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CAPITULO V

El sujeto político posmoderno


DIANA CAROLINA CORAL*

Introducción
AL SOCIÓLOGO FRANCÉS JEAN BAUDRILLARD (N. 1956) se le inscribe en la
línea de pensadores como Marshall McLuhan o Paul Virilio, analistas del fe-
nómeno de la información y de los mass media. No obstante, por la
radicalidad de sus planteamientos, la postura de Baudrillard se destaca en-
tre la de éstos. Su inclusión en un estudio como el presente obedece a la im-
portancia que reviste este pensador dentro del panorama de la sociología y
filosofía francesa, y a las dificultades que presenta en su trabajo, que se cons-
tituyen en un reto para el pensamiento contemporáneo, en tanto no se remi-
ten a un fenómeno particular, sino que pretenden abarcar la sociedad en su
totalidad como una sola estructura.
Entender la interpretación que Baudrillard plantea sobre la sociedad con-
temporánea o posindustrial como una sociedad hiperreal, es decir, más real que
lo real, permite entrar a estudiar la posición de este sociólogo frente a la polí-
tica o, como él la llama, transpolítica, para encontrar en ella dos cuestiones fun-
damentales. En primer lugar, el fin de la política, la explicación de este
acontecimiento, al igual que de sus fenómenos más representativos, como el te-
rrorismo, los mass media ocupando el campo de lo social -de lo público-, y los
conflictos por diferencias raciales, étnicas o culturales; en segundo lugar, un
cuestionamiento acerca de la posibilidad del disenso en estas condiciones, asun-
to que en un principio pareciera acercar al autor a un nihilismo radical, pero
que, tras observar las implicaciones de su crítica a lo real y la importancia que
en ella cobra el concepto de la ilusión, abre un camino de disenso, planteado
como el único posible. Los anteriores son los dos puntos fundamentales a los

* Estudiante de filosofía, Universidad Nacional de Colombia.


Actualmente se encuentra realizando su trabajo de grado.

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POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

que aquí se hará referencia, considerando que son ellos los que darían luces
sobre el ejercicio de la política hoy, pues caracterizan, por un lado, a los ac-
tores y acontecimientos de ésta, y por otro, ofrecen una ubicación frente a
nuestra sociedad con la posibilidad de un análisis crítico, desde el cual re-
flexionar acerca de su utilidad y pertinencia para un estudio de lo político con
una perspectiva filosófica.
Lo anterior se enmarca en un intento de búsqueda de una interpretación
del sujeto en el mundo posmoderno, y concretamente del sujeto como agente
político, tema del que Baudrillard no se ocupa específicamente, pero acerca del
cual se pueden tener algunas luces, partiendo de su interpretación del mundo
contemporáneo. A continuación se pretende recoger, en primer lugar, las ideas
fundamentales de este pensador y, en segundo lugar, esbozar, a partir de ellas,
un breve análisis del modo en el que hoy se puede hablar de sujeto. Todo esto
con el fin de ofrecer una idea al lector de uno de los modos desde los que se puede
abordar el problema del sujeto político en el mundo posmoderno.
Se habla del mundo posmoderno porque evidentemente hay experien-
cias que muestran cambios esenciales en el modo de vivir en el mundo, como
la experiencia del tiempo, de las relaciones interpersonales y de la comunidad
política, entre otras. El mundo se percibe de otra manera, o mejor se está co-
menzando a percibir de otra manera, y aunque no pueden darse pautas de-
finitivas que permitan entender el mundo, sí es claro que se está presenciando
el nacimiento de un nuevo mundo enmarcado en el contexto de las nuevas
tecnologías, la ampliación de las técnicas de información, los desarrollos de
una economía capitalista globalizada, las investigaciones científicas y la im-
periosa preocupación por la seguridad como base de desarrollo de todo lo
anterior. Con lo antedicho se pretende aclarar que el uso del término
posmoderno para hablar de la sociedad contemporánea intenta poner de
manifiesto una conciencia de que nuestra época no es la modernidad del si-
glo pasado, y sin entrar a discutir si somos la plenitud de ella o su malforma-
ción, lo que se quiere es dejar abierta la posibilidad de entender nuestra época
bajo categorías propias que resulten esclarecedoras para los cambios que hoy
se observan y desconciertan.
El pensamiento de Baudrillard resulta atractivo precisamente porque en-
frenta a una interpretación tan sorprendente de nuestro mundo -debido a su
radicalidad-, que incita a repensar la definición de lo real y a reconsiderar nues-
tro mundo y su devenir. En consecuencia, se encuentra un análisis de la políti-
ca, la economía, la publicidad, el cuerpo y el sexo entre otros, que resultan

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EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

sugestivos, como mínimo, en el mundo libre de los derechos humanos y el pro-


greso. A partir del análisis de este autor es posible perfilar una idea del modo
en el que se puede hablar hoy de sujeto, siendo de particular interés para el pre-
sente trabajo, el sujeto en tanto sujeto político.

i. La sociedad hiperreal
Las dos determinaciones de la sociedad hiperreal son la transparencia y la
simulación. A partir de ellas el autor teje una interpretación que abarca todas
las manifestaciones de nuestra cultura, siendo éstas la base de la lógica
hiperrealista: "disuasión de lo real mediante lo virtual" 1 . De acuerdo con lo an-
terior, el presente capítulo se divide en tres partes: la primera corresponde a la
noción de transparencia; la segunda, a la de simulacro, sin olvidar que sólo la
integración de ambas permite entender las sociedades posindustriales de Oc-
cidente como sociedades hiperreales, siendo precisamente esto lo que se preten-
de hacer ver en la última parte, que se ocupa de un caso concreto: la guerra del
Golfo Pérsico, asunto especialmente estudiado por Baudrillard.

1.1. La transparencia: La verdad sin acuitamientos


La transparencia es la posibilidad de verlo todo, es la presencia sin velo,
es la verdad sin ocultamientos. Es lo que caracteriza nuestra cultura, al no de-
jar nada oculto, al acceder a todo, al tenerlo todo. Una sociedad transparente
es la que se presenta sin ninguna máscara, no engaña, es exactamente, y sin lu-
gar a dudas, lo que se pone ante la mirada. Baudrillard muestra cómo en to-
das las actividades de la vida social y de la privada es palpable esta condición
de transparencia, condición que se manifiesta y se define básicamente a partir
de tres aspectos: la presencia sin velo, la carencia de una finalidad y la
autodestrucción.
Pensemos el caso de la información que, junto con el de la economía, son
los que de manera más contundente dejan ver el estado de transparencia de
nuestras sociedades. Hoy podemos acceder a toda la clase de información que
deseemos, ya no existen temas prohibidos, ocultos, frente a los cuales nos man-
tengamos en completa ignorancia; encontramos todo tipo de información en
los mass media, desde lo más inocente hasta lo más amenazante (o por lo me-

1
Jean Baudrillard, La guerra del Golfo no ha tenido lugar, Barcelona:
Anagrama, 1991, p. 15.

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POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

nos lo que creemos tal), los detalles del romance ilegítimo de uno de los hom-
bres más poderosos del mundo junto con un partido de fútbol, la descripción
del armamento utilizado en la guerra del Golfo junto con las fotos en movi-
miento de las mujeres "más bellas" del mundo.
Encontramos información que indica cómo preparar un buen café y tam-
bién datos útiles, si tenemos pensado suicidarnos; no existe nada prohibido, ni
la muerte, ni el sexo, ni el mal (por lo menos en este caso porque, como vere-
mos más adelante, el mal, como expresión de negatividad, es rechazado y ex-
pulsado del orden de nuestras sociedades), pues en la red encontramos subastas
de armas y pertenencias de asesinos en serie, por ejemplo, o puntos de encuen-
tro virtual de jóvenes nazis (después de haberse visto lo que se vio en el pasado
siglo). Hoy tenemos información sobre estos actos que repudiamos y nos cau-
san escozor, sobre lo bueno, lo malo, lo legítimo, lo ilegítimo (mercado de mu-
jeres y niños), sobre lo que queramos, la abundancia de la información, ¡las
maravillas del progreso!
Por un lado, entonces, la transparencia se observa en la posibilidad de te-
ner toda la información frente a nosotros, nada se nos escapa, ningún tema sin
ser tratado, todo está allí expuesto, corno anteriormente quedó dicho. Por otro
lado, la carencia de finalidad de los mass media deja ver su carácter de trans-
parencia, pues, aunque se elogie la producción infinita de información en nom-
bre del derecho universal a la libre expresión y en nombre de la búsqueda de
objetividad (para dejar atrás la posibilidad de juicios y decisiones arbitrarias),
es innegable que hoy es difícil encontrar la finalidad de este proceso de produc-
ción perpetua de información, ya que lo único que vemos es que "ni la masa tie-
ne opinión, ni la información la informa: una y otra siguen alimentándose
monstruosamente"2.
Para entender el modo en el que circula la información y la carencia de fi-
nalidad de esta actividad, como lo afirma Baudrillard, es preciso entrar a es-
tudiar el comportamiento de las masas, que acompañan este movimiento. Si
bien no se ahondará en el tema de las masas (pues ocupa un lugar especial en la
exposición de la transpolítica, en donde será tratado a fondo), se señalará que
la legitimidad que tienen los productores de información se encuentra en su
responsabilidad con las masas, responsabilidad que les impone como su obje-
tivo último informar a más gente (democratizar la información) y brindar

2
Jean Baudrillard, Las estrategias fatales, Barcelona: Anagrama, 1984,
p. 96.

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mejor información (análisis de especialistas, debates con los distintos actores


implicados en un hecho etc.).
Sin embargo, esta labor de los mass media es muy cuestionable hoy cuan-
do observamos que el resultado esperado -que no es otro que la formación de
opinión pública, de individuos mayores de edad, autónomos y libres, que con-
duzca a la humanidad a un orden racional de libertad y justicia- aún no se ha
logrado, a pesar de los sindicatos, de los periódicos, revistas, imágenes, etc. En-
tonces, ¿qué finalidad tienen los medios, cuando es evidente que mayor infor-
mación y la posibilidad de acceder a ella no es garantía de conseguir los
resultados esperados? si los motivos de su existencia no se cumplen, ¿para qué
existen hoy los mass media7, es más, no sólo por qué están aquí, sino también
¿por qué cobran tanta importancia en nuestras sociedades?
Los anteriores son interrogantes que ponen ante nuestros ojos la eviden-
cia de la carencia de finalidad de la abundancia de la información y de los mass
media que se ocupan de su producción. Sin embargo, también es claro que su
importancia dentro de nuestra cultura no se puede desconocer; asunto frente
al cual Baudrillard, tras su estudio, afirma que es precisamente la manifesta-
ción de la transparencia de nuestra cultura, pues la ausencia de finalidad la
conduce a su infinita producción para el mantenimiento de sí misma, lo que
en el caso de la información en particular, significa una reproducción cons-
tante de todo el movimiento de la información con el único objetivo de man-
tener esta manifestación social, lo que en palabras de Baudrillard es la
"aceleración en el vacío".
Dicho sea de paso, la importancia que revierte esta concepción de los mass
media y su papel en la sociedad al asunto de la relación entre los medios y las
masas no es despreciable, en tanto le da un nuevo enfoque a la cuestión de la alie-
nación, entrando a cuestionar el papel victimario y pasivo de las masas otor-
gado en los estudios más relevantes sobre el tema3, y planteando en su lugar una

3
Estoy pensando en Marx, en la Escuela de Frankfurt y más
recientemente en el situacionismo francés que, a pesar de entender el ansia
de espectáculo como una exigencia de las masas (por lo menos así lo
manifiesta su más conocido exponente Guy Debord), aún, como una
muestra de esperanza de redención de las mismas, ve en el arte la
posibilidad de manifestar el sentimiento de realidad o de verdad. Toda esta
tradición conserva la noción de alienación para referirse a la relación de los
medios de comunicación con las masas, colocando de un lado a los
oprimidos y de otro a los opresores.

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POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

"servidumbre voluntaria" desde la cual se constituye una relación circular en-


tre medios y masas, en la cual se profundizará en la segunda sección. Con lo an-
terior sólo se pretende hacer una invitación a encontrar en el pensamiento de
Baudrillard aquello que parece abrir caminos, o a revisar los ya recorridos,
para llevarnos a nuevos enfoques útiles en el campo de la filosofía política.
Volviendo a la cuestión de la ausencia de finalidad del proceso de produc-
ción de la información, es claro que no se logra el objetivo, en la medida en que
parece establecer su necesidad y legitimar su lugar en la sociedad, y al mismo
tiempo se observa una importancia enorme de los mass media. La interpreta-
ción que plantea Baudrillard acerca de la perpetuación del proceso de infor-
mación como una aceleración en el vacío, o reproducción para sí mismo, para
su mantenimiento, es, como mínimo, probable; para afirmar que no sólo es
probable sino una condición efectiva del sistema de producción de informa-
ción, se abordará entonces el tercer determinante de la condición de transpa-
rencia: la autodestrucción.
El carácter de autodestrucción en el proceso de los mass media se observa
concretamente en los virus electrónicos: "los virus electrónicos son la expresión
de la transparencia homicida de la información a través del mundo" 4 , es el ex-
ceso de información la que conlleva en sí su destrucción, es el exceso el que con-
traría su finalidad de credibilidad y confianza5, es el exceso el principio de su fin.
Es este hecho el que permite corroborar el planteamiento del sociólogo fran-
cés acerca de la finalidad que hoy le queda y determina la producción de infor-
mación: su eterno mantenimiento, la perpetuación de su existencia, pues si bien
la destrucción es inherente a su exceso también es cierto, paradójicamente, que
generar cada vez más y más información es el único modo de seguir existiendo
y de seguir ocupando el papel fundamental dentro del orden cultural de nues-
tras sociedades contemporáneas.

4
Jean Baudrillard, La transparencia del mal, Barcelona: Anagrama,
1991, p. 46.
5
Tomemos como ejemplo los sucesos del 11 de septiembre en Estados
Unidos. Fue tan amplio el cubrimiento de los medios al acontecimiento
que, finalmente, la credibilidad estaba agotada, no se sabía quién estaba
especulando, y de hecho, los mismos medios reportaron este fenómeno
que deja ver que, aunque el mundo entero estuvo "pegado" al televisor el
día entero, había cierto escepticismo acerca de la información que se estaba
transmitiendo.

