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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACIÓN CIVIL

ARIEL SALAZAR RAMÍREZ

Magistrado Ponente

SC2068-2016

Radicación n° 11001-31-03-013-2007-00682-01

(Aprobado en sesión de diez de noviembre de dos mil quince)

Bogotá D.C., veintidós (22) de febrero de dos mil dieciséis (2016)

Decide la Corte el recurso extraordinario de casación que interpuso la parte


demandante contra la sentencia de segunda instancia proferida dentro del
proceso ordinario radicado con el número de la referencia.

ANTECEDENTES

A. La pretensión

Jaime Antonio Guevara Garzón acudió a la jurisdicción para que se


declara que Petrobras Colombia Limited le ocasionó graves perjuicios
materiales y morales al destruir un cultivo de fruta con los estudios de
suelo que realizó en el terreno de su propiedad.

En consecuencia, pidió que se le condenara a pagar $356’064.320,oo a


título de daño emergente; $4.347’142.640,oo por concepto de lucro
cesante, con la correspondiente actualización monetaria; $169’152.000,oo
como frutos civiles, y el daño moral en cuantía equivalente a cien salarios
mínimos legales mensuales.

B. Los hechos

1. El demandante es propietario de la finca «Villa Claudia»,


ubicada en la vereda El Águila, jurisdicción de Melgar (Tolima), que
tiene asignado el folio de matrícula inmobiliaria No. 266-21777 de la
Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de ese municipio.
2. La demandada contrató la realización de pruebas sísmicas para la
búsqueda de yacimientos de petróleo y gas, los cuales se realizaron en
el mencionado fundo rural a partir del mes de junio del año 2000,
«causando graves daños a unas plantaciones de Banano Bocadillo
existentes en el predio».

3. Mediante prueba anticipada de inspección judicial con


intervención de peritos, donde también se recibieron testimonios, se
verificaron los daños causados al inmueble y cultivo en mención, en
relación con los cuales se reclama la indemnización.

C. El trámite de la primera instancia

1. La demanda fue admitida en auto de veintisiete de febrero de dos


mil ocho que dispuso su traslado a Petrobras Colombia Limited. [Folio
30, c. 1]

2. Petrobras Colombia Limited contestó el libelo oponiéndose a las


pretensiones, no aceptó los hechos esenciales que las sustentaron, y
propuso las excepciones de mérito intituladas «falta de legitimación en
la causa por pasiva», «ausencia de los elementos estructurales de
la responsabilidad civil extracontractual», «inexistencia de nexo
jurídico entre Petrobras Colombia Limited y el demandante», «cobro
de lo no debido», «prescripción», «abuso del derecho y mala fe de la
parte demandante» e «inexistencia de causales legales», y la previa de
«transacción» que se declaró no probada en auto de 6 de junio de 2009
[Folios 173, c. 1 y 19, c. 12]

Además, formuló llamamiento en garantía frente a ACE Seguros S.A.


que después de notificarse del proveído que lo admitió, contestó el
libelo que dio inicio a la acción; se opuso a las pretensiones del actor y
a las de la demandada sin admitir los hechos aducidos por el primero, y
planteó como defensas perentorias contra la demanda las de «falta de
configuración de los elementos propios de
la responsabilidad civil extracontractual», «inexistencia del hecho
dañoso de la demandada (y/o su contratista)», «inexistencia de daño» e
«inexistencia de Nexo Causal entre los perjuicios sufridos por el
demandante y la conducta desplegada por la demandada».
Respecto de su citación como garante, propuso las excepciones que
denominó: «falta de legitimación por activa», «Ausencia de cobertura
de la póliza de responsabilidad civil expedida por ACE Seguros S.A.,
sobre los hechos objeto del presente proceso», «Prescripción», «La
póliza no otorga cubertura sobre el lucro cesante» y
«La responsabilidad de la aseguradora se encuentra limitada al valor
de la suma asegurada». [Folio 144, c. 5]

También se pretendió la vinculación mediante el aludido mecanismo de


la sociedad Geophysical Adquisition & Processing Services (GAPS)
Ltda. En liquidación, pero se declaró precluida la oportunidad para
convocarla ante el vencimiento del respectivo término. [Folio 79, c. 9]

3. El juez a-quo desestimó las excepciones de mérito y las


objeciones por error grave frente a la experticia extraprocesal y a la
practicada dentro del juicio, planteadas por la demandada, de quien
declaró su falta de legitimación en la causa para llamar en garantía a
ACE Seguros S.A.

En consecuencia, declaró a Petrobras Colombia Limited civilmente


responsable de los perjuicios ocasionados a la finca «Villa Claudia» de
propiedad del demandante y la condenó a pagar $2.017’532.161 por
concepto de lucro cesante, y $276’091.720 en lo concerniente «daños
materiales», ordenando la actualización de dichos valores con base en
el IPC a partir del 7 de junio de 2000 hasta su pago. [Folio 408, c. 1A]

4. Inconformes con la determinación adoptada, ambas partes la


apelaron; sin embargo, el juez revocó la concesión del recurso del actor
por haber sido extemporáneo. [Folios 411, 419 y 432]

5. El Tribunal modificó lo resuelto, reduciendo la condena al pago


de perjuicios a la cantidad de $74’872.677,oo más intereses del 6%
anual desde el 1º de septiembre de 2002 hasta el 31 de julio de 2012, y
«a partir del 1° de agosto de 2012 y hasta el pago total, se causarán los
conceptos de corrección monetaria con base en el IPC e intereses
civiles del 6% anual». [Folio 185, c. 15]

D. La providencia impugnada
Como fundamento de su decisión, el ad quem sostuvo que la demandada
debía responder por los perjuicio s causados como consecuencia de la
exploración petrolera en la finca «Villa Claudia», en la medida en que «el
conjunto del acervo probatorio demuestra que los daños se presentaron
sólo en el lote El Aceituno, que no en todo el terreno», la tasación
efectuada por el juzgador de la primera instancia fue errada y carecía del
debido soporte probatorio.

En efecto, teniendo claro que la demandada ostenta legitimación en la


causa, dado que los trabajos realizados en el mencionado predio por
Geophysical Adquisition y Processing Services Ltda -GAPS en calidad de
contratista, «tenían como beneficiario directo a la entidad demandada,
quien era la facultada para explorar la eventual existencia de hidrocarburos
allí, a través de las actividades sísmicas que se adelantaron», las probanzas
evidencian que el daño alegado por el actor provino de las implosiones en
el señalado lote, cuyas ondas afectaron los suelos y los cultivos, según el
informe del geólogo Francisco José Zambrano y el concepto del
geotecnista Guillermo Ávila Álvarez, lo que fue corroborado por los
testigos Rodolfo Martínez y María Teresa Sarmiento Bojacá.

En conclusión -sostuvo- «están reunidos los anotados requisitos


de responsabilidad civil, por cuanto se presentó un hecho o conducta
ejecutada por un agente de la demandada, que lo contrató, hecho que a su
vez generó un daño físico en las instalaciones aludidas, amén de que hay
un claro nexo de causalidad entre esos elementos, deducción aunada a la
presunción de culpa que gravita sobre la demandada, quien no desplegó
gestión alguna para desvirtuar esa presunción con una causa extraña…» ,
ante lo cual había lugar a desestimar las excepciones propuestas por la
demandada, teniendo en cuenta, además, que la acción no se encuentra
prescrita porque el término de ésta no es el previsto en el artículo
2358 del Código Civil sino el general de todas las acciones ordinarias.

Lo anterior, por cuanto la contratista GAPS En Liquidación no tenía la


condición de subordinada ni estaba bajo el cuidado de la contratante
Petrobras, y la primera «ejecutó actos y hechos para el beneficio directo de
la demandada, esto es, los efectuó en lugar de esta, que así tiene que
responder de manera directa».
Los perjuicios, sin embargo, no pueden ser los dispuestos por el juez
-añadió- porque el dictamen pericial practicado como prueba anticipada
que aquel tomó como base de la condena, contiene notorias deficiencias,
tales como que allí se hizo el cálculo «sobre un área notoriamente superior
a la que resultó afectada por las implosiones» descrita por el geólogo y el
geotecnista, quienes informaron que los lotes adyacentes a «El Aceituno»
permanecieron estables y los cultivos no sufrieron deterioro alguno, en
tanto la erosión se concentró en el mencionado terreno, no observándose
afectaciones en las demás áreas de la finca.

Por otra parte, dicha peritación desconoció el hecho atinente a que «la
venta del banano realizada por el demandante estaba inmersa en una
cadena integrada, entre otros, por el proceso de producción», por lo que
-indicó- no era viable reconocer al demandante un valor «libre de los
costos de producción y venta que lo circundan», a lo que se adiciona que el
experto estimó en forma equivocada la «cantidad de kilos de cada racimo»,
pues al solicitar la práctica de la probanza, el peticionario indicó que eran
cuatro kilos por racimo, y el auxiliar de la justicia incluyó ocho.

Asimismo, el perito no podía inferir de las constancias expedidas por la


expresa exportadora de banano, «que el 90% de la fruta sería exportada y
el 10% restante comercializada en el territorio nacional», durante los
períodos anuales allí señalados, ni que la producción fuera de 57.900 kilos
para el lote «El Aceituno», cuando atendiendo la información promedio de
los daños 1999 y 2000 al igual que las ventas del área cultivada, solo
alcanzaría 14.295 kilogramos por anualidad.

En todo caso, con posterioridad al hecho dañoso, el dueño de la finca


continuó con la producción, aunque en menor cantidad, lo que –señaló- se
infería del testimonio rendido por Rodolfo Martínez y lo informado al
perito por Claudia Castro Martínez, asistente técnica de la finca, de ahí que
puede colegirse que el demandante «dejó de adoptar las medidas
necesarias para lograr el restablecimiento de la producción para todo el
terreno», y al ordenar la exhibición de sus libros de contabilidad tanto en el
trámite de la prueba extraprocesal como en el juicio, no procedió a
aportarlos, conducta que estructura un indicio en su contra «de no ser
ciertas todas las utilidades que alega».
Desestimada la prueba técnica, para la valoración de los perjuicios
ocasionados es necesario acudir -sostuvo- a las demás pruebas obrantes en
el proceso, la equidad, la jurisprudencia y a lo previsto en el artículo 16 de
la Ley 446 de 1998, criterios conforme a los cuales el daño emergente
podría valorarse en la suma de $16’950.000, «correspondiente al costo de
las obras necesarias para lograr el restablecimiento de la ladera de la finca
Villa Claudia …, tasación que fue realizada por el ingeniero civil
Guillermo Ávila Álvarez, en el concepto que rindió para el peritaje
anticipado …, que sí puede tomarse en cuenta por la debida
fundamentación y razonabilidad».

En cuanto al lucro cesante, las constancias emitidas por la empresa


compradora y exportadora de la fruta Cidela - Santana, permiten establecer
promedios del precio del producto y de los kilos vendidos antes y después
de la ocurrencia del daño, al paso que en la escritura pública No. 2027 de
1° de julio de 1992 otorgada ante la Notaría 32 de Bogotá consta el área
total del terreno, y en la inspección judicial se dejó consignada la
destinación de éste y las dimensiones de la porción de tierra afectada con
las implosiones.

