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Acción Social

La definición de acción social está inmersa en el campo de la


sociología, ciencia que se ocupa del análisis de las agrupaciones
sociales y la manera como éstas se relacionan entre sí.
Conceptualizada de manera general, la acción social tiene la cualidad
de incidir, de forma positiva o negativa, en el comportamiento de las
masas y, por ello, ha sido objeto de estudio durante siglos, sobre
todo con la intención de que su aplicabilidad controlada se haga con
fines propositivos.

El ampliamente conocido sociólogo Max Weber fue uno de los que


dedicó buena parte de sus investigaciones a la acción social, la cual
clasificó en cuatro clases: la tradicional (aquella que está relacionada
con los hábitos y costumbres), la afectiva (vinculada a las emociones
y sentimientos), la racional (ligada a la normativa instruida por la
moral) y la destinada a conseguir un objetivo inserto en la razón.

Programa gubernamental
También es común escuchar que las acciones sociales se refieren a
los planes y contribuciones que, generalmente, refuerzan
las prestaciones sociales aportados por el Estado, en cualquiera
de sus instancias de gobierno.
En ese orden de ideas, este concepto cumple un rol fundamental: el
de cubrir requerimientos básicos que, por razones de índole diverso,
un poblado determinado no está en capacidad de satisfacer.

Visto de ese modo, la acción social bien puede estar orientada hacia
el impulso de la educación, el mejoramiento de la salud, a la
distribución de alimentos o a la creación de plazas de empleo,
por citar algunos ejemplos, entre los que también se incluyen
programas ligados al populismo que, lejos de generar un beneficio
perdurable en la población, crean conductas de dependencia,
sumisión y conformismo, que en nada contribuyen al desarrollo de los
pueblos.
En resumidas cuentas, esta clase de iniciativas, entre las que se
inserta la acción social lo que buscan es incidir en la modificación de
una situación específica en otra que le produzca mayor calidad de
vida a la población, por lo que está vinculada al bienestar colectivo
y, por tanto, no pretende sufragar demandas de carácter
individualista.

Libertad y Escocismo
La libertad es asunto de compromiso. Un compromiso entre el ejercicio voluntario de sus
opciones, por un lado, y el respeto al otro y a la ley, por el otro.

El libre albedrío es asunto de juicio, alumbrado por la conciencia, sobre las elecciones y los
actos, desde la perspectiva de la ética.

Así, la elección, que procede del libre albedrío, parece estar circunscrita a la libertad de
encontrar un compromiso, el de realizar los propios deseos según la conciencia y en el
respeto a la ley y al otro.

En un plano social, se acostumbra a decir que demasiada libertad incrementa las


desigualdades, que demasiada igualdad atenta contra la libertad y que, en principio, la
fraternidad permite el justo medio. Pero, ¿con decir esto se ha dicho todo  ? ¿Qué conviene
concederse a sí mismo y tolerar a los otros para tener una razonable libertad reciproca ?
Detrás de lo que nosotros creemos que es nuestra libertad se esconden la mentira y el
desconocimiento sobre nosotros mismos, la permisividad con nuestro interés, la indiferencia
hacia los otros y la ignorancia o la transgresión de la ley. De hecho, la libertad necesita, de
manera consustancial, una aptitud para el auto-dominio que deberá adquirirse a todo lo
largo de una búsqueda personal.

Si la ética masónica, en su transmisión oral, invita a un humanismo de buena ley, los


rituales del Escocismo, en cambio, señalan progresos y regresiones, tentativas provechosas
y fracasos que pretenden ser pedagógicos y que no tienen otro objetivo que poner de relieve
las debilidades humanas para construir la experiencia.

De esta forma, las sensaciones de libertad son guiadas sucesivamente por las emociones, los
instintos, la empatía o la ley moral según los grados. Y los actos son conducidos, según los
casos, por la vehemencia, el interés, la benevolencia o el deber. Y entonces, ¿cómo conciliar
deseos, necesidad, creencias, alteridad y humanismo ?

El grado de Aprendiz, más allá de la constricción del silencio y de la euforia del


descubrimiento, pone al Masón al pie del muro que debe edificar. La esperanza en la
construcción de un mundo mejor se configura como el motor del devenir. Todo está por
rehacer, como para conjurar las frustraciones profanas que han conducido a la Masonería.
Un proyecto está en marcha.

El grado de Compañero, como prolongación del grado precedente, construye un verdadero


espacio de libertad mediante el aporte esencial del trabajo como instrumento de
emancipación, y para una obra colectiva con una dimensión humana y solidaria. Cada uno
tiene el justo lugar simbólico que debe ocupar, según sus cualidades y sus competencias,
bajo la autoridad incontestable de Maestros reconocidos. Todo parece evidente, en un
mundo armonioso. Aquí no hay constricciones aparentes, excepto las de la disciplina del
saludo. El Arte es la alegría de los hombres libres, dice un ritual.
El Grado de Maestro desestabiliza este edificio poniendo en escena la parte oscura del
rostro humano. Saliéndose de sus prerrogativas y de las reglas establecidas, los Compañeros
abusan de la libertad que les había sido dada y a la que no supieron corresponder.

Esta toma de poder homicida engendra desorden, dudas e iniquidades. Todo está por
rehacer.

Los dos primeros grados, ¿son un engaño a la vista de cómo es el tercero y los siguientes ?

En el 4º grado, el Maestro Secreto pone de relieve su libre albedrío para intentar
reconsiderar el uso de los valores, para percibir una verdad que se quiere distinta de la que
se admite comúnmente, para aprender a pensar por si mismo, liberarse de las contingencias,
de los engaños y de la idolatría. Se trata de sacar lecciones del pasado, de ver el mundo de
otra manera, por deber y razón, y discernir los verdaderos incentivos de la acción.

En el grado 5º, el Maestro Perfecto, conservando lo mejor del Maestro difunto, emprende la
superación de lo que ahora ya ha sido cumplido y prosigue así su propia liberación, su
emancipación de la tutela de los falsos gurús.

En el 6º grado, el Secretario Íntimo, por su compromiso, su responsabilidad y la


reconciliación que encarna, favorece una mejor comprensión social y se libera de las
divisiones. Está en marcha un nuevo orden, activo y participativo.

