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Desembarco en Paracas y su cuartel general en Pisco

200° ANIVERSARIO DE LA LLEGADA DE LA EXPEDICIÓN LIBERTADORA A LA BAHÍA DE


PARACAS EL 7 DE SETIEMBRE DE 1820

La profunda amistad surgida entre los generales José de San Martín y Bernardo O’Higgins en
Mendoza, fue la clave del éxito, si tenemos en consideración que cuando ya Chile independizado
a través del acta de Independencia oficialmente jurada, el 12 de febrero de 1818.

San Martín acordó con O’Higgins que la campaña libertadora al Perú se hiciera con una fuerza
combinada integrada por el Ejército de los Andes y el de Chile, conservando cada cual su carácter
nacional y su propio pabellón, pero la expedición se realizaría bajo la autoridad del Director
Supremo Bernardo O’Higgins del gobierno chileno, que reconoció como comandante en jefe al
Brigadier General don José de San Martín.
Llegó así el día 20 de agosto de 1820, cuando todos se encontraban embarcados y se hicieron
presentes en Valparaíso las autoridades presididas por el Director Supremo Gral. Bernardo
O’Higgins Riquelme, que, aunque agobiado por la responsabilidad que había asumido, quiso tener
el placer de ver partir la expedición el día de su cumpleaños y con ella, las esperanzas de liberación
de todos los pueblos de la América del Sur, teniendo en consideración que aún no existían países
delimitados y todos eran paisanos en pos de un ideal común.
Su plan de operaciones fue: a) efectuar desembarcos distractivos en varios lugares de la costa,
para dispersar al enemigo; b) enviar una fuerza a la sierra y recorrerla, para soliviantar a los pueblos
y reclutar tropas auxiliares; c) desembarcar definitivamente en un lugar a prudente distancia de
Lima y lograr la adhesión de la población; d) facilitar el avance del ejército de Bolívar hacia el Perú.

La flota levó anclas el 20 de agosto en la tarde y navegó rumbo norte hasta llegar el litoral peruano,
determinándose que el lugar del desembarco debía ser la zona de Pisco, que ofrecía la posibilidad
de enviar una expedición al interior del país, además de otras ventajas, con la finalidad de aislar la
capital del virreinato del grueso de las fuerzas realistas acantonadas en el sur y alto Perú.

Según se narra en el Boletín N° 1 del Ejército Libertador, el día 20 de agosto de 1820 se encontraba
el Ejército embarcado en Valparaíso y el día 21 el convoy se hizo a la vela; frente a Coquimbo se
detuvo la expedición para que se incorporaran dos naves, continuando el día 25. El 7 de setiembre
entró el convoy por el canal de San Gallán a la bahía de Paracas, tres leguas al sur de Pisco, donde
fondeó a las seis de la tarde. “Inmediatamente dio orden el General en Jefe para que el ejército se
preparase a desembarcar, al romper el día siguiente”.

Los efectivos del ejército realista en el Perú eran 23,000 hombres, de los cuales 6,000 en Lima y
5,000 en el Callao. El ejército patriota estaba integrado por el Ejército de los Andes con 134 oficiales
y 2,312 soldados; por su parte la división chilena contaba con 162 oficiales y 1,800 soldados. Las
tripulaciones sumaban 1,600 hombres, de los cuales mil era marinería chilena y el resto eran
británicos y norteamericanos que venían embarcados en 7 navíos de guerra con 236 cañones, 14
buques de transporte y 11 lanchas cañoneras, total 32 embarcaciones. El comando en jefe de la
flota se confió al vicealmirante Thomas Alexander Cochrane.
La escuadra chilena llegó enarbolando en todos los buques la bandera de su país, pero con 3
estrellas (Argentina, Chile y Perú). Los batallones y escuadrones a su vez, lucían sus banderas
distintivas. La operación de transporte acuático se hizo según lo previsto, hasta su llegada a
Huacho, por estar a cargo de oficiales y tripulaciones experimentadas.
La única instrucción que debía cumplir San Martín, era libertar al Perú.
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Al llegar la escuadra, ni un alma se veía en varias leguas a la redonda; muy lejos, los largavistas
del Coronel Manuel Quimper contaban el número de velas para dar parte al virrey en Lima.