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EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

Es precisamente la comprensión unificada de los tres aspectos presenta-


dos como características de lo transparente, lo que permite entender la mag-
nitud de la interpretación de Baudrillard acerca de nuestra cultura, pues su
exceso, su consecuente autodestrucción y su perpetuación como única finali-
dad obedecen a una dinámica circular que nos enfrenta, no sólo al vacío de la
actividad de los mass media, sino al vacío de la sociedad entera, en tanto que la
política, la economía, la vida pública y privada, y cada uno de los ámbitos de
la vida humana pasan, irremediablemente, por el ojo omnipresente de los me-
dios, hecho que parece dejar ausente de finalidad toda la información al respec-
to y que, por lo tanto, parece dejar vacía nuestra vida entera, el acontecer
cotidiano, en tanto que "en el fondo el mensaje ya no existe, el médium se im-
pone en su circulación pura" 6 .
Los mass media juegan un papel fundamental en el hecho de que las con-
diciones básicas de la cultura de nuestros días sean la transparencia y la simu-
lación. Son, indudablemente los adelantos técnicos en ese campo los que
permiten que hoy los medios estén presentes en todas partes, cubran todos
los ángulos y lleguen al mundo entero, y es precisamente este hecho esencial
de las sociedades posindustriales el que genera, como se dijo en el párrafo an-
terior, un vacío en el proceso mismo de la información y en el complejo de la
vida humana. Este vacío debe ser entendido como la carencia de un horizonte
fuera de sí, la ausencia de un fin distinto a su simple sostenimiento, la conti-
nua producción por y para sí mismo. Se puede comprender entonces el pro-
ceso de aceleración en el vacío que recorre la información; pero, aún no es
claro cómo se pueda afirmar lo mismo de toda la cultura occidental, como
Baudrillard lo hace, y mucho menos de la vida privada de los individuos, por
cierto intocable.
Baudrillard atribuye a la sociedad en su conjunto la condición de "acele-
ración en el vacío", señalando con esto una carencia de finalidad que hace del
momento actual de Occidente el momento de la realización de la utopía 7 . Plan-
tea Baudrillard el mundo de hoy como uno sin historia (presenciamos el fin de

6
Jean Baudrillard, Las estrategias fatales, op. cit., p. 70.
7
"El sistema ha realizado todo su potencial utópico y ha sustituido la
radicalidad de su operación por la radicalidad del pensamiento". Esta cita
aclara mucho acerca de las posibles críticas, pues no está diciendo que el
mundo es perfecto hoy, sino que, todo lo que podía ser ya lo es, y que son
los signos y no los hechos los que muestran este suceso.

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POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

la historia), pues cuando ésta existe hay una finalidad que orienta la interpre-
tación de los sucesos que acontecen en el mundo, mientras que hoy, cuando pa-
rece haberse alcanzado el estado de abundancia, la democracia como
imperativo mundial y consensos mundiales acerca de lo que se podría llamar
"normas mínimas de convivencia", la finalidad parece ser sólo una: continuar
reproduciendo el sistema actual, mantener la utopía ya realizada.
Por supuesto, lo anterior es muy criticable. ¿Podríamos decir acaso que la
sociedad de la abundancia es un hecho cuando más de la mitad de la población
del mundo no tiene acceso a los beneficios a los que ello debería dar lugar? O,
¿podemos acaso decir que vivimos una democracia real a nivel mundial? Es
más, ¿acaso los derechos humanos y el DIH no son más que discursos que ocul-
tan un ejercicio de la violencia y de la esclavitud? Conocemos las respuestas a
las anteriores preguntas y sabemos que el mundo definitivamente no es la rea-
lización de la utopía. Entendamos, entonces, a continuación, el modo en el que
Baudrillard lo dice.
El planteamiento central de Baudrillard es que la cultura actual ejerce su
poder dentro de nuestras sociedades por medio de los signos. En todos los ám-
bitos de la actividad humana no hay más que signos - y esto ya anticipa algo de
la condición de simulación- siendo estos los que nos indican que la utopía está
en plena realización. "En el fondo el mensaje ya no existe, el médium se impo-
ne en su circulación pura", que si lo extendemos a la sociedad entera diría algo
como: "en el fondo ya no hay contenido, ya no hay fin, son los medios los que
cumplen con ese papel en su circulación", los medios asumen el carácter de fi-
nes. Al decir medios no nos referimos exclusivamente a medios de información,
sino a todo aquello que en principio fue planeado como un medio útil para de-
terminado fin y que hoy, en una cultura transparente y vacía, se impone como
fin. El capital es un ejemplo pertinente para ilustrar esto.
Como se dijo en un comienzo, la economía y los procesos de información
son los ejemplos más representativos de la transparencia de nuestra cultura,
por lo que se pretende ahora utilizar el primer caso para entender cómo las so-
ciedades posindustriales perpetúan su sostenimiento en el vacío al carecer de
una finalidad exterior a ellas y al asumir, en su lugar, lo que anteriormente fue-
ron los medios, asunto que conducirá a la condición de simulación, pues si bien
nos reproducimos en el vacío, no lo sentimos ni percibimos así.
Hoy ningún lugar en el globo terráqueo escapa a los movimientos de los
flujos económicos. El mundo entero en sus relaciones de intercambio econó-
mico está mediado por el valor de cambio, por el capital, y todo entra dentro

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EL SUJETO POLÍTICO POSMODERNO

de este valor de cambio: el trabajo, el ocio, el arte, la vida misma; no existe ni


un lugar en el mundo donde el intercambio no sea mediado por el capital, ni
tampoco ámbito alguno en las relaciones interpersonales que no lo esté, sien-
do este uno de los aspectos que muestra la transparencia de la dinámica econó-
mica: su presencia excesiva que ya no se limita al campo del comercio y la
producción de bienes materiales, sino que ha penetrado en toda forma de re-
lación humana 8 .
Por otro lado, la transparencia de la economía se manifiesta en su repro-
ducción sin un fin y en su desprendimiento de lo que era su referente, su funda-
mento concreto: la producción, pues si bien la economía en la etapa industrial
de Occidente concebía la generación de riqueza a partir de una mayor produc-
ción cada vez con más eficacia y eficiencia, en la etapa posindustrial se genera
capital con el capital mismo, es ésta la base, el fundamento de la dinámica eco-
nómica, es el dinero en la bolsa, los bonos, etc., lo que puede generar riqueza,
y lo que mantiene o destruye, en un importante grado, la economía de los paí-
ses, y no directamente la producción (obviamente ésta no deja de ser impor-
tante, es un elemento necesario pero no suficiente, como se puede ver en el caso
de la crisis de Brasil y de los países asiáticos, crisis que se generaron primaria-
mente por los movimientos rápidos del capital llamado "golondrina", por la
actividad especulativa más que por deficiencia del sector productivo).
La economía ya no tiene como fin la producción de bienes para la satis-
facción de necesidades o deseos de los individuos, como lo planteó la economía
clásica, sino el mantenimiento de sí misma, su perpetuación independiente de
aquello que fue su contenido. Estamos hablando de una "economía liberada de
la economía y entregada a la especulación pura, de una economía virtual libe-
rada de las economías reales"9. En este sentido, lo que en principio fue un me-
dio para facilitar el intercambio -el dinero-, es hoy la única finalidad del
proceso económico, es el movimiento del capital para producir más capital.

8
Sé que se dirá que hay campos libres de esta condición y serían
puntualmente los del ámbito privado. Sin embargo, y aunque en la
sociedad se vean signos de ello (por medio de películas, discursos,
televisión, publicidad etc.), es difícil excluir del mismo juego, relaciones
como la amistad, el amor, la paternidad, la solidaridad, pues es claro que
allí también hay una serie de signos que permiten la relación, signos que
son producidos por la lógica del capital.
9
Jean Baudrillard, La transparencia del mal, op. cit., pp. 32-43.

[2571
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

Por último, el otro rasgo que hace de la economía una actividad transpa-
rente: su autodestrucción. La economía en su realización perfecta de libre mo-
vimiento de los flujos de capital, de intercambio libre sin restricción alguna, es
la causa de su propio fin, pues la economía se ha concebido históricamente
como la actividad del hombre encargada del intercambio con el fin de que una
sociedad o una comunidad se autoabastezca para suplir así sus necesidades y
deseos. Pero hoy la economía no realiza un intercambio real, en primer lugar,
y en segundo, no responde a las necesidades y deseos de la sociedad sino que los
crea a partir de las necesidades de la lógica de la producción10.
En otras palabras, a la par de necesidades como el vestido, la alimentación,
el techo, necesidades como la de diferenciarse están orientadas por la produc-
ción; por ejemplo, ya mi identificación, y por consiguiente mi diferenciación
frente a los otros, no va a depender de unos fines, principios o valores
transcendentales, sino de un producto que reemplaza aquello por sus signos.
Así, Benetton® ofrece ropa y accesorios en cuya publicidad se manifiesta el va-
lor de la diferencia, el respeto por el otro y la crítica a comportamientos opues-
tos a estos, por lo que en el momento en el que yo compro un jean allí, no es
simplemente la compra de una mercancía, sino que también estoy apoyando
y expresándome por medio de esos signos, pues no es lo mismo que yo salga con
un abrigo de pieles o con una chaqueta Benetton®, lo que estoy manifestando
en cada caso es una cosa distinta, no es simplemente un modo de suplir mi ne-
cesidad de vestido.
Acerca de la liquidación del intercambio real, y con ello del fin con el
principio básico de la economía, Baudrillard afirma que se da efectivamen-
te un intercambio de objetos cuando cada objeto tiene un valor irrempla-
zable, cuando tiene un valor en sí mismo, en otras palabras, cuando prima
su valor de uso. Si el intercambio hoy se basa en el valor de cambio, es éste lo

10 "'p re e to be oneself' in fact means: free to projeet one's desires onto


produced goods. 'Free to enjoy life' means: free to regress and be irrational,
and thus adapt a certain social organization of production". ("'Libre para
ser uno mismo' significa de hecho: libre para proyectar los deseos
personales en los bienes producidos. 'Libre para disfrutar la vida' significa:
libre para retornar y ser irracional, y así adaptarse a la inevitable
organización social de la producción"). Fragmento de The System of
Objects, p. 13, citado en Jean Baudrillard: Selected Writings. Poster Mark
(ed.). Stanford, California: Stanford University Press, 1988. La traducción

[258]
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

importante y no el objeto; podría ser una cosa u otra el objeto de intercam-


bio, su valor de cambio es lo determinante, valor que no es asignado por las
condiciones del objeto sino de los movimientos del mercado, de la competen-
cia, de la tensión oferta-demanda, producida, a su vez, a partir de signos, del
"monopolio del código", como manifiesta Baudrillard en su Crítica de la po-
lítica económica del signo. De este modo la economía ya no es economía, es
transeconomía, ha dejado atrás su base de intercambio real - d e objetos para
reemplazarlo por el intercambio, o mejor, transmisión de significados— y su
motivación en las necesidades de los individuos, para obedecer ahora a las
necesidades de la producción.
Lo anterior ayuda a comprender la idea de Baudrillard acerca de nues-
tra sociedad como la sociedad donde la utopía ya se realizó, pues siendo la
lógica del capital la que media las relaciones sociales, y siendo los signos la
mercancía esencial al intercambio que allí se da, se entiende entonces que la
idea en cuestión hace referencia a los signos en tanto que son los elementos
constituyentes de la realidad. La utopía se ha realizado, no porque la huma-
nidad entera viva en un estado de tranquilidad, paz y felicidad real, sino por-
que es esta la realidad dibujada por los signos y es el imaginario que tenemos
de nuestro mundo.
Considerando suficiente la exposición de los casos de la información y de
la economía para entender la noción de transparencia como condición de la
sociedad posindustrial, es preciso decir que para el hombre sería imposible so-
portar esta condición sin el estado de simulacro que crea nuestra cultura.
Baudrillard señala que esta exposición del ser humano a lo real sin velo algu-
no (es decir lo hiperreal) que se da a partir de los tres modos en los que se ma-
nifiesta la transparencia (exceso o presencia evidente, ausencia de fin y
autodestrucción) es inaguantable para el hombre, por lo que se hace necesa-
rio crear signos que generen una realidad adecuada para él. Es en este sentido
que se puede entender la dependencia mutua de la transparencia y la simula-
ción como condiciones de nuestra sociedad que, con la disposición de altas tec-
nologías y la universalidad de una economía de libre mercado, de libre flujo de
capitales -basadas en la idea del progreso-, construye una realidad para el ser
humano: la hiperrealidad.

1.2. La necesidad del simulacro


Es pertinente comenzar hablando de la necesidad que los seres humanos
tenemos de la noción de realidad. La distinción entre lo real y lo irreal es inhe-

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rente a nuestro comportamiento y a nuestra actividad en la vida diaria, como


cuando sucede algo inesperado y nos sorprende tanto que lo tomamos como
un sueño, en principio no lo podemos creer, hasta que, tras el contraste, cons-
ciente o inconsciente, entre lo real y lo ficticio, terminamos aceptando lo suce-
dido como algo real; o como cuando alguna situación difícil nos lleva a soñar
e imaginarnos soluciones improbables, hecho tras el cual se toma más concien-
cia de las soluciones viables y reales. Siempre el contraste entre lo verdadero y
lo falso hace posible determinar si lo que vivimos es real o hace parte de una fan-
tasía; precisamente esto es lo básico en la vida de los hombres para asegurarse
de su presencia real en el mundo.
No en vano la historia de la filosofía es la historia de la pregunta por
el Ser, una exploración eterna de lo que es verdaderamente y lo que no es,
la búsqueda de lo verdadero y lo que lo distingue de lo falso, cuestión fun-
damental en toda concepción ética y moral, asunto básico para resolver
dilemas tan importantes para nosotros los humanos como "¿me quiere real-
mente?", "¿he sido feliz alguna vez?", "¿existe verdaderamente una criatura
superior o estamos solos en el mundo?", "¿quién soy yo?", en fin, la lista es
interminable, es el problema de nuestro afán por distinguir lo falso y lo ver-
dadero para acercarnos a esto último, pues siempre es este el objetivo, vi-
vir realmente, ser verdaderamente feliz, sentir el amor verdadero, conocer el
m u n d o y su sentido real, estar frente a las opiniones, los casos, las imáge-
nes, los problemas reales.
Partiendo entonces de comprender la necesidad que tenemos los seres hu-
manos del sentido de realidad (diferenciación entre real e irreal), nos podemos
preguntar por qué nuestras sociedades intentan por todos los medios aplicar
dosis de realidad, ¿acaso no basta con la realidad que vivimos todos los días y
necesitamos "algo" que nos refuerce el sentido de realidad? ¿Nuestro mundo no
es lo suficientemente real como para necesitar "algo" que nos lo haga sentir
como tal?
Baudrillard considera que hubo un cambio en el modo de presentarnos
el mundo entre la década de los ochenta y los noventa. El cambio que allí tie-
ne lugar da origen a un mundo que simula ser real y que por ese estado de si-
mulación se convierte en hiperreal. El factor que determinó ese cambio fue,
primordialmente, "el desmoronamiento de la división, de la partición inter-
na en capas propia de cada una de ellas, de la estructura conflictual surgida
con los trastornos y las revoluciones de la era moderna", o en otras palabras
"se acabó el Otro abominable (los comunistas), se acabó el Otro adorable

