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Acción Social
Acción Social
Programa gubernamental
También es común escuchar que las acciones sociales se refieren a
los planes y contribuciones que, generalmente, refuerzan
las prestaciones sociales aportados por el Estado, en cualquiera
de sus instancias de gobierno.
En ese orden de ideas, este concepto cumple un rol fundamental: el
de cubrir requerimientos básicos que, por razones de índole diverso,
un poblado determinado no está en capacidad de satisfacer.
Visto de ese modo, la acción social bien puede estar orientada hacia
el impulso de la educación, el mejoramiento de la salud, a la
distribución de alimentos o a la creación de plazas de empleo,
por citar algunos ejemplos, entre los que también se incluyen
programas ligados al populismo que, lejos de generar un beneficio
perdurable en la población, crean conductas de dependencia,
sumisión y conformismo, que en nada contribuyen al desarrollo de los
pueblos.
En resumidas cuentas, esta clase de iniciativas, entre las que se
inserta la acción social lo que buscan es incidir en la modificación de
una situación específica en otra que le produzca mayor calidad de
vida a la población, por lo que está vinculada al bienestar colectivo
y, por tanto, no pretende sufragar demandas de carácter
individualista.
Libertad y Escocismo
La libertad es asunto de compromiso. Un compromiso entre el ejercicio voluntario de sus
opciones, por un lado, y el respeto al otro y a la ley, por el otro.
El libre albedrío es asunto de juicio, alumbrado por la conciencia, sobre las elecciones y los
actos, desde la perspectiva de la ética.
Así, la elección, que procede del libre albedrío, parece estar circunscrita a la libertad de
encontrar un compromiso, el de realizar los propios deseos según la conciencia y en el
respeto a la ley y al otro.
De esta forma, las sensaciones de libertad son guiadas sucesivamente por las emociones, los
instintos, la empatía o la ley moral según los grados. Y los actos son conducidos, según los
casos, por la vehemencia, el interés, la benevolencia o el deber. Y entonces, ¿cómo conciliar
deseos, necesidad, creencias, alteridad y humanismo ?
Esta toma de poder homicida engendra desorden, dudas e iniquidades. Todo está por
rehacer.
Los dos primeros grados, ¿son un engaño a la vista de cómo es el tercero y los siguientes ?
En el 4º grado, el Maestro Secreto pone de relieve su libre albedrío para intentar
reconsiderar el uso de los valores, para percibir una verdad que se quiere distinta de la que
se admite comúnmente, para aprender a pensar por si mismo, liberarse de las contingencias,
de los engaños y de la idolatría. Se trata de sacar lecciones del pasado, de ver el mundo de
otra manera, por deber y razón, y discernir los verdaderos incentivos de la acción.
En el grado 5º, el Maestro Perfecto, conservando lo mejor del Maestro difunto, emprende la
superación de lo que ahora ya ha sido cumplido y prosigue así su propia liberación, su
emancipación de la tutela de los falsos gurús.
En el grado 7º, los Prebostes y Jueces, los que tienen los planos del edificio, muestran su
aptitud para mandar y para controlarse a sí mismos, con justicia y rectitud, orden y
concordia, para evitar todo abuso. En este grado se instaura y se afirma, un poder regulador
que se ejerce también sobre sí mismo.
En el 9º grado, el Maestro Elegido busca liberarse de una parte de sí mismo mediante el
uso de la fuerza justiciera. Saciando una venganza simbólica necesaria contra el mal oculto
en su propio interior, intenta vencerse, superarse, con el fin de poder forjarse una libertad y
obtener la absolución de su conciencia por la brutalidad del método empleado.
En el 10º grado, el Ilustre Elegido de los Quince, mediante un castigo público ejemplar,
pretende la liberación violenta de lo que pesa en su conciencia. Aunque los métodos y las
reglas de conducta son todavía desproporcionados, parece que la animalidad ha sido
vencida simbólicamente.
En el grado 13, el Caballero del Arco Real, esclavo de la materialidad, explorando las
ruinas del pasado, pero también sus propios subsuelos para buscar antiguas verdades,
bordea los límites de su conocimiento, de su cultura y de su entendimiento para encontrar el
horizonte de su propio ser, la medida de sí mismo, de su propia libertad, la de moverse en su
espacio interior, la de hablar según su pensamiento y su lenguaje. Las puertas se abren sobre
lo indecible y lo imposible, tanto por el azar de las palabras, como por sus virtudes.