Pero por sobre todas estas consideraciones, debemos recordar que fue en Paracas donde el
general San Martín dio a conocer su famosa proclama, que marca con letras de fuego la hermandad
que debe unir a argentinos, chilenos y peruanos: “Acordaos que vuestro deber es consolar a
la América y que no venís a hacer conquistas, sino a libertar pueblos. Los peruanos son
nuestros hermanos. Abrazadlos y respetad sus derechos, como respetasteis los de los
chilenos después de Chacabuco”.

Cabe también preguntarse ¿Por qué escogió San Martín a Pisco para llegar al Perú? ¿O es que
los Paracas ancestrales habían guiado misteriosamente sus decisiones? La respuesta es
contundente: fue el precursor peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán en su trabajo titulado
“Proyecto para Independizar América Española”, escrito por Viscardo en Liorno, Italia, en
setiembre de 1790 y presentado en Londres el 15 de marzo de 1791, manifiesta que “harían falta
no menos de cinco a seis mil hombres de desembarco y habría que enviarlos a todos en la
primera y principal escuadra...” A continuación, dice en su trabajo.” Habiendo concluido la
empresa de Chile, mi opinión sería... pasar con la escuadra y el resto de las fuerzas a la gran
y bella rada de Pisco a 13°, 40’ lat. Sur. Es el lugar más seguro y más conveniente de la costa
entre Callao y Chile.” Abunda en detalles como por ejemplo, que el abastecimiento de víveres es
más que suficiente y más barato que en cualquiera otra parte, particularmente vinos y cerdos. El
clima era agradable y sano. La villa de Pisco estaba habitada por más de cuatrocientas familias y
se encuentra a media legua del mar, a 40 de Lima y a 10 de Ica, ciudad que en ese entonces tenía
entre 1500 y 2000 familias. Además, recomendó Pisco porque allí comenzaba el camino más fácil
para llegar a las ciudades de Huamanga y Cusco.

San Martín había escuchado estas noticias en las logias secretas de Cádiz y Londres, donde el
prócer venezolano Francisco de Miranda se encargó de difundirlas entre los liberales americanos
que llegaron por allá. No obstante esto, continuó indagando al respecto entre los patriotas que
abundaban por estas tierra y ellos se lo confirmaron, pues la situación no había variado en los
treinta años que mediaban entre la propuesta de Viscardo y la toma de decisión para poner dichas
recomendaciones en práctica. Por último, en 1819 enviaron dos expediciones exploradoras al
mando del marino irlandés Thomas Alexander Cochrane, el que desembarcó en el mes de
setiembre en Pisco, abasteciéndose abundantemente en los almacenes de la aduana y
confirmándole a San Martín las bondades de hacer una escala en la rada de Paracas.

Y si Viscardo fue el que recomendó la venida por mar a Pisco ¿Cuál fue entonces el aporte de San
Martín? Es necesario puntualizar que Viscardo recomendó venir por mar, siguiendo la ruta del
Estrecho de Magallanes, que presentaba el inconveniente de ser tormentoso y donde en esa época,
el 50% de los veleros se iban a pique. San Martín concibió la idea de llegar al Pacífico trasponiendo
los Andes, para lo cual preparó un ejército ad –hoc, cuyo vehículo fue el lomo de mula, con muy
reducido costo de vidas. Así mismo, influyó indirectamente ante el Congreso de Tucumán, para
que eligiera como Jefe Supremo de las Provincias del Río de la Plata a su amigo el general Juan
Martín de Pueyrredón, que apenas se enteró del proyecto de San Martín, lo apoyó decididamente.
Y con el triunfo de Maipú sobre los españoles, luego del desastre de Cancha Rayada, que
prácticamente había anulado los triunfos conseguidos por los chilenos, la adhesión de la población
y en especial de su gran amigo el general Bernardo O’Higgins, generaron tal sentimiento de gratitud
y tal convencimiento de que había que vencer a los españoles en el Perú, que los decidió a
secundar a San Martín con todo vigor, poniendo a su disposición hombres y barcos que fueron los
que llegaron finalmente un 7 de Setiembre de 1820, después de recorrer 1,500 millas en 18 días
de navegación.