En el grado 7º, los Prebostes y Jueces, los que tienen los planos del edificio, muestran su
aptitud para mandar y para controlarse a sí mismos, con justicia y rectitud, orden y
concordia, para evitar todo abuso. En este grado se instaura y se afirma, un poder regulador
que se ejerce también sobre sí mismo.

En el grado 8º, el Encargado de Obras mantiene y mejora el edificio para apuntalar y


asegurar este nuevo equilibrio liberador. Todo está ahora como es debido.

En el 9º grado, el Maestro Elegido busca liberarse de una parte de sí mismo mediante el
uso de la fuerza justiciera. Saciando una venganza simbólica necesaria contra el mal oculto
en su propio interior, intenta vencerse, superarse, con el fin de poder forjarse una libertad y
obtener la absolución de su conciencia por la brutalidad del método empleado.

En el 10º grado, el Ilustre Elegido de los Quince, mediante un castigo público ejemplar,
pretende la liberación violenta de lo que pesa en su conciencia. Aunque los métodos y las
reglas de conducta son todavía desproporcionados, parece que la animalidad ha sido
vencida simbólicamente.

En el grado 11, el Sublime Caballero Elegido, repartiendo las responsabilidades, instituye


una administración liberadora del peso de las pasadas iniquidades y coacciones. Esta
distribución de responsabilidades, más allá de la división aparente, no tiene otro objeto que
el de poner en marcha unos sistemas de poder para lograr un equilibrio regulador. El
procedimiento de la justicia está en marcha.
Pero, ¿cuál es la libertad real del solicitante en estos tres grados de Elegidos, cuando la
selección se hace echando suertes, por designación y por eliminación ?
En el grado 12, cambia el registro : el Gran Maestro Arquitecto desarrolla su voluntad para
liberarse de las circunstancias aleatorias del diseño. Funcionando ya las instituciones y
estando satisfecha la venganza, puede relanzarse un nuevo proyecto. Se gira aquí
deliberadamente hacia la transformación y el universalismo. Cada quien puede participar :
las puertas ya no están custodiadas.
Pero nada es perenne. La libertad también depende de los otros. Las sociedades, los
edificios, por bien que estén construidos, no resisten al destino y a las luchas de las
civilizaciones. El Templo, anhelado como un símbolo de poder, es destruido.

En el grado 13, el Caballero del Arco Real, esclavo de la materialidad, explorando las
ruinas del pasado, pero también sus propios subsuelos para buscar antiguas verdades,
bordea los límites de su conocimiento, de su cultura y de su entendimiento para encontrar el
horizonte de su propio ser, la medida de sí mismo, de su propia libertad, la de moverse en su
espacio interior, la de hablar según su pensamiento y su lenguaje. Las puertas se abren sobre
lo indecible y lo imposible, tanto por el azar de las palabras, como por sus virtudes.

En el grado 14, el Gran Elegido de la Bóveda Sagrada, Perfecto y Sublime Masón,


satisfecho por sus hallazgos, afirma su identidad. Pero despojado de ilusiones, debe retornar
entre sus semejantes en la cautividad de Babilonia, ciudad de la esclavitud a un poder ajeno,
símbolo de la apariencia y de la ilusión, mundo de servidumbres. No obstante, se supone
que él ha desmitificado la cultura comúnmente admitida y ha tomado la medida de lo
posible. Sin complacencia, él se ha confrontado consigo mismo para afirmarse. Sabe que
está siempre preso de su condición, de su cultura, de su pasado, de sí mismo y de sus
semejantes (el centro de la idea reside entre una palabra indecible y un símbolo vacío) ;
sabe que él es plenamente responsable de su sumisión, de su sujeción, por necesidad casi
siempre, a veces también por componenda o compromiso. La palabra que pronunciará será
sin duda alguna liberadora, ya que a través de los grados de perfección, ha podido entrever
las debilidades de sus pensamientos y de sus actos, el sentido de su finitud y de su
temporalidad.

En el grado 15, los Caballeros del Oriente y de la Espada son liberados por su carcelero,
Ciro, que, temeroso por las predicciones entrevistas en un sueño que había tenido, les
instruye en el arte de la guerra para dejarles, luego, partir para reconstruir el Templo. Habría
mucho que decir desde una perspectiva psicoanalítica : el verdugo es aquél por medio del
cual puede llegar la libertad. Pero nada puede darse por supuesto, puesto que tienen que
combatir al enemigo para pasar el puente que lleva al mundo prometido. Esta “libertad de
pasar” es una conquista colectiva pero temporal, en la medida en que los constructores
deben todavía luchar para reconstruir el templo, la trulla en una mano y la espada en la otra.
Aquí, “libertad de pasar” reúne la libertad de pensar y de vivir en común, pero en la
confrontación y la adversidad. El triangulo emocional y dramático que este grado pone en
escena (Ciro dominador, Zorobabel victima y los Samaritanos como chivos expiatorios),
donde el papel de salvador pasa de las manos de Ciro a las de Zorobabel y sus tropas, da al
desarrollo del tema de la libertad un rostro nuevo y complejo, que va mucho más allá de la
simple “libertad de pasar” evocada esencialmente en este grado. La relación entre los
protagonistas, con quienes cada uno a su vez se puede identificar, se vuelve poco a poco
ambigua y un poco perversa. Sin embargo, cada bando parece lograr su interés, con
excepción de los Samaritanos, nuevos enemigos, usurpadores de la identidad inicial,
culpables de representar al ser antiguo del que los héroes buscan diferenciarse a toda costa,
obnubilados por la reconstrucción. En este grado, se ha superado lo divino, lo místico y la
magia, (planteados mediante el paso y las ruinas de los dos grados precedentes), para
adoptar una táctica, una estrategia guerrera de reconquista, incluyendo la reedificación del
Templo. El Masón se ha vuelto Caballero. Ahora está armado, y entra en la lógica del honor
y del combate.

En el grado 16, el Príncipe de Jerusalén está obligado de nuevo a solicitar al dominador


extranjero, Darío, al otro, al poderoso, para obtener la libertad de construir juntos la
legitimidad del poder. Una vez más se hunden las ilusiones de haber adquirido cada uno un
lugar en el mundo y en la propia etnia. Jerusalén simboliza lo que se ha perdido y lo que
todavía importa aquí reencontrar en este estadio de la iniciación : la edad de oro, el ideal del
grado de Compañero. Pero las condiciones han cambiado. Una autoridad de justicia social
institucionalizada concede el permiso para trabajar y, de hecho, el poder de mandar.
Legitimidad, libertad, autoridad y mando van a la par. La lucha continúa. La represión y las
leyes (aunque fueran ilusorias) mantienen la creencia en un futuro mejor.