260
EL SUJETO POLÍTICO POSMODERNO

(los disidentes)" 11 , como consecuencia de la caída del Muro de Berlín, de la


desaparición del comunismo real. Según Baudrillard, el hecho de que el mun-
do sea totalmente capitalista y universalmente democrático, lo coloca fren-
te a una condición desconocida en su historia: la realización del ideal sin
opositores, sin antagonistas.
Este nuevo estado del mundo moderno plantea un mundo sin contrincan-
tes, sin opositores, construido desde un consenso mundial tácito en el que pa-
recen plasmarse todos los anhelos de la modernidad: la realización de la
autonomía, de la libertad humana, la sociedad del progreso, de la abundan-
cia, a partir de los cuales un mundo en paz se acerca. Y es precisamente este fe-
n ó m e n o el que da origen, según pareciera decirnos Baudrillard, a una
realidad mundial distinta, en la que no sólo el orden mundial se configura de
determinado modo, sino en la que, y de manera más radical, la cultura occi-
dental - p o r medio de la que interpretamos, juzgamos, experimentamos el
m u n d o - adquiere rasgos de realidad absoluta, de universalidad inexcusable.
La realidad del mundo posmoderno termina siendo más real que lo real,
lo que señala "la pérdida del secreto, de la distancia y del dominio de la ilu-
sión"12. La nuestra es una cultura hiperreal, ni real ni irreal, aunque tiene un
poco de ambas pues, por un lado, es real en tanto presenta todos los síntomas
de tal, pero al mismo tiempo es irreal, debido a que dichos síntomas son pro-
ducidos a partir de un proceso de simulación y que debe su diferenciación frente
a un estado irreal o artificial a un hecho: la simulación de una realidad tan real
-valga la redundancia- que no ofrece la posibilidad de lo irreal, es decir, tan
real que no deja vacíos que puedan generar dudas acerca de su condición, lo que
en otras palabras no quiere decir más que es un estado de convencimiento tan
absoluto que la pregunta por la posibilidad de su irrealidad no tiene sentido,
pues se hace evidente que es real, la realidad se presenta como una verdad obje-
tiva incuestionable.
La definición de lo hiperreal es central para concebir la vehemencia con la
que Baudrillard afirma el fin del arte, de la política, de la sexualidad, de la eco-
nomía, de la ilusión y en general, el fin de lo real. Para empezar, pareciéramos
estar tentados a definir lo real, para tener un criterio desde el cual se pueda ha-
blar de lo real y lo irreal; pero, aceptando la dificultad que se presenta frente a

Jean Baudrillard, La ilusión delfín, Barcelona: Anagrama, 1993, p. 67.


Jean Baudrillard, Las estrategias fatales, op. cit, p. 52.

261
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

tal empresa -y que es básicamente la imposibilidad de encontrar una respues-


ta única, verdadera y universal, razón por la que ha sido ésta una cuestión cons-
tante en la historia de la filosofía de Occidente-, hemos decidido utilizar como
una definición útil la que describe lo real como lo acorde con nuestras experien-
cias más comunes y cotidianas, o lo que se acepta como una creencia básica, en
contraste con lo cual lo irreal sería lo que escapa al orden lógico de nuestras vi-
vencias cotidianas o lo que no corresponde a nuestras ideas y creencias.
Sería legítimo definir de este modo lo real e irreal pues es lo que implíci-
tamente entendemos en el vivir de todos los días cuando nos enfrentamos al es-
clarecimiento de alguna cuestión, como da a entender, por ejemplo, el hecho
de que fenómenos inexplicables desde nuestra lógica u orden sean llamados
paranormales, catalogando así situaciones que se experimentan como reales
(manifiestan sus síntomas), o se presentan dentro de lo normal, podríamos
decir, pero a las cuales, desde allí, no se les puede dar explicación alguna.
Con base en lo anterior, tal vez podamos acercarnos a la comprensión
de lo hiperreal y al papel que allí juega la simulación, pues de acuerdo con ello,
lo hiperreal es real, se presenta como lo normal, corresponde al orden de lo
vivido comúnmente, no es fantástico, es real. Por otro lado, y al mismo tiem-
po, es irreal, pues su expresión de realidad es un inmenso espectáculo, es un
gran proceso de simulación en el que, no es que se copie lo real (que sería como
su representación), sino que crea la realidad a partir de un modelo -es una
realidad creada, una realidad virtual-, para ponerlo en otros términos, pero
que no se concibe ella misma como virtual sino como verdaderamente real, es
ésta su particularidad13.
La hiperrealidad de la cultura occidental contemporánea consiste enton-
ces, primordialmente, en el hecho de que es una realidad creada a partir de un

13
En El Intercambio simbólico y la muerte, Baudrillard habla de tres
tipos de simulacros: el primero corresponde a la época del renacimiento de
Occidente: es la falsificación; el segundo momento es el de la etapa de
sociedad industrial: la producción; y por último, la etapa posindustrial de
Occidente: la simulación regida por el código. "El simulacro de primer
orden no suprime jamás la diferencia: supone la porfía siempre sensible
del simulacro y lo real (...). El simulacro de segundo orden simplifica el
problema por absorción de las apariencias, o por liquidación de lo real,
como se quiera" (p. 64). El de tercer orden, el propio de nuestra época, es
"una generación por el modelo" p. 70. Jean Baudrillard. El intercambio
simbólico y la muerte, Caracas: Monte Ávila Editores, 1992.

[262]
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

modelo, una realidad virtual con la peculiaridad de que no se percibe como


tal, precisando la condición de simulación para mantener esta singularidad.
Dicha condición de simulación permite que una irrealidad, que una ficción,
que una existencia ficticia como la de una realidad virtual pase a ser, o mejor,
a adoptarse, como una verdadera realidad. Si el problema de lo virtual es su
presentación como tal en el mundo de los humanos (en el que nos aferramos
a la noción de lo real como un mínimo para que nuestra existencia tenga sen-
tido), la simulación soluciona el problema, ofreciendo a los hombres todos
los síntomas de lo real, con lo cual no se está diciendo que estamos ante un
engaño (entonces, tendríamos que hacernos la pregunta de quiénes son los
que engañan y quiénes las víctimas) sino que, más bien, lo real ha dejado de
ser lo que antes era, ha pasado a ser otra cosa, cambio de paradigma, si se le
quiere llamar de algún modo, cambio en el modo de ver el mundo, en fin,
cambio en el que lo real (el modo convencional de relacionarnos con el mun-
do) ya no existe, aunque sigamos confiándonos del orden que en aquella rea-
lidad perdida hubo, y esto gracias a que "la nueva realidad" lo mantiene, lo
reproduce incesantemente para confirmarse a sí misma su realidad, pues es
tan sólo virtual.
Un claro ejemplo de cómo nuestras sociedades se encuentran subsumidas
en la noción de hiperrealidad es la guerra del Golfo Pérsico. La guerra del 91 le
permite a Baudrillard afirmar que no tuvo lugar, que fue una simulación de
guerra, por las siguientes razones: en primer lugar, el objetivo de la operación
no era aniquilar al enemigo, como en una guerra real, sino disuadirlo y chan-
tajearlo; en segundo lugar, y consecuente con lo anterior, el desarrollo de la
guerra bajo la normatividad de los derechos humanos y el DIH hace que la gue-
rra no sea tal, pues por definición la guerra es el estado de caos, es el resultado
del fracaso de un diálogo, de un consenso y, sin embargo hoy, debe estar con-
trolada por un consenso tácito como es el discurso de los derechos humanos;
y en tercer lugar, el hecho de que en la victoria y en la derrota no se ve ni lo uno
ni lo otro, pues los derrotados conservan su posición frente a su enemigo y los
vencedores no logran instaurar la democracia -el embargo económico no es
de ningún modo una práctica democrática-, tan sólo disuaden a Irak de no
continuar con la invasión, pero no han impuesto su idea de progreso, su hu-
manismo, ni su concepto de democracia, en otras palabras, no se imponen al
enemigo, a lo que corresponde que el vencido no se sienta como tal y su posi-
ción se mantenga del lado de la resistencia.

[263]
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

i. Transpolítica: Política en la sociedad contemporánea


En el presente capítulo se hará una breve exposición de las figuras a par-
tir de las cuales Baudrillard explica el fenómeno de la política: el obeso, el re-
hén y lo obsceno, figuras que le permiten al autor hablar de transpolítica, es decir,
de una política que va más allá, una política ejercida desde el otro lado. Con ello
se pretende un acercamiento al interés último del presente escrito: una aproxi-
mación al problema del sujeto político en el mundo contemporáneo. Empece-
mos por comprender qué es la política desde la interpretación de Baudrillard,
como primer paso para pensar el sujeto político de la posmodernidad.

2.1. El obeso
Esta figura es la metáfora de un cuerpo gordo, obeso, que ilustra la con-
dición de exceso de la política hoy. Baudrillard considera que hay un rom-
pimiento en la configuración política del m u n d o a partir de finales de la
década de los ochenta, a cuenta de un acontecimiento fundamental: el fin de
la Guerra Fría, o la caída de la "Cortina de Hierro", hecho que se revela al
mundo con la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la potencia rusa.
Desde estos hechos, el mundo se concibe como uno solo, los derechos huma-
nos como los derechos naturales de todos los hombres de la tierra, la demo-
cracia como el mejor de los modos de ordenamiento político y el capitalismo
como el más efectivo de los modelos económicos para garantizar el bienes-
tar de los individuos. Los ideales de la Ilustración encuentran su realización
potencial, pues ya son los ideales de toda la humanidad, el mundo entero
marcha bajo esos principios.
De este modo, la posmodernidad es una nueva época que plantea un rom-
pimiento y en la que, por supuesto, la política se torna radicalmente distinta,
tanto, que Baudrillard no habla de política sino de transpolítica, intentando
decir con esta expresión que el ejercicio de la política está del otro lado de la po-
lítica, es decir, que la política se simula a sí misma, para ocultar que se encuen-
tra ausente.
El fin de la política tiene origen en su abundancia, situación representa-
da con la figura de la obesidad. La pérdida de la figura de un cuerpo que se en-
gorda, "como si el cuerpo ya no se opusiera a un mundo exterior, sino que
intentara digerir el espacio en su propia apariencia"14, es comparable a la situa-
ción de la política que hoy intenta cubrirlo todo, expandirse más allá de sus lí-

14
Jean Baudrillard, las estrategias fatales, op. cit., p. 27.

[264]
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

mites, buscando abarcarlo todo para que fuera de ella no quede nada. La obe-
sidad de la política debe entenderse en el mismo sentido en el que Baudrillard
habla de la "obesidad característica de la modernidad operacional"15, es decir,
así como nuestra cultura tiene toda la información, lo acumula todo, lo conoce
todo, y sin embargo, esto no parece servir para el cumplimiento de los ideales
y finalidades propuestos, así mismo la política, su exceso -que es la abundan-
cia de mecanismos de participación política, la esperanza de que la diploma-
cia política logre solucionar los conflictos consiguiendo una reconciliación, la
confianza en la política para reordenar el mundo-, parece haber perdido su fin,
y así, haber perdido el sentido, pues no por el hecho de que abunden mecanis-
mos de participación ciudadana hay un mejor uso de estos que la haga más efec-
tiva; ni el hecho de que existan más organizaciones internacionales reguladoras
del orden mundial ha estimulado la construcción de una comunidad interna-
cional igualitaria, justa y con menos conflictos militares que en otros tiempos;
ni es cierto, tampoco, que las continuas cumbres diplomáticas de los dirigen-
tes más importantes del mundo redunden en el mejoramiento de las condicio-
nes de los habitantes del mundo o de la conservación de los recursos naturales
que garantizarían el mantenimiento del bienestar a las futuras generaciones.
La política abre sus alas para cubrir al mundo entero y solucionar los pro-
blemas de las relaciones sociales en el espacio público, pero no logra coger vuelo
y llegar a su destino, no logra consumar la finalidad que ya Aristóteles, en los
albores de Occidente, atribuía a la comunidad política: "el régimen mejor es esa
organización bajo la cual cualquier ciudadano puede prosperar y vivir feliz-
mente"16. Así lo prueban las consecuencias de la desigualdad en el mundo, tan
desesperanzadoras que difícilmente podríamos hablar del bienestar de la mi-
tad de la población (según estadísticas, las dos terceras partes del mundo no tie-
nen cubiertas las necesidades básicas) y mucho menos de felicidad o de
desarrollo integral de los individuos.
"Estamos en el éxtasis de la política y de la historia -perfectamente infor-
mados e impotentes, perfectamente solidarios y paralizados, perfectamente fi-
jados en la estereofonía mundial-, transpolitizados vivientes"17, siendo

15
Ibid., p. 28.
16
Aristóteles, La política. Libro VII, Madrid: Credos, 1988, pp. 1324
a 1325.
17
Jean Baudrillard, Las estrategias fatales, op. cit, p. 68.