En el grado 15, los Caballeros del Oriente y de la Espada son liberados por su carcelero,
Ciro, que, temeroso por las predicciones entrevistas en un sueño que había tenido, les
instruye en el arte de la guerra para dejarles, luego, partir para reconstruir el Templo. Habría
mucho que decir desde una perspectiva psicoanalítica : el verdugo es aquél por medio del
cual puede llegar la libertad. Pero nada puede darse por supuesto, puesto que tienen que
combatir al enemigo para pasar el puente que lleva al mundo prometido. Esta “libertad de
pasar” es una conquista colectiva pero temporal, en la medida en que los constructores
deben todavía luchar para reconstruir el templo, la trulla en una mano y la espada en la otra.
Aquí, “libertad de pasar” reúne la libertad de pensar y de vivir en común, pero en la
confrontación y la adversidad. El triangulo emocional y dramático que este grado pone en
escena (Ciro dominador, Zorobabel victima y los Samaritanos como chivos expiatorios),
donde el papel de salvador pasa de las manos de Ciro a las de Zorobabel y sus tropas, da al
desarrollo del tema de la libertad un rostro nuevo y complejo, que va mucho más allá de la
simple “libertad de pasar” evocada esencialmente en este grado. La relación entre los
protagonistas, con quienes cada uno a su vez se puede identificar, se vuelve poco a poco
ambigua y un poco perversa. Sin embargo, cada bando parece lograr su interés, con
excepción de los Samaritanos, nuevos enemigos, usurpadores de la identidad inicial,
culpables de representar al ser antiguo del que los héroes buscan diferenciarse a toda costa,
obnubilados por la reconstrucción. En este grado, se ha superado lo divino, lo místico y la
magia, (planteados mediante el paso y las ruinas de los dos grados precedentes), para
adoptar una táctica, una estrategia guerrera de reconquista, incluyendo la reedificación del
Templo. El Masón se ha vuelto Caballero. Ahora está armado, y entra en la lógica del honor
y del combate.
En cierta forma, los grados 13, 14, 15 y 16 forman un todo coherente donde cada actor tiene
un papel particular, que evoluciona entre exigencias, necesidades, deseos y fantasmas.
Nabucodonosor representa al conquistador, al poderoso, al rival agresivo y destructor,
megalómano y envidioso del esplendor del Templo, de su excelencia y su gloria. Simboliza
la frustración, la codicia y el poder. Su fuerza conduce al pueblo de los israelitas a la prueba
del exilio, como castigo por haber levantado tan magnífico edificio.
Ciro aparece a los ojos de los israelitas como el liberador, el salvador. En realidad,
corroído por los remordimientos y el miedo a la pérdida de su poder después de un sueño
premonitorio en el que vio encadenado a Nabucodonosor, entra en una fase de
negociaciones, seducciones, manipulaciones, chantajes y cambalaches con Zorobabel,
aunque, por otra parte, todas sus maniobras resultan infructuosas. Si inicia al pueblo en el
arte de la guerra para reconquistar Jerusalén, es porque el considera verdaderamente que el
Templo en ruinas no vale un pimiento a la vista de su probable decadencia. Sus
motivaciones no tenían nada de altruistas.
Darío encarna una autoridad legítima que culmina el episodio y permite un nuevo
proyecto de vida mediante la ley, el decreto. Su interés es convergente con el de los
israelitas.
El pueblo simboliza a los iniciados. Es un pueblo poderoso y fuerte, al principio
envanecido por un Templo tan majestuoso a los ojos de otros que despierta su envidia, lo
que acabará llevando a los israelitas a la lucha y al exilio. Después, ya sometido y
esclavizado, el pueblo se manifiesta algo masoquista, no habiendo más que sufrimiento y
haciéndose responsable de su culpabilidad. Va a evolucionar al hilo de la progresión de los
grados. El pueblo es conducido por el mago Guibulum a través del interior de las bóvedas
subterráneas del Templo para recuperar sus raíces, intentar descubrir los misterios del
pasado y medir los límites de su identidad. En adelante toma como jefe militar a Zorobabel,
que según el ritual, era “de la tribu de Judá, príncipe de la sangre de David, el primero entre
los iguales, libre por naturaleza y cautivo por desgracia”, y que resiste al fuego y camina
sobre las aguas…
Zorobabel, incorruptible, resistente a la tentación de las riquezas y del poder en un primer
momento, conducirá a su pueblo hasta la victoria, pero sin gloria. Al principio fracasa en su
lucha armada, y no obtiene finalmente la “libertad de pasar” más que abandonando a sus
adversarios los símbolos de la delegación de poder (los anillos y condecoraciones) que Ciro
le había concedido. Pero sobre todo, en adelante va a saciar su voluntad de poder por la
reconquista y la reconstrucción del Templo en ruinas. Pasa de ser víctima a ser dominador,
perseguidor y acosador de los Samaritanos, pensando que está investido de la misión y del
deber de retomar el bien de sus antepasados. ¿Engaño, voluntad deliberada o víctima de la
manipulación de Ciro en la trampa en la que ha caído a sus espaldas ? En fin, no habiendo
logrado por la trulla que cimienta y la espada que defiende, él se remite al poder y a la ley
de Darío para actuar, como si la fuerza sola fuera inoperante. ¿Nuevo fracaso personal, o
bien éxito total a cualquier precio ?