En cierta forma, los grados 13, 14, 15 y 16 forman un todo coherente donde cada actor tiene
un papel particular, que evoluciona entre exigencias, necesidades, deseos y fantasmas.
  Nabucodonosor representa al conquistador, al poderoso, al rival agresivo y destructor,
megalómano y envidioso del esplendor del Templo, de su excelencia y su gloria. Simboliza
la frustración, la codicia y el poder. Su fuerza conduce al pueblo de los israelitas a la prueba
del exilio, como castigo por haber levantado tan magnífico edificio.
  Ciro aparece a los ojos de los israelitas como el liberador, el salvador. En realidad,
corroído por los remordimientos y el miedo a la pérdida de su poder después de un sueño
premonitorio en el que vio encadenado a Nabucodonosor, entra en una fase de
negociaciones, seducciones, manipulaciones, chantajes y cambalaches con Zorobabel,
aunque, por otra parte, todas sus maniobras resultan infructuosas. Si inicia al pueblo en el
arte de la guerra para reconquistar Jerusalén, es porque el considera verdaderamente que el
Templo en ruinas no vale un pimiento a la vista de su probable decadencia. Sus
motivaciones no tenían nada de altruistas.
  Darío encarna una autoridad legítima que culmina el episodio y permite un nuevo
proyecto de vida mediante la ley, el decreto. Su interés es convergente con el de los
israelitas.
  El pueblo simboliza a los iniciados. Es un pueblo poderoso y fuerte, al principio
envanecido por un Templo tan majestuoso a los ojos de otros que despierta su envidia, lo
que acabará llevando a los israelitas a la lucha y al exilio. Después, ya sometido y
esclavizado, el pueblo se manifiesta algo masoquista, no habiendo más que sufrimiento y
haciéndose responsable de su culpabilidad. Va a evolucionar al hilo de la progresión de los
grados. El pueblo es conducido por el mago Guibulum a través del interior de las bóvedas
subterráneas del Templo para recuperar sus raíces, intentar descubrir los misterios del
pasado y medir los límites de su identidad. En adelante toma como jefe militar a Zorobabel,
que según el ritual, era “de la tribu de Judá, príncipe de la sangre de David, el primero entre
los iguales, libre por naturaleza y cautivo por desgracia”, y que resiste al fuego y camina
sobre las aguas…
Zorobabel, incorruptible, resistente a la tentación de las riquezas y del poder en un primer
momento, conducirá a su pueblo hasta la victoria, pero sin gloria. Al principio fracasa en su
lucha armada, y no obtiene finalmente la “libertad de pasar” más que abandonando a sus
adversarios los símbolos de la delegación de poder (los anillos y condecoraciones) que Ciro
le había concedido. Pero sobre todo, en adelante va a saciar su voluntad de poder por la
reconquista y la reconstrucción del Templo en ruinas. Pasa de ser víctima a ser dominador,
perseguidor y acosador de los Samaritanos, pensando que está investido de la misión y del
deber de retomar el bien de sus antepasados. ¿Engaño, voluntad deliberada o víctima de la
manipulación de Ciro en la trampa en la que ha caído a sus espaldas  ? En fin, no habiendo
logrado por la trulla que cimienta y la espada que defiende, él se remite al poder y a la ley
de Darío para actuar, como si la fuerza sola fuera inoperante. ¿Nuevo fracaso personal, o
bien éxito total a cualquier precio ?
  Los Samaritanos son los chivos expiatorios en este escenario. En la leyenda no son
enemigos ancestrales. Habitantes de Samaria, representan a 10 de las 12 tribus de Israel,
(que se enumeran al citar la pertenencia de los 12 inspectores, en la instrucción del grado
11) ; es decir de Samaria son todas las tribus con la excepción de Judá y Benjamín (palabras
que se pronuncian como acompañamiento del toque en el grado 15). Los Samaritanos,
antaño, habían contribuido a la construcción del Templo transportando los cedros del monte
Líbano. Según Esdras (4, 1-3), incluso propusieron a Zorobabel y los suyos reconstruir
juntos el Templo. Pero, sus ofrecimientos fueron rechazados por los otros, posesivos y
orgullosos. Y a partir de ahí, los Samaritanos buscarán maneras de obstaculizar la
construcción. Resisten a la espada en el grado 15, para doblegarse luego, en el grado 16,
bajo el efecto de una pseudo-legitimidad extranjera, ya que el Templo, avasallado,
permanece como propiedad de Babilonia… (Señalemos que no son citados en el ritual del
15 de Burdeos, y que son los enemigos a combatir sobre el puente del Éufrates en el ritual
de la página web de la jurisdicción del REAA).

Entonces, este pueblo y sus líderes con los cuales se supone que ha de identificarse el
iniciado masón, ¿son víctimas de otros o víctimas de si mismos ? ¿Son verdugos de si
mismos o verdugos de otros ? ¿Cuál es el margen de maniobra que los rituales les dejan ?
Se dice que los ritos sirven para preservar la paz en las sociedades primitivas, ¡pero que
tienen la función de condicionar a la gente en nuestras sociedades llamadas civilizadas !
¿Son, entonces, objeto de su destino, de su obstinación en construir y reconstruir un Templo
que tienen por demasiado sacralizado ? ¿Están manipulados por su entorno, la sociedad y
sus leyes ? ¿El arte de la guerra, el manejo de las armas, en lo que han sido iniciados, les ha
servido realmente ? Etapa iniciática necesaria, responderán algunos, como para probar su
sentido guerrero…

En el grado 17, cambia la decoración : el Caballero de Oriente y Occidente encarna al


justo, en conciencia consigo mismo, aquél que piensa y actúa sin error ni desviación, aquél
que ha rectificado numerosas veces y que puede así juzgar con toda serenidad porque está
liberado de sus contingencias individuales. Es libre y lo suficientemente fuerte como para
aceptar todas las destrucciones. “Habrá siempre ante él una puerta abierta y que nadie podrá
cerrar”, dice el ritual. Las verdades selladas del libro interior para sí (misterios del cielo,
enigmas de los orígenes, perspectivas insondables del porvenir : fin de los tiempos, juicio
último de los hombres, llegada de un tiempo nuevo) se abren en un estruendo apocalíptico
que los seres libres, puros y fuertes son capaces de superar, mientras que los impíos serán
simbólicamente castigados. La libertad es puesta a prueba por la destrucción.

