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Historia del Señor de Locumba.

A mi Cristo del Palmar

Es 14 de septiembre y  el pueblo cristiano está de


fiesta. Locumba dejara por un momento  su
apacible silencio  y hará del valle de  locumba una
verdadera luz de fervor. 

Cuenta la vieja historia, aún rodeada de mitos y


costumbres. Que, mi Cristo de Locumba, llego al
antiguo  labriego de locumba,  montado sobre dos
mulas. Que llevaban consigo cargadas,  dos
extrañas cajas. Las cuales decían: era una para
locumba y otra para el valle de Sama (ubicado
kilómetros más abajo- camino al valle de Tacna)
Se dice que nadie sabe cómo  ni de donde
llegaron  aquellas bestias hasta el pueblo. Al ver
los pobladores, aquella extraña carga, buscaron
con insistencia al arriero que traía aquella
misteriosa encomienda.
Luego de mucho buscar, sin éxito alguno. Por fin,
uno de los curiosos se animo a abrir las cajas y
descubrir tan intrigante misterio. Y así, una vez abiertas las cajas, encontraron dentro
de  ellas; a dos bellos Cristos del calvario.
Estos, como lo habíamos señalado, eran según decía la descripción: uno para Locumba
y otro para Sama. El de Sama era particularmente más  grande que aquel que
correspondía al pueblo de Locumba.
Revelado aquel misterio para el pueblo. Recorrió entre el bullicio de la gente. La idea de
quedarse con el Cristo más grande y enviar en camino el Cristo más pequeño a su
equivocado destino (antes ya marcado). 

Fue así que volvieron a cargar la caja sobre uno de los jumentos y  lo obligaron  a seguir
su camino hacia el valle de sama. Cuentan, que aquellas mulas, se habían posado sobre
la sombra de una palma y  que de aquel lugar no querían moverse. Pese a los fuertes
arreos dados por los pobladores.
Se dice entonces: Que otro arriero, en camino por el pueblo, se ofreció a llevar dicha
carga hacia su destino. Ofreciendo una de sus mulas para tal encomienda. Así partió
este con la carga hacia Sama. Sin embargo, luego de recorrer algunos metros. Se cuenta
que aquella bestia se planto en el camino y dejo su andar y con ello el viaje del pequeño
Cristo, que llevaba sobre su fuerte lomo.
Visto aquel misterioso designio divino. Comprendieron los antiguos  pobladores. Que,
aquel Cristo pequeño, pertenecía verdaderamente al pueblo de Locumba. Cargaron
entonces sobre el animal el Cristo de sama  y aquella bestia antes inerte: comenzó
nuevamente su pausado andar, hacia su destino final. 
Mientras tanto, las primeras mulas, que trajeron consigo aquel extraño y divino
designio.  Se encontraban descansando  a la sombra de un árbol de palma. Sin
intenciones de partir ni reanudar su camino.
Fue así, como se dice: Que, mi Cristo de locumba, se convirtió en el “Cristo del palmar”.
A partir de ello, muchos milagros se concederían, bajo su gracia y divinidad.
MILAGRO DEL SEÑOR DE LOCUMBA

Fueron y son en verdad muchos los  milagros que se le


conceden al Cristo de Locumba. Entre ellos y el más
significativo: Fue aquel que permitió la salvación del
pueblo entero del valle de locumba.
Eran entonces, los tiempos en que el Perú, vivía su más
cruenta historia. La guerra había llegado al apacible valle
de locumba y con ella la calma y tranquilidad habían
cesado. Se dice: Que, durante la guerra del pacifico, una
avanzada chilena llego a Locumba. Con el único propósito
de ver aquello que flagelarían y robarían.  Pero, antes que
ello ocurra, los montoneros del bravo Crnl.  Gregorio
Albarracín Lanchipa; dieron cuenta de los invasores.
Acabando con cada uno de ellos y devolviendo la
paz momentánea al pueblo.

Pues ante aquella afrenta,  el ejército chileno, decidió ingresar a locumba a destruir
todo sobre su paso. Llegada la noticia y sabiendo que ahora nada podría hacerse. El
pueblo entero decidió  escapar del lugar. Dejando todo cuanto tenían. Sin embargo,
aquellos pobladores, protegieron lo único que los mantendría vivos. Fue así que
buscaron proteger a su Cristo.  Y decidieron esconderlo. Dada la imposibilidad de
llevarlo consigo. Lograron entonces esconderlo  entre unas barracas vacías de vino.
Licor que se producía desde hace mucho en el valle. Y que mantiene aún (aunque ya
casi extinto) prestigio por su exquisitez.  Gracias a lo cálido de su clima y sus buenos
frutos.  
Terminada la misión, partieron en fuga hacia los cerros y comprendieron que pronto
llegaría la entrada del temible invasor. Llego entonces el ejército al pueblo y encontró
solo vacio y silencio. Destruyeron y redujeron a ceniza toda frente a su paso. Sin
embargo, aquello no fue suficiente, para el invasor y ahora vengativo ejército.  Entonces
decidieron ir en busca de la gente y hacer corran la misma suerte del pueblo ahora
reducido a pedazos.
Mientras tanto, en una quebrada alejada del pueblo. Se encontraba la gente de aquel
desolado dolor. Solo mujeres, niños y ancianos se encontraban entre ellos. Los jóvenes
y hombres se encontraban formando el ejército que  en defensa de la patria se formo en
Tacna. Fue así que conocedores de  que llegaría su fin, se decidieron a defender sus
vidas, con palos y piedras de ser necesario.
 Aquel ejército, sediento de venganza. Se encontraba, a poca distancia del  escondite,
que sostenía el silencioso suspiro de los que creían había llegado su hora. El pueblo,
imploraba entonces a Dios, su salvación.

En eso, se apareció un viejecillo, en el camino del ejército


chileno. Y se cuenta, que aquel detuvo su paso y sobre la
marcha se le consulto sobre el paradero del pueblo. A lo
que el viejecillo, muy tranquilo contesto: Que los vio irse
en aquella dirección. Señalando, el lado contrario, al lugar
donde se hallaban los Locumbeños; Orando a Dios.
 Fue extraño, pero aquellos enfurecidos soldados, creyeron
en la palabra del bendito viejo. Y dirigieron su paso hacia
el camino equivocado, perdiéndose entre aquellas pampas
vacías.
Fue así, como aquellos salvados de la muerte, vieron una
vez más los milagros de aquella imagen. Llegada en el lomo de un simple y ahora
importante jumento.  Y una vez más, entendieron los designios de Dios y el de su
decisión de posarse frente aquel palmar y hacer de aquel  pequeño pueblo, su hogar.
Regresaron entonces a sus casas y encontraron a su pueblo sumido en las cenizas y
escombros. Sin embargo, comprendieron, que era posible volver a empezar.
Empezaron, entonces por buscar, a su Cristo milagroso. Aquella búsqueda, fue difícil,
pues las cenizas estaban por todos lados y los escombros hacían irreconocible el lugar
antes escogido; como escondite para el Cristo de Locumba.  Pero, por fin, lograron
hallar el lugar y un nuevo milagro los haría regocijar. Aquella imagen se encontraba
debajo de las cenizas y escombros. Maravillosamente intacta.

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