[265]
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

precisamente el éxtasis o el exceso de la política lo que la ha conducido a su des-


aparición pues ya no existe una determinación de la política en cuanto tal, la
finalidad que determinó su desarrollo ya no lo hace más y se reproduce sin ne-
cesidad de lograr, ni siquiera de intentar acercarse, a los ideales propuestos.
A lo anterior podría objetarse que la política ocupa un lugar primordial
en el orden global actual y que, a pesar de esto, no logre los objetivos propues-
tos, no quiere decir que la política ya no es tal o que haya llegado el fin de la po-
lítica, porque, entonces, tendríamos que decir que en la historia de la
humanidad la política nunca ha existido realmente, pues los resultados ópti-
mos jamás se han alcanzado. Pero este no es el punto, no es el logro o fracaso
de los objetivos de la política lo que determina su realidad, sino que la política
ya no tiene finalidad alguna -ya no es política, aunque simule que sí la tiene,
mostrando interés por el bienestar social, los derechos políticos y las liberta-
des humanas, el progreso de la humanidad entera, y ocupando el primer lu-
gar en la intervención de diversos conflictos-; es esta la cuestión central, el
hecho de que la política ofrezca al espectáculo mundial signos de su existen-
cia, de su finalidad, de su eficacia y necesidad, signos útiles para ocultar que
la política, su determinación e ideales, están subordinados a la única finali-
dad del orden cultural, político, económico y social en el que vivimos, que es
el mantenimiento y la reproducción del intercambio económico mediado
por la lógica del capital y el valor que prima: el valor de cambio y la dinámi-
ca de la eficiencia.
La crítica de la interpretación de Baudrillard acerca del fenómeno de la
política en las condiciones culturales contemporáneas no apunta a la insatis-
facción frente a los resultados del desarrollo de la política en la modernidad,
sino, y de un modo más profundo, al paso que ésta da al dejar de ser una polí-
tica real para ser un simulacro de política, en la que conceptos como la parti-
cipación, la representatividad, la libertad, la igualdad, la justicia y demás
nociones esenciales al ejercicio concreto de la política, dejan de ser criterios de
referencia real de ésta, para pasar a ser signos de esa realidad perdida.
La obesidad de la política es posible gracias a un actor social que neutra-
liza todos los signos de la política que a él llegan: las masas. Las masas son el su-
jeto político más importante del último siglo, y particularmente de los últimos
veinte años, pues ellas encarnan los ideales de participación, de libertad, de au-
tonomía, figurando el campo de lo social, el espacio público. Las masas parti-
cipan, legitiman, intercambian, son los actores políticos que realizan el ideal
del sujeto político de la modernidad, presentando síntomas de libertad, auto-

12661
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

nomía, reflexión y conciencia política; síntomas porque bajo la lectura de


Baudrillard son tan sólo eso, señales que intentan mostrar algo que no es, que
simulan que allí hay algo en lugar de nada.
En la presentación de las masas como sujetos políticos y sociales, los sig-
nos ocupan un lugar fundamental como señales o síntomas de esa realidad. La
obesidad de la política tiene mucho que ver con estos signos, pues su exceso es
lo que posteriormente la ha conducido a su fin, en tanto que el afán por man-
tener, por medio del juego con las masas, la idea de la eficacia y verdad del ejer-
cicio político, ha generado en el sistema la necesidad de la creación sin fin de
signos de ese hecho, no de la producción de una realidad en la que la política
tenga un fin, un sentido, y con ello, una realidad concreta, sino tan sólo de sig-
nos, pues con eso basta. En las sociedades posmodernas no es necesario que la
política sea real y verdadera, que sea determinada y que, por tanto, tenga una
finalidad y un sentido estipulado, tan sólo se precisa que se simule que esto es
así, pues las masas -representantes del pueblo, del individuo y de la sociedad
en general- no quieren, no exigen, no reclaman la verdad, la realidad de lo po-
lítico; sólo quieren y desean su espectáculo, con tan solo eso el sostenimiento
del orden queda garantizado.
El ansia de espectáculo en nuestras sociedades es una característica de la
que ya hablaban pensadores anteriores a Baudrillard. En este sentido, resulta
enriquecedor el análisis del pensador francés Guy Debord (quien ya presa-
giaba muchos de los planteamientos de Baudrillard), en su obra La socie-
dad del espectáculo describe nuestra sociedad como una que en su devenir
es ella misma un espectáculo, con lo que se da inicio al proceso de la
indiferenciación (del que se hablará), en este caso la indiferenciación entre
el actor y el espectador, no somos "ni espectadores, ni actores: somos unos
mirones sin ilusión"18. Este hecho señala que la sociedad es ella misma un es-
pectáculo en el que nosotros nos vemos y vemos, al mismo tiempo, y se quie-
re subrayar este hecho, porque ilustra un mundo en el que no hay exterior,
en el que todos estamos dentro, en el que todos nos relacionamos, el exce-
so de la comunicación: en ese sentido los nativos australianos conocen los
problemas sociales del sur de Colombia.
La interpretación de la sociedad como un inmenso espectáculo en el con-
texto del pensamiento de Baudrillard es sumamente importante; de hecho, el

,
Ibid.,p.68.

[267]
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

autor hace significativas reflexiones al respecto que le permiten ilustrar el va-


cío de la cultura posmoderna. Su importancia y utilidad se ve en el análisis de
la realización de la política hoy, pues es el factor que determina el despliegue de
la política por medio de signos en lugar de acciones con referente real. La so-
ciedad espectáculo tiene como base el ansia de espectáculo de las masas, pues son
ellas quienes rechazan la verdad y realidad de los acontecimientos, exigiendo
tan sólo su espectáculo, intentando, a partir de esto, ser actores o participar en
todas las situaciones (con lo cual se acercarían más a la realidad del mundo, en
tanto que presencian y acompañan todas sus manifestaciones) y, al mismo tiem-
po, observarlas desde la lejanía, lo que en otras palabras puede ser expresado
como la posibilidad de comprometerse o verse involucrado en una realidad
que tiene lugar al otro lado del mundo, y, a la vez, la permanencia de una dis-
tancia frente a esos hechos, situación que plantea un nuevo enfoque del proble-
ma de la responsabilidad y de la libertad, del cual nos ocuparemos en el tercer
capítulo. El ansia de espectáculo de las masas es la base desde la que se articula
la sociedad como un inmenso espectáculo y desde la cual se puede entender la
idea de que la política existe y es real por medio de signos.
Es preciso explicar el modo en el que Baudrillard interpreta ias masas
en contraste con sus antecesores marxistas, pues mientras éstos consideran
que el estado de las masas es fruto de un proceso de alienación maniobra-
do por las élites en el poder, para Baudrillard la actitud de las masas frente
a los acontecimientos que determinan su vida es el resultado de su inherente
y esencial impulso que las conduce a conformarse con la muestra especta-
cular de los hechos, simulando con ello su acceso a la realidad. La masa "rea-
liza la paradoja de no ser un sujeto, un grupo-sujeto, pero de no ser
tampoco un objeto"19, siendo así indeterminada, neutra, ni lo uno ni lo
otro, o, lo uno y lo otro; así lo muestran, por ejemplo, los sondeos, en par-
ticular los que tienen que ver con elecciones presidenciales, pues no es un
secreto que no se sabe si las masas manifiestan su opinión y con ello promue-
ven determinadas candidaturas, o si, más bien, los sondeos de opinión pro-
mueven a quien quieren postular. Este es tan sólo un ejemplo útil para ver
el carácter indeterminado de las masas, pues no se sabe si son objetos estu-
diados y reflejados por los medios informativos o si, al contrario, son los
sujetos que crean y exigen una realidad.

'Ibid.,p.l37.

Í268I
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

Aquí se presenta un problema. Baudrillard dice que a las masas "se les da
sentido, quieren espectáculo"20, y entonces parece incomprensible el afán de la
sociedad por simular una realidad, por ocultar que hay nada y simular senti-
do. No se ve entonces cuál sea la razón por la que la cultura contemporánea,
al reproducirse en el vacío, al carecer de sentido, simula tener esto último, si
total, a las masas no les importa tenerlo; se pueden pensar dos alternativas que
logran explicar el fenómeno anterior aparentemente contradictorio: o las ma-
sas sí buscan el sentido, la ilusión de una realidad como fundamento para sus
actividades cotidianas, o la simulación general de nuestras sociedades explica
su existencia por una razón distinta a la necesidad de las masas.
Si ambas cosas terminan siendo ciertas, y aunque no nos detengamos a
explicarlas, por el momento esto plantea un dilema del tipo del huevo y la ga-
llina, ¿qué es primero, las demandas de las masas o los intereses de los mass me-
dia7., y al cual no hay otra respuesta más que este no es un movimiento de causa
y efecto sino un movimiento circular, ambas se determinan, son parte del mis-
mo proceso, por lo que consideramos que no se podría decir de manera defi-
nitiva que las masas persiguen tan sólo el espectáculo, pues si bien es cierto
que los medios de comunicación sólo tienen como objetivo su reproducción,
su sostenimiento, por lo que el espectáculo por el espectáculo es su propio fin,
también es cierto que las masas encuentran en el espectáculo cotidiano de la
realidad signos de realidad que ellas buscan, como son los signos de poder,
de dolor, de solidaridad, de antagonismo, de felicidad, etcétera.
Con lo anterior esperamos haber evidenciando la importancia de las ma-
sas en la política, o mejor, en la transpolítica, pues ellas hacen posible la obesi-
dad de este sistema y su transparencia. El carácter indeterminado de las masas
es lo que le permite a Baudrillard hablar de ellas como de las mayorías silencio-
sas, pues ésta es su principal cualidad, su silencio. Sí, claro, siempre se ve a la
masa participando, opinando, exigiendo, reclamando, creando, etc., pero esto
es parte, es más, fundamento, del gran simulacro de las sociedades contempo-
ráneas posmodernas. El simulacro consiste en hacer ver algo que no hay, en
crear una ilusión que haga las veces de lo verdadero, papel que sin compara-
ción juegan las masas en el campo de lo político, pues siendo ellas lo social por
excelencia, el lugar donde tienen lugar las opiniones públicas, los encuentros,
la comunicación, el intercambio, todo aquello destinado al espacio público, lo-

Jean Baudrillard, Cultura y simulacro, Barcelona: Kairós, 1987, p. 117.

[26 9 ]
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

gran satisfactoriamente crear la ilusión de la realidad de la política, cuando este


tipo de relaciones entre los hombres (las políticas) es hoy imposible.
El planteamiento de Baudrillard es radical: ya no hay política, presencia-
mos su fin en forma de exceso. La política, al estar en todas partes, al encargar-
se de todo, ha dejado de serlo realmente. El exceso de la política reside en que
procura la comunicación y reconciliación plena en todos los ámbitos de la ac-
tividad humana: la diplomacia política, la tolerancia, los derechos humanos,
los mecanismos de participación ciudadana, las encuestas, los sondeos. Todos
estos elementos permiten a la democracia acercarse a la utopía de un mundo
en el que los sujetos y grupos diferentes podamos entendernos racionalmente
por medio del diálogo, en el que, comunicándonos, logremos construir una
sociedad equilibrada económica, social y políticamente, el ideal que el Ilumi-
nismo nos dejó de legado: la convivencia pacífica de los seres humanos en tan-
to que sujetos racionales, autónomos y libres.
El exceso es una característica que no se restringe exclusivamente al cam-
po de lo político. El exceso, y por ende la obesidad, es una condición de la so-
ciedad en su conjunto: el exceso de i n t e r c a m b i o no es economía, la
superabundancia de mecanismos de participación y opinión política no son
política, el exceso de armas y el derroche de técnicas en armamento no son si-
nónimos de guerra. Baudrillard afirma esto con una metáfora:

A imagen y semejanza de la velocidad, que es la única expresión perfecta de la


movilidad, porque al contrario del movimiento, que tiene un sentido, no lo tiene,
no va a ninguna parte, de modo que ya no tiene nada que ver con el movimiento:
es su éxtasis, de la misma manera hay algo en el cuerpo de lo que, en su abe-
rración, la obesidad sería la verificación perfecta21.

La obesidad de la política es su exceso, es la preocupación de que el mun-


do entero sea democrático, sin que por esto los ideales con ello perseguidos se
hayan logrado y ni siquiera se busquen; existen leyes políticas universales sin
que con ello se pretenda realmente construir un mundo más justo y equitati-
vo. La obesidad de la política es la figura con la que Baudrillard representa
su exceso y lo que es su consecuencia inmediata, la desaparición de su fin, de
su sentido, pues ya el problema no es el de garantizar las libertades y derechos
básicos a toda la población por encima de las diferencias (por supuesto, en las

Jean Baudrillard, Las estrategias fatales, op. cit, p. 35.

I270J
El, SUJETO POLÍTICO POSMODERNO

sociedades posmodernas), ahora la cuestión a la que se enfrenta la política es


¿y para qué ser libre?, ¿para qué participar y opinar?, ¿para qué mayor comu-
nicación?, si finalmente, detrás de todo, lo único real es que la política está su-
bordinada a un único interés -al único interés de la sociedad en su conjunto-:
el mantenimiento y la reproducción del intercambio económico.
El reconocimiento del exceso de la política, de su condición obesa, obli-
ga, en primer lugar, a detenerse en la que hoy parece ser una infatigable ca-
rrera por democratizar: democratizar el arte, la información, los recursos
naturales, la participación, la opinión, en fin..., y con esto no se está plantean-
do la "maldición" de la tiranía, ni el retorno a la esclavitud, sino el reconoci-
miento inicial de que la libertad por la libertad es una idea vacía, de que la
participación en sí misma no es suficiente criterio de legitimidad de un régi-
men y, fundamentalmente, de que la política no es tal, simplemente, porque
utiliza elementos históricamente relacionados con ella, sino porque se deter-
mina de un modo particular, determinación de la cual hoy carece y en cuyo
vacío se reproduce.
Entonces, cuando Baudrillard habla del fin de la política no está dicien-
do que el ejercicio concreto de esta actividad esté ausente del ordenamiento de
las cosas, sino que, aquello que leemos en los diarios y se nos presenta por to-
dos los medios informativos como política ya no lo es realmente, no lo es por-
que es sólo la fachada de un acto muerto, la puesta en escena de signos que
mantienen la ilusión de la política. Esto se podría leer como un cambio histó-
rico en el papel del ejercicio político, podríamos pensar, pero no como la des-
aparición de la esfera política en el espectro de las actividades esenciales para
una sociedad. Sin embargo, no consideramos legítimo hablar del problema de
la política como si fuera tan sólo un problema de definición, con lo cual se es-
taría diciendo que, finalmente, en el vivir cotidiano, en el actuar concreto, la
política es un hecho objetivo, así se especule acerca de su fin. La radicalidad que
Baudrillard le da a sus planteamientos conduce a poner en duda el modo en el
que reflexionamos e interpretamos los problemas de la política hoy, pues plan-
tea que más allá del reconocimiento objetivo de distintos fenómenos proble-
máticos de la actividad política, la posibilidad que deben abrir los pensadores
del tema es la de replantear el modo en el que se estudia el problema.
El estudio de la actividad política va de la mano con una reflexión acer-
ca del hombre, sus deseos y necesidades, no con el fin de buscar cómo satisfa-
cerlos, ni de clasificarlos en útiles y desdeñables, sino con el fin de mirar el
modo en el que se articulan en el comportamiento social actual, para desde

[271]
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

allí empezar a pensar en sus consecuencias para la humanidad. Así, los pro-
blemas de la desigualdad y de las injusticias sociales, que están directamente
relacionados con el de la servidumbre, son planteados en términos de servi-
dumbre voluntaria a partir de la noción de las masas, enfrentándonos al re-
chazo de la libertad, de la responsabilidad y de sentido en general que se hace
patente en el fenómeno de las masas, en tanto que son los sujetos sociales y
políticos por excelencia.
En cuanto a los conflictos por motivos raciales, religiosos o culturales, se
analiza la situación desde la necesidad que tiene el ser humano de lo Otro, de
la alteridad y de la relación de poder que en medio de este se teje, para estudiar
el modo en el que esta necesidad se libera en el orden cultural contemporáneo.
De este modo, y con estos escasos ejemplos, se deja ver la utilidad de los plan-
teamientos de Baudrillard, que en el caso concreto de su noción de obesidad
entendemos como el reconocimiento de que la política se presenta en exceso en
nuestro ordenamiento, de tal forma que ya ha dejado de serlo, del mismo modo
que la liberación sexual, es decir, el exceso de las relaciones sexuales no es sexo,
pues en este es inherente la seducción, elemento ausente en el "sexo en cadena"
de nuestra etapa liberada.