Los Samaritanos son los chivos expiatorios en este escenario. En la leyenda no son
enemigos ancestrales. Habitantes de Samaria, representan a 10 de las 12 tribus de Israel,
(que se enumeran al citar la pertenencia de los 12 inspectores, en la instrucción del grado
11) ; es decir de Samaria son todas las tribus con la excepción de Judá y Benjamín (palabras
que se pronuncian como acompañamiento del toque en el grado 15). Los Samaritanos,
antaño, habían contribuido a la construcción del Templo transportando los cedros del monte
Líbano. Según Esdras (4, 1-3), incluso propusieron a Zorobabel y los suyos reconstruir
juntos el Templo. Pero, sus ofrecimientos fueron rechazados por los otros, posesivos y
orgullosos. Y a partir de ahí, los Samaritanos buscarán maneras de obstaculizar la
construcción. Resisten a la espada en el grado 15, para doblegarse luego, en el grado 16,
bajo el efecto de una pseudo-legitimidad extranjera, ya que el Templo, avasallado,
permanece como propiedad de Babilonia… (Señalemos que no son citados en el ritual del
15 de Burdeos, y que son los enemigos a combatir sobre el puente del Éufrates en el ritual
de la página web de la jurisdicción del REAA).
Entonces, este pueblo y sus líderes con los cuales se supone que ha de identificarse el
iniciado masón, ¿son víctimas de otros o víctimas de si mismos ? ¿Son verdugos de si
mismos o verdugos de otros ? ¿Cuál es el margen de maniobra que los rituales les dejan ?
Se dice que los ritos sirven para preservar la paz en las sociedades primitivas, ¡pero que
tienen la función de condicionar a la gente en nuestras sociedades llamadas civilizadas !
¿Son, entonces, objeto de su destino, de su obstinación en construir y reconstruir un Templo
que tienen por demasiado sacralizado ? ¿Están manipulados por su entorno, la sociedad y
sus leyes ? ¿El arte de la guerra, el manejo de las armas, en lo que han sido iniciados, les ha
servido realmente ? Etapa iniciática necesaria, responderán algunos, como para probar su
sentido guerrero…
En el grado 19, el Gran Pontífice no se bate más sobre puentes, pero los construye para
relacionar las dos orillas, dos mundos. Es él quien da ahora la libertad de pasar. Es un
mediador que abre vías hacia una espiritualidad, pero, no lo dudemos, la Jerusalén celeste
del ritual, edificio místico para algunos, no reemplazará las ruinas del antiguo templo. No
será más que una esperanza, una promesa, una creencia, una ideología, una ilusión
suplementaria. Pero que, también, forma parte de nuestro imaginario antropológico, cultural
y cultual.
En el grado 20, el Maestro Ad Vitam parece tener la eternidad de la maestría delante de él.
¿Es esto un engaño, una ilusión, la reminiscencia de prácticas de comienzos del siglo XVIII,
o es una posibilidad adquirida por la sabiduría ? Si lleva en él la luz de sus antepasados,
como dice el ritual, sería lamentable que se tomara la libertad de abusar. Nada es perenne,
todo no es mas que tentativa y provisionalidad, pero existen las tentaciones de poder.
En el grado 21, el Caballero Prusiano sufre el fracaso de haber querido construir una torre
que llegara hasta las puertas del cielo (como había sido rechazado a la puerta de su infinito
en el grado 14), para reencontrarse arrojado a las minas prusianas de sal. La libertad tiene
sus límites, tanto en las profundidades como en las alturas, pero es preciso atreverse a
explorarlas para tomar la medida de lo posible, con el riesgo de la dispersión y del exilio.
