándonos desde la casa y hace
ruidos estúpidos. Pero luego de un segundo un tercer lobo aúlla
en coro y me hago hacia atrás para mirar a Sam.

—¿Qué demonios es eso? —Pregunto—. ¿Lobos en los


suburbios?

—No lo sé… —empieza a decir, pero entonces sus ojos se


abren—. Las Chimæras. No están advirtiendo.

Un momento después de que lo dice, oigo el whup-whup-


whup que al menos tres helicópteros producen en nosotros. Si
entrecierro los ojos, puedo ver los bordes aproximándose en el
cielo nocturno. Y entonces ahí están las luces parpadeantes
viniendo del único camino de acceso del complejo; las luces están
ligadas a una caravana de todo-terrenos negras, todas ellas
viniendo en nuestra dirección.
CAPITULO
QUINCe
Al sonido del chirrido de los neumáticos y los motores de los
helicópteros, nueve y yo volvemos al exterior, saltando por encima del
porche roto de la casa y aterrizando en el césped. Llegamos justo a
tiempo para ver a un rayo caer desde el cielo, cortesía de Seis. Es un
grito de advertencia, cae justo en frente de un todoterreno negro que
está acercándose por la carretera de acceso, haciendo que este se desvié.

—¿Qué es esto? —Nueve gruñe—. Pensé que habíamos terminado


con los federales.

—Adam dijo que se supone que deberían de dejar este lugar en paz
—le respondo—. Alguna clase de acuerdo con los Mogs.

—Supongo que eso se terminó cuando los mataste a todos, ¿no?

Hay tres helicópteros sobrevolando en círculos como buitres.


Deben de pasarse una señal entre ellos, porque todos ellos encienden los
focos al mismo tiempo. Uno de ellos esta sobre mí y Nueve, otro en la
entrada de la casa detrás de nosotros y un tercero sobre Seis y Sam. Con
la luz brillante, me doy cuenta de que Sam esta sin armas, sube
rápidamente por el Skimmer para buscar refugio. Seis esta con las
manos extendidas en el aire, en el proceso de convocar un clima
desagradable para nuestros huéspedes no invitados, se vuelve invisible
antes de que se convierta en el centro de atención. Mientras tanto, sin
inmutarse por la caída de rayos, un desfile de camionetas negras está en
la carretera de acceso, tienen luces azules intermitentes debajo de sus
parabrisas. Ellos manejan hasta detenerse y quedar unos al lado de otros
para crear una posición cerrada, Sus puertas están abiertas y un
montón de agentes están usando idénticas cazadoras de color azul
marino. Los que no, están gritando en walkie-talkies tienen armas
apuntando hacia nosotros, todos ellos están agachados detrás de las
puertas de los coche para que sirvan como cubierta. Les toma menos de
un minuto el tenernos en un callejón sin salida.

—¿Realmente piensan que esto nos va a detener? —Nueve


pregunta mientras da un paso fuera de la casa, los agentes casi se
atreven a dispararle.

—No sé lo que están pensando —Empiezo a responder—. Pero ellos


no saben nada acerca de las Chimæras.

Puedo sentir que están al acecho en las sombras junto a la


carretera de acceso. Estos tipos del gobierno podrían pensar que nos
tienen rodeados, pero los ojos que brillan intensamente en la oscuridad
argumentan lo contrario. Las Chimæras mantendrán su posición, a la
espera de una señal.

Oigo un crujido detrás de mí y me doy media vuelta para encontrar


a Marina en el porche, ella sostiene dos piezas irregulares y puntiagudas
en sus manos como dagas gemelas. Eso es nuevo. A su lado, en la puerta
esta Adam cubriéndola, está sosteniendo una pistola Mogadoriana.

—¿Qué hacemos?— pregunta Marina.

Me doy cuenta de nubes que se forman por encima. Seis esta lista
para dejarla caer si es necesario. Pero hasta ahora, los tipos del gobierno
no han hecho nada excepto hacer un montón de ruido. No dispararon,
que es la única razón por la que no he encendido a mi Lumen.

—No quiero hacerles daño si no tenemos suficientes motivos —


digo—. Pero no tenemos tiempo para cualquier mierda Estoy
malditamente seguro que no me apunte para ser interrogado. —
Aparentemente, Nueve interpreta mis palabras como un estímulo para
cometer una locura. Camina hacia adelante y recoge la base de la silla del
Dr. Anu, que consiguió ser partida por la mitad por la pistola
desintegradora durante la batalla de esta tarde. La cosa debe pesar cerca
de noventa kilos, pero Nueve la coge fácilmente con una sola mano,
balanceándose hacia atrás y adelante como una demostración.

—¡Ustedes están en una propiedad privada! —Nueve grita—. Y yo


no veo ninguna orden de desalojo.

Antes de que pueda detenerlo, Nueve arroja todo el trozo en el aire,


poniéndolo a pocos centímetros del helicóptero más cercano. Es
bastante obvio desde mi punto de vista de que el helicóptero no es de
ningún peligro verdadero, pero supongo que el piloto no está
acostumbrado a tener un Garde súper fuerte tirando trozos de metal
hacía el. El piloto tira de sus controles y el helicóptero temblorosamente
gana altura. La pieza de la silla se viene abajo con un fuerte golpe en el
medio de la calle.

—Eso fue innecesario —Adam observa desde la puerta.

—Estoy en desacuerdo —dice Nueve.

Mientras se agacha a recoger otra pieza de la silla, oigo el


amartillar revelador de armas desde la formación de las camionetas. Seis
debe de escucharlos desde donde ella está al acecho, porque una ola de
niebla de repente se mueve por el césped de Ashwood Estates,
haciéndonos mucho más difícil el vernos.

Enciendo mi Lumen y doy un paso adelante, colocándome entre


nueve y las camionetas. Levanto mis manos para que los agentes puedan
ver claramente mis manos envueltas en fuego.

—No sé por qué están aquí —grito hacia la fila de coches—, pero
están cometiendo un error. Esta es una lucha que en serio no pueden
ganar. Lo más inteligente que pueden hacer es volver con sus jefes y
decirles que no había nada aquí.

Para finalizar el discurso, le envío una orden telepática a nuestras


Chimæras. De pronto se escuchan unos aullidos alrededor de las
camionetas y los agentes entran en pánico, algunos comienzan a apuntar
con sus armas a las sombras, y uno de los helicópteros utiliza su foco
para comenzar a buscar en los campos junto a la carretera de acceso.
Tienen miedo de nosotros.
—Última advertencia —grito, dejando una bola de fuego del
tamaño de un balón de baloncesto flotando arriba de mi palma.

—Jesucristo —una voz de mujer grita desde la línea de


automóviles—. Todo el mundo deténgase.

Uno a uno, los agentes en los coches bajan sus armas. Mientras lo
hacen, uno de ellos abre paso entre un par de todo terrenos y camina
hacia nosotros, sus manos levantadas en señal de rendición. A través de
la niebla, reconozco su postura rígida y su severa cola de caballo.

—¿Agente Walker? ¿Es usted? —A mi lado, Nueve se ríe—. Oh,


vamos. ¿Usted va a intentar detenernos de nuevo? —Walker hace una
mueca mientras ella se acerca, sus rasgos afilados más de lo que puedo
recordar. Ella esta pálida, un alarmante mechón de cabello gris a través
de su pelo rojo. Trato de recordar lo mal herida que estaba en la Base de
Dulce. ¿Podría todavía estar sintiendo los efectos de eso?

Antes de que pueda acercarse demasiado, Seis se aparece detrás de


Walker y la agarra por la cola de caballo.

—Ni un paso más —ella gruñe.

Walker, con los ojos muy abiertos, obedientemente se detiene. Seis


se agacha y toma la pistola de su cadera, colocándola en la hierba.

—Lamento la conmoción —Walker dice, con la voz estrangulada—.


Mis agentes vieron esa nave Mogadoriana y pensamos que podríamos
estar bajo ataque.
Dejo que el Lumen en mis manos se vaya desaparecieron,
inclinando mi cabeza hacia ella.

—Espera. ¿Viniste corriendo aquí porque pensaste que estábamos


bajo ataque?

—Sé que no tienes ninguna razón para creerme —dice Walker, con
la voz ronca—. Pero estamos aquí para ayudar.

A mi lado, Nueve se burla. Me quedo quieto mirando a Walker,


esperando el remate del chiste, o la señal secreta para que sus hombres
abran fuego.

—Por favor —ella dice—. Sólo escúchame.

Suspiro.

—Tráela aquí —le digo a Seis, luego miro a Nueve—. Si alguno de


ellos trata de hacer algo, así parezca solo un poco sospechoso…

Nueve se truena los nudillos.

—Oh, yo sé qué hacer

Seis empuja a Walker por las escaleras rotas de la casa de Adam


hacia la puerta principal. Las sigo después de un momento, dejando al
resto de nuestros amigos vigilando al pequeño ejército de agentes del
gobierno.
—¿Es un Mogadoriano lo que veo ahí fuera? —Walker pregunta
mientras Seis la empuja en la sala—. ¿Tienes uno de ellos como
prisionero?

—Él es un aliado —le digo—. En este momento, tu eres la


prisionera.

—Entendido —Walker dice, sonando más cansada que nunca. Sin


que Seis tenga que empujarla, Walker se sienta pesadamente en uno de
los sofás. A la luz de la sala, puedo ver que definitivamente hay algo raro
en ella. Tal vez sea debido a la extraña macha gris en su cabello, pero
Walker parece drenada. Se da cuenta de la entrada a los túneles
Mogadorianos pero no parece especialmente interesada o sorprendida.

—Ah, una invitada —Malcom dice mientras aparece en la puerta


entre el salón y la cocina, con el rifle colgado del hombro—. ¿Está todo
bien?

—Todavía no estoy seguro —le respondo, manteniendo mi guardia.


Seis rodea el sofá para que pueda estar donde Walker no puede verla.

—Hmm… —dice Malcom—. Estaba a punto de poner una olla de


café. ¿A alguien más le gustaría un poco? Creo que vi un poco de té en la
cocina, también —se forma una sonrisa temblorosa en el rostro de
Walker—. ¿Es esto una especie de rutina poli bueno, poli malo? —Ella
mira de Malcom hacía mi—. Él es un uno de tus ... ¿Cómo es qué los
llamas? ¿Cêpans?

Seis levanta la mano hacía Malcom.


—En realidad yo voy a tomar una taza. —Cuando le doy una
mirada molesta, ella solo se encoge de hombros—. ¿Qué? Confía en mí,
puedo beber un poco de café y derribar esta señora al mismo tiempo, si
eso llega a ser necesario. —La Agente Walker mira por encima del
hombro,

—Yo le creo.

Camino hacia adelante, así estoy justo en frente de Walker y


chasqueo los dedos en su cara.

—Muy bien, deja de perder el tiempo. Di lo que has venido a decir.

—El Agente Purdy está muerto —Walker afirma, mirándome—.


Tuvo un ataque al corazón en la base de Dulce.

—Oh, me acuerdo de él —dice Seis—. Qué lastima.

Yo también recuerdo al compañero de la agente Walker, un


hombre mayor, de pelo blanco, la nariz torcida. Me encojo de hombros,
sin entender por qué eso tiene que ver con nosotros.

—Mis condolencias, supongo. ¿Y entonces qué?

—El tipo era un idiota —Walker responde—. No es tanto que él


haya muerto, es lo que sucedió después.

Walker me muestra sus manos, y luego muy lentamente mete la


mano en el bolsillo delantero de su traje del FBI. Saca una carpeta
manila, envuelta con bandas. Ella la abre, busca en el interior y saca una
fotografía. Walker me lo entrega y me encuentro examinando de cerca al
Agente Purdy muerto, o lo que queda de él. La mitad de su rostro
desapareció, desintegrado a cenizas en el hormigón por debajo de él.

—Pensé que habías dicho que tuvo un ataque al corazón —le digo—
. Lo fue —Walker responde—. La cosa es que después, Purdy comenzó a
desintegrase Justo como un mogadoriano. —Niego con la cabeza.

—¿Qué significa eso? ¿Por qué?

—Había estado recibiendo tratamientos —dice Walker—. Aumento,


así lo llaman los Mogs. La mayoría de las personas mayores de ProMog
lo han estado recibiendo durante años.

El término ‘ProMog’ suena como una campaña de Ellos Caminan


Entre Nosotros, pero no sé como todo esto tiene algo que ver con los
aumentos de los que Adam nos habló.

—Retrocede —le digo—. Empieza desde el inicio.

Walker toca tímidamente su mechón de pelo gris y por un


momento me pregunto si ella esta dudando sobre esta confesión. Pero
entonces ella me entrega la carpeta que ha estado agarrando,
mirándome a los ojos.

—El primer contacto fue hace diez años —dice ella—. Los
mogadorianos afirmaron que estaban cazando fugitivos. Querían utilizar
nuestra red de aplicación de ley, tener vía libre para moverse por el país,
y a cambio ellos nos darían armas y tecnología. Yo acababa de salir de la
academia cuando todo esto sucedió, así que obviamente no fui invitada a
ninguna reunión con los alienígenas. Supongo que nadie quería hacerlos
enojar o rechazar armas más poderosas que cualquiera de nosotros
hayamos visto nunca que nuestro gobierno cedió rápido. El mismo
director de oficina estaba en las negociaciones. Esto fue antes de que
consiguiera el ascenso. De hecho podría haber sido por esto que
consiguió el ascenso.

—Déjame adivinar —digo, recordando el nombre del sitio web de


Mark—. El antiguo director era Bud Sanderson. Ahora Secretario de
Defensa. —Walker se ve momentáneamente impresionada—. Correcto.
Si conectas bien los puntos encontrarás que a muchas de las personas
que han negociado con los Mogs por los pasados diez años han sabido
sacar provecho de ellos.

—¿Y el presidente? —Seis pregunta.

—¿Ese tipo? —Walker resopla—. Es un pez pequeño. Los que son


escogidos, que dan discursos en la televisión, son solo celebridades. El
poder real está con las personas que se nombraron, que trabajan detrás
de cámaras. De los que nunca has oído hablar, son los que los Mogs
querían y que aún mantienen alrededor.

—Sigue siendo el presidente —Seis responde—. ¿Por qué no hace él


algo?
—Porque se ha mantenido en la oscuridad —dice Walker—. Y de
todos modos, El vicepresidente forma parte de ProMog. Cuando llegue el
momento, el presidente o se une a los Mogs o se será removido.

—Lo siento —digo levantando mis manos—. ¿Qué diablos es


ProMog?

—Progreso Mogadoriano —Walker explica—. Es lo que están


llamando, cito, ‘la intersección de dos especies’

—Ya sabes, si alguna vez quieres una segunda carrera, sé de un


sitio web para el que podrías escribir.

Le digo a Walker mientras empiezo a ver las páginas de los


documentos de su archivo. Existen especificaciones para las armas de los
mogadorianos, transcripciones de conversaciones entre políticos, fotos
de tipos del gobierno de aspecto importante estrechando la mano con
Mogs con uniformes de oficiales.

De hecho, una gran cantidad de este material ya estaba en la


página web de Mark. ¿Podría ser que Walker publico esa información?

—¿Así que tu jefe se aburrió de la humanidad para conseguir


algunas armas mejoradas? —Pregunta Seis, inclinándose sobre el
respaldo del sofá para mirar a Walker.

—Eso lo resume todo. Tampoco fuimos el único país que se


inscribió —Walker continúa, con un tono amargo—. Y ellos sabían cómo
mantenernos en el margen, también. Después de las armas, comenzaron
los avances médicos prometedores, evolución genética, o algo así lo
llamaron. Afirmaron que podían curar todo, desde la gripe hasta el
cáncer. Ellos básicamente, prometieron la inmortalidad. —Levanto la
vista, para mostrarnos en una imagen de un soldado con una manga
enrollada, con las venas de su antebrazo ennegrecidos.

—¿Cómo fue que sucedió esto? —pregunto, tomando la foto.


Walker estira el cuello para mirar la foto, a continuación, me mira a los
ojos.

—Lo que estamos viendo es el resultado de una semana de


inyecciones genéticas mogadorianas. Eso es lo que sucedió. —Le
muestro la foto a Seis y ella sacude la cabeza con disgusto.

—Así que básicamente te están matando lentamente —dice Seis—.


O te están convirtiendo en Mog.

—No sabíamos en lo que nos estábamos metiendo —dice Walker—.


Al ver a Purdy desintegrarse así, hizo que... algunos abrieran los ojos y se
dieran cuenta de esto. Los Mogs no son salvadores. Nos están
convirtiendo en algo inhumano.

—Y sin embargo ustedes están todavía tratando con ellos, ¿no? —


Le respondo—. He oído que hay gente que trata de salir al público con
algunos mogadorianos capturados, pero alguien pisoteó la historia.

Walker asiente.
—Los Mogs afirman que sus ampliaciones genéticas sólo van a
mejorar con el tiempo. Un montón de los buenos muchachos en
Washington quieren aguantar y aguantar hasta el final. Nunca han visto
un ser humano desintegrarse, supongo. Tipos como Sanderson y algunos
de los otros compinches de alto rango ProMog que ya han empezado a
recibir los tratamientos más avanzados. Todos lo que los Mogs quieren a
cambio es nuestra cooperación.

—Cooperar ¿cómo?

Walker arquea una ceja hacia mí.

—Si no te has dado cuenta de eso todavía, entonces


definitivamente he elegido el bando equivocado y estamos
completamente jodidos.

—Tal vez si hubieras elegido desde hace años el bando correcto en


lugar de ayudar a cazar niños —recibo una mirada de Seis y me obligo a
tragarme la ira—. Lo que sea. Sabemos que van a venir, ya no se
esconderán más en las sombras o los suburbios. Vienen en masa,
¿verdad?

—Correcto —Walker confirma—. Y ellos esperan que nosotros


entreguemos las llaves del planeta.

Malcom regresa de la cocina con dos tazas de café. Le entrega una


a Seis y una a Walker, la agente parece sorprendida pero agradecida.
—Perdone, pero ¿cómo van a hacer eso? —Dice Malcom—. En una
situación de primer contacto, por lo general hay pánico garantizado.

—Además, se ven como monstruos espantosos —Seis añade—. Las


personas van a enloquecer.

—No estés tan segura de eso —Walker responde, y hace gestos con
la taza. Después de mover de un tirón a un par de páginas más,
encuentro un conjunto de fotografías. Dos tipos de traje están comiendo
el almuerzo en un restaurante de lujo. El primero es un tipo de unos
setenta años con el cabello gris y una cara como un búho, lo reconozco
de el sitio web de Mark; él es Bud Sanderson, el secretario de Defensa. El
otro, un hombre de mediana edad guapo que se parece vagamente a una
estrella de cine, nunca lo he visto antes. Hay algo que cuelga de su
cuello, en su mayoría oculto por su traje y el mal ángulo de la cámara.
Eso despierta cierto reconocimiento en mí, así que sostenga la foto a
Walker.

—Conozco a Sanderson —digo—. ¿Quién es este otro tipo?

Walker arque una ceja hacia mí.

—¿Qué? ¿No lo reconoces? No me sorprende. Al parecer tiene


diferentes maneras de verse. Yo, yo no lo reconocí cuando los estaba
destruyendo, niños, en la base de Dulce, era grande, como una maldita
casa, con un poco de crueldad llameante. En realidad, creo que ese fue el
momento que decidí que ProMog no era para mí.
Mis ojos se abren y echo otro vistazo a la imagen. Los colgantes se
ocultan debajo de la chaqueta, pero el hombre lleva claramente tres
cadenas alrededor de su cuello.

—¿Me estás tomando el pelo?.

—Setrákus Ra —dice Walker, sacudiendo la cabeza—. Cerrando la


negociación entre Mogadorianos y humanos. —Seis viene hacía el sofá
para quitarme la imagen.

—Maldito cambia-formas —dice—. Lo ha estado haciendo todo este


tiempo mientras hemos estado escapando. Arreglando todo esto
mientras nosotros huíamos.

—Él puede estar por delante, pero esto no ha terminado —dice


Malcom.

—Bueno, eso es algo de optimismo esperanzador —Walker dice, y


bebe un sorbo de café—. Pero se acabará en dos días.

—¿Qué sucederá entonces? —Pregunto.

—En el convenio de la ONU —Walker explica—, convenientemente,


el presidente no va a ser capaz de hacerlo, por lo que Sanderson
aparecerá en su lugar. Estará allí para introducir a Setrákus Ra al
mundo. Un poco de buen teatro político acerca de cómo los pequeños y
dulces alienígenas no significan ningún daño. Habrá una propuesta para
permitir el paso seguro de las flotas mogadorianas a la Tierra, dejar que
aterricen aquí, sean buenos vecinos en la comunidad intergaláctica. Los
líderes mundiales que ha comprado lo apoyarán. Créanme, ellos tienen a
la mayoría Y una vez que estén aquí, una vez que los dejamos entrar...

—Vimos uno de esos buques de guerra en Florida —dice Seis,


dándome una mirada sombría—. Sería difícil ganarles incluso con un
ejército que esté listo para la batalla.

—Pero no habrá una batalla. —Digo, terminando su pensamiento—


. La Tierra ni siquiera empezará una batalla y para el momento en que
se den cuenta de que han dejado entrar a un monstruo, ya será
demasiado tarde.

—Exactamente —dice Walker—. No todos en el gobierno están de


acuerdo con Sanderson. El FBI, la CIA, la NASA, los militares, el quince
por ciento forman parte de ProMog. Un montón de amigos con mucho
poder, se han asegurado de eso, pero la mayoría de la gente aún no sabe
nada. Me imagino que los Mogs han establecido la misma proporción de
personas en otros países. Ellos saben cuántos humanos necesitan para
poder llevar esto acabo.

—¿Y tú de qué eres parte? ¿Del porcentaje que está luchando en


contra? —Pregunto.

—Ninguno —Walker responde—. Es demasiado el solo ir en contra


si no tienes súper poderes y, ¿qué es lo que hay afuera? ¿Un ejército de
lobos? De todos modos, mi equipo ha estado vigilando a Ashwood,
esperando una oportunidad de huelga o, no sé, hacer algo. Cuando te
vimos apoderarte del lugar…
—De acuerdo, Walker, lo entiendo —digo, interrumpiéndola y
dejando a un lado el archivo—. Te creo, aunque no confío realmente en
ti. Pero, ¿qué se supone que debemos hacer? ¿Cómo detenemos esto?

—¿Llegar al presidente? —Sugiere Seis—. Tiene que ser capaz de


hacer algo.

—Esa es una idea —dice Walker—. Pero él es solo un hombre, y en


serio bien protegido y vigilado. E incluso si pudieras llegar hasta él ¿Qué
vas a hacer? ¿Explicarle acerca de los extraterrestres y hacer que se
ponga de tu lado? Todavía hay un montón de personas de ProMog a la
espera de un golpe de Estado.

Me quedo mirando a Walker, sabiendo que ella ya tiene un plan y


simplemente nos está enredando.

—Escúpelo, ¿Qué quieres que hagamos?

—Tenemos que ganarnos a la gente que todavía está en la


oscuridad. Para hacer eso, necesitamos algo grande —dice Walker,
totalmente arrogante, como si estuviera hablando de sacar la basura—.
Me gustaría que vinieras conmigo a Nueva York, asesinar al Secretario
de Defensa y exponer a Setrákus Ra.
Capitulo
DieciSeis
Veo desde la plataforma de observación mientras el buque de
guerra se acerca, al principio es sólo una mota oscura contra la Tierra
azul pero se hace cada vez más grande hasta que tapa el planeta debajo.
El buque de guerra frena una vez que está relativamente cerca de Anubis,
relativamente, porque podríamos estar a kilómetros de distancia hasta
aquí, la inmensidad y vastedad del espacio hace a la distancia difícil de
comprender. Estoy lejos de la Tierra. Lejos de mis amigos. Esa es la única
distancia que importa.

Un puerto en el otro barco de guerra se abre y una pequeña nave de


transporte salta a la vista. Es blanca, perfectamente esférica, como una
perla que flota a través del océano oscuro del espacio. La pequeña nave se
mueve en mi dirección y puedo escuchar un chirrido de engranajes y un
silbido de aire descomprimido, la bahía de atraque de Anubis, justo debajo
de mis pies, se prepara para aceptar al visitante.

—Por fin —Setrákus Ra dice y aprieta mi hombro. Suena


entusiasmado con esta nueva llegada, una amplia sonrisa se forma en su
robada cara humana. Estamos al lado del otro en la plataforma de
observación justo encima del hangar, filas de naves exploradoras y una
colección más pequeña de medios de transporte en forma de orbe-
anclado debajo de nosotros.

Estamos a la espera de mi "prometido.” Incluso pensar en la palabra


me dan ganas de vomitar. La mano de Setrákus Ra descansa
paternalmente sobre mi hombro, lo que me hace sentir peor.

Mantengo mi cara completamente neutral. Estoy mejorando en


ocultar mis emociones. Estoy decidida a no dar nada más a este
monstruo. Finjo que estoy emocionada, demasiado, tal vez sólo un poco
nerviosa. Que piense que me está usando bien o que estor desprotegida.
Que piense que mis lecciones del Progreso Mogadoriano están haciendo
efecto, que me estoy convirtiendo en la versión fantasmal de mí misma
que era en mi visión del futuro.

Tarde o temprano, lo sé, voy a ser capaz de escapar. O voy a morir


en el intento.

Me aparto de la ventana y miro hacia abajo desde el balcón del


observatorio, viendo cómo la nave llega a nuestras puertas de la bahía de
acoplamiento. La luz se prende a continuación, advirtiendo a los Mogs
de que van a ser absorbidos por el espacio si no despejan la zona.
Setrákus Ra ya se hizo cargo de ellos, enviando técnicos Mog de
distancia, para que así podamos saludar a esta nueva llegada en privado.
Las pesadas puertas se abren y puedo sentir la atracción del espacio,
incluso a través de la esclusa de aire cerrado del observatorio; los
cambios de presión, como el agua fluyendo desatascado de mi oído.
Entonces, la nave de transporte se desliza a bordo, las puertas se cierran
detrás de él y todo es silencio de nuevo.

—Ven —ordena Setrákus Ra, camina a grandes zancadas desde el


observatorio, a través de la esclusa de aire ahora abierta y hacia abajo por
la escalera de caracol que conduce a la estación de acoplamiento. Lo sigo
obedientemente a por atrás, nuestros pasos hacen eco en la cubierta de
metal al pasar entre las filas de naves exploradoras. Con cautela, no
queriendo parecer demasiado interesada, me asomo por un lado Setrákus
Ra a echar un vistazo a la nave mientras se abre. Espero a un joven
mogadoriano nacido de verdad, alguien de alto rango seleccionado por la
mano Setrákus Ra, como los que he visto la entregando nerviosamente
informes de estado a su “Amado Líder.”

Intento mantenerme fresca, no puedo evitar emitir un grito


ahogado cuando Cinco da pasos fuera de la nave.

Setrákus Ra me mira.

—Ustedes dos ya conocen, ¿no?'

Uno de los ojos de cinco se oculta debajo de un vendaje de gasa de


aspecto bruto, con una mancha de color marrón oscuro que es sangre en
el centro, los bordes están llenos de sudor. Se ve harapiento y agotado, y
cuando su ojo bueno se dirige hacia mí, sus anchos hombros caen más. Se
detiene justo en frente de Setrákus Ra, e inclina la mirada.

—¿Qué está haciendo aquí? —Cinco pregunta en voz baja.

—Estamos todos juntos ahora —responde Setrákus Ra, y agarra


Cinco por los hombros—. Los liberados y los ilustrados, preparado en el
borde del absoluto Progreso Mogadoriano. En gran parte gracias a ti, hijo
mío.

—Ok —Cinco gruñe.

Recuerdo a Cinco estar en mi visión, él estaba allí para escoltar a


Seis y a Sam hacia su ejecución. Seis escupió justo en su cara, pero
supongo que había pasado por alto esa parte, más preocupada por mi
inquietante conexión con Setrákus Ra. Ahora aquí está, recibiendo una
palmadita en la espalda del líder Mogadoriano, el futuro ya está tomando
forma. Y al parecer he sido prometida a él para cualquier ritual
espeluznante que pasa por un matrimonio Mogadoriano. Ahora, sin
embargo, esa no es mi preocupación más acuciante. Porque si Cinco está
aquí, mirando como si acabara de salir de una pelea...

—¿Qué… qué hiciste? —Pregunto con la voz más chillona de lo que


me gustaría—. ¿Qué pasó con los demás?

Cinco me mira de nuevo y sus labios se contraen. Él no responde.


—Les diste una oportunidad, ¿no? —Setrákus Ra le pregunta a
Cinco, pero puedo decir que está hablando para mi beneficio—.
Intentaste mostrarles la luz.

—Ellos no escucharon —Cinco responde en voz baja—. Ellos no


me dieron otra opción.

—Y mira cómo te reembolsan por tu intento de misericordia —


Setrákus Ra dice, rozando sus dedos contra el vendaje en la cara de
Cinco—. Vamos a tener que arreglarlo inmediatamente.

Doy un paso hacia atrás sorprendido cuando Cinco aparta


bruscamente la mano con Setrákus Ra. Es un golpe punzante, el impacto
hace eco en los barcos que nos rodean. No puedo ver su cara, pero puedo
ver los músculos de la espalda de Setrákus Ra tensarse, su ya rígida
postura se vuelve todavía más. Me da la sensación de un inmenso bulto
escondido dentro de esa forma humana, esperando estallar hacia fuera

—Déjalo, —Cinco dice, con voz temblorosa y tranquilo—. Quiero


seguir de esta manera.

Cualquiera que sea la reprensión que Setrákus Ra podría tenido


preparada, no viene. Él parece casi sorprendido por el fervor de Cinco de
permanecer medio ciego.

—Estás cansado —dice Setrákus Ra finalmente—. Vamos a


discutir más sobre esto una vez que hayas descansado.
Cinco asiente y da un paso cauteloso alrededor de Setrákus Ra,
como si estuviera inseguro de si el jefe supremo Mogadoriano realmente
va a dejarlo pasar. Cuando Setrákus Ra no intenta detenerlo, Cinco
gruñe y se encorva en su camino hacia la salida.

Él lleva la mitad del camino antes de Setrákus Ra lo vuelva a llamar.

—¿Dónde está el cuerpo? —Pregunta parando a Cinco en seco—.


¿Dónde está el colgante?

Cinco aclara la garganta, y noto sus manos comienzan a temblar, al


menos antes de que haga un consciente esfuerzo para estabilizarse. Él da
vuelta para enfrentar a Setrákus Ra, que está mirando hacia la nave
abierta, obviamente aguardando por algo que espera.

—¿Qué cuerpo? —pregunto, sintiendo una opresión en mi pecho.


Cuando me ignoran, levanto más mi voz—. ¿Qué cuerpo? ¿Qué colgante?

—Ido —Cinco dice simplemente, respondiendo a Setrákus Ra.

—¡Te he hecho una pregunta, Cinco! —Grito—. ¿Qué cu…?

Sin mirarme, Setrákus Ra sacude una mano en mi dirección. Mis


dientes se chasquean juntos, mientras él telequinéticamente me cierra la
boca. Es como ser abofeteado, y mis mejillas enrojecen de ira. Alguien
está muerto, yo lo sé. Uno de mis amigos está muerto, y estos dos
bastardos me están ignorando.
—Explícate —Setrákus Ra le gruñe a Cinco, e incluso en su guapa
forma humana, puedo decir que su paciencia empieza a disminuir.

Cinco suspira como todo este intercambio fuera una pérdida de


tiempo.

—El Comandante Deltoch decidió que él velaría por el cuerpo


personalmente, y yo no quería cuestionar sus órdenes. Encontré restos de
Deltoch justo antes de irnos. La Garde debió haber logrado colarse y
escaparon con su amigo.

—Se suponía que me lo trajeras —Setrákus Ra sisea, sus ojos


vacíos arden en Cinco—. No Deltoch. Tú.

—Lo sé —Cinco responde—. Él no me escuchó cuando le dije que


esas eran tus órdenes. Por lo menos, ha muerto por su insubordinación.

Observo una nube negra pasar sobre el rostro de Setrákus Ra,


ruedas girando detrás de sus ojos azules robados, como si él supiera que
Cinco está jugando con él de alguna manera, con rabia acumulándose.
Siento su agarre telequinético en mi mandíbula aflojar. Está distraído,
ahora totalmente centrado en Cinco. Antes de que pueda decir o hacer
algo más, doy un paso entre los dos, levantando la voz un poco más. Esta
vez, tienen que prestarme atención.

—¿Qué cuerpo? ¿De quién están hablando?


Por último, el ojo bueno de Cinco aterriza en mí.

—Ocho. Está muerto.

—No, —le digo, la palabra es prácticamente un susurro mientras


trato, demasiado tarde, de detenerme a mí misma de reaccionar. Mis
rodillas sentirse flaquean, y el rostro impasible de Cinco se vuelve
borroso mientras mis ojos se llenan de lágrimas.

—Sí —Setrákus Ra interviene, toda la rabia se ha drenado de su


voz, sustituido por algo más en tormentoso y siniestro, su tono llamativo
y demasiado agradable—. Cinco, aquí, se encargó de eso, ¿verdad,
muchacho? Todo al servicio del Progreso Mogadoriano.

Doy un paso hacia Cinco, con mis puños apretados.

—¿Tú? ¿Tú lo mataste?

—Fue… —Por un momento, parece que podría Cinco negarlo. Pero


luego mira rápidamente a Setrákus Ra y simplemente asiente con la
cabeza—. Sí.

Así de fácil, todo mi esfuerzo para no mostrar ninguna emoción


cerca de Setrákus Ra se escabulle. Siento como un grito se forma dentro
de mí. Quiero atacar a Cinco. Quiero arrojarme a él y despedazarlo. Sé
que no tendría una oportunidad, vi la forma en que se manejó en el Salón
de Actos, la forma en que puede convertir su piel en metal o cualquier
otra cosa que toca, pero haré tanto daño como pueda. Voy a romper mis
manos en la piel de metal, si eso significa que solo tendré un golpe.

Setrákus Ra pone su mano en mi hombro, deteniéndome.

—Creo que ahora sería un momento excelente para esa lección que
discutimos —me dice a mí en ese mismo tono falso.

—¿Una lección de qué? —Escupo mirando a Cinco.

Cinco parece casi aliviado de que la atención de Setrákus Ra ahora


se centre en mí.

—¿Me puedo ir? —Pregunta.

—No, no puedes —Setrákus Ra responde.

De una de las naves, Setrákus Ra agarra un carrito cubierto de


herramientas, llaves, alicates, destornilladores, todo hecho para el
mantenimiento de las naves mogadorianas, no tan diferentes a las de la
Tierra, y ruedas junto a nosotros, me mira y sonríe.