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Habían pasado muchos años desde que un Inca intrépido se lanzó allende los mares en inmensa
flota de balsas de totora, para descubrir las islas de Pascua y de Salas y Gómez, donde dejaron
vestigios líticos de nuestra cultura milenaria.
Durante 47 días, sus aguas mecieron los buques de la escuadra que se cobijaron en su bahía,
antes de proseguir su viaje hacia el norte.
Paracas fue la puerta de ingreso a las huestes libertarias y sirvió de inspiración al general San
Martín, que desde la cubierta de su navío de guerra, concibió la primera bandera y el primer escudo
de nuestra patria, al observar la costa al amanecer de un día despejado y al ver surcar los cielos a
las pariguanas con las alas desplegadas.

Por estos atributos y otros no considerados, es que la Prefectura de Ica erigió un obelisco
recordatorio, -ahora reconstruido en un lugar próximo-, cercano al lugar del desembarco,
inaugurado el 29 de marzo de 1922; la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la
Independencia del Perú, inauguró el gran monumento que domina la bahía el 8 de setiembre de
1970; finalmente, el Municipio de Paracas, con motivo de la visita del Sr. Intendente de la ciudad
de Rosario, Argentina, con la que se hermanó, inauguró la “Plazuela del Desembarco don José de
San Martín”, el 7 de setiembre de 1986, que es el lugar donde se inician las ceremonias que cada
año nos recuerdan esa fecha.

194 Aniversario del Desembarco de la Expedición Libertadora Comandada por el Generalísimo


Don José de San Martín en la Bahía de Paracas.
http://youtu.be/-W-RalUzcRA

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200° ANIVERSARIO DEL DESEMBARCO DEL EJÉRCITO LIBERTADOR EN PISCO EL 8
SETIEMBRE DE 1820
El 8 de Setiembre celebramos el “Primer día de la Libertad del Perú”, como lo denominó el propio
General San Martín, en su decreto de fecha 8 de setiembre de 1820, refrendado por su Secretario
de Gobierno Dr. Juan García del Río, y como lo ratificó la Ley N° 23586 del 28 de febrero de 1983.

Dice en sus considerandos el mencionado decreto: Mi misión es proteger al inocente oprimido,


favorecer al desgraciado, restablecer a los habitantes de esta interesante región en el goce
de sus derechos, y promover su felicidad, arrancándolos para siempre del yugo español.
Para esta bella obra me acompañan tropas acostumbradas a vencer y a una disciplina
severa, e inclinadas a tratar como hermanos a todos los que no se manifiesten enemigos
nuestros”

“... porque sería muy difícil y moroso conocer la voluntad de los pueblos; así todo
cuanto fuere establecido por mí, se considerará solo provisional hasta que concluida la
guerra, puedan ellos pronunciar sobre sus futuros destinos. Un Gobierno y sus instituciones
no tienen fuerza ni duración si no mientras están sostenidos por la opinión pública”. Esta
es la grandeza de nuestro Libertador, que desde antes de poner pie en tierra peruana, dejó
establecidas las reglas de juego y jamás osó imponer su voluntad, sino que respetó siempre la del
pueblo. Así lo demostró al crear la primera bandera nacional en esta plaza de Pisco el 21 de octubre
de 1820; o al poner en vigencia el Reglamento provisional que estableció la demarcación del
territorio liberado y la forma de administración que debía regirla, promulgado en Huaura el 12 de
febrero de 1821; o el decreto que implantó el Protectorado, promulgado en Lima el 3 de agosto de
1821; o el Estatuto Provisional del 8 de octubre de 1821, o cualquiera de sus demás disposiciones.
Jamás se vio en San Martín el menor signo ni síntoma de conquistador, ni de pretender el poder ni
como virrey ni en ninguna otra forma. Es por ello que el aprecio que se le tiene es creciente en el
tiempo.

Gracias al Dr. Raúl Porras Barrenechea hijo de Pisco, cuando ejercía el cargo de Ministro de
Relaciones Exteriores, suscribió con nuestros hermanos argentinos el 12 de abril de 1959, el
Convenio Cultural y de Amistad que comienza por declarar “Día de la Amistad Peruano
Argentina” el 8 de setiembre, aniversario del desembarco en Pisco de la Expedición Libertadora.