De los primeros documentos citados se infiere que «la finca Villa Claudia
los surtió de banano bocadillo tipo exportación y nacional entre 2001 y
2005» y los valores pagados en cada uno de esos años, de donde se
establece que el promedio de venta «equivale a $3.118,6», y con
antelación al hecho dañoso, la producción en el lote «El Aceituno»
equivalía a 14.295 kilos anuales, los cuales hubieran reportado la cantidad
de $44’580.387 por año.

De ese valor ha de descontarse -añadió- el costo de producción (o de


venta) que correspondiendo a «$13’212.100 por hectárea arrojarían un
valor de $12’871.387, que multiplicados por unos seis años de producción
que podrían faltar a los cultivos del lote El Aceituno, ascienden a
$77’228.322».

Los costos de producción -indicó- fueron determinados por la ingeniera


agrónoma Claudia Castro Martínez, asistente técnica en la finca del actor,
emitido en el trámite de la prueba extraprocesal concernientes «al
mantenimiento de una hectárea de plátano bocadillo por año» y «en
contabilidad financiera son los gastos que deben efectuarse para obtener
los ingresos, que para esta especie de litis son los costos de mano de obra,
abono y fertilización, control fitosanitario y funguicidas para combatir la
sigatoca amarilla».

La tasación de los conceptos de daño emergente y lucro cesante arrojaría la


cantidad de $94’178.322, pero ésta -concluyó- debía reducirse acorde con
la reclamación que el actor presentó a Petrobras el 14 de agosto de 2002,
en la cual estimó el monto de la indemnización en $47’088.000,oo,
manifestación que constituye «una especie de confesión extrajudicial, de
conformidad con el artículo 195 del Código de Procedimiento Civil», y
actualizada dicha suma con base en el IPC hasta julio de 2012, el monto a
pagar es de $74’872.677,oo, cantidad sobre la cual ordenó intereses legales
desde el 1º de septiembre de 2002 hasta el 31 de julio de 2012, y en
adelante, corrección monetaria y réditos del 6% anual.

2. LA DEMANDA DE CASACIÓN

CARGO ÚNICO

Bajo el amparo de la causal primera consagrada en el artículo


368 del Código de Procedimiento Civil, se acusó la sentencia de ser
«violatoria de la norma sustancial, a través de la vía indirecta, de los
artículos 174, 187 y 233 [ibídem]», por error de hecho manifiesto en la
apreciación e interpretación de parte del acervo probatorio,
específicamente de la prueba pericial practicada de manera anticipada.

En desarrollo de la acusación, el casacionista argumentó que la valoración


del mencionado dictamen se hizo de forma parcial, somera y superficial,
apartándose injustificadamente del concepto emitido por el experto, y
«sobrevalorando documentos que en ningún caso constituyen prueba
idónea, con el fin expreso de disminuir tanto la extensión del daño causado
por la exploración petrolera, así como el valor real de los mismos».

Tal como lo expuso el salvamento de voto -indicó- la experticia es


necesaria cuando se trata de verificar conocimientos técnicos, y por lo
tanto si dentro del proceso obraba la que fue practicada como prueba
anticipada y la misma es idónea, el Tribunal no podía liquidar los
perjuicios «a su leal saber y entender», por cuanto para ese efecto es
inadmisible la aplicación del criterio de la equidad.
Por otra parte, la inferencia del juzgador ad quem, concerniente a que «los
daños solo se presentaron en el lote El Aceituno, que no en todo el
terreno», es contraria a la realidad revelada por las probanzas recaudadas.

En ese sentido, los testimonios de Rodolfo Martínez Muñoz y María


Sarmiento Bojacá, los cuales además de ser coincidentes y coherentes,
pueden aportar más información sobre lo sucedido por cuanto estuvieron
presentes cuando se llevó a cabo la actividad de exploración en el predio
de propiedad del demandante, relatando el primero, que desde entonces
«los cultivos de don Jaime se fueron para debajo de producción y a raíz de
los trabajos que se hicieron (…), desde ahí se inició el problema del
derrumbamiento (…) y debido a las implosiones (…) y también cuando
echaron a instalar los cables en la finca, los de la sísmica dañaron muchos
hijos de las matas que estaban en producción»; en tanto que la segunda
aseveró que «nos hicieron bastantes daños para lo de los cultivos plátano
bocadillo exportación pues de ahí como pasaron bastantes cables creo que
de pronto a esa sísmica con las explosiones que hicieron, se rodó bastante
tierra de ahí ese cultivo aproximadamente se dañaron como unas seis mil
matas».

Sin embargo, el sentenciador los ignoró a pesar de que no obraba prueba


que los desmintiera o refutara.

Adicionalmente, al concluir que en la pericia se calcularon los daños


«sobre un área notoriamente superior a la que resultó afectada por las
implosiones», descontextualizó el concepto del geólogo, ya que éste se
refirió «a los daños causados por el deslizamiento de tierra, en los lotes
aledaños al Aceituno, no a los daños causados por el trasegar de
maquinaria, cables, hombres y equipos dentro del cultivo de banano
bocadillo», pues inclusive mencionó «los lotes adyacentes al Aceituno,
donde no se realizaron trabajos de sismología».

De la misma manera -aseguró- fue inadecuadamente interpretada la


opinión del especialista en geotecnia, quien mencionó no evidenciar
«problemas de erosión concentrada ni zonas de reptación generalizadas,
por lo cual se puede decir que se trata de un fenómeno muy local que se
concentra solo en este lote y no se observa en los demás lotes de la finca,
(…) e incluso hay sectores de mayor pendiente que los sitios donde ocurrió
la inestabilidad del lote»; lo cual significa que se refirió «a la relación
entre las implosiones y el posterior derrumbe de la colina ubicada en el
lote El Aceituno, no al daño producido por el arrastre de cables y
maquinarias».

Los aludidos conceptos técnicos se incorporaron para probar las labores de


sísmica ejecutadas por la contratista de Petrobras Colombia Limited como
también las implosiones realizadas, las cuales causaron el derrumbe en el
lote «El Aceituno» (2.4 hectáreas), en tanto que «los daños causados en los
lotes Los Mangos y Casa Campamento (3.79 hectáreas), se probaron
mediante testimonios de los testigos presenciales y en la inspección
judicial realizada durante el proceso de prueba anticipada».

El ad quem se equivocó también en las inferencias que extrajo de las


certificaciones expedidas por Agropecuaria de Los Andes Ltda. (Cidela –
Santana), que reportaban un monto de ventas de banano inferior a lo que
registraron las proyecciones realizadas por el experto, cuyos cálculos
-afirmó- «demuestran el nivel total de producción en el cultivo estando
este al tope de su vida productiva», por lo que si a partir de ese estudio
agronómico y económico, se concluía que el cultivo produjo y pudo
producir muchos más kilos que los que podía comprar Cidela, no por esa
circunstancia podían calificarse de exorbitantes las estimaciones de la
pericia, porque dicha empresa no era la única dedicada a la compra del
mencionado producto, y «el demandante simplemente le vendía a Cidela y
otras empresas comercializadoras parte de su producción».

De ahí que «las cifras del dictamen y lo expresado por las certificaciones
de Cidela son totalmente realistas y apegadas a la verdad procesal»; por
consiguiente, constituye yerro fáctico haber desconocido los resultados
plasmados en el dictamen «para entrar a desarrollar teorías brumosas
respecto de lo que no dicen las certificaciones de marras o de lo que
podrían decir».

En cuanto a la producción agrícola posterior a los hechos que ocasionaron


daños al terreno, el juzgador no podía afirmar que «el demandante seguía
produciendo banano en la finca afectada de forma continua», pues aún si
así hubiera sido, en virtud de que el cultivo tiene un ciclo natural, de
haberse obtenido «algún tipo de fruto que pudiera ser productivo para ser
comercializado, tal cantidad es insignificante e irrisoria en comparación
con los cuantiosos daños causados, elemento que en ningún momento
puede hacer alguna diferencia material al momento de realizar la tasación
de los perjuicios».

Por último, el reproche del Tribunal por la falta de exhibición de los libros
de contabilidad resulta carente de soporte legal, toda vez que precisamente
en atención a la división de los sectores económicos, el legislador incluyó
dentro de los actos no mercantiles conforme al numeral 4º del
artículo 23 del Código de Comercio «la enajenación que hagan
directamente los agricultores y ganaderos de los frutos de sus cosechas o
ganados, en su estado natural», sin que por el hecho de empacar el
producto se transforme en una actividad empresarial, ya que ello hace
parte de las exigencias para su comercialización.

Además, la inscripción en el registro mercantil –sostuvo- se efectuó en el


año 2005, con el fin de poder ejercer actividades como profesional
independiente, sin que existiera relación alguna con «empresa dedicada a
la producción y transformación de productos agrícolas mediante marca
registrada».

Equivocado también fue el criterio que acogió el fallo para reducir el


monto de la indemnización apartándose de la experticia, teniéndose como
«confesión extrajudicial» las manifestaciones realizadas en el documento
contentivo de la «reclamación por daños causados a cultivos, por
afectación del medio ambiente», la cual no guarda «ninguna relación de
origen y causalidad en cuanto a los daños ocasionados específicamente por
trabajos sísmicos objeto de la demanda (…), esta carta trataba sobre otras
solicitudes de carácter medioambiental, pero no sobre los daños de
plantaciones objeto de la prueba anticipada, sino las que podían afectarse
por cuestiones ambientales, en razón al paso de camiones y tractomulas»,
y aluden a la «pérdida de productividad del año 2000 al año 2002, mes de
agosto, (…), es decir productividad histórica, por daños causados al medio
ambiente, (…), sin contemplar para nada ni el daño emergente ni el lucro
cesante (…), ni mucho menos referidos a los daños causados por los
trabajos de sísmica, objeto de la demanda».

Con apoyo en los anteriores argumentos –concluyó el censor- debe


accederse a la casación parcial de la sentencia impugnada, acogiéndose la
pretensión indemnizatoria conforme a los resultados de la prueba pericial
anticipada.
CONSIDERACIONES
1. En virtud de haberse apoyado la acusación en la causal primera de
casación, al tenor del numeral 3º artículo 374 del Código de Procedimiento
Civil, tenía el recurrente la carga de cumplir con la formalidad de señalar
las normas de derecho sustancial que estimare violadas, para lo cual de
conformidad con el numeral 1º artículo 51 del Decreto 2651 de 1991,
convertido en legislación permanente por el artículo 162 de la Ley 446 de
1998, era «suficiente señalar cualquiera de las normas de esa naturaleza
que, constituyendo base esencial del fallo impugnado o habiendo debido
serlo, a juicio del recurrente haya sido violada, sin que sea necesario
integrar una proposición jurídica completa».

La importancia del señalado requisito deriva de la función misma del


recurso de casación, cual es la de preservar la coherencia del sistema
jurídico mediante la unificación de la jurisprudencia, y propender por la
realización del derecho objetivo, según se desprende del precepto 365 del
citado ordenamiento procesal, finalidades que en la práctica se pueden
llegar a concretar de manera preponderante cuando la acusación se
sustenta en la violación de la ley sustancial.