2.2. El rehén
Las masas representan por excelencia la figura del rehén con la que
Baudrillard subraya una característica de la política contemporánea: su con-
dición de chantaje. El chantaje es un término que define a la sociedad en gene-
ral, no solamente a la política, manifestándose en esta, particularmente, en la
dinámica de la tríada masa-mass medía-terrorismo. El chantaje o la disuasión
se opone a la prohibición, es una tecnología suave de la violencia que contrasta
con la fuerza destructiva de la violencia y que genera una condición peor en
nuestras sociedades, afirma Baudrillard, en tanto construye toda una esfera de
manipulación desde la cual se va a determinar nuestras vidas.
La manipulación es circular, es decir, no hay un verdugo y una víctima,
todos son lo uno y lo otro. En términos de Baudrillard, "todos somos rehenes,
todos somos terroristas" 22 , y es de este modo como se configura el nuevo espa-
cio político. Ser rehén es ser desterritorializado, es estar fuera de sí; y ser terro-
rista es generar terror por medio del chantaje. Las masas son lo uno y lo otro,

22
Ibid., p. 40.

17 2\
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

al igual que los mass media. Ambos son rehenes del sistema, y ambos son terro-
ristas en él:

(el terrorismo) es el rehén de los media, de la misma manera que ellos lo son
de él. No hayfinalpara este encadenamiento del chantaje; todo el mundo es el
rehén del otro, es elfindelfinde nuestra relación llamada "social". Existe, ade-
más, otro término detrás de eso, que es como la matriz de este chantaje circu-
lar: son las masas, sin las cuales no habría ni media ni terrorismo23.

La cuestión de la alienación es sumamente importante si nos ocupamos del


fenómeno de la política, si consideramos que el valor más sublime del régimen
democrático que hoy se impone en el mundo es la libertad, en oposición a cual-
quier modo de manipulación. El grito que anuncia la existencia de alienación
en el manejo de la información y que aparece como una voz opositora del sis-
tema le es útil a este mismo porque presenta ante el mundo el espectáculo de la
oposición entre la libertad y el control y, de este modo, favorece la defensa de
la libertad con mayor vehemencia, hecho que resulta muy provechoso para un
sistema que tras el rostro de la libertad humana -su simulacro- oculta un mun-
do de controles sutiles pero no por ello, irreales.
La alienación no es un problema real, diría Baudrillard, pues es una no-
ción que llena de contenido un orden vacío como el nuestro, y que da conteni-
do a la política cuando esta ya no lo tiene. El problema de la alienación se
inscribe dentro del discurso crítico, opositor y disidente del discurso de Occi-
dente. Aquél señala que hay focos de manipulación, que hay víctimas y verdu-
gos en el proceso de la información, de la participación, por consiguiente, y en
general, en la estructura jerárquica del orden mundial, con lo cual pareciera,
a nuestros ojos, señalar las injusticias, desigualdades y coacciones en el mun-
do contemporáneo, acompañando esto con una exigencia de cambio predeter-
minada por la ilusión del progreso de la humanidad y de la racionalidad
moderna. Dicho lo anterior, exponer el modo en el que Baudrillard muestra
que el pensamiento crítico sólo sirve para el fortalecimiento del sistema del que
se aleja, permite entender las implicaciones de la figura del rehén en la interpre-
tación de la política realizada por Baudrillard, particularmente en cuanto a
cuestiones como la responsabilidad, la libertad, la alienación y la manipula-
ción, de lo que nos ocuparemos a continuación.

(
7fód.,p.45.

[273]
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

La oposición es necesaria en un mundo transparente. El pensamiento crí-


tico es una obligación en una sociedad blanqueada. Por lo menos así lo plan-
tea Baudrillard a partir de su interpretación de nuestra sociedad como
transparente y de simulación. En la medida en que ya lo Otro no exista, en que
la alteridad haya desaparecido en aras de la universalización de un sistema, pero
que simultáneamente la identidad absoluta sea insoportable para la vida hu-
mana, se precisa la simulación de la existencia de la alteridad, de la presencia
del Otro. Baudrillard expone la desaparición de lo Otro por medio de la mues-
tra de la importancia que en nuestras sociedades reviste la idea de la toleran-
cia, de la convivencia pacífica, de la conciliación entre culturas y entre las
diferencias en general.
La ilusión de la racionalidad moderna es la posibilidad de construir una
sociedad guiada por principios racionales, y por tanto universales, sobre los
cuales se edificaría la realidad de un mundo de comunicación y entendimien-
to racional y pacífico. Es precisamente esta ilusión, que hoy se consolida desde
el discurso de los derechos humanos y la primacía de valores como la libertad
y la igualdad, la que da origen al sentimiento generalizado en Occidente de que
todas las diferencias se pueden encontrar de modo pacífico en el discurso racio-
nal, incluyendo en la agenda política de toda nación y del mundo entero el es-
tudio de medidas útiles para ello (protección de derechos a minorías, de
derechos de religión, de expresión, políticas de migración, etc.).
A pesar de los múltiples esfuerzos por construir una inmensa sociedad ra-
cional, los brotes irracionales que defienden una religión, una raza, un terri-
torio, una forma de vida, no desaparecen del panorama mundial, al contrario,
se fortalecen, con lo cual la pregunta por la ineficacia de la racionalidad mo-
derna frente a su propio horizonte queda planteada, y en el centro de la cual
Baudrillard reconoce la necesidad de lo Otro, de la alteridad para la construc-
ción de la identidad, de lo propio. Baudrillard, influenciado por la tenden-
cia psicoanalítica, plantea que el origen de la necesidad de la simulación de
lo Otro (por medio de signos, como la danza foldórica, el sombrero, la co-
mida típica) está en el afán de Occidente por lograr el entendimiento global
a partir de su racionalidad; así es como en sí mismo, en sus propios ideales,
está el germen que desencadena hoy toda la telaraña de simulación esencial
a la continuación del sistema mismo y, en ella, el discurso de la oposición
como una simulación necesaria.
Con lo anterior Baudrillard pone en duda la efectividad de múltiples
maneras de oposición al sistema, siendo la imposibilidad de ofrecer un pen-

[274]
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

Sarniento realmente disidente uno de los aspectos fundamentales de la figu-


ra del rehén pues, en la medida en que todo intento de crítica al sistema ter-
mina siendo absorbido por el sistema mismo. Estamos frente a un sistema
totalitarista en el que el valor de lo Otro es nulo, un único orden del que no
hay salida y del que estamos presos bajo la condición del rehén, condición ésta
en la que no se está ni vivo ni muerto, y no se sabe a causa de qué, y sin em-
bargo nos sentimos seguros.
Por medio de la figura del rehén, Baudrillard pone de manifiesto dos ca-
racterísticas de las sociedades contemporáneas basadas en la lógica del chan-
taje: la absoluta responsabilidad y la sociedad de total seguridad. El problema
de la responsabilidad, que está íntimamente ligado al de la libertad, es hoy, no
la cuestión de cómo poder decidir si un hombre actúa libremente o no y, por
tanto, si es responsable o no de sus actos, sino que el interrogante se plantea a
partir del fenómeno de la opinión pública, con el que la responsabilidad la asu-
men todos, aunque sea de una forma anónima, pues siendo cierto que las en-
cuestas y estadísticas representan a la comunidad abstracta de nuestras
sociedades, y siendo cierto, también, que el ejercicio político se fundamenta a
través de estas medidas de control y opinión de las masas, que como resultado
producen lo que se llama "opinión pública", podríamos decir con justeza que
nosotros mismos, cada uno de nosotros, al estar incluido anónimamente en esa
opinión y en las decisiones que consecuentemente con ella se adoptan, termi-
na entonces siendo responsable anónimamente del curso que la política, y de-
más campos fundamentales para la vida de la sociedad, toman día a día. "Todo
el mundo es responsable, una máxima responsabilidad flotante está ahí, dis-
puesta a apoderarse de cualquier incidente" 24 , por lo que puede entenderse la
característica de sociedad aseguradora que Baudrillard señala en sus escritos
y que describe a una sociedad en la que todos los riesgos quedan cubiertos, es
decir, que se hace responsable (la sociedad) de todas las situaciones que enmar-
can la vida humana.
La cuestión de la responsabilidad y, consiguientemente, la de la sociedad
aseguradora, son importantes en el marco de la discusión política pues se ins-
criben dentro de la temática de la libertad del hombre, tan importante a lo lar-
go de la historia de la humanidad y tan primaria para el orden político y moral
actual. Si históricamente la responsabilidad era un problema en las reflexiones

1
Ibid., p. 37.

2751
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

políticas y metafísicas, hoy ese problema desaparece con el apoderamiento del


papel de sujeto político por parte de las masas, y no solamente de ello, sino tam-
bién de su ocupación en el ámbito antes relegado a lo más particular de cada
sujeto, su ámbito privado.
Cuando hablamos de las masas, vinculamos inmediatamente a los mass
media como una compañía necesaria, como la otra mitad del mismo proce-
so pues es clara la dependencia que entre estas dos se teje. Y es este proceso el
que determina de modo particular la política de nuestros días pues ellas mol-
dean, en primer lugar, un sujeto indiferenciado, es decir, sujetos equivalen-
tes bajo las disposiciones de un modelo; y, en segundo lugar, y como
consecuencia de ello, una condición de anonimato, que conduce a una res-
ponsabilidad anónima y absoluta de la sociedad entera. Los efectos en el fe-
nómeno político no se hacen esperar, pues la opinión pública expresada por
medio de encuestas o sondeos muestra el lugar que ocupan esos anónimos
medidos estadísticamente y convertidos en masa, y el grado de responsabili-
dad que a las masas se les atribuye (apoyando una guerra, legitimando polí-
tica públicas, etc.), siendo ésta, todos y nadie.
Como decíamos anteriormente, la nuestra, a partir de las condiciones ya
mencionadas se convierte en una sociedad aseguradora, en la que hay mecanis-
mos que aseguran la vida y la muerte de todos los individuos y que los cubren
de todos los riesgos, hecho que podríamos juzgar a primera vista como algo
provechoso, pues parece maravilloso poder controlar el destino: si muero, mis
hijos no se mueren de hambre; si cojo este vuelo y por un accidente quedo li-
mitado físicamente, puedo reportar algún beneficio equivalente al mal produ-
cido, etc. Sin embargo, Baudrillard no describe este como el mejor de los
estados pues el papel del destino desaparece, el azar -lo que escapa a mi domi-
nio y control- se niega rotundamente cuando la responsabilidad de la vida,
acontecimientos y muerte de los individuos es asumida por el sistema en gene-
ral, por todos, aunque lo sea de forma anónima.
Cada uno es responsable de sí mismo, al extremo, pues el azar no existe,
todo está bajo control (del individuo), ayudado por los mecanismos de con-
trol y seguridad del sistema. "Somos hospitalizados por la sociedad, tomados
en hostage. Ni la vida ni la muerte: así es la seguridad"25, una condición en la que
la libertad es máxima y, paradójicamente, lo es también el control, pues soy yo
absolutamente responsable de mis actos, y a la vez no soy libre para serlo, pues

23
Ihtd., p. 36.

Í276]
EL SUJETO POLÍTICO POSMODERNO

no debo poner en riesgo la estabilidad del orden social, para cuya garantía es-
tán las figuras de las aseguradoras que todo lo cubren, y que, regulando y con-
trolando la libertad de los individuos, logran su único objetivo: la estabilidad
del orden actual de las cosas.
Lo anterior permite entender un poco más esta figura del rehén que tiene
como asiento el chantaje y que representa el hecho de que cada uno de noso-
tros es un rehén, pues permite ver la situación ambigua de cada individuo: por
un lado, éste se entiende como un sujeto racional, autónomo y libre, pero in-
mediatamente la sociedad comienza a controlarlo pues sólo de este modo ga-
rantiza su estabilidad. El sujeto es libre para participar, pero no participa; goza
del derecho a la vida, pero no vive, tiene derecho a una muerte digna, pero no
quiere morir; es rehén de una sociedad que no aniquila al individuo sino que
utiliza la disuasión en su lugar.
Esta condición de disuasión y chantaje no es de cada individuo, solamen-
te, sino del orden global en general, pues en éste todos son rehenes del sistema
mismo, en tanto todas las naciones del mundo conducen, a partir de mecanis-
mos de disuasión (como pueden serlo los embargos económicos - y en general
el intercambio económico-, o el control de la garantía del cumplimiento de los
derechos humanos, entre otros), las políticas estatales. Y es precisamente el he-
cho de la expansión y el cubrimiento global del efecto de la disuasión lo que ter-
mina generando y explicando un fenómeno que Baudrillard cataloga como
uno de los escenarios más representativos de la transpolítica: el terrorismo.
El terrorismo "se ha convertido en el comportamiento normal y genera-
lizado de todas las naciones y todos los grupos" 26 , es el la forma como se nego-
cia la política y economía mundial y apoya, paradójicamente y al contrario de
lo que pretende, el mantenimiento del orden, su estabilidad. Es el terror lo que
está en la base de cada negociación entre naciones, sociedades mantenidas a base
de terror, y en las que los rehenes son las masas, quienes a partir de la moda, la
publicidad, los discursos presidenciales y en general de todos los signos trans-
mitidos por los mass media, otorgan legitimidad, preferencia y necesidad al
modo en el que se hacen hoy por hoy las cosas, empezando por los campos de
la economía y la política, pasando por los espacios de las relaciones sexuales y
demás actividades reservadas al campo de lo privado.
La aparición del fenómeno del terrorismo como la manifestación de lo
político se debe "a una deficiencia y a un hundimiento de los códigos respecti-