—Tu Legado, Ella, se llama Dreynen. Te da la posibilidad de


cancelar temporalmente el Legado de otro Garde, —Setrákus Ra da la
clase con las manos entrelazadas detrás de la espalda—. Fue uno de los
más raros en Lorien.
Me paso el antebrazo a través de mis ojos y trato de estar un poco
más erguida. Todavía estoy mirando a Cinco, pero mis palabras son para
Setrákus Ra.

—¿Por qué me dices esto ahora? No me importa.

—Es importante conocer la propia historia —responde, sin


inmutarse—. Si tú le crees a los Ancianos, que los Legados surgieron de
Lorien para satisfacer las necesidades de la sociedad Loriense. Me
pregunto, entonces, ¿qué beneficio se deriva de un poder sólo es útil
contra otro Garde?

Cinco permanece perfectamente fijo, negándose a mirarme a los


ojos. Distraída por mi enojo, me olvido de moderar mis palabras, para
mantener la calma.

—No sé —chasqueo sarcásticamente—. Tal vez Lorien vio que se


aproximaban monstruos como ustedes dos y sabía que alguien tendría
que pararlos.

—Ah. —Setrákus Ra responde, su voz sobrecargada con petulancia


profesoral, como si yo hubiera caído justo en su trampa—. Pero si ese es
el caso, ¿por qué los Ancianos no te seleccionaron para pertenecer a los
jóvenes Garde que salvarían? y, si de alguna forma los Legados van a
satisfacer a las necesidades de la sociedad, ¿por qué se otorgarían a los
menos adecuados para usarlos? La mera existencia de Dreynen sugiere
una falla en Lorien, que los Ancianos han querido negar. Es el caos que
necesita ser domado, no adorado.

Trato de dar un paso hacia Cinco, pero Setrákus Ra usa su


telekinesis para mantenerme en el lugar. Me ahogo de vuelta en mi ira y
me recuerdo que soy una prisionera aquí. Tengo que jugar este estúpido
juego con Setrákus Ra hasta que sea el momento adecuado. La venganza
tendrá que esperar.

—Eli —dice Setrákus Ra—. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo?

Suspiro y me alejo de Cinco para mirar debidamente a Setrákus Ra.


Obviamente, que ya tenía toda esta conferencia filosófica ensayada.
Probablemente sea una de las secciones más largas de su libro. No tiene
sentido tratar de discutir con él.

—Así que todo es aleatorio y deberíamos explotarlo y bla, bla, bla.


—Le digo—. Tal vez tengas razón, tal vez estés equivocado. Nunca lo
sabremos porque te fuiste y destruiste el planeta.

—¿Qué es lo que destruí exactamente? Un planeta, quizás. Pero no


Lorien. —Setrákus Ra juega con uno de los colgantes en su cuello—. Es
más complicado de lo que sabes, Mi querida. Pronto, tu mente se abrirá y
vas a entender. Hasta entonces… —Él se acerca a la cesta, coge una llave
mogadoriana y me la arroja— practicamos.
Agarro la llave en el aire y la sostengo frente a mí. Setrákus Ra
vuelve su atención a los Cinco, aún en pie en silencio, a la espera de ser
despedido.

—Vuela —Setrákus Ra ordena.

Cinco mira hacia arriba, confundido.

—¿Qué?

—Vuela —repite Setrákus Ra, moviendo su mano hacía el alto


techo del hangar—. Tan alto como puedas.

Cinco gruñe y lentamente levita hasta que está cerca de cuarenta


pies en el aire, con la cabeza casi rozando las vigas de la bahía de
acoplamiento.

—¿Y ahora qué? —Pregunta.

En lugar de responder, Setrákus Ra se vuelve hacia mí. Yo ya tengo


una idea de lo que quiere que haga. Mi palma está sudando contra el frío
metal de la llave. Él se arrodilla a mi lado y baja la voz.

—Quiero que hagas lo que hiciste en la base de Dulce —dice


Setrákus Ra.

—Te lo dije, no sé cómo lo hice —protesto.


—Sé que tienes miedo. Miedo de mí, de tu destino, de este lugar en
el que te encuentras —Setrákus Ra dice con paciencia, y por un
momento su aterradora voz suena casi como la de Crayton—. Pero para
ti, el miedo es un arma. Cierra los ojos y deja que fluya a través de ti. Tu
Dreynen fluirá. Es algo hambriento, este Legado que vive dentro de ti, y
se alimentan de lo que tienes miedo.

Aprieto los ojos cerrados. Una parte de mí quiere resistir esta


lección, mi piel se arrastra ante el sonido de la voz de Setrákus Ra. Pero
otra parte de mí quiere aprender a usar mi Legado, sin importar el costo.
No parece tan antinatural. Hay una energía dentro de mí que quiere salir.
Mi Dreynen quiere ser utilizado. Cuando abro los ojos, la llave se ilumina
con una energía roja. Yo lo he hecho. Al igual que en la Base de Dulce.

—Muy bien, Ella. Puedes utilizar el Dreynen por el tacto o, como lo


que acabas de realizar, cargando objetos con él para ataques de largo
alcance —Setrákus Ra explica. Da un paso atrás cuando empujo la llave
hacia él—. Fácil ahora, querida.

Me quedo mirando a Setrákus Ra, sin pestañear, sosteniendo la


llave como si estuviera sosteniendo una linterna tratando de asustar a un
animal salvaje. Me pregunto si podría golpearlo con ella, drenar sus
Legados y luego pegarle en la cabeza. ¿Cinco intentaría detenerme?
¿Incluso sería yo capaz de llevarlo a cabo? Aún no estoy segura de la
extensión total de los Legados de Setrákus Ra, o qué otros trucos podría
tener en la manga, o lo que podría suceder con el encanto que ahora nos
une. Pero tal vez valdría la pena. Una lenta sonrisa se extiende por la cara
de Setrákus Ra, como si pudiera saber que estoy haciendo estos cálculos
mentales y los aprecia.

—Vamos —dice, y sus ojos miran hacia el techo—. ¿Sabes qué


hacer a continuación. Él me falló. Y él mató a tu amigo, ¿no?

Sé que debo resistir, que no debo hacer nada Setrákus Ra quiere


que yo haga. Pero la llave, cargada con mi Dreynen, siente casi ansiosa en
mi mano, como que tiene hambre y necesita liberación. Y entonces
pienso en Ocho, muerto en algún lugar en la Tierra, asesinado por el niño
gordito que esta de mal humor el aire justo encima de mí, con el que mi
abuelo al parecer planea que me case.

Me doy la vuelta y arrojo la llave a Cinco.

No estoy seguro de que mi tiro tenga la exactitud o la distancia, así


que le doy un empujón con mi telekinesis. Cinco debe verlo venir, pero él
no trata de moverse fuera del camino. Eso es lo que me hace empezar a
lamentar mi decisión, su renuncia y la voluntad de recibir este castigo.

La llave golpea Cinco justo en el esternón, pero sin mucha fuerza.


Aun así, se pega a su pecho como si estuviera magnetizada. Él da un
profundo suspiro, su mirada aburrida mientras coge la llave. Eso sólo
dura un segundo, sin embargo, resplandor se apaga brevemente y Cinco
cae del aire.

El aterrizaje de Cinco es feo; sus piernas se arrugan debajo de él,


sus manos no pueden sujetar el impacto y sus hombros caen contra el
suelo. Él termina tirado de cara, respirando con dificultad. Trata de
levantarse por sí mismo, pero su brazo no está trabajando bastante bien,
por lo que sólo logra impulsarse una pulgada del suelo antes de caer de
nuevo. La llave se cae de su pecho, le ha hecho daño, sus Legados fueron
cancelados. Setrákus Ra me da una palmadita de aprobación en la
espalda. Ahí es cuando realmente empiezo a sentir algo de culpa, viendo
a Cinco así, aun sabiendo lo que le hizo a Ocho. Se me ocurre que tal vez
es sólo tan prisionero como yo.

—Busca la enfermería —Setrákus Ra le ordena a Cinco—. No me


importa lo que hagas con tu ojo, pero te necesito sin discapacidad
cuando descendamos a la Tierra.

—Sí, Amado Líder —Cinco grazna, forzando el cuello para mirar


hacia arriba a nosotros.

—Eso estuvo bien —Setrákus Ra me dice mientras me guía hacia la


salida—. Ven. Vamos a volver al estudio del Gran Libro.

A pesar de que todavía estoy furiosa por lo que le hizo a Ocho, a


medida que pasamos el cuerpo caído de Cinco, lo busco telepáticamente.
Me niego a perder mi sentido del bien y el mal mientras estoy atrapada
aquí.

Lo siento, Le digo.

No creo que vaya a responder, teniendo en cuenta que apenas podía


siquiera mirarme antes. Justo cuando estoy a punto de cortar nuestra
conexión telepática, su respuesta llega.

Estoy bien, responde. Me lo merecía.

Te mereces más que eso, respondo, aunque quiero manejar mi malicia,


no puedo. Es difícil cuando me estoy imaginando Ocho, riendo,
bromeando conmigo y Marina.

Lo sé, Cinco responde. Yo no… Lo siento, Eli.

Recojo algo más de su mente. Eso nunca ha pasado antes - Tal vez
mi Legado es cada vez más fuerte. No lo pienso demasiado en ello,
porque a través de los ojos de mi mente estoy viendo el cuerpo de Ocho,
dejado atrás a propósito en un hangar vacío. Trato de dar sentido a la
imagen, pero los pensamientos de Cinco son un revoltijo confuso. Hay
tantos impulsos contradictorios en su cerebro, y yo no soy una telépata
lo suficientemente capacitada para dar sentido a todos ellos.

Yo ya he pasado junto a él, pero después de nuestra conversación


telepática, me aventuro con una mirada por encima del hombro.
Cinco ha logrado ponerse en pie. Pasa una bola de metal a través de
sus nudillos, por encima y por debajo, a la espera de que sus Legados
vuelvan. Él me mira.

Tenemos que salir de aquí, él piensa.


Capitulo
Diecisiete
Ashwood Estates está tranquilo justo antes del amanecer, una
ligera niebla saluda en el día gris. Casi no pude dormir, lo que no
es exactamente algo nuevo. Me siento junto a la ventana del salón
en la casa de Adam y tomo fotografías con el teléfono celular de los
documentos que la Agente Walker me entrego, y las envió a Sarah.

Vamos a tener que filtrar la información en línea para Ellos


Caminan Entre Nosotros, porque al menos de esa manera
podremos garantizar que obtengan la información. Walker tiene
una lista de periodistas y otros medios de comunicación que cree
son dignos de confianza, pero también tiene una lista de la misma
longitud de aquellos de la prensa a quienes el MogPro tiene en el
bolsillo.

No hay manera de conseguir esta información allí excepto


por nuestra cuenta. Será una batalla cuesta arriba.

En los años que pasamos escapando, los Mogs llegaron


demasiado lejos, llegaron a estar demasiado atrincherados en el
ejército, el gobierno e incluso los medios de comunicación. La cosa
más inteligente que nunca hicieron fue perseguirnos de manera
clandestina.

Según Walker, vamos a hacer algo grande que cambiara el


rumbo. Ella quiere que cortemos la cabeza del Progreso
Mogadoriano, lo que significa sacar al Secretario de Defensa. No
estoy seguro de cómo se supone que eso saque alguna clase de
apoyo para la humanidad. Walker dice que podemos asesinarlo de
forma encubierta.

No he decidido si seguiremos con esa parte del plan, pero


está bien para dejar que Walker piense que estamos abajo
haciendo el trabajo sucio. Por el momento.

Más importante que Sanderson, debemos exponer a Setrákus


Ra, usando a cualquier humano-mog, en una sesión de fotos que
tiene planeado para poner a la ONU en contra de él.

El plan es hacer una escena lo suficientemente grande, para


que la humanidad vea lo que realmente son los Mogs y se
manifiesten en contra de la invasión.

Una población que ha sido engañada por una década estará


finalmente fuera de la oscuridad. Una vez que los seres humanos
ven alienígenas de primera mano, esperamos que la gente se tome
en serio un sitio de buena posición como Ellos Caminan Entre
Nosotros. Sólo espero que encontremos la manera de sacar todo
esto adelante. Sin morir.

Pensamientos oscuros aún me roen. Incluso si logramos


formar una resistencia más grande y más fuerte que el montón de
gentuza que nos hemos reunido en Ashwood, no hay garantía de
que podamos darle la vuelta a los Mogs.

Durante el tiempo que he estado en la tierra, nuestra guerra


con los Mogadorianos se ha luchado en las sombras. Ahora,
estamos a punto de involucrar a millones de personas inocentes.

Parece que todos estamos peleando para darle a la


humanidad y a lo que queda de Lorienses la oportunidad de luchar
en contra de una guerra larga y sangrienta.

Yo me pregunto si esto es lo que los ancianos habían


planeado para nosotros. ¿Se supone que venceríamos a los Mogs
sin que la humanidad se enterase? ¿O era este el plan cuando nos
enviaron a la tierra tan desesperados como estamos nosotros
ahora? No es de extrañar que no pueda dormir.

A través de la ventana, veo un par de agentes del FBI


compartir un cigarrillo en el porche a través de la calle. Supongo
que no soy el único que sufre de insomnio ante una invasión
inminente.
Dejamos que la gente de Walker acampara en las casas vacías
alrededor de Ashwood. Guardias apostados en la puerta de Adam,
aseguran el perímetro y me arruinan el principio del día, casi están
haciendo de este lugar la base de operaciones de la nueva
resistencia de hombres y Lorienses.

Yo todavía no confió enteramente en la Agente Walker o en


su gente, pero la guerra que se avecina me ha obligado a que tome
un montón de extraños aliados. Hasta el momento se han
mantenido. Si no tengo suerte de confiar en los viejos enemigos,
bueno, estamos casi todos condenados de todos modos. Tiempos
desesperados requieren medidas desesperadas y todo eso.

Las tablas del suelo crujen detrás de mí y me doy la vuelta


para encontrar a Malcom de pie en la puerta que sube desde los
túneles mogadorianos. Sus ojos están caídos por el agotamiento y
está a punto de sofocar un bostezo.

—Mañana —digo, cerrando la carpeta de documentos de


Walker.

—¿Ya? —Malcom responde, sacudiendo la cabeza con


incredulidad—. Perdí la noción del tiempo allí. Sam y Adam me
ayudaban antes. Pensé que sólo se habían obligado a tomar un
descanso hace rato.
—Eso fue hace horas —respondo—. ¿Pasaste la noche entera
mirando las grabaciones mogadorianas?

Malcom asiente con la cabeza en silencio, y me doy cuenta de


que está más que agotado. Él está estupefacto, tiene la mirada de
un hombre que acaba de presenciar algo impactante.

—¿Qué encontraste? —le pregunto.

—A mí —responde después de hacer un momento de pausa—.


Me encontré a mí mismo.

—¿Qué quieres decir?

—Creo que será mejor que reunamos a los otros —es su única
respuesta antes de desaparecer de nuevo en los túneles.

Marina está dormida en uno de los dormitorios de arriba, así


que despierta primero. Mientras se dirige abajo, ella se detiene
frente a la habitación principal; Érase una vez fue ocupado por el
general y la madre de Adam, pero ahora es el lugar de descanso
temporal de ocho.

Pone su mano sobre el marco de la puerta al pasar. Me dí


cuenta cuando la desperté que ella está llevando el colgante de
Ocho. Me hubiese gustado tener más tiempo para llorar con ella.

Adam está dormido en la habitación restante, su espada


apoyada contra el lado de la cama, al alcance de su brazo. Dudó
solo un momento antes de despertarlo también. Ahora es uno de
nosotros. Él lo demostró ayer cuando me salvo la vida del General.
Lo que Malcom descubrió en esas grabaciones mogadorianas, la
perspicacia de Adam podría ser invaluable.

Sam y el resto de la Garde duerme en otra parte de Ashwood


Estates, envío a una chimæra para localizarlos. Nueve aparece
después de unos minutos, su largo cabello despeinado y salvaje. Lo
veo tan fatigado como me siento.

—Estaba durmiendo en el techo —explica cuando le disparo


una extraña mirada.

—¿Por qué?

—Alguien tenía que mantener un ojo en esos idiotas del


gobierno que tienes acampando.

Sacudo la cabeza y sigo sus pasos por las escaleras a los


túneles. Malcom y los otros ya habían conseguido apoderarse y
reunirse en los archivos mogadorianos, silenciosos e inquietos,
Marina se sienta tan lejos de Adam como le es posible.

—¿Sam y Seis? —Malcom pregunta cuando entro.

Me encojo de hombros
—Las chimæras los están buscando.

Nueve dice.

—Les vi entrar en una de las casas abandonadas —con una


astuta sonrisa en el rostro. Le doy una mirada inquisitiva y él
mueve las cejas hacia mi—. El fin del mundo, ya sabes Johnny.

No estoy seguro de a que se refiere exactamente nueve, hasta


que Seis y Sam vienen empujándose a través de la puerta. Seis es
toda negocios, el cabello recogido hacia atrás, mirando cuan
limpia esta y que ha conseguido un buen descanso después de su
terrible experiencia en el pantano. Sam, por el contrario, se
sonroja, su pelo esta peinado hacia arriba en ángulos raros, y su
camisa esta toda mal abotonada. Sam me pilla estudiándolo y se
vuelve de un tono más oscuro de rojo, me ofrece una sonrisa
tímida. Sacudo la cabeza con incredulidad, reprimiendo una
sonrisa a pesar del estado de ánimo austero.

Nueve silva entre dientes y una sonrisa aún revolotea


brevemente en el rostro de Marina. Todo esto solo provoca más el
rubor de Sam, y que seis aumente el desafío de la mirada que nos
está ensartando.

Malcom por supuesto, es ajeno a todo esto. En cambio, él está


concentrado en el ordenador, poniendo en cola uno de los vídeos
mogadorianos.

—Bien, estamos todos aquí —dice Malcom, mirando desde el


teclado. Él mira alrededor de la habitación, casi con nerviosismo—
. Me siento como un fracaso, tengo que mostrarles esto.

El rubor post-conexión de Sam se convierte en una expresión


de preocupación.

—¿Qué quieres decir, papá?

—Yo —Malcom niega con la cabeza—. Sacaron esta


información fuera de mí y aún ahora, después de haber visto lo
que estoy a punto de mostrarles, en realidad no lo recuerdo. Lo
dejé todo.

—Malcom, vamos —digo.

—Todos hemos cometidos errores —dice Marina, y notó su


mirada en deriva hacía Nueve.

—Hicimos cosas de las que nos arrepentimos.

Malcom asiente con la cabeza.

—Independientemente. Al final del juego, todavía espero que


este vídeo les muestre otra manera de seguir adelante.
Seis inclina su cabeza.

—Otra forma en vez de ¿qué?

—En lugar de una guerra total —responde Malcom—. Miren.

Malcom presiona un botón del teclado y la pantalla en la


pared vuelve a la vida. La cara demacrada de un mogadoriano que
aparenta ser mayor. Su cabeza estrecha cubre la mayor parte de la
pantalla, pero en el fondo una habitación similar a ésta es visible.
El mogadoriano comienza a hablar en su lenguaje áspero, su tono
suena formal y académico, a pesar de que yo no lo puedo entender.

—¿Se supone que debo ser capaz de entender a este cretino?


—exige Nueve.

—Es el Doctor Lockam Anu —dice Adam traduciendo—. Creó


la máquina de la memoria que... bueno, ya sabes. Arrojaste un
pedazo a un helicóptero ayer por la noche en realidad...

—Oh, eso —Nueve dice, sonriendo—. Fue divertido.

Adam continúa.

—Esto es viejo, grabado durante los primeros ensayos de la


máquina. Él está introduciendo a un sujeto de prueba, uno que
dice era mentalmente más fuerte que los demás con los que ha
trabajado. Él va a demostrar como su máquina puede ser utilizada
para los interrogatorios...

Adam se desvanece cuando el Dr. Anu se hace a un lado,


revelando a un joven Malcom Goode atado a una silla de metal
extremadamente elaborada. Malcom esta delgado y pálido, los
músculos de su cuello destacan en gran parte a causa del ángulo
incómodo en el que se ve obligado a reclinar la cabeza. Sus
muñecas están dobladas sobre los brazos de titanio de la silla; una
sonda intravenosa se encuentra en el dorso de su mano, los
nutrientes le llegan a través de una bolsa. Un surtido de electrodos
se pegan a su cara y su pecho, sus cables conectados al circuito de
tableros de la máquina del Dr. Anu. Sus ojos mirando
directamente a la cámara, pero está fuera de foco y sin pestañear.

—Papá, ¡Oh Dios mío! —dice Sam en voz baja.

Es difícil mirar el Malcom de la pantalla, y se pone peor


cuando Anu comienza a hacerle preguntas.

—Buenos días Malcom —Anu dice ahora en inglés, su tono


generalmente reservado para la clase a los niños—. ¿Estás listo
para reanudar nuestra conversación?

—Sí, Doctor —el Malcom de la pantalla responde, su boca


esta flácida a través de las palabras, una línea de baba aparece en
la esquina de su boca.
—Muy bien. —Responde Anu y baja la vista a un portapapeles
que tiene en el regazo—. Quiero que pienses en tu encuentro con
Pittacus Lore. Quiero saber lo que estaba haciendo en la Tierra.

—Él se estaba preparando para lo que esta por venir. —


Malcom responde con voz distante, como un robot.

—Sé específico, Malcom —Anu insiste.

—Se estaba preparando para la invasión mogadoriana y el


renacimiento de Lorien. —En la pantalla Malcom se ve
repentinamente alarmado. Se revuelve entre sus ataduras—. Ya
están aquí. Nos están cazando.

—En efecto, pero estás a salvo ahora —Anu dice y espera a


que Malcom se calme—. ¿Por cuánto tiempo los Lorienses han
estado visitando la Tierra?'

—Siglos. Pittacus tenía esperanza de que la humanidad


estaría preparada cuando llegará el momento.

—¿Cuándo llegará el momento de qué?

—Para Pelear. Para restaurar Lorien.

Anu tamborilea su pluma sobre los papeles, el fastidio


creciendo de la vaguedad de la hipnotización de Malcom.
—¿Cómo restaurarán Lorien desde aquí Malcom? El planeta
esta a años luz de distancia. ¿Estás mintiéndome?

—No miento —masculla Malcom—. Lorien no es simplemente


un planeta. Es más que eso. Puede existir en cualquier lugar donde
las personas sean dignas. Pittacus y los Ancianos ya han hecho los
preparativos. La Loralita corre bajo nuestros pies, circula a través
de la tierra. Como la sangre recorre nuestras venas, sólo necesita
un latido del corazón para darle fin. Todo lo que necesita es ser
despertado.

Anu se inclina hacia adelante, de repente muy interesado. Me


encuentro haciendo la misma cosa, doblándome hacía la pantalla
con la cabeza inclinada.

—¿Cómo logrará esto? —Anu pregunta, claramente tratando


de mantener la emoción en su voz.

—Cada uno de los Garde posee lo que Pittacus ha llamado


Piedras Fénix —responde Malcom—. Cuando la Garde tenga la
edad suficiente, las piedras podrán utilizarse para recrear las
características de Lorien, la vida vegetal, la Loralita, las chimæras.

—¿Pero qué hay con los Legados? ¿Qué de los verdaderos


dones de Lorien?

—También vendrán, una vez que Lorien sea despertado —


responde Malcom—. Las Piedras Fénix, los colgantes, todo tiene
un propósito. Cuando sean reunidas en la Tierra, en el santuario
de los Ancianos, Lorien vivirá una vez más.

Anu mira hacia atrás a la cámara, sus ojos están muy


abiertos. Se recompone y presiona.

—¿Dónde se encuentra ese santuario Malcom?

—Calakmul. Sólo la Garde puede entrar.

Aquí, Malcom detiene la grabación. Mira a su alrededor en la


sala; sus labios están presionados en una línea sombría, pero hay
un rayo esperanzador en sus ojos. Los rostros atónitos de todos se
dirigen hacia él, ninguno de nosotros ha terminado de digerir lo
que acabamos de ver.

Nueve levanta una mano frunciendo el ceño.

—No lo entiendo. ¿Qué diablos es Calakmul?

—Es una antigua ciudad Maya ubicada en el sureste de


México —responde Malcom con una onda de excitación agitándose
en su voz.

—¿Por qué no sabíamos nada de esto? —Seis pregunta,


mientras sigue mirando la pantalla en pausa.
—¿Por qué no nos lo dijeron los Ancianos? ¿O nuestros
Cêpans? Si esto es tan importante ¿Por qué lo mantuvieron en la
oscuridad?

Malcom se presiona el puente de la nariz.

—No tengo una buena respuesta para eso Seis. La invasión


mogadoriana atrapo a los Ancianos con la guardia baja. Fueron
enviados a la Tierra, tu Cêpan estaba preparada también. Su
supervivencia era prioridad. Sólo puedo suponer todo esto: Las
piedras fénix, sus colgantes, el santuario, estaba destinado a
revelarse cuando ustedes tuvieran la edad, una vez que tuvieran
Legados y estuvieran preparados para luchar. Al decirlo antes, sus
secretos habrían sido demasiado vulnerables. Aunque... —Malcom
mira con tristeza su imagen en la pantalla—. Podemos ver el mal
para el que sirvió el secreto.

—Tal vez por eso Henri llegó a Paraíso en busca de ti Papá. —


Sam sugiere, mirando entre su padre y yo—. Tal vez era el
momento.

Mi mente está corriendo. Sin darme cuenta he empezado a


pasear arriba y abajo. Necesito una mirada de Seis para conseguir
detenerme.

—Siempre pensé que ganaríamos la guerra y volveríamos a


Lorien —digo lentamente, tratando de aferrarme a mis
pensamientos—. Pensé que eso es lo que quería decir Henri sobre
restaurarlo.

—Quizá quiso decir que aquí —Seis sugiere—. Tal vez se


supone que debemos restaurar Lorien aquí.

—¿Qué significa eso? —Sam exige—. ¿Qué pasaría con la


Tierra?

—No puede ser peor que lo que va a pasar cuando los Mogs
lleguen —Responde Nueve—. Quiero decir, recuerdo que Lorien
era muy agradable. Nosotros le estaríamos haciendo un favor a la
Tierra.

—En la cinta lo hizo sonar como si se tratara de una entidad


de algún tipo —dice Marina mirando a Malcom.

—Yo... —Malcom niega con la cabeza—. Me gustaría poder


recordar más Marina. Pero no tengo las respuestas.

—Podría ser como un dios —dice Marina con una silenciosa


reverencia en la voz.

—Podría ser como un arma que viene abriéndose desde la


Tierra para matar a todos los Mogs —Nueve sugiere.

Adam se aclara la garganta, incómodo.


—Sea lo que sea, Malcom dijo que necesitamos las Piedras
Fénix para despertarlo —digo tratando de evitar que el grupo se
desvíe.

—Y los colgantes —Seis dice, luego inclina la cabeza como si


algo ocurriera en ella—. Tal vez por eso Setrákus Ra los mantiene.
Podrían ser más que trofeos para él.

—Revisamos nuestros cofres en Chicago —Nueve dice en un


gemido, probablemente recordando lo aburrido que estaba
mientras catalogábamos nuestra herencia—. Tengo más rocas y
porquerías de las que no sé qué hacer.

—Deberíamos traer todo —dice Marina con voz certera—.


Nuestras herencias, nuestros colgantes. Traerlos al santuario y
entregarlos a la Tierra como Malcom dijo.

Malcom asiente con la cabeza.

—Sé que es vago, pero es algo.

—Podría ser la ventaja que hemos buscado —digo pensando—


. Diablos, podría ser para lo que fueron enviados a hacer en primer
lugar.

Nueve se cruza de brazos, escéptico.

—Ayer me quede mirando la nave mogadoriana más grande


que he visto. Enterrar nuestras cosas en algún templo culo-
polvoriento podría ser una idea muy genial hace meses, pero
estamos cerca de todo esto, de la guerra y estoy seguro de que
tenemos algunos malos que matar.

Antes de que pueda responder, Malcom da un paso adelante.

—El santuario puede ser nuestra mejor esperanza —dice—.


Pero es mejor no poner todos los huevos en una sola canasta.

—Estoy de acuerdo con Nueve. Tanto como odio la idea de


dividirnos de nuevo —dice Seis—. Algunos de nosotros debemos
seguir con el plan de Walker para llevar a la lucha a los Mogs y a
su gente.

Nueve lanza un puño.

—Este tipo.

—Y algunos de nosotros deberán ir a México —digo


terminando así el pensamiento de Seis.

—Quiero ir —Marina dice de manera inmediata—. Quiero ver


ese santuario. Si se trata de un lugar para Lorienses, un lugar en
donde vivimos, tal vez sea donde debemos enterrar el cuerpo de
Ocho.

Cabeceo mirando a Seis a la espera de su decisión.


—Bueno, ¿Nueva York o México?

—México —dice después de un momento—. Tú eres mejor


que yo en lidiar con estos tipos del Gobierno. Y si tenemos un
representante Loriense ante la ONU, eres la obvia elección.

—Gracias, creo.

—Lo dices porque eres un niño explorador —Nueve agrega en


un fuerte susurro.

Miro a Sam, quien parece estar a punto de hablar, su boca


medio abierta. Está divido por Seis, que niega sutilmente con la
cabeza hacia él.

—Me quedaré aquí también, supongo. —Contesta después de


un momento incómodo, sonando más que un poco desinflado.
Fuerza una sonrisa para mí—. Alguien tiene que mantener a Nueve
en línea.

Eso deja sólo a Adam. Nuestro aliado-mog quién ha


mantenido un respetuoso silencio todo este tiempo.
Probablemente tratando de no ofender a ninguno ahora que los
secretos de nuestra raza se han revelado. Cuando me dirijo a él, él
sigue mirando la pantalla. Parece perdido en su memoria, tal vez
recordando al Dr. Anu y su máquina. Él frunce el ceño cuando se
da cuenta de que el resto de nosotros está mirándolo.
—Te estarán esperando en México —dice Adam—. Si hay una
fuente de energía Loriense, sé que mi gente habrá pasado algunos
años intentando de acceder a ella.

—Sólo la Garde puede entrar, aunque, ¿De verdad? —Sam


pregunta, mirando desde Adam a su padre.

—Es lo que dije —Malcom responde frunciendo los labios con


incertidumbre.

—¿Sólo los que tenemos Legados? —Nueve responde echando


una mirada a Adam—. ¿Estás diciendo que esto podría ser otra
trampa mog?'

—No es una trampa cuando sabes que está ahí —dice Adam,
dando un rápido vistazo a Nueve, antes de volver sus ojos hacia
Seis. 'No sé exactamente lo que encontrarás allí, pero puedo
garantizar una presencia de Mogs. Puedo pilotear un Skimmer
mejor que ustedes, tal vez podríamos ganar la partida si ellos
tienen naves en el aire.

—Bueno, te aseguro que no iban a caminar hasta México —


Seis responde secamente y me lanza una mirada—. ¿Tú confías en
ese tipo?

—Lo hago.
Ella se encoge de hombros.

—Entonces bienvenido al equipo de Calakmul, Adam.

Oigo a Marina chasquear sus dientes, pero ella no hace


ninguna protesta.

—Genial, estamos enviando un mog a investigar un lugar


Santo para los Lorienses —Nueve se queja sacudiendo la cabeza—.
¿Alguien cree que es un poco irrespetuoso?

—¿No fuiste tú quien se refirió a él como culo-polvoriento? —


pregunta Sam.

—Decláralo hecho. —Dice Nueve—. Como todo buen mog,


todavía eres bastante raro. Sin ofender.

Silencio las bromas, busco debajo de mi camisa y tiro de mi


colgante Loriense por sobre mi cabeza. Siento una extraña frialdad
contra mi corazón cuando se ha ido. No puedo recordar la última
vez que estuve sin él.

Con la sala de repente callada otra vez, tiendo el colgante a


Seis,

—Toma —le digo—. Asegúrate de que llegué al Santuario.

—Sin presiones —dice Seis sonriendo cuando acepta el


colgante.

—Ahora —digo mirando alrededor—. Vamos a ganar esta


guerra y a cambiar el mundo.
Capitulo
Dieciocho
MÁS TARDE, ESA MISMA MAÑANA, nos despedimos. Todos nos habíamos
reunido alrededor del Skimmer en la cancha de baloncesto en
Ashwood.

Se sentía raro el estar usando, otra vez, un colgante


Loriense alrededor del cuello. Y no me refiero al literal peso físico
–ya que los colgantes, en sí, no son pesados en lo absoluto. Ellos
aparentemente, sólo contienen todos los legados de Lorien. Todo
el poder de nuestro pueblo casi extinto, impregnados en unas
brillantes piedras de Loralita.

Sí. No es la gran cosa.

—¿Eso es todo? —Pregunta Marina.

Ella se encuentra de rodillas frente a su Cofre abierto,


reorganizando lentamente su contenido. También, tenemos el
Cofre de Ocho. Su contenido se encuentra encerrado para
siempre, y posiblemente destruido, pero pensamos que no estaría
mal llevarlo al Santuario con el resto de las cosas.

Yo no tengo mi Cofre, así que Marina tiene que poner toda


nuestra herencia recogida en el de ella. Después de nuestro
anterior encuentro, John y Nueve fueron por sus Cofres y
reunieron todo lo que no era un arma, la piedra de curación, y
otras cosas relacionadas con el combate. Además de un puñado de
piedras preciosas Lorienses que todavía no habían sido cotizadas
para penthouses y equipos informáticos, John le entrega un
paquete de hojas secas atadas con un pedazo de hilo amarillo, el
cual hace el sonido del viento cuando lo frotan contra los dedos, y
Nueve le da una bolsa, café oscura de suelo blando. Marina
cuidadosamente pone estos artículos en su Cofre, junto a un frasco
de agua cristalina, un trozo perdido de Loralita y una rama de
árbol con la corteza cortada en sentido contrario.

—Así que, como no sabemos qué son exactamente estas


Piedras Fénix, sólo tendremos que deshacemos de todo lo que esté
cerca, ¿Cierto? —Digo, pero me corrijo enseguida—. Quiero decir,
no dejarlas. Comprometer la Tierra. Lo que dijo Malcom en su
lavado de cerebro.

John se rie un poco.


—Si se nos ocurre un mejor plan, te lo haré saber.

—Mi papá todavía está ahí abajo viendo más grabaciones


—ofrece Sam—. Tal vez él pueda encontrar algo más.

—En este momento, improvisar parece ser la única opción.


En casi todos los frentes –dice John—. Hay algo más que quiero
que lleves al Santuario, Seis.

John se agacha para buscar algo dentro de su Cofre. Me


había estado preguntando el por qué lo había traído con él a la
cancha de baloncesto después de que lo hubiera revisado. Cuando
él sostiene una lata pequeña, la cual reconozco de inmediato, lo
entiendo.

Son las cenizas de Henri.

—John... –digo, rechazando la responsabilidad


inmediatamente.

—Llévalo —John dice suavemente—. Pertenece al


Santuario.

—Pero ¿no quieres estar ahí? ¿Para despedirte?


