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Biografía
La figura del Maestro Eckhart siempre ha resultado llamativa, más allá de su propuesta mística,
al haber sido el primer teólogo sometido a un proceso por parte de las autoridades religiosas,
quienes lo acusaban de herejía. Cabe destacar, además, que el Maestro Eckhart gozaba de gran
popularidad en su tiempo, pues era maestro en teología de la Universidad de París, una de las
instituciones más importantes en toda la Edad Media.
Se considera, a partir del documento Acta, que nació a comienzos del año 1260, probablemente
en la provincia de Tambach, ubicada actualmente en Alemania. De su juventud se tienen pocos
registros, se sabe que entró a temprana a edad al convento de dominicos de Erfurt, para después
continuar su formación teológica en Colonia, donde conocería la doctrina de Dionisio Areopagita
y de Alberto Magno. Asimismo, se estima que Eckhart terminó sus estudios teológicos en París,
ya que en el documento anteriormente mencionado, lo sitúa en 1293 como “Bachiller en
teología” (lo que ahora sería licenciado).
Una nueva etapa en la vida del Maestro se inaugura en 1313, en la cual regresa a hacerse cargo
de la reforma de conventos y el cuidado de comunidades de monjas. En ella, dedica más su
tiempo a la elaboración de obras ajenas a su Opus tripartium, entre las que destacan el Libro del
consuelo divino y Del hombre noble. Es durante este periodo cuando también realiza más
sermones, en los cuales empieza a delimitar más su doctrina. En ellos se encuentra una de las
fuentes principales para entender la mística de Eckhart, la cual era completamente influida por su
interacción con monjas, a quienes iban dirigidos los sermones, y la mística femenina de autoras
como: Hildegard Von Bingen, abadesa alemana del siglo XII que se dedicó a muchos campos del
conocimiento; Mechtild von Magdeburg, monja alemana del siglo XIII, la primera en escribir sus
visiones del cielo y del infierno en lengua vulgar; y Marguerite Porete, contemporánea de
Eckhart que se volvió muy famosa por sus escritos místicos, los cuales fueron prohibidos por la
Iglesia. Al igual que el Maestro, Porete fue juzgada por la inquisición y llevada a la hoguera al
no arrepentirse de sus enseñanzas.
En 1325 el papa Juan XXII, por medio del visitador Nikolaus von Strassburg, inició una
investigación sobre los escritos del Maestro, pues muchos hermanos pertenecientes a la misma
orden veían con disgusto la forma de predicar al pueblo llano. Dicha investigación se centró en el
Liber benedictus, el cual escribió durante esta época. A partir de esta primera investigación habrá
un continuo conflicto entre Eckhart y las autoridades, el cual culminará con el juicio contra el
Maestro em 1327. A pesar de todos los intentos del místico y de su gran popularidad, la
inquisición de Colonia continuó con el proceso. A comienzos de 1328 Eckhart muere esperando
el veredicto de su juicio, el cual, pese a su muerte, será negativo, tachándolo como hereje.
Lamentablemente, el proceso inquisitorial contra el Maestro se vio influido por la errónea
interpretación de los sermones, así como ciertas irregularidades en torno al proceso.
El pensamiento de Eckhart puede ser un poco paradójico y en ocasiones difícil de comprender,
por ello, nos será de gran ayuda el conocer someramente el pensamiento de una de sus
influencias, Dionisio el Areopagita. Dionisio el Areopagita es el fundador de lo que se conoce
como “Teología negativa”, esta rama de la teología afirma la imposibilidad de conocer a Dios
mediante sus atributos, pues estos no logran discernir la esencia divina al ser concebidos por el
intelecto humano. Conceptos como “bueno”, “bello”, entre otros, son, de acuerdo con Dionisio,
limitados e inútiles para conocer a Dios, por ello, la única forma para conocerlo es la vía
negativa, esto es, decir todo lo que Dios no es. A partir de este no-saber, de esta ignorancia
completa, se logra conocer a Dios directamente. Como se puede intuir, ambas doctrinas se
fundamentan en lo inefable, en aquello que no se puede decir y sólo puede ser contemplado.