Para conocer el aspecto histórico fidedigno de esta conmemoración, revisamos el Boletín oficial del
Ejército Libertador, publicado en Pisco el 5 de octubre de 1820 que dice textualmente respecto al
desembarco:

“La primera división del Ejército al mando del Mayor Gral. Las Heras desembarcaron
en la mañana del 8. Los batallones 2, 7 y 11 con dos piezas de montaña y 50 Granaderos a
caballo formaban su fuerza. A las 2 y media de la tarde se puso en marcha para Pisco; el
enemigo observaba su movimiento a gran distancia con 80 caballos, que los fuegos de la
goleta “Moctezuma” pusieron luego en dispersión, hasta que a las 4 de la tarde se replegaron
sobre el pueblo”.

“Las circunstancias del terreno retardaron la marcha de la división hasta las 7 de la


noche, que se puso a tiro de fusil del pueblo; el Mayor General mandó hacer alto, mientras
se reconocía su estado, y se halló que el enemigo había evacuado y saqueado enteramente
a Pisco. Enseguida tomó posesión de ella, y se situó en la plaza, hasta el día siguiente que
se acuarteló la división”.

“Desde el 8 hasta el 11 desembarcaron los demás cuerpos del Ejército, y el 12 se


estableció el Cuartel General en Pisco”. Ese día desembarcó el general San Martín y su Estado

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Mayor, instalándose en la casa de propiedad del Sr. José María de la Fuente y Messía, Marqués
de San Miguel de Hijar, lo que fue el Club Social Pisco.

Primer armisticio y las “Conferencias de Miraflores”


Al saber el virrey Pezuela el desembarco de las tropas de San Martín, trató de ganar tiempo en
espera de refuerzos solicitados a la Metrópoli, así como para conocer mejor y estudiar la condición
de los expedicionarios y descubrir sus intenciones. Para lograrlo propuso a San Martín celebrar
unas conferencias de paz, estableciendo mientras duraran, un armisticio, con el pretexto de ver si
llagaba a un acuerdo pacífico. San Martín aceptó la proposición y se acordó que las conferencias
se realizaran en Miraflores.
Primera propuesta: el virrey propuso que la lucha cesara, jurándose acatamiento a la Constitución
española de 1812. Los patriotas propusieron que se reconociera la libertad del Perú. Naturalmente,
tan opuestas pretensiones no podían conciliarse y fueron rechazadas.
Una segunda fórmula: de parte del virrey, quien propuso que el ejército de San Martín se
reembarcara a Chile, cesando por ambas partes toda hostilidad y nombrando cada una, delegados
que se trasladaran a Madrid, a tratar las condiciones de paz con el Rey en persona. San Martín
hizo una contra-propuesta: que ambos ejércitos se situaran a orillas del Desaguadero, entre el Alto
y Bajo Perú, mientras durara el viaje y gestiones de las delegaciones; pero que, durante ese tiempo,
el Perú fuera gobernado por una comisión Mixta, que diera libertad de imprenta y garantías
individuales a los partidarios de ambos bandos; lo que el virrey rechazó.
Estas conversaciones continuaron hasta el 3 de octubre, día en que, en vista de su inutilidad, se
acordó suspenderlas, pudiendo reanudarse las hostilidades desde el día 4 a las seis de la tarde. A
estas reuniones se les denominó “Conferencias de Miraflores”.
Terminado el armisticio el 4 de octubre de 1820, ese mismo día las tropas expedicionarias formaron
de gran parada en la plaza de Pisco, en donde el Generalísimo pasó revista, entregándoles sus
estandartes de guerra.
El Coronel Arenales parte hacia la Sierra Central.- La aurora del día 5 fue saludada por las alegres
dianas militares de las bandas de los distintos regimientos, precediendo por pocos instantes la
partida de la primera expedición que salía al interior del país. Comandaba la División el Coronel
Juan Antonio Alvares de Arenales y entre sus oficiales se hallaban: Isidoro Suárez, Rufino Guido,
Juan Lavalle, Federico Brandzen y otros, que tuvieron gran relieve durante la campaña.
Creación de la Bandera y el Escudo Nacional
Mientras Arenales se hallaba cosechando laureles en la Sierra, el Generalísimo dictaba en Pisco
una serie de medidas destinadas a organizar la administración, a acrecentar el entusiasmo público
y, entre ellas se destacan los decretos con que creó los Símbolos de nuestra nacionalidad, el que
concedió libertad a los esclavos, el de la abolición del tributo de los indígenas, etc.
Pocos días después, hallándose en su cuartel general, era el 21 de octubre, llamó a su despacho
a su secretario, Dr. Juan García del Río, entregándole una cuartillas escritas con su propia mano,
los papeles contenían el Decreto creando la Bandera Nacional.
Significado del desembarco en Paracas
El enemigo, juez más competente de los efectos del desembarco y de la permanencia en Pisco, ha
reconocido que allí comenzó el desmoronamiento del poder militar del Perú, según testimonio de
sus más caracterizados representantes.

