DIFUSORA DE LA DOCTRINA ESPÍRITA EN EL PARAGUAY. EL “CENTRO ESPÍRITA PARAGUAYA”, DENOMINADA EN FORMA IMPOLUTA E INSUSTITUIBLE, CON PERSONERÍA JURÍDICA N° 24600, 7 DE SETIEMBRE DE 1962. En los albores del año 1960, en la ciudad de Asunción, República del Paraguay, se fundó la primera Institución Espiritual difusora de la Doctrina Espírita, inspirada en la codificación del eximio maestro Allan Kardec de nacionalidad francesa. Un acontecimiento de máxima relevancia y sin precedente en este territorio. ¿Pero quiénes fueron los protagonistas? Médiums de nacionalidad paraguaya de pura cepa, que frecuentaban por algunas molestias espirituales o mediúmnicas la Escuela Científica Basilio. Dicha escuela es una filial que funciona en Asunción, Paraguay, cuya sede matriz se encuentra en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Su teoría, por cierto, difiere de la codificación de Kardec en que el espíritu puede pulverizarse o fraccionarse, por consiguiente no se puede encarnar como animales inferiores, pues el espíritu puede estancarse, mas no retroceder. Y la otra, la adoración de la cruz, que es opuesta a los principios de la Doctrina Jesús-Cristiana. Tras un diálogo amistoso y fraternal, un grupo de adeptos de dicha entidad, en un solo as de pensamiento, optaron por alejarse de la Escuela Científica Basilio, con el sueño de edificar una Institución Espírita de nacionalidad paraguaya, sin nombre importado ni dependiente de entidades foráneas. Algunos de los hermanos iniciadores de este histórico suceso fueron: Istmio Veneroso, Luis Antonio Garcete, Aniceto Sanabria, Silvia Camerón, María Elena Sosa, Justo Mujica, y la colaboración cercana y leal de Gregorio Anzoategui y otros hermanos simpatizantes. El primer encuentro de este grupo se realizó en el domicilio del ciudadano Istmio Veneroso, que vivía en la calle 77, número 681 y Avenida Dr. Eusebio Ayala, en el barrio Cancha River Plate. Así inició la floración de médiums en torno al Espiritismo, que constaba de personas sencillas de alma y corazón, que vivían de sus trabajos y llevaban consigo esa actitud de amor al prójimo, siempre al servicio del bien. Dedicaban el tiempo libre al estudio y a la divulgación de uno de los sistemas de pensamiento más hermoso y completo que puede encontrar el ser humano para obtener las respuestas que anhela en la búsqueda de sí mismo y el porqué de su existencia como viajero sideral del universo. Así transcurrieron los días. Con más entusiasmo y seres que llegaban con su bagaje de problemas, buscando solucionarlos y encontrar la paz íntima. Fueron sumándose más adeptos para los trabajos de la Doctrina, que poco a poco fue solidificándose en su estructura material y espiritual. Esto gracias al esfuerzo, la pujanza y audacia de los asistentes ante la tenaces persecuciones de un sistema de gobierno dictatorial y despótico, quienes tildaban de comunistas a los estudiantes de la Doctrina, haciéndolos sufrir de apresamiento, burlas y humillaciones cual si fuera la época de Herodes. Otro imperio dominante de la misma época fue el poder eclesiástico, dogmático y oscurantista, que utilizaba dos semanarios: “Comunidad y Sendero”, que con sus artículos plagados de difamaciones y artimañas de toda índole querían, en vano, impedir el nacimiento de la Tercera Revelación en esta patria, cuna de la libertad americana. Con la fe inquebrantable en Dios y Jesús, se procuraba volver al sistema de la codificación de Kardec, es decir, al principio original, sin sincretismo religioso y manteniéndose equidistante de toda idea sectaria y materialista. Entonces se ejecutó una reunión formal para notificar la ratificación de la resolución de la asamblea efectuada el 2 de julio de 1961 en el domicilio del ciudadano Istmio Veneroso, cuyo acta inicial fue firmado por la nómina de socios de la Institución. Tales socios fueron: Istmio Veneroso, Luis Antonio Garcete, Aniceto Sanabria, María Elena Sosa, Justo Mujica, Eustaquio Farías, Vicente Ruiz, Pastor Villalba, Lucía Machuca, Cecilia