Pero cambiar al hombre, no es cambiar el mundo. Desordenes e iniquidades perduran. Los


Templos están de nuevo demolidos y, lo que es peor, las herramientas han sido dispersadas.
Conviene diseñar una nueva enseñanza y aprender a vivir de otra manera, sin templo, y
pronto en el vagabundeo y en el nomadismo. Así es la vida.

En el grado 18, el Caballero Rosa+Cruz no tiene necesidad de un espacio sagrado : el


templo está destruido, está (finalmente) abierto y no se volverá a cerrar enseguida. La
libertad parece toda entera en la liberación del yugo y en el abandono (¡provisional  !) de la
obsesión creciente que se ha tenido por el Templo a lo largo de los grados, ya que él no era
un fin en sí mismo, ni siquiera aunque fuera solo simbólico. Y nadie duda que el Templo
sustitutivo, sea místico, profético o extático, no es más que un callejón sin salida para
bastantes de entre nosotros. El caparazón necesario en el proceso iniciático para llevar a
cabo una aculturación respecto al mundo profano ha dejado de tener utilidad. Todo se ha
vuelve transparente, la apertura rompe las barreras entre el interior y el exterior. La libertad
interior permite y pone disponible la alteridad. Una nueva ley, más humanista y más fuerte,
abre las perspectivas de un mundo nuevo. Impulsado por la fe, portador de una palabra de
esperanza, liberado de sí mismo, el Caballero podrá quizá trabajar para el mejoramiento de
la sociedad. Pero, ¿cuál es la parte de libertad que les queda a los Masones, que tienen de
este grado una visión sacrificial y dolorida, a pesar del lema ritual que dice “tengo ese
placer” ? ¿Libertad para sacrificarse o bien simple ejercicio del deber ? ¿En qué momento el
deber se convierte en sacrificio ?

La emancipación progresiva vivida en el curso de estos grados capitulares proporciona toda


su cualidad al Iniciado que, del “muy buen masón” reconocido en las Logias de Perfección,
deviene en el Franc-Masón, el Masón emancipado del grado 18, tal como fue prometido por
el cursus masónico. Se ha abandonado (provisionalmente) la fuerza, para magnificar la
alteridad, el altruismo, el agapé. Pero, ¿la empatía y la acción altruista son suficientes para
la construcción de un mundo mejor y más progresista ? Si esta etapa capitular constituye el
corazón del proceso iniciático, nadie duda que la continuación de la iniciación sea necesaria
para desarrollar el método simbólico indispensable para la acción individual y social. Se
van a abrir múltiples vías que es preciso conocer para hacer un buen uso de ellas.

En el grado 19, el Gran Pontífice no se bate más sobre puentes, pero los construye para
relacionar las dos orillas, dos mundos. Es él quien da ahora la libertad de pasar. Es un
mediador que abre vías hacia una espiritualidad, pero, no lo dudemos, la Jerusalén celeste
del ritual, edificio místico para algunos, no reemplazará las ruinas del antiguo templo. No
será más que una esperanza, una promesa, una creencia, una ideología, una ilusión
suplementaria. Pero que, también, forma parte de nuestro imaginario antropológico, cultural
y cultual.

En el grado 20, el Maestro Ad Vitam parece tener la eternidad de la maestría delante de él.
¿Es esto un engaño, una ilusión, la reminiscencia de prácticas de comienzos del siglo XVIII,
o es una posibilidad adquirida por la sabiduría ? Si lleva en él la luz de sus antepasados,
como dice el ritual, sería lamentable que se tomara la libertad de abusar. Nada es perenne,
todo no es mas que tentativa y provisionalidad, pero existen las tentaciones de poder.

En el grado 21, el Caballero Prusiano sufre el fracaso de haber querido construir una torre
que llegara hasta las puertas del cielo (como había sido rechazado a la puerta de su infinito
en el grado 14), para reencontrarse arrojado a las minas prusianas de sal. La libertad tiene
sus límites, tanto en las profundidades como en las alturas, pero es preciso atreverse a
explorarlas para tomar la medida de lo posible, con el riesgo de la dispersión y del exilio.

En el grado 22, el Príncipe del Líbano, armado con un Hacha Real, corta los cedros ya que
ellos no pueden elevarse hasta el cielo. Su utilidad es mayor sobre la tierra, para apuntalar y
construir…Rompe así los lazos con lo ilusorio, se desembaraza de lo inútil para liberarse y
encontrar el uso justo.

En el grado 23, el Jefe del Tabernáculo ve los limites de la razón y pierde una parte de su
libertad en la medida en que prefiere sacrificios y ofrendas que sin duda manifiestan
creencias mágicas. Este retorno hacia atrás, a la travesía del desierto, evoca bien la impronta
con la que está marcado el espíritu y su parte irreflexiva, dispuesta a prácticas idolátricas
que se podrían creer olvidadas. Nuestro inconsciente es también nuestro destino y
frecuentemente nos maneja sin que lo sepamos.
En el grado 24, el Príncipe del Tabernáculo, dispuesto a santificar el Templo, se extravía en
los mismos hábitos supersticiosos frente a la actitud anómala del indestronable Salomón,
capaz de poner la institución en peligro. No solamente los límites están puestos, sino que las
regresiones son siempre posibles. El iniciado saldrá sin embargo engrandecido, liberado de
la idolatría que consagraba la imagen de “juez implacable” cuya emblemática sabiduría ya
estaba decaída al final de sus días. Todo pasa. No se ve vuelve a mirar con los mismos ojos.

En el grado 25, el Caballero de la Serpiente de Airaín está liberado de sus cadenas que son
un obstáculo para su libertad, para efectuar su ascensión a la montaña y enfrentarse al reptil
que cura las mordeduras de la vida. Pero el talismán que el erige con la serpiente alrededor
del Tau no debe convertirse en un nuevo amuleto, en una nueva superstición que le
aprisionaría todavía… ¿Potente símbolo de vida y de esperanza necesaria o pequeñez y
negligencia de un espíritu fetichista que necesita usar amuletos como apoyo ?