La Sala, sobre la temática mencionada, en la sentencia CSJ SC-188 de 26


de julio de 2005 (Rad. 00106), sostuvo:

(…) Dicha exigencia no es de poca monta, dado que el fin primordial de la


casación, según lo dispone el artículo 365 del C. de P. Civil, consiste en
‘unificar la jurisprudencia nacional y proveer a la realización del derecho
objetivo en los respectivos procesos’, lo que pone bajo juicio a la sentencia
acusada para que la Corte constate, previa la confrontación con el fallo
acusado, que no vulnera las normas de la índole indicada que atañen con el
derecho definido en ella. Ese parangón solo es posible realizarlo con la
mira puesta en ellas y particularmente con las que se designan por el
impugnante como quebrantadas, dada la inspiración dispositiva que
caracteriza al recurso de casación.

(…) En torno a tal previsión, de cuyo excesivo rigor da cuenta la


jurisprudencia de antaño, el artículo 51 del decreto 2651, adoptado como
legislación permanente por la ley 446 de 1998, en pos de morigerar su
estrictez dispuso que ‘será suficiente señalar cualquiera de las normas de
esa naturaleza que, constituyendo base esencial del fallo impugnado o
habiendo debido serlo, a juicio del recurrente haya sido violada, sin que
sea necesario integrar una proposición jurídica completa’, esto es, distinto
de como se exigía otrora que debía comprender todos y cada una de las
normas inmersas en el respectivo litigio.

Empero, reitera una vez más la Corte, la nueva concepción de la


proposición jurídica que debe formular todo casacionista, no significa de
ningún modo que el recurrente pueda cumplir la tarea que para tal fin le
corresponde como a bien lo tenga, puesto que se torna imperativo señalar
como infringida por lo menos una norma a la que pueda atribuírsele el
carácter de sustancial y que sea o haya debido ser base esencial del fallo
del tribunal, bajo el entendido, claro está, de que es o debe ser definitiva,
concerniente o incidente en cuanto a la relación jurídica debatida en juicio,
y, como apenas es lógico suponer, que entronque con el análisis efectuado
u omitido por el sentenciador de cara a la misma, y de cara al especifico
inconformismo del impugnador.

O dicho de otra manera, en palabras que ya empleó esta Corporación,


‘cumple afirmar, así, que lo verdaderamente relevante a dicho propósito no
es tanto la controversia que en general circuló en el proceso, cuanto el
preciso punto de inconformismo del recurrente. Su posición jurídica en
este sentido será la que sirva para orientar cuál es la norma que constituye
la esencia de su protesta’ (Sentencia de casación civil, 9 de diciembre de
1999, exp. 5352), (…).

No se trata, pues, simplemente de citar siquiera una norma de naturaleza


sustancial, o de elegir un elenco de ellas, sino también de apuntar el
quebranto de las que verdaderamente importan para el caso, pues esa es la
única manera como se puede en verdad verificar la legalidad del fallo
impugnado, en el sentido lato que a tal concepto cabe darle.

Las disposiciones legales señaladas por el impugnante en el


encabezamiento del planteamiento del cargo, correspondientes a los
artículos 174, 187 y 233 del Código de Procedimiento Civil, hacen parte
del régimen probatorio, consagrando la inicial, el principio de «necesidad
de la prueba», la siguiente, regula lo concerniente a las reglas de
apreciación de los medios de convicción, y la última, contempla las
exigencias para la procedencia de la peritación; por lo tanto, ninguna se
amolda al concepto de «norma sustancial».
Tampoco en el desarrollo del cargo se reseñan preceptos de aquella índole,
y es que ni siquiera se hacen reflexiones acerca de los supuestos
normativos regulatorios del derecho cuya protección o reconocimiento fue
solicitado, que por razón de la errada valoración probatoria, se hubiere
pretermitido su aplicación, o alterado, o tergiversado su sentido jurídico,
ya por adición o cercenamiento del respectivo texto legal.

2. Aunque se hiciera caso omiso de la reseñada deficiencia formal para


estudiar el mérito de la acusación, la misma no podría prosperar al
verificar en el dictamen pericial aducido por el recurrente como la prueba
irrefutable de la cuantía de la indemnización, la carencia de un adecuado
soporte probatorio en las bases fácticas en que se apoya, como también la
existencia de evidencias que contradicen sus resultados.

Conforme a los hechos relacionados con el litigio, hipotéticamente podría


señalarse que los perjuicios por daño emergente podrían comprender el
precio de las matas y colinos de plátano destruidos por el paso de los
trabajadores como también por la manipulación de redes, mangueras y
equipos requeridos para los estudios sísmicos; los costos de las obras de
estabilización del terreno necesarias para corregir el efecto de las
implosiones; el valor de depreciación de la finca; el establecimiento de un
nuevo cultivo en las franjas de terreno afectadas, incluido el costo de
mantenimiento hasta que las plantas alcanzaren la edad que tenían aquellas
que resultaron dañadas.

El lucro cesante, por su parte, estaría representado, verbi gratia, por las
ganancias dejadas de percibir en el proceso de comercialización del
banano bocadillo desde la época de generación del daño hasta por lo
menos la primera cosecha de la plantación de reemplazo, y en el evento de
no darse tal situación, cabría tomar en cuenta el período en que de acuerdo
con el ciclo de crecimiento de esa especie vegetal, llegaría a la etapa
productiva.

2.1. En la demostración de los factores para concretar la reparación del


daño, goza de plena aceptación el criterio de admitir la prueba pericial
como la de mayor idoneidad, sin desconocer la importancia de los demás
medios de convicción, porque, en principio, estos pueden cumplir la
función de servir de soporte a las bases fácticas utilizadas por el experto
para hacer los cálculos y fijar el monto de la indemnización, ya que las
solas hipótesis que pudiera idear el perito para elaborar el trabajo,
únicamente revelarían un ejercicio teórico, ajeno a la realidad del litigio.

Acerca de la reseñada situación probatoria, esta Sala indicó:

Lo anterior deja claro, que no se cataloga el método utilizado por el


auxiliar de la justicia para elaborar el trabajo encomendado, como
inadmisible; sino que para alcanzar eficacia probatoria el dictamen debe
estar soportado en hechos veraces, sometidos a contradicción y acreditados
adecuadamente, lo que para el caso examinado, esa situación no aconteció,
porque se estructuró sobre especificaciones hipotéticas, ya que en las
oportunidades procesales autorizadas, la interesada en la prueba no
suministró información al respecto, es decir que no dio a conocer los
puntos para su desarrollo; tampoco los medios de convicción revelan
circunstancias acerca de esa realidad requerida… (CSJ SC, 9 Mar. 2012,
Rad. 2006-00308-01; se resalta).

2.2. Al revisar la experticia se observan inconsistencias en relación con la


determinación de las franjas de terreno que en la finca Villa Claudia
resultaron afectadas con los trabajaos realizados por la contratista de la
demandada, porque a pesar de incluirse la totalidad del área de los lotes
«Casa Beneficiadero 1,7920 has. – Los Mangos 1,7870 has. – El Aceituno
2,4000 has.», no obra evidencia de que los daños hubieren abarcado tales
dimensiones.

2.3. Sobre ese particular se constata que en el concepto reportado al perito


por el geólogo, se limitó a mencionar que las implosiones afectaron los
suelos del «lote El Aceituno», generándose fracturas y desplazamientos
verticales; aspecto este ratificado por el especialista en geotecnia; en tanto
que el auxiliar de la justicia, sostuvo que el «radio de acción de las
implosiones afectó la casi totalidad del área de los lotes (…), donde se
efectuaron estos trabajos» (punto 36), y al reseñar el «área afectada», citó
como fuente el «plano topográfico del predio, levantado por el topógrafo
(…)», en agosto de 2005 (punto 43), en el cual simplemente se indica en
las observaciones, que los «lotes 2 y 3 [afectados] por implosiones y
cableado – lote 4 afectado por implosiones» (c.10, fl.119), no habiendo
especificado de dónde o de qué manera obtuvo tal información.

También aparecen elementos de convicción, conforme a los cuales se


evidencia que los daños en el predio de propiedad del demandante, no
coinciden con la totalidad de la extensión superficiaria de cada uno de los
lotes donde existía el cultivo de «banano bocadillo» para la época de los
hechos.

Al respecto, se verifica que en el escrito referenciado como «reclamación


por daños causados a raíz de trabajos sísmicos» suscrito por el actor,
dirigido a la empresa demandada y radicado el 14 de agosto de 2002, al
describir el daño, sostuvo: «Las perforaciones y explosiones citadas
ocasionaron el ablandamiento de la tierra en los horizontes o perfiles del
suelo A y B en un radio de influencia de aproximadamente dos (2)
hectáreas (se hicieron entre 3 y 4 perforaciones y explosiones). Por esta
razón y con motivo del último invierno, la superficie afectada se erosionó
y agrietó dañándose el cultivo de Banano Bocadillo que había en la
superficie (bananito con destino a exportación). En cuanto a producción se
refiere, se afectó la producción de aproximadamente 6.000 matas que
rinden un promedio de cuatro kilos de exportación cada una anualmente,
durante un período útil de producción de seis años. Dado que los terrenos
afectados llevaban dos años de explotación, se solicita indemnización por
la producción equivalente a los cuatro años restantes» (se resalta).

2.4. Asimismo, en las declaraciones recibidas en el curso de la inspección


judicial practicada como prueba anticipada, el deponente Rodolfo
Martínez Muñoz, cuidandero del predio del actor, y quien estuvo presente
para la época de los trabajos adelantados por la contratista de la convocada
al juicio, manifestó en lo pertinente, que «se afectó la parte más cerca
donde hubieron (sic) las implosiones, porque para encima hicimos unos
cultivos nuevos, o sea lejos de ahí y ahí la mata está buena y debido a eso,
pues debido a las implosiones, no se ha habido (sic) a cultivar en eso, por
el problema que ha habido en la tierra»; en posterior respuesta agregó, que
«[mirando] el terreno donde ocurrieron esas cosas la mayoría de la tierra
donde ocurrió esas implosiones, quedó puede decir estéril, es decir no
produce ahí matas, porque quedó la tierra suelta»; también sostuvo, que
«[debido] a lo que hemos mirado y he andado por allá en la tierra afectada
aproximadamente son unas tres (3) hectáreas las que se dañaron ahí», y
según lo por él entendido «y analizado como se siembra el cultivo
aproximadamente se dañaron unas seis mil (6.000) matas» (el subrayado
no es del texto).
Por su parte, María Teresa Sarmiento Bojacá, compañera del antes
nombrado, expresó que «nos hicieron bastante daños para lo de los
cultivos plátano bocadillo exportación pues de ahí de ese daño como
pasaron bastantes cables creo que de pronto a esa sísmica con las
explosiones que hicieron, se rodó bastante tierra de ahí ese cultivo
aproximadamente se dañaron como unas seis mil matas (6.000), más que
todo fue el asunto del cultivo el rodamiento de tierra», y aunque reconoció
no haberlas contado, explicó que el cálculo lo hizo «[porque] hay una mata
que tiene de hasta tres o cuatro hijos entonces en cuantas cantidades de
siete mil matas se pueden dañar. Pues yo le digo calculo más o menos esa
cantidad» (se resalta).

2.5. Ahora bien, teniendo en cuenta que en una hectárea se podrían


sembrar «3.333 plantas», pues así lo indicó el perito, las aproximadamente
«6.000 matas» destruidas, aludidas por el demandante y los testigos,
abarcarían un poco menos de «dos hectáreas», mas no las «seis hectáreas»
que el dictamen tomó como base para hacer los respectivos cálculos.