—Claro que sí. Pero con todo lo que está pasando, no sé si
tendré una oportunidad para hacer eso.

Estoy a punto de empezar a protestar otra vez, cuando John


me detiene.

—Está bien, Seis. Me sentiré mejor sabiendo que está


contigo, y rumbo hacia el Santuario.

—Si es lo que quieres —digo, aceptando las cenizas—. Yo


cuidaré de él. Lo prometo.

Coloco con cuidado el recipiente con las cenizas de Henri


en el Cofre de Marina junto al resto de nuestras cosas. Todos nos
quedamos en silencio, con un estado de ánimo sombrío girando
alrededor. Aunque, es difícil tener este tipo de momentos cuando
estás siendo observado. Los agentes del gobierno mantienen su
distancia, aunque podía ver a algunos de ellos, como Walker,
quien nos observa desde un porche cercano.

—¿Vas a estar bien con ellos? —Le pregunto a John.

Él mira a su alrededor, percibiendo todas las miradas


indiscretas.
—Ahora ellos están de nuestro lado, ¿recuerdas?

—Tengo que seguir recordándome eso a mí misma, –


respondo, mi mirada involuntariamente se gira hacia el Skimmer—
. Al parecer es algo que hago siempre.

Adam ya está a bordo del Skimmer, junto con Dust, la


Chimæra que se la pasa con él. Estoy tomando la palabra de John
de que podemos confiar en él Mogadoriano que está ejecutando
los diagnósticos en la cabina. No estoy segura de que Marina
sienta lo mismo; no ha dicho nada exactamente, pero puedo sentir
el frío que ella irradia cuando Adam está cerca. Después de todo
lo que ha sucedido, no puedo culparla por sospechar de él. Me he
resignado a un muy frío viaje hacia México.

—Revisa la frecuencia —me recuerda John, tocando el


teléfono que él se ha enganchado en la cadera de sus vaqueros
como un completo tonto. Ambas, Marina y yo, ahora tenemos en
nuestro poder unos teléfonos satelitales, demasiado voluminosos
como para ser accesorios de moda, así que los almacenamos con el
resto de las provisiones. Este equipo llegó gracias al Gobierno de
los Estados Unidos, o al menos gracias al grupo rebelde con el que
Walker tiene conexiones. Adam y Malcom revisaron los teléfonos
y nos aseguraron que no estaban intervenidos.
—Sí, sí, —Respondo—. Tú también, John. Mantente en
contacto. Mantente con vida.

—Y cuida de todas nuestras cosas —Nueve refunfuña. Él


estaba a pocos pasos, viendo el desastre en el Cofre de Marina,
con el ceño fruncido—. Quiero algunas de esas joyas, si es posible.
Ya sabes, para después. Necesito comprar un nuevo lugar para
vivir gracias a mi cuidador de casa de mierda de por aquí.

Le disparo una mirada a Nueve.

—¿En serio ahora?

Él se encoge de hombros.

—¿Qué? Tienes que pensar a futuro.

Marina levanta la vista de su Cofre y, suspirando, le lanza a


Nueve un par de guantes oscuros.

—Toma. Nunca entendí qué debo hacer con ellos.

—Genial —dice Nueve y se los pone de inmediato.


Flexiona los dedos dentro del material que parece cuero, y luego
golpea violentamente con sus palmas a John—. ¿No sientes nada,
amigo?
John ignora a Nueve, mirando a Marina

—¿Estamos seguros que no son importantes? ¿Y si son una


piedra Fénix?

—Son guantes, Johnny —dice Nueve, sin quitárselos—.


¿Has oído hablar de un antiguo ritual que consista en enterrar un
par de elegantes guantes de cuero tipo trasero? Vamos.

John sacude su cabeza, dándose por vencido. Sus ojos se


detienen sobre las cenizas de Henri hasta que Marina cierra su
Cofre, y luego su mirada se desplaza hacia el Skimmer.

—Ojalá pudiera ir contigo. Me gustaría estar ahí para...


para las dos.

El cuerpo de Ocho ya está a bordo del Skimmer, firmemente


atado a uno de los asientos.

—Luego —dice Marina, estirándose y apretando la mano


de John. Ella comienza a caminar con mucha tristeza, como todos
lo hacemos, pero poco a poco estoy viendo señales de como la
vieja Marina está derritiendo suavemente todo ese hielo, Ocho lo
entendería. Una vez que hayamos ganado, ya habrá tiempo para
presentar nuestros respetos apropiadamente. Juntos, todos
nosotros.

Nueve para de jugar con sus nuevos guantes y se pone


serio por un momento, mirando a Marina.

—Me gustaría —dice.

—¿Lista? —Le pregunto a Marina.

Ella asiente con la cabeza y utiliza su telekinesis para hacer


flotar su Cofre a la entrada del Skimmer.

—Manténganse a salvo, todos.

Uno por uno, Marina abraza a los chicos, y yo hago lo


mismo. Sam es el último para mí, y cuando él me envuelve en un
abrazo, tengo la misma sensación que tuve antes, cuando todos
estábamos reunidos en los túneles Mogadorianos, que todos nos
están mirando y riéndose sobre lo preciosos que nos vemos juntos.
Eso me enfada un poco, pero antes de poder percatarme de que
nuestro abrazo fue más largo que el de los otros, nuestros amigos
se han desplazado unos cuantos pasos, como si quisieran darnos
un momento a solas.
—Seis —dice Sam silenciosamente contra mi oído, y me
hago hacia atrás lo suficiente como para mirarlo,
interrumpiéndolo.

—No hagas de esto algo más raro, Sam —le susurro,


mientras pongo un mechón de mi cabello detrás de mí oreja,
mirando disimuladamente a los demás.

Así que, pasamos la noche juntos. Tal vez esa no fue la


jugada más inteligente de mi parte. Amo a Sam, a mi manera,
pero no quiero darle falsas esperanzas o herir sus sentimientos.
Todavía no estoy entusiasmada con la idea de tener algún tipo de
relación hasta que todo esto termine, especialmente si las cosas se
ponen estúpidas y complicadas como el hablar con John después
de un coqueteo. Pero, después de todo lo que pasó en Florida, yo
necesitaba algo bueno para un cambio, algo cálido y seguro, algo
que se acercara a lo normal, y ese es Sam. Pensé que entendía que
yo no quería entrar a algún estilo tonto como John y Sarah, con
estrellas cruzándose como amantes, o cosas como esas. Pero aquí
estamos, teniendo un momento así, y yo estoy tratando de ser
franca, pero tampoco estoy exactamente botándolo.

—Yo no haré nada —dice Sam, acercando su rostro hacia


mí—. Yo solo… no entiendo por qué no puedo ir contigo.
—Estarás mejor aquí, con tú padre —le digo—. Y tendrás
que mantener a John y a Nueve a raya.

—La última vez que fui en una misión con John, él me dejó
dentro de una montaña —dice Sam—. Vamos, Seis. ¿Qué pasa de
verdad?

Suspiro, al mismo tiempo que quiero estrangularlo y


besarlo. Por un segundo, no estoy segura qué instinto ganará.
Quiero algo más con Sam, creo. Con el tiempo. No quiero pensar
en ello ahora mismo. Anoche fue una cosa, pero ahora he vuelto
para pelear en una guerra.

—No quiero distracciones, Sam ¿De acuerdo?

—Oh, —dice, como si hubiera asesinado su orgullo—.


Crees que tendrás que mantenerme a salvo de los Mogs o impedir
que yo pise alguna trampa antigua Maya o lo que sea. Porque
pensé que estábamos más allá de eso. Yo puedo cuidarme solo,
Seis. Y sé que te disparé accidentalmente una vez en el
entrenamiento…

Lo beso. En su mayoría sólo para callarlo e ilustrar mi


punto, pero también porque simplemente no puedo evitarlo.
Oigo a Nueve hacer un ruido oww a un lado y hago una
nota mental para matarlo la próxima vez que pueda.

—Esa es la distracción de la que te estoy hablando —digo


tranquilamente, mi cara todavía está cerca de la suya.

Sam se sonroja otra vez, y su boca sigue trabajando como si


él quisiera decir algo más. Es probable que esté tratando de llegar
a alguna forma suave de decir adiós, pero estoy harta de estos
momentos interminables, así que tomo una última mirada de su
dulce cara estupefacta, y me aparto. Unos segundos más tarde,
estoy en el asiento del Skimmer junto a Adam, ignorando la ceja
levantada y la sonrisa de Marina.

—¿Nos vamos? —Pregunta Adam.

Ambas asentimos y Adam aprieta algunos interruptores, él


maneja los controles del Skimmer con mucha más confianza que
yo. A medida que poco a poco nos vamos levantando, miro por la
ventana para ver a Sam y a los otros por debajo, diciéndonos
adiós. Me pregunto si mi vida volverá a estar sin estos momentos,
sin las despedidas dolorosas antes de que todos nos vayamos a
arriesgar nuestras vidas. John siempre habla de cuánto no puede
esperar para tener una aburrida vida normal, pero ¿yo sería feliz
así? A medida que ganamos altitud, los árboles se mueven debajo
de nosotros, y pienso en Sam. Si no fuera por esta guerra, y el caos
constante, nunca nos habríamos conocido. ¿Qué sería de nosotros
sin la amenaza de destrucción Mogadoriana?

Me gustaría saberlo.
Capitulo
Diecinueve
Nueve se inclina sobre MI para poder ver bien a Sam, y poder
decirle en un susurro.

—Muy bien, amigo. ¿Qué pasa contigo y con Seis?

Sam mira fijamente hacia la ventana de la camioneta.

—¿Qué? Nada.

—Psshh —bufa Nueve—. Vamos, hombre. Es como un viaje


de cuatro horas hasta Nueva York. Tienes que darnos algunos
detalles.

Frente a nosotros, en el asiento del pasajero, la agente


Walker se aclara la garganta.

—Me parece fascinante la vida sexual de los adolescentes,


pero tal vez podríamos utilizar este tiempo para repasar nuestros
parámetros de funcionamiento —dice ella secamente.
—Estoy de acuerdo —digo, mientras empujo a Nueve de
regreso a su asiento para que ya no pueda seguir intentando
molestar a Sam—. Tenemos que centrarnos en la misión.

Nueve me frunce el ceño.

—Muy bien, John. Voy a centrar mi trasero por el resto de


este viaje en coche.

—Bien.

Sam me ofrece una sonrisa y un guiño en señal de


agradecimiento. Una parte de mí realmente cree que deberíamos
pensar en las situaciones imposibles a la que nos enfrentamos,
pero otra parte de mí simplemente no quiere escuchar ningún
detalle acerca de Sam y Seis. Me alegro por ellos, supongo. Me
alegra que encontraran consuelo estando juntos. Pero no puedo
superar la sensación de que Sam va a terminar con el corazón roto.
Recuerdo en mi visión del futuro, la manera en que Sam gritó
justo antes de que los Mogadorianos ejecutaran a Seis. Tal vez por
eso me da la sensación de hundimiento sobre que esto va a
terminar mal.

O tal vez es que estoy celoso. No porque Sam esté con seis,
es más por el hecho de que el amor de mi vida está a kilómetros de
distancia. Por supuesto, no hay manera alguna de expresar esto
delante de Nueve o Walker y del conductor del FBI que estaba
manejando en silencio el coche

—Sí, tenemos que centrarnos en la misión.

Manejamos hasta la I-95, desde Washington a Nueva York.


Malcom se quedó atrás en Ashwood Estates para terminar de
revisar los archivos Mogadorianos, esperando que aparezca otra
cosa que pueda ser útil. La gran mayoría de agentes renegados de
Walker también se quedaron atrás. Ellos retendrían el fuerte,
usándolo como una base de operaciones para coordinar sus
esfuerzos y socavar a los Pro-Mogs.

Todavía no confío enteramente en la gente de Walker, y


probablemente nunca llegaré a ese nivel después de todo lo que el
gobierno nos hizo pasar, así que también dejé a las cinco
Chimæras restantes con órdenes de proteger a Malcom a toda
costa. Además de Walker y nuestro conductor, hay otro
TODOTERRENO lleno de agentes siguiéndonos por detrás. Eso
hace un total de seis agentes, además de mí, Nueve y Sam. No hay
muchos para ser un ejército. Pero, la guerra aún no ha empezado.
Y tal vez, si todo va según mi plan, no empezará en lo absoluto.

—El Secretario de defensa Sanderson se hospeda en un


hotel en el centro de Manhattan, cerca de la ONU —dice Walker.
Ella mira su teléfono, en el que ha estado escribiendo toda la
mañana—. Tenía un lugar en su equipo de seguridad, pero...

—¿Pero, qué?

—Que fueron retirados esta mañana —responde Walker—.


Todos sus escoltas, fueron reemplazados por un nuevo equipo.
Tipos pálidos con gabardinas oscuras. ¿Les suenan familiares?

—Mogadorianos —dice Nueve, chocando su puño contra su


palma—. Mantienen a sus políticos seguros como a animales
domésticos antes de su gran discurso.

—Creo que en realidad esto funcionará en nuestro beneficio


—dice Walker, mirándome—. Mi gente no está ansiosa de luchar
para hacerse un camino hasta Sanderson. Es decir, algunos de
estos chicos solo están haciendo su trabajo.

—Sí, nosotros no tenemos el hábito de luchar contra


cualquiera como los seres humanos —digo, dándole a Walker una
mirada mordaz—. A menos que ellos lo hagan.

—Entonces, ¿ese es todo el plan? —Sam le pregunta,


escéptico—. ¿Vamos a su hotel, luchamos contra un montón de
Mogs y luego matamos a este tipo Sanderson?

—Sí —Responde Walker.


—No —digo.

Todo el mundo me mira. Incluso nuestro conductor me


mira por el espejo retrovisor.

—¿Qué quieres decir con ese no? —Walker pregunta, con


las cejas levantadas—. Pensé que estábamos claros en esto.

—No vamos a matar a Sanderson —le digo—. No luchamos


contra humanos. Te aseguro que nosotros no lo mataremos.

—Chico, yo seré quien presione el gatillo si me llevas


delante de él —responde Walker.

—Tú puedes arrestarlo, si quieres. —Respondo—. Y acusarlo


de traición a la patria.

—La pena por traición es la muerte —Exclama Walker,


sonado exasperada—. De todos modos, sus compinches, los
ProMogs, no permitirán que lo arrestemos. ¿Y tú realmente crees
que algo en los tribunales va a importar una vez que Setrákus Ra
está aquí?

—Tú lo has dicho —respondo—. Setrákus Ra es importante.

—Cierto, en lugar de Sanderson, son ustedes los que van a


estar allí para darle la bienvenida en la ONU. Le mostraremos al
mundo la diferencia entre los extraterrestres buenos y los
extraterrestres malos. Mientras tanto, detrás de escena, mi gente
desmantelará los ProMogs. —Walker frota sus sienes—. Ya tengo a
otros agentes en posición. Al mismo tiempo que sacamos a
Sanderson, una docena de otros voluntarios traidores harán de los
Pro-Mogs…

La interrumpo.

—Si vas a hablarme de más asesinatos, no quiero saber.

Nueve levanta la mano.

—Yo quiero saber.

—Eso no es lo que hacemos, Walker —continúo—. No es lo


que somos.

—Niño, si quieres correr la voz acerca de los Mogs, tarde o


temprano vas a tener que ensuciarte las manos.

—Y, ¿qué pasa si Sanderson hace correr la voz por


nosotros?

Walker me mira con sus ojos entrecerrados.

—¿De qué estás hablando?


—Él estará dando un discurso en la ONU, ¿verdad? Va a
hablar por Setrákus Ra, diciéndole a la humanidad que es seguro
darle la bienvenida a la flota Mogadoriana. —Me encojo de
hombros, tratando de parecer indiferente sobre eso, confiando en
mi plan—. Tal vez él pueda dar un discurso diferente. Tal vez
pueda lanzar una advertencia.

—¿Estás hablando de convertirlo? —Exclama Walker—.


¿Estamos al final del juego? Esos ya no es una opción.

—No lo creo —respondo, mirando de derecha e izquierda a


Nueve y Sam—. Mis amigos y yo somos muy persuasivos.

—Sí —Salta Nueve, sonriéndole con fiereza a Walker—.


Estoy convencido como el infierno.

Walker me mira fijamente por un largo momento, entonces


se gira y vuelve a escribir sus mensajes codificados en su teléfono

—No me di cuenta de que estaba haciendo equipo con unos


extranjeros hippies pacifistas —ella suspira—. Bien. Si puedes
hablar con Sanderson y cambiarlo de lado delante de la ONU,
adelante. Pero si no me convences, yo le disparo.

—Seguro —Le respondo a Walker—. Estás a cargo.


Paramos en una gasolinera de Nueva Jersey para llenar los
todo-terrenos. Cada vez que tengo unos minutos a solas, siempre
decido que es un buen momento para comprobar cómo está Sarah.
Tomé mi teléfono y deambulé por el estacionamiento. Mientras lo
hago, puedo sentir los ojos de Walker clavados en mi espalda.

—¿A dónde vas? —Ella grita detrás de mí.

—A llamar a mi novia —le digo, levantando el teléfono—.


¿La recuerdas? Tú la detuviste ilegalmente una vez.

—Oh, genial —Responde Walker. Entonces le oigo


murmurarle al conductor—. Dependemos de un puñado de
adolescentes calientes para salvar al mundo.

Nosotros somos mejores que la gente como Walker, creo,


pero pretendo no haber escuchado su comentario sarcástico.

El teléfono suena cinco veces, cada tono hace que mi


corazón palpite más rápido, cuando Sarah contesta, evitando por
poco que sonara al correo de voz.

—Antes que nada —Empieza ella, sin siquiera saludar, con


voz temblorosa—, sólo quiero que sepas que estoy bien.
—¿Qué pasó? —Pregunto, tratando de mantener esa
primera sensación de pánico en mi voz. Puedo escuchar el ruido
del tráfico de fondo. Sarah está en un coche en movimiento.

—Fuimos a buscar provisiones y tuvimos un encuentro con


algunos Mogs —dice Sarah, aun recuperando su aliento—. Creo
que de alguna manera, nos localizaron, no están muy felices por lo
de Ellos Caminan Entre Nosotros. No te preocupes, estamos todos
bien. Bernie Kosar se encargó.

—¿Están seguros?

—Pronto lo estaremos —Responde—. El amigo hacker de


Mark, GUARD nos dio indicaciones para llegar a su base de
operaciones en Atlanta.

Mark nos dio algunos detalles acerca de GUARD en uno de


sus correos a Sarah. Es otro adicto a la conspiración, como uno de
esos tipos de la antigua versión de Ellos Caminan Entre Nosotros.
Pero es también un excelente hacker y, según Mark, tiene acceso a
una cantidad sorprendente de información. Me pone un poco
nervioso el que Sarah y Mark se dirijan a encontrarse con él sin
conocer su identidad.

—¿Qué sabe Mark acerca de este tipo? —Pregunto.


Sarah le repite mi pregunta a Mark. No puedo distinguir su
respuesta sobre todo el ruido de la carretera.

—Mark dice que probablemente es un nerd escondido en el


sótano de su madre —Sarah repite secamente—. Pero que es un
"tipo sólido" y que podemos confiar en él.

Pongo mis ojos en el informe de Mark.

—Eso es alentador. Pero por si acaso, te enviaré un mensaje


con la ubicación de un lugar seguro. Es una base en Washington
de la que nos adueñamos, está cargada con tipos del gobierno que
están de nuestro lado. Si necesitan un lugar donde ir, ustedes
podrían dirigirse allí.

Oigo dos motores volver a la vida detrás de mí. Me doy la


vuelta para ver a todos los agentes de Walker amontonándose en
los coches. Nueve y Sam siguen de pie fuera de nuestro
todoterreno, esperándome. Nueve hace un movimiento impaciente
para que vuelva.

—¿Qué está pasando allí? —Pregunta Sarah—. ¿Estás en


camino de hacer algo estúpido, para, posiblemente, salvar el
mundo?

—Más o menos —Respondo, permitiéndome una débil


sonrisa—. ¿Tienes los documentos que te envíe?
—Sí —Responde Sarah—. Tendremos oportunidad de
subirlos una vez que estemos en Atlanta.

—Perfecto. Tengo la sensación de que Ellos Caminan Entre


Nosotros está a punto de conseguir más hits. —Me detengo,
renuente a colgar el teléfono—. Los demás me están esperando.
Me tengo que ir.

—Mark dice que patees algunos traseros. Y te amo —Sarah


se encuentra a si misma riéndose—. Mark no dijo esa última parte.
Esa fue mía.

Nos despedimos y me quedo con ese mismo sentimiento de


nostalgia mezclada con temor que tengo después de cada una de
estas conversaciones telefónicas. Camino a la camioneta. Todos los
demás ya están dentro a excepción de Sam.

—¿Así que estás poniendo todos los documentos de Walker


en Ellos Caminan Entre Nosotros? —Pregunta Sam—. Es una
buena idea. Como la propaganda anti-Mogadoriana.

—Lo que es, es una idea desesperada —digo


sombríamente—. Nadie va a estar buscando información mientras
bombardean sus ciudades.

—Es una idea reconfortante —me responde Sam,


frunciendo el ceño—. Pero en serio, es un montón de lectura
pesada. Si quieres que la gente este de nuestro lado, no sólo
deberías hablarles sobre los Mogadorianos. Tú no deberías estar
tratando de asustar a la gente. Ya van a estar bastante asustados
viendo las cosas como son. Tienes que darles alguna esperanza.

—¿Qué sugieres?

Sam lo piensa un segundo y luego se encoge de hombros.

—Todavía no lo sé. Ya se me ocurrirá algo.

Asiento con la cabeza y le doy una palmadita en el hombro a


Sam, los dos nos subimos de nuevo al coche. Yo sé que él está
tratando de ayudar, y es por eso que no le digo todo lo que
ocurre...

—Podría ser demasiado tarde.

Llegamos a Nueva York una hora más tarde. Nunca he


estado aquí antes y tampoco Nueve o Sam. Ojalá nuestra visita
fuera bajo otras circunstancias. Nos movemos a lo largo en el
tráfico pesado por un cañón de rascacielos, me encuentro
estirando el cuello para mirar por la ventana. Chicago es una
ciudad enorme, pero los peatones siempre se empujan
frenéticamente en las aceras, aquí es algo completamente distinto.
Hay señales intermitentes con publicidad de espectáculos en
Broadway, taxis amarillos entran y salen del tráfico, un zumbido
de actividad en nuestro alrededor.

Estas personas no tienen ni idea de lo que está en camino.

Mientras manejamos lejos de la zona residencial hacia el


hotel de Sanderson, pasamos a un hombre vistiendo un sombrero
vaquero y en ropa interior, tocando una guitarra acústica para una
multitud de turistas. Nueve bufa.

—Mira esto —dice, sacudiendo la cabeza—. Esa mierda no


volaría en Chicago.

Me inclino hacia adelante para llamar la atención de


Walker.

—¿Estamos cerca?

—Unas cuadras más —responde ella.

Me agacho para asegurarme de que mi puñal Loriense


todavía está bien sujeto a mi pierna. También toco mi muñeca,
como un reflejo diciéndome que busque mi pulsera escudo,
excepto que se ha ido, está destruido por el General.

—¿Oye, cuántos Mogs deberíamos estar esperando en la


escena? —Le pregunto a Walker.
—Una docena. Tal vez más.

—Eso no es nada —dice Nueve, tirando de los guantes que


Marina le dio. Él aprieta los puños y a unas pulgadas de distancia
de él, temen que él vaya a desencadenar accidentalmente algún
tipo de arma. Afortunadamente, no sucede nada.

—¿Tú los usarás en la pelea? —Le pregunta Sam, mirando a


Nueve con incredulidad—. No sabes lo que hacen.

—¿Qué mejor manera de descubrirlo? —Responde Nueve—.


Hombre, estas cosas Lorienses, funcionan de tal manera que no te
ayudan hasta que te has rendido a ellas.

—O tal vez sólo son para mantener las manos calientes. —


Sugiere Sam.

—Eso sí, no hagas nada estúpido —le digo a Nueve. Él me


mira fijamente, con una expresión mortalmente sería.

—No lo haré, John —dice—. De verdad. Ahí puedes confiar


en mí.

Puedo decir que Nueve sigue llevando alrededor todo lo que


pasó en Florida y está ansioso por probarse a sí mismo. Asiento
con la cabeza hacia él, sabiendo que no quiere hacer un alboroto.
Me alegro que cuide de mi espalda.
Walker se da vuelta para mirar a Sam.

—Estos tipos disparan bolas de fuego y, aparentemente,


tienen guantes mágicos. Pero, ¿Y tú, qué puedes hacer?

Sam parece momentáneamente desconcertado, y me doy


cuenta que empieza a tocarse las cicatrices quemadas en sus
muñecas. Después de pensarlo un momento, él ve a Walker a los
ojos.

—Probablemente he matado a más Mogs que usted, señora


—responde Sam.

Nueve me codea, y yo no puedo evitar sonreír. Para su


crédito, en realidad parece ser la respuesta que Walker esperaba.
Ella abre la guantera, saca una pistola enfundada y se la da Sam.

—Bueno, yo estoy oficialmente armando a un menor de


edad —dice ella—. Has que tu país se sienta orgulloso, Samuel.

Un minuto después, nuestro chofer se detuvo al lado de una


de las cuadras más silenciosas de Manhattan, Doublé Parking. El
otra todoterreno se detiene detrás de nosotros. Al otro lado de la
calle y de la cuadra está la entrada de un hotel de lujo. Hay un gran
toldo al frente y una alfombra roja, un lugar para entregar las
llaves de su coche a un valet y dejar caer sus maletas a uno de los
carritos de equipaje. Pero no hay ninguna actividad fuera del
hotel. No hay turistas paseando por la acera, no hay valets
esperando propinas. No hay nada. Todo ha sido quitado o
asustado por el trío de mogadorianos de pie resguardando la
puerta, sus abrigos están descaradamente abiertos para revelar las
pistolas que cuelgan de sus cinturones.

Es como si ya ni siquiera se molestaran en ocultarse.

—Queremos hacerlo rápido y limpio —nos dice Walker,


encorvándose bajo su asiento para que podamos mirar a los Mogs
en el espejo retrovisor—. Acabar con los Mogs y llegar a Sanderson
antes de que puedan enviar una alarma, por radio en busca de
apoyo, o sea lo que sea.

—Lo tengo —Respondo rápidamente. Me pongo la capucha


de mi sudadera para esconder mi cara—. Hemos hecho esto antes.

—Deja que mi gente maneje esto. —Dice Walker—.


Tenemos algunas placas, tal vez los confundamos. Entonces
ustedes los golpean.

—Entiendo, ustedes los distraen —dice Nueve—. Pero


entonces salen de nuestro camino.

Walker toma un walkie-talkie y radios para los agentes en el


segundo coche.
—¿Están listos?

—Afirmativo —Responde una voz masculina—. Vamos a


hacerlo.

—Aquí vamos —dice un muy entusiasmado Nueve,


mientras aplaude con sus manos enguantadas. —

La conmoción que provoca el sonido que detonan las


manos de Nueve cuando él aplaude no es un estruendo muy
fuerte, pero definitivamente fue cercano. Fue como un trueno en el
asiento trasero; todas las ventanas del todoterreno explotan hacia
afuera, incluso el coche rebota unos cuantos centímetros en el aire.
La todoterreno de detrás de nosotros no está mucho mejor,
también se rompieron sus ventanas, pero hacia adentro, rociando
a los agentes acurrucados dentro. Las ventanas de los escaparates
cercanos, también se rompen, y un paso peatonal es golpeado por
un claro de pies. A mi lado, Sam está apretando los costados de su
cabeza, parece aturdido. Durante los primeros segundos, no puedo
escuchar mucho, excepto un pitido bajo, que pronto me doy
cuenta que son alarmas de los coches de arriba y abajo de la
cuadra. Me dirijo hacia nueve, con los ojos abiertos, y lo atrapo
mirando sus manos enguantadas, también con los ojos abiertos.
No puedo escuchar lo que dice, y yo no sé mucho sobre leer labios.

Pero estoy muy seguro de que dijo:


—¡Vaya!

En la entrada del hotel, un mogadoriano está sobre sus


rodillas, agarrándose la cabeza. Los otros dos están apuntando
hacia la todoterreno y levantando sus pistolas.

Mucho para el elemento sorpresa.

Capitulo
Veinte
Con la intensidad con la que zumban mis oídos, realmente
no puedo escuchar la primera descarga de fuego del desintegrador
mogadoriano, pero sí lo siento. El todoterreno se balancea hacia
un lado cuando los irregulares rayos de energía se cortan a través
de los paneles antibalas del coche.

Walker se acurruca detrás de una puerta para cubrirse,


manteniendo la cabeza hacia abajo. Nuestro conductor no es tan
afortunado, una explosión que viene chisporroteando por la
ventana, lo golpea en un lado de su cuello. Su piel resulta
gravemente quemada e inmediatamente empieza a convulsionar.

—¡Ve! —Grito, incapaz de oírme a mí mismo, y no estoy


seguro de si alguien más puede hacerlo—. ¡Ve!

Nueve desgarra, literalmente, la puerta del todoterreno. A


medida que se baja del coche, mantiene la puerta frente a él,
usándola como escudo para absorber el fuego de los Mogs.
Me lanzo hacía el asiento delantero y presiono mis manos
en la herida del agente del FBI causada por la explosión, dejando
que mi cálida energía curativa fluya en él. Poco a poco, la lesión
comienza a cerrarse por sí sola, y sus convulsiones se detienen. El
agente me mira con ojos amplios pero agradecidos.

Siento un movimiento a mi izquierda y volteo mi cabeza.


Fuera de la ventana del lado del conductor está el peatón que fue
derribado cuando el trueno de Nueve se apagó. Ella es una chica
guapa, de edad universitaria y grandes ojos marrones. Se ve
conmocionada y parece estar paralizada en su lugar –excepto que
ella no esta tan aturdida como para fallar al sacar su teléfono de su
bolso. Ella acaba de filmarme sanando las heridas de nuestro
conductor, y ahora estaba filmando mi cara mientras le gritó que
corra.

Otra descarga de fuego del desintegrador Mog rebota sobre


el capó de nuestro todoterreno, casi golpeando a la chica. Sam
salta desde el asiento trasero y la agarra. La arrastra más abajo en
la acera, y la pone a cubierta detrás de algunos coches aparcados.
Meses antes, mi cara en un video después de haber usado mis
legados habría sido un desastre. Pero ahora, ni siquiera me
importa. Sin embargo, no podemos dejar que más personas
inocentes vaguen en nuestra zona de guerra.

—¡Gira el coche! —Le gritó en el oído a nuestro conductor,


no estoy seguro de que pueda oírme, así que hago un movimiento
de tomar un volante con mis manos—. ¡Bloquea la calle!

Él lo entiende y se desvía hacia fuera. Puedo oler la goma


quemada, pero no consigo escucharla claramente. Pone el auto
aparcado perpendicularmente en medio de la carretera,
bloqueando el tráfico.

Salto del todoterreno y me vuelvo hacia el hotel justo a


tiempo para ver como un guerrero Mogadoriano es cortado a la
mitad y convertido en polvo por la puerta de nuestro coche, que
Nueve lanzó mediante el estilo de disco de aire.

Mientras tanto, los agentes del segundo coche han logrado


reponerse. Al ver nuestra maniobra, su conductor pone su
todoterreno en reversa y rápidamente bloquean el acceso a la
carretera desde la otra dirección. Entonces, saltan fuera, usando
su todoterreno para cubrirse, y devuelven el fuego a los
Mogadorianos restantes. Sus disparos son apenas audibles dentro
de mis oídos dañados.

Uno de los Mogs se desploma gracias a un buen ubicado


disparo en la frente. Superado en número, el Mog restante se
escabulle por la puerta del hotel para esconderse. Extiendo la
mano con mi telekinesis, y tomó un carrito de equipajes
estacionado detrás del Mog y jalo hacia adelante para que agarre la
parte trasera de sus piernas. Cuando él tropieza fuera de la puerta,
los agentes de Walker lo iluminaron.

Nueve me mira, de nuevo y yo asiento. Juntos, nos


apresuramos hacia la entrada. Miro por encima de mi hombro
para chequear a Sam y lo veo todavía hablando con esa
espectadora, señalando enfáticamente a su teléfono celular. No
hay tiempo para preocuparnos por eso ahora.
Adentro, el vestíbulo del elegante hotel está completamente
desierto, –a excepción del asustado empleado que se ha encogido
detrás de la recepción. Más allá de las columnas de mármol y
sillones de cuero de la sala de espera, están los elevadores.
Curiosamente, dos de los tres elevadores están fuera de servicio, y
el tercero sobresale al nivel del penthouse. Los Mogs podrían no
haber estado esperado un asalto, pero definitivamente tomaron
precauciones.

En un momento de descanso, presiono mis manos en los


lados de mi cabeza y dejo que un poco de la energía curativa fluya
en mis oídos. Ellos explotan y crujen, pero el sonido vuelve
lentamente, como un control de volumen, en mi cabeza va
aumentando gradualmente. Desde afuera, puedo oír las sirenas,
neumáticos chirriando, y a la gente de Walker gritándole a la
policía local que se quedara atrás. Nuestro plan de hacer esto
encubiertamente ya está arruinado, ahora solo tenemos que ser
rápidos.

Agarro a Nueve antes de que pueda llegar a los ascensores,


y pongo mis manos a un lado de su cabeza, curándolo también.
Cuando termino, sacude su cabeza hacia adelante y atrás, como si
estuviera tratando de sacar agua de su oído interno.

—Eres un idiota —Le digo.

Nueve sacude sus guantes sonoros delante de mi antes de


meterlos en su bolsillo trasero. Por lo menos ahora sabemos lo que
hacen.

Al ver que no somos pistoleros Mogadorianos, el chico de la


recepción se acerca lentamente desde su escondite. Es delgado y
de mediana edad, y por las bolsas debajo de sus ojos, se ve como si
estuviera teniendo un día terrible.

—¿Qué… Que es lo que está pasando? —nos pregunta el


recepcionista.

Antes de que podamos responder, Walker entra por la


puerta. Ella muestra al empleado su credencial y luego le grita.
—¿En qué piso está Sanderson?

El empleado mira con ojos muy abiertos a Walker hacia


nosotros y luego de regreso.

—En el penthouse. —Balbucea—. Esas… Esas cosas que


mataste están con él. Ellos limpiaron el hotel entero esta mañana,
pero me dejaron a mí y a algunos de los empleados. Y eso que yo ni
siquiera soy un gerente.

Nueve mira fijamente al recepcionista, tratando de


entender.

—¿Por qué ellos te dejarían vivo?

—Han estado pidiendo servicio de habitación —Responde


con incredulidad, y con voz chillona—. Actuando como si fueran
los dueños del lugar y nosotros sus siervos.
—A eso se le llama valentía de mierda —Dice Nueve,
sacudiendo la cabeza—. Como si ellos ya tuvieran el poder o algo
así.