26
Ibid., p. 43.

[2771
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

vos de lo político"27, es el acto transpolítico por excelencia, pues deja ver en sí


la transparencia de la política, su contenido vacío como resultado de un exce-
so del ejercicio político basado en el entendimiento bajo principios racionales.
"Lo peor está en la reconciliación de todas las formas antagónicas bajo el sig-
no del consenso y de la buena convivencia", es esta la utopía política que persi-
gue n u e s t r o orden y que, p a r a d ó j i c a m e n t e , t e r m i n a d a n d o origen a
movimientos como el racismo, el fundamentalismo religioso y demás proyec-
tos de diferenciación, entre ellos, étnicos, culturales y sexuales.
Las masas son rehenes, todos lo somos, y esto explica que hoy las rela-
ciones sociales estén mediadas por el terror (en contraste con la prohibición
como mecanismo de control social), hecho que nos hace, al mismo tiempo,
rehenes y terroristas, siguiendo la lectura de Baudrillard. Esta paradoja de
la cultura de las sociedades contemporáneas, que es una entre muchas, es po-
sible, explica el autor, porque el terror funciona como elemento disuasorio:
"si haces esto, yo hago aquello", diferenciándolo de la época de la prohibición
"no hacer esto o aquello" y que imprime una característica particular, gene-
ra una relación que deja un suspenso, la distancia de la respuesta, hecho que
produce incertidumbre y que converge en el terror pero que no vemos, pues
ante nuestros ojos tenemos la gran simulación de la coexistencia pacífica
como mecanismo de control 28 .
Veamos cómo se manifiesta esta situación en los hechos concretos de nues-
tra vida corriente. Para empezar, recordemos que ser rehén significa no estar
ni muerto ni vivo, es decir en constante ambigüedad, como nos lo da a enten-
der el autor con la condición aseguradora de la sociedad; además, ser rehén es
estar bajo la lógica de la disuasión, es decir, en una situación en la que se le in-
vita a no hacer lo que quiere hacer bajo estímulos atractivos, en lugar de un NO
rotundo. Al entender esto, vemos rehenes y terroristas en todas las actividades
de nuestras sociedades: los países poderosos chantajean y disuaden a los países
pobres bajo la amenaza de embargos económicos, certificados de "buen com-

27
Jean Baudrillard, La transparencia del mal, p. 43.
28
En Cultura y simulacro se plantea la idea de la coexistencia pacífica
como un mecanismo de control tan efectivo que no lo sentimos como tal;
al contrario, lo vivimos como la plenitud del ideal de libertad. Esto es
posible por la condición de simulación que configura la cultura
posmoderna, pues con las mismas herramientas que se instituye el
sistema de control, se simula la creación de un estado de libertad.

[2 7 8]
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

portamiento", listas negras, utilizando como criterio el respeto a los derechos


humanos, entre otros mecanismos mediante los cuales las naciones del Tercer
Mundo son rehenes y los poderosos construyen un orden global en el que el
terror sirve como argumento disuasorio. Al mismo, tiempo las primeras son
terroristas cuando negocian las políticas económicas, utilizando como ins-
trumento de chantaje sus reservas ambientales, sus territorios estratégicos en
el mapa mundial, entre otros, mecanismos disuasorios que funcionan en tan-
to utilizan la idea del terror de una eventual confrontación mundial y de la
escasez de materias primas que den vida a la imparable producción de mer-
cancías necesarias para mantener las relaciones diplomáticas y económicas
a nivel mundial.
Un caso importante en las reflexiones de Baudrillard es el del discur-
so de los derechos humanos y la ocupación del valor libertad como el pri-
mero y esencial en el nuevo orden mundial. Afirma con vehemencia el autor
que estos intentos por construir un mundo de convivencia armoniosa de
las diferencias - d e justicia-, donde se le dé solución racional a los conflic-
tos y en el que la abundancia económica redunde en el bienestar de la hu-
manidad entera, son una realidad que es tal a partir de su verificación
objetiva, de las imágenes fundamentalmente, pero que, en el hecho de ne-
gar su "lado oscuro", su parte maldita 29 , construyen una realidad que es
permeada por los impulsos del mal, y que, así, es tan sólo simulación de la

29
Aclaro aquí que cuando digo que las sociedades posmodernas niegan
su lado oscuro, debe entenderse "negar" como el hecho de catalogar los
hechos de barbarie y sufrimiento como fenómenos aislados, marginales,
irracionales -y que por lo tanto están fuera del orden racional
construido-, y no como si se impidieran y no tuvieran lugar
acontecimientos "oscuros", queriendo decir con esto, y en general con "lado
oscuro" y "parte maldita", situaciones de desequilibrio y desestabilidad. A
continuación cito lo que, en una entrevista, define Baudrillard como el mal:
"And I do not understand evil as suffering, as pain. I define it, rather, as
negativity, as the diabolical nature of things when they are reversed into their
opposite, so that they never reach theirfinality,ñor even go beyond it and
thus become, at that specific time, monstrous. A good part of monstrosity,
in our banality, is just that: all phenomena become extreme. Because of the
media, our scientific means, our knowhow, progress all take an
uncontrollable, inhuman dimensión. Evil, for me is just that form".
Vivisecting the 90s: An Interview with Jean Baudrillard. Caroline Bayard
and Graham Knight. www.ctheory.net/text_file.asp?pick=66

12791
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

evolución progresiva del hombre, mientras a nuestro alrededor vemos mi-


llones de personas viviendo en la absoluta miseria, entre muchas otras si-
tuaciones de miseria como, por ejemplo, la situación de esclavos de miles
de empleados, la corrupción política de la que no escapa ningún gobierno,
los movimientos sucios e irresponsables de las instituciones que regulan la
economía mundial, todo esto a la par con el discurso de la dignidad huma-
na y de la garantía de los derechos humanos.
El argumento disuasorio es la caída de la Cortina de Hierro y la conse-
cuente situación en la que nos encontramos, en la que el estado actual de las
cosas parece ser el mejor o, por lo menos, el único posible, en tanto que la ilu-
sión de una alternativa se ha roto, representada ésta en el fracaso del socia-
lismo real. La única vía posible es la que estamos recorriendo, es esto lo único
que tenemos hoy cuando las ilusiones, los ideales y la esperanza de una revo-
lución han desaparecido, y el terror que nos genera la idea de su decadencia
y desmoronamiento nos hace mantener nuestro orden e intentar perpetuarlo
indefinidamente. Somos terroristas, persistimos en el sostenimiento de esta
lógica de terror que reproduce el sistema; y somos, a la vez, rehenes, de un
orden y de un sentimiento al que no podemos escapar: ni vivos ni muertos,
en absoluta incertidumbre.
La disuasión como elemento de cohesión social o mecanismo de socia-
lización nos hace a todos rehenes y terroristas al mismo tiempo, nos impulsa
a creer en nuestro orden político, en nuestra organización económica y es-
tructura social, haciéndonos concebir este mundo como el mejor entre los
posibles. Y esto, a pesar de la crítica, pues aunque escuchamos voces disi-
dentes en todos los rincones del planeta, voces que parecieran contradecir
el conformismo universal del que aquí hablamos, observamos que son dis-
cursos que defienden principios modernos, la libertad de expresión, la
igualdad de todos los seres humanos, la igualdad de género, el desarrollo
que, aunque sostenible, se inscribe dentro de la idea de progreso, en otras
palabras, que a pesar de ser pensamientos críticos al sistema, no son opues-
tos a este, no son realmente movimientos opositores, como sí pueden serlo
los de los pueblos islámicos. La fuerza de este último radica en que es
premoderno, en que no acepta el poder secular que representa un gober-
nante escogido por votación popular, en que no considera iguales a hom-
bres y mujeres, en que no tienen la libertad de prensa o de religión como
valores supremos, su fuerza opositora está, precisamente, en que su orden
social no se fundamenta en principios de la razón, en que antes de ser seres

280
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

autónomos, libres y racionales, son primariamente subditos de un Dios,


hijos de una tradición milenaria.
El mecanismo de disuasión de nuestras sociedades es el chantaje, resul-
ta útil porque nos ayuda a comprender, en conjunto con la estrategia de si-
mulación, en primer lugar, por qué, a pesar de la miseria que embarga al
mundo, no se vislumbran posibilidades de cambio. Y, en segundo lugar, nos
permite denunciar la desaparición del espacio público, no con el fin exclu-
sivo de recuperarlo, sino con el fin de entender este hecho como el fin de una
política real, el comienzo de la transpolítica.
Según lo anterior, y teniendo en cuenta que hay mucha pobreza, cruel-
dad y dolor en el mundo, pareciera estarse diciendo que la responsabilidad
de esta situación recae, por lo menos en gran parte, sobre las masas, pues
con la exigencia de una solución a tan grandes problemas por parte de es-
tas, ya la situación del mundo podría ser otra. Sin embargo, esto no es exac-
tamente lo que diría Baudrillard al respecto, pues no debemos olvidar que
la relación entre los mass media, y todo lo que de ellos depende, y las ma-
sas es una relación circular, no unidireccional, por lo que entendemos que
las peticiones de estas últimas están muy marcadas por los procesos que ge-
nera la sociedad en su conjunto.
Teniendo en cuenta el planteamiento de la nuestra como una sociedad
espectáculo, podríamos pensar, legítimamente, que las masas quieren pre-
senciar la maldad, la miseria en forma espectacular; nos encanta observar
imágenes de desastres naturales, de escenas de alto riesgo, especiales de si-
tuaciones miserables como la drogadicción, la prostitución de niños y adul-
tos, corrupción de los gobiernos. En fin, lo que se quiere señalar es que el
gozo que nos genera el espectáculo de maldad y miseria es tan grande, a pe-
sar de toda la crítica al amarillismo, que no podemos dejar de suponer que
existe allí un ansia de aquello que, desde el discurso racional moderno, es
recriminado, como ya se señalaba en la primera parte de este capítulo. Des-
pués de todo, podríamos efectivamente sospechar que las situaciones más
dolorosas en la historia de la humanidad son efectivamente responsabili-
dad de todos, de la naturaleza humana, del destino de los hombres en la tie-
rra, por decirlo de algún modo, y nuestro intento por eliminar esa fuerza
sería contraproducente ante la magnitud de su poder.

Í281I
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

2.3. Lo obsceno
"Más visible que lo visible, eso es lo obsceno"30. Lo obsceno hace referen-
cia al éxtasis, la exageración, la plenitud que se manifiesta en la cultura de las
sociedades posmodernas. Su obscenidad se muestra en el dominio absoluto de
lo real, es decir, la utopía de la conjunción real-racional se ha logrado, la rea-
lidad es racional, lo racional es real, y sobre ello se tiene el absoluto control. Lo
vemos todo, lo conocemos todo, estamos asegurados frente a todo, la realidad
la tenemos a nuestro alcance: la guerra de los Balcanes desde casa, el hambre
en África, el bienestar norteamericano, en fin, no me pierdo ningún detalle de
lo que acontece en el mundo, conozco la realidad del mundo en que vivo.
La obscenidad de la sociedad posmoderna está en los extremos que ha al-
canzado: ve más allá de lo visible, es más real que lo real, situación que la ha lle-
vado al vacío de su sentido, a su estado de transparencia. Baudrillard ilustra
la noción de obscenidad en analogía con la actividad sexual, en la que se reco-
noce abiertamente lo obsceno como la presencia de sexo sin velo, el sexo en su
desnudez total, la realidad del sexo desprovista de toda sutileza, la verdad del
sexo sin trucos. Esto mismo es la obscenidad de la cultura posmoderna, donde
la realidad es hiperreal, es decir, más real que lo real, su carácter de realidad lo
conocemos tanto que no da lugar a dudas, es una realidad bajo control. Es obs-
cena porque "es el colmo de la realidad", es demasiado real, tanto, que allí no
hay lugar para lo irreal, para la fantasía, para la ilusión; todo esto desaparece
en el momento en que se transforma en realidad.
La realidad del mundo de hoy en su conjunto es obscena porque ha des-
terrado a su antagonista, lo irreal o fantástico, y con ello, la posibilidad de duda
acerca de su carácter de realidad, viéndose así confirmado y asegurado que lo
que pensamos real es definitiva e inexorablemente real. Si en alguna época al-
gunos pensadores pudieron dudar de la condición de realidad de lo que ante
sus ojos se colocaba o de lo que sus sentidos percibían, hoy una duda semejan-
te es absurda, pues basta con que positiva u objetivamente podamos mostrar
la presencia de algo para que este algo sea real. La pregunta ¿qué es lo real? re-
cibe esta respuesta rápida y contundente, más allá de la cual toda duda acerca
de lo real es simplemente ineficaz, inútil. ¿Acaso puedo dudar de la realidad del
sexo virtual que tengo yo desde mi computador en la soledad absoluta? ¿Podría
decir acaso que la compañía que siento con mi "novio de la Internet" en

1
Jean Baudrillard, las estrategias fatales, op. cit., p. 57.

[282]
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

Honolulú es menos real que la de mi amiga que ve a su novio todos los días?
¿Puede decirse que mi compromiso social con los desplazados en Afganistán
manifestado en mis cuotas consignadas a la Cruz Roja es menos fuerte que el de
la voluntaria que está allí viéndolos y atendiéndolos? Todo lo anterior demues-
tra que es real con tan sólo su presencia objetiva, no hay esencias ni apariencias,
no hay grados distintos de realidad, lo real es real si se muestra su presencia
objetiva. Los fantasmas existen desde que una imagen los registra, las cámaras
no mienten, presentan ante nuestros ojos la realidad en su desnudez absoluta,
pues allí no hay contexto que explique la situación, ésta habla por sí sola en la
contundencia de la imagen.
La cultura posmoderna es obscena porque está vacía de contenido -es
transparente-, estado al que llegó por su realización plena, por su abundan-
cia, por su éxtasis: el exceso de sexo ya no es sexo, la recuperación de lo artesanal
y folclórico es su desaparición en cuanto tal para pasar a ser mercancías en el
mercado, y así mismo ocurre con la política, ha dejado de serlo realmente, es
un ejercicio sin sentido, al tiempo que su importancia parece ser muy amplia.
La transpolítica adquiere importancia por su función y necesidad social. Pro-
blemas como la pobreza, la seguridad, la estabilidad económica, la conviven-
cia pacífica, la salud, la educación, en fin, todos los frentes de la problemática
social de nuestras sociedades son encarados por la política, su labor social es
enorme. Es este el bastión de apoyo del ejercicio político, es esto lo que lo legi-
tima, su fortaleza es su capacidad de garantizar bienestar social, y es precisa-
mente esto lo que lo hace obsceno, pues ya lo social no hace alusión al
entendimiento y las relaciones de los hombres dentro de la esfera pública, sino
que incluye más que eso, el cubrimiento de las necesidades básicas entra den-
tro de lo social, también la atención a minusválidos y personas menos favore-
cidas, siendo este, específicamente, el campo de lo social, el de la pobreza, la
miseria, la enfermedad y la deficiencia.
La obscenidad de lo social está en que ya no es el espacio de lo público
donde se encuentran los individuos, en tanto ciudadanos para deliberar so-
bre lo mejor para la sociedad en su conjunto, sino que es una categoría que
ha entrado en la lógica de la oferta y la demanda, en la que sus ocupaciones
se expanden y contraen dependiendo de esto último. Esto quiere decir que el
contenido de la política social asumida por los países del mundo es totalmente
vacío, sólo juega a ser un producto más en el marco del mercado mundial. La
preocupación social que fundamenta la política global y que legitima la exis-
tencia de organizaciones internacionales ocupadas de estas problemáticas