Adicionalmente, contribuye a ilustrar la dimensión de las zonas


impactadas con las actividades desarrolladas en el predio «Villa Claudia»,
lo declarado por el geólogo y funcionario de la accionada, Edilberto Toro
Cardona, quien al referirse al reconocimiento de daños causados en dichas
labores, en lo pertinente comentó que «básicamente se define una área
intervenida en metros cuadrados que es el resultante de sumar las
diferentes líneas receptoras de un metro de ancho que cruzan los diferentes
predios las distancias entre las líneas receptoras para el proyecto Boquerón
3 específicamente fue de 160 metros por lo tanto el cálculo del área de
intervención básicamente contempla esas líneas de un metro de ancho por
la distancia de cada una dentro del predio y separadas como ya expliqué
160 metros, esta área calculada en función del tipo de vegetación
intervenida tiene un pago final calculado de esa vegetación por metro
cuadrado».

Y al explicar el contenido del documento alusivo al terreno intervenido ,


sostuvo que «(…) muestra claramente que se tuvo intervención a lo largo
de tres líneas receptoras cuya totalidad en metros cuadrados es de 520
(…)», y los estudios científicos por él aportados, relacionados de manera
general, con aquellos trabajos técnicos, junto con algunas fotografías
ilustrativas de los mismos , permiten visualizar la manera como tales tareas
se llevaban a cabo.

2.6. De acuerdo con lo anterior, como la plantación de banano se


encontraba organizada por hileras, y según lo dicho por el perito, a una
distancia de dos metros entre ellas, cabe inferir que las actividades para los
estudios sísmicos se debieron extender por entre aquellas; luego, es
admisible aceptar la generación del daño a los colinos y matas de plátano
adyacentes, por el tránsito de los trabajadores, el arrastre de mangueras,
cables e instalación de equipos; pero de ahí no derivan parámetros
objetivos, a fin de comprender cómo pudo producirse la destrucción del
ciento por ciento del cultivo en los tres lotes reseñados anteriormente,
como lo concibió el auxiliar de la justicia, cuando además tienen una
extensión superficiaria, en hectáreas, de 1,7920, 1,7870 y 2,4000, es decir,
cercana a los sesenta mil metros cuadrados.

También se corrobora, con apoyo en las certificaciones expedidas por la


sociedad compradora y exportadora del banano, que la producción de la
mencionada fruta, conforme a las entregas realizadas por el demandante y
su esposa María Elba Sandoval para 2001 alcanzó los 22.024 kilos , lo cual
permite deducir la ausencia de afectación de la totalidad del cultivo en los
tres lotes mencionados.

2.7. En lo concerniente a la producción anual proyectada en la pericia para


establecer el lucro cesante, no se muestra infundada la deducción del
Tribunal relativa a que «(…) no es aceptable que el lote El Aceituno
producía 57.900 kilos por año pues esta apreciación pasa por alto que las
ventas a Cidela – Santana apenas llegaron a un promedio anual cercano a
35.139 kilogramos, promedio de los años 1999 y 2000», ya que tal
información la dedujo de los aludidos documentos expedidos por la
empresa a través de la cual se comercializaba el producto agrícola.

Y a pesar de afirmar el actor que también negociaba dicha especie con


otras compañías, pretendiendo justificar la cifra de producción señalada
por el perito, él mismo infirma tal aseveración en el interrogatorio de parte
al contestar la pregunta de si «le vendía toda la producción tipo
exportación y nacional de la finca Villa Claudia (…), a la Compañía
Comercial y Agropecuaria de Los Andes Ltda. - Cidela», a la cual
manifestó que «[durante] los períodos citados en las certificaciones
entregadas por esta compañía sí es cierto» , y aunque aclaró que «en
ocasiones de otros períodos se le vendía también a la Hacienda La Granja
y Muchal Ltda.» (se subraya), esta última afirmación no contradice las
inferencias del juzgador, porque allí alude a ventas en «períodos distintos»
a los indicados en las reseñadas constancias.

2.8. En cuanto al yerro fáctico atribuido al sentenciador ad quem por tener


como indicio el hecho de haber omitido el accionante la exhibición de los
«libros de contabilidad», invocado para reforzar la idea de no considerar
ciertas las utilidades reclamadas a título de indemnización, en el ámbito
del citado yerro, el mismo no se configura, porque el Tribunal lo edificó
esencialmente sobre la base de hallarse demostrada la inscripción del
demandante Jaime Antonio Guevara Garzón como comerciante, y esta
calidad la dio por establecida con la certificación expedida por la Cámara
de Comercio de Bogotá, en la cual consta su matrícula desde el 31 de
mayo de 2001 para el desarrollo de actividades de «asesoría y consultoría
empresarial – asesorías técnicas y profesionales en obras civiles –
producción y comercialización de productos agroindustriales»; por lo
tanto, interpretó que tenía la obligación de llevar libros de comercio.

Y sobre ese particular, de conformidad con el numeral 1º del artículo 13


del estatuto mercantil, se presume que desde entonces el actor ha ejercido
el comercio, surgiendo al tenor del numeral 3º del canon 19 ídem, el deber
de «[llevar] contabilidad regular de sus negocios conforme a las
prescripciones legales».

Como la crítica del recurrente se apoyó en que las ventas de banano


realizadas directamente por el actor como agricultor, conforme al numeral
4º artículo 23 ibídem, no constituyen actos mercantiles, tal
cuestionamiento desconoce que el aludido indicio se construyó por el
juzgador, tomando en cuenta que el accionante no exhibió los «libros de
contabilidad», y por lo tanto, la discusión debía plantearse en torno de la
interpretación dada a la referida conducta procesal.

2.9. En lo referente a los reproches por la desestimación de la prueba


pericial, y la invocación de la «equidad» como criterio para concretar la
liquidación de perjuicios, no se evidencia en tal reflexión circunstancias
configurativas del error de hecho y menos con carácter de manifiesto u
ostensible, porque a pesar de tal manifestación, el Tribunal se apoyó en los
demás medios de prueba legal y oportunamente incorporados al proceso,
con el fin de sustentar la decisión.

En todo caso, el citado criterio auxiliar ha sido aplicado por esta


Corporación, y aunque la regla jurisprudencial desarrollada al respecto no
coincide de manera exacta con la situación enfrentada en esta oportunidad
por el juzgador ad quem, es ilustrativa acerca de sus alcances, y permite
reafirmar la falta de solidez en los argumentos fundamento de la
acusación.

Sobre dicho tema, esta Sala sostuvo:

‘Es posible acudir a la equidad para determinar el monto del daño, en


aquellos casos límite, en que, habiéndose acreditado el perjuicio
patrimonial, la determinación de su cuantía se torna extremadamente
difícil, no obstante el cumplimiento de las cargas probatorias por la parte
demandante. Al respecto se ha expresado que ‘[c]on referencia específica
al invocado principio de la equidad, vale la pena recordar, además, con
apego a numerosos contenidos doctrinarios, jurisprudenciales y, por
supuesto, normativos, que no obstante las consecuencias inherentes al
ejercicio de la delicada carga probatoria atrás aludida, hay casos en que
sería injusto no concretar el valor de la indemnización so pretexto de que a
pesar de estar demostrada la existencia del daño, su cuantificación no ha
sido posible, pues ante esta circunstancia, el juez, además de estar
impelido a usar las facultades oficiosas que en materia probatoria ponen a
su alcance las normas procesales, ha de acceder a criterios de equidad que
le impiden soslayar los derechos de las víctimas’ (CSJ SC, 5 Oct. 2004,
Rad. 6975; CSJ SC, 28 Feb. 2002, Rad. 2002-01011-01; CSJ SC-7637-
2014, Rad. 2007-00103-01).

Al haber desestimado el sentenciador la prueba pericial, jurídicamente se


encontraba facultado para apoyarse en otros medios de convicción, con el
fin de obtener la certeza necesaria acerca de la realidad de los hechos
debatidos.

Ese criterio es el que ha sostenido esta Corporación y reiterado en la


providencia CSJ SC, 9 Ago. 2013, Rad. 1998-00729-01, en la que, en lo
pertinente, expuso:
(…), el censor alega que el ad quem cometió error inexcusable al no tener
en cuenta para fulminar la condena, el dictamen de la perito (…), pero tal
imputación no puede abrirse paso por cuanto el Tribunal es soberano para
escoger la prueba o pruebas que, en su criterio, le dan mayor convicción
sobre la realidad de los hechos debatidos en el proceso.

Sobre el particular, esta Sala en sentencia de fecha 14 de diciembre de


2012, señaló: ‘Sin perjuicio de las solemnidades prescritas en la ley
sustancial para la existencia o validez de ciertos actos, el juez goza de una
prudente autonomía para apreciar los medios probatorios y formar su
convencimiento en torno a los hechos debatidos en el proceso; autonomía
que, por regla general, es intocable en casación, a menos que se demuestre
la existencia de un error evidente y trascendente.

‘Luego, aun cuando las partes tengan unas legítimas y serias expectativas
de salir triunfantes en el juicio, con apoyo en determinadas pruebas que
consideran de capital importancia, el juez no está obligado a seguir
aquellos razonamientos o a compartir su mismo grado de convicción frente
al análisis de los elementos materiales, sino que posee la prudente libertad
para escoger los medios que le reportan mayor persuasión en torno a la
verdad de los hechos que se debaten en el proceso; sin que a tal facultad de
valoración pueda considerársele, per se, violatoria de la ley por incurrir en
yerros fácticos (se resalta).

3. De lo discurrido hasta ahora se concluye que el cargo examinado no


está llamado a prosperar.

Con fundamento en el inciso final del artículo 375 del Código de


Procedimiento Civil en armonía con el canon 19 de la Ley 1395 de 2010,
se condenará en costas al recurrente, y para la fijación de agencias en
derecho se tendrá en cuenta la oportuna réplica a la demanda de casación,
presentada por la sociedad accionada y por compañía aseguradora.

IV. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema


de Justicia, administrando justicia en nombre de la República y por
autoridad de la ley,

RESUELVE
PRIMERO
NO CASAR la sentencia de 11 de octubre de 2012, proferida por la Sala Civil
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, en el proceso ordinario
referenciado.

SEGUNDO
Condenar al impugnante a pagar las costas correspondientes al presente
trámite extraordinario. La secretaría efectúe la correspondiente liquidación,
incluyendo como agencias en derecho la suma de seis millones de pesos
($6’000.000), por cuanto la demanda de casación fue replicada por la
demandada y la llamada en garantía.

En su oportunidad, devuélvase el expediente a la Corporación de origen.

NOTIFÍQUESE

LUIS ARMANDO TOLOSA VILLABONA

Presidente de Sala

MARGARITA CABELLO BLANCO

ÁLVARO FERNANDO GARCÍA RESTREPO

FERNANDO GIRALDO GUTIÉRREZ

ARIEL SALAZAR RAMÍREZ


TRIBUNAL SUPERIOR

2011-06

SALA NOVENA CIVIL DE DECISIÓN

Medellín, veintisiete (27) de febrero de dos mil doce (2012)

Se decide por la Sala Civil del Tribunal el recurso de apelación interpuesto


por la parte demandante frente a la sentencia del 19 de noviembre de 2010
proferida por el Juzgado Segundo Civil del Circuito de Medellín, dentro del
proceso ordinario instaurado por Juan José, Luz Amparo, María Cecilia,
Arnulfo de Jesús, Álvaro León, Carlos Mario y Oscar de Jesús Villada
Marulanda en contra de Efraín Ramírez Herrera, Alcides de Jesús Dávila,
Flota La Milagrosa S.A., y la Compañía Agrícola de Seguros S.A.