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El jefe de estado mayor de la vanguardia del ejército realista, que permanecía en observación de
los movimientos del ejército invasor, ha dicho: “San Martín ocupó sin oposición la Villa de Pisco y
los valles inmediatos desde Chincha a Nazca; se proveyó de cuanto producía el país; montó su
caballería; aumentó sus filas con los negros de las haciendas declarando libres a los que tomaban
las armas; sublevó con facilidad a los pueblos invadidos; destrozó al coronel Quimper; e internó a la
sierra a Arenales, menoscabando visiblemente con tan rápido progreso el crédito del poder legítimo”.

Respecto a los trabajos del general invasor durante las negociaciones de Miraflores, agrega el
mismo: “San Martín utilizó todo el tiempo empleado en estas infructuosas negociaciones para
extender la seducción en el país y combinar el plan de operaciones que diera a la operación el
impulso que se proponía”.

La Expedición Libertadora avanza hacia el Norte


Habiendo afirmado su influencia en los departamentos del Sur, y comprendiendo San Martín que
mejor campo de acción tenía en el Norte, decidió trasladarse por mar; y la noche del 23 de octubre
las tropas marcharon para Paracas. Allí se habían construido dos muelles y procedió el reembarque
de las fuerzas. Allí el Teniente Coronel Alberto Bacler D’Albe había construido dos muelles y
procedió al reembarque de las fuerzas; el 26 zarpó de sus aguas, enrumbando al Norte.
El historiador Paz Soldán dice al respecto: “Durante la noche, del 26 de octubre las naves del
convoy de la Escuadra Libertadora pusieron proa hacia el norte, desplegando sus velas y trazando
el derrotero bastante próximo a la línea de la costa, principiaron a moverse; las luces de las naves
eran apercibidas desde la tierra como una iluminación de fiesta veneciana y durante el día el valámen
formaba un hermoso y sugestivo espectáculo, aún no visto en éstas, casi siempre, desiertas llanuras
del Pacífico. Los pueblos tendidos a lo largo del arenoso desierto que se dilata de Paracas hacia el
norte, al darse cuenta de tan inusitado viaje, acudían a las riberas a contemplar con entusiasmo y
júbilo, tan alentador convoy. Sabían era el heraldo de la libertad y desde tierra lo saludaban con sus
fervientes votos de éxito”.

Así, lentamente, como lo imponía la fuerza del viento y la conveniencia de marchar llevando todas
las naves el más riguroso orden, el 29, hacia el mediodía, toda la escuadra se presentó frente al
Callao, poniendo zozobra en el ánimo de los realistas y fe en el de los patriotas.
Enorme fue la impresión en Lima. En el Palacio virreinal las órdenes y contra órdenes se sucedían,
produciendo el caos en los momentos de angustia precursores a todo derrumbe político (Paz
Soldán.- “Historia etc.). En el Callao las fortalezas se previnieron, las guarniciones se alistaron, las
milicias tomaron las armas y los buques -últimos restos de la escuadra en cuyos mástiles se
mantuvo con honor el viejo estandarte de Castilla- creyeron llegada la hora de prueba para lo cual
no se sintieron bastante fuertes y buscaron el amparo de los cañones de los castillos. El momento
era supremo. El pueblo del Callao acudió desde que la escuadra estuvo a la vista de ser testigo de
los sucesos próximos a realizarse.
El virrey sujeto a las decisiones de la Junta de Guerra, veía en momento de emplear las fuerzas y
las voluntades, sostenes de la causa real; pero no tenía fe en esas fuerzas. Sin embargo se dieron
todas las órdenes dirigidas a impedir un desembarco.
El General San Martín había dispuesto que una parte de sus tropas se trasladase a los transportes
desocupados por la División Arenales, vistiendo diversos uniformes. La escuadra penetró a la bahía
del Callao, desplegando en primera línea fuera de tiro de cañón 8 buques de guerra en actitud de
combate; y en segunda línea, 17 transportes cuajados de soldados. Se divisaban distintamente las
torres y murallas de la ciudad, con sus alturas coronadas de espectadores.

