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Chicha, un factor social del reino de la nueva

granada.
Sebastián Palacios.

El hallazgo de una civilización desconocida por Europa suponía en ese entonces


la expansión casi que inmediata de un reino. Esto se puede comprobar con la
llegada de Colon, que, sin siquiera tener conocimiento preciso de a donde había
llegado, procediese a bautizar con nombre cristiano a la isla en nombre de la
corona: ‘’A la primera isla que yo hallé puse nombre San Salvador a
conmemoración de Su Alta Majestad, el cual maravillosamente todo esto ha
dado.’’1

Con pretexto evangelístico la corona se fue adentro en un vasto continente que se


disponía a ser ‘’descubierto’’ y con ello, su lengua, costumbres, educación,
economía y por supuesto, la tan perfecta religión, fue tocando y quedándose en
cada arteria y vena de ese nuevo mundo. Con el pasar de los años los habitantes
de ese territorio fueron aprendiendo cada costumbre y acogiendo ese nuevo dios
como parte inherente de sí mismos. Sin embargo, aunque la lengua fue la misma,
y la religión también, fue muy difícil para los colonizadores desarraigar ciertas
costumbres propias de esos ‘’indios’’ que creían haber encontrado.

Los indígenas tenían una cosmogonía ancestral y con ella, rituales precisos para
cada suceso habitual de la vida del individuo, todas estas satanizadas por la
iglesia. Y aunque dejaron atrás el rito sobre la llegada de la vida por el bautizo, y
acogieron el matrimonio; la chicha, bebida especial para ceremonias y actos
religiosos nunca pudo ser reemplazado ni por el aguardiente.

Tradicionalmente, las mujeres elaboraban esta bebida masticando los granos de


maíz y luego escupiéndolos dentro de una múcura de barro con agua caliente,
dejando reposar la mezcla durante unos días antes de que se sirviera. El resultado
era una bebida fermentada de maíz con una leve graduación alcohólica. Era una

1
Carta de colon al escribano de ración.
noble bebida ceremonial con cuyas abundantes libaciones los muiscas se
embriagaban, pero sólo en ocasiones tan especiales como bodas, sepelios,
carreras y celebraciones de victorias, y jamás de manera rutinaria y habitual como
luego lo harían sus descendientes.2

Con la destrucción parcial y gradual de su imaginario colectivo, y con la


construcción de poblados, villas y ciudades, los indígenas dejaron sus rituales. Y
aunque se pensaría que con la perdida de gran parte de las ceremonias (nunca se
pudo aniquilar totalmente su ideología) la chicha dejaría de tener valor, ocurrió que
pasó de ser la noble bebida de protocolo para los indígenas a convertirse en una
de consumo frecuente en la mayoría de clases sociales, especialmente en las más
bajas (que suponían la mayoría) durante los siglos XVII y XVIII. No solo como
bebida embriagante, que luego se le conocería como vino amarillo o vino de maíz,
sino, como una bebida frecuente para calmar la sed o el hambre, este tipo de
chicha por supuesto no tendría casi grado de fermentación, (por no decir que no lo
tenía) y era conocida como chicha dulce. Las chicherías entraron a tener un papel
en la sociedad, tan solo en Bogotá había más de 200 de estos establecimientos
censados para 1891. Donde transcurriría un sinfín de eventos sociales comunes
para la vida de los individuos.

Todo este proceso desataría un sinfín de problemas sociales y morales. Por un


lado, el ciudadano común o ‘’persona natural’’ encontraban en su diario vivir estas
chicherías como lugares de regocijo después de una rutinaria jornada; Los
indígenas por otro, practicaban sus ideas ancestrales al preparar y tomar de esta
bebida, sin contar que podían sumar a esto su venta para el sustento diario de sus
familias. Contra parte a esto se encontraba la iglesia que en su idea de lo divino y
autoridad concebía como ofensa puesto alejaba de las costumbres cristianas y
alentaba la rebelión contra lo divino entregándose en pasiones e inmundicias que
así consideraba dicha institución. Durante todo el siglo XVIII se desarrolló una
lucha moral e institucional en el reino de la nueva granada por regular el consumo
de chicha; muchos intentos tanto eclesiásticos y gubernamentales quisieron
acabar con el consumo de esta e implementar el aguardiente como única bebida
2
Iriarte, Alfredo ‘’Breve historia de Bogotá’’, 1988
alcohólica, pero ninguno tuvo el éxito esperado, y al final la producción de chicha
sobrevivió a todo tipo de ataque.

La chicha y la sociedad.