En el grado 26, el Escocés Trinitario, Príncipe de Mercy, busca librarse de su miedo moral
y físico, ahora que ha elegido lanzarse al vacío, pero percibe claramente su dependencia del
mundo material, durante la ascensión por la escala de las virtudes teologales que lleva hacia
un tercer cielo perfecto, abierto, pero que queda por explorar. Sin embargo, la Verdad
establecida en palladium en este grado, aunque pueda redimir del error, no debe reducirse
tampoco a otra idolatría, porque las alas de las que está revestido el recipiendario no le
permitirían el vuelo… Permanece amarrado durante el salto, ligado a la vida, aunque quizá
se encuentre algo más fuerte ante su destino. ¿El tercer cielo es de este mundo ?

Estos 4 grados añadidos al rito de Perfección, procedentes de la Orden de los Escoceses


Trinitarios, lindan con un fetichismo ligado a antiguos cultos que conviene relativizar.

En el grado 27, el Gran Comendador del Templo tendrá las manos libres de sus trabas tal
como será anunciado : “os declaro desligado del yugo de la servidumbre de los hombres, no
estaréis más sometido a hermano alguno, todos os respetarán, no os iguala más que vuestro
soberano Tribunal”. Igualdad, respeto, libertad, y deberes recíprocos, son los valores
cardinales de este grado reunidos alrededor de una mesa redonda.

En el grado 28, el Caballero del Sol se libera de sus últimas ilusiones, mediante un retorno
a las Leyes de la Naturaleza, ahí donde “el mal y sus manifestaciones forman parte de la
armonía universal” y donde “toda armonía se renueva sin cesar por el juego de fuerzas
contrarias”, (incluso aunque estas nociones hayan sido introducidas tardíamente). Es por
esto que algunos rituales dejan la libertad necesaria para entrever la misma acción según
dos puntos de vista opuestos (uno interesado y vil, el otro humanista y sabio), como bajada
del pedestal edénico en el que los hombres se colocan con demasiada frecuencia. Es preciso
decidirse a ver el mundo y los hombres tal como son. Sin angelismo, un simple
restablecimiento lúcido de la perfectibilidad del hombre, ahí está el capital de la Masonería.
La violencia parece inscrita en nuestros genes y la Verdad esta toda entera contenida en
nuestro corazón, allí donde se ha refugiado por temor de lo que los hombres han hecho. No
se manifiesta más que si se sabe encontrar y liberar, más allá del bien y del mal.

En el grado 29, el Gran Escocés de San Andrés, caballero constructor, comete el error de
querer imponer su verdad en lugares orientales habitados por otras costumbres, otras
creencias. Infiltrados por el enemigo, los Caballeros regresan, acogidos como vencedores en
Escocia. Los límites a la libertad están planteados de nuevo, allí donde las creencias o la
razón se conviertan en dogma. “Venerar la pura razón, servir la Verdad, proteger la Virtud,
combatir por el Derecho”, que son los credos del grado, no son universalizables mas que en
la medida del respeto a otras culturas. Así se muestra que es preciso saber regresar de los
viajes necesarios, que no deben limitarse a guerras ideológicas, santas o colonialistas (o de
conquista mercantil, se podría añadir hoy).
Este tercer punto de retorno (después de los de los grados 13 y 21) no será el último del
proceso, el escalón más alto de la escalera en el grado siguiente será otro.

En el grado 30, el Caballero Kadosh, que clama “Haz lo que debas, pase lo que pase”,
parece conquistado por una libertad total, la de un justiciero, que busca reparación desde un
campamento itinerante. La progresión iniciática, con sus conocimientos adquiridos, sus
virtudes probadas y sus vicios reprobados, podría así permitir la acción en oposición a las
“potencias del mal”. El Caballero Kadosh, que busca “la luz de la libertad para quienes no
abusan de ella”, no se conforma con estar sometido a una legislación, se erige en legislador.
En “soldado de lo universal”, se prescribe la ley a la que obedece para lograr su libertad. Ya
que la libertad no puede existir fuera de toda ley. Teniendo la razón como juez de la moral,
el hombre tiene la facultad de darse a sí mismo la ley que no puede encontrar en nadie sino
en él mismo. Su conciencia le da un incremento de su autonomía por su propia
determinación en relación a esta ley, para su buen uso en la acción. Pero ¿cómo el Caballero
Kadosh, en su cruzada y su combate reparadores, en su conjuración de los maleficios, puede
enorgullecerse de la suficiencia de su deber, de la inocencia de su intención, de la rectitud
de su acción, de la impunidad de las consecuencias de sus actos, cuando, aunque sean puras
sus armas, pueden volverse contra él ? La convicción, aunque sea lúcida, ¿es suficiente para
justificar la acción ? Y este nec plus ultra que domina los conocimientos, los valores y las
virtudes de la escala, ¿está en la cumbre de la conciencia del Masón Escocista o más bien en
el abismo de su indigencia ?

En el grado 31, el Gran Inspector Inquisidor Comendador adquiere la libertad de juzgar en


el Gran Tribunal del mundo, pero con equidad y responsabilidad, por tanto, sin pronunciar
sentencia. La libertad del grado consiste en interpretar la ley, haciendo caso omiso a los
casos particulares, para borrar las desigualdades. Pero ejercer su facultad de juzgar, es
también saber discernir en el límite del entendimiento, según un esquema de lectura ética de
la vida y de los valores morales de referencia. También, la libertad está subordinada a los
principios judiciales inherentes a las costumbres, y más todavía, a lo humano. El masón
reencuentra en este grado un lugar pacificado, en el que la ley y la justicia reemplazan a los
combates trágicos de la libertad contra la fatalidad. El orden está simbólicamente
restablecido. Es el final de la venganza, del castigo, de la justicia arcaica, sea salomónica o
divina, que hacían el oficio del destino. Una función nueva de regulación y moderación ha
tomado su lugar.