ANTECEDENTES
1. Solicita la parte actora se declare que Efraín Ramírez Herrera y Alcides
de Jesús Dávila en calidad de propietarios del vehículo de placas TPM
702; la Flota La Milagrosa S.A., como empresa afiliadora, y la Compañía
de Seguros Agrícola de Seguros S.A., son civilmente responsables
solidariamente los primeros, y la última hasta por el monto asegurado, de
todos los perjuicios morales ocasionados a Luz Amparo, María Cecilia,
Juan José, Arnulfo de Jesús, Álvaro León, Carlos Mario y Oscar de Jesús
Villada Marulanda. Que como consecuencia se ordene pagar en su favor
como hijos de la víctima y a cargo de los demandados, el pago total de la
indemnización por los perjuicios morales equivalentes a 100 salarios
mínimos mensuales legales vigentes para cada uno de aquellos; condenar a
los accionados al pago del interés legal previsto en el artículo 16147 del
Código Civil a la tasa del 6% anual, causado desde la fecha del fallo inicial
y hasta el pago de las sumas reconocidas, y por las costas generadas en el
juicio.

2. Como sustrato de sus pedimentos, expuso los planteamientos que el


Despacho así compendia:

a. El 26 de marzo de 2005, siendo las 15:50 p. m., el vehículo de


placas TPM 702, propiedad de Efraín Ramírez Herrera y Alcides de
Jesús Dávila, afiliado a la empresa Flota La Milagrosa S.A. y
asegurado mediante póliza de R.C.E. de la Compañía Agrícola de
Seguros S.A., era conducido por Jorge Armando Gómez Ciro, quien se
desplazaba por la calle 47 (Bombona) a la altura de la carrera 37, en
sector donde funcionó la Estación de Bomberos de Buenos Aires,
donde fue atropellado Juan José Villada Valencia, peatón que cruzaba
la zona demarcada para su circulación.

b. Efectuadas las diligencias respectivas por parte del Tránsito


local, fue extinguida la acción contravencional contrariando la realidad
de los hechos, pues se eximió de responsabilidad al conductor del
automotor causante del daño quien permitió la ocurrencia del mismo
debido a su imprudencia y negligencia, pues avistando el paso del
peatón no le permitió que terminara de cruzar completamente la zona
“cebra”, atropellándolo con la parte delantera derecha del vehículo. La
investigación penal se adelanta en la Fiscalía Once Seccional de la
Unidad Segunda de Vida de medellín, con el radicado No. 927.653-11,
donde se debe acusar penalmente al señor Jorge Armando Gómez Ciro
como autor de homicidio en la modalidad culposa.

c. Juan José Villada Valencia al momento de su fallecimiento


gozaba de excelente estado de salud física y mental, que siendo el
único de los padres de los actores, ya que de tiempo atrás había
fallecido su madre, el deceso de aquél causó dolor profundo, hondo
vacío e inmensa tristeza, ya que compartían todas las actividades
cotidianas, el afecto y la compañía propias del vínculo paternal filial.
Fue realizada audiencia de conciliación prevista por la ley 640 de
2001 , sin que se hubiera llegado a ningún acuerdo conciliatorio.

3. Notificado el auto admisorio de la demanda, los accionados se


opusieron a sus pretensiones, así: La Compañía Agrícola de Seguros S.A.
formuló las excepciones de culpa exclusiva de la víctima, que radica en el
occiso y los demandantes, pues el primero por cruzar la vía cuando no
debía y los últimos por permitirle a su padre, de avanzada edad, salir solo a
la calle; límite de responsabilidad, por cuanto la póliza expedida por la
Compañía responde hasta 60 SMMLV de ser declarado culpable para el
caso de muerte y según las condiciones generales de la póliza
de responsabilidad civil extracontractual, expresamente se pactó que el
lucro cesante sufrido por el tercero damnificado no está amparado.
Flota La Milagrosa S.A. invoca como excepciones, las que denominó:
Culpa exclusiva de la víctima, que en sumo grado fue responsabilidad de
Juan José Villada Valencia la ocurrencia del accidente ya que por su
avanzada edad los reflejos no le permitían contar con una agilidad óptima
para el cruce de la vía en la que se causó el accidente, lo que de suyo
origina causa eximente de responsabilidad de la empresa transportadora;
culpa compartida, que de no probarse la excepción antes invocada,
subsidiariamente se declare probada ésta, en la medida en que la víctima
con su conducta imprudente ayudó en el resultado de los hechos;
exagerado costo de los supuestos perjuicios morales; que ellos carecen de
fundamento legal y son exorbitantes, por ende deben demostrarse.

Mediante auto proferido el 21 de agosto de 2007 y teniendo en cuenta que


la Superintendencia Financiera de Colombia aprobó la cesión de activos,
pasivos, contratos y de cartera de seguros de la Compañía Agrícola de
Seguros S.A., a favor de la Compañía Suramericana de Seguros S.A., es
por lo que se tuvo a la cesionaria como nueva demandada en el proceso (fl.
120, C-1).

La notificación del auto de apremio al codemandado Alcides de Jesús


Dávila se produjo por intermedio de curador ad-litem, quien al ejercer su
derecho de defensa dijo oponerse a la prosperidad de las pretensiones y
pidió condena en costas para los demandantes. Invocó como excepciones:
Culpa exclusiva de la víctima, lo cual se desprende del acervo probatorio
obrante en el plenario, como que la falta recae sobre Villada Valencia
quien al cruzar la vía pública no observó las señales de tránsito tales como
luz verde y marcha del automotor que lo atropelló.

b. LA SENTENCIA APELADA

Mediante providencia del 19 de noviembre de 2010 el Juzgado


Segundo Civil del Circuito de Medellín, declaró estructurada la
excepción de mérito de CULPA EXCLUSIVA DE LA VÍCTIMA
propuesta por los apoderados de los demandados, negando por ende las
pretensiones invocadas por los accionantes; condenó en costas a los
reclamantes.

c. LA IMPUGNACIÓN
Inconforme con la decisión la sentencia fue recurrida por el procurador
judicial de los demandantes para que la misma fuera revocada
íntegramente con sustentación en esta instancia. Expresó, luego de
efectuar exposición sobre la jurisprudencia nacional y la doctrina en
materia de actividad peligrosa, la necesidad de probar que la culpa fue
exclusiva de la víctima pues que de tal aspecto no existía prueba
fehaciente en el plenario que permitiera arribar a esa conclusión; como
que tal análisis debe descartar absolutamente cualquier participación
del agente que lo produjo, que en el caso recae en el conductor del
rodante. En relación con la presunción de responsabilidad, indica que
este era un caso de responsabilidad extracontractual derivada del
ejercicio de actividades muy decantada por la jurisprudencia la cual
considera que el artículo 2356 del C. C., que contempla una presunción
de culpa en contra de quien despliega esas actividades a quien se le
exige demostrar una causa extraña que rompa el nexo causal; y, del
aspecto que resaltó: concurrencia de culpa y disminución de la
indemnización, puesto que si los demandados alegan en su defensa que
el occiso fue imprudente en su actuar, que de llegarse a tener en cuenta
esta situación por el Despacho, para achacarle responsabilidad a la
víctima, sea también aplicada la sanción que ampara el artículo 2357
Ib., pues operaría válidamente una reducción de la responsabilidad y
compensación de culpas, en razón también del actuar imprudente del
conductor del vehículo causante del hecho dañoso.

d. CONSIDERACIONES

1. El aspecto liminar de toda sentencia en materia civil está constituida


por los presupuestos procesales referidos al debido ejercicio de la
pretensión y a la formación válida de la relación jurídico procesal. Su
ausencia impide que el litigio se desarrolle válidamente y se pueda
pronunciar una sentencia de mérito. Son revisables y exigibles por el juez,
y las partes pueden alegar su no concurrencia mediante reposición frente al
auto admisorio de la demanda o a través de las excepciones previas o
también como causal de nulidad en determinados eventos.

Así entonces, en este evento se encuentra satisfechos a cabalidad, pues la


competencia se encuentra radicada, en primera instancia, en el Juez que
dirimió el conflicto, y en esta instancia lo es esta Colegiatura. El trámite lo
regulan los cánones 398 y siguientes del código del rito civil.
2. Sobre las características de
la responsabilidad civil extracontractual cuando se ejercen actividades
catalogadas peligrosas, y más concretamente la resultante de la conducción
de automotores, en sentencia de mayo pasado señaló la Corte:

“Delimitada la materia central del cargo, la Corte de vieja data, por su


potencialidad natural, intrínseca y en grado sumo dañina, sitúa
la responsabilidad derivada de la conducción de automotores en la
actividad peligrosa, regida no por el artículo 2341 del Código Civil sino
por “[e]l artículo 2356 ibídem, que mal puede reputarse como repetición
de aquél ni interpretarse en forma que sería absurda si a tanto equivaliese"
(XLVI, pág. 215), y el cual, en sentido estricto “[e]xige, pues, tan sólo que
el daño pueda imputarse (…) única exigencia como base o causa o fuente
de la obligación que enseguida pasa a imponer” (cas.civ. sentencia de 14
de marzo de 1938, XLVI, 211-217), por cuya “letra y … espíritu … tan
sólo se exige que el daño causado …pueda imputarse, para que ese hecho
dañoso y su probable imputabilidad al agente contraventor constituya la
base o fuente de la obligación respectiva” (cas.civ. sentencias de 18 y 31
de mayo de 1938, XLVI, pp. 516 y 561).

“Empero, la responsabilidad por actividades peligrosas, comprende


hipótesis diferenciales por su clase o tipo y puede estar además regulada
por normas singulares, en atención a su naturaleza, contenido y
proyección, como advirtió la jurisprudencia de esta Corporación de
antiguo, y reiteró más recientemente:

"[…] la conducción de automotores ha sido calificada por la jurisprudencia


inalterada de esta Corte como actividad peligrosa, o sea, ‘aquélla que ‘…
aunque lícita, es de las que implican riesgos de tal naturaleza que hacen
inminente la ocurrencia de daños,…’ (G.J. CXLII, pág. 173, reiterada en la
CCXVI, pág. 504), considerada su ‘aptitud de provocar un desequilibrio o
alteración en las fuerzas que –de ordinario- despliega una persona respecto
de otra’ (sentencia de octubre 23 de 2001, Exp. 6315), su ‘apreciable,
intrínseca y objetiva posibilidad de causar un daño’ (cas. civ. 22 de febrero
de 1995, exp. 4345), o la que ‘… debido a la manipulación de ciertas cosas
o al ejercicio de una conducta específica que lleva ínsito el riesgo de
producir una lesión o menoscabo, tiene la aptitud de provocar un
desequilibrio o alteración en las fuerzas que –de ordinario- despliega una
persona respecto de otra’, como recientemente lo registró esta Corporación
en sentencia de octubre 23 de 2001, expediente 6315’

(cas. civ. sentencia de 16 de junio de 2008 [SC-052-2008], exp. 47001-


3103-003-2005-00611-01).