Las chicherías desde mediados del siglo XVII se empiezan a tener noticias de
estos establecimientos, en momentos en que las autoridades se mostraban ya
alarmadas ante la necesidad de implantar medidas para contener su auge. 3
Asimismo, muchas de las pulperías, que solían ofrecer toda suerte de víveres,
terminaron siendo expendios de chicha como otras más de sus opciones. En
ciertos momentos, se hizo difícil diferenciar entre uno y otro establecimiento. 4 Si
hay un lugar en la Nueva Granada de fines del siglo XVIII que condense todo un
universo de reprobación y condena en términos de salud pública y moral, aunque
también de economía y gobierno, es sin duda la chichería.

En la Nueva Granada, durante el siglo XVII, la chicha se había convertido en una


bebida popular vinculada más a la recreación y al alimento que a los usos
sagrados. Su consumo se extendió a casi todos los grupos sociales y acabó, ya en
el siglo XVIII, por seducir a un gran número de habitantes y comenzó a usarse en
las principales fiestas de las ciudades: en las religiosas, como el Corpus, por
ejemplo, y en otras menos colectivas, como los matrimonios o los bautismos. 5 La
costumbre de usar bebidas alcohólicas durante cualquier evento fue traída de
Europa; durante la colonia la vida material se reducía a lo más rudimentario, y la
idea de confort no era tan precisa como en España.

La diversión de los colonos se reducía a los bailes y las representaciones


teatrales, además los juegos de naipes, las apuestas, el bisbís, el pasadiez, las
corridas de toros, las riñas de gallos y la quema de pólvora. (AIDA MARTINEZ)
Todas estas actividades solían desarrollarse durante el día de mercado, y todas
estas incluían el uso de la chicha como bebida principal. Ya fuese celebrando un
día de fiesta o yendo a beber con los colegas, el vino amarillo era la preminencia
3
Vargas Lesmes, Julián, La sociedad de Santa Fe Colonial, Bogotá, Cinep, 1990, pág. 373
4
Ibíd., Pág. 380
5
Ibíd., pág. 379
de una sociedad queriéndose adaptar a un mundo europea del cual ni siquiera
conocían.

Una variedad de elementos indispensables, aun para la existencia más simple, se


elaboraba al interior del hogar: velas, harinas, conservas, embutidos, chocolates,
jabones, barnices, tintas, alcoholes, vinagre, cosméticos, medicamentos y hasta
pólvora. La generalización del consumo de chicha era evidente tanto así que había
entrado en las costumbres dietéticas cotidianas. Ciertos cronistas narran que
algunas familias (incluso las distinguidas), acompañaban sus abundantes cenas
con una chicha preparada en casa.6 El cura Basilio Vicente de Oviedo señalo, que
la gente de más calidad y distinción de Vélez tenía por costumbre ofrecer en las
visitas chicha en lugar de vino, esto a mediados del siglo XVIII.

En razón social la chicha también ayudó al mestizaje. Fue así como las chicherías
se convirtieron en sitios de socialización a los cuales confluían indistintamente
indios, mestizos, y blancos, abriéndose mucho más al abanico de posibilidades
para el contacto y la miscegenación, en donde era factible despojarse con
desparpajo de las normas que propendían por la segregación étnica. 7 Lo anterior
adquiere sentido lógico, si se tiene en consideración que algunos de estos
espacios sirvieron como posadas temporales para aquellos que no tenían donde
pernoctar, o para quienes simplemente pasaban allí la noche imbuidos en los
efectos excitantes he dicho compuesto líquido.

Además de ser una bebida de ocio cuando se encontraba en gran grado de


fermentación, la chicha era considerada como un alimento completo. Fue
considerada así durante tres siglos, y aunque claramente su principal uso ya sea
como acto ceremonial o una simple fiesta fuere la de embriagar, los indígenas la
consideraban tan buena o mejor que el agua. Algunas crónicas relatan que hacía
la primera mitad del siglo XVI los indígenas tomaban chicha durante las caravanas
6
Daniel Ortega Ricaurte, Cosas de Santafé de Bogotá, Bogotá, Academia de Historia-Tercer Mundo Editores,
1990, p. 5. Ver también al respecto: Aída Martínez Carreño, “La vida material en los espacios domésticos”,
en: Beatriz Castro Carvajal (editor), Historia de la vida cotidiana en Colombia, Bogotá, Norma, 1996, pp. 355-
356.
7
Sobre el alcance de este compendio normativo, véase: Mörner, Magnus, ‘’las comunidades de indígenas y
la legislación segregacionista en el nuevo reino de granada’’, en anuario Colombiano De Historia Social Y De
La Cultura, No. 1, Bogotá, universidad nacional, 1963, pág. 63-88
de expedición que acompañaban a los españoles En tiempos en que se llevaba a
cabo la ciudad de Vélez, el capitán Martín Galeano encomendó a su lugarteniente
Juan Alfonso de la Torre para que liderada una expedición en compañía de treinta
españoles y doscientos indios amigos. Una crónica relata que durante el viaje los
indios bebían entre si chicha y no agua para calmar la sed, y que al llegar al
territorio de los agataes fueron recibidos amablemente con ‘’agua y chicha que
fueron de beneficio y con que se aliviaron’’.