Walker mira de reojo al recepcionista como si ella quisiera


estrangularlo, luego voltea hacia mí, su voz sigue increíblemente
alta.

—Maldita sea, no puedo oír a este tipo.

Levanto mis manos y las presiono sobre sus orejas.


Mientras sano a Walker, miro hacia el recepcionista.

—Deberías salir de aquí. Ve hacia afuera muy lentamente,


con las manos en alto. Enviaremos a cualquier otra persona con la
que nos encontremos.
El recepcionista asiente en silencio, y empieza a caminar
lentamente hacia la salida, con sus manos levantadas sobre su
cabeza.

Walker retira mis manos tan pronto como sus oídos están
de vuelta.

—¿Qué es lo que ha dicho?

—Él dijo que nosotros vamos a tener que subir —Respondo,


apuntando hacia el elevador.

—En realidad. —Dice Nueve—. Ellos van a bajar.

El único elevador del hotel que funciona ha empezado a


descender, marcando las pequeñas luces de los pisos de encima.
Enciendo mi Lumen, la presión de las llamas se siente bien.
Walker ajusta el agarre de su pistola.
—Tranquilos, Chicos —Dice Nueve—. Lo tengo controlado.

Nueve recoge uno de los sofás de cuero y lo sostiene como


un ariete. Walker y yo nos hacemos a un lado, dejándole espacio.
Cuando el elevador suena y las puertas se deslizan, los cuatro
Mogadorianos enviados abajo para reforzar a los que ya habíamos
derrotados son recibidos por el grito de Nueve y por un sofá que es
empujado hacia ellos. Uno de ellos logra colocarse encima un
desintegrador de fuego láser, pero este chisporrotea
inofensivamente contra el piso. La unidad entera se fija en el
interior del elevador. Los Mogs son violentamente aplastados bajo
el peso de Nueve. Walker se lanza fácilmente alrededor de Nueve y
liquida a los Mogs con su arma de fuego.

—Eso todavía no compensa toda la cosa del guante —le digo


a Nueve cuando el arroja sin esfuerzo el respaldo del sofá en el
vestíbulo.

—Vamos —reclama Nueve, sonriendo abiertamente—. Fue


un accidente.
—¿Hay otros aparatos extraterrestre del que tenga que ser
consciente? —Walker nos pide que entremos dentro del elevador y
presiona el botón para la planta superior.

—Bueno, está esto —Replica Nueve, y tira de una cadena de


tres piedras de color verde esmeralda de su bolsillo. Recuerdo esa
cosa de hace tiempo, cuando Nueve lo lanza, la cadena crea un
vacío en miniatura, absorbe lo que sea que este cerca y luego lo
escupe violentamente. Él debe haberlo sacado de su cofre antes de
entregar el resto de su herencia a Marina y Seis.

—¿Qué hace eso? —Pregunta Walker.

—Ya lo verás —Replico, mirando a Nueve—. ¿Sabes que


habrá más esperando por nosotros fuera del elevador, verdad?

—Es lo que pensaba —Replica, sonriendo.


Pongo a Walker cerca, de modo que seamos presionados
contra un lado del elevador, justo del lado de los botones. Nueve se
cubre contra la pared de enfrente, balanceando perezosamente su
cadena de piedras como un aviso.

—Tal vez necesites aferrarte a mí —Le digo a Walker—. Ya


has visto como es Nueve con los artefactos.

—¡Hey! —Dice Nueve, herido—. Realmente sé cómo


funciona este.

Segundos más tarde, las puertas del elevador se abren y una


descarga de fuego martilla la pared trasera del elevador, los Mogs
aquí adoptan una estrategia de disparar primero y preguntar
después. Sin dejar su cabeza al descubierto, Nueve lanza la cadena
de piedras fuera del elevador.

Me imagino al arma de Nueve trabajando como lo hizo


antes en la cabina, las perlas flotando en un círculo perfecto,
girando lentamente hacia adelante, absorbiendo cualquier cosa en
su camino. Puedo escuchar el silbido del aire, seguido de los gritos
de los Mogadorianos, y una gran cantidad de disparos inútiles.
Cristales rotos cuando las fotografías enmarcadas son arrancadas
de las paredes del pasillo, los pedazos absorbidos por el vacío en
miniatura.

Nueve chasquea los dedos y todo lo que el vacío recolectó es


escupido hacia fuera. Violentamente expulsado por la absorción,
un Mogadoriano viene volando hacia el elevador. Su cabeza golpea
fuertemente contra la pared trasera del elevador, su cuello se
rompe. Afuera, todo está tranquilo.

Cuando termina, saco mi cabeza fuera de las puertas. El


aire está lleno de partículas de polvo arremolinándose, que
podrían ser los restos de los Mogadorianos. Un desintegrador que
de alguna manera aun traquetea estrepitosamente desde el techo
hasta el suelo. Aparte de eso, la única cosa en el pasillo es un
carrito del servicio de habitación que parece haber pasado a través
de un triturador. Hay solo una puerta al final del corto pasillo. La
que lleva al penthouse, y ahora la mitad de sus bisagras están
rotas.
—¿Qué demonios fue esa cosa? —Pregunta Walker con
incredulidad.

—Los Mogs no son los únicos con armas pateadoras de


traseros —Dice Nueve, recogiendo la cadena de piedra, de
apariencia inofensiva, de donde aterrizó en el suelo.

—No te hagas ilusiones —Le digo a Walker cuando la atrapo


estirando el cuello para conseguir un vistazo de las piedras—.
Nuestra tecnología no está en venta.

Walker me frunce el ceño.

—Si, bueno, a juzgar por esa mierda con los guantes, tú no


sabes cómo funciona de todos modos.

Desde la puerta rota de adelante, oigo el ruido del televisor.


Está dedicado a mostrar las noticias por cable, pienso, alguna
cabeza habladora divagando acerca de los precios de las acciones.
Aparte de eso, el pasillo está totalmente tranquilo. No hay ninguna
señal de más Mogadorianos. Aun así, avanzamos cautelosamente
hacia la puerta del penthouse.

Receloso de una emboscada, tiro la puerta con mi


telekinesis antes de estar demasiado cerca. Sus bisagras salen con
facilidad, y la puerta se cae haciendo un ruido sordo. El salón
interior está oscuro, todas las cortinas corridas, iluminado
solamente por el resplandor azul de la televisión.

—Pasen —Llama una voz grave desde el interior—. No hay


nadie aquí que pueda lastimarlos.

—Ese es Sanderson —Susurra Walker.

Intercambio una rápida mirada con Nueve. Se encoge de


hombros, y hace un gesto hacia la puerta. Yo voy primero, Nueve
justo detrás de mí y Walker en la retaguardia.
Lo primero que noto es un olor húmedo, mohoso, en la
habitación del hotel. Huele a podredumbre con un trasfondo de
menta. Un mapa de la ciudad de Nueva York se extiende sobre la
mesa en el comedor de la suite, notas en Mogadoriano
garabateadas en varios lugares. Al lado de la mesa hay una silla
derrumbada, como si alguien se hubiera levantado muy de prisa.
También hay cañones Mogadorianos apoyados contra una pared,
junto con algunas mochilas de lona oscuras de engranajes. Noto
un ordenador portátil, un par de teléfonos celulares, y un libro
encuadernado en cuero grueso.

Nada de eso me interesa tanto como el viejo hombre


sentado en el borde de la cama extra grande de la suite. El mira la
TV a través de la puerta abierta del dormitorio, tal vez demasiado
cansado como para caminar por sí sólo hasta la sala de estar del
penthouse.

—Maldición, amigo —Exclama Nueve, al ver a Sanderson—.


¿Qué es lo que pasa contigo?
He visto un montón de fotografías de Bud Sanderson en los
últimos días. La primera fue en Ellos Caminan Entre Nosotros,
Sanderson como un anciano con el cabello blanco, la papada y una
panza. En el sitio web, en una historia con estilo periodístico, no
pensé mucho en ello, Mark James acusó a Sanderson de usar
algún tipo de tratamiento anti-envejecimiento Mogadoriano. La
siguiente vez que vi a Sanderson estaba en el expediente de la
Agente Walker, almorzando con un disfrazado Setrákus Ra, sano y
con una salud de hierro, abundante cabello de plata peinado hacia
atrás, mirando como si fuera a correr unos cuantos kilómetros
después de su ensalada Cobb.

El Sanderson delante de mí no se parece a ninguna de esas


imágenes. Nueve y yo caminamos hacia la habitación para poder
verlo mejor, Walker continúa detrás de mí. El secretario de
defensa es un anciano frágil, su cuerpo encorvado está envuelto en
una hinchada bata de hotel. El lado derecho de su rostro se ve flojo
y colapsado, tiene caída la cuenca del ojo, y la línea de su
mandíbula desaparece bajo los pliegues de su piel suelta. Su
cabello blanco está muy afinado. Su calvicie se encarga de dejar al
descubierto un puñado de manchas de la edad. Él nos sonríe… O
tal vez es una mueca… Con sus dientes amarillos, encías retraídas.
En el cuello abierto de su bata y a lo largo de sus antebrazos, noto
unas prominentes venas descoloridamente negras.

—Número Cuatro y Número Nueve —dice Sanderson,


señalando con un dedo tembloroso a mí y luego a Nueve. El no
parece ofenderse en absoluto con la reacción asqueada de Nueve,
ni siquiera parece haberlo notado—. Sus fotografías han estado
cruzando mi escritorio durante años. Disparos furtivos a cámaras
de seguridad y cosas similares. Prácticamente los vi crecer chicos.

Sanderson suena como un nostálgico y chiflado abuelo.


Estoy completamente desconcertado. Yo había estado esperando
un exitoso político que tratara de golpearme con temas de
conversación sobre el Progreso Mogadoriano. Este tipo apenas se
ve capaz de levantarse de su cama, y mucho menos de dar un
discurso frente a la ONU.

—Y tú… —Sanderson inclina la cabeza para mirar a


Walker—. Tú eres uno de los míos, ¿verdad?
—Agente Especial Karen Walker —Replica, pasando por la
puerta—. Y no soy una de los suyos. Sirvo a la humanidad ahora,
señor.

—Bien, eso es bueno, —dice Sanderson despectivamente.


No parece ni un poco interesado en ella. La forma en la que sus
pequeños y brillantes ojos negros están posados en Nueve y en mí,
como si fuéramos sus parientes perdidos hace mucho tiempo
reunidos alrededor de su lecho de muerte, me hace sentir
seriamente incómodo. Incluso Nueve ha caído en un silencio
incómodo.

Me doy cuenta de un pequeño botiquín en la cama junto a


Sanderson. Contiene unas cuantas jeringas elegantes llenas de un
líquido oscuro que me recuerda vagamente a cuando te sacan la
sangre.

Doy un paso hacia él, con voz baja.

—¿Qué es lo que ellos te hicieron?


—Nada que no les haya pedido, —responde Sanderson,
tristemente—. Desearía que me hubieran encontrado antes, chicos.
Ahora ya es demasiado tarde.

—Como el infierno —dice Nueve.

—Incluso si me matas, no hará ninguna diferencia —suelta


Sanderson, con resignación.

—No estamos aquí para matarte —Respondo—. No sé lo que


ellos te han dicho, ni lo que han filtrado en tu mente y cuerpo,
pero no hemos terminado de pelear.

—Oh, pero yo sí —responde Sanderson, y saca una pequeña


pistola de su bolsillo delantero. Antes de que pueda detenerlo,
sostiene la pistola sobre su sien y aprieta el gatillo.
Capitulo
Veintiuno
Si hubiera tenido tiempo para pensarlo, probablemente no
habría sido capaz de hacerlo. Hay alrededor de un milímetro de
espacio entre la sien de Bud Sanderson y el cañón de su pistola. Es
en ese espacio que me las arreglo para detener la bala,
sosteniéndola con mi telekinesis. La precisión requerida me hace
gruñir del esfuerzo. Cada musculo de mi cuerpo esta tenso, mis
puños apretados y mis dedos del pie curvados. Es como si hubiera
arrojado mi cuerpo entero para detener aquella bala.

No puedo creer que haya hecho eso. Nunca hice algo tan preciso
antes.

Una quemadura en forma de anillo proveniente del cañón de la


pistola, se forma en la sien de Sanderson, pero por lo demás, la
cabeza está intacta.

Nos lleva hasta que el estallido de la pistola deje de hacer eco para
que el secretario de defensa se dé cuenta de que su intento de
suicidio no funciono. El parpadea sus ojos llorosos hacia mí, sin
entender por qué aún sigue vivo.
—¿Cómo...?

Antes de que Sanderson pueda presionar el gatillo otra vez, Nueve


se lanza y golpea el arma fuera de sus manos.

Exhalo lentamente, permitiendo a mi cuerpo estirarse.

—Eso no está bien —dice Sanderson en tono acusador, su labio


inferior tiembla mientras frota su muñeca en donde Nueve lo
golpeo—. Solo déjenme morir.

—En serio —Interfiere Walker, apretando sus manos alrededor de


su propia arma—. ¿Por qué lo detuviste? Podría haber solucionado
todos nuestros problemas.

—No hubiera solucionado nada —respondo, lanzándole una


mirada mientras dejo caer la bala inofensivamente sobre la cama
deshecha de Sanderson.
—Él tiene razón —dice Sanderson a Walker, con los hombros
caídos—. Matarme no cambiaría nada. Pero mantenerme vivo es
simplemente cruel.

—Tú no puedes decidir cuándo marcharte, anciano —digo a


Sanderson—. Cuando ganemos esta guerra, dejaremos a la gente
de la Tierra decidir cómo tratar a los traidores.

Sanderson ríe secamente.

—El optimismo de la juventud.

Me agacho para mirarlo a la cara.

—Aún hay tiempo para redimirse —digo—. Para hacer algo de


valor.
Sanderson levanta una ceja, y sus ojos parecen centrarse un poco.
Pero luego el lado derecho de su boca se inclina, y tiene que
limpiar una gota de baba con el puño de su bata. Mirando
completamente derrotado, Sanderson aparta sus ojos.

—No —dice el silenciosamente—. Creo que no.

Nueve suspira de aburrimiento y recoge el kit de jeringas


dispuestas junto a Sanderson. Estudia el químico de color
alquitrán dentro de la jeringa por un momento, luego lo agita en el
rostro de Sanderson.

—¿Qué es esta mierda que te están dando, eh? —Pregunta Nueve—


. ¿Es por esto que cambiaste al planeta?

Sanderson se asoma con nostalgia a los viales, pero luego


débilmente los empuja lejos.
—Ellos me curaron —explica Sanderson—. Más que eso. Me
hicieron joven otra vez.

—Y mírate ahora —gruñe Nueve—. Fresco como una rosa,


¿verdad?

—Sabes que su líder ha vivido durante siglos —cuenta Sanderson.


Sus ojos oscilando bruscamente entre Nueve y yo—. Claro que lo
sabes. Él nos prometió eso. Nos prometió inmortalidad y poder.

—Él mintió —digo.

Sanderson mira hacia abajo, al suelo.

—Sí.

—Patético —dice Walker. Pero el veneno se ha ido fuera de ella. Al


igual que yo, no creo que Sanderson haya resultado ser el villano
que Walker esperaba. Tal vez él fue alguna vez la marioneta
maestra de una conspiración en apoyo a los Mogs, pero a estas
alturas él ha sido completamente masticado y escupido por el
Progreso Mogadoriano. Este no es el cambio de juego que Walker
había estado esperando. Me preocupa que hayamos gastado un
pequeño y precioso tiempo de lo poco que nos quedaba.

Sanderson ignora a Nueve y a Walker. Por alguna razón, tal vez


por el hecho de que lo obligue a seguir viviendo, apela
directamente hacia mí.

—Las maravillas que tenían para ofrecer… ¿No puedes entenderlo?


Pensé que estaba trayendo una era dorada para la humanidad.
¿Cómo podía decirle no a ello? ¿A él?

—Y ahora tienes que seguir tomando esas cosas, ¿es eso? —


pregunto, mirando las jeringas que apuesto contienen algo así
como una poción genética poco natural que usan los Mogs para
hacer crecer a sus soldados desechables—. Si te detienes, te
desharás como uno de ellos.
—Suficientemente viejo para convertirse en polvo, de todos
modos. —Se queja Nueve.

—Han pasado dos días, y mírame… —Sanderson hace gestos con


su mano hacia sí mismo, a su cuerpo que se parece a una babosa
con sal vertida sobre ella—. Ellos me usaron. Dándome
tratamientos continuos a cambio de favores. Pero tú me liberaste.
Ahora finalmente puedo morir.

Nueve levanta sus manos y me mira.

—Amigo, al diablo con esto. Este tipo es una causa perdida.


Tenemos otras cosas que averiguar.

Una sensación de desesperación comienza a abrirse, en el


momento en el que el líder de Walker de la secretaria de defensa
se convierte en un hombre viejo y roto, y nos lleva más lejos de
frustrar la inminente invasión Mogadoriana. Pero no estoy
dispuesto a renunciar por el momento. Esta protuberancia sentada
frente a mi solía ser un hombre poderoso, demonios, los Mogs
tuvieron una protección especializada sobre él, por lo que todavía
lo es. Tiene que haber una manera de arreglarlo, hacer que esté
dispuesto a luchar.

Lo necesito para ver la luz.

Alguna combinación de desesperación e intuición me hicieron


activar mi Lumen. No lo subo hasta el nivel de fuego; en cambio,
produzco solamente el jugo suficiente para que un rayo de luz pura
se dispare de mi mano. Los ojos de Sanderson se ensanchan y se
retira lejos de mí, pulgadas detrás, en la cama.

— Ya te lo dije, no voy a hacerte daño —le digo, mientras me


inclino hacia él.

Alumbro con mi Lumen la parte enferma y floja de su cara,


tratando de conseguir un buen vistazo de lo que estoy tratando. La
piel esta gris y con apariencia casi muerta, finas venas de color
ceniza lo atraviesan. Las partículas oscuras bajo la piel de
Sanderson en realidad parecen flotar lejos de mi Lumen, casi
como si estuvieran tratando de cavar más profundo.

—Puedo curar esto —digo, resueltamente. No estoy seguro de que


es realmente cierto, pero tengo que intentarlo.

—¿Puedes…puedes arreglar lo que ellos hicieron? —Pregunta


Sanderson, con una nota de esperanza en su ronca voz.

— Puedo arreglarlo como era antes —replico—. No mejor, como la


forma en la que ellos prometieron. No más joven. Solo…como
debería ser.

—Las personas viejas se ponen viejas —agrega Nueve—. Tienes


que lidiar con eso.

Sanderson me mira con escepticismo. Debo sonar justo como los


Mogadorianos años atrás, cuando lo convencieron por primera vez
de unirse a su bando.
—¿Qué quieres a cambio? —Pregunta, como si un alto precio fuera
la conclusión inevitable.

—Nada —replico—. Puedes intentar quitarte la vida otra vez, no


me importa. O tal vez puedas encontrar lo que te queda de
conciencia y hacer lo correcto, dependerá de ti.

Y con esto, presiono mis palmas contra los lados de la cara de


Sanderson.

Sanderson se estremece cuando la cálida energía curativa de mi


Legado pasa a él. Normalmente, cuando utilizo mis poderes
curativos, tengo la sensación de que la lesión va tejiéndose por sí
sola juntándose de nuevo, las células se reorganizan por si mismas
bajo mis dedos. Con Sanderson, se siente como si una fuerza
estuviera empujando contra mi Legado, como si hubieran oscuras
fosas celulares en las que mi luz sanadora alumbra y luego se
precipita fuera de sus canales. Todavía siento la curación de
Sanderson, pera va lenta, y tengo que concentrarme mucho más
que lo habitual. En un momento, algo realmente chisporrotea y
explota debajo de su piel, una de sus descoloridas venas empieza a
arder, Sanderson retrocede lejos de mí.

—¿Estas herido? —Le pregunto, con falta de aliento. Mi mano


todavía posicionada al lado de su cara.

Él duda.

—No. No, en realidad se siente mejor. De alguna manera…más


limpio. Continúa.

Continúo. Puedo sentir el líquido Mogadoriano cavando cada vez


más profundo en Sanderson, retrocediendo de mi Legado.
Intensifico mi curación, persiguiéndolo a través de sus venas. Me
encuentro entrecerrando mis ojos por el esfuerzo, y el sudor frío
amortigua mi espalda. Estoy tan concentrado en vencer a la
oscuridad que detecte dentro de Sanderson que debo haber
perdido la noción del tiempo y entrado en una especie de trance.
Cuando por fin he terminado, me tambaleo hacia atrás, mis
piernas están temblorosas, y corro directamente hacia Sam. Ni
siquiera me había dado cuenta de que había venido de arriba. Él
está sosteniendo un teléfono-¿lo robo de aquella espectadora que
derribamos?-y grabando mi curación a Sanderson. Se detiene
cuando me encuentro con él, y por un momento, Sam es lo único
que me sostiene.

—Eso fue asombroso —dice Sam—. Estabas como, brillando.


¿Estás bien?

Me llamo a mí mismo con un poco de esfuerzo, pues no quería


mostrar ningún signo de debilidad frente a Walker o Sanderson, a
pesar de que me siento agotado.

—Sí, estoy bien.

Atrapo a Walker mirándome con la misma expresión de asombro


que tenía su conductor después de curarle el cuello. Sanderson,
aun sentado frente a mí, parece a punto de llorar. Las telarañas
negras que cruzaban por debajo de su piel han desaparecido; su
rostro ya no se inclina, sus músculos ya no están atrofiados. Sigue
siendo un anciano, con arrugas hundidas que recubren su cara,
pero parece un anciano real. No uno al que le han drenado poco a
poco la vida.

Él parece humano.

—Gracias —me dice Sanderson, sus palabras son apenas un


susurro.

Nueve me mira, para comprobar como estoy sosteniéndolo, luego


se vuelve a Sanderson y resopla burlonamente.

—Es todo por nada, abuelo, si es que dejas que esos “cabrones
caras pálidas de sombrero” aterricen en la Tierra.

—Estoy avergonzado de lo que he hecho. En lo que me convertí…


—dice Sanderson, con mirada suplicante y confundida—. Pero no
entiendo qué es lo que esperan que haga. ¿Dejarles? ¿Cómo puedo
yo detenerlos?

—Nosotros no esperamos que los detengas —digo—. Sólo


frenarlos. Necesitas reunir personas contra ellos. Cuando des tu
discurso de mañana en la ONU, debes dejar en claro que no se le
puede permitir a la flota Mogadoriana aterrizar en la Tierra.

Sanderson me mira fijamente, confundido, luego gira lentamente


su mirada hacia Walker.

—¿Es eso lo que te dijo tu espía? ¿Eso lo que crees que va a ocurrir
mañana?

—Sé lo que está pasando —replica Walker, no menos cáustica,


ahora que Sanderson parece estar cambiándose a nuestro bando—
. Tú y los otros líderes a los que los Mogs han sobornado se
levantaran en escena y convencerán al mundo de que debemos
coexistir en paz.
—Que es realmente solo un código para rendirse —agrega Nueve.

—Sí, eso está planeado para mañana —dice Sanderson, con una
desesperada y oscura risa—. Pero tienes confundido el orden.
¿Crees que doy algún discurso y luego su líder armado aterriza sus
naves? ¿Crees que se preocupa por el lento girar de las ruedas de
la política humana? Él no está esperando por permiso. La ONU se
reunirá para salvar vidas, para calmar a una población asustada,
porque una resistencia militar está condenada contra eso.

Sanderson señala salvajemente a través de la puerta, hacia la


televisión todavía encendida en la otra habitación. Lentamente,
cada uno a su vez, vamos dejando la habitación de Sanderson, y
caminamos hacia la sala de estar, atraídos por el rostro ceniciento
de una presentadora de noticias por cable. Ella tropieza con sus
palabras tratando de explicar los objetos voladores no
identificados manifestados en el aire sobre docenas de grandes
ciudades. La recepción entra y sale, los estallidos de estática se
hacen más y más frecuentes, cuando algo interfiere con la señal.
—…informes procedentes de los barcos que han sido avistados en
el extranjero, en lugares como Londres, Paris y Shanghái —dice
la conductora, mientras lee de su apuntador—. Si usted acaba de
unirse a nosotros, algo literalmente fuera de este mundo está
pasando, como naves de origen extraterrestre han aparecido
sobre Los Ángeles, Washington…

—Está pasando —dice Sam aturdido, mirando hacia mí por algún


tipo de orientación—. Los buques de guerra están bajando. Están
haciendo su movimiento.

No sé qué decirle. Imágenes granuladas de una masiva nave de


guerra Mogadoriana deslizándose en las nubes del cielo de Los
Ángeles aparece en pantalla. Es todo lo que yo temía, comenzando
a suceder. La flota Mogadoriana se desliza lentamente hacia una
deplorable tierra sin preparación. Es Lorien, todo volviendo a
ocurrir.

—Traté de decirles —llama Sanderson—. Ya es demasiado tarde.


Ellos ya han ganado. Todo lo que queda es rendirnos.
Capitulo
Veintidós
—He terminado haciendo lo que me dicen. Lo que cualquiera de ellos
me dice.

Mis ojos se abren de golpe. Había estado en un sueño profundo,


de los que no pensé que sería posible en mi gigantesca cama
mogodoriana con sus extrañas, sábanas resbaladizas. Me estoy
adaptando incómodamente a la vida a bordo de Anubis. Me pareció oír
una voz en mi sueño, pero tal vez era sólo mi imaginación, o el remanente
de un sueño. No tomo ningún riesgo, me quedo muy quieta y contengo
mi respiración, incluso, como todavía estuviera dormida. Si hay un
intruso, no quiero que sepan que estoy despierta.

Después de unos segundos de silencio llenos sólo por el


omnipresente zumbido de los motores del buque de guerra, una voz
reanuda hablando.

—Uno de los lados nos deja en este extraño planeta y


básicamente nos obliga a luchar por nuestras vidas. El otro, habla de paz
a través del progreso, pero eso es todo hablar un cuento de hadas para
matar a cualquiera que se interponga en su camino.
Es Cinco. Está en mi habitación en alguna parte. No lo puedo
localizar oscuridad. Sólo puedo oír su murmuró bajo el aliento. Ni
siquiera estoy segura de que me esté hablando a mí.

—Todos ellos sólo querían utilizarnos —Cinco silba—. Pero yo


no los voy a dejar. No voy a luchar en su guerra estúpida.

Entonces se mueve, y por fin puedo divisar la silueta de Cinco.


Está sentado en el borde de mi cama, su piel oscura, se mancha con la
textura de mis sábanas. Él combina bien con mis sábanas, y debe ser
porque las está tocando, usando su Externa. Lo que significa que sus
Legados están de vuelta. También significa que él me está asustando
seriamente, como un monstruo que salió arrastrándose de debajo de mi
cama.

—Yo sé que estás despierta —Cinco me dice sin volver la


cabeza—. La nave está descendiendo, no estamos en órbita más. Si
quieres irte, ahora es el momento.

Me deslizo en la cama, manteniendo las sábanas cerca.

Por un segundo, considero hacer a Cinco impotente de nuevo


cargando las sábanas con mi Dreynen. Pero, ¿qué bien haría eso? Decido
no atacarlo. Por ahora.

—Pensé que estabas de su lado —le digo—. ¿Por qué me ayudas?


—No estoy del lado de nadie. Ya he terminado con todo esto.

—¿Qué quieres decir con terminado?

—Durante un tiempo, después de que mi Cêpan murió, yo estaba


solo. No era tan malo. Me gustaría volver a eso —dice Cinco—. ¿Sabes
cuántas islas pequeñas hay en los océanos? Voy a escoger una y
permanecer allí hasta que esto termine. Me importa una mierda quién
gana, siempre y cuando se mantengan lejos de mí.

—Eso es cobarde —Respondo, sacudiendo la cabeza—. No iré a


ninguna isla desierta contigo.

Cinco responde con bufidos.

—Yo no te he invitado, Eli. Me estoy bajando de esta nave y


pensé que tal vez quieras venir. Eso es lo más lejos que vamos.

Considero la posibilidad de que esto podría ser una especie de


prueba orquestada por Setrákus Ra. Pero recordando la forma en Cinco
actuó antes, decido tomar las posibilidades de que es de real. Me levanto
rápidamente de la cama y me pongo mis zapatillas mogadorianas de
suela delgada.

—Muy bien, ¿cuál es tu plan?


Cinco se levanta y su piel vuelve a la normalidad. Cuando las
luces automáticas llegan en mi habitación, finalmente puedo ver su cara.
Ha cambiado el vendaje sobre su ojo, por lo que no es más una costra de
sangre, pero aún no ha conseguido sanar. Su ojo restante centellea como
si estuviera emocionado de participar en algunos problemas. Al verlo, me
hace pensar dos veces mi decisión de unir fuerzas.

—Voy a abrir una de las cámaras de aire y a saltar —dice Cinco,


ilustrando su brillante plan.

—Eso está bien para ti. Puedes volar. ¿Qué se supone que voy a
hacer?

Cinco busca en su bolsillo trasero y casualmente me arroja un


objeto redondo. Cojo la piedra en mis manos. La reconozco como uno de
los objetos del cofre de John.

—La piedra Xitharis —Cinco explica—. Yo, uh, la tomé prestada


de nuestros amigos.

—La robaste.

Se encoge de hombros.

—La he cargado con mi Legado de vuelo. Úsala para volar y salvar


el planeta.
Me escondo la piedra dentro de mi vestido, y luego miro a Cinco.

—¿Así que es eso? ¿Crees que sólo vamos a caminar y salir de esta
nave?

Cinco levanta una ceja hacia mí. Me doy cuenta de que no lleva
zapatos o calcetines, probablemente por lo que sus pies descalzos están
en constante contacto con el revestimiento metálico de Anubis. Además,
unido a su antebrazo esta una especie de artilugio que me parece podría
ser un arma.

—No van a poder detenerme —dice Cinco con una oscura


confianza en su voz. No es exactamente inspirador, pero es la mejor
esperanza que tengo.

—Muy bien, abre el camino.

La puerta de mi habitación se desliza, abriéndose para Cinco. Él


asoma la cabeza, para comprobar que no hay moros en la costa. Cuando
está satisfecho, se apresura al pasillo, y hace un gesto para que lo siga.
Navegamos por los pasillos laberínticos de Anubis en una caminata
rápida.

—Solo actúa normal —Cinco me dice, manteniendo la voz baja—


. Tiene exploradores observándonos, siempre. Pero ellos también nos
tienen miedo. A ti, en particular, se supone deben tratarte como realeza.
No interferirán si no parecemos sospechosos. E incluso si piensan que
algo está mal, en el tiempo que uno de ellos trabaja hasta las agallas para
decirle al Amado Líder, nos habremos ido...

Él está hablando mucho. Eso me dice que está nervioso. Sin


pensar en ello porque si yo realmente lo hubiera pensado, puede que me
hubiera repelido demasiado. Extiendo la mano y tomo la de Cinco.

—Sólo somos una pareja recién prometida a matrimonio,


conociéndose el uno al otro —le digo—. Disfrutando de un agradable
paseo por los acogedores salones de un buque de guerra masiva.

La mano de Cinco es sudorosa y fría. Él trata de zafarse de mí, su


instinto inicial de no ser tocado, pero después de un momento se calma y
deja que sostenga su mano de pez muerto.

—¿Prometida? —Gruñe—. ¿Él quiere que nos casemos?

—Eso es lo que dijo Setrákus Ra.

—Él dice un montón de cosas. —La cara de Cinco está roja, el


rubor viaja todo el camino hasta su cuero cabelludo. No estoy segura de
sí está avergonzado o enojado, o alguna combinación de los dos—. Yo no
estaba de acuerdo con eso. Eres una niña.

—Um, obviamente, yo tampoco estoy de acuerdo. Eres un bruto,


asesino, bicho raro.
—Cállate —silba Cinco, y por un segundo creo que en realidad le
he ofendido. Pero luego me doy cuenta de que estamos pasando por la
puerta de entrada abierta a la plataforma de observación.

No puedo dejar de frenar mis pasos mientras entramos. La


oscuridad vacía de espacio a la que me había acostumbrado ha sido
sustituida por el familiar, ambiente luminoso azul de la Tierra. Anubis
sigue haciendo su descenso, pero ya el contorno de la civilización es
visible, carreteras que van hasta campos verdes, pequeñas casas
dispuestas en suburbios perfectos. Decenas de Mogadorianos se han
reunido para ver aproximación a la Tierra, hay una energía de emoción en
el aire, y se susurran el uno al otro, probablemente hablando de que
franja de tierra que van a saquear primero.

Cinco me lleva a la siguiente esquina y se estrella a la derecha con


dos guerreros mog que estaban trotando hacia la plataforma de
observación. El más cercano levanta una esquina de su boca en una
mueca desdeñosa, mirándonos.

—¿Qué hacen ustedes dos? —El mog pregunta.

En respuesta, me señalo a mí misma, tratando de verme tan de la


realeza cómo es posible. Puedo solucionar al mog más curioso con una
mirada fría. El desprecio del mog se desvanece rápidamente cuando se
acuerda de sí mismo, o, más probablemente, recuerda que yo no soy más
que un poco de Lorien, pero con la sangre de su Amado Líder. Él mira
hacia abajo en el suelo. Y comienza a murmurar alguna disculpa cuando
un shink metálico lo interrumpe.

Una cuchilla de aguja se extiende desde el artilugio de cuero en el


antebrazo de Cinco. En un borrón, Cinco conduce la cuchilla derecho a
través de la frente del primer mog, que al instante se convierte en
cenizas. Los ojos del otro mog se ensanchan en pánico y trata de correr.
Mientras una sonrisa encantada se propaga a través de la cara de Cinco.
Antes de que el mog pueda llegar incluso a unos pasos en el pasillo, el
brazo de CInco que no tiene la espada adquiere una consistencia gomosa
y se estira hacia él. El brazo de serpiente de Cinco se enreda alrededor
del cuello del mog y le da un tirón hacia atrás de manera Cinco puede
acabar con él con su espada.

Todo el asunto ha terminado en unos diez segundos.

—Se suponía que íbamos a estar actuando normal —le digo a


Cinco en un susurro, conscientes de que no estamos tan lejos de la sala
de observación llena de Mogs.

Cinco parpadea hacia mí, casi como si no estuviera seguro de lo


que se apoderó de él. Con cuidado, presiona la hoja en la funda.

—Perdí la calma, ¿de acuerdo? —Cinco pasa ansiosamente la


mano por la barba en la parte superior de la cabeza—. No importa ahora.
Ya casi llegamos.
Me quedo con este desquiciado monstruo de pie frente a mí. Él
toma unas cuantas respiraciones profundas, sus hombros tiemblan, y sus
puños están cerrados de la emoción. Hace unos minutos, sonó casi frágil,
divagando en la oscuridad de mi habitación. Está roto, un desastre total,
tengo que recordarme a mí misma que asesinó a Ocho para así aplastar a
la hinchazón de simpatía que siento por él. La simpatía, sí, pero también
miedo. Él salió de sus casillas con cero provocaciones, y casi parecía feliz
matando a esos Mogs.