En el grado 22, el Príncipe del Líbano, armado con un Hacha Real, corta los cedros ya que
ellos no pueden elevarse hasta el cielo. Su utilidad es mayor sobre la tierra, para apuntalar y
construir…Rompe así los lazos con lo ilusorio, se desembaraza de lo inútil para liberarse y
encontrar el uso justo.
En el grado 23, el Jefe del Tabernáculo ve los limites de la razón y pierde una parte de su
libertad en la medida en que prefiere sacrificios y ofrendas que sin duda manifiestan
creencias mágicas. Este retorno hacia atrás, a la travesía del desierto, evoca bien la impronta
con la que está marcado el espíritu y su parte irreflexiva, dispuesta a prácticas idolátricas
que se podrían creer olvidadas. Nuestro inconsciente es también nuestro destino y
frecuentemente nos maneja sin que lo sepamos.
En el grado 24, el Príncipe del Tabernáculo, dispuesto a santificar el Templo, se extravía en
los mismos hábitos supersticiosos frente a la actitud anómala del indestronable Salomón,
capaz de poner la institución en peligro. No solamente los límites están puestos, sino que las
regresiones son siempre posibles. El iniciado saldrá sin embargo engrandecido, liberado de
la idolatría que consagraba la imagen de “juez implacable” cuya emblemática sabiduría ya
estaba decaída al final de sus días. Todo pasa. No se ve vuelve a mirar con los mismos ojos.
En el grado 25, el Caballero de la Serpiente de Airaín está liberado de sus cadenas que son
un obstáculo para su libertad, para efectuar su ascensión a la montaña y enfrentarse al reptil
que cura las mordeduras de la vida. Pero el talismán que el erige con la serpiente alrededor
del Tau no debe convertirse en un nuevo amuleto, en una nueva superstición que le
aprisionaría todavía… ¿Potente símbolo de vida y de esperanza necesaria o pequeñez y
negligencia de un espíritu fetichista que necesita usar amuletos como apoyo ?
En el grado 26, el Escocés Trinitario, Príncipe de Mercy, busca librarse de su miedo moral
y físico, ahora que ha elegido lanzarse al vacío, pero percibe claramente su dependencia del
mundo material, durante la ascensión por la escala de las virtudes teologales que lleva hacia
un tercer cielo perfecto, abierto, pero que queda por explorar. Sin embargo, la Verdad
establecida en palladium en este grado, aunque pueda redimir del error, no debe reducirse
tampoco a otra idolatría, porque las alas de las que está revestido el recipiendario no le
permitirían el vuelo… Permanece amarrado durante el salto, ligado a la vida, aunque quizá
se encuentre algo más fuerte ante su destino. ¿El tercer cielo es de este mundo ?
En el grado 27, el Gran Comendador del Templo tendrá las manos libres de sus trabas tal
como será anunciado : “os declaro desligado del yugo de la servidumbre de los hombres, no
estaréis más sometido a hermano alguno, todos os respetarán, no os iguala más que vuestro
soberano Tribunal”. Igualdad, respeto, libertad, y deberes recíprocos, son los valores
cardinales de este grado reunidos alrededor de una mesa redonda.
En el grado 28, el Caballero del Sol se libera de sus últimas ilusiones, mediante un retorno
a las Leyes de la Naturaleza, ahí donde “el mal y sus manifestaciones forman parte de la
armonía universal” y donde “toda armonía se renueva sin cesar por el juego de fuerzas
contrarias”, (incluso aunque estas nociones hayan sido introducidas tardíamente). Es por
esto que algunos rituales dejan la libertad necesaria para entrever la misma acción según
dos puntos de vista opuestos (uno interesado y vil, el otro humanista y sabio), como bajada
del pedestal edénico en el que los hombres se colocan con demasiada frecuencia. Es preciso
decidirse a ver el mundo y los hombres tal como son. Sin angelismo, un simple
restablecimiento lúcido de la perfectibilidad del hombre, ahí está el capital de la Masonería.
La violencia parece inscrita en nuestros genes y la Verdad esta toda entera contenida en
nuestro corazón, allí donde se ha refugiado por temor de lo que los hombres han hecho. No
se manifiesta más que si se sabe encontrar y liberar, más allá del bien y del mal.