Sobre Dionisio, Eckhart dice lo siguiente:
De ahí que el clarividente Dionisio, siempre que escribe de Dios, dice ‘él está por encima del ser, por
encima de la vida, por encima de la luz; no le atribuye ni esto ni lo otro y [con ello] quiere decir que él es
[un] no sé qué, que está más allá de todo. Si alguien ve alguna cosa, o si algo penetra en tu conocimiento,
eso no es Dios, justamente, porque no es ni esto ni lo otro. A quien diga que Dios está aquí o allí, no le
creáis”
Una vez aclarado este aspecto, empezaremos a definir dos conceptos importantes y
complementarios en el pensamiento del Maestro: la pobreza y el vacío. Para el filósofo la
pobreza tiene distintos grados, los cuales están jerarquizados. El primero, y más sencillo, es la
pobreza material, a la cual el pensador no aborda. Después está la pobreza exterior, aquella
donde el ser humano carece de bienes materiales y prioriza actividades tales como la penitencia y
las causas de obras. (35-37. Los pobres de espíritu). Dicha forma de vida, aunque es admirable
en apariencia, no llega a la verdadera pobreza y, por tanto, tampoco al conocimiento de Dios,
respecto a esto Eckhart dice lo siguiente en su sermón Vivir sin porqué:
Hemos dicho a menudo que el hombre debería vivir de tal manera que no viviera ni para sí
mismo, ni para la verdad un para Dios; es más, debe estar tan vacío de todo saber que no sepa ni
conozca ni encuentre que Dios vive en él. Pues cuando el hombre estaba en el ser eterno de Dios,
no vivía en el nada más; es más, lo que allí vivía era él mismo. Por eso decimos que el hombre
debe estar vacío de sí mismo, tal como lo era cuando [todavía] no era, y dejar actuar a Dios como
él quiera, para que el hombre se mantenga vacío
Esta idea se complementará con la metáfora del templo vacío. En el sermón El templo vacío, el
Maestro hace una exégesis del versículo Mateo 21,12; donde Jesús expulsa del templo a
vendedores y compradores; de acuerdo a su interpretación, el templo simboliza al ser humano,
mientras que los vendedores son todas las cosas materiales y causas. Al igual que con la pobreza,
el templo en cuanto esté vacío, permitirá la entrada de Dios, sin embargo ¿cómo puede entrar
Dios si anteriormente se decía que debía negarse los atributos de Dios así como olvidarlo?
El maestro Eckhart distingue tres potencias del alma, siendo la primera la voluntad., la segunda
el intelecto y la tercera que tendrá muchas metáforas a lo largo de los sermones del Maestro,
entre ellos: la ciudadela, la centella o la custodia. Sobre esta última, de suma importancia para
comprender el pensamiento del místico, el autor dice lo siguiente:
Algunas veces he dicho que en el espíritu hay una potencia y sólo ella es libre. A veces he dicho
que es una custodia del espíritu; otras he dicho que es una luz del espíritu y otras veces que es
una centella […] Está libre de todo nombre y desnuda de toda forma, totalmente vacía y
libre, como vacío y libre es Dios en sí mismo. Es tan completamente una y simple como uno y
simple es Dios, de manera que no se puede mirar en su interior.
Debido a la unicidad y a la simplicidad de esta potencia del alma, la cual podría equipararse con
la essentia animae en Agustín, el ser humano debe deslindarse de todo atributo personal, debe de
vaciarse completamente. Este vaciamiento incluso debe ocurrir respecto a cualquier atributo de
Dios:
Por eso, si Dios quiere alguna vez asomarse en su interior, le costará necesariamente todos sus
nombres divinos y sus atributos personales; si quiere echar una mirada en su interior, es necesario que
lo deje absolutamente todo fuera. (192-198 La virginidad del alma)
Esto explica por qué Eckhart cree necesario vaciar todos los atributos de Dios, olvidarlo, para
permitir que Él entre al individuo.
Al estar el ser humano vacío (al hacer activa esta potencia del alma), éste se encuentra en un
estado semejante al de Dios, pues se estaría en la unicidad y en la simplicidad del alma, donde no
lo afectaría el paso del tiempo porque, en cierto modo, el ser humano logra regresar a su estado
prístino, anterior a su misma existencia, es decir, regresa a la nada. “En esta pobreza reencuentra
el hombre el ser eterno que él ya había sido y que ahora es y que será para siempre” (165-167
“Los pobres de espíritu”). Este camino lo traza más explícitamente en el sermón Vivir sin
porqué, donde Eckhart explica los distintos pasos a dar, siendo el primero el deslinde de todo lo
personal, para posteriormente llegar a una pureza de corazón; y, por último, el ser humano debe
de liberarse de la nada. Aquí la doctrina del Maestro pareciera ser otra vez contradictoria, sin
embargo, dicha contradicción tiene un sentido. De acuerdo con el filósofo, el sufrimiento es
motivado por la nada, para ejemplificar esto, Eckhart pone el ejemplo del carbón ardiente: El
carbón ardiente daña a la mano porque ésta carece de las propiedades del carbón, si ésta
compartiera las propiedades del mineral, no sufriría. (64-69 “Vivir sin porqué”) Del mismo
modo, el ser humano debe liberarse de la nada para que en la unicidad y simplicidad de este
vaciamiento tenga a Dios, el cual es el todo (y por ese motivo, quien estuviera en esta potencia
del alma no sufriría). La contradicción de la filosofía del Maestro es aparente, pues el
vaciamiento de todo trae, de otra forma, el llenamiento de Todo, es decir, de Dios.