Este jodido, violento, cobarde traidor es mi única esperanza real


de bajar del Anubis.

Sacudo mi cabeza.

—Vamos —suspiro.

Cinco gruñe y trota, quitándose toda la cosa de la mano,


inclinándose hacia nuestro destino. Mientras corremos, noto a Cinco
abriendo y cerrando las manos. Los dos están vacíos.

—¿Cómo hiciste eso con tu brazo? —Le pregunto, pensando en


las pelotas de goma y de acero que utilizaba para cambiar su piel en el
Salón de Entrenamiento—. Pensé que necesitabas estar tocando algo...

Cinco gira la cabeza por lo que su ojo bueno está sobre mí. Y toca
la venda fresca en su rostro.
—La pérdida de un ojo me dio algunas nuevas, eh... las
posibilidades de almacenamiento —dice.

—Ugh —contesto, asqueada al imaginarme la pelota de goma en


la cuenca del ojo de Cinco.

—¿Cómo lo perdiste, de todos modos?

—Marina —él me responde, simplemente, no hay malicia en su


voz—. Me lo merecía.

—Estoy segura.

Giramos en la siguiente esquina, y el pasillo se abre, el techo va


aumentando a medida que nos adentramos en el hangar enorme. Puedo
ver nítido, el cielo azul a través de las escotillas, la luz del sol se vierte a
través de las decenas de embarcaciones exploradoras mogadorianas.
Aparte de los barcos, la bahía de acoplamiento está vacía. Los mecánicos
y la tripulación deben estar en la terraza del observatorio, mirando por
sobre el mundo que planean conquistar.

Estamos tan cerca.

—Espera —le digo—. Si abrimos la escotilla, ¿vamos a ser


succionado de inmediato?
—Estamos en la atmósfera ahora, no en el espacio —Cinco dice
con impaciencia. Se inclina sobre una consola cercana, estudiando la
interfaz—. Va a haber mucho viento. No te vas a retractar, ¿verdad?

—No —le digo, mirando alrededor de la bahía de acoplamiento—


. ¿Crees que podríamos estallar algo de esto? ¿Tal vez reducir a Anubis
antes de que tenga la oportunidad de hacer algo?

Cinco se vuelve hacia mí, luciendo ligeramente impresionado.

—¿Tienes algún Legado explosivo?

—No.

—Yo tampoco. ¿Sabes cómo hacer una bomba?

—Uh, no. —

—Entonces vamos a tener que conformarnos con escapar —dice


Cinco. Que presiona un botón en la consola y una gruesa puerta de metal
aparece de golpe detrás de nosotros. Es la esclusa de aire, lo
suficientemente resistente como para mantener la nave a salvo del vacío
del espacio. Efectivamente nos aísla del resto de la nave.

—Eso va a frenarlos —Cinco dice, refiriéndose a los


perseguidores que aún no tenemos.
—Bien pensado —Admito en lo que me asomo a través de la
pequeña ventana de la escotilla, esperando ver Mogs persiguiéndonos en
cualquier momento.

Cinco le da unos cuantos golpes al teclado y, con un gemido


hidráulico y una ráfaga de aire frío, las puertas en el otro extremo de la
sala se abren. El viento tira de mí y dejó escapar un suspiro de alivio
profundo. Meto la mano en mi vestido y saco la piedra Xitharis,
apretándola. Poco a poco, camino hacia la puerta abierta,
preguntándome cómo será lanzarme a mí misma en ese cielo azul abierto.
Mucho mejor que la vida en Anubis, eso es seguro.

—Entonces, ¿solo sostengo esta piedra y a volar? —Pregunto,


mirando por encima del hombro a Cinco.

—Se supone que es cómo funciona —responde—. Sólo imagina


tu cuerpo ligero como una pluma, flotando en el aire. Así es como yo
aprendí a usar mi Legado, de todos modos.

Echo un vistazo hacia el aire libre, el cielo sin nubes,


esperándome.

—¿Y si no funciona?

Cinco se aproxima hacia mí, suspirando.

—Vamos. Iremos juntos.


—Ustedes no van a ninguna parte —Setrákus Ra sale de entre
dos de las naves. No estoy segura de si él ha estado allí todo el tiempo,
esperando por nosotros, o si simplemente se ha teletransportado a la sala
de alguna manera. De cualquier forma, eso no importa. Estamos
atrapados. Aún en su forma humana, Setrákus Ra se interpone entre
nosotros y la puerta abierta, el viento sopla suavemente por su pelo
marrón perfecto, tirando de las solapas de su traje. Él sostiene su bastón
de oro, el Ojo de Thaloc, en una mano.

Cinco pone una mano sobre mi hombro y trata de empujarme


detrás de él. Yo lo sacudo. Nos enfrentamos a Setrákus Ra lado a lado.

—¡Fuera de nuestro camino, viejo! —Cinco gruñe. Él está


tratando de sonar duro, pero sé que apenas puede llegar a sostener la
mirada de Setrákus Ra.

—No lo haré —Responde Setrákus Ra, su voz está llena de


desprecio y desilusión.

—Yo esperaba que este tipo de comportamiento de parte tuya,


Eli. Porque te nos ha unido recientemente y sé que necesitarás tiempo
para deshacer el lavado de cerebro que sufriste a manos de la Garde.
Pero, Cinco, hijo mío, después de todo lo que he hecho por ti.

—¡Cállate! —Cinco dice en voz baja, casi suplicante—. Hablas,


hablas y hablas, pero nada de eso es verdad!
—La mía es la única verdad —Setrákus Ra contrarresta con
severidad—. Vas a ser castigado por tu insolencia.

Cinco todavía no se atreve a mirar directamente a Setrákus Ra,


pero sus hombros se elevan y bajan rápidamente, al igual que el pasillo
con los guerreros mog. Dentro de su pecho, se empieza a construir un
ruido sordo. Que me recuerda a una tetera que está por hervir. Doy un
sutil paso a un lado, me preocupa que Cinco pueda literalmente
explotar.

—Basta de esta estupidez, niños —Setrákus Ra dice, pero su


último reproche se ahoga parcialmente por el grito rabioso y desgarrador
que sueltan los pulmones de Cinco.

Y luego a la carga.

Al principio, los pies descalzos de Cinco hacen sonidos de


bofetadas a través de la cubierta de metal. Pero a medida que se acerca
Setrákus Ra, sus pasos se convierten en el choque de metal contra metal,
su Externa va cambiando su piel hasta que coincida con el suelo.
Setrákus Ra simplemente levanta una ceja en dirección a Cinco, sin
impresionarse o intimidarse en lo más mínimo.

No me quedo parada alrededor observando. Mientras que Cinco


ataca, hago una pausa en uno de los carros de herramientas cercanos. Si
puedo encontrar una llave o cualquier otro objeto para cargar con mi
Dreynen, tal vez pueda volver a crear la lección de ayer. Sólo que esta vez,
mi objetivo será Setrákus Ra.

Ese plan, junto con lo que Cinco pretende hacer, se deshace


cuando Setrákus Ra barre el brazo de lado a lado. Una ola de explosiones
de fuerza telequinéticos pasa través de nosotros, golpeándome
completamente fuera de mis pies y dispersando las herramientas
cercanas contra la pared del fondo. Su telekinesis es tan poderosa que
algunas de las naves hasta se sacuden a un lado, chocando de forma
estruendosa y crujiendo.

Aterrizo fuerte sobre mi estómago y de inmediato me doy la


vuelta para reorientarme. Cinco fue golpeado en el aire, también, pero se
mantuvo con su Legado de vuelo. Él flota a pocos metros de Setrákus Ra.
La piel de Cinco ya no es el gris apagado del piso. Ha cambiado a un
cromo reluciente, como una de bolas que sé, él lleva alrededor. Así que
debe estar aprisionada en la cuenca del ojo también.

—Deténganse de una vez —Setrákus Ra advierte, pero Cinco


está más allá del punto de escucha.

Cinco se eleva en dirección Setrákus Ra, lanzando grandes golpes


de bucle con la intención de romper su bonita cara humana. Setrákus Ra
desvía los golpes fácilmente con su bastón, aunque la furia bestial de
Cinco es suficiente para alejar a Setrákus Ra de las puertas abiertas.
Su pelea abre un camino para mí. Dejo a estos dos locos pelear.
Todo lo que tengo que hacer es hacer un camino, sumergirme en el cielo
azul, y esperar que la piedra Xitharis haga lo que dijo Cinco.

Justo cuando empiezo a hacer mi movimiento, me doy cuenta de


que los ojos de Setrákus Ra brillan. Siento un campo invisible de la
energía pasando por encima de mí, casi como si la presión en la sala
cambiará.

Mientras Cinco está por lanzar un golpe, su piel vuelve a la


normalidad. Su puño cruje contra el bastón levantado de Setrákus Ra. En
el mismo momento, Cinco cae del aire con un grito.

Es como en la base de Dulce. Setrákus Ra ha creado algún tipo de


campo que cancela Legados. Es un Aeternus como yo, y ahora sé que
Setrákus Ra y yo también compartimos el Dreynen. Su técnica es
diferente de todo lo que he sido capaz de aprender. Es como si cargara las
moléculas en el aire a su alrededor, creando una radio donde Legados son
inútiles.

Excepto que no funciona en mí. Todavía puedo sentir mi Dreynen


acechando dentro de mí, y sé que podría utilizar mi Aeturnus si quisiera.
De alguna manera, yo soy inmune a la versión de Dreynen de Setrákus
Ra. ¿Es porque somos parientes? ¿O es uno de mis Legados la inmunidad
a Setrákus Ra? Dijo que toda esa basura sobre que nuestros Legados
venían al azar y que Lorien no es más que el caos. Pero ¿y si está
equivocado y mis Legados han sido elegidos específicamente para
destruirlo? Más importante.¿Sabe Setrákus Ra que su poder no me
afecta?

En ese momento, Setrákus Ra no me presta atención. Él está


completamente enfocado en Cinco. Sé que debería hacer un camino a la
salida, pero me encuentro arraigada en el lugar. Incluso después de todo
lo que ha hecho, ¿puedo realmente dejar a Cinco detrás?

Cinco es de rodillas en frente de Setrákus Ra, apretando su mano


herida en su vientre. La forma humana poco imponente de Setrákus Ra
ha crecido en unos centímetros. Es más alto y más amplio ahora, inflado
de una manera que es vagamente grotesca. Él se agacha y toma la cabeza
de Cinco en una gigante mano antinatural.

—Todo lo que tenías que hacer era seguir las órdenes —Setrákus
Ra le reprocha a Cinco. Tira la cabeza del Cinco volteándola para que él
pueda mirarle a la cara—. Podríamos haber entrado en el Santuario
juntos, si sólo me hubieras traído ese maldito colgante. Y ahora, esto, que
te atreves a levantar la mano contra tu Amado Líder. Me das asco,
muchacho.

No sé lo que significa para Setrákus Ra Santuario, pero hago una


nota mental de ello. También doy un paso hacia él y Cinco, todavía me
debato entre huir y ayudar, es incierto de lo que incluso podría hacer en
una lucha contra el gobernante Mogadoriano.
La cabeza de Cinco está inclinada en un ángulo incómodo, por lo
que sólo puede gorjear en respuesta a Setrákus Ra.

—Yo debería haber sabido que ningún miembro de la Garde


realmente podría ser salvado —Setrákus Ra continúa—. Tú eres mi
mayor fracaso, Cinco. Pero serás el último.

Cinco grita mientras la mano de Ra le aprieta en el cráneo. Mi


estómago se da la vuelta cuando me doy cuenta que, literalmente, va a
aplastar la cabeza de Cinco. No puedo dejar que eso suceda.

Con toda la fuerza telequinética que soy capaz, empujo a


Setrákus Ra hacia las puertas abiertas.

Sus ojos se abren con sorpresa cuando se tropieza hacia atrás, el


aire libre tira de su traje elegante, que ahora está abultado en las costuras
por su estirón inhumano. Setrákus Ra pierde su agarre sobre la cabeza de
los Cinco, sus uñas arañan parte de su cuero cabelludo. Se las arregla
para detenerse antes de que lo pueda empujar fuera de Anubis, y puedo
sentir nuestra batalla telequinética.

—Eli, ¿cómo? —empieza a preguntar, su sorpresa se mezcla con


la frustración.

Pero entonces Cinco va contra él, con su espada extendida.


—¡Muere! —Cinco grita. Setrákus Ra trata de moverse al
costado, pero no puede evitar por completo a Cinco. La hoja se hunde en
su hombro.

Yo grito mientras una perforación me sacude, el dolor pasa a


través de mí.

Un agujero en mi hombro se abre, la sangre caliente corre por mi


frente. Me tambaleo contra uno de los buques cercanos, agarrando la
herida, y tratando de detener la hemorragia con mis dedos.

Cinco retrocede de Setrákus Ra, con sus ojos muy abiertos. El


mogadoriano parece ileso. Setrákus Ra sonríe mientras Cinco me mira
boquiabierto. Estoy sangrando justo donde él debió haber apuñalado
Setrákus Ra.

—Ahora mira lo que hiciste —Setrákus Ra lo reprende.

El hechizo Mogadoriano, me doy cuenta, cuando me empiezo a


sentir débil. Cualquier daño hecho a Setrákus Ra, se hace en mí.

Cinco se ve horrorizado por lo que ha hecho. Antes de que pueda


reaccionar, Setrákus Ra lo levanta por el cuello y le golpea la parte
posterior de la cabeza violentamente contra el casco de la nave más
cercana. Lo hace una y otra vez, hasta que el cuerpo de Cinco se ve
lánguido.
Luego, insensiblemente, Setrákus Ra arroja su cuerpo
inconsciente por las puertas abiertas de Anubis. Trato de llegar a Cinco
con mi telekinesis, pero estoy demasiado débil. Su cuerpo se desploma
fuera de la vista, hacia la Tierra.

Me dejo caer al suelo, la sangre se filtra a través de mis dedos.


Toda la fuerza ha salido de mí. No voy a escapar del Anubis hoy. Mi
abuelo ha ganado.

Setrákus Ra está por encima de mí, su forma humana volvió a la


normalidad, aunque su traje está arruinado. Niega con la cabeza, su
sonrisa es como la de un profesor decepcionado.

—Vamos, Eli —él dice—. Debemos dejar este episodio detrás de


nosotros.

Alzo mi mano cubierta de sangre para que la vea.

—¿Por qué? ¿Por qué me hiciste esto?

—Era la única manera para que aprendas que el Progreso


Mogadoriano es más importante que incluso tu propia vida —responde.
Setrákus Ra me recoge en sus brazos. Cuando empiezo a perder el
conocimiento, me susurra suavemente—. No vas a desobedecer al
Amado Líder de nuevo, ¿verdad?
CAPITULO
VEINTITRES
El plan de vuelo de Adam es llevarnos por la costa
Atlántica hasta que lleguemos a Florida, luego adentrarse hacia el
oeste sobre el Golfo y, finalmente, llegar a la punta sureste de
México. Con el Skimmer volando a máxima velocidad y
manteniéndonos lo suficientemente bajo como para evitar
cualquier otra aeronave, el viaje debe durar cerca de cuatro horas.

Es un paseo tranquilo. Me recuesto en mi asiento y observo


la marea y el flujo de la costa por debajo de nosotros. Adam no
dice mucho de nada; mantiene la vista al frente, ocasionalmente
ajusta nuestro curso cuando sus sistemas muestran otra aeronave.
Dust descansa en el suelo a sus pies. En cuanto a Marina, ella
permanece generalmente rígida. Todo su miedo al vuelo no
mejora con un mogadoriano al mando.

—Ya sabes, puedes descansar por unas horas —Adam


sugiere finalmente, con tono cauteloso. Yo ya estaba cerca de
quedarme dormida, por lo que debe estar hablando con Marina.
Ella está sentada con la espalda recta, hay un ligero frío que viene
de ella. Adam debe vislumbrarla justo por la esquina de sus ojos.

Marina parece considerar esto por un momento, luego se


inclina hacia adelante para que su cabeza esté casi en el hombro
de Adam. Él levanta una ceja, pero por otro lado mantiene sus
manos en los controles.

—El último viaje que Seis y yo hicimos al sur fue hace


menos de una semana —Marina dice, midiendo su voz—. Nos
enteramos demasiado tarde de que teníamos un traidor que
viajaba con nosotros. Terminé apuñalándolo en el ojo. Esa era yo
siendo misericordiosa.

—Sé lo que pasó en Florida —dice Adam—. ¿Por qué me


dices eso?

—Porque quiero que sepas lo que pasará si nos traicionas


—Marina responde, inclinándose hacia atrás—. Y no me digas que
descanse.
Adam me mira buscando apoyo, pero yo me encojo de
hombros y me alejo. Marina todavía se ve tan enojada como
quiere, y yo no voy a entrometerme. Además, no creo que poner
un poco de miedo en nuestro compañero mogadoriano sea una
cosa tan mala.

Supongo que sólo va a dejar que la conversación muera,


pero después de unos minutos Adam habla otra vez.

—Ayer, por primera vez cogí una espada que ha estado en


mi familia por generaciones. Nunca se me había permitido tocarla
antes, sólo admirarla desde lejos. Era de mi padre, el General
Andrakkus Sutekh. Él estaba luchando contra Número Cuatro-
John. Conduje esa espada a través de la espalda de mi padre y lo
maté —Adam ofrece este discurso de manera casual, como si
estuviera leyendo las noticias.

Parpadeo hacia él, luego, miro por encima del hombro a


Marina. Está mirando hacia abajo, al suelo, sumida en sus
pensamientos. Como el frío creciente que produce comienza a
apagarse, Dust se recoge a sí mismo y se acerca a ella. Y el lobo
descansa su cabeza en el regazo de Marina.
—Interesante historia —le digo a Adam cuando se vuelve
dolorosamente, claro que alguien tiene que romper el silencio—.
Nunca antes había conocido a nadie que llevara a todas partes una
espada.

—interesante —Adam repite, con el ceño fruncido—. Mi


punto es, que no es necesario poner en duda mi lealtad.

—Siento que hayas tenido que hacerle eso a tu padre —dice


Marina después de un momento—. Yo no lo sabía.

—Yo no lo siento —responde Adam bruscamente—. Pero


gracias por la simpatía.

Para romper la tensión, empiezo a jugar con algunos de los


controles en la consola del Skimmer.

—¿Esta cosa tiene una maldita radio, o qué? ¿Vamos a


contar historias de muertes todo el camino?
Adam rápidamente reajusta los controles y quedan derecho
hacia mí. Creo que lo atrapo con una pequeña sonrisa,
probablemente aliviado de que la parte de amenazar de muerte
del viaje haya terminado.

—No hay ninguna radio —dice.— Puedo tararear algunos


himnos Mogadorianos, si quieres.

—Oh, no —respondo, y Marina se ríe levemente en el


asiento trasero.

Me doy cuenta de que Adam me está dando una mirada


divertida, su rostro angular ésta más abierto de lo que he visto, se
ha arrancado el estoicismo defensivo que lleva. Por un momento,
casi se ve cómodo estando aquí con dos de sus enemigos mortales.

—¿Qué? —Pregunto, y él se apresura a mirar hacia otro


lado. Me doy cuenta de que su mente estaba en otra parte.

—Nada —dice, casi melancólico—. Por un segundo, sólo


recordaba a alguien que solía conocer.
El resto del vuelo al sur es tranquilo. Me las arreglo para
quedarme dormido una o dos veces, aunque nunca por mucho
tiempo. Con Dust acurrucado contra ella, parece que Marina
finalmente es capaz de relajarse. Y Adam se abstiene de tararear
uno de los himnos Mogadorianos.

Estamos volando sobre la selva tropical de Campeche,


México, sólo a una hora de distancia del supuesto Santuario
Loriense escondido en medio de las ruinas de una antigua ciudad
Maya, cuando una luz roja de aviso comienza a parpadear en el
parabrisas translúcido del Skimmer. Sólo lo noto cuando Adam se
pone tenso.

—Maldita sea —dice, y de inmediato comienza a mover los


interruptores del panel de control del Skimmer.

—¿Qué es?

—Alguien nos ha encontrado.

Las cámaras del Skimmer envían imágenes a nuestra


pantalla, las vistas desde la parte inferior y detrás de la nave
aparecen. No veo nada más que el cielo azul sin nubes y el denso
dosel de la selva debajo de nosotros.

—¿Dónde vienen? —pregunta Marina, entrecerrando los


ojos mientras ella busca por la ventana.

—Ahí —dice Adam, señalando con el dedo en la pantalla.


En ella, hay una nave exploradora Mogadoriana como la nuestra
que viene lentamente desde abajo hacia nosotros. Su techo está
pintado en tonos de verdes, camuflada para que coincida con el
bosque del que se separa.

—¿Podemos dejarla atrás? —pregunta Marina.

—Puedo intentarlo —Adam responde, tirando hacia abajo


la palanca para dar a nuestro Skimmer más impulso.

—O simplemente podemos darla de baja —le sugiero.

Como cogemos un poco de velocidad, la luz roja


parpadeante en la consola se multiplica en cuatro luces rojas
parpadeantes. Hay más de ellos. Dos Skimmers idénticos se
levantan de la selva justo en frente de nosotros, y otra a nuestro
lado. La primera todavía se encuentra justo detrás de nosotros.

Se acercan, Adam no tiene más remedio que parar. Los


otros Skimmers nos rodean.

—Todos ellos tienen armas, también, ¿verdad? —pregunta


Marina.

—Sí —Adam responde—. Estamos en una clara desventaja.

—No del todo —digo yo, y me concentro en el cielo


exterior. Qué estaba despejado hace un momento y poco a poco
comienza a oscurecerse, nubes girando, haciendo señas.

—Espera —advierte Adam—. No queremos abandonar


todo lo que ésta a bordo.

—¿Estás seguro de que no nos van a derribar?

—El noventa por ciento —dice Adam.


Suelto la tormenta que estaba avivando, permitiendo que
las nubes deriven por el cielo a lo largo de su curso natural.

Un segundo después, un pitido estridente sale de nuestro


tablero de instrumentos.

—Nos están llamando —dice Adam—. Ellos quieren


hablar.

Se me ocurre otro plan, uno que no implica una batalla de


aire contra malas probabilidades.

—Dijiste que eres el hijo de un general, ¿no? —Le digo a


Adam—. Así que no puedes, como, usar tu poder ¿o algo así?

Mientras Adam lo considera, el comunicador silba de


nuevo.

—Debo decirte, que yo no soy exactamente querido por mi


pueblo —dice—. Puede ser que no me escuchen.
—Sí, bueno, eso es un riesgo —lo admito—. En el peor
escenario, te llevan preso, ¿verdad?

Adam hace una mueca.

—Sí.

—Por lo tanto, dejemos que nos lleven a donde vamos. No


te preocupes. Te rescataremos.

—Eh, que hay que hacer algo —dice Marina, señalando


hacia el parabrisas. La nave ésta directamente delante de nosotros,
impacientándose o sospechando, con su pistola apuntándonos.

—Muy bien, vuélvanse invisibles —dice Adam.

Giro en mi asiento y alcanzo la mano de Marina, los dos


desaparecemos. Sintiendo la situación, Dust se encoge como un
pequeño ratón gris y brinca bajo el asiento de Adam.

Adam presiona un botón en la consola, y un canal de video


aparece en nuestra pantalla. Un explorador Mogadoriano de
aspecto desagradable, con sus ojos vacíos y muy juntos, sus
dientes cortos y afilados, mira fijamente a Adam con una mirada
de fiera molesta.

Ladra algo en duras palabras mogadorianas.

—El Protocolo de Inmersión dicta que hablemos inglés,


mientras que estemos en la Tierra, cretino nacido en tanque —
Adam responde con frialdad.

Él se endereza en su silla, de repente tan majestuoso que


me dan ganas de darle una bofetada.

—Usted se está dirigiendo Adamus Sutekh, nacido de


verdad, hijo del General Andrakkus Sutekh. Estoy en un asunto
urgente de mi padre. Guíenme al sitio Loriense, inmediatamente.

Tengo que reconocérselo a Adam, él es un excelente


mentiroso. La expresión del explorador va de molestia a la
confusión y finalmente al miedo absoluto.
—Sí, señor, de inmediato —es la respuesta del explorador,
y Adam inmediatamente corta la conversación. Uno por uno, los
Skimmers rompen el anillo en que nos habían atrapado y nos
dejaron volver a la ruta.

—Eso funcionó —dice Marina, sonando un poco aturdida


mientras suelta mi mano.

—Por ahora —Adam responde, frunciendo el ceño con


incertidumbre—. Él es de bajo rango. Quienquiera que esté al
mando será una historia diferente.

—¿No puedes decirles que tu padre te ha enviado aquí


para comprobar su progreso? —Pregunto.

—¿Suponiendo que no saben que traicioné a nuestro


pueblo y que mi padre esencialmente me condenó a morir? Sí, eso
podría funcionar.

—Sólo es necesario distraerlos por un rato —le digo—. Lo


suficiente para que Marina y yo encontremos un camino hacia el
Santuario.
—Ahí está —dice Marina, mirando por la ventana como los
Skimmers comienzan a descender hacia Calakmul. Hay un montón
de antiguos edificios un poco más abajo, todos ellos construidos
en piedra caliza que se han estado erosionando desde hace siglos,
con la selva creciendo para reclamarlos.

Mis ojos se sienten atraídos por el enorme templo en forma


de pirámide que se eleva sobre todos ellos; construido sobre una
colina baja, el templo es un bloque, cubierto de empinadas y
ruinosas escaleras que están marcadas en la piedra. No puedo
decirlo desde esta distancia, pero parece que hay algún tipo de
puerta en la parte superior de la pirámide.

—¿Cuánto quieren apostar a que tenemos que subir a esa


cosa? —Digo.

—Es el Santuario —Marina responde—. Estoy segura de


ello.

—Así es mi pueblo, obviamente —dice Adam.


Los mogadorianos han despejado la selva alrededor del
Santuario en un anillo perfecto, los árboles están todos talados,
toda una flota de naves de exploración mogadoriana estacionada
en el suelo desnudo. Además de las decenas de Skimmers. Puedo
distinguir una serie de tiendas de campaña que debe ser el
campamento de los Mogs.

También hay lo que parece ser un par de lanzadores de


misiles de gran potencia y desintegradores, todas estas armas
dirigidas al templo, y sin embargo, la estructura se ve
completamente intacta. Curiosamente, en la base del templo y
arrastrándose por los lados, todavía hay árboles y viñas
demasiado grandes, sin atención durante años. Es un marcado
contraste con la severa pulcritud del perímetro Mogadoriano,
donde todo lo natural se ha disipado.

—Es como si algo les impidiera acercarse demasiado —dice


Marina, notando lo mismo que yo.

—Malcom dijo que sólo la Garde podía entrar —le


respondo.
Las naves mog que nos escoltan flotan hasta una pista de
aterrizaje improvisada y Adam aterriza a unos metros de distancia
de ellos.

El Santuario se asoma en la distancia. Lo único que se


interpone entre nosotros y el templo Loriense es una franja de
tierra salvaje y un pequeño ejército de mogadorianos, muchos de
los cuales han comenzado a reunirse en el campo de aviación,
todos ellos armados con pistolas.

—Algún comité de bienvenida —digo, mirando a Adam. Él


mira a su pueblo en el monitor, traga saliva y se desabrocha del
asiento de piloto.

—Muy bien, voy a ir primero. A alejarlos de alguna


manera. Ustedes entren en el Santuario.

—No me gusta esto —dice Marina—. Hay un montón de


ellos.

—Va a estar bien —Adam dice—. Simplemente entran y


hacen lo que tienen que hacer. —Con eso, Adam abre la cabina y
brinca del casco del Skimmer. Hay alrededor de treinta
mogadorianos abajo, esperando por él, además de los que
caminan por las tiendas. Marina y yo nos agachamos dentro del
Skimmer, mi mano en la de ella en caso de que necesitemos ser
invisibles.

—¿Quién está a cargo aquí? —Adam grita, de pie alto y


rígido, de nuevo con aires de nacido natural. Una mujer guerrera
alta vestida con un abrigo negro sin mangas da un paso adelante.
Ella tiene dos gruesas trenzas que inician en los lados de la cabeza
y se envuelven alrededor de ella, con los tradicionales tatuajes
mogadorianos rodeando en su cuero cabelludo. Sus manos están
envueltas en vendas blancas polvorientas, como si hubieran sido
recientemente heridas o quemadas.

—Yo soy Phiri Dun-Ra, hija nacida natural del honorable


Magoth Dun-Ra —le grita la guerrera a Adam. Su postura es tan
imponente y rígida como la de él—. ¿Por qué has venido aquí,
Sutekh? —Adam salta desde nuestra nave, sacudiendo la cabeza
para quitar el pelo de sus ojos.
—Son las órdenes del propio Amado Líder. Voy a
inspeccionar este sitio para preparar su llegada. —Un temblor
pasa a través de la multitud cuando Adam menciona a Setrákus
Ra. Muchos de los Mogs intercambian miradas nerviosas. Phiri
Dun-Ra, sin embargo, parece desconcertada. Ella avanza hacia
adelante, dejando que su pistola cuelgue de sus brazos cerca a su
cadera. Algo se contrae en mi estómago al verla. La forma
depredadora en que se mueve, el brillo en sus ojos como si
pudiera provocar problemas en cualquier momento. Ella es de
alguna manera más cortante que los otros guerreros mog que me
he encontrado.

—Ah, el Amado Líder. Por supuesto —dice Phiri. Ella


ondea su mano hacia el templo en la distancia.

—¿Qué te gustaría ver primero, señor? —Adam da un paso


hacia el campamento mog y abre la boca para hablar. Suavemente,
sin previo aviso, Phiri levanta su arma y golpea a Adam en la boca
con el mango. Al caer al suelo, el resto de los Mogadorianos
apuntan sus pistolas hacia él al unísono.
—¿Qué tal el interior de una celda, traidor?— Phiri gruñe,
de pie junto a Adam, con su pistola apuntando a su cara.
CAPITULO
VEINTICUATRO
Tiendo mi mano a Marina y ella la agarra inmediatamente.
Invisibles, subimos con mucho cuidado fuera de la nave,
sincronizando nuestros movimientos. Detrás de nosotros, escucho
un repentino aleteo de alas. Dust toma vuelo en la forma de un
pájaro tropical, sus alas salpicadas de gris. Ninguno de los Mogs
notan cuando este se aleja de la cabina, y no oyen ni a Marina ni a
mí cuando saltamos al sueño. Están demasiado distraídos por el
espectáculo que Phiri Dun-Ra está montando con Adam.

—Conozco a tu padre Sutekh —Phiri está diciendo,


proyectando la voz para que los Mogs reunidos en un semicírculo
alrededor de ella y de Adam pueden oír—. Es un bastardo, pero
por lo menos él es noble. Él cree en Progreso Mogadoriano

Si Adam responde, no puedo oírlo por el murmullo de


aprobación que viene de los otros Mogs. Logro un vistazo de él a
través de la multitud (él está a los pies de Phiri, escarbando en el
suelo, tratando de ponerse en pie, pero probablemente todavía
este viendo estrellas).

—De hecho, tu padre me dio esta asignación —Phiri


continúa—. Yo era responsable de un equipo que le permitió a
una Garde escapar de la fortaleza de Virginia Occidental. El
castigo era la muerte o un viaje aquí. No era una gran elección,
realmente. Pero puedes ver, que si fracasamos, todos vamos a ser
ejecutados de todos modos. La única manera de vivir es que le
entreguemos el Santuario.

Al decir la palabra 'santuario', Phiri hace un gesto de


sarcasmo dramático con sus dos manos vendadas que abarca la
totalidad del templo. No me atrevo a escuchar lo que está a punto
de decir

—No hay un día que pase en el que no me pregunto si tomé


la decisión equivocada. Tal vez una muerte rápida podría haber
sido mejor. Como puedes ver, Sutekh, todos nosotros fuimos
enviados aquí como castigo —Phiri explica.

Se me ocurre que no sólo está hablando a Adam; sino que


también está tratando de encender la ira de sus tropas. Tal vez la
moral está baja en la selva.

—Nos enviaron a este lugar abandonado para derribar el


escudo impenetrable que rodea todo lo que Lorien ha escondido
dentro. Para todos nosotros, es nuestra última oportunidad para
impresionar a nuestro Amado Líder. Es el lugar perfecto para un
traidor como tú.

Phiri se agacha delante de Adam.

—Entonces, ¿sabes cuál es secreto para el Santuario? ¿Has


venido aquí para redimirte por fin?
—Sí —Responde Adam atontadamente—. Si se trata de un
campo de fuerza, intentare lanzarte a él.

Phiri realmente se ríe de la ocurrencia de Adam. Es esa risa


que me pone de nuevo en movimiento (tiene un aire de amenaza
para él) como su teatro estuviese a punto de concluir. Eso significa
que tenemos que darnos prisa. Tiro de Marina y me deslizo detrás
de los Mogadorianos regados. Adam ha creado un pésimo desvió
(si nos atenemos al plan, podríamos hacerlo en el interior del
perímetro del Santuario fácilmente.) Pero yo no estoy dispuesta a
dejar a Adam a su destino, y estoy segura de que Marina tampoco.
En lugar de ir para el templo, nos movemos rápidamente hacia
una de las gigantescas armas que los Mogs han estado utilizando
para disparar sin esfuerzo a cualquiera para proteger el Santuario.

—Arrojarme a ella —Phiri está repitiendo, su risa por morir


abajo—. Eso no es una mala idea, Sutekh. ¿Por qué no lo intentas
primero?
Por el rabillo de mi ojo, me doy cuenta de la señal Phiri le da
a un par de los guerreros en su comando. Ellos avanzan y
empiezan a arrastrar a Adam. Con Phiri a la cabeza, los Mogs
arrastran a Adam hacía la línea invisible que divide el templo de
la porción de selva aún no explorada.

—Hemos intentado todo menos el bombardeo atómico para


cruzar hacia el Santuario, —dice Phiri, de una forma muy
coloquial—. Se dice que el Amado Líder sabe una manera de
entrar. Se trata de la Garde y sus pequeños colgantes. Como
ustedes saben, ellos han demostrado ser... difíciles de alcanzar.
Pero si tú crees en el Gran Libro (y lo hago) entonces tu sabes que
nada puede interponerse en el camino del Progreso Mogadoriano.
Lo que significa que este campo de fuerza bajará de una maldita
ves. Tengo la intención de pisotear la magia de Lorien que nos
mantiene fuera, en el nombre de nuestro Amado Líder.

—¿Entonces por qué no lo has hecho ya? — Adam responde.


— Si nada puede interponerse en el camino del Progreso
Mogadoriano, ¿por qué no estás haciendo nada?
—Tal vez porque nunca he tenido la cara de un niño bonito
nacido de verdad para utilizar como carnada.