Análogamente, fallos constitucionales, acentúan "el carácter riesgoso del


tránsito vehicular", los "riesgos importantes" del transporte terrestre, la
"regulación rigurosa del tráfico automotor" (sentencia C-523 de 2003), la
particular "actividad de peligro" del tránsito automotriz "rodeado de
riesgos" por representar "una causa importante de mortalidad y de daños
en las sociedades modernas" (sentencias T-258 de 1996, C-309 de
1997 y C-066 de 1999), y generar "riesgos” que imponen "deberes de
seguridad" (sentencia SU-1184 de 13 de noviembre de 2001).

En igual sentido, la Ley 33 de 1986 (artículos 115 y 116 modificatorios de


los artículos 259 y 260 del Decreto-Ley 1344 de 1970, declarados
exequibles por la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia en sentencia
de 29 de enero de 1987, exp. 1499), estableció el seguro obligatorio de
accidentes de tránsito (SOAT), exigible a partir de 1º de abril de 1988,
negocio jurídico forzado, impuesto y de contenido regulado (Decreto 3990
de 2007 ; artículos 192 y ss. E.O.S.F.) en amparo de los daños corporales
causados a las personas, norma reglamentada con los Decretos 1553, 1555,
1556, 1557 y 1558 del 4 de agosto de 1998, consagrando además el seguro
de responsabilidad civil para transportadores de pasajeros, “que cubra a
las personas contra los riesgos inherentes al transporte” (artículos 13 y ss.),
luego modificadas por Decretos 170, 171, 172 y 174 del 5 de febrero de
2001, en cuanto a los seguros de responsabilidad civil contractual
y extracontractual “que las amparen contra los riesgos inherentes a la
actividad transportadora””.

Debe destacarse que, de conformidad con el numeral


3.1.4.2.del E.O.S.F. “[e]l SOAT no se encuentra sujeto a exclusión alguna,
y por ende ampara todos los eventos y circunstancias bajo las cuales se
produzca un accidente de tránsito".

De este modo, la responsabilidad civil por los daños del tránsito


automotriz, la circulación y conducción de vehículos, encuentra también
sustento normativo en preceptos singulares "de especial alcance y
aplicación" (cas.civ. sentencia de 22 de mayo de 2000, exp. 6264,
CCLXIV, 2503). En particular, a más del régimen de las actividades
peligrosas previsto en el artículo 2356 del Código Civil, prescindiendo de
la problemática planteada respecto del entendimiento genuino de esta
norma, su notable aptitud potencial, natural e intrínseca característica de
causar daños, impone a quienes la ejercen significativos deberes legales
permanentes de seguridad y garantía mínima proyectados además en una
conducta “que no obstaculice, perjudique o ponga en riesgo a las demás”
(artículo 55, ejusdem), en no realizar o adelantar acción alguna que afecte
la conducción del vehículo en movimiento (artículo 61, ibídem) y
garantizar en todo tiempo las “óptimas condiciones mecánicas y de
seguridad” del automotor (artículos 28 y 50 Ley 769 de 2002).

En suma, según la reiterada jurisprudencia de la Sala, a la víctima de la


lesión causada con la conducción de vehículos, le basta acreditar el
ejercicio de la actividad peligrosa, el daño y la relación de causalidad entre
aquella y éste para estructurar la responsabilidad civil por tal virtud. En
contraste, al presunto agente es inadmisible exonerarse probando la
diligencia y cuidado, o la ausencia de culpa, y salvo previsión normativa
expresa in contrario, sólo podrá hacerlo demostrando a plenitud que el
daño no se produjo dentro del ejercicio de la actividad peligrosa por
obedecer a un elemento extraño exclusivo, esto es, la fuerza mayor o caso
fortuito, la intervención de la víctima o de un tercero que al romper el nexo
causal, excluye la autoría.”(cas.civ. sentencia de 17 de mayo de 2011, exp.
25290-3103-001-2005-00345-01).

Al margen de la problemática ontológica respecto de la inteligencia


del artículo 2356 del Código Civil, según una difundida opinión
jurisprudencial, el régimen de la responsabilidadcivil por las actividades
peligrosas, en consideración a su aptitud natural, potencial e intrínseca en
extremo dañina, está sujeto a directrices específicas en su etiología, ratio y
fundamento, "…quien ejercita actividades de ese género es el responsable
del daño que por obra de ellas se cause y por lo mismo le incumbe, para
exonerarse de esa responsabilidad, demostrar la fuerza mayor, el caso
fortuito o la intervención de un elemento extraño que no le sea imputable,

(XLVI, pp. 216, 516 y 561), verbi gratia, la conducta exclusiva de la


víctima o un tercero, más no con prueba de la diligencia o cuidado, o la
ausencia de culpa. En cambio, el damnificado, únicamente debe probar el
ejercicio de la actividad peligrosa, el daño y la relación de causalidad entre
aquélla y éste ”.

3. En consecuencia, corresponde a la parte actora acreditar el hecho, la


actividad peligrosa, el daño y la relación de causalidad, para que emerja
con nitidez la responsabilidad civil extracontractual de la parte
accionada, y en verdad demostró que el día 26 de marzo de 2005 a eso de
la 3:50 horas de la tarde Juan José Villada Valencia transitaba a pié por el
paso cebra de la vía pública de la calle 47 a la altura de la carrera 37
cuando fue atropellado por el vehículo de placas TPM 702 conducido por
José Armando Ciro Gómez, de propiedad de Efraín Ramírez Herrera y
Alcides de Jesús Dávila, afiliado a Flota La Milagrosa, falleciendo en la
Clínica Municipal (fls. 8, 10 C- 1 y Cuaderno 6 A, pruebas , segunda
instancia).

4. Ahora en la misma sentencia del mes de mayo pasado, la Corte expresó


que: “En cuanto a la intervención de la víctima, menester "precisar la
incidencia de su conducta apreciada objetivamente en la lesión" (cas. civ.
sentencia de mayo 2 de 2007, exp. 73268310030021997-03001-01) al
margen de todo factor ético o subjetivo, es decir, corresponde al juzgador
valorarla en su materialidad, contexto del ejercicio de la actividad
peligrosa y la secuencia causal del daño según el marco de circunstancias y
elementos probatorios para "determinar su influencia decisiva, excluyente
o confluyente, en el quebranto", si es causa única o concurrente (imputatio
facti) y, por ende, excluir o atenuar el deber indemnizatorio (cas.civ.
sentencias de diciembre 19 de 2008, SC-123-2008, exp.11001-3103-035-
1999-02191-01; 18 de septiembre de 2009, exp. 20001-3103-005-2005-
00406-01)”, a lo que agregó que en tiempo reciente había precisado:

"5. Ahora bien, es claro que el hecho o la conducta –positiva o negativa-


de la víctima siempre tiene una incidencia relevante en el análisis de
la responsabilidad civil. Así, en primer término, es evidente que en la
mayoría de las ocasiones la persona que sufre los daños desempeña un rol,
así sea meramente pasivo, para que el perjuicio se materialice. En ese
sentido, se señala que el hecho o el comportamiento de la víctima pueden
corresponder a una “condición” del daño, en cuanto que se convierte en el
sustrato necesario para su concreción. No obstante, es claro, también, que
una participación del perjudicado como la que se ha reseñado no tiene
eficacia para infirmar la responsabilidad civil del autor, ni para modificar
el quantum indemnizatorio, pues, en tales eventos, la participación de la
víctima o perjudicado no actúa como causa exclusiva o concurrente del
daño que ella misma padece.

“En ese orden de ideas, se puede señalar que en ocasiones el hecho o la


conducta de quien ha sufrido el daño pueden ser, en todo o en parte, la
causa del perjuicio que ésta haya sufrido. En el primer supuesto –conducta
del perjudicado como causa exclusiva del daño-, su proceder desvirtuará,
correlativamente, el nexo causal entre el comportamiento del presunto
ofensor y el daño inferido, dando lugar a que se exonere por completo al
demandado del deber de reparación. Para que el demandado se libere
completamente de la obligación indemnizatoria se requiere que la
conducta de la víctima reúna los requisitos de toda causa extraña, en
particular que se trate de un evento o acontecimiento exterior al círculo de
actividad o de control de aquel a quien se le imputa la responsabilidad.
En el segundo de tales supuestos -concurrencia del agente y de la víctima
en la producción del perjuicio-, tal coparticipación causal conducirá a que
la condena reparatoria que se le imponga al demandado se disminuya
proporcionalmente, en la medida de la incidencia del comportamiento de
la propia víctima en la producción del resultado dañoso.

“"La importancia de la conducta de la víctima en la determinación de la


reparación de los daños que ésta ha sufrido no es nueva, pues ya desde el
derecho romano se aplicaba en forma drástica la regla, atribuida a
Pomponio, según la cual “quod si quis ex culpa sua damnun sentit, non
intellegitur damnum sentire”, es decir, que el daño que una persona sufre
por su culpa se entiende como si no lo hubiera padecido, lo que condujo a
un riguroso criterio consistente en que si la víctima había participado en la
producción del daño, así su incidencia fuera de baja magnitud, en todo
caso quedaba privada de reclamación. Principio semejante se observó
también en otros sistemas jurídicos, como en el derecho inglés, que aplicó
el criterio de la contributory negligence, que impedía que la persona que
había contribuido total o parcialmente a la producción del resultado dañoso
se presentara ante la justicia a efectuar su reclamación, pues se consideraba
que tenía las “manos manchadas” . No obstante, con posterioridad, el rigor
del mencionado criterio se atenuó y se estableció en la gran mayoría de
ordenamientos el principio según el cual si el comportamiento de la
víctima es causa exclusiva del daño debe exonerarse
de responsabilidad al demandado y si hay una actuación concurrente de
víctima y demandado en la generación del perjuicio, la indemnización a
cargo de aquél debe reducirse proporcionalmente, o en forma “justa y
equitativa” (v.gr. B.G.B, par. 254; Código Civil italiano, artículo
1227; Código Civil argentino, art. 1111, entre otros).

“"En el derecho contemporáneo es claro, asimismo, que el


comportamiento de quien reclama la reparación de los daños no sólo tiene
trascendencia en materia de responsabilidad civil extracontractual, sino
que el mismo es igualmente relevante cuando se reclama la indemnización
de los daños producidos por el incumplimiento contractual. Tal
circunstancia explica la importancia que tiene la figura que se ha conocido
tradicionalmente como mora creditoris
(arts. 1605, 1739 y 1883 del Código Civil) y que, específicamente, en la
regulación mercantil de algunos de los eventos de responsabilidadcivil
contractual, el legislador haya previsto expresamente el hecho o culpa de
la víctima o, concretamente, del acreedor, como mecanismo para enervar
total o parcialmente la pretensión indemnizatoria (arts. 732, 992, 1003,
num. 3°, 1196, 1391 y 1880 del Código de Comercio, entre otros), lo que
no quiere decir que la procedencia de tal mecanismo de defensa en materia
contractual no tenga la misma generalidad que existe en la responsabilidad
civil extracontractual, pues, en aquellos eventos bien puede aplicarse
el artículo 2357 del Código Civil, teniendo presente que éste es uno de
aquellos asuntos en los que los criterios generales de la responsabilidad
civil son aplicables a uno u otro campo.

