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EL ANÁLISIS REMOTO CON ADOLESCENTES EN TIEMPOS DE EMERGENCIAS i.

VERÓNICA VEGA, PhD.

Introducción:

Todos sabemos que esta crisis mundial afecta muchos aspectos de nuestro
sistema socio económico y nos exige que ensayemos nuevas formas de estar en el
mundo. El análisis no es la excepción y en este tiempo también tuvo que cambiar algo
de sus formas.

El encuadre -si lo entendemos como la sumatoria de aspectos formales del


tratamiento (horarios, frecuencia, reglas con respecto a ausencias y faltas, diván o cara
a cara, etc.) se modificó. Aunque, si lo comprendemos más profundamente como un
marco propicio para el desarrollo del análisis, o como el sostén de los aspectos
psicóticos (Bleger 1967), el encuadre es siempre interno. En ese sentido, la pandemia
podría ser entendida no desde la perspectiva de lo traumático que irrumpe en el
tratamiento sino como un Acontecimiento dentro del proceso psicoanalítico. Voy a
volver después sobre la noción de acontecimiento de Badiou (1988).

Más allá de que el encuadre sea siempre un espacio de creación conjunta entre
paciente y analista, el coronavirus nos impulsó a una serie de cambios y
transformaciones que dejarán seguramente una huella. Me refiero a eso que ahora se
llama “la nueva normalidad”, una transformación que sin dudas nos permite
preguntarnos sobre el efecto psíquico de la incertidumbre.

Si bien Freud no se dedicó explícitamente a escribir un trabajo sobre la noción


de cambio psíquico, todo el psicoanálisis podría ser enfocado bajo este ángulo en tanto
y en cuanto ya desde los inicios él hablaba de transcripciones y retranscripciones de
huellas mnémicas y de otros conceptos tan vigentes como el de regresión,
resignificación a posteriori, etc. El dispositivo analítico está destinado a provocar
transformaciones dentro del aparato psíquico y esta vez, el cambio que se nos vino
es el más concreto que enfrentamos.

Una transformación designa un cambio de forma, de propiedades, de estados,


de naturaleza o de sustancia. Bion pensaba las mutaciones que eran capaces de
producirse en el curso de un análisis y, más allá de ese ámbito también, en el curso de
la evolución de la mente.

Cuando pienso en los efectos del coronavirus y el análisis vienen a mi mente


palabras como: la incertidumbre, los cambios y transformaciones, el aislamiento, el
predominio de la tecnología, la aparición de un cuerpo distinto: todo un conjunto de
palabras y frases que bien podrían evocar también a las adolescencias. Digo “las
adolescencias” porque ni hay una adolescencia. Mi aproximación en este trabajo se
refiere a la de algunos adolescentes de la de la clase media urbana. Pero sabemos bien
que estamos dejando de lado a otras adolescencias, la de aquellos que viven
hacinados, o que no tienen en este momento el acceso a la tecnología o incluso a lo
simbólico de la palabra dicha, la de aquellos que tienen que trabajar y salir al mundo
tempranamente.

Paralelamente, el alcance y la repercusión mundial de la pandemia, es un


efecto más de la Aldea Global. Como si fuéramos vecinos, medimos niveles y tiempos
de contagio, curvas y conductas con las de China, USA, Italia, España, Brasil, etc. Es
que el espejo de los otros probablemente nos sirva para disminuir la sensación de
incertidumbre y de transitar menos a ciegas en un camino que no se puede elegir?

¿Qué efectos tiene la cuarentena sobre algunos adolescentes? ¿A quiénes


alivia, a quiénes no? ¿Es esto algo traumático en el sentido freudiano? o tal vez es un
“acontecimiento” tal como lo entiende Badiou?

Para Freud el trauma tenía que ver con la falta de ligadura y de inscripción,
pero de alguna forma la noción de trauma nos marca una línea trazada con el lápiz de
la psicopatología.

Alain Badiou (un filósofo nacido en 1937 Marruecos) define al “Acontecimiento


es algo que hace aparecer cierta posibilidad que era invisible o incluso impensable.
Un acontecimiento no es por sí mismo creación de una realidad; es creación de una
posibilidad. Nos muestra que hay una posibilidad que se ignoraba. En cierto modo el
acontecimiento es sólo una propuesta. Todo dependerá de que esa posibilidad
propuesta por un acontecimiento, sea captada, trabajada, incorporada, desplegada en
el mundo. Esto es lo que llamo procedimiento de verdad. El acontecimiento crea una
posibilidad, pero luego hace falta un trabajo, colectivo en el plano de la política
individual en el caso de la creación artística, para que esa posibilidad se haga real, es
decir se inscriba, etapa tras etapa, en el mundo (pág. 21).”

De ese modo, el acontecimiento propicia el prepararse lo mejor posible para la


recepción subjetiva de lo que se produce inevitablemente. Así, pese a la incertidumbre
o precisamente a causa de ella? se nos han creado nuevas posibilidades.

Sobre la incertidumbre:

La incertidumbre, por otra parte, puede generar angustia y miedo, pero


también es potencialmente creadora de un nuevo espacio. Acaso el espacio
transicional como un “entre lo subjetivo y lo objetivo”, no nace de la creación y frente
a la incertidumbre? En este nuevo “entre” lo virtual pasó a convertirse en uno de los
pocos lugares seguros. Pienso a lo virtual como un espacio transicional, en el sentido
de algo de una creación conjunta, porque eso virtual no es mi consultorio, ni mi casa,
ni la casa de mis pacientes.