De tal modo, el vaciamiento se relaciona a todos los aspectos; la pobreza es interior. Existen
otras imágenes dentro de la filosofía del teólogo para ilustrar este rasgo indispensable para el
conocimiento de Dios, por ejemplo la imagen de la Mujer virgen, donde Eckhart emplea la
fecundidad femenina para explicar cómo debe de ser el ser humano, y a la vez, la virginidad para
referenciar la vaciedad de toda imagen extraña (10-13; 37-39 “La virginidad del alma”).
“ ‘¿Por qué salís de vosotros mismos? ¿Por qué no permanecéis en vosotros y os recibís en
vuestro propio bien? Si lleváis toda la verdad esencial en vosotros?’” 134-136 Vivir sin un
porqué
Hazte como un niño / ¡hazte sordo y ciego! / Tu propio yo / ha de ser nonada / ¡atraviesa todo
ser y toda nada! / Abandona el lugar, abandona el tiempo, / ¡y también la imagen! / Si vas sin
camino / por la senda estrecha, / alcanzarás la huella del desierto. (VII “El grano de mostaza”)
Finalmente, uno podría considerar que la pretensión de la propuesta del Maestro no pondría
distinción entre Dios y el ser humano, al ser ambos uno y simple; sin embargo, Eckhart intuye
esta posible lectura y por ello distingue la cualidades que separan a Dios del hombre: la primera
de ellas es la dualidad presente en la humanidad, es decir, el carácter corporal del ser humano
que está sujeto a la temporalidad; pero resulta evidente que la propuesta de Eckhart está
destinada al alma, como se ha visto en las líneas precedentes, por ello, lo que distingue a Dios
del alma es su cualidad increada, a diferencia del alma que es creada.
La vida del ser humano de acuerdo con la propuesta del Maestro Eckhart pareciera perder el
sentido debido a la renuncia de todo, al vaciamiento; no obstante, el sentido dado por el filósofo
se encuentra en el mismo acto de vaciamiento, en alcanzar ese grado de simplicidad y unicidad,
pues, de acuerdo con el filósofo, se está actualizando la essentia animae del ser humano. Esto se
puede ejemplificar con el siguiente fragmento:
Quien durante mil años preguntara a la vida: ‘¿por qué vives?’, si pudiera responder no diría otra cosa
que ‘vivo porque vivo’. Esto es así porque la vida vive de su propio fondo y brota de lo suyo; por eso
vive sin porqué, porque vive de sí misma. (96-100 “Vivir sin porqué”)
Asimismo, el ser humano debe vivir porque vive, frase que resonará en uno de los primeros
existencialistas europeos, a saber, Dostoievski: “Amar la vida antes que la lógica […] por fuerza
antes de la lógica, y sólo entonces podré entender también su sentido” (Dostoievski, 2016,
p.320). En Eckhart el sentido de la existencia se encuentra en el mismo vaciamiento.
Influencias
Hay quienes dicen que el Maestro Eckhart más que un místico fue un teólogo dedicado a conocer
la experiencia mística, no obstante, sus escritos influyeron en varios pensadores y poetas, entre
los que destaca San Juan de la Cruz, poeta español que retoma la idea de la fecundidad y entrega
de la mujer para recibir a Dios, el amado. Un ejemplo de esto es el poema titulado Noche oscura:
A oscuras y segura,
a oscuras y en celada
En la noche dichosa
ni yo miraba cosa
Aquesta me guiaba
adonde me esperaba
En mi pecho florido
y yo le regalaba,
El aire de la almena
en mi cuello hería,
Quedeme y olvídeme,
dejando mi cuidado
sigl