“"Respecto de esta temática, la jurisprudencia de la Corte ha explicado, de


manera general, que “el hecho de la víctima puede influir en el alcance de
la responsabilidad, llegando en muchas situaciones hasta constituirse en la
única causa del perjuicio” y que “también sin mayor dificultad se
comprende que esa participación del damnificado puede determinar tanto
la ausencia total de la relación de causalidad en cuestión -cual acontece en
las aludidas situaciones en que el hecho de la víctima es causa exclusiva
del daño y por ende conduce a la liberación completa del demandado-
como implicar la ausencia apenas parcial de dicho nexo, caso este último
que se presenta cuando en el origen del perjuicio confluyen diversas
causas -entre ellas la conducta imputable a la propia víctima- de modo que
al demandado le es permitido eximirse del deber de resarcimiento en la
medida en que, por concurrir en aquel agregado causal el elemento en
estudio, pruebe que a él no le son atribuidos en un todo el hecho dañoso y
sus consecuencias” (Cas. Civ., sentencia del 23 de noviembre de 1990,
G.J. CCIV, No. 2443, pág. 69).

““[…] Precisado lo anterior, se debe mencionar que la doctrina es pacífica


en señalar que para que el comportamiento del perjudicado tenga
influencia en la determinación de la obligación reparatoria, es
indispensable que tal conducta incida causalmente en la producción del
daño y que dicho comportamiento no sea imputable al propio demandado
en cuanto que él haya provocado esa reacción en la víctima. Sobre lo que
existe un mayor debate doctrinal es si se requiere que la conducta del
perjudicado sea constitutiva de culpa, en sentido estricto, o si lo que se
exige es el simple aporte causal de su actuación, independientemente de
que se pueda realizar un juicio de reproche sobre ella. […] En todo caso,
así se utilice la expresión “culpa de la víctima” para designar el fenómeno
en cuestión, en el análisis que al respecto se realice no se deben utilizar, de
manera absoluta o indiscriminada, los criterios correspondientes al
concepto técnico de culpa , entendida como presupuesto de la
responsabilidad civil en la que el factor de imputación es de carácter
subjetivo, en la medida en que dicho elemento implica la infracción de
deberes de prudencia y diligencia asumidos en una relación de alteridad,
esto es, para con otra u otras personas, lo que no se presenta cuando lo que
ocurre es que el sujeto damnificado ha obrado en contra de su propio
interés. Esta reflexión ha conducido a considerar, en acercamiento de las
dos posturas, que la “culpa de la víctima” corresponde -más precisamente-
a un conjunto heterogéneo de supuestos de hecho, en los que se incluyen
no sólo comportamientos culposos en sentido estricto, sino también
actuaciones anómalas o irregulares del perjudicado que interfieren
causalmente en la producción del daño , con lo que se logra explicar, de
manera general, que la norma consagrada en el artículo 2357 del Código
Civil, aun cuando allí se aluda a “imprudencia” de la víctima, pueda ser
aplicable a la conducta de aquellos llamados inimputables porque no son
“capaces de cometer delito o culpa” (art. 2346 ibidem) o a
comportamientos de los que la propia víctima no es consciente o en los
que no hay posibilidad de hacer reproche alguno a su actuación (v.gr.
aquel que sufre un desmayo, un desvanecimiento o un tropiezo y como
consecuencia sufre el daño). Así lo consideró esta Corporación hace varios
lustros cuando precisó que “[e]n la estimación que el juez ha de hacer del
alcance y forma en que el hecho de la parte lesionada puede afectar el
ejercicio de la acción civil de reparación, no hay para qué tener en cuenta,
a juicio de la Corte, el fenómeno de la imputabilidad moral para calificar
como culpa la imprudencia de la víctima, porque no se trata entonces del
hecho-fuente de la responsabilidad extracontractual, que exigiría la
aplicación de un criterio subjetivo, sino del hecho de la imprudencia
simplemente, objetivamente considerado como un elemento extraño a la
actividad del autor pero concurrente en el hecho y destinado solamente a
producir una consecuencia jurídica patrimonial en relación con otra
persona” (Cas. Civ. 15 de marzo de 1941. G.J. L, pág. 793. En el mismo
sentido, Cas. Civ. 29 de noviembre de 1946, G.J. LXI, Pág. 677; Cas. Civ.
8 de septiembre de 1950, G.J. LXVIII, pág. 48; y Cas. Civ. 28 de
noviembre de 1983. No publicada). Por todo lo anterior, la doctrina
contemporánea prefiere denominar el fenómeno en cuestión como el hecho
de la víctima, como causa concurrente a la del demandado en la
producción del daño cuya reparación se demanda." (cas.civ. sentencia de
16 de diciembre de 2010, exp. 1989-00042-01).

5. El informe del accidente, contiene las siguientes anotaciones efectuadas


por el agente de tránsito que atendió el asunto. “Una señora que vive en la
esquina manifestó que vio cuando el señor conductor se pasó el semáforo
en rojo, esta señora no quizo –sic-, dar el nombre. Manifestó que trabaja en
semáforos” (fl. 6, C-6 A).

El servidor público autor de tales líneas, Javier de Jesús Bedoya Llano,


dijo ante la autoridad administrativa de transporte y tránsito que la versión
fue suministrada por “Una señora que estaba parada diagonal a donde
sucedió el accidente, manifestándome que ella había visto cuando la buseta
atropelló al señor que casi no lo recoge para llevarlo a la clínica, yo le
pregunté que como se llamaba, ella no me dio el nombre que para evitar
problemas, pero si me habló de que ella trabajaba en una dependencia de
semáforos, incluso entró a la casa a llamar a ver si había uno de los
compañeros para preguntarle cómo se encontraban funcionando los
semáforos…. No muy alta, contextura más o menos no muy robusta, ni
muy delgada y trigueña…. Si.- Que ella vio que el señor se pasó el
semáforo en rojo y que atropelló al peatón …(Ella ) Si me dijo (la versión)
y le pregunté cómo se llama usted la cual me dijo No para evitarme
problemas…” (fls. 18, C-6 A).

6. La dama que afirmó sin dubitación lo que el agente plasmó en el


documento, fue identificada y localizada por el Inspección de Tránsito, y
responde al nombre de Socorro Posada Montoya, pero negó que aquél
fuese su dicho, aunque confirmó que reside en el sector por cuanto tiene
una “tiendecita” (fl. 27, I b.).

Para dar claridad al asunto, el Magistrado Sustanciador decretó como


prueba, careo entre ambas personas, pero Socorro Posada Montoya no
compareció. Sin embargo, es indudable que lo que con total espontaneidad
se vertió en el documento mediante el cual se da inicio a las
averiguaciones administrativas, corresponde a la versión cierta de los
hechos, como que no se advierte interés alguno del servidor público de
crear imputaciones en contra del conductor, mucho menos que de su
imaginación broten aspectos tan concretos como la vecindad cercana de la
dama, la dependencia en que laboraba, o los particulares dados en la
audiencia respectiva, que quería evitar problemas o que haya ingresado a
efectuar una llamada a la sección donde trabaja para confirmar el
funcionamiento de los semáforos. Por demás, como lo expresó Javier de
Jesús Bedoya Llano ante el a quo, no corresponde a él efectuar la
valoración de la versión que da la testigo, pues su labor se limita en este
caso a transcribir en el informe la versión de otra persona (fl. 3, C-4).

7. Ahora, la exposición de Dora Elena Ocampo no alcanza a acreditar la


culpa exclusiva de la víctima, pues afirmó que el vehículo transitaba a 5
metros del andén derecho, lo que de ser cierto, hubiera impedido el
accidente, pues el peatón quedo con el cuerpo sobre la vía, pero la cabeza
en el andén. Sin olvidar que precisamente en esta caso el informe y el
croquis se elaboró con la información del conductor del vehículo y de los
testigos. Que el occiso intentó cruzar pero no le dio tiempo de hacerlo, por
lo que se devolvió el colectivo, lo esquivó, (le sacó el cuerpo) pero no se
pudo evitar el golpe. (fl. 28 C- 6 A).

8. La directriz reiterada de la Corte frente a la prueba del daño moral que


ocasiona la muerte de un ser querido, por lo que es pertinente recordar el
siguiente pronunciamiento de la Corte , que la Sala comparte
íntegramente:

En materia de perjuicios morales subjetivos, al igual que en toda clase de


perjuicios, es indispensable distinguir entre la legitimación para solicitar su
indemnización, la prueba de los mismos, y la cuantificación del
resarcimiento. (...). En lo que respecta a la legitimación, y para lo que
concierne al presente caso, importa dejar establecido que doctrina y
jurisprudencia coinciden en que de aquélla están investidos los parientes
cercanos (padre, hijos y hermanos) de la víctima fallecida. Esta
legitimación dimana de la urdimbre de las relaciones que se entretejen con
ocasión de los vínculos propios de la familia (consaguinidad, afinidad o
adopción) y no sólo de una de ellas en particular. (...) porque lo que a
simple vista es perceptible es que el desaparecimiento de uno de los
miembros de la familia representa una lesión para los otros en su propia
integridad, o sea, que es algo que hiere directamente la personalidad de
cada uno de ellos. La pérdida es, entonces, total, y no limitada o
circunscrita a un aspecto cualquiera, por más importante que éste sea. En
relación con la prueba, se ha de anotar que es, quizá, el tema en el que
mayor confusión se advierte, como que suele entreverarse con la
legitimación cuando se mira respecto de los parientes cercanos a la víctima
desaparecida, para decir que ellos, por el hecho de ser tales, están
exonerados de demostrarlos. Hay allí un gran equívoco que, justamente,
proviene del significado o alcance que se le debe dar al término
presunción. (...) allí no existe una presunción establecida por la ley. Es
cierto que en determinadas hipótesis, por demás excepcionales, la ley
presume -o permite que se presuma- la existencia de perjuicios. Más no es
tal cosa lo que sucede en el supuesto de los perjuicios morales subjetivos.
Entonces, cuando la jurisprudencia de la Corte ha hablado de presunción,
ha querido decir que ésta es judicial o de hombre. O sea, que la prueba
dimana del razonamiento o inferencia que el juez lleva a cabo. Las bases
de ese razonamiento o inferencia no son desconocidas, ocultas o
arbitrarias. Por el contrario, se trata de una deducción cuya fuerza
demostrativa entronca con clarísimas reglas o máximas de la experiencia
de carácter antropológico y sociológico, reglas que permiten dar por
sentado el afecto que los seres humanos, cualquiera sea su raza y
condición social, experimentan por sus padres, hijos, hermanos o cónyuge.
Sin embargo, para salirle al paso a un eventual desbordamiento o
distorsión que en el punto pueda aflorar, conviene añadir que esas reglas o
máximas de la experiencia -como todo lo que tiene que ver con la
conducta humana- no son de carácter absoluto. De ahí que sería necio
negar que hay casos en los que el cariño o el amor no existe entre los
miembros de una familia; o no surge con la misma intensidad que en otra,
con respecto a alguno o algunos de los integrantes del núcleo. Más cuando
esto suceda, la prueba que tienda a establecerlo, o, por lo menos, a
cuestionar las bases factuales sobre las que el sentimiento al que se alude
suele desarrollarse -y, por consiguiente, a desvirtuar la inferencia que de
otra manera llevaría a cabo el juez-, no sería difícil, y si de hecho se
incorpora al proceso, el juez, en su discreta soberanía, la evaluará y
decidirá si en el caso particular sigue teniendo cabida la presunción, o si,
por el contrario, ésta ha quedado desvanecida. De todo lo anterior se sigue,
en conclusión, que no obstante que sean tales, los perjuicios morales
subjetivos están sujetos a prueba, prueba que, cuando la indemnización es
reclamada por los parientes cercanos del muerto, las más de las veces,
puede residir en una presunción judicial. Y que nada obsta para que ésta se
desvirtúe por el llamado a indemnizar poniéndole de presente al fallador
aquellos datos que, en su sentir, evidencian una falta o una menor
inclinación entre los parientes

(G.J. T. CC, pág. 85)

9. En este caso la presunción iuris tantum, operaría a plenitud con relación


a los descendientes en primer grado de Juan José Villada Valencia, que
estaban domiciliados en otro departamento o en el exterior: Carlos Mario
Villada Marulanda, trabajaba en Madrid al momento del deceso del padre,
regresó a Medellín para las exequias y Oscar de Jesús Villada Marulanda
que vivía en Ibagué para la misma época. La anterior es la opinión del
magistrado ponente, con sustento en las líneas siguientes, y que desde ya
se advierte no es compartida por los restantes integrantes de la Sala.