Y si de incertidumbres se trata, los adolescentes saben bien qué es eso. A las


incertidumbres propias de ese momento de la vida se les sumó la actual.
Recordemos que la adolescencia es un momento de la vida en el cual se reconfigura
el vínculo con los padres, lo cual no deja de plantear situaciones conflictivas.  El
aislamiento les impide ver a sus parejas, les cercena la posibilidad de ir a una fiesta,
al gimnasio, de encontrar su cuerpo en el contacto con el otro. A todo eso se les
suma una importante disminución de las áreas de privacidad, porque los padres
están todo el tiempo en el hogar, eso muchas veces es vivido como una posición
regresiva.  Al mismo tiempo, muchos se quejan de lo difícil que les está resultando
encontrar un equilibrio entre productividad y ocio.

Trastornos o desorganización del sueño, tristeza, angustia, ansiedad respecto


del proyecto del año, cierto desánimo sobre el futuro, qué van a hacer, etc… Pero
también, para algunos puede ser un momento de alivio de tener que salir y conectarse
personalmente con gente, de exponerse corporalmente al otro.

Hace pocos días una paciente de 16 años me dijo “en sí no la paso tan mal en
mi casa. Yo vivo cómoda, soy una privilegiada. A mis viejos me los banco bastante bien.
Se ponen re gedes a veces con la limpieza pero lo peor de todo es no saber cuánto va a
durar esto. Si te dicen que tenés que estar encerrada un mes con tus viejos sin ver a tus
amigos, es una cosa; te dicen dos, ok, te lo tomo.... pero acá es un no sabemos
constante. Eso me desespera”.

Un adolescente de 20 años dijo: “Yo me tengo que obligar a hacer cosas porque
si no desperdicio todo el tiempo. No me sale ser productivo por instinto y hay como una
imposición de productividad constante. Como que si estas encerrado hay que
aprovechar para hacer algo”.

El análisis remoto:

Algunos de mis pacientes pasaron a atenderse de forma remota antes de la


pandemia, otros solo aceptaron el cambio cuando no había más opciones y finalmente
tengo un par de pacientes a quienes directamente aún no conozco personalmente.

La tecnología no resulta para mí un obstáculo, y eso me facilita estar cómoda


(aunque no por ello, menos cansada). Personalmente me adapto a la plataforma que
los pacientes sepan usar.
Las no tan nuevas tecnologías crearon un país no geográfico, con otras
fronteras. En este nuevo país hay nativos digitales e inmigrantes digitales (Prensky,
2001). Si antes las generaciones eran definidas a partir de un hecho histórico, hoy lo
son en función del atravesamiento tecnológico. Los sociólogos y filósofos que han
hecho estudios sobre las distintas generaciones dicen que no todos los nativos se
manejan igual. Por ej. para los millennials (nacidos entre 1981 y 1996) lo virtual es una
extensión de la vida real a excepción de lo privado. Para los centennials, en cambio (los
nacidos entre 1997 y 2012) las cuestiones privadas son más abiertamente mostradas o
comentadas por internet. Los niños nacidos después del 2012 forman parte de la
Generación Alfa y dentro de unos años serán los primeros adolescentes 100% digitales.
En ese país virtual nuevo hay ciertas reglas (según la red) y ciertas fronteras aunque no
sean geográficas. A la inteligencia individual se le suma ahora el manejo de la artificial.

El análisis remoto propicia desde mi punto de vista, un campo nuevo que nos
permite identificar aspectos desconocidos o reveladores de la vida mental de los
adolescentes. De esa forma, a través de lo remoto, accedemos a intercambios
culturales y a una apertura mayor en la profesión.

Como lo demostraron Erikson y M. Mead, la cultura tiene un gran impacto en la


construcción de la mente y en el inconsciente, y sobre quienes más impacta es sin
duda sobre los adolescentes que tienen que hacer el pasaje de un mundo endogámico
a la exogamia.

Sabemos que la vida grupal sirve para compartir ciertos aspectos de nuestra
personalidad que nos resultan difíciles en el plano individual. Pero, ¿qué pasa con
eso en tiempos de aislamiento social? Para algunos de nosotros se abrió la
posibilidad de un campo nuevo. Para otros, ese campo ya existía pero debimos
ampliarlo a todos los pacientes, lo que significó realmente un cansancio mayor.
Atender únicamente de forma remota exige un constante esfuerzo por configurar al
otro.

Lo virtual es desde mi punto de vista un puente que conecta, que calma,


tranquiliza, distrae e invita a no estar tan solos. Lo virtual no es menos “real” y sin
embargo los analistas no nos sentimos iguales, nos resulta más cansador.
Contrariamente a muchos prejuicios, por momentos el contacto es mucho más
íntimo y más cercano. Pasamos a estar dentro de las casas de los pacientes. Estar
geográficamente lejos no es lo mismo que estar “a distancia” y por eso lo elegimos
llamar análisis remoto y no a distancia porque pensamos que seguimos cerca de
nuestros pacientes. Hacer psicoanálisis hoy no es para mí un encuentro sin cuerpos,
sino un encuentro con otros cuerpos.
El cuerpo en la escena de lo virtual no es un tema nuevo. Nos encontramos
generalmente con su torso y su cara y nos perdemos del resto.  Nos preocupamos
por integrar mente-cuerpo, un desafío del que no podemos escapar y que  se nos
presenta hoy  con mayor dificultad. El desafío es no quedarse solo en la escucha y no
perder el cuerpo de vista. Un análisis remoto debería atravesar también, la
concepción de los estados corporales primitivos de la mente. No solo el cuerpo
sexual edípico o narcisista, sino el cuerpo subjetivamente experimentado y
disfrutado en términos relacionales. Judith Butler (1993) se refiere a la experiencia
del cuerpo como una construcción moldeada por el lenguaje y el contexto social. El
cuerpo en tanto experiencia nos remite necesariamente al otro y a la relación con
otro.
i
Estas líneas se escribieron con motivo del coronavirus en 2020.

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