[283]
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

propone la idea de progreso humano como el ideal que orienta todas sus ac-
ciones y decisiones. Sin embargo, observamos la transparencia de esta idea, que
es el desafío del orden mundial, en el modo en que los gobiernos actúan.
¿Podemos decir que el compromiso con la paz mundial, o con el mejora-
miento de las condiciones ambientales, o que el deber de ayudar a los países
pobres son realmente los ideales que orientan la política mundial? No, claro que
no, aunque todo el aparato de simulación parezca responder positivamente la
anterior pregunta, pues los "paquetes de ayuda" y las relaciones diplomáticas
cumplen con su función de presentar ante el mundo una política cuya ocupa-
ción es primordialmente social.
La obscenidad es la figura que define la cultura de las sociedades
posmodernas. En ella se integran las categorías de simulación, de transparen-
cia, la figura del obeso y la del rehén, constituyéndose así una sociedad vacía,
sin contenido, sin sentido, pero que a nuestros ojos se presenta como la racio-
nal, la que, logrando controlar los impulsos pasionales de los hombres y los
errores ideológicos de las sociedades, se plantea como una sociedad de indivi-
duos racionales y libres que logran constituir una comunidad bajo principios
racionales que le dan un sentido y un horizonte al devenir del mundo. La obs-
cenidad es este estado de transparencia no reconocido y la simulación de sen-
tido, una situación en la que somos y no somos, por paradójico que pueda
parecer, convergiendo todo esto en el dominio absoluto de lo real.
Después de lo anterior entendemos que lafigurade lo obsceno nos enfrenta
ante dos situaciones: primero, el vacío de contenido de la dinámica del mun-
do de los hombres hoy, y, segundo, el consecuente, aunque paradójico, domi-
nio absoluto de lo real. Lo primero ha sido explicado en la sección anterior. Lo
segundo, no quiere decir otra cosa que el acceso a los hechos desde todos los án-
gulos, el conocimiento de todos los acontecimientos, el acceso a lo verdadero;
merece decirse que esta situación es paradójica pues no parece lógico que exis-
ta un mundo vacío de su contenido y, al mismo tiempo, un mundo que parece
tenerlo absolutamente en tanto que accede a todo, a la verdad de esta forma.
El hecho de tener todos los conocimientos, todo el dominio de la natura-
leza por medio de la técnica y en general el poder de la verdad -si por ello en-
tendemos la posibilidad de entenderlo y explicarlo todo-, coloca a la
humanidad frente a una situación en la que la ilusión desaparece en cuanto
tal, la fantasía deja de serlo para convertirse en una nueva realidad, es decir,
Baudrillard no está diciendo que lo fantástico o irreal no están presentes en
nuestras vidas, de hecho plantea que el orden de simulación de nuestro mun-

[284]
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

do es una ilusión, y este es precisamente el problema, la ilusión ya no es lo mar-


ginal, lo opuesto a lo real, el otro lado de esto, sino que se ha convertido en
lo real; si lo irreal es un estado excepcional, la ilusión allí tiene lugar como un
fenómeno particular, pero si se generaliza la ilusión, ya esta no es eso sino que
es la realidad misma. Esto explica la paradoja de la sociedad que lo conoce
todo, pero al mismo tiempo carece de sentido, pues, plantea el autor, los ac-
tos de los hombres, su comportamiento en general, no obtienen su sentido
por los hechos mismos, sino por factores distintos a ellos, haciendo estos par-
te del campo de la ilusión, y en tanto que la ilusión es inexistente en las socie-
dades posmodernas es posible que se presenten los hechos objetivos y que
todos puedan ser captados en sus distintos ángulos, pero no por ello carecen
de sentido, de finalidad real.
El problema de lo real es importante, en toda la interpretación de la so-
ciedad que nos plantea Baudrillard, aquí comprendemos su magnitud y con-
tundencia pues lo que se manifiesta es que la reflexión sobre nuestra sociedad,
y en particular el asunto de la política, que es nuestro interés, está afectada por
reflexiones acerca del hombre mismo, de su existencia, de sus miedos, de sus ca-
pacidades y deseos, no es simplemente una cuestión técnica en la que se debe
mirar cómo distribuir mejor la riqueza, cómo mejorar los mecanismos de par-
ticipación, qué métodos resultan más útiles para fortalecer la democracia, sino
que, en medio de ello, se comienza a ver la necesidad de pensar de nuevo al
hombre, no en el sentido de conocerlo más a fondo ni de experimentar con él,
sino de soñar de nuevo al hombre, de retomar el valor de sus miedos, no para
chantajear y aprovecharse con ello, sino para redefinirlo.
La importancia de volver a pensar en el sentido de la existencia del hom-
bre no está en que con ello nos acercaríamos más a la verdad del hombre sino,
al contrario, en que podríamos volver a pensarlo como una posibilidad, como
una ilusión; como ejemplo podríamos hablar del miedo natural de los hom-
bres a la muerte, y del modo como este sentimiento, al ser visto desde uno u otro
ángulo, termina construyendo una sociedad u otra. Nunca es igual una co-
munidad en la que la muerte en situaciones desafiantes cobra un valor heroico
a otra en la que la misma es sencillamente una tragedia; los valores de la exis-
tencia humana que están en medio de esto son los que terminan moldeando
uno u otro tipo de sociedad. De este modo, no es suficiente mirar los proble-
mas de la convivencia política de las sociedades contemporáneas como erro-
res o desviaciones técnicas, sino que es necesario pensarlos en su dependencia
con la preocupación acerca de la existencia del hombre, y de su sentido de ser

[285]
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

tal, para lo que es útil la mirada a la cultura como uno de los bastiones de la
formación de valores y principios, esenciales a la concepción de la vida huma-
na, su sentido y desarrollo.
Para finalizar, entonces, sólo queremos señalar que la obscenidad es la fi-
gura en la que convergen las otras dos figuras con las que Baudrillard define par-
ticularmente, pero no exclusivamente, la política: la del rehén y la del obeso,
cuya composición conduce a pensar el problema de la existencia del hombre,
su directa relación con el problema de la realidad, y la importancia de esto en
la configuración de una sociedad y, particularmente, en la reflexión filosófica
de la política, pues supone un distanciamiento frente a nociones tan fuertemente
defendidas en el discurso corriente como son la libertad, la tolerancia a la di-
ferencia, lo racional, la verdad, abriendo de este modo, una perspectiva enri-
quecedora a la política desde la reflexión filosófica.
La transpolítica es, entonces, la simulación de la política, una política
transparente. Una política que tiene como frente el campo de lo social, en el
que se hace manifiesta su obscenidad, su obesidad y su condición de chanta-
je, y es lo social precisamente, porque esta esfera ocupa el lugar de la opinión
pública, del espacio público; bajo el anonimato de los individuos en ella, asu-
me la responsabilidad que cada uno de ellos tiene frente a su sociedad en tanto
ciudadano y se apodera, en la indiferencia que la caracteriza, del papel de los
sujetos libres, autónomos y racionales, todo esto, por supuesto, por medio
del empoderamiento por parte de las masas del campo de lo público. Esto nos
lleva a estudiar el fenómeno de las masas como aspecto fundamental de la po-
lítica hoy, partiendo de entenderlas como los sujetos políticos de la nueva
época que se está constituyendo, cuestionándonos acerca del papel de los in-
dividuos y de las comunidades en el espacio público. Es el interrogante por
quién es el actor político por excelencia en la transpolítica, y las consecuencias
que ello trae al orden del sistema en general, lo que da a lugar a las reflexio-
nes de la tercera y última sección del presente trabajo, centradas en el asun-
to del sujeto político y su lugar en la estructura cultural actual.

3. Consecuencias del pensamiento de Baudrillard


Después del recorrido hecho en las dos secciones anteriores por el pen-
samiento de Baudrillard, es preciso reflexionar acerca de sus consecuencias
para la comprensión de lo que es la política y del sujeto político contempo-
ráneo particularmente. Se consideran a continuación tres campos vitales
para la constitución de lo político, a partir de los cuales se espera lograr una

1286
EL SUJETO POLÍTICO POSMODERNO

comprensión sobre el modo en el que hoy se entiende la idea de sujeto en el


campo de lo político.

3.1. Lo público y lo privado


Los límites de lo público, lo que atañe a lo privado, son preocupaciones
que subyacen a toda reflexión sobre la política y que ya en Aristóteles se dejan
ver en su pretensión por diferenciar el mantenimiento de una familia y el de una
comunidad de ciudadanos. Buscar los límites entre lo uno y lo otro se proyec-
ta como una necesidad ya sea porque se pretenda determinar o delimitar las
tareas del Estado o porque se busque hacer énfasis en la libertad de los indivi-
duos para el desarrollo de su subjetividad; total, es básico saber cuál es la res-
ponsabilidad de cada ámbito. En este orden de ideas, entender cuáles son las
fronteras de lo público y de lo privado en nuestra ordenación del mundo pa-
rece ser una condición para adelantar una posible caracterización sobre los
roles de los Estados y de la política internacional, en general, y una determina-
ción de lo que son, o somos, los sujetos en el mundo contemporáneo.
¿Qué es lo público?, ¿qué es lo privado?, ¿existen puntos de encuentro o son
absolutamente disímiles? Estas son las preguntas que permiten iniciar el cono-
cimiento del panorama en el que se desenvuelve el orden político y social actual,
y para las cuales, antes de presentar unas apresuradas respuestas, tendremos que
recordar la tensión entre la llamada libertad de los antiguos -refiriéndose al
concepto de libertad reinante en la Grecia antigua y representada en el pensa-
miento de Aristóteles- y la libertad de los modernos -fundamentada en los
conceptos del Iluminismo del siglo XVIII.
Si tan sólo consideramos que la finalidad de una comunidad política era
la felicidad de sus miembros, siguiendo a Aristóteles, y que la idea de felicidad
estaba determinada por la relación con la idea de virtud, entendemos que allí
hay una marcada tendencia a integrar lo público con el privado, aunque recor-
demos que Aristóteles distingue entre ciudadano y hombre bueno, luego las
fronteras entre lo uno y lo otro no son del todo claras, pero sí lo es el hecho de
que el gobierno no cumple únicamente una función administrativa, sino que
se preocupa por fomentar la vida buena de sus ciudadanos.
Así, lo público y lo privado encajan y se articulan para la composición de
una buena comunidad política, no son dos caras opuestas de una misma mo-
neda, sino dos hilos de una misma trenza, y tanto es así, que se habla de la li-
bertad de los antiguos para diferenciarla de la libertad de los modernos,
subrayando que la primera esboza una formación del individuo como ciuda-

[287)
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

daño, miembro de una comunidad política, animal político, con lo cual se hace
énfasis en que el desarrollo y la determinación del individuo en tanto tal tiene
un fuerte tinte de responsabilidad social. De este modo, si bien es cierto que es
distinto hablar de un hombre bueno -virtuoso- y de un buen ciudadano, es cla-
ro que hay un camino de intersección muy corto entre ambos y que son, nece-
sariamente, interdependientes, a partir de lo cual se puede decir que lo público
y lo privado no son ámbitos opuestos en el ser humano, en el pensamiento an-
tiguo, sino ámbitos integrados con una finalidad común: la felicidad.
La modernidad desarrolla una radical distinción entre el ámbito públi-
co y el privado del ser humano. La secularización de la dirección y del ordena-
miento de las comunidades le otorga a lo público funciones distintas y ajenas
a la felicidad del individuo particular, papel que asume cada sujeto en su ám-
bito privado. Ya no hablamos de animales políticos que procuran una vida
buena, ni de criaturas de Dios que persiguen su salvación, sino de sujetos que
buscan la libertad, sujetos cuya determinación depende exclusivamente de
ellos y para los cuales lo público es el espacio necesario que garantiza la
sobrevivencia. La finalidad de cada ámbito es distinta, y aunque complemen-
tarios, son dos caminos separados, cada uno con sus funciones y campos deter-
minados. El criterio que pone la frontera entre los dos ámbitos es el radio de
influencia: si un acto afecta exclusivamente al individuo es entonces un acto de
carácter privado, si por el contrario afecta a las personas con las que convive
o, en general, interfiere a los demás en su capacidad de ejercer su vida plenamen-
te, estamos hablando de un acto de carácter público.
Pero como ya lo veía Stuart Mili en su escrito Sobre la libertad, donde se
encuentra el fundamento del concepto de libertad manejado en el mundo
moderno, juzgar el grado de influencia de los diversos actos de un individuo
en su sociedad es un ejercicio que trae problemas debido a su ambigüedad.
Así, es claro que el hecho de consumir drogas es un acto individual y que, en
principio, no afecta a nadie más que al consumidor, pero hoy entendemos
que es un problema de carácter público, y no precisamente por la posibilidad
de que un adicto a las drogas atente contra la integridad de otras personas,
sino porque a nivel macro las consecuencias del comercio de drogas y de su
consumo frecuente trae dificultades de orden público, económico y de orden
social y cultural. Como éste existen muchos otros ejemplos que muestran la
dificultad para decidir lo que le corresponde a cada ámbito, entre ellos, la
prostitución, el juego, la religión, sobre los cuales podría decirse, por un
lado, que entran dentro del dominio de lo privado, pero respecto a los cua-
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