En el grado 29, el Gran Escocés de San Andrés, caballero constructor, comete el error de
querer imponer su verdad en lugares orientales habitados por otras costumbres, otras
creencias. Infiltrados por el enemigo, los Caballeros regresan, acogidos como vencedores en
Escocia. Los límites a la libertad están planteados de nuevo, allí donde las creencias o la
razón se conviertan en dogma. “Venerar la pura razón, servir la Verdad, proteger la Virtud,
combatir por el Derecho”, que son los credos del grado, no son universalizables mas que en
la medida del respeto a otras culturas. Así se muestra que es preciso saber regresar de los
viajes necesarios, que no deben limitarse a guerras ideológicas, santas o colonialistas (o de
conquista mercantil, se podría añadir hoy).
Este tercer punto de retorno (después de los de los grados 13 y 21) no será el último del
proceso, el escalón más alto de la escalera en el grado siguiente será otro.
En el grado 30, el Caballero Kadosh, que clama “Haz lo que debas, pase lo que pase”,
parece conquistado por una libertad total, la de un justiciero, que busca reparación desde un
campamento itinerante. La progresión iniciática, con sus conocimientos adquiridos, sus
virtudes probadas y sus vicios reprobados, podría así permitir la acción en oposición a las
“potencias del mal”. El Caballero Kadosh, que busca “la luz de la libertad para quienes no
abusan de ella”, no se conforma con estar sometido a una legislación, se erige en legislador.
En “soldado de lo universal”, se prescribe la ley a la que obedece para lograr su libertad. Ya
que la libertad no puede existir fuera de toda ley. Teniendo la razón como juez de la moral,
el hombre tiene la facultad de darse a sí mismo la ley que no puede encontrar en nadie sino
en él mismo. Su conciencia le da un incremento de su autonomía por su propia
determinación en relación a esta ley, para su buen uso en la acción. Pero ¿cómo el Caballero
Kadosh, en su cruzada y su combate reparadores, en su conjuración de los maleficios, puede
enorgullecerse de la suficiencia de su deber, de la inocencia de su intención, de la rectitud
de su acción, de la impunidad de las consecuencias de sus actos, cuando, aunque sean puras
sus armas, pueden volverse contra él ? La convicción, aunque sea lúcida, ¿es suficiente para
justificar la acción ? Y este nec plus ultra que domina los conocimientos, los valores y las
virtudes de la escala, ¿está en la cumbre de la conciencia del Masón Escocista o más bien en
el abismo de su indigencia ?
En el grado 32, el Valeroso y Sublime Príncipe del Real Secreto, practica un arte de vivir
fundamentado en un ideal de libertad razonable, ya que saber hacer y saber qué hacer son
cosas que van a la par. Pero, si el ritual evoca una convergencia solidaria y una atención a
las circunstancias, es para proseguir el combate por “el derecho a la libertad de conciencia”
en el campo del compromiso, objetivo final, donde se procurará estar dispuesto a asentar el
Templo inicial convertido en ciudadela, ya reconstruido, fortificado y ocupado por otras
comunidades de pensamientos y convicciones diferentes, enemigos ancestrales. La lucha
continua y la guerra no tendrán salida más que para aquéllos que mueran. “Yo he sido lo
que sois vos, y vos seréis lo que yo soy” recuerda útilmente el ritual. El hombre parece
condenado a vigilar y guerrear por su supervivencia, pero también por las creencias, incluso
por las ideologías con las que se identifica.
La Masonería fundamenta su método iniciático sobre el tema de la construcción de un
edificio sólidamente anclado, luego sigue con el tema de su apropiación por todos los
medios, intentando una posesión sedentaria que resulta ilusoria, para terminar, después, en
exilios y destrucciones, en reconstrucciones y fracasos, en un deambular nómada, primero
reparador, luego justiciero y por último combativo. ¿Es éste el destino del Masón ? Liberar
sus frustraciones o su agresividad en la provisionalidad, batirse por o contra cualquier cosa,
estar forzado a destruir, destruir lo que otros han construido, destruir (voluntariamente o no)
lo que él mismo ha construido, cualquiera que sea el coste.
Este análisis esquemático, ¿limita la esperanza de libertad del iniciado, héroe trágico en el
camino del devenir ?
En el grado 33, el Soberano Gran Inspector General está dividido entre el sentimiento de
culminación de un recorrido ya terminado y el de perspectiva de un ciclo a recomenzar sin
cesar en un mundo abierto. El grado invita a mirar con lucidez la evolución masónica para
percibir que un grado no llega para superponerse a otro anterior. El compromiso con la
Orden incita a practicarlos todos simultáneamente, como si un frente que contiene pasado y
presente avanzara en la temporalidad, para un porvenir prometedor. La liberación, en tanto
que se realiza, no se practica por el olvido, incluso aunque el recorrido invite a depurar los
conocimientos.