Machuca, Martinia Ferreira, Laudelina Torres, Bernardina Ferreira, Magdalena Bareiro, Santiago Lezcano, Silvia Camerón, Alejandro Meza, Hilda Mereles, Francisco Colmán, Andrés Núñez, Amadeo Samaniego, Francisco Duarte, Felipe Toledo, Claudio Fernández, Cirilo Cristaldo, Ezequiel Valdez, Julia Escobar, Vicente Valenzuela, Sofía Gill, Eduardo Gómez, Federico Martínez, Dora Cristalado, Floriana Mellid, Eferildia Rejala, Corina Lovera, Alejandro Céspedes, Pedro Martínez, Rogelio Argaña y Máximo Antonio Argaña. Luego comenzó a recorrer el expediente portador del documento del Estatuto de la Personería Jurídica en las diferentes instituciones correspondientes para lograr la difusión legal de la Tercera Revelación o Espiritismo en la República del Paraguay. Al mismo tiempo, algunos socios diligentes se encargaban de corroborar los pasos requeridos para llegar a feliz término. Las entidades en donde hubo más retraso y oposición del expediente fueron: El Ministerio del Interior, de donde salió de forma airosa después de mucho esperar; luego el Poder Ejecutivo o Palacio de Gobierno, otro obstáculo que parecía infranqueable, pero al que ninguno dio paso atrás, siempre con la fe puesta en Dios, Jesús y los Espíritus de la obra. El Director de entonces, Istmio Veneroso, tomó la decisión de utilizar su indumentaria de Capitán del Ejército Paraguayo y consiguió la venia correspondiente para el acceso al despacho del Poder Ejecutivo para entablar una charla amistosa y fraternal con el presidente de la República, Alfredo Stroessner, quien en un principio se negó rotundamente a estampar su firma para la resolución. En la larga charla que tuvieron, el hermano Istmio Veneroso explicó sobre los principios o postulados de la proyección universalista de la Doctrina, que no atenta contra la moral y la fe pública, sino que busca denodadamente con sus estudios y práctica el bien común y la fraternidad sin distinción de ninguna laya. No teniendo dudas ante las palabras claras y concisas del interlocutor, cedió a imprimir su firma a la resolución. De esta manera, nació fulgurante el “Centro Espírita Paraguaya”, con sus aspectos impolutos e insustituibles: “Ciencia, filosofía y moral”, bajo el manto sublime de Dios, Jesús de Nazareth y del insigne codificador Allan Kardec. Que los estoicos y audaces fundadores, benefactores y pioneros de la Doctrina, encarnados y desencarnados, donde se encuentren, reciban nuestra más vibrante y cordial salutación. Por siempre serán recordados y considerados una inspiración en la tierra y el mundo espiritual. Abrigamos la esperanza del despertar de los responsables conscientes e inconscientes del aberrante y desleal atropello a la dignidad de la institución, manchando la nacionalidad y la denominación auténtica y correcta “Centro Espírita Paraguaya”, tal cual nació y fue aprobado por el Poder Ejecutivo de la República del Paraguay como lo soñaron sus fundadores. Sin nombre importado ni añadidura de nombre de mentora de orador alguno del ideal a quien no corresponde otorgar ni honrar el sacrificio de los hermanos para la fundación de esta entidad. Al contrario, es una obligación moral retribuir el honor a alguno de sus fundadores como muestra de respeto y agradecimiento, y la restitución del nombre original. Así, hermanos y hermanas, apreciaremos y honraremos el patriotismo y el honor de nuestra estirpe de guerrero ante cualquier tempestad y obstáculo, demostrando respeto y amor a la verdad como prescribe nuestra doctrina. Este es un aporte de uno de los iniciadores y socio fundador, Vicente Ruiz, hecho con gratitud y reconocimiento a los fundadores del Centro Espírita Paraguaya. Autor: Vicente Ruiz Nacido el 5 de abril de 1941 en la ciudad de Asunción, barrio Tacumbú. Villa Elisa, 30 de mayo de 2020 Tel.: (021) 944 836 Cel.: (0984) 193 153
Quien fundó la Iglesia evangélica y en que año La Iglesia evangélica no fue fundada por una sola persona en un año específico, sino que es el resultado de un movimiento de reforma que comenzó en el siglo XVI en E