Marina y yo llegamos a la torreta más cercana. Juntas,


subimos por las escaleras a la parte trasera del cañón. Parece como
un martillo neumático. Hay un parabrisas con un punto de mira
que esta sobre el cañón. Hay dos asas para girar el arma, con
disparadores que se parecen a los frenos de una bicicleta.

—¿Serás capaz de disparar esta cosa? —Le susurro a Marina.

—Sujetar, apretar y tirar —Marina susurra—. Es bastante


intuitivo, Seis.

—Está bien — le respondo—. Espera.


La torreta requiere dos manos para operar. A pesar de que
todos los Mogs no estén mirando hacia nosotros, no quiero ser
visible y darle la oportunidad de que alguno mire hacía atrás y así
arruine nuestra emboscada. Pongo mi mano cuidadosamente en la
parte posterior del cuello de Marina antes de soltar su mano. De
esta manera, ella es capaz de operar la torreta mientras que
nosotras dos todavía seguimos siendo invisibles.

Poco a poco, Marina comienza a mover la torreta para que


señale a los Mogs. El arma necesita que la engrasen (porque hace
un zumbido metálico cuando se mueve.) Agito mi mano libre en
el aire y rápidamente convoco una fuerte ráfaga de viento para
cubrir el sonido.

—Déjame darte un adelanto de lo que estás por recibir —


Phiri está diciendo.

Ella tiene Adam justo en frente de la barrera invisible ahora,


sus matones forcejean y lo obligan a ponerse a sus rodillas.

Ella desenvuelve las vendas alrededor de una de sus manos,


revelando carne horriblemente carbonizada.

—Esto es lo que hace el escudo de Lorien cuando nos


tropezamos por error en contra de ella.
—Deberías tener más cuidado —Adam responde.

A una señal de Phiri, los dos guerreros luchan con Adam


para ponerlo en una posición medio doblado, asegurando su
brazo para que puedan apoyarlo sobre el campo de fuerza

Phiri mira a Adam de una forma maliciosa.

—Hay rumores sobre ti, Sutekh. Dicen que eres parte Garde
ahora. Tal vez tú eres justo lo que necesitamos para entrar en el
Santuario. Tal vez un monstruo con un pequeño cortocircuito en
el campo de fuerza y hoy será el día en que entramos en el
santuario en el nombre de nuestro querido líder.

—De una forma u otra, hoy es tu último día en el Santuario


—Adam responde con los dientes apretados—. Puedo prometerte
eso. —Las palabras de Adam hacen que Phiri dude. Ella mira
hacia donde estamos, dándose cuenta de que es posible de que tal
vez Adam no viniera solo. Pero es demasiado tarde. Marina tiene
la torreta alineada hacia la multitud de Mogs.

—¿Lista? —, Me susurra.

—Hagámoslo.
Las Manos invisibles de Marina aprietan hacia abajo las
desencadenantes torretas. El cañón ruge a la vida con tal fuerza
que casi me golpeé la parte trasera. Me las arreglo para aferrarse a
Marina para que ella no se vuelve visible. El grupo más cercano
de Mogs ni siquiera tienen la oportunidad de dar la vuelta para
ver columnas brillantes de chisporroteante fuego láser que
golpean a sus espaldas, convirtiéndolos inmediatamente en
cenizas. Tan pronto como Marina abre fuego, Dust viene chillando
desde el cielo. Ahora, en la forma de un halcón de alas grises, la
chimæra pone sus garras en la cara de uno de los guerreros que
sostiene a Adam. Los Mogs gritan y se dispersan. Están
totalmente confundidos

Debe parecerse que su torreta pero ha sido poseída por un


fantasma. Phiri Dun-Ra tiene la apariencia de animarse por lo que
está sucediendo, pero luego se agacha para cubrirse. Marina sigue
disparando hacía ellos, aunque ella tiene cuidado para evitar la
zona alrededor de Adam.

Con Dust tomando a uno de los guerreros, Adam con su


codo, hiere a su segundo captor en el estómago. Cuando se dobla,
Adam lo empuja hacia atrás, a la derecha en la frontera invisible
alrededor del Santuario. Con una apariencia fría, la energía azul,
el escudo que rodea el templo se revela, es como una red eléctrica
gigante tendida en forma de una cúpula. El Mog estalla como la
punta de un fósforo cuando él golpea el campo de fuerza. Su
cuerpo deja una capa de ceniza que parece flotar en el aire una vez
que el escudo desaparece de nuevo, hasta que una ráfaga de
viento sopla suavemente y se las lleva. Liberado de sus captores,
Adam se lanza en el estómago. De inmediato, Marina balancea la
torreta alrededor para sacar a los Mogs que están alrededor de él.
Algunos de ellos, incluyendo Phiri Dun-Ra, han llegado a la
cubierta de uno de los barcos estacionados. A pesar de que no nos
pueden ver, devuelven el fuego a la torreta. Nuestra arma pronto
comienza a eructar humo y a sacudirse peligrosamente.

—Está sobrecalentada —Grito—. ¡Salta! Marina.

Marina y yo nos caemos en direcciones opuestas y estalla la


torreta en una nube de humo negro y acre. Estamos visibles y sin
nada que nos cubra

Antes de que los mogs que han sobrevivido puedan disparar,


Adam golpea su puño contra el suelo, un temblor se dirige hacia
los mogs haciéndolos caer, uso la distracción para arrastrarme
cerca de un barco, canalizando mi Legado para crear una
tormenta. El cielo se oscurece y empieza a llover, aquí en la selva
es fácil el llamar esta clase de climas, pero aun así aun necesito de
algunos segundos para crear rayos y no estoy segura de que
lograré hacerlos lo suficiente rápido. Phiri y su tropa están
corriendo hacía donde me encuentro, tratando de alcanzarme con
sus armas.

Noto a Marina escondiéndose detrás de una pila de cajas.


Ella se ha concentrado intensamente en las gotas de lluvia,
convirtiéndolas en hielo alrededor de los Mogs y golpeándolos sin
sentido con el granizo. Siento la tormenta por encima, a punto de
llegar a un punto de ebullición y dejo caer rayos. Phiri logra
esquivarlo en el último segundo, pero sus dos últimos guerreros
son electrocutados convirtiéndolos polvo. Y luego, para mi
sorpresa, Phiri Dun-Ra sale corriendo. Sin ni siquiera una mirada
por encima del hombro, Adam se pone de pie. Sus labios están
separados donde Phiri lo golpeo, su sangre corre por su barbilla.
Aparte de esto, parece ileso y alerta. Él empieza a correr detrás de
Phiri, sus pies deslizándose por el barro de color marrón rojizo
que mi tormenta ha creado. Phiri está fuera de mi vista antes de
que Adam pueda llegar muy lejos. Él se detiene a pocos metros de
distancia de mí.

—Déjala ir —le digo, dispuesta disminuir la tormenta.


—¿No deberíamos ir tras ella? —Adam me pregunta,
escupiendo sangre en la tierra. Sus ojos exploran las ruinas
cercanas y la línea de árboles, y puedo decir que le gustaría una
lucha justa contra otro nacido de verdad

Dust vuelve en forma de lobo, y se sienta con prisa al lado


de Adam, golpeándolo suavemente con la mano, me mira.

—Por cierto, gracias por salvarme.

—Sí, pensé que todo el asunto de la distracción era como mi


llamado de atención y no podía dejar que te mataran.

— Me alegro de que lo vieras de esa manera —Adam


responde, luego mira de nuevo hacia las ruinas alrededor del
Santuario—. Debemos atraparla. Es peligrosa.

—Olvídate de Phiri —digo, apartándome de la selva y


contemplando el templo en espera.
—Tenemos cosas más importantes que hacer que perseguir a
un Mog — Dice Marina poniéndose de pie y caminando hacia
nosotros—. Sin importar lo desagradable que pueda ser.

Asiento con la cabeza en acuerdo.

—Ella está sola por ahí. Tal vez algo pueda comérsela.
Dejaremos a Dust aquí para vigilar los barcos, en caso de que
quiera volver.

Adam sigue mirando a la selva. Después de un momento, él


finalmente asiente con la cabeza.

—Bien. Voy a estar vigilando, mientras que ustedes chicas


van adentro.

Intercambio una mirada inquisitiva con Marina para


asegurarse de que ella no tiene ninguna duda con lo que voy a
decir. Ella se encoge de hombros como respuesta, y luego va a
nuestro barco para comenzar a descargar. Volteo mi cabeza a
Adam.
—¿Ni siquiera quieres intentar venir con nosotros? —
Pregunto.

Adam me mira fijamente.

—¿Estás bromeando? ¿Viste lo que el contacto con ese campo


le hizo a Phiri Dun-Ra?

—Te voy a sanar si eso sucede —Marina ofrece por encima


del hombro.

— No entiendo —dice Adam. Vuelve a mirar hacia arriba del


templo, con las manos en las caderas. Se ve nervioso—. ¿Por qué
quieres que vaya allí? Es un lugar Loriense.

—Al igual que la perra de Phiri dijo, eres parte Garde ahora
—explico—. Tú no eres Loriense, pero tienes Legados.

—Tengo un Legado —Adam aclara—. Y no fue ni siquiera


mío al inicio. Yo ni estoy seguro de si debería tenerlo
—No importa, Si he entendido lo que Malcom nos dijo (y
supongo que eso es tal vez un gran si) hay un pedazo vivo de
Lorien en ese templo. De ahí es donde nuestros Legados vienen.
Lo que significa que estás conectado a ella, al igual que nosotros.

—Todo ha sucedido por una razón —Marina dice mientras


se sube hacia arriba en el casco de nuestro buque. Ella mira hacia
atrás de nosotros, un ceño pensativo forzando sus rasgos suaves—
. Basta con mirar a la profecía de Ocho. —Adam parece
convencido. Él traga saliva—. No sabemos lo que nos espera allí o
qué esperar. Podríamos necesitarte allí. Así que hombre, arriba. —
No estoy segura de cómo Adam responderá a ser llamado a cabo
pero una sonrisa parpadea en su rostro.

—Estoy dentro —dice—. Suponiendo que la pared invisible


no quemará mi cara.

Caminamos hacia el barco para ayudar a Marina. Saca


nuestra herencia fuera de la cabina y la hace flotar hacia mí con su
telekinesis. Entonces, ella hace flotar cuidadosamente el cuerpo de
Ocho fuera de la nave. Ella lo hace flotar justo en frente de ella,
casi como si lo llevara en sus brazos. Para mi sorpresa, ella baja la
cremallera de la mitad superior de la bolsa para cadáveres. Ahí
está Ocho, y pareciera que todavía estuviese vivo, los electrodos
mogadorianos lo preservaron.

—Marina ¿Qué estás haciendo?

—Yo quiero que vea el Santuario —dice ella, entonces alisa


suavemente algunos de los cabellos rizados fuera de la frente de
Ocho—. Te vas a casa —le susurra a él. Marina se baja del barco,
centrando su telekinesis para que el cuerpo de Ocho se quede con
ella todo el camino.

Hay una mirada determinada en su cara, y ella ni siquiera


me mira o Adam antes de caminar hacia el templo. Me doy cuenta
de que ella ha estado esperando días para este momento, el
momento en que ella puede poner correctamente a Ocho para
descansar. Sin decir palabra, Adam y yo nos unimos a su sombría
procesión.

A medida que nos acercamos a la orilla de la tierra que los


mogs han limpiado, el templo salvaje y cubierto esta justo frente
ante nosotros, siento un cosquilleo extraño en mi pecho. Miro
hacia abajo para encontrar el colgante de John brillando y
levantarse en contra de la parte delantera de mi camiseta de
tirantes. Ajusto mi camisa y él se desliza justo frente a mí,
luchando contra su cadena. Es como si fuera atraído
magnéticamente por el Santuario. Los dos colgantes que Marina
está usando están haciendo lo mismo. Adam me mira y arquea
una ceja ante mis joyas que desafía la gravedad. Me encojo de
hombros como respuesta. Todo esto es nuevo para mí, también.
Marina es la primera en pasar por encima del umbral. El campo
de fuerza vuelve a aparecer, el cobalto y la electricidad, y hay un
estallido estático mientras pasa a través de él. Ovillos sueltos de
su pelo cobrados por la energía flotan alrededor de su cabeza,
pero por lo demás no pasa nada. Estoy a pocos pasos detrás de
ella. El campo de fuerza le da a mi piel una sensación
efervescente. Sólo dura un segundo y luego estoy de pie en el otro
lado.

Me volteo para ver a Adam. Él se detuvo justo en frente del


campo de fuerza. Con precaución, extiende su dedo índice y hace
contacto con la energía. Hace un sonido y él salta hacía atrás, pero
no se quemó como el otro Mogadoriano.
—¿Estás segura de que es una buena idea?—

—No seas un cobarde —le respondo. Adam suspira, se lo


repite a sí mismo, y se empuja hacia delante de nuevo, esta vez
con toda la mano. El estallido de energía es más fuerte y más
brillante contra su piel pálida a como lo fue con Marina o
conmigo, pero lo deja pasar sin quemarlo. Sonrío y él me da una
mirada de alivio, secándose el sudor de la frente.

—¿Y ahora qué? —Se pregunta.

Marina se ha detenido a unos metros delante de nosotros,


todavía haciendo flotar el cuerpo de Ocho. Ella pone sus manos
detrás de su cabeza y se quita uno de sus colgantes. Desatado de
su cuello, el colgante se sacude lentamente hacia las escaleras de
piedra del templo, y luego comienza a subir hacía ellas

—Subimos —dice Marina.

Su colgante refleja una luz azul en la luz del sol y se me


ocurre que la Loralita está brillando un poco más brillante. Como
si estuviera cargada o algo así. Yo también lo siento. El Santuario
está emitiendo algún tipo de energía más allá del campo de
fuerza. Hay una sensación que cada célula de mi cuerpo se ha
fortalecido de repente. Miro al cielo y sé que podría llamar una
tormenta más grande que nunca. Me siento más en contacto con
mis Legados. Y de alguna manera, todo parece tan natural (como
que he conocido esta sensación antes). Entonces me doy cuenta de
que Marina tenía razón. Estamos en casa.
Capitulo
Veinticinco
Nos toma cerca de treinta minutos subir a la cima de la
pirámide maya. Trato de pasar el tiempo contando los pasos, pero
pierdo la noción en alguna parte alrededor de doscientos. Hay
secciones donde los escalones de piedra llenos de grietas, se
derrumbaron, y otros lugares donde la lluvia ha erosionado la
piedra antigua creando pendientes. Utilizamos las vides de
maleza que se derraman adelante de la selva para ayudarnos en
las partes difíciles, ascendiendo mano a mano. No hablamos
mucho, excepto para decirnos cuando una sección es
particularmente difícil. De alguna manera, parece grosero
perturbar el silencio del Santuario.

Nos tomamos un descanso una vez que llegamos a la parte


superior del templo. Marina está sudando por el calor, la subida y
el esfuerzo de usar su telekinesis para llevar el cuerpo de los Ocho
durante tanto tiempo. Suelto el Cofre que he estado cargando y
flexiono los dedos. Adam está de pie con las manos en las caderas
y mira a lo largo de la orilla del templo.

—Una buena vista —dice.

—Es hermoso —Estoy de acuerdo.

En la cumbre del templo, estamos por encima de las copas


de los árboles. Se puede ver más allá de los altos árboles que se
aglomeran en la pirámide, más allá de la despojada tierra de los
Mogs y al resto de las ruinas mayas y la selva que se encuentra
después. Me imagino a algún viejo gobernante maya de pie aquí,
mirando sus dominios. Y luego, Me imagino a ese mismo
gobernante volviendo sus ojos a los cielos como y encontrar una
nave Lorica descendiendo de las nubes. La imagen parece tan real
y viva; Tengo la extraña sensación de que no es solo mi
imaginación. Hace siglos, algo así realmente ocurrió aquí - La
visita Lorica, y los recuerdos del Santuario.

—Ustedes, miren esto —Marina nos llama.


Adam y yo nos alejamos de la vista y caminamos a través
de la azotea del templo. En el punto más central hay una puerta
de piedra. Al principio, Creo que la puerta está tallada en la
misma piedra pálida como el resto de la pirámide, pero cuando
me acerco se hace obvio que la puerta es lisa y sin manchas, el
material de color marfil no muestra los mismos efectos de la edad
como el resto del templo. La puerta puede haber estado aquí
durante algún tiempo, sin embargo, es evidente que se puso en la
cima de la pirámide ya construida.

La puerta no conduce a ninguna parte, Marina demuestra


el hecho andando en un círculo alrededor de ella. Su colgante
flotante se sitúa delante de la puerta, esperando que la
alcancemos.

Me detengo frente a la puerta y examino su superficie. Es


completamente lisa - Sin manijas, perillas, ni nada de eso - Con la
excepción de nueve agujeros redondos dispuestos en un círculo en
el centro de la puerta.

—Los colgantes —digo, pasando los dedos sobre la piedra


fría.
Marina arranca su colgante, lo guía el aire hacía uno de los
cortes de la piedra. Se ajusta perfectamente y emite un sonido de
clic crujiente. Sin embargo, la puerta no se mueve.

—Sólo tenemos tres —Digo—. No es suficiente.

—Tenemos que tratar —dice Marina, quitándose el último


colgante.

Ella tiene razón. Hemos llegado demasiado lejos para dar


marcha atrás ahora. Me quito el colgante de John y lo encajo en
una de las muescas de la puerta de piedra.

—Aquí va, nada —digo, mientras empujo el colgante.

Inmediatamente, las piedras de Loralita comienzan a brillar


con la misma energía que en el campo de fuerza. El resplandor se
extiende entre las piedras, conectándose, la energía de llenar los
huecos de los pendientes de que faltan. El símbolo circular que se
concreta en la puerta me recuerda a las cicatrices que recibimos en
nuestras piernas cuando uno de los Garde muere.
Y luego, con un antiguo chirrido, la puerta de piedra se
desliza hacia abajo en el templo, dejando atrás sólo una línea
delgada. En lugar de la selva a través del marco de la puerta, veo
una polvorienta habitación iluminada por el tenue resplandor
azul de la Loralita.

—Pensé que íbamos a necesitar más —le digo—. Nosotros


ni siquiera tenemos la mayoría.

—O tal vez el Santuario sabe lo desesperados que estamos


por entrar —Marina sugiere.

—Es una especie de portal —Adam dice, entrecerrando los


ojos por la habitación más allá del marco de la puerta—. ¿Ese es el
interior del templo?

—Vamos a ver —le digo. Recojo en el Cofre de Marina y


paso por encima del umbral. Inmediatamente, estoy desorienta,
con esa sensación de montaña rusa que solía tener siempre que
Ocho usaba su Legado de teletransportación. Sólo dura un
segundo, y luego tengo que parpadear los ojos para que se
adapten a la iluminación tenue de este santuario interior. Mis
oídos se destapan por el cambio de presión, y tengo la sensación
de que entré a través de un portal en el centro del templo maya.
Pero tal vez, teniendo en cuenta la forma en que los sonidos de la
selva han sido completamente silenciados, estamos aún más
profundo que eso. Tal vez este Santuario está completamente por
debajo de la pirámide.

Marina, llevando el cuerpo de Ocho, y Adam, me siguen,


los dos están entrecerrando los ojos para adaptarse a la luz
inferior.

Cuando estamos dentro, la puerta parpadea y desaparece.


No hay salida de este lugar, sólo una pared de piedra caliza
sólida, aunque también hay un círculo con agujeros tallados en
ella, al igual que en la puerta exterior. Nuestros colgantes
resuenan en el suelo y me apresuro a recogerlos.

—El Santuario —Marina toma aire.

—¿Cuánto hace que su pueblo puso esto aquí? —Adam


pregunta.
—No tengo ni idea. Oímos que habían estado viniendo a la
Tierra durante siglos, —Yo respondo distraídamente, mirando
alrededor—. Supongo que esto es lo que estaban haciendo.

—Se estaban preparando para este día —Marina añade, con


una certeza inquietante sobre su voz.

—¿Qué nos habrán dejado, de todas formas? —Me


pregunto, un poco decepcionada después de mirar al alrededor—.
¿Una habitación vacía?

El Santuario es una larga sala rectangular con techos altos y


absolutamente sin puertas ni ventanas. Es como si nuestros
antepasados se hubieran teletransportado a un trozo de roca
sólida, y de alguna manera hubieran conseguido forjar una
habitación, y luego se les olvidó o terminarla. No hay nada aquí.
Solo venas de Loralita brillante se enhebran a través de las
paredes de piedra y el techo en los patrones caóticos que ponen
toda la sala en un tono cobalto. Mis ojos se deslizan sobre las
redadas y remolinos de Loralita, hay algo vagamente familiar allí,
algo que simplemente no estoy viendo.
—Es el universo —Adam dice—. Es... más de lo que aún no
conocemos. Los mapas estelares Mogadorianos no cubren tanto.

Me toma un momento darme cuenta de lo que está


diciendo. Pero luego me fijo en la forma en las venas de Loralita
en círculos en algunos lugares y reconozco las otras venas como
las estrellas que remolinan del cosmos y más allá. Es como los
Macrocosmos, solo que más grande y cubre de alguna manera
más universo. Veo a Lorien en una pared, el charco brillante de
Loralita en su corazón brilla mucho más tenue que algunos otros
lugares.

—Nuestro hogar —digo, y toco a Lorien suavemente con el


dedo. Un escalofrío me recorre como si la Loralita respondiera con
un pulso, casi como si se me reconociera.

—Mi hogar —Adam dice secamente. Él apunta a un área


notable sólo por su total ausencia de Loralita, como un vacío
existente en el universo que brilla intensamente. Frunce el ceño—.
Por lo menos sus antepasados dirigieron bien toda la oscuridad
amenazadora.
—Esos ya no son nuestros hogares —dice Marina, pasando
sus dedos a través de la pared, siguiendo la trayectoria exacta que
nuestra nave tomó de Lorien a la Tierra—. Esta es ahora nuestra
casa.

El contorno de Loralita de la Tierra brilla mucho más fuerte


que cualquier otra sección de la pared. Marina presiona sus dedos
contra ella y la Loralita cruje y vibra.

Algo por debajo de nosotros se está moviendo.

El polvo y la suciedad se desprenden del techo, las motas


chispean en la luz de la ahora súper brillante Loralita. Yo sé que
no debo tener miedo, Este es un lugar Loriense, no nos hará daño,
Pero no puedo dejar de buscar seguridad en la pared más cercana,
el Santuario de repente se siente muy claustrofóbico ahora que se
está sacudiendo alrededor. Adam se tambalea junto a mí, con los
ojos muy abiertos.

Con un gemido como si se triturara piedra, una sección


circular de la planta en el centro de la sala se levanta. Es como un
altar o un pedestal que se extiende desde el suelo. La habitación
deja de temblar cuando la cosa se ha elevado cerca de la cintura.
Esta nueva extensión está hecha de pura Loralita. La losa de piso
de piedra caliza se encuentra encima del cilindro de Loralita, casi
como un sello de lo que pudiera estar de abajo. Con cautela, los
tres nos acercamos.

—Parece que esta pieza se desprende —digo, tocando la


piedra caliza, pero sin retirarla.

—Casi parece un pozo —Adam dice, reflexionando—.


¿Qué crees que está ahí abajo?—

—No tengo idea —le respondo.

—Mira —dice Marina—. Los dibujos.

Los veo. Son similares a las pinturas de la cueva que Ocho


nos mostró en la India, excepto estos están tallados directamente
en el pozo de Loralita. Tengo que caminar un círculo alrededor
del pozo para ver todas las imágenes.
Son nueve siluetas que se ciernen sobre un planeta que se
parece a la Tierra, con nueve siluetas más pequeñas de pie en el
planeta por debajo de ellos.

Una persona (no puedo decir si es un hombre o mujer)


Está de pie delante de un agujero en el suelo vertiendo contenido
en una caja abierta.

Nueve siluetas de nuevo, esta vez dispuestos en frente de


un castillo, defendiéndose de algo que se ve como un maremoto o
tal vez un dragón de tres cabezas.

—¿Más profecías? —Pregunto.

—Tal vez —Marina responde. Ella se detiene frente a la


persona tallada con la caja—. O tal vez son las instrucciones.

Me paro a su lado.

—¿Crees que es este lugar? Dónde estamos, uh,


¿compromete nuestras herencias en la Tierra?
Marina asiente. Ella pone el cuerpo de Ocho suavemente en
el suelo, luego usa su telekinesis para empujar la losa de piedra
caliza que sella el pozo a un lado. Se desmorona en el suelo con un
ruido sordo enorme, por la edad la piedra se rompe instante.

Una columna de luz azul puro fluye hacia arriba desde el


pozo, tan brillante que tengo que protegerme los ojos. Es como un
centro de atención. Puedo sentir la calidez de la luz profunda en
mis huesos.

—Esto es... —Adam se calla, no puede completar su


pensamiento. Hay sentimientos de gran asombro en sus ojos
oscuros Mogadorianos.

Marina se arrodilla delante de su Cofre y lo abre. Ella mete


sus manos y saca un puñado de piedras preciosas Lorienses, luego
los deja caer en el pozo del Santuario. Ellos brillan mientras que se
deslizan a través de sus dedos, cayendo en la luz. En respuesta,
toda la habitación parece volverse un poco más brillante. Las
venas de Loralita en las paredes obtienen un pulso más fuerte.

—Ayúdame, Seis —Marina pide con entusiasmo.


Cojo la bolsa con tierra de su cofre, lo abro y tiro el
contenido en el pozo. Un fragante, aroma a invernadero llena la
cámara, y la luz se hace aún más fuerte. Marina sigue el suelo con
ramas y hojas secas. En ese momento antes de que las suelte,
mientras que están bañadas por la luz, juraría que las ramas se
ven verde y vivas de nuevo. A medida que caen fuera de la vista,
una brisa de remolinos llena la cámara, enfriándonos.

—Está funcionando —digo, aunque no estoy segura de qué


es exactamente lo que estamos haciendo. Sólo estoy segura de que
se siente bien.

Cuando hemos vaciado el Cofre de todo lo demás, recojo la


lata con las cenizas de Henri. Con cuidado, le quito la tapa y lo
vacío en la luz. Cada una de las cenizas brilla brevemente como en
un remolino hacia abajo dentro del pozo. Ojalá John pudiera
haber estado aquí para verlo.

Me vuelvo hacia Marina, inclinando la cabeza suavemente


hacia donde descansa el cuerpo de Ocho.
—¿Deberíamos...?

Marina niega con la cabeza, mirando hacia abajo a ocho.

—Aún no estoy lista, Seis.

Me tomo un momento para pasar mi mirada por la


habitación, comprobando si algo ha cambiado. La luz del pozo es
casi tan brillante como el sol, pero realmente no hiere mis ojos. Las
venas de Loralita en las paredes tienen un pulso lleno de energía.
Nuestro Cofre está vacío y las cenizas de Henri se han
diseminado.

—No hay nada más que hacer —le digo a Marina—. Es la


hora.

—Los colgantes —Seis dice Marina—. Tenemos que darle


los colgantes.

—Espera —Adam dice, dando un paso adelante por


primera vez. Él ha estado viendo todo este lugar con asombro,
pero las palabras de Marina lo despertaron—. Si se caen esos
colgantes ahí abajo, no tendremos manera de salir de aquí.

Sigo sosteniendo todos nuestros colgantes. Los agarro


firmemente como me parece mejor.

—Tenemos que tener fe, ¿no? —digo, encogiéndome de


hombros—. Tenemos que confiar en que todo lo que hay ahí
abajo, cualquier cosa que sea lo que Ancianos dejaron para
nosotros, nos mostrará una salida.

Marina asiente.

—Sí.

Adam me mira por un momento, luego a la luz. Todo lo


que ha visto hoy debe ir en contra de sus instintos Mogadorianos.
Pero tiene Garde en él, también.

—Muy bien —dice Adam—. Confío en ustedes.


Me aferro a los colgantes por un momento más. Me he
puesto ese amuleto alrededor del cuello la mayor parte de mi
vida. Hubo muchas veces que me recordó quién soy yo, de dónde
soy, y por lo que estaba luchando. Fue desgarrador perder dos
colgantes, nunca me he sentido bien sin uno. Es tanto una parte de
lo que soy, lo que todos somos, como las cicatrices en los tobillos.
Pero es hora de dejarlo ir.

Dejo caer los tres colgantes en el pozo.

La respuesta es inmediata y cegadora. La luz de dentro del


pozo se convierte en supernova. Grito y tapo mis ojos, y estoy
bastante segura de que Marina y Adam hacen lo mismo. Hay un
sonido silbante desde abajo, como miles de alas que levantan el
vuelo, o un tornado en miniatura debajo de la Tierra. Hay un
ruidoso, latido que envía vibraciones a través de mis dientes.
Unos segundos más tarde, el sonido se repite.

Pum, pum. Pum, pum.

El ritmo se hace más rápido y más fuerte.


Más estable.

Es el latido del corazón.

No estoy segura de cuánto tiempo estuve en la luz azul


pura, cuánto tiempo escuche el latido sonoro de Lorien. Podrían
ser dos minutos o dos horas. La experiencia es hipnótica y
reconfortante. Cuando la luz comienza a morir y el volumen de
los latidos del corazón disminuye a un repiqueteo constante en el
fondo, casi me lo pierdo. Es como despertar de un sueño caliente
del que no quieres irte.

Abro los ojos y jadeo inmediatamente.

El cuerpo de Ocho se cierne en posición vertical sobre el


Santuario, una columna de luz azul le rodea. Le arrebato la mano
a Marina.

—¿Estás haciendo esto? —Le pregunto, gritando sin querer.

Marina niega con la cabeza y me aprieta la mano. Hay


lágrimas en los ojos.
A pocos pasos detrás de nosotros, Adam está de rodillas.
Debió derrumbarse durante el espectáculo de luces. Mira a ocho,
completamente desconcertado.

—¿Qué está sucediendo? ¿Qué es esto?

—Míralo —dice Marina—. Mira.

Estoy a punto de decirle a Adam no tengo idea de lo que


está pasando cuando veo que los dedos de los Ocho se mueven.
¿Era sólo un truco de la luz? No, Marina debe haber visto
demasiado, porque ella hace un pequeño chirrido y se tapa la boca
con la mano libre, mientras la otra aprieta con fuerza la mía.

Ocho mueve sus dedos. Flotante, sacude los brazos y las


piernas. Sacude la cabeza como si tuviera un calambre en el
cuello.

Luego, abre los ojos. Son pura Loralita. Los ojos de Ocho
brillan del mismo tono cobalto de las venas más profundas de la
pared. Cuando abre la boca, la luz azul llega desde dentro.
—Hola —Ocho dice, con una voz resonante que no
pertenece a nuestro amigo. Es una melódica, y hermosa voz, como
nada que haya oído antes.

Es la voz de Lorien.
Capitulo
Veintiseis
LA MAYORÍA DE LA GENTE TIENE LA SENSACIÓN DE CORRER. Estos
neoyorquinos han visto suficientes películas para saber lo que
sucede cuando un extraterrestre parquea una nave espacial sobre
su ciudad. Ellos corren por la acera en tropel. Algunos incluso
abandonan sus vehículos en medio de las avenidas, lo que
ralentiza las cosas para nuestro convoy de camionetas negras. Por
suerte, fuera del hotel de Sanderson, la Agente Walker fue capaz
de convencer a los policías locales que acudieran en respuesta para
ayudarnos. Cuando se trata de invasiones alienígenas, supongo
que hay algo sobre los agentes federales con traje negro y gafas de
sol.

Incluso con las sirenas y las luces intermitentes adicionales


de la Policía de Nueva York, es difícil atravesar la ciudad. Es un
caos.
Y, sin embargo, algunas personas no están huyendo del Río
Este, donde el buque de guerra mogadoriano se cierne
ominosamente sobre las Naciones Unidas. Están corriendo hacia
allá. La gente con sus teléfonos fuera, grabando, deseosos de echar
un vistazo a la vida extraterrestre. No puedo decidirme si son
valientes, locos o estúpidos. Probablemente una combinación de
los tres. Me dan ganas de gritar por la ventana para que se giren y
corran, pero no hay tiempo.

No voy a ser capaz de salvarlos a todos.

—Michael Worthington, un senador por Florida. —La


Agente Walker ladra el nombre en su teléfono celular, leyéndolo
en un bloc de notas amarillo. Ella está en el asiento del pasajero,
mirando acosadora y salvaje. Ella sabe que no hay tiempo
suficiente para que sus órdenes hagan una diferencia, pero ella las
está dando de todos modos.

—Melissa Croft, ella está en el Comando Conjunto. Luc


Phillipe, el embajador de Francia —Walker hace una pausa,
llegando al final de su lista. Y mira hacia el asiento trasero, donde
Bud Sanderson se encuentra con Sam y yo.

—¿Estos son todos?


Asiente Sanderson.

—Todos los que conozco.

Walker asiente y habla en el teléfono.

—Arrestarlos. Sí, a todos ellos. Si se resisten, los matan. —


Cuelga el teléfono. La lista de políticos asociados con el Progreso
Mogadoriano, decenas de nombres retransmitidos uno a uno por
Walker a sus contactos, Vino por cortesía de Sanderson. Incluso si
los agentes deshonestos que Walker tiene en su mando pueden
llevarlo a cabo, los arrestos podrían no hacer mucho bien ahora,
en la hora cero. Por lo menos, tenemos la esperanza de que Walker
y su gente van a eliminar a los traidores amigos de los Mogs del
poder, dejando atrás un gobierno que está dispuesto a resistir.
Aunque la cantidad de resistencia de la que será capaz está por
verse.

¿Cuánto tiempo me dijo Henri que les tomó a los Mogs


conquistar Lorien? ¿Menos de un día?

A través del parabrisas, la buque de guerra mogadoriano es


visible. Hace que los rascacielos de la ciudad se ven como juguetes
y lanza largas sombras en todas direcciones. Parece una cucaracha
gigante suspendida sobre Nueva York. Hay cientos de armas
bláster a lo largo de sus lados y en su vientre, y creo que he podido
ver aberturas donde probablemente hay otras naves Mogs más
pequeñas. Incluso con la Garde plena, y sus Legados ardientes, no
estoy seguro de que podríamos acabar con esto.

La Agente Walker también está mirando a la nave. Supongo


que es probablemente imposible de ignorarla, el objeto alien se
desplaza en el horizonte. Ella se da la vuelta para mirarme.

—Pueden destruir esa cosa, ¿verdad?

—Claro —le respondo, tratando de imitar la bravuconería


ocasional de Nueve. Que está en la camioneta detrás de la nuestra,
Probablemente explicándole a su agente escolta cómo va a
destrozar esa nave de guerra con sus propias manos—. Tenemos
esto. No hay problema.

A mi lado, Sanderson se ríe oscuramente, pero se calla


cuando Walker le lanza una mirada amenazadora. Al otro lado de
la desgraciada secretaría de defensa, Sam finalmente levanta la
mirada del teléfono celular que tomó prestado de ese espectador
inocente fuera del hotel.
—Ya se cargó —me dice. —Sarah tiene el material del
archivo.