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Se veía la población del Callao, dominada por los altos muros del castillo del Real Felipe con sus
inmensos torreones, flanqueados por los dos castillos laterales: San Miguel y San Rafael, erizados
de cañones.
Una parte de la escuadra permaneció bloqueando el Callao. El resto de ella se dirigió a la bahía de
Ancón.
Al conmemorarse 200 años del desembarco del Ejército Libertador a tierra pisqueña, cuna de
nuestra bandera y de nuestra Independencia, peruanos, argentinos y chilenos, renovamos nuestro
agradecimiento y homenaje al Generalísimo don José de San Martín por su habilidad, inteligencia
y valor. Que sus almas gocen de Dios y que sus nombres permanezcan imperecederos.

Plaza de Armas de Pisco 8 de Setiembre 2013. “Día de la Amistad Peruano –Argentina”.


(Convenio Cultural y de Amistad entre la República del Perú y la República Argentina del 12-4-
1959, acuerdos 1°, 2° y 30°).
Alcalde de la Municipalidad Provincial de Pisco Don Jesús Echegaray Nieto.

http://youtu.be/eyLzZpigCRw

Bibliografía:

Academia Chilena de la Historia, Archivo de don Bernardo O'Higgins. Tomo XXXV.


Correspondencia del Comandante en Jefe de la Escuadra Chilena Thomas Alexander Cochrane. "Dundonald
Papers". Archivo Edimburgo. Primera Parte. (1818-1820). Santiago, 2001. 330 pp.}
Historia de la Emancipación del Perú. Tomo I, pág. 545 -65.
“Epopeya de la Libertad”.- Coronel EP Manuel Casimiro Bonilla.
La Expedición Auxiliar de Nuestra Independencia. - Miguel Merino Schroder - 1950

Paracas y Pisco
Paracas.- Viniendo del Sur por mar, el navegante descubre, después de la punta de Lobos, una mole
elevada de cerros, que se denomina “Península de Paracas”; ese promontorio está unido a tierra por una
angosta garganta, formando un arco de círculo al Sur y otro, más pronunciado hacia el Norte, cerrado por el
mismo lado por una lengua que avanza hacia el Océano y se llama “La Puntilla”. La bahía que forma por
esta razón, también se le nombra “Paracas”
Esta región ha sido de gran importancia en la antigüedad. Sus primitivos habitantes vivían en
cavernas subterráneas, a dos o tres metros de profundidad y guardaban sus muertos en otras contiguas,
fabricadas todas ellas de una materia semejante al cemento, y piedras. Hace tres cuartos de siglo que se
descubrieron verdaderas necrópolis, constituidas por vastas salas en donde hay gran número de momias,
envueltas en riquísimas telas, de colores muy vivos y firmes, que contienen dibujos artísticos y complicados.

Pisco.- Ciudad donde San Martín estableció su Cuartel General, es antigua, en el siglo XVI formaba
parte del cacicazgo de Chumimancu, que comprendía Mala, Chilca, Runahuanac (Lunahuaná), y zonas
adyacentes. Cerca de la playa y más al sur existía una población llamada San Gallán, que ha desaparecido,
quedando sólo con el mismo nombre una isla a pocos kilómetros de la costa, de la cual se halla separada
por un canal que tiene igual denominación. El lugar denominado “Piscu”, hoy Pisco, era floreciente y los
españoles se establecieron allí en gran número.

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