les se han tenido que establecer medidas de intervención o regulación pues su


actividad termina influyendo el orden público (medidas como el control o
persecución a sectas religiosas, restricciones en cuanto a zonas y horarios,
medidas de control sanitario, etc.).
Entonces, si por un lado la delimitación de los campos es ambigua, pero,
al mismo tiempo, hay una radical distinción entre ellos, según lo dicho, ¿cuá-
les son los límites entre lo público y lo privado? La modernidad intenta hacer
de los individuos verdaderos sujetos autónomos, racionales y libres -mayores
de edad-, y es por eso que les deja todo un espacio (el privado) para su desa-
rrollo, haciendo así de lo público un espacio necesario en tanto que garantiza
la posibilidad de cada individuo para dedicarse a lo que verdaderamente le im-
porta: su desarrollo individual en su campo meramente privado. Si entre mi
vecino y su esposa hay una relación muy violenta, ese no deja de ser problema
ajeno, a menos que hagan mucho ruido o afecten mi actividad cotidiana de al-
gún modo, pues puedo pensar que libremente han escogido vivir juntos de esa
manera, aunque considere, de manera muy personal, que no es un modo de
vida muy adecuado. La discusión sobre modos de vida o el sentido de la vida no
entra en la agenda pública, mientras, por supuesto, no comprometa la estabi-
lidad de ésta; son cuestiones de la vida privada de los individuos. Luego la se-
paración entre los dos campos es un hecho, efectivamente, pero los criterios que
para ello se utilizan no están determinados de manera absoluta sino que pre-
sentan flexibilidad, de acuerdo a coyunturas concretas.
De acuerdo con lo anterior, es claro que la relación entre el individuo y la
sociedad es conflictiva e intenta ser regulada a partir de la determinación de lí-
mites para cada uno de los actores, situación que no deja de ser problemática
y que no logra ser resuelta con la postulación de la libertad como principio de
la vida humana, como lo ha pretendido la modernidad. La modernidad parte
de entender al ser humano como un sujeto racional, esperando de éste el de-
sarrollo de su autonomía, y de su razón para mejorar su vida y la de los de-
más miembros de la sociedad con los que convive, partiendo de que los
hombres son capaces, si así se les enseña y acostumbra, de asumir responsa-
blemente el manejo de su libertad. Es este el supuesto que explica la distinción
entre los asuntos públicos y los privados, pues entrega a los individuos la res-
ponsabilidad sobre las decisiones de su modo de vida, quedando así lo públi-
co encargado de aquello que los individuos como tal no pueden hacer:
controlar el orden y la estabilidad general para que cada uno pueda desarro-
llar eso que ha decidido libremente.

[289]
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

Una muestra de la transformación que vive en nuestros días Occidente es


precisamente el cambio que observamos en las determinaciones de lo público
y de lo privado, pues hoy su separación ha llegado al éxtasis. Podríamos afir-
mar que Baudrillard habla de un periodo posmoderno como una plenitud de
la modernidad, que en el caso concreto de nuestro interés se presenta como la
separación máxima entre lo público y lo privado, manifiesta en situaciones
como el acceso individual y privado vía Internet al mercado sexual de niños y
niñas que es, por otro lado, y al mismo tiempo, perseguido y, por lo menos en
teoría, penalizado, es decir, regulado por la acción gubernamental en interés
del bienestar público. O, como en el caso de las drogas, en el que un sujeto en
pleno uso de su libertad puede consumir estas sustancias, pero que, desde una
lectura pública de la situación, exige una respuesta de control a su producción
y venta. Los dos ejemplos anteriores son ilustrativos porque en ellos se deja ver
que cada espacio asume una postura distinta y a veces contradictoria, como en
los casos anteriores, produciéndose así una división tajante entre una perspec-
tiva pública y una privada.
Sin embargo, si entendemos las actuales como sociedades hiperreales, en-
tonces aceptaremos que tal distinción es tan sólo producto de la simulación,
tras lo cual observaríamos que hay una indiferencia absoluta entre ambos es-
pacios. De acuerdo con esto, ya no hay temas propios del debate público y, por
otro lado, asuntos del campo privado, sino que, más bien, no hay límites en la
intervención pública de asuntos propios de lo privado de los sujetos, como ya
no hay cuestiones públicas que escapen a la preocupación de los individuos en
su vida privada.
Baudrillard habla de un mundo indiferenciado, donde las dualidades
bueno-malo, bello-feo, verdadero-falso han desaparecido, como en el caso
de lo público y lo privado. Una cuestión tan personal como la procreación
termina siendo motivo de regulación y de interés público, así como las res-
ponsabilidades de los miembros de la familia están reguladas por una ley pú-
blica; así mismo, decisiones importantes a nivel público, como declaratoria
de guerra o ciertas políticas de Estado, dependen del movimiento de opinión
de individuos que optan por lo uno o lo otro, no por argumentos racionales
orientados por principios de Estado, sino más bien por información
mediatizada de una coyuntura particular. Así, lo público termina condicio-
nando decisiones propias de la vida privada de los individuos, y éstos, a su vez,
tomando o influyendo en decisiones públicas a partir de intereses o preocu-
paciones netamente privadas.

[290J
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

Si bien la modernidad coloca a la humanidad, el progreso, la igualdad, la


libertad, la abundancia, como metas generales de la organización social, el es-
pacio público no es una búsqueda de ello hoy, sino una tensión de fuerzas en la
que la opinión (guiada por intereses privados y creada a partir de hechos e
imágenes coyunturales) de una masa irracional pesa mucho, relegando esos
principios o metas que le dan sentido al espacio público de nuestras sociedades.
Con ello, como ya se decía, lo público muestra su carencia de finalidad propia,
propiciándose así una situación en la que no hay características específicas que
determinen lo público como tal.
La misma situación se experimenta en el espacio privado de los individuos,
pues sus decisiones más íntimas aparecen reguladas o intervenidas por el con-
trol público. Si yo decido morir -decisión que debería depender exclusiva y li-
bremente del sujeto- porque padezco una enfermedad terminal, tendré suerte
si en mi país eso es permitido legalmente, de lo contrario seguramente metería
en problemas a otros. Mi conducta sexual -que considero de mi única y abso-
luta incumbencia- podría determinarme condiciones sociales y legales muy
concretas, pues en el espacio público ya se habrán dado algunos lineamientos
acerca de ello. Y así mismo sucede con otros asuntos totalmente privados que
son interferidos de uno u otro modo por el control público.
Lo que hasta aquí se ha pretendido mostrar son las implicaciones de la in-
terpretación de Baudrillard del nuestro como un mundo hiperreal, en el caso
concreto de la relación público-privado. Dichas implicaciones no son otras
que, en primer lugar, la creencia en una distinción entre aquellos espacios, de-
rivada de un anhelo de libertad como principio primordial de nuestras vidas,
cuando en realidad tal distinción no se aplica a la vivencia corriente; derivado
de lo anterior, la creencia en una determinación muy clara en lo que correspon-
de a asuntos públicos y asuntos privados, con lo que se cree estar delimitando
los poderes del poder público, por un lado, y fortaleciendo la autonomía de los
individuos, por otro, cuando ni lo uno ni lo otro se ve en nuestra experiencia
cotidiana de la vida social y política.
Entonces, el problema de la conjunción de los dos ámbitos hoy parece es-
tar en el hecho de que la simulación general de nuestra cultura oculta este fe-
nómeno, exponiéndonos a la creencia de que vivimos en una sociedad en la que
la distinción público-privado es clara, con lo que se cierra la discusión sobre el
asunto, logrando, además, que creamos la gran mentira del progreso constante
de la humanidad -con lo que se legitiman el ejercicio actual de la política, la eco-
nomía, la ciencia y la tecnología como actividades necesarias para ello en su

[291J
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

modo de desarrollo vigente-, pues así lo pensamos cuando recordamos que


hoy la distinción y separación de lo público y lo privado nos garantiza la ple-
na libertad y autonomía en nuestros actos. Es precisamente la libertad, como
criterio primordial de evolución, mejoramiento o progreso de la humanidad,
lo que está hoy en juego en nuestro mundo hiperreal, pues no deja de ser para-
dójico, que en un orden de control internacional como el que vivimos, la liber-
tad sea la bandera que legitime ese obrar, por lo que la pregunta que surge es
¿cuál es el papel de la libertad en un mundo hiperreal7

3.2. La libertad: La cuestión de la responsabilidad


La cuestión de la libertad tiene mucho que ver con la de la polaridad pú-
blico-privado, pues hace referencia al eterno problema del ser humano con su
comunidad concreta, entendiendo este como el dilema que tienen los indivi-
duos cuando actúan y encuentran que sus deseos e impulsos tienen sus límites
en los deseos de los otros, por lo que no siempre el individuo podrá darle rien-
da suelta a sus deseos, pero tampoco quiere decir que sus deseos sean imposi-
bles de realizar; encontrar el punto de equilibrio entre el individuo y la sociedad
v e Ci wjiiii-ivLw ^ U i . i l a c C c u C j L i w n a i i a p v j o i u m c i a c í cit. i i u c i i a u U-Ci u u J T i u i t y, u c
otro lado, los límites de la intervención de lo público en la vida privada.
En medio de la relación que se teje entre esas cuestiones está el problema
de la responsabilidad de los individuos. Ésta se explica, en el contexto de lo pú-
blico, como la necesidad que tiene cada ciudadano de los demás y por tanto su
responsabilidad para mantener una convivencia armónica, mínimamente; el
problema de la responsabilidad, en el ámbito privado de cada ser humano, es
el problema de la posibilidad de tomar decisiones y dirigir su voluntad li-
bremente, sin determinaciones, que por supuesto tiene mucho que ver con
las condiciones del espacio público concreto que lo determina. Así, cual-
quier implicación que tenga la interpretación de Baudrillard en la noción
de libertad, directamente influirá en la comprensión de la relación públi-
co-privado y en la preocupación que recorre ambas cuestiones: la respon-
sabilidad de cada individuo.
Empecemos por mirar el modo en el que la idea de una sociedad hiperreal
nos coloca frente al reto de un cambio en la comprensión de la noción de liber-
tad. Pensemos primero en la sociedad en general para luego pasar a mirar al ciu-
dadano en su individualidad, y entonces tendremos que decir que si
Baudrillard plantea un espacio público dominado por la opinión de una masa
o mayoría silenciosa caracterizada por su indiferencia, no podemos hablar allí

[292]
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

de libertad. Y no porque una opinión mayoritaria domine o se imponga sobre


las minorías, ni porque detrás de ese fenómeno exista un mecanismo de domi-
nación y exclusión, sino porque vemos que el mantenimiento de ese espacio
público en términos de mayoría silenciosa es una forma en la cual los individuos
están huyendo voluntariamente de sus responsabilidades colectivas, prefirien-
do así optar por una servidumbre voluntaria, más que por una vida libre, si aca-
so ello es posible.
La servidumbre voluntaria es una noción que Baudrillard introduce re-
petidamente en sus textos para cambiar la idea de una masa alienada por la de
una mayoría silenciosa que opta por entregar su libertad a cambio de liberar-
se de su responsabilidad con los demás miembros de la sociedad y en general con
lo público. Aquí volvemos a hablar necesariamente de la distinción entre la
noción de libertad de los antiguos y la de los modernos, que podemos exponer
como una distinción entre una idea de libertad que comprende los actos del
hombre en su dimensión pública y privada -libertad de los antiguos- y la idea
de un hombre libre sólo a partir de sus actos y decisiones acerca de su vida pri-
vada, excluyendo la posibilidad, por lo menos en principio, de que las decisio-
nes sobre la vida pública lo hagan más libre (a menos que esas decisiones versen
sobre aspectos de la vida privada) -libertad de los modernos.
De este modo, los individuos intentarán dedicarse al enriquecimiento
de su vida privada, que es lo que los hace libres, procurando "sacar" del ca-
mino, lo más rápido posible, las responsabilidades con el espacio público, a
lo que se ajusta la idea de servidumbre voluntaria, que hace alusión a la deci-
sión de los miembros de nuestras sociedades de dejar las decisiones públicas
en manos de lo anónimo (encuestas o sondeos, por ejemplo), un actor social
que representa a todos y al mismo tiempo a ninguno, quedando así todos
tranquilos respecto a sus deberes colectivos, pues asumen que allí están o no,
es decir, asumen una u otra posición, cuando en realidad no es claro si lo han
decidido racional y libremente o prefirieron dejar que ese anónimo o mayo-
ría los incluyera en su paquete.
Entonces, la discusión sobre la libertad ya no debe contemplar sólo dos
opciones: o soy esclavo o soy libre; tendrá que incluir la posibilidad de ser li-
bre decidiendo ser esclavo, que, por paradójico que parezca, es la opción que
parece hemos decidido tomar. Así, se entiende que si seguimos manejando la
discusión sobre la libertad en términos de antiguos y modernos, no logramos
entender el momento actual que plantea variantes a estas dos alternativas. En
esta línea de ideas entendemos la conveniencia del planteamiento de Baudrillard

[2931
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

para una cuestión fundamental de la filosofía política, pues abre la posibilidad


de manejar una definición de libertad tan confusa y paradójica que parece es-
tar hablando de libertad y no libertad al mismo tiempo, acontecimiento que
se incluye en la interpretación general de la sociedad actual como transparen-
te, es decir, que una de las implicaciones de entender la categoría de transpa-
rencia es la riqueza que trae en el análisis del concepto de libertad, como
pretenderemos demostrar a continuación.
La transparencia hace referencia a tres fenómenos: la presencia sin velo,
la carencia de una finalidad y la autodestrucción. Si miramos el manejo de la
noción de libertad en el orden cultural del mundo de hoy (que comprende lo
político, lo social y lo económico) a la luz de los planteamientos de nuestro
sociólogo, podemos decir que la libertad se manifiesta sin velo alguno, que
no parece tener una finalidad determinada y que conduce, ella misma, a su
autodestrucción, o sea a la no libertad. Todos son libres de escoger ser de iz-
quierda o de derecha, ser católicos o pertenecer a cualquier otra religión, es-
coger a nuestro representante en el gobierno, o comprar un carro blanco o
verde. En fin, la libertad es la condición básica de la vida de los individuos en
el m u n d o contemporáneo, es el principio que rige la actividad económica,
política y social hoy, y es una realidad que los individuos tienen la posibili-
dad de escoger libremente entre diversas opciones, llamándosele a esto liber-
tad, siendo innegable el hecho de que esa es la premisa que hace posible la
dinámica de la sociedad.
De esta forma la presencia sin velo de la libertad en nuestro contexto es un
hecho, la libertad está allí, se presenta ante nosotros como una verdad incues-
tionable: "queremos ser libres, buscamos siempre ser más libres, queremos ins-
tituciones que respalden el ejercicio de la libertad". La