—Gracias, Sam, —contesto, y saco mi propio teléfono de mi


bolsillo, e inmediatamente marco el número de Sarah.

Me pregunto qué pensaría Henri de Sam y de mí subiendo


mis fotos usando mis legados a la página web de Ellos Caminan
Entre Nosotros. En mis sueños más salvajes, No creo que yo
podría haber inventado un escenario en el que me aprovecho en
buen grado mis poderes públicamente. Pero aquí estamos.

Sarah responde al primer timbre. Puedo oír la actividad en


segundo plano. Gente hablando, un televisor a todo volumen.

—John, ¡gracias a Dios! ¡Los Mogs están en todas las


noticias! ¿Estás bien?

—Estoy bien —le digo—. Simplemente hago mi camino


hacia la nave Mogadoriana más grande que he visto en mi vida.

—John, espero que sepas lo que estás haciendo — Sarah


responde, con preocupación en su voz.
—No es nada que no podamos manejar —Me pongo a
tranquilizarla, hasta que una ráfaga de estática me interrumpe—.
¿Sarah? ¿Sigues ahí?

—Estoy aquí —ella responde, sonando un poco más distante


que antes—. Creo que algo interfiere con la conexión, de todos
modos.

Deben ser los barcos de guerra. Estoy seguro de que esas


enormes cosas que bajan desde la órbita no le están haciendo
ningún bien a las redes celulares. Por no hablar de todas las
llamadas telefónicas de pánico que deben estar ocurriendo en todo
el país. Tengo que hablar más rápido en caso de que pierda el
servicio.

—Sam acaba de enviar algunos archivos de vídeo para la


página web de Mark. ¿Los recibieron? Creo que podría ser útil. —
Recuerdo lo que me dijo a Sam afuera de la estación de gas—. No
queremos sólo asustar a la gente. También queremos darles
esperanza.

A mi lado, Bud Sanderson resopla. Supongo que el viejo no


tiene demasiada fe en todo lo que estamos haciendo en Ellos
Caminan Entre Nosotros. No sé si va a funcionar bien, como los
arrestos de Walker, como todo lo que hacemos hoy, que podría ser
demasiado tarde para que importe. Pero tenemos que cubrir todos
los ángulos posibles de lucha contra la Mogs.

—Los estoy viendo ahora —dice Sarah, y su respiración se


acelera—. John, es…eres increíble. Pero soy una tonta con los
extraterrestres guapos que hacen milagros.

He estado tratando de verme con cara seria al frente de mis


aliados incómodos, así que tengo que dar la espalda a Sanderson
para ocultar mi sonrisa.

—Uh, gracias.

—Definitivamente podemos utilizar esto —dice Sarah, y


puedo oírla escribiendo en el teclado—. ¿Qué vas a hacer ahora?
Esa nave parece enorme.

Miro el caos fuera de la ventana.

—Vamos a tratar de poner fin a esta guerra antes de que


empiece.
La voz de Sarah suena cuestionable. Ella sabe que estoy a
punto de decirle algo loco.

—¿Qué quieres decir, John? ¿Cuál es el plan?

—Vamos a subir al buque de guerra mogadoriano —le digo,


tratando de sonar confiado en un plan que parece más
desesperado cuanto más nos acercamos a ese buque de guerra que
se avecina—. Vamos a atraer a Setrákus Ra. Y lo vamos a matar.

Nuestro convoy tiene que parar a diez cuadras de la ONU


cuando el tráfico se vuelve intransitable. Las calles están atestadas
de gente tratando de conseguir una vista más de cercana a la nave
de guerra. Algunos de ellos incluso están de pie en la parte
superior de los coches o, en un caso, sobre un autobús de la ciudad
que se estancó. Hay policías por todas partes tratando de todas las
formas posibles de restaurar el orden, pero dudo que estén
entrenados para escenarios de primer contacto; la mayoría de ellos
están ocupados mirando la nave, también. La multitud es un
hervidero y hay un montón de gritos emocionados.

Son un montón de blancos fáciles para los Mogadorianos.


Me da miedo el momento en que esos cañones a lo largo de los
lados de la chimenea de la nave de guerra le disparen a la
multitud. Quiero decirles a todos que corran, pero que sólo podría
crear pánico. Si cualquier persona incluso fuera a escucharme.

—¡Muévanse!, ¡Fuera de mi camino! —Walker grita


mientras sale de la camioneta. Ella tiene su insignia en el aire,
aunque realmente nadie le presta atención.

Los agentes de las dos camionetas, junto con los policías


que Walker recluto en el hotel forman un perímetro apretado
alrededor de Sanderson, Sam y yo. Nueve empuja su camino a
nuestro lado, mirando a un grupo de adolescentes emocionados
con la nave espacial.

—Idiotas —dice refunfuñando, entonces me mira—. Esto es


una locura, Johnny.

—Tenemos que proteger a todos los que podamos —le


respondo.

—Tienen que protegerse a sí mismos —Nueve dice,


entonces grita sobre el hombro de uno de nuestros agentes—.
¡Váyanse a casa, imbéciles! ¡O consigan algunas armas y vuelvan!

Walker se le queda mirando.


—Por favor, no alienten a los civiles para que se armen.

Nueve le da una mirada salvaje y sigue gritando.

—¡Es la guerra, señora! ¡Estas personas tienen que


prepararse!

Algunas de las personas que nos rodean han escuchado, o


tal vez sólo están nerviosos por la creciente presencia de la policía.
Pero me doy cuenta de algunos intercambios de miradas nerviosas
y que la gente comienza a regresar paulatinamente por donde
vino. Walker hace una mueca en Nueve, a continuación, le da una
palmada a uno de los agentes en el hombro.

— ¡Adelante! —Grita—. ¡Tenemos que seguir adelante! —


Todavía hay una multitud que nos separa de la ONU, y que no
muestra signos reales de aminorarse. Los agentes de Walker y los
policías comienzan a caminar a través, arrastrándonos junto con
ellos.

—¡Ten cuidado, amigo! —Grita un transeúnte.

—¡Mierda! Son los Hombres de Negro! —grita otro.


—¿Van a hacernos daño? —una mujer que pasa le grita a
Sanderson, quizá reconociéndolo como alguien importante—.
¿Estamos en peligro? —

Sanderson aparta sus ojos y pronto la mujer se pierde en la


multitud. Es algo lento, incluso con una docena de policías y
agentes corriendo delante de nosotros. Estas personas necesitan
salir de nuestro camino.

Un tipo de mirada salvaje con una barba rala que parece del
tipo que agita carteles hechos a mano sobre el fin del mundo cae
sobre la Agente Walker. Ella pierde el equilibrio, y tiendo la mano
para estabilizarla. Walker no agradece. Hay furia y frustración en
sus ojos. Hartos de la multitud, ella desenfunda la pistola de su
cadera, tal vez pensando en a disparar algunos tiros al aire para
despejar el área. La detengo por el brazo y muevo la cabeza cuando
ella me mira.

—No lo hagas. Vamos a empezar un pánico.

—Esto ya es una situación de pánico —responde ella.


—Personalmente, estaría entrando en más pánico si alguien
disparara —interviene Sam.

Walker hace un ruido molesto y se remonta abriéndose


paso entre la multitud. Le doy codazo Nueve en las costillas.

—Vamos a ayudar —le digo, y agrego—. Pero no le hagas


daño a nadie.

Nueve asiente y empezamos a usar telekinesis para mover a


la gente fuera de nuestro camino. Nueve lo hace más suave de lo
que yo esperaba.

Creamos una especie de burbuja telequinética que nos


rodea, los transeúntes cercanos se deslizan fuera de ella. Nadie es
pisoteado, y poco a poco el camino comienza a despejarse para
Walker y el resto de los escoltas.

A medida que nos acercamos a la ONU, estamos


directamente bajo la sombra del buque de guerra mogadoriano.
Un escalofrío me recorre, pero trato de no mostrarlo. Hay
banderas de todas las naciones plantados en el suelo a ambos
lados del camino por el pasamos, todos estos símbolos aletean por
una brisa de primavera suave, atrapados debajo de la nave
Mogadoriana que se avecina.

Más adelante, veo que un escenario se ha erigido


apresuradamente en la entrada principal de la ONU. Hay una
fuerza policial más organizándola. Hay policías locales y seguridad
privada de la ONU. Ellos mantienen a las personas fuera de los
escenarios y de la entrada del edificio principal. También hay una
concentración de la prensa más adelante, todos ellos oscilando
ansiosamente con cámaras entre el escenario y la nave espacial
que se asoma.

Agarro Sanderson alrededor de los hombros y lo acerco,


señalando el escenario.

—¿Qué pasa con eso? ¿Qué se supone que suceda aquí? —

Sanderson me hace mueca, pero no trata de zafarse.

—El Amado Líder tiene un gusto por la teatralidad. ¿Sabías


que escribió un libro?
—La lectura es estúpida —gruñe Nueve, más centrado en la
multitud.

—No me importa la propaganda. Explica el escenario,


Sanderson.

—Propaganda, como usted dijo —responde Sanderson—. Yo


y algunos otros seguidores del Progreso Mogadoriano, los que
nuestra querida amiga Walker probablemente ha detenido, nos
íbamos a saludar con Setrákus Ra. Iba a mostrar los regalos que
los Mogadorianos podrían ofrecer a la humanidad.

Recuerdo el estado en que encontramos a Sanderson, todo


veteado de negro y que casi se desplomó, todo se encadena hacía
los llamados avances médicos Mogadorianos.

—Él iba a sanarte —Le digo.


—¡Aleluya! —Sanderson dice, con amargura—. ¡Nuestro
salvador! Entonces, lo habíamos invitado dentro de la ONU para
los debates y, a venir mañana, se adoptaría una solución pacífica
para permitir a los Mogs entrar en el espacio aéreo de cada nación.

—Y eso es todo —dice Sam—. La Tierra se rinde.

—Por lo menos sería pacífica —dice Sanderson.

—¿No crees que la gente se asuste? —Le pregunto a


Sanderson—. Quiero decir, mira alrededor. ¿Imagina lo que
sucederá cuando los Mogs en realidad se muestren a sí mismos?
¿Y comiencen a caminar por ahí? ¿Tomando las cosas? Habría
pánico, disturbios, Incluso con su diplomacia de mierda. ¿Cómo se
supone que su plan va a funcionar?

—Por supuesto que he pensado en eso — Sanderson dice—.


Así es como Setrákus Ra planea identificar a los opositores. Los
elementos de problemas.
—Así él sabrá a quién matar — Nueve gruñe.

—Eso es enfermizo —dice Sam.

—Un pequeño precio a pagar por la supervivencia de la


humanidad —Sanderson sostiene.

—He visto el futuro bajo el dominio Mogadoriano —le digo


a Sanderson—. Créeme. Es un precio más grande que el que usted
está dispuesto a pagar.

Sam me mira preocupado y me doy cuenta de lo frío que


debo sonar, como la guerra con los Mogadorianos en la Tierra es
inevitable, que no hay nada que podemos hacer en este momento
para evitar que la gente se lastime. En verdad, No estoy seguro de
que haya una manera de resolver esto sin derramamiento de
sangre. La guerra está aquí y va a ser combatida. Pero necesito a
los otros para mantener la esperanza.
—No tiene por qué ser así —Puedo añadir—. Vamos a
acabar con Setrákus Ra antes de esto vaya más allá. Pero usted
tiene que ayudarnos.

Sanderson asiente, con los ojos fijos en el escenario.

—¿Quieres que siga con esto?

—Exhibirlo, como él quiere —Le digo, tirando de la capucha


de mi sudadera.

—Y nosotros lo acabaremos.

—¿Eres lo suficientemente poderoso para hacer eso?

Mientras miro a Sanderson para responder, Puedo ver la


misma pregunta en los ojos de Sam. Él no estaba en nuestra
última pelea con Setrákus Ra, pero sabe que no fue así. Y eso fue
con toda la Garde, ahora sólo somos Nueve y yo. Bueno, y todas las
armas que la Agente Walker puede proporcionar.

—Tengo que serlo —le digo Sanderson.

A medida que nos acercamos a la parte delantera de la ONU


y del escenario, pasamos a un hombre vestido como un mensajero
en bicicleta rodeado de unas cuantas cámaras de los noticieros.
Debe ser noticia porque es el único al que toda la presa le presta
atención, además del buque de guerra mogadoriano gigante.
Concentro mis sentidos para escuchar lo que está diciendo.

—Te lo juro, ¡el chico cayó del cielo! —el mensajero en


bicicleta exclama a un cuerpo de prensa escéptica—. O tal vez
flotó, no lo sé. Y cayó al suelo duro, pero su piel estaba, como,
cubierto con una armadura o algo así. Se veía en mal estado.

La mano de Nueve toma medidas drásticas contra mi


hombro. Él también lo oyó, y él está tan distraído que deja de
empujar a la gente telequinéticamente. Los agentes se mezclan y
gimen cuando parte del público se acerca, pero se las arreglan para
mantenerlos a distancia de nuevo.

—Escuchaste eso, ¿verdad? —pide Nueve, sus ojos


prácticamente brillando con sed de sangre.

—Él podría ser sólo algún loco —Le digo, refiriéndome al


mensajero en bicicleta, aunque yo no me lo creo—. Este tipo de
cosas definitivamente los atrae.

—De ninguna manera —dice Nueve, con emoción en su voz.


Sus ojos se mueven alrededor de la multitud con un renovado
interés—. Cinco está aquí, hombre. Cinco está aquí, y yo le voy a
romper esa cara gorda.
Capitulo
Veintisiete
ME SIENTO ENTUMECIDA.

En el hangar, atrapo mi reflejo en los paneles de la armadura de


color perla de la pequeña nave en la que iremos a Manhattan. Me veo
fantasmal. Tengo enormes bolsas bajo los ojos. Me vistieron con un
nuevo vestido formal, negro con franjas rojas a lo largo, y pusieron mi
pelo en una coleta tan severa que mi cuero cabelludo se siente como si
estuviera alejando de mi cráneo. La Princesa de los Mogadorianos.

Realmente no me importa.

Tengo una sensación airada, como que estoy flotando. Una parte
de mí sabe que debo enfocarme hacia arriba, mantener mi cabeza recta.

Simplemente no puedo.

La entrada a la nave de transporte se abre y una pequeña escalera


se despliega para que yo suba. Setrákus Ra coloca suavemente su mano
en mi hombro y me impulsa hacia adelante.
—Aquí vamos, querida —dice. Su voz suena muy lejos—. Es un
gran día.

Al principio no me muevo. Pero entonces un dolor comienza en el


hombro donde fui apuñalada. Se siente como pequeños gusanos que
mueven por debajo de mi piel. El dolor sólo se calma cuando pongo un
pie delante del otro, subo por las escaleras y caigo en uno de los asientos
del buque.

—Bueno —Setrákus Ra dice, y me sigue a bordo.

Se sienta en el asiento del piloto y la nave se cierra detrás de


nosotros. Su forma humana ha sido restaurada después de su pelea con
Cinco, y él mismo está vestido con un traje de gala negro elegante con
carmesí.

El esquema de color no complementa el rostro humano paternal


que lleva puesto -que le da un aspecto severo y autoritario-. Yo no se lo
digo, tanto porque no quiero ayudarlo y porque haría demasiado
esfuerzo hablando.

Ojalá pudiera dormir.


Ellos me hicieron algo después de que la herida se abrió en mi
hombro. Yo estaba dentro y fuera de la conciencia por la pérdida de
sangre, así que mi memoria ésta nublada. Puedo recordar a Setrákus Ra
llevarme a la bahía médica, un lugar en la nave que no había tenido la
mala suerte de explorar hasta entonces. Recuerdo una inyección en mi
herida, con algo negro y rebosante. Estoy bastante segura de que yo
gritaba de dolor. Pero entonces mi herida comenzó a cerrarse. No era
como las veces que Marina o John me habían sanado. En esos casos,
sentía como si mis lesiones se fueran tejiendo de nuevo, como si la carne
volviera a crecer. Bajo el – cuidado - de los Mogs se sentía como mi carne
estuviera siendo reemplazada por otra cosa, una cosa fría y extraña. Algo
vivo y hambriento.

Todavía lo puedo sentir, arrastrándose por debajo de la pálida


piel de mi hombro ahora perfectamente ileso.

Setrákus Ra gira unos interruptores en la consola, y nuestra


pequeña nave esférica se empuja hacia arriba. Las paredes se vuelven
translúcidas. Es la versión mogadoriana de los vidrios polarizados,
podemos ver hacia fuera, pero nadie puede ver dentro.

Giro la cabeza para estudiar la bahía de acoplamiento que está


llena de mogadorianos de combate. Listos. Todos ellos se encuentran
perfectamente inmóviles, cientos de ellos dispuestos en filas ordenadas,
todos con sus puños apretados sobre sus corazones. Están saludando a
su Amado Líder que se lanza a la conquista de la Tierra. Miro su palidez,
su rostro inexpresivo y su oscuridad, con los ojos vacíos. ¿Es este mi
pueblo? ¿Me estoy convirtiendo en uno de ellos?

Ceder parece más fácil.

Setrákus Ra está a punto de empezar el movimiento cuando una


luz roja parpadea en una de sus pantallas de video y un zumbido
estridente suena. El ruido me despierta un poco. Algún subalterno con
mala suerte está tratando de llamar a Setrákus Ra justo en medio de su
gran día. Las mandíbulas de Setrákus Ra muestran la molestia por el
mensaje entrante y, por un momento, creo que va a ignorarlo. Al final,
presiona un botón y un oficial de comunicaciones mogadoriano agotado
aparece en pantalla.

—¿Qué es? —Gruñe Setrákus Ra.

—Las más sinceras disculpas por la interrupción, Amado Líder


—dice el oficial, manteniendo la mirada baja—. Usted tiene un mensaje
urgente de Phiri Dun-Ra.

—Más vale que sea bueno. —Setrákus Ra se queja. Agita una


mano con impaciencia en la pantalla—. Muy bien. Ponla en línea.
La pantalla parpadea, cruje, y luego aparece una mujer
mogadoriana. Ella tiene dos largas trenzas alrededor de su cabeza calva y
un corte de tamaño considerable por encima de la ceja. Parece que ha
rodado por todos los lados de la selva. Al parecer, un mensaje de ésta
nacida natural es lo suficientemente importante como para retrasar
nuestro vuelo a Nueva York. Trato de sentarme un poco en mi asiento,
luchando a través de la niebla para prestar atención.

—¿Qué es, Phiri? —Setrákus Ra dice, fríamente—. ¿Por qué me


has contactado directamente? —La mujer Mog, Phiri, vacila antes de
hablar. Tal vez está sorprendida por el rostro humano dirigiéndose a ella
con tanta autoridad. O tal vez es sólo miedo de su Amado Líder.

—Están aquí —Phiri dice por fin, hay una nota de triunfo en su
voz—. La Garde ha activado el Santuario.

Setrákus Ra se inclina hacia atrás en su asiento, sus cejas se


arquearon por la sorpresa. Él junta las manos delante de él
considerándolo.

—Muy bien —responde—. Excelente. Tus órdenes son


mantenerlos allí, Phiri Dun-Ra. Con tu vida. Me reuniré contigo en
breve.
—Como quiera, Amad… — Setrákus Ra corta la conexión antes
de Phiri Dun-Ra pueda terminar.

La mención de la Garde y el Santuario me pone un poco más


consciente. Trato de pensar en Seis y Marina, en John y Nueve. Sé que
ellos quieren que pelee por esto. Es que es tan difícil de mantener mi
mente sin que derive, o mantener mi cuerpo recto.

—Durante años los he perseguido. —Setrákus Ra dice en voz


baja, casi para sí mismo—. Para acabar con el último trozo de la
resistencia al Progreso Mogadoriano. Para tomar el control de lo que esos
tontos ancianos enterraron en este planeta. Ahora, ha llegado el día
cuando todo por lo que he luchado para será mío, todos de una vez.
Dime, nieta, ¿cómo puede haber alguna duda de la superioridad
mogadoriana?

Él realmente no quiere una respuesta. A Setrákus Ra sólo le gusta


oírse hablar a sí mismo. Le doy una lenta y medicada sonrisa medio
formada en mi cara. Eso parece agradarle. Mi abuelo se acerca y me da
una palmada en la rodilla.
—Te sientes mejor, ¿verdad? —dice. Él voltea unas cuantas
palancas en la consola y los motores de nuestra nave vibran a la vida—.
Ven. Vamos a tomar lo que es nuestro.

Con eso, Setrákus Ra conduce la nave hacia adelante. Pasamos


rápidamente a través de la bahía de atraque, más allá de las filas de
guerreros mogadorianos. Ellos golpean sus puños contra el pecho a
medida que avanzamos, gritando ánimos mogadorianos. Salimos por el
mismo pasaje que el cuerpo de Cinco. En esa parte -al verlo perder la
conciencia y luego ser arrojado a un lado como si fuera basura- me alegra
la niebla que cubre mis recuerdos.

Descendemos en Manhattan. Puedo ver a todos los seres


humanos que se reunieron alrededor. Hay miles de ellos concurriendo un
conjunto de edificios de un aspecto elegante y su campus circundante.
Puedo distinguir un escenario allí, también. Todo está construido en la
orilla de un gris y revuelto río. Recuerdo el Washington de mi visión, los
olores de humo que sofocaban el aire. Así será Nueva York pronto. Me
pregunto si estas personas se lanzarán al río cuando su ciudad comienza
a arder.

La gente de abajo apunta hacia nuestra nave. Puedo oírlos


gritando y saludando. Estos humanos, los que más se han acercado a
Anubis, no piensan que están en peligro.
Y se me ocurre que estamos viajando entre esta multitud de
personas sin ningún tipo de guardia mogadoriano. Inclino mi cabeza
hacía mi abuelo, humedezco mis labios y gestiono para encontrar
palabras.

—¿Nos enfrentamos a ellos solos? —Le pregunto.

Él sonríe.

—Por supuesto. Quiero elevar a estas personas, no hacerles daño.


No tenemos nada que temer de los seres humanos. Mis siervos en la
Tierra han organizado un saludo que me parece más que adecuado.

Está tramando algo, obviamente. Probablemente ya tiene todo


este evento planeado. Sé que es poco probable que incluso una multitud
de seres humanos de este tamaño tenga alguna oportunidad contra
Setrákus Ra y todos sus poderes, pero una parte de mí espera que tal vez
uno de ellos vea a través de cualquier acto secundario que él tenga
planificado y se dé cuenta del alíen aterrador.

Por supuesto, eso significaría mi muerte antes de que pudiera


parar a Setrákus Ra. En este punto, parece que casi vale la pena. Siento lo
que los mogadorianos inyectaron en mí arrastrándose por debajo de mi
piel. No puedo soportar más de eso.

El descenso ha terminado. Pasamos unos cinco metros por


encima del escenario. Hay un hombre mayor de aspecto nervioso en un
traje, algún tipo de político, que nos espera allí. Hay flashes locos. Mis
ojos parpadean y trato de evitar el sonambulismo.

—Vamos, Ella. Saludemos nuestros súbditos —Setrákus Ra dice.


Coge su bastón de oro, con el obstinado Ojo de Thaloc capturando la luz.
No estoy segura de por qué lo ha traído con él. Supongo que no quiere
hacer frente a nuestros llamados súbditos completamente desarmado. O
tal vez él piensa que le hace parecer noble, como un rey con un cetro.

Me pongo de pie, ligeramente inestable. Setrákus Ra me ofrece su


brazo. Engancho mi mano a través de él.

La puerta de nuestra nave de transporte se abre y una escalera


resplandeciente se extiende hacia el exterior, creando un camino para
nosotros hacia el escenario. La multitud queda boquiabierta cuando
salimos. A través de mis ojos lagañosos, puedo ver a decenas de cámaras
de televisión encima en nosotros. La multitud se queda en silencio con
asombro. ¿Qué parecemos para ellos? Aliens... Aliens que se ven
exactamente como humanos. Un atractivo hombre mayor y su pálida
nieta.

Setrákus Ra levanta la mano y saluda a la gente. Es una cosa real,


cortés y vistosa. Cuando habla, su voz suena como si estuviera conectado
a un micrófono.

—¡Saludos, gente de la Tierra! —Él vocifera en perfecto inglés,


con voz firme y tranquilizadora—. Mi nombre es Setrákus Ra y esta es
mi nieta, Ella. Hemos viajado una gran distancia para llegar
humildemente ante ustedes con deseos de paz.

La multitud estalla en aplausos. Ellos no conocen nada mejor.


Setrákus Ra mira beatíficamente hacía todas las caras vueltas hacia él.
Pero cuando sus ojos se posan sobre el viejo hombre de pie en el
escenario, siento que una tensión pasa por su brazo.

—Hmm —Setrákus Ra dice en voz baja.

Algo no está bien. El portavoz oficial no es lo que él esperaba. O


tal vez se supone que habría más seres humanos esperando en el
escenario con los brazos extendidos o que habría ramos de flores.
Sin inmutarse, Setrákus Ra se estira un poco viéndose más alto y
baja el resto de los pasos.

—¡Tenemos mucho que ofrecer a su gente! —él continúa con su


discurso, y con su voz caritativa—. Avances en la medicina para curar a
sus enfermos, técnicas de cultivo para alimentar a sus hambrientos y
tecnología que hará sus vidas más fáciles y más productivas. Todo lo que
pedimos a cambio, después de un largo viaje, es refugio contra el frío del
espacio.

Echo un vistazo a la multitud para ver si alguno de ellos lo está


creyendo. Mis ojos terminan centrándose en un chico joven en la primera
fila, empujado hacia arriba justo al lado de algunas cámaras de televisión,
sus oscuros ojos buscando los míos. Lleva una sudadera con capucha, el
pelo largo y negro se derrama hacía afuera, él es alto y atlético, y…

En mi condición, me toma un momento reconocerlo. No hace


mucho tiempo, me equilibró sobre sus hombros y me enseñó a luchar.

Nueve.

Al verlo, sé que no estoy sola, que no todo está perdido todavía.


Me hace volver de nuevo a mis sentidos. El dolor en el hombro aumenta
de manera exponencial, como si algo estuviera tratando arrastrarse y
encontrar una manera de salir de mí. Lo que hay dentro de mí no quiere
que yo use mis legados. Lo ignoro y uso mi telepatía.

¡Nueve! ¡Su bastón! ¡Es como él cambia de forma! ¡Trata de Obtener su


bastón y destrózalo!

Una sonrisa salvaje se extiende en la cara de Nueve y éste asiente


con la cabeza hacia mí. Los latidos de mi corazón se aceleran.

A mi lado, la postura de Setrákus Ra ha endurecido. Mi mano


está atrapada en el hueco de su codo. Él sabe que algo está pasando, sin
embargo, continúa con la presentación de todos modos.

—¡Yo esperaba que más de ellos estuvieran aquí en esta ocasión


trascendental. Sin embargo, veo que uno de sus líderes ha venido a
saludarme! —Setrákus Ra extiende su mano al anciano—. ¡Yo vengo a
usted en paz, señor! A cimentar la amistad entre nuestras dos grandes
razas.

En lugar de estrechar la mano de Setrákus Ra, el anciano da un


paso hacia atrás. Hay miedo profundo en sus ojos, pero no es el miedo de
correr y gritar. Es el miedo de un animal acorralado. El anciano tiene un
micrófono propio, y como las cámaras de televisión giran en su dirección,
él comienza a gritar.
—Este hombre, esto ¡Es un mentiroso!

—Lo que —Setrákus Ra da un paso agresivo hacia el anciano, y


estoy libre del agarre de su codo. Por primera vez desde que he estado en
su compañía, el líder mogadoriano en realidad se ve sorprendido.

Sorprendido y furioso.

Un murmullo de incertidumbre pasa a través de la multitud. El


anciano grita algo más. Oigo las palabras, esclavitud y muerte, pero lo
demás realmente no puedo oírlo. Nadie puede. Setrákus Ra ha utilizado
su telekinesis para aplastar micrófono del anciano.

—Usted debe estar confundido, mi amigo —Setrákus Ra dice


entre dientes, todavía tratando de salvar esta farsa—. Mis intenciones
son pu…

De repente Setrákus Ra pierde el equilibrio. Yo sé por qué. Un


ataque de telekinesis. Observo mientras su bastón de oro es arrancado de
su mano. Nueve lo tira al aire cuando se sube al escenario, sonriendo a
Setrákus Ra.
Tengo la sensación de movimiento a mi izquierda. Giro la cabeza
para ver a John también saltar en el escenario. Lo están flanqueando, al
igual que hemos practicado en la sala de entrenamientos. Entre la
multitud, veo hombres y mujeres con trajes oscuros, todos ellos cargando
disimuladamente armas de fuego a la vista. El público empieza a zumbar,
algunos civiles -los más listos- comienzan a alejarse del escenario.

Es una trampa. Me doy cuenta alegremente. ¡La Garde está aquí!

Ahora, Setrákus Ra realmente se ve sorprendido. Y, me atrevería a


decir, que un poco asustado.

—¡Han sido engañados! —Setrákus Ra grita, señalando con sus


manos ahora vacías a Nueve y John—. ¡Estos chicos son fugitivos!
¡Terroristas de mi planeta de origen! No sé lo que les han dicho.

—No les hemos dicho nada —John dice, interrumpiendo. Su voz


no llena como la de Setrákus Ra, pero la gente gira sus cuellos para
escucharlo—. Vamos a dejar que ellos tomen sus propias decisiones. Un
maniaco genocida es fácil de detectar.

—¡Mentiras!

¡Hazlo ahora! Le digo a Nueve telepáticamente.


—¿Me pregunto qué pasará si hago esto?— Nueve pregunta,
jugueteando con el bastón de Setrákus Ra. Antes de que Setrákus Ra
pueda lanzarse en su dirección, Nueve sube el bastón por encima de su
cabeza y lo rompe hacia abajo en el escenario. El Ojo de obsidiana en su
centro explota en una nube de ceniza.

Las cosas suceden rápidamente después de eso.

El cuerpo de Setrákus Ra comienza a agitarse con un espasmo. La


forma humana a la que ha estado tan apegado comienza a desprenderse
de él, como una serpiente que muda su piel. El verdadero Setrákus Ra,
pálido como sin sangre, antiguo y horrible, tatuado en su cráneo calvo,
con una cicatriz gruesa alrededor de su cuello, y vestido con la
puntiaguda armadura mogadoriana, se revela en el escenario.

Muchos en la multitud gritan. Aún más retroceden con horror y


giran para correr. Un arma de fuego se dispara

Oigo el silbido de bala junto a mi oreja antes de que rebote


encima de la nave mogadoriana detrás de mí. Los disparos sólo asustan
más a la gente y ahora la multitud es una estampida en toda la parte
delantera del escenario. Más disparos se producen, esta vez en el aire.
Uno de los agentes que toman como objetivo a Setrákus Ra se cae,
aplastado por los espectadores aterrorizados.

Es un caos.

Con un aullido monstruoso, Setrákus Ra crece quince pies de


tamaño. El escenario debajo de nosotros gime. El anciano que estaba en
el escenario con la Garde trata de correr entre la multitud, pero Setrákus
Ra lo agarra con su telekinesis y lo lanza como un misil a Nueve. Los dos
caen fuera del escenario.

Bolas de fuego cobran vida en las manos de John. Mientras


Setrákus Ra proyecta su campo de Dreynen, aunque no impide que John
lo ataque sacando su daga Lorica mientras se acerca.

—¡Sí! —Setrákus Ra grita, saludando a John—. ¡Ven corriendo


hacia tu muerte, muchacho!

Sin afectarme por la versión de Dreynen de Setrákus Ra, recojo


una pieza rota de su bastón. Mis dedos son torpes y estuve a punto de
dejarla caer dos veces antes de ser capaz de sostenerla con la fuerza
suficiente. Me concentro, ignorando el dolor bajo mi piel y cargo la pieza
con mi Dreynen.
Cuando el fragmento roto se ilumina en color rojo brillante, la
pincho en la parte posterior de la pierna de Setrákus Ra.

El líder mogadoriano grita y se contrae a su tamaño normal.


Percibo que el campo Dreynen de cancelación de Legados se levanta.
Demasiado tarde, Setrákus Ra tropieza hacia adelante en un vano
intento de escapar de mí. La caña cargada Dreynen está enterrada una
pulgada de profundidad en la parte posterior de su pantorrilla. Cuando
Setrákus Ra la saca de un tirón, un chorrito de sangre negra como la
noche, oscurece una parte de su pantalón. Ahora que está fuera de él, no
estoy segura de cuánto tiempo durarán los efectos de mi Dreynen.

Espera un segundo. Él está sangrando. El daño no fue transferido


a mí. Cada encanto tiene una debilidad, eso es lo Setrákus Ra dijo justo
antes de que quemó la cosa terrible en mi tobillo.

Puedo herirlo. Yo soy la única que puede hacerle daño a Setrákus


Ra.

Apenas tengo tiempo para procesar esta información antes de


Setrákus Ra se gire sobre mí, con sus ojos llenos de indignación.

Aprieta mis manos con fuerza y me lanza al aire. Me quedo sin


aliento cuando caigo en el escenario, mi cabeza nada de nuevo. Debió
haber sabido que, aunque me diera cuenta de la laguna con el encanto
mogadoriano, yo no sería lo suficientemente fuerte como para luchar
contra él.

Setrákus Ra está sobre mí, sus características horribles se


arrugan con furia. Él se agacha, con sus dedos presionando en mi
garganta.

—¡Tú, pequeña traidora pe…!

John lo golpea en sus hombros primero y luego en sus pies.


Setrákus Ra aterriza con fuerza a su lado y siento que contusiones se
hinchan inmediatamente en mi propio codo. Acepto el dolor. Hay más
por venir. Yo no soy lo suficientemente fuerte para luchar contra él.

Pero he hecho mi parte. Vacié sus Legados.

Ahora, los demás pueden hacer lo que se tiene que hacer.

John no da tregua. Se abalanza sobre Setrákus Ra, que trata de


escabullirse. El gobernante mogadoriano no parece tan aterrador ahora,
tratando alejarse como un cangrejo de John. Estoy feliz de verlo tan
patético y desesperado. Él debe saber lo que se siente antes de morir.
Antes nuestra muerte.

John ésta a horcajadas sobre él. Levanta la daga sobre su cabeza.


Tomo una respiración profunda y me preparo.

—¡Esto es por Lorien! ¡Y por la Tierra!

Yo sé lo que va a suceder a continuación. John apuñalará a


Setrákus Ra, y me voy a morir. Se romperá el encanto mogadoriano, y
luego la Garde será capaz de matar a Setrákus Ra de verdad. Vale la pena.
Con mucho gusto voy a morir si esto significa poner fin a la miserable
vida de Setrákus Ra.

¡Hazlo! Le grito a John telepáticamente. ¡No importa lo que pase!


¡Hazlo!

Mientras John acerca su daga, oigo un sonido silbante. Algo está


volando en esa dirección. Rápido.