En el grado 32, el Valeroso y Sublime Príncipe del Real Secreto, practica un arte de vivir
fundamentado en un ideal de libertad razonable, ya que saber hacer y saber qué hacer son
cosas que van a la par. Pero, si el ritual evoca una convergencia solidaria y una atención a
las circunstancias, es para proseguir el combate por “el derecho a la libertad de conciencia”
en el campo del compromiso, objetivo final, donde se procurará estar dispuesto a asentar el
Templo inicial convertido en ciudadela, ya reconstruido, fortificado y ocupado por otras
comunidades de pensamientos y convicciones diferentes, enemigos ancestrales. La lucha
continua y la guerra no tendrán salida más que para aquéllos que mueran. “Yo he sido lo
que sois vos, y vos seréis lo que yo soy” recuerda útilmente el ritual. El hombre parece
condenado a vigilar y guerrear por su supervivencia, pero también por las creencias, incluso
por las ideologías con las que se identifica.
La Masonería fundamenta su método iniciático sobre el tema de la construcción de un
edificio sólidamente anclado, luego sigue con el tema de su apropiación por todos los
medios, intentando una posesión sedentaria que resulta ilusoria, para terminar, después, en
exilios y destrucciones, en reconstrucciones y fracasos, en un deambular nómada, primero
reparador, luego justiciero y por último combativo. ¿Es éste el destino del Masón ? Liberar
sus frustraciones o su agresividad en la provisionalidad, batirse por o contra cualquier cosa,
estar forzado a destruir, destruir lo que otros han construido, destruir (voluntariamente o no)
lo que él mismo ha construido, cualquiera que sea el coste.

Este análisis esquemático, ¿limita la esperanza de libertad del iniciado, héroe trágico en el
camino del devenir ?

En el grado 33, el Soberano Gran Inspector General está dividido entre el sentimiento de
culminación de un recorrido ya terminado y el de perspectiva de un ciclo a recomenzar sin
cesar en un mundo abierto. El grado invita a mirar con lucidez la evolución masónica para
percibir que un grado no llega para superponerse a otro anterior. El compromiso con la
Orden incita a practicarlos todos simultáneamente, como si un frente que contiene pasado y
presente avanzara en la temporalidad, para un porvenir prometedor. La liberación, en tanto
que se realiza, no se practica por el olvido, incluso aunque el recorrido invite a depurar los
conocimientos.

La libertad del Escocismo es ante todo compromiso y responsabilidad en un mundo


improbable en marcha, y todos los grados contienen su parte de verdad.

En efecto, si la mayoría de los grados pone en perspectiva una libertad respaldada por la
conciencia de una voluntad razonable, están interrumpidos por otros menos humanistas,
pero también humanos (¡demasiado humanos, quizá !), que ponen en escena la satisfacción
de necesidades inmediatas, frecuentemente por la fuerza y la violencia. Estos últimos, cuyo
origen puede ser atribuido a las necesidades, pero sin duda también esencialmente a las
creencias, se saldan frecuentemente en fracasos formadores que relanzan la epopeya del
Escocismo. Otros grados, en cuyo fundamento está la conciencia de un mundo más grande
que uno mismo, ponen de relieve la apertura del espíritu y la alteridad. Hay otros, por
último, que exacerban la necesaria expresión del ego y el horizonte de su finitud en la cual
está circunscrita la libertad.

El recorrido masónico del REAA, a través de su simbolismo, sus escenificaciones y sus


mitos, hace aparecer así las facetas de una Libertad compleja, no monolítica y sin cesar
puesta en cuestión. Y por tanto, el sentido filosófico del recorrido permite pensar que el
Mason tiene la vocación de ser un hombre justo, un hacedor de leyes, que debe crear según
va avanzando por el camino de la vida. En contrapunto, la postura del Masón en los
Consistorios, los últimos espacios de trabajo en el REAA, dan la impresión de que  el
recorrido iniciático, lejos de haberle cambiado, le han proporcionado por el contrario
las armas y los instrumentos necesarios para confortarle en sus convicciones
iniciales. Solamente su mirada sobre sí mismo y sobre el mundo cambia, pero su fuero
interno permanece inmutable. Mejor equipado y mejor armado, aguerrido en el arte de la
retórica, frecuentemente revestido con su ropaje de pensamiento masónico, sabrá usar la
elocuencia necesaria para explicar lo que es él, en lo que cree, con las referencias culturales
adquiridas en Logia, pero sin fondo ético, el que ha permitido su cooptación inicial en el
seno de la Orden, para continuar siendo él mismo. En efecto, tan pronto como el consenso
humanista es superado en el discurso en Logia, cada uno permanece acampado en sus
posiciones. Son raras las conversiones, sean progresivas o catárticas. Parece comprobarse
aquí el adagio que dice : “Uno se convierte en lo que es, porque es en lo que uno se ha
convertido”. Las creencias de cada uno son en definitiva el motor de la existencia, lo que
permanece en uno mismo, sin que se sepamos verdaderamente el porqué.

Entonces, ¿la masonería es una coartada para darse a uno mismo una buena conciencia
humanista ?

La vida es una lucha permanente, contra la entropía para todos, pero también contra el
miedo para algunos (¿menos afortunados ?), que se pelean contra sí mismos y contra los
otros para existir. ¿Combates necesarios o vanas gesticulaciones ? ¿Combates mediocres o
buenos sentimientos ? Y por tanto, es a este precio como se conquistan las libertades. Un
ser que pierde su energía vital pierde su lugar entre sus congéneres ; es la dura ley de la
evolución de las especies. También se puede estimar, a falta de otras explicaciones, que
habría un instinto salvador, frecuentemente belicista, superior a la legalidad, que se
transluce en las costumbres y que escapa a la cognición, porque es necesario para
sobrevivir. Las luchas nos confirman que vivimos, y la masonería no se escapa de estos
combates. Teóricamente no sometido, el Masón debe no obstante defenderse de eso que se
llama la Orden, noción por otra parte masónicamente vaga, con el riesgo de comprometer
una parte de su libertad. Así, las luchas son inmorales en el grado 3º para adquirir un poder
ilusorio, vengativo en los grados 9º y 10º para reencontrar un equilibrio psicológico, –a la
vez guerrero, salvador e ilusorio en los grados 15 y 16–, para encontrar una libertad tan
esperada y poder continuar construyendo, como reparadores en el grado 30, y
conquistadores en los grados 29 y 32, pero ¿esas luchas son legitimas ?