En 1783 el franciscano Joaquín de Finestrad expuso las cualidades de esta


bebida, a lo cual se refirió
Yo la he bebido varias veces y verdaderamente me apagaba la sequía y me
servía de nutrición en el curso de mis caravanas. Los arrieros se mantienen con
ella muchos días, como me lo han asegurado varios sujetos de fe en los pueblos;
y uno de los mismos arrieros que me acompañaban aseguróme que en todo un
año no había probado el agua y que solo con chicha se había mantenido. 8

En la dieta seguida en el Hospicio Real de Santafé, la chicha figura como alimento


importante, según aparece en la Instrucción, estatutos y ordenanzas formadas
para el gobierno de las casas de hospicios, de hombres, mujeres y expósitos de
Santafé (1775): siendo indispensable a lo menos por lo pronto franquearles a los
pobres la bebida de la chicha, como acostumbrados a ella desde su nacimiento se
les repartirá con moderación y tasa, sin excederse de la medida que se tiene
establecida diariamente para cada uno, sin que el mayordomo tenga facultad para
aumentarla, ni expenderla a otra hora, fabricándose en la casa, y por cuenta de
ella para que tenga proporcionada fortaleza, sin que pueda perturbar el ánimo,
cuidando de que los expósitos y huérfanos no la usen, ni se acostumbren a ella 9

La chicha también era utilizada como remedio, como se observa en un recetario


franciscano para los pobres, escrito en Santafé y que data del siglo XVIII. Allí se
señala que ella debía emplearse para tratar las diarreas, mezclada con “la verga

8
Finestrad, Joaquín de ‘’ÉL Vasallo Instruido En El Estado De Nuevo Reino De Granda Y En Sus Respectivas
Obligaciones’’, Bogotá, universidad nacional de Colombia, 2000, pág. 136-137
9
Archivo General de Indias –en adelante AGI-, Santafé, 772, f. 2r.
del venado pelón”, y a falta de ésta, con “el cuero de lagarto tostado y hecho
polvos”.10

La chicha y el tiempo

Para comienzos del siglo XX, las chicherías eran los sitios de esparcimiento popular que
más proliferaban en Bogotá. Pronto la chicha se convirtió en un elemento indispensable
para las fiestas tanto laicas como religiosas y de carnaval: Las reservas de chicha
llegaron a ser mayores que las del agua. Con la llegada masiva de desplazados, que
luego se hacían obreros y artesanos, las chicherías de Bogotá en los años 20 se tornaron
en lugares de hospedaje y sociabilidad, de identidad popular y aun en sitios de
conspiración política. Estos escenarios aportaron una de las pocas condiciones de
expansión de un pueblo sojuzgado en muchos órdenes. Sin embargo, la chicha, que ya
entraba en franca competencia con la cerveza, nuevamente fue puesta en la picota por
los higienistas. Justamente, después del Bogotazo, la Ley 34 de 1948 suprimió la
fabricación de chicha, se había erradicado un vicio secular. En 1950, el ministro de
Higiene, Jorge Bejarano, dio parte de victoria proclamando la derrota de este vicio, pero la
victoria contra la competencia la había obtenido Bavaria.11

La chicha, tan vieja como la misma nación, es uno de los pocos reflejos tangibles que aún
nos queda de ese pasado ancestral de lo que alguna vez fuimos. Y aunque quizá la
preparación, la idea principal y hasta los expendios cambiaron toda su morfología, lo
cierto es que la chicha fue, es y seguirá siendo el mecanismo de resistencia contra la
corona.

10
Santiago Díaz Piedrahita y Luis Carlos Mantilla (editores), La terapéutica en el Nuevo Reino de Granada: un
recetario franciscano del siglo XVIII, Bogotá, Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales,
2002, p. 107.
11
Alape, Arturo ’’la chicha’’, Articulo revista Semana, 2006

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