Una gota de sangre me hace cosquillas en la garganta, un


pequeño corte abriéndose. Así de cerca es como llega la hoja John antes
de que una bala de cañón cromado vuele por el aire, lo quite de encima de
Setrákus Ra y lo mande a estrellarse a través del escenario.
Cinco. Él está vivo y me salvó la vida.

Me salvó la vida y nos condenó a todos.

Antes de que pueda reaccionar, el escenario cruje y colapsa. Me


deslizo hacia abajo por la pieza inclinada de madera y tierra dura en el
pavimento debajo. A mi alrededor, la gente está corriendo y gritando.

Junto a mí esta Setrákus Ra. Él se inclina y me agarra por el pelo,


tirando brutalmente para ponerme en pie.

—Te vas a morir por esta vergüenza, niña —gruñe, y empieza a


arrastrarme sobre el escenario destrozado hacia la nave.

Nueve ésta en el camino.


Capitulo
Veintiocho
MI HOMBRO ESTÁ DISLOCADO, eso es de lo que estoy por mucho seguro. Volteo
y miro pedazos irregulares de la plataforma destruida enterrados en mí.
Veo doble y me es difícil respirar. Me siento como si un auto me hubiese
golpeado.

No un auto. Cinco.

El traidor se para sobre mí tragando saliva y respirando


profundamente. Su piel es metálica, pero se sigue viendo gravemente
herido. Está usando un parche en el ojo, para empezar. Un lado de su
cara luce hinchada, aunque pienso que en realidad veo abolladuras en el
caparazón metálico que cubre su cráneo. Ha perdido un par de dientes,
no estoy seguro cómo se hizo esas heridas, y no me interesa.

El bastardo me toma por sorpresa. Estuve demasiado cerca. Setrákus


Ra parecía como si estuviese muerto.
Mi daga sigue unida a mi muñeca, pero es el brazo el que está
dislocado. Tanteo para alcanzarla, e intentar cambiar de mano. Antes de
lograrlo, Cinco me levanta del frente de mi andrajosa playera.

—¡Escúchame! —Me grita en la cara.

—¡Vete al demonio! —replico.

Con mi brazo sano, tomo la frente metálica de cinco y enciendo mi


Lumen, tan caliente como puede ser. Cualquiera que sea el metal en el
que él esté convertido, definitivamente tiene un punto de ebullición. Me
pregunto si podré derretir su caparazón antes de que pueda hacer lo que
tenga planeado.

—¡Detente, John! —Cinco aúlla sacudiéndome.

—¡Mataste a Ocho, hijo de perra!

Humo nocivo sale de entre mis dedos. El ojo de Cinco se ensancha un


poco, pero no me suelta ni me avienta. Lo estoy hiriendo y él lo soporta.

—Arrogante idiota —Cinco se burla, ladea hacia atrás su puño como si


fuera a golpearme. No estoy seguro de tener la fuerza para detenerlo. Su
puño cerrado tiembla y parece reconsiderarlo—. ¡Escúchame, John! ¡Si
hieres a Setrákus Ra, el daño se lo harás a Ella!

Dejo que el calor de mi Lumen disminuya un poco. Mi mano se siente


pegajosa con el metal derretido.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando?

—Es un hechizo como el que los Ancianos usaron en nosotros —dice


Cinco—. Él lo torció de alguna manera.

Apago mi Lumen por completo. ¿Cinco está tratando de ayudarnos


ahora? ¿No me detuvo por Setrákus Ra, no lo hizo para proteger a su
Amado Líder, pero sí para salvar a Ella? No sé qué pensar.

—¿Cómo lo rompemos? —Le grito—. ¿Cómo lo matamos?

—No lo sé —Cinco responde— ¡Maldito!

Cinco se aleja de mí y comienza a volar. Me pongo en pie en el preciso


instante en el que veo a Nueve cargando hacia Setrákus Ra. Sostiene un
pedazo roto de la plataforma enfrente de él como una lanza.

—¡Nueve! ¡No!
Nueve no me oye, probablemente porque está demasiado ocupado
siendo atacado de lado por Cinco. Ambos van a chocar contra los
pedazos de la plataforma, piezas rotas de madera vuelan hacia todos
lados. Una vez que ellos golpean, parece como si Cinco intentara
empezar a volar de nuevo, pero Nueve lo atrapa por el tobillo.

—¿Adónde vas, niño gordo? —Escucho a Nueve gritar.

Nueve vuelve a ponerse de pie sin soltar el tobillo de Cinco, entonces lo


hace cambiar de dirección con todo su poder. Cinco agita los brazos en
un inútil intento para darse impulso, pero él esta imposibilitado. Nueve
lo estampa de bruces contra el piso. Trozos de concreto salen disparados
por el impacto, y la cabeza de Cinco hace el sonido de una campana
sonando cuando se golpea. Me doy cuenta que su carcasa metálica
momentáneamente vuelve a piel normal, lo que debió de haberlo herido
lo suficiente para hacerle difícil concentrarse en su Externa.

—¡Nueve! ¡Suficiente! —Le grito, empujando mi propia pila de madera


rota.

Nueve mira hacia mi dirección, y es cuando Cinco le lanza un gancho al


mentón. Con un rugido, Nueve se lanza de nuevo hacia él, y ambos caen
juntos. Se lanzan puños el uno al otro en una maraña de extremidades y
golpe que pierdo la noción de adonde van rompiendo la ventana frontal
del edificio de las Naciones Unidas.

No puedo preocuparme por ellos ahora. Tengo que llegar hasta


Setrákus Ra.

Tengo que salvar a Ella. No dejaré que ellos se la lleven por segunda
vez.

Mi brazo derecho cuelga flojo a mi lado. Necesitaría acomodar mi


brazo antes de poder curarme, pero no tengo tiempo para hacerlo.
Sacudo pedazos de metales de mi mano y amarro la correa de mi daga en
mi brazo bueno. Tendré que hacer esto con una sola mano.

Sorpresivamente, Setrákus Ra no parece en lo más mínimo interesado


en quedarse a pelear. Él arrastra a Ella a través de los escombros,
llevándola hacia la nave en forma de perla en la que llegó. Ella se parece
demasiado a como era en la visión que compartimos de Washington
D.C., como si hubiera sido despojada de algo esencial. Me pregunto que
le hicieron en esa nave de guerra.

¡No importa lo que pase! ¡Hazlo! Ella grita en mi mente. No importa lo que pase.
Cinco no debería de estar mintiendo. Ella sabía cuales serían las
consecuencias de que apuñalara a Setrákus Ra, y las aceptaba.
Lo que sea que ellos le hicieron, los Mogs no la corrompieron. Tenía
suficiente pelea con ella misma para ayudarnos. Es como en la base de
Dulce todo de nuevo. Ella golpeó a Setrákus Ra con un pedazo de
escombro que brillaba en rojo, y mis Legados instantáneamente
regresaron.

Ella drenó los poderes de Setrákus Ra, me di cuenta. Y, juzgando por su


cobarde retirada, ellos siguen sin haber vuelto a él.

No podré ser capaz de matar a Setrákus Ra, pero eso no significa que
no pueda someterlo. Vamos a ver a los mogadorianos invadir mientras yo
sostengo a su Amado Líder como rehén.

Corro a través de la desequilibrada y rota plataforma, intentando


cerrarle el paso a Setrákus Ra antes de que pueda alcanzar su nace. Ella
me ve venir y clava sus talones en el suelo. Lucha contra el agarre de Ra y
eso lo ralentiza lo suficiente. Voy a atraparlo.

—¡Setrákus Ra!

Maldita sea. No ahora.


El líder mogadoriano no reconoce a la agente Walker mientras ella se
dirige hacia él desde su otro lado. ¿Ella esperaba que se congelara? Es ella
y otros dos agentes quien ha conseguido escaparse de la multitud presa
del pánico. Sam está con ellos. Se detienen unos cuantos metros alejados,
con sus armas listas. Incluso, Sam parece listo para abrir fuego, sus ojos
entornados. Su boca tensada en una firme línea. Recuerdo esas
quemaduras con ácido en las muñecas de Sam. Vinieron como cortesía de
Setrákus Ra. Estoy seguro que está listo para saldar ese marcador.

—¡Esperen! —Le grito a Sam y a Walker, pero es demasiado tarde.

Setrákus Ra sacude su cabeza en dirección hacia los agentes y Sam,


como si fueran unas hormigas molestas que necesitan ser aplastadas.
Con la mano que no sostiene a Ella, Setrákus Ra saca un látigo de tres
cabezas desde donde está escondido debajo de su desgarrado uniforme.
Antes de que el pueda azotarlos a ellos, los agentes y Sam abren fuego.

No puedo creer lo que estoy a punto de hacer.

Detengo las balar en medio del aire con mi telekinesis. No esto seguro
si han incluso penetrado la armadura de Setrákus Ra, pero no puedo
arriesgarlo. No dejo que Sam y los otros tengan una oportunidad de darse
cuenta que sus disparos se perdieron. En cambio, empujo al grupo hacia
atrás con mi telekinesis. No lo suficientemente fuerte para herirlos, pero
si lo suficiente para dejarlos inconscientes sobre algunos pedazos de los
escombros de la plataforma. También para ponerlos fuera del rango del
látigo de Setrákus Ra. Me disculparé más tarde.

Setrákus Ra no les da a los agentes una segunda mirada. La breve


distracción fue todo lo que él necesitaba para alcanzar los escalones de
su nave por delante de mí. Él se une a ellos, arrastrando a Ella a lo largo
de su espalda y desaparece en la nave.

Corro hacia delante, determinado a no dejarlo escapar. La nave


comienza a elevarse antes de que la escalera esté completamente dentro
del cuerpo liso.

Todavía puedo atraparlos. Todavía puedo detenerlo. Estoy demasiado


cerca.

Me aviento hacia delante e intento alcanza el último escalón con mi


mano buena.

La nave continua elevándose mientras la escalera comienza a


retroceder de nuevo hacia la puerta abierta. Me empujan más cerca de
Setrákus Ra y Ella, incluso mientras la nave se eleva más y más lejos de la
Tierra. Balanceo una de mis piernas hacia arriba que engancho en el
escalón del fondo. Pronto, estamos casi a treinta metros en el aire, yendo
cada vez más cerca al buque de guerra sobre nosotros.

Los escalones se pliegan como un acordeón dentro de un panel en la


base de la entrada de la nave. Empujo el escalón del que había estado
agarrado antes de que me aplaste el mecanismo y la embestida de la
puerta abierta. No es fácil de hacer con un solo brazo bueno. Termino
colgando desde el filo de la puerta, mi brazo sano comienza a sentirse
híper extendido. Mis piernas cuelgan por arriba de lo que ahora es una
caída de doscientos metros.

Setrákus Ra se alza sobre mí, su látigo de tres cabezas cuelga en mi


cara, con las puntas de fuego crepitante. No creo que el planee ayudarme
a entrar a la nave.

Cojo un resquicio de Ella a través de sus piernas. Está encorvada en


una de las sillas de la cabina, totalmente sedada. No voy a obtener
ninguna ayuda de ella.

—John Smith, ¿no? —Setrákus Ra pregunta conversacionalmente—.


Gracias por la ayuda allá abajo.

—No estaba intentado ayudarte.


—Pero lo hiciste, sin tenerlo en cuenta. Esa es una razón por la que te
dejaré vivir.

Hago una mueca. Mi agarre se desliza un poco. Necesito llegar arriba a


jugar pronto. Es difícil tirar una bola de fuego con un brazo dislocado y el
otro aferrándose para salvar la vida. Tendrá que ser mi telekinesis. Tal
vez si pudiera aventarlo hacia atrás.

Se ha ido. Mi telekinesis se ha ido. Drenada, igual que antes.

Setrákus Ra sonríe hacia mí. Sus Legados están volviendo. He fallado.

Él se agacha hacia el lado derecho de mi cara.

—La otra razón, —susurra— es que podrás ver como hago a este
planeta arder.

Setrákus Ra se endereza de nuevo e indiferentemente chasquea su


látigo hacia mí. Las tres cabezas me golpean la cara. Soy inmune al fuego,
pero las pestañas me hacen tres rasguños en la mejilla.

Es suficiente para hacerme perder mi agarre. Estoy cayendo.


Mientras me desplomo hacia el río debajo, siento mis Legados volver.
Debo estar lo suficientemente lejos de Setrákus Ra. Rápidamente,
empujo hacia abajo con mi telekinesis, haciendo todo lo que puedo para
frenar mi caída.

De todos modos golpeo duro en el Río Este. Es como ser abofeteado en


todo el cuerpo. Agua sucia inunda mis pulmones, y por un terrible
segundo, no sé cuál es el camino hacia arriba, cuál es la manera de nadar.
Me las arreglo para salir a flote, ahogándome y escupiendo, e intentando
nadar contra la corriente con solo un brazo. Termino haciendo un raro
movimiento, jadeando por respirar en todo el camino. Estoy exhausto en
el momento en el que llego a la rivera, río debajo del caos en la ONU,
rodeada por todos lados de basura y pescado muerto.

—¡John! ¡John! ¿Estás bien?

Es Sam. Él corre a través del barro hacia mí. Debió verme caer y me
siguió hasta aquí. Él patina en el lodo junto a mí. Solo puedo soltar un
gemido en forma de agradecimiento. Creo que algunas de mis costillas
están rotas.

—¿Te puedes mover? —Pregunta Sam, tocando cuidadosamente mi


jodido hombro.
Asiento. Con la ayuda de Sam logro ponerme en pie. Estoy empapado,
magullado, roto en algunos lados, con tres cortes largos en mi cara. No
estoy seguro qué curar primero.

—¿Dónde está Nueve? —Logro preguntar.

—Lo perdí en el caos —Replica Sam, su voz se quiebra—. Él y Cinco se


estaban matando el uno al otro. Walker y su gente están tratando de
evacuar a los civiles. Es una locura ahí. John, ¿qué haremos?

Empiezo a abrir mi boca, esperando a que un plan acuda a mí sí solo


empiezo a hablar, pero una explosión cercana me corta en seco. El
impacto es lo suficiente poderoso que mis dientes chocan juntos.

Miro hacia el cielo a tiempo para ver el buque de guerra mogadoriano


abrir fuego hacia Nueva York.
Capitulo
Veintinueve
Los ojos de Ocho brillan como Loralita pura, evaluando a
cada uno de nosotros, permaneciendo un poco más en Adam, lo
suficientemente largo para hacer que nuestro mog aliado
retroceda un paso, nervioso. Al igual que Marina, estoy clavada
en mi sitio, mirando a nuestro amigo traído en alguna clase de
vida.

Ocho flota sobre el Santuario, en una columna de energía


desatada. No, él no flota en la energía. La energía es parte de él. O
eso. Estoy segura que ese no es nuestro sarcástico y bobo amigo el
que está flotando ahí. No importa que sea, siento una extraña
familiaridad con la entidad, casi como la misma energía que está
reanimando a Ocho, está fluyendo hacia mí, también.
Es la misma avalancha eléctrica que siento cuando uso mis
Legados. Tal vez estoy mirando a la esencia de lo que me hace
Loriense, lo que me hace Garde. Tal vez estoy mirando a Lorien,
en sí.

—Dos Lorienses y un mogadoriano —La entidad dice al fin, es


una apreciación completa de nosotros. Su voz no es como la de
Ocho solía ser. Son como cien voces hablando al mismo tiempo,
todas ellas perfectamente alineadas.

Las acumulaciones de energía donde los ojos de Ocho se


mantienen, están en Adam otra vez, los labios fruncidos por
curiosidad.

—No precisamente. Eres diferente. Eres algo nuevo.

—Uh, ¿gracias? —Adam responde y retrocede un paso.

Marina se aclara la garganta y se acerca un poco más.

Hay lágrimas en sus ojos, extiende su mano, como queriendo


tocar la mano de la entidad para asegurarse de que es real.
—¿Ocho? ¿Eres tú? —Su voz es difícil de escuchar sobre el pulso
rítmico de él.

La entidad dirige su atención en Marina y frunce el ceño.

—No, lo siento, hija. Tu amigo se ha ido.

Los hombros de Marina caen con decepción.

La cosa en el cuerpo de Ocho va a reconfortarla, pero la energía


crepita entre ellos y la termina tirando hacia atrás.

—Él está conmigo ahora —dice la entidad con dulzura—. Él me


da un gran servicio al poder hablar a través de él. Ha pasado
mucho tiempo desde que tuve una voz.

—¿Eres Lorien? —Pregunto por fin encontrando mi propia voz—.


¿Eres tú el planeta?

La entidad parece considerar mi pregunta, a través de la fina tela


de la camisa de Ocho puedo ver luz en su herida, se ilumina en
azul cobalto. Como el resto de él, su cuerpo se llenó de energía,
filtrándose fuera de él.

—Me llamaron así una vez, si.

La entidad dice mientras ondea su mano en la escultura brillante


sobre la pared.

—En otros lugares me llamaban de otras maneras. Ahora en este


planeta, me llamaran con algo nuevo.

—Usted es como dios —Marina exhala.

—No. Yo simplemente, soy…

Niego con la cabeza. Dios o no, necesitamos la ayuda de esta cosa.


No tenemos tiempo para adivinanzas.

De repente estoy cansada de dibujos y profecías rupestres y gente


brillando.
—¿Sabes lo que está pasando? —Pregunto a Ocho-Lorien—. Sea lo
que sea los mogadorianos nos están invadiendo.

Los ojos de la entidad se vuelven otra vez hacia Adam.

—Veo que no todos ellos —Adam se ve incómodo. La entidad


rápidamente se aparta. Se queda mirando al techo y es como si
esos ojos crepitantes pueden ver fuera del templo, como si
pudiera ver todo.

—Sí, ellos vienen —dice la entidad, su voz resuena aparentemente


desconcertada por la inminente Invasión Mogadoriana—. Su jefe
me ha perseguido durante un largo tiempo. Sus Ancianos
previeron la caída de Lorien y eligieron protegerme. Ellos me
escondieron aquí con la esperanza de que esto pudiera retrasarlo.

—No le fue tan agradable —Respondo. Marina me da un codazo.

Los ojos de la entidad lentamente se vuelven al techo otra vez, por


un momento, una profunda tristeza cruza su cara.

—Muchos de mis hijos se han ido para siempre —dice la entidad.


—Supongo que ustedes podrían ser los Ancianos de Lorien ahora,
si aún existe tal cosa.

—Somos la Garde —digo, corrigiendo a esta energía de fuerza


divina de millones de años, porque ¿qué demonios? Viene de
lejos—. Estamos aquí para tu ayuda.

La entidad realmente sonríe.

—No me importa, hija. Ancianos, Garde, Cêpan. Esas son palabras


que los Lorienses eligieron para entender mis legados. No tiene
que ser de esa manera aquí, no tiene que ser de ninguna manera.
—La entidad hace una pausa, pensativo—. En cuanto a la ayuda,
no sé qué puedo ofrecerte, niña.

Más confusión, más enigmas. No pensé que al venir al Santuario,


como Nueve había bromeado, íbamos a dar rienda suelta a un
poder masivo que acabaría con todos los mogadorianos. Pero yo
esperaba encontrar algo que pudiera ayudar.
Nuestros amigos podrían estar muriendo en este momento bajo la
primera oleada de la Invasión Mogadoriana, y yo estoy aquí
haciendo una pequeña charla con un misterioso inmortal molesto.

—Eso no es lo suficientemente bueno —digo.

Frustrada, doy un paso hacia la entidad. La energía crepita a mí


alrededor y siento que mi cabello se levanta por la estática.

—Seis —susurra Adam—. Ten cuidado.

Lo ignoro, levantando mi voz para gritar.

—¡Todopoderoso Lorien, hemos venido de lejos para despertarte,


hemos perdido amigos!, Tienes que ser capaz de hacer algo
¿Estarás aquí tranquilo mientras Setrákus Ra está destruyendo
este planeta, matando a todos? ¿Vas a dejar que esto pase dos
veces en tu tiempo?

La entidad arruga su frente. Una grieta se abre en la piel de la


frente de Ocho. La energía comienza a derramarse continuamente.
Marina se tapa la boca pero se las arregla para no gritar. Es como
si el cuerpo de Ocho estuviera hueco por dentro pero la energía lo
estuviera rompiendo lentamente.

—Lo siento, hija —Ocho dice a Marina—. Esta forma no podrá


mantenerme por mucho tiempo.

Entonces la entidad se vuelve a mí, no hay signos de que mis


palabras lo hayan ofendido o hayan tenido algún efecto del todo.
Su voz es tan melódica y paciente como siempre.

—No justifico la destrucción sin sentido de la vida —explica la


entidad—. Pero yo no elijo los destinos. No juzgo. Si la voluntad
del universo es que yo cese, entonces yo cesaré. Yo existo solo
para otorgar mis Legados para aquellos quienes están abiertos a
ellos.

Abro mis brazos.

—Estoy abierta a ellos, recárgame. Dame suficientes Legados para


destruir a Setrákus Ra y su flota y dejar su trasero brillante.
La entidad me sonríe. Más grietas se forman a lo largo de la parte
posterior de las manos de los Ocho. La energía se escapa.

—No funciona de esa manera —entona.

—¿Entonces cómo diablos funciona? —Grito—. ¡Dinos qué


tenemos que hacer!

—No hay nada más que hacer, hija. Has despertado y restaurado
mi fuerza. Soy de la Tierra ahora y también lo son mis dones.

—¿Pero como nos ayudará a ganar? —Grito—. ¿Para qué era toda
esa mierda?

La entidad me ignora. Supongo que esa es toda la sabiduría que


está dispuesto a compartir, en cambio mira a Marina.

—Él no tendrá mucho tiempo, hija.

—¿Quién no tendrá? —Responde, desconcertada.


Sin decir una palabra, la entidad cierra los ojos de Ocho y su
cuerpo comienza a temblar.

Para mi sorpresa, la energía se aleja de su cuerpo. Las grietas en el


dorso de sus manos dejan de brillar y comienzan a cerrarse, al
igual que la grieta abierta en su frente.

Después de unos segundos, lo único que queda brillando es la


herida sobre el corazón de Ocho. Él flota afuera de la columna de
energía y termina justo enfrente de Marina.

Cuando Ocho abre sus ojos, estos no brillan, son verdes como los
recuerdo, serenos, pero con una chispa de sus viejas travesuras.
Los labios de Ocho lentamente forman una sonrisa cuando ve a
Marina.

—Wow. Hola —dice Ocho, y cuando habla es con su propia voz.

Es él, realmente es Él.


Marina casi se dobla con un sollozo encantado, se recompone de
forma rápida y toma a Ocho por los hombros, luego lo toma por
ambos lados de la cara. Lo acerca más.

—Estás tibio —dice con asombro—. Estás muy tibio.

Ocho ríe con facilidad, pone su mano sobre la de Marina y


deposita un pequeño beso sobre ella.

—Tú también estás tibia —Dice él.

—Lo siento mucho Ocho, siento el no poder haberte sanado —


Ocho niega con la cabeza.

—Detente, Marina. Está bien, tú me trajiste aquí, es... Ni siquiera


puedo describirlo, es increíble ahí.

Ya veo la energía desprendiéndose fuera del corazón de Ocho.


Corriendo a través de su cuerpo, fisuras abriéndose paso en sus
brazos y piernas.
Él no parece sentir dolor. Él solo sonríe a Marina y la mira como si
tratara de memorizar su rostro.

—¿Puedo darte un beso?— Marina le pregunta.

—Me gustaría que lo hicieras.

Marina lo besa, presionándolo cerca, estrechándolo.

Mientras lo hace, la energía dentro de Ocho se incrementa, y poco


a poco, su cuerpo comienza a resquebrajarse.

Es diferente a como un mogadoriano se desintegra. Es como si por


un momento, pudiera ver cada célula del cuerpo de Ocho y veo
como la energía brilla entre cada uno de ellos.

Una a una las partes de Ocho se disuelven, y él se funde con la


luz. Marina trata de aferrarse a él pero sus dedos pasan a través
de la energía. Y entonces, él ya no está.

La luz vuelve al pozo y retrocede en lo más profundo del suelo. El


latido que hemos desencadenado se hace más débil. Todavía
puedo escucharlo, pero sólo si escucho atentamente. La cámara se
vuelve pacífica, iluminada sólo por las líneas de Loralita
incrustadas en la pared.

Siento el aire fresco en mi espalda y me doy vuelta para ver que se


ha abierto una puerta en el muro. Esto conduce a una escalera, a la
luz del sol en el exterior.

Marina se desploma contra mí, rompiendo en llanto. La estrecho


en un abrazo y trato de no romperme yo misma.

Adam nos mira sin mirar demasiado duro y limpia algo en la


esquina de su ojo.

—Tenemos que irnos —Adam dice tranquilamente—. Los otros


necesitan nuestra ayuda.

Asiento con la cabeza hacia él. Me digo que si incluso no


logramos nada aquí abajo. Fue hermoso ver a Ocho de nuevo,
aunque fuera por unos momentos fugaces.
Sin embargo, mi conversación con la entidad intergaláctica que
nos otorgó nuestros Legados seguro no nos dio un montón de
respuestas.

Mientras tanto, el tiempo hasta que la Invasión Mogadoriana


empiece probablemente está corriendo, si no lo ha hecho ya.

Marina me aprieta el brazo. Miro hacia ella.

—Lo vi, Seis —susurra Marina para mí.

—Cuando le di un beso, me vi dentro de la cosa, Lorien, la


energía, como sea que quieras llamarlo.

—Está bien —digo, con ganas de ser amable con ella, pero no
estoy segura de que tengamos tiempo para esto—. ¿Y? —Marina
me sonríe.

—Se está extendiendo, Seis. A través de la Tierra. Se está


extendiendo en todas partes.

—¿Qué significa eso? —Adam le pregunta.


—Significa —Marina dice, secándose la cara de pie con la espalda
recta—, que no estamos solos.
Capitulo
TREINTA
Los rascacielos arden.

Nosotros corremos.

Los buques de guerra de los mogadorianos atravesando el


horizonte de Nueva York, sus cañones de energía masiva
bombardeando las calles indiscriminadamente. El buque de
guerra ya expulso a docenas de naves de exploradores armados. El
pequeño buque hace zig-zag por las avenidas, transportando
guerreros a la tierra, ellos tiran bombas justo donde los civiles
vienen cruzando.

Otras cosas saltaron del buque de guerra, cosas enojadas, cosas


con hambre. Aún no he visto ninguna, solo he escuchado sus
aullidos siendo más fuertes que las explosiones mismas.

Pikens.
Nueva York está destruida, eso lo sé con seguridad. Los
mogadorianos a este punto no van a volver atrás. No tengo idea
como están las ciudades en los cuales los buques de guerra fueron
ubicados. La red se calló en Nueva York, y mi teléfono satelital
quedo en el fondo del Río Este.

Todo lo que podemos hacer es correr. Como lo he hecho toda mi


vida. Excepto que ahora hay un millón de personas corriendo
conmigo.

—Corre —Le grito a cualquiera con el que nos cruzamos—, corre


todo lo que puedas hasta perder de vista a los buques. Sobrevive,
reagrúpate, y nosotros pelearemos contra ellos.

Sam está conmigo. Su cara esta pálida, pareciese como si fuese a


enfermarse. Él nunca vio lo que los Mogadorianos le hicieron a
Lorien. Él ha pasado por momentos difíciles con nosotros, pero
nunca algo como esto. Yo creo que el siempre pensó que íbamos a
ganar. Él nunca pensó que este día iba a llegar.

Lo he decepcionado.
No sé dónde están Nueve y Cinco. No hay ninguna marca de
quemadura en mi tobillo. Así que pienso que no se han matado el
uno al otro todavía.

Perdí a la agente Walker también. Ella y sus agentes estaban por


su cuenta. Tengo la esperanza de que salgan con vida. Si lo hacen,
talvez sean lo suficientemente listos como para encontrarnos en
Ashwood Estates.
Solo espero que Sam y yo podamos llegar hasta allá.

Nosotros corremos por las calles llenas de humo, corriendo


alrededor de autos volcados, escalando restos de algunos edificios
que han sido derrumbados. Cuando una de las naves exploradoras
se cruza por nuestro camino, nos escondemos en los callejones o
detrás de las puertas.

Yo podría pelear contra ellos. Con toda la rabia que estoy


acumulando, estoy seguro de que podría atacarlos en cualquier
momento. Fácilmente podría apoderarme de uno de los buques.

Pero no estoy por mi propia cuenta.

Hay alrededor de veinte sobrevivientes siguiéndonos a Sam y a


mí. Una familia que bajé de un balcón quemándose con mi
telekinesis, un par de oficiales de la policía de Nueva York
salpicados de sangre que veo cuando un par de Mogs se los
llevaban al salir de su escondite en un restaurante y algunos otros.

No puedo salvar a todas las personas en esta ciudad, pero voy a


hacer lo que pueda. Eso significa no empezar peleas con los
mogadorianos. Por lo menos no hasta que pueda poner a estas
personas a salvo.

Trato de evitar problemas lo mejor que puedo pero a veces es


imposible no hacerlo.

Cruzamos una intersección donde las líneas eléctricas están


cortadas y esparcidas alrededor de un bus escolar así que
corremos hacía una docena de guerreros Mogadorianos. Ellos nos
rodean con sus pistolas, pero yo les lanzo una bola de fuego antes
de que ellos puedan disparar. Los que no son inmediatamente
incinerados, lo hacen con las balas de los policías que están detrás
de mí.

Miro por encima del hombro, asintiendo con la cabeza a los


oficiales.

—Buen tiro.
—Te cuidamos la espalda, John Smith —dice uno de ellos.

Ni siquiera pienso en preguntarle cómo es que sabe mi nombre.

Nuestro grupo no avanza muchas más cuadras antes de que


escuchara gritos cercanos. En la esquina nos encontramos con una
pareja de jóvenes tratando de salir de un edificio en llamas atreves
de la salida de escape. Los tornillos parecen haberse salido de la
pared cerca al techo y ahora la escalera yace como un dedo roto a
través de la calle. A cinco pisos de altura está el chico que ya había
comenzado a bajar y que ahora prende de la barandilla, su novia
intenta desesperadamente salvarlo.

Una imagen de Sara aparece mi mente. Mantente con vida pienso


Sobrevive a esto y vamos a estar juntos. Voy a volver a estar con
ella.

Corro hacia la escalera de incendios, sosteniéndola desde la


distancia con mi telekinesis.

—Suéltense —grito hacia la pareja—. Yo los atraparé.


—¿Has perdido la cabeza? —el chico me grita.
Ninguno de nosotros teníamos tiempo para argumentar, entonces
con un fuerte tirón de mi telekinesis trato de bajar a la pareja al
suelo. Cuando los estoy bajando al suelo siento fuertes pisadas que
se acerca a mí.

—¡John! —Sam grita—. Mira para atrás.

Giro mi cabeza, es un Piken. La bestia galopa hacia mí a toda


velocidad, sus mandíbulas cubiertas con baba, puedo ver sus
afilados dientes. Oigo gritos provenientes de mi grupo. Algunos
policías disparan hacía el monstruo, pero ellos no lo hacen detener
ni un poco. Los otros piensan con más sentido y corren lejos de la
rabiosa bestia mogadoriana.

Excepto que todos están corriendo justo debajo de la escalera de


incendios, la cual, por supuesto, escoge este momento para
soltarse completamente y caer hacía la calle.

Todavía tengo a la pareja suspendida en el aire, y ahora también


estoy sosteniendo la escalera con mi telekinesis. Trato de dividir
mi concentración lo suficiente para encender mi Lumen, pero es
demasiado. Estoy demasiado agotado.

El Piken está casi encima de mí.


La imagen de Sarah vuelvo a mi mente. Tengo que intentarlo.
Aprieto los dientes.

Con un fuerte rugido, una ola de fuerza telequinética golpea al


Piken y lo lanza por el aire. Las musculosas piernas de la bestia se
agitan violentamente primero, la fuerza atravesó a la bestia,
atravesando el corazón de esta.

Eso no vino de mí

Bajo a la pareja de forma segura, tiro la escalera de incendio a un


lado y giro para ver de dónde provino la explosión telequinética.

Sam me mira. Él está congelado. Sus manos se extienden delante


de él como si él hubiera empujado al Piken y todavía no hubiera
terminado. Lentamente parpadea. Sam mira hacía sus manos y
luego hacía mí.

—Mierda —dice—. ¿Acabo de hacer eso?

Fin del quinto libro


Agradecimientos
Quiero agradecer a todos los colaboradores del equipo de traducción de
"Ellos Caminan Entre Nosotros" (Lorics Latinoamérica), por su pasión, su
dedicación y porque sin ellos este trabajo, con la calidad que tiene y en el
tiempo que se ha desarrollado, seguramente no habría sido posible.
Gracias a Samuel Maldonado, porque sin su apoyo, jamás habríamos
logrado contar con este equipo. A nuestros traductores: Ciler Silva, Lauca
Caicedo, Cith Moreno, Cynthi Altamirano, Sofia DM, Fher Climaco,
Ana Hurtado, Isaac Crespo, Layli Cabrera, Cristian Rodríguez, Carlos
Pavez, Diana Coldmuser, Fedex Mond. A Nuestros maravillosos
correctores: Magalí Dominguez, Cristian Rodriguez, Juan Esteban Muñoz,
Amairani Adaya y Raúl Santos.

Debo dar eternamente las gracias a todos ustedes chicos. Espero tener la
suerte de poder volver a trabajar con todos ustedes.
-Mahe
***
Para empezar quiero agradecer a todos ustedes por esperar. Y quiero
agradecer a Mahe por presionar, porque sin su presión no habríamos
publicado tan pronto esto y tal vez no hubiésemos terminado. Gracias a
mi estrés que sufrí durante ocho días. Gracias a todos los chicos que me
dieron su ayuda y se ofrecieron voluntarios. Gracias a los que
tradujeron, en especial a Ana Hurtado que me aguantó y me apoyó
cuando sentía desfallecer. A Laura Caicedo por ser comprensiva con mi
prisa. A Fher Climaco por darnos risa. A todos... nunca terminaría y eso
es todo lo que les puedo decir. Gracias por dejarnos ser parte de esto y
ojalá algún día volvamos a trabajar juntos. Eso es todo, Lorics.
Samuu
Equipo de Traducción de “ ELLOS CAMINAN ENTRE NOSOTROS”:
Samuel Maldonado
Ciler Silva
Laura Caicedo
Cith Moreno
Cynthi Altamirano
Sofia DM
Fher Climaco
Fedex Mond
Ana Hurtado
Isaac Crespo
Layli Cabrera
Carlos Pavez
Diana L.
Mahelet Galván

Corrección y Revisión:
Mahelet Galván
Héctor Glz
Laura Caicedo
Raúl Santos
Samuel Maldonado
Ana Mardones
Diseño:
Original de Ray Shappell
Adaptado por Mahelet Galván

A nombre de todo el equipo de Ellos caminan entre nosotros:


¡Gracias!
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