Curioso destino el del hombre, que se cree libre pero que no hace más que “bailar
encadenado”… Solo su conciencia y su libre albedrío pueden ser sus guías. ¿Pero que
libertad cabe esperar de lo necesario y de la acción contingente ? ¿Disponemos de libertad
para nuestras elecciones ? Freud responde a esta cuestión con un pesimismo realista, sin
ninguna duda parcial, planteando la reflexión de que “el libre arbitrio es la elección de la
neurosis”. Esta idea de liberación en la constricción muestra en resumen que el hombre es
prisionero de su condición, no puede superar la altura del mito y de la cultura que genera, y
en la espesura del lenguaje, se opone muy frecuentemente a la búsqueda de la palabra
verdadera, a la liberación del sentido aprisionado.

“Sin suelo, sin orden, sin origen, el ser no es nada, dijo Heidegger, le es necesario tener una
historia”

“La vida, cuando no es sufrimiento, es juego” declara Cioran y, cualquiera que sea el medio
empleado (orden, violencia, fuerza, altruismo, amor), la libertad se sitúa entre creencia,
deseo y necesidad. ¿La sabiduría no es, finalmente, más que una aceptación, un
compromiso con el destino, a la vez que la disciplina de los deseos ? Está bien, que se
reivindique nuestra libertad de pensar, en tanto que estamos dotados de razón y de espíritu
crítico, de voluntad y de determinación, pero estamos simplemente condenados a
esperar…
Mundo
Mundo inteligible Mundo sensible Mundo intuitivo inconsciente

Consciencia de una Satisfacción de Consciencia de un Expresión del


voluntad razonable necesidades mundo más grande que ego
inmediatas uno mismo

Actuar por deber ctuar por interés Actuar por compasión Actuar por
impulsos

La ley moral obliga Los instintos guían La empatía es lo que La emoción


prima conduce

Humanismo Necesidades y Benevolencia Deseos


Creencias

1, 2, 4, 6, 7, 8, 11, 12, 3, 9, 10, 21, 23, 24, 5, 18, 19, 26 13, 14


15, 16, 17, 20, 22, 30, 25, 29 (27, 28) (28)
31, 32, 33 (28)
(27, 28)

Reflexionar sobre el sentido y misión del Rito Escocés Antiguo y Aceptado es tanto como
analizar su ontología y la aplicabilidad y proyección de su esencia en la Sociedad
Contemporánea.

Es difícil encontrar un Rito en el que se armonice tan equilibradamente el Espiritualismo el


Humanismo y la Libertad que son las tres columnas que sostienen al Escocismo. Porque el
R.·.E.·.A.·.A.·. es un Rito tradicional iniciático basado en esos tres elementos y asentado
sobre la profunda fraternidad masónica.
El Rito permite, y este seria su primer sentido, que una alianza de hombres libres trabaje
para el progreso espiritual, moral, intelectual y material de la Humanidad. En consecuencia
la vocación espiritual del R.·.E.·.A.·.A.·., lleva a un humanismo filantrópico.
Espiritualismo, Humanismo, Fraternidad, Filantropía, no son para los masones escoceses
conceptos vacíos de contenido. Nuestra espiritualidad no nos viene dada como si fuese una
gracia, el humanismo no consta en nosotros como una virtud innata, la fraternidad no es
espontánea. A esas virtudes masónicas se llega a través del esfuerzo individual y colectivo,
utilizando una tradición iniciática y progresiva (el Rito es un método) que posibilita una
espiritualidad abierta a la libertad, al humanismo, a la igualdad y a una auténtica
fraternidad universal entre los hombres.
Cabe decir que el R.·.E.·.A.·.A.·. es tan tradicional como liberal. Un Rito que rompiera con
la tradición iniciática o que no proclamase la libertad, y fuese por tanto dogmático, dejaría
en ambos casos de ser masónico.
La misión del R.·.E.·.A.·.A.·. es siempre construir. Construir el edificio supremo de un orden
iniciático, construir al hombre y construir su fraternidad, en resumen hacer mejores
masones, todo ello dentro de la unidad armoniosa en los Cuerpos Jurisdiccionados a los
Supremos Consejos.
El Rito Escocés implica en su ideal una perfecta síntesis entre el humanismo espiritualista
de la filosofía tradicional y el humanismo antropológico moderno.
Aunque el mundo profano se esfuerza en enfrentar conceptos como universalidad y
diferencia, los masones escoceses podemos proclamar que sin respeto a las diferencias el
universalismo puede degenerar en totalitarismo, y que, sin exigencia de valores universales
(es decir sin un horizonte de universalismo) el derecho a la diferencia podría desembocar
en un enfrentamiento bélico. Por eso conviene mantener pujante siempre la vocación
universal de la masonería.
En un sentido interno y estructural hemos de decir que los distintos Cuerpos Subordinados
deben construirse manteniendo un perfecto equilibrio entre su identidad y la obediencia
indiscutible al Supremo Consejo.
Estamos asistiendo en España a un desarrollo y expansión del R.·.E.·.A.·.A.·.
auténticamente excepcional, y que ya va siendo conocido internacionalmente. Por todo ello
nuestros principios se empiezan a proyectaren la sociedad profana.
He aquí el sentido y misión del R.·.E.·.A.·.A.·. En primer lugar, hacer cada día mejores
masones es decir aumentar su cualificación intelectual, moral y sobre todo masónica a
través de un trabajo riguroso, progresivo, profundo y esencialmente iniciático; y en
segundo lugar, que esos hombres más formados y más masones, es decir más hombres,
impongan con la fuerza de sus ideas y el ejemplo de su conducta los principios del Rito y
de la masonería en la sociedad profana.
Si el ritmo de nuestra progresión continua los próximos años la Filosofía de nuestro Rito
podrá ser un referente ético real en nuestro país que sufre como el resto del mundo una
profunda crisis de valores.
La filosofía Escocesa (que como hemos señalado es perfecta síntesis entre espiritualismo y
humanismo) tiene que hacer notar su mensaje universalista de libertad y tolerancia frente
a todo fanatismo, frente al integrismo religioso y frente al racismo xenófobo. Porque los
principios del R.·.E.·.A.·.A.·. no deben quedar reducidos a la pura abstracción teórica.
Nuestra misión es transmitir la Luz.
Los masones en general y los escoceses en particular no debemos darnos por satisfechos
con ver recogidos algunos de nuestros principios en textos legales. Es evidente que los
valores deben de ser positivizados para que puedan ser alegados ante los Tribunales. El
problema, es que estamos asistiendo a un reconocimiento puramente nominal de derechos,