En efecto, el padre, Juan José, con 74 años de edad, realizaba caminatas


diarias en horas de la mañana, pero siempre regresaba a su residencia, la
que compartía con un hijo y una sobrina. El nombre del primero, Arnulfo
de Jesús Villada Marulana el que dijo que, como a la seis de la mañana del
día siguiente del accidente se dio cuenta de que aquél no había llegado a
dormir, pues antes le había preguntado a su sobrina y se quedó dormido.
Con todo, fue a trabajar y sólo a las 5:30 de la tarde decidió llamar a la
casa y supo lo del incidente. (fl. 7 vto y 8, C-5).

La despreocupación que frente al padre ausente, se advierte en Arnulfo de


Jesús, también se muestra frente a sus otros hermanos. En efecto, Juan
José Villada Marulanda, dijo que vivía con Adriana Álvarez (nieta) y con
unas biznietas, además de su hermano. Que el grupo familiar estaba en el
popular “sancocho”, comida típica, cocinada en la vía pública, y se dieron
cuenta de que Juan José se había ido solo, y que lo encontraron al otro día
en la Unidad Intermedia de Salud del barrio Buenos Aires, pues lo
buscaban desde las 12 de la noche del sábado. La actividad familiar se
realizaba a eso de las 3 de la tarde el sábado y notaron la ausencia del
abuelo y padre a las 5 p.m. (fls 1 y 2, C-5).

Las versiones contradictorias en torno a la hora en que salió de la casa no


son aisladas. La más concurrente es que lo había hecho en horas de la
mañana, algunos de sus hijos dicen reunirse con amigos en el parque del
sector donde fue atropellado; otros que a comprar agua bendita.
Contradicción también con relación a la sobrina con la que compartía
residencia. María Cecilia Villada de Montoya dice que lo era con Gloria
Cecilia Montoya, y que supo lo de su padre al otro día, en la mañana del
domingo, pues su hija, Gloria Cecilia, la llamó informándole que el abuelo
no había llegado.

Luz Amparo Villada Marulanda por su parte dijo que el padre salió de sus
casa en horas de la mañana, pero pensó al momento del sancocho que
estaba al frente, y que a las 5:30 horas del día domingo, la llamó su sobrina
a informarle sobre la ausencia del abuelo (fls. 4 y 5, C-5).

Álvaro León Villada Marulanda narró que el papá salio a comprar agua
bendita a las 3 de la tarde y que no volvió hasta el otro día que se dio
cuenta. Como tenía que trabajar, sólo se entero del accidente a las 5 de la
tarde del domingo cuando regresó del trabajo, ya que no llamó durante el
día para averiguar por la suerte de su ascendiente (fl. 6 y 7, Ib.).

Tan peculiar manera en que la mayoría de los actores se comportaron


frente a la desaparición temporal del padre, no son en verdad significativos
del cariño o el amor que se dispensa a quien llegado a esa edad, merece
que se dedique el mayor de los cuidados, quedando desvanecidos los lazos
de afectividad que permiten deducir los hechos que dan pie a la
indemnización del daño moral que ocasiona la pérdida del ser querido.

Ahora, con respecto a Carlos Mario y Oscar de Jesús Villada Marulanda,


como se expresó antes procede la estimación de la pretensión, fijando el
monto de la indemnización en 40 salarios mínimos legales vigentes para
cada uno.
Sin embargo, como se advirtió al comenzar este acápite, la mayoría de la
Sala considera que la exposición precedente es entidad suficiente para
denegar la pretensión indemnizatoria del daño moral de los restantes hijos
de Juan José Villada Valencia, ello con fundamento en el argumento de
autoridad que se trascribe ampliamente en el número 8 de estas
consideraciones. Es decir, la presunción no queda eliminada totalmente
sino que las especiales circunstancias como Luz Amparo, María Cecilia,
Juan José, Arnulfo de Jesús y Álvaro León atendieron a la ausencia y
posterior fallecimiento de su progenitor, hacen que se reduzca el monto de
la indemnización a la mitad de lo que se señaló para Carlos Mario y Oscar
de Jesús Villada Marulanda, esto es, 20 salarios mínimos legales
mensuales vigentes al momento del pago para cada uno. La improsperidad
de la pretensión solo queda, se repite como salvamento parcial del
ponente.

10. La parte actora ejerció acción directa en contra de la Compañía


Agrícola de Seguros S.A., con fundamento en la póliza de responsabilidad
civil para vehículos de servicio público No. 1058000044901, vigente para
el 21 de marzo de 2005. Mediante Resolución 0810 del 4 de junio de 2007
la Superintendecia Financiera aceptó la cesión de activos, pasivos y
contratos de la llamada en favor de la Compañía Suramericana de Seguros
S.A., siendo ésta en consecuencia la legitimada para responder ante el
ejercicio de la acción directa ejercida por los actores.

El contrato, según la prueba que allega la compañía aseguradora,


implicaba la obligación de indemnizar al tercero damnificado hasta por el
límite del valor asegurado, “LOS PERJUCIOS MATERIALES Y
MORALES CAUSADOS POR EL ASEGURADO POR LOS CUALES
ESTE SEA LEGALMENTE RESPOSABLE COMO CONSECUENCIA
DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL EN
QUE INCURRA DURANTE LA VIGENCIA DE LA PÓLIZA POR LOS
DAÑOS QUE ESTE HAYA OCASIONADO A LAS PERSONAS O
COSAS, EMANADOS DE UN SOLO ACONTECIMIENTO CAUSADO
POR EL VEHICULO DESCRITO EN ESTA PÓLIZA, CUANDO ÉSTE
HAYA SIDO CONDUCIDO POR EL ASEGURADO O POR
CUALQUIER OTRA PERSONA AUTORIZADA POR EL MISMO
ASEGURADO, Y ESTE O EL CONDUCTOR SEAN CIVILMENTE
RESPONSABLES DE LOS PERJUICIOS CAUSADOS” (fl. 71, C-1), por
lo que la pretensión es también próspera con relación a la compañía
aseguradora, pero sólo hasta el límite asegurado, por lesiones o muerte de
una persona: 60 salarios mínimos mensuales legales vigentes (fl. 6, C-2).

11. Ahora, Flota la Milagrosa S.A., llamó en garantía a la aseguradora, con


fundamento en la misma póliza, trámite en el que el apoderado de
Suramericana de Seguros solicitó que se le tuviera como la real llamada en
garantía (fl 14 a 22, C-2).

El ejercicio de la acción directa contra la compañía aseguradora, no impide


que el asegurado haga uso del llamado, puesto que la finalidad no sería
otra que, en caso de haber pagado la condena, el reembolso total o parcial
de la misma. Así, en el evento de que Flota La Milagrosa S.A., cancele a
los demandantes, el total de la indemnización, podrá solicitar el reembolso
de 60 de ellos, previo el deducible pactado, $2.000.000,00.

Si no existiese el llamamiento, por ser los demandados solidarios, la


indemnización pagada por la Flota La Milagrosa S.A., sólo le permitiría el
recobro a la aseguradora de la cuota parte, y no del límite del valor
asegurado, tal y como lo regulan las normas sobre efectos entre los
deudores solidarios.

7. Así las cosas, se dispondrá la revocatoria de la sentencia recurrida y en


su lugar se harán las declaraciones y condenas procedentes. Dado el
resultado del recurso costas en ambas instancias a cargo de los accionados
y en favor de los demandantes. Las agencias en derecho en esta instancia
se fijan en $2.000.000,00. En razón de la prosperidad del llamado, costas
en primera instancia a cargo de la Compañía Suramericana de Seguros
S.A. y a favor de Flota La Milagrosa S.A., pues en esta instancia no se
causaron.

e. DECISIÓN.

En mérito de lo expuesto el Tribunal Superior de Medellín en Sala Novena


Civil de Decisión, administrando Justicia en nombre de la República de
Colombia y por autoridad de la ley, REVOCA la sentencia de fecha,
origen y naturaleza ya relacionada y en su lugar dispone: Primero.- Se
declara que Efraín Ramírez Herrera, Alcides de Jesús Dávila, Flota La
Milagrosa S.A. y la Compañía a Suramericana de Seguros S.A., son civil y
solidariamente responsables de los daños ocasionados con la muerte de
Juan José Villada Valencia. Segundo.- Como consecuencia de la
declaración anterior deberán pagar, a título de daño moral, a Carlos Mario
y Oscar de Jesús Villada Marulanda, la suma de cuarenta (40) salarios
mínimos mensuales legales vigentes al momento del pago, para cada uno;
y veinte (20) salarios mínimos mensuales legales vigentes al momento del
pago, para cada uno de los siguientes demandantes: Luz Amparo, María
Cecilia, Juan José, Arnulfo de Jesús y Álvaro León Villada Marulanda.
Tercero.- Por lo expuesto en la parte motiva se niegan la pretensiones
frente al resto de los demandantes. Cuarto.- La Compañía Suramericana de
Seguros S.A. reembolsará a Flota La Milagrosa S.A., las sumas que
cancele en virtud de la condena impuesta en el numeral segundo anterior,
hasta el límite del valor asegurado, sesenta (60) salarios mínimos
mensuales vigentes, previo el deducible pactado. Quinto.- Costas en ambas
instancias a cargo de los accionados. Las agencias en derecho en esta
instancia se fijan en $2.000.000,00. En razón de la prosperidad del
llamado, costas en primera instancia a cargo de la Compañía Suramericana
de Seguros S.A. y a favor de Flota La Milagrosa S.A.. No hay lugar a
costas en esta instancia por no haberse causado.

Proyecto discutido y aprobado en sesión Nro. 05 del presente mes.

Siguen firmas en S.O. No. 004. Ordinario Juan José, Luz Amparo, María
Cecilia, Arnulfo de Jesús, Álvaro León, Carlos Mario y Oscar de jesús
Villada Marulanda, contra Efraín Ramírez Herrera, Alcides de jesús
Dávila, Flota La Milagrosa S.A., y la Compañía Agrícola de Seguros S.A.
Rdo. No. 05001 31 03 002 2006 00368 02 (Rdo. Int. No. 2011-06).

NOTIFIQUESE

JUAN CARLOS SOSA LONDOÑO

Magistrado

JOSÉ GILDARDO RAMÍREZ GIRALDO

Magistrado

JULIÁN VALENCIA CASTAÑO

Magistrado

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