En efecto, si la mayoría de los grados pone en perspectiva una libertad respaldada por la
conciencia de una voluntad razonable, están interrumpidos por otros menos humanistas,
pero también humanos (¡demasiado humanos, quizá !), que ponen en escena la satisfacción
de necesidades inmediatas, frecuentemente por la fuerza y la violencia. Estos últimos, cuyo
origen puede ser atribuido a las necesidades, pero sin duda también esencialmente a las
creencias, se saldan frecuentemente en fracasos formadores que relanzan la epopeya del
Escocismo. Otros grados, en cuyo fundamento está la conciencia de un mundo más grande
que uno mismo, ponen de relieve la apertura del espíritu y la alteridad. Hay otros, por
último, que exacerban la necesaria expresión del ego y el horizonte de su finitud en la cual
está circunscrita la libertad.
Entonces, ¿la masonería es una coartada para darse a uno mismo una buena conciencia
humanista ?
La vida es una lucha permanente, contra la entropía para todos, pero también contra el
miedo para algunos (¿menos afortunados ?), que se pelean contra sí mismos y contra los
otros para existir. ¿Combates necesarios o vanas gesticulaciones ? ¿Combates mediocres o
buenos sentimientos ? Y por tanto, es a este precio como se conquistan las libertades. Un
ser que pierde su energía vital pierde su lugar entre sus congéneres ; es la dura ley de la
evolución de las especies. También se puede estimar, a falta de otras explicaciones, que
habría un instinto salvador, frecuentemente belicista, superior a la legalidad, que se
transluce en las costumbres y que escapa a la cognición, porque es necesario para
sobrevivir. Las luchas nos confirman que vivimos, y la masonería no se escapa de estos
combates. Teóricamente no sometido, el Masón debe no obstante defenderse de eso que se
llama la Orden, noción por otra parte masónicamente vaga, con el riesgo de comprometer
una parte de su libertad. Así, las luchas son inmorales en el grado 3º para adquirir un poder
ilusorio, vengativo en los grados 9º y 10º para reencontrar un equilibrio psicológico, –a la
vez guerrero, salvador e ilusorio en los grados 15 y 16–, para encontrar una libertad tan
esperada y poder continuar construyendo, como reparadores en el grado 30, y
conquistadores en los grados 29 y 32, pero ¿esas luchas son legitimas ?
Curioso destino el del hombre, que se cree libre pero que no hace más que “bailar
encadenado”… Solo su conciencia y su libre albedrío pueden ser sus guías. ¿Pero que
libertad cabe esperar de lo necesario y de la acción contingente ? ¿Disponemos de libertad
para nuestras elecciones ? Freud responde a esta cuestión con un pesimismo realista, sin
ninguna duda parcial, planteando la reflexión de que “el libre arbitrio es la elección de la
neurosis”. Esta idea de liberación en la constricción muestra en resumen que el hombre es
prisionero de su condición, no puede superar la altura del mito y de la cultura que genera, y
en la espesura del lenguaje, se opone muy frecuentemente a la búsqueda de la palabra
verdadera, a la liberación del sentido aprisionado.
“Sin suelo, sin orden, sin origen, el ser no es nada, dijo Heidegger, le es necesario tener una
historia”
“La vida, cuando no es sufrimiento, es juego” declara Cioran y, cualquiera que sea el medio
empleado (orden, violencia, fuerza, altruismo, amor), la libertad se sitúa entre creencia,
deseo y necesidad. ¿La sabiduría no es, finalmente, más que una aceptación, un
compromiso con el destino, a la vez que la disciplina de los deseos ? Está bien, que se
reivindique nuestra libertad de pensar, en tanto que estamos dotados de razón y de espíritu
crítico, de voluntad y de determinación, pero estamos simplemente condenados a
esperar…
Mundo
Mundo inteligible Mundo sensible Mundo intuitivo inconsciente
Actuar por deber ctuar por interés Actuar por compasión Actuar por
impulsos
Reflexionar sobre el sentido y misión del Rito Escocés Antiguo y Aceptado es tanto como
analizar su ontología y la aplicabilidad y proyección de su esencia en la Sociedad
Contemporánea.