que muchas veces en la prac tica se


vacían de contenido o se interpretan restrictivamente. Frente a esa «ficción jurídica
nominalista» el masón escocés debe estar alerta, Porque nuestro Rito no solo contiene
grandes fundamentos axiológicos, sino además una filosofía practica que debe cristalizar en
el ejercicio de derechos concretos; y obsérvese que decimos en el ejercicio y no solo en el
reconocimiento.
El Filosofismo Escocista afecta al ámbito interno del masón (introspección de los valores),
al ámbito filosófico teorético (exposición de los valores) y al ámbito socio-político
(aplicación de los valores). Como consecuencia de la síntesis de esas tres significaciones
cabe decir que la misión del Rito Escocés Antiguo y Aceptado tiene una dimensión
filosóficopolítica. ¿O acaso la defensa de la Soberanía Popular y por tanto del Sistema
Democrático, la abolición de la pena de muerte, la oposición al despotismo religioso o la
proclamación de la libertad de conciencia, libertad de enseñanza y de pensamiento no hay
que situarla en el ámbito de los valores con consecuencias socio-políticas?
Discurso y acción, teoría y praxis, pensar o actuar; fundir esos pares de opuestos en una
Filosofía práctica, cuyo destinatario es la Humanidad, constituye el sentido del
R.·.E.·.A.·.A.·.
Todo el contenido del Filosofismo Escocista responde a una triple condición de valor, hecho
y norma en función de la perspectiva de análisis que adoptemos, es decir según sea ésta
axiológica, sociológica o jurídica respectivamente. Por ejemplo la libertad de enseñanza y
de cátedra en pura abstracción puede ser solo un principio o enunciado, es decir un valor,
hasta estar sostenido por una norma que lo ampare, momento al partir del cual es un
hecho (analizable sociológicamente) consistente en una determinada forma de acción
docente.
Cualquier interpretación que excluyese (perspectiva axiológica o filosófica) norma
(aplicación jurídica) y hecho (consecuencia sociológica), en los principios del Filosofismo
Escocista, seria incompleta. Por eso decimos que el Escocismo es una filosofía practica, o al
menos practicable. En consecuencia cabria referirse a nuestro Rito como una filosofia-social
positivizable, antecedente histórico de las llamadas ciencias sociales, que supere y
trascienda las viejas dicotomías escolásticas.
La misión del Rito Escocés Antiguo y Aceptado se materializa en las siguientes
formulaciones y consecuencias de carácter práctico:
 Formulaciones que tienen
consecuencias en el ámbito interno o psicológico. Nuestro Rito destaca la
importancia de la conciencia, la introspección y el silencio para una perfecta
búsqueda individual y comprensión interior, postulando el triunfo de la razón sobre
la ignorancia (lux e tenebris) además proclama la importancia del cultivo de las
virtudes y de la
libertad de conciencia y de pensamiento.
 Consecuencias en el ámbito externo o ético-sociológico. Se producen porque
nuestro Rito acerca al masón Escocista a las causas de las desdichas sociales y a
los modos de remediarlas y, destaca la necesidad de ser un hombre de honor en la
vida familiar y profana, También defiende la igualdad de oportunidades frente a
discriminaciones, arbitrariedades o privilegios.
 Formulaciones que tienen consecuencias en el ámbito jurídico. Se materializan por
defender el Rito la Justicia, el principio de Soberanía Popular, el derecho de reunión
como factor de progreso, la elección democrática de representantes, o leyes como
la de «Habeas Corpus» y la Ley de Jurado como expresión de la mencionada
Soberanía Popular y garantía de la Administración de la Justicia. O en fin porque
del R.·.E.·.A.·.A.·. se desprende la consideración de la libertad como fundamento
del derecho y principio inspirador del mismo a través de la positivización de los
Derechos Fundamentales del Hombre.
 No podemos olvidar entre los preceptos del R.·.E.·.A.·.A.·. aquellos que tienen
consecuencias en el ámbito pedagógico. Así Nuestro Rito destaca la importancia de
la educación de las masas y de la libertad de enseñanza.
 En el ámbito económico se estudia esa ciencia en orden a reducir la explotación del
débil por el fuerte y lograr acrecentar la riqueza publica y el bienestar de los
ciudadanos mediante una administración tributaría justa y equitativa, que inspirada
en la libertad sea contraria tanto al estatalismo como al monopolio.
 En la esfera intelectual se rinde culto a la inteligencia y a la ciencia, utilizando la
razón como vía de acceso a la verdad e introduciendo al hombre en una visión
relativista frente a todo fanatismo dogmático.
 En cuanto a las creencias, nuestro Rito, que es respetuoso con todas las religiones,
defiende la libertad religiosa y de culto y la independencia del poder político
respecto al religioso.
 En el plano internacional se aboga por la libertad e independencia de las Naciones
en una concepción universalista y fraternal.
 Por ultimo cabe decir que el R.·.E.·.A.·.A.·. Propone la existencia de textos
Constitucionales que recojan los principios anteriores. en los que quede
salvaguardada la libertad y la justicia frente a todo abuso de poder debiendo estar
el poder militar subordinado siempre al civil.

El sentido y la misión de nuestro Rito es la comprensión e interiorización a través de una


metodología iniciática y ritualista de los fundamentos del Escocismo y la consecución
practica de todos los principios citados anteriormente, así como la defensa de su ejercicio
diario.
Como podemos ver hay un bagaje concreto en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Porque
éste es un método, un medio un vehículo para el aprendizaje perfectivo del masón y para
la transmisión de contenidos intelectuales. El R.·.E.·.A.·.A.·. es no solo forma sino también
fondo, ambos deben ser justamente equilibrados. Un Rito que redujese los elementos
formales no seria perfecto, pero creer que la forma es todo, es decir, vaciar de contenido
material el Rito, reduciéndolo a una ceremonia formal supondría una alteración ontológica
del mismo. La forma no debe nunca sustituir, y menos excluir al fondo, al pensamiento, al
contenido profundo y esencial del Rito.
Porque los fines del Escocismo son de una gran transcendencia para el futuro de la
Humanidad, debemos trabajar todos en perfeccionarlos, en perfeccionar la aplicación de
Nuestro Rito, y en perfeccionar nuestros Cuerpos Jurisdiccionados para que sean cada vez
mejores en orden a la creación de espacios iniciáticos de espiritualidad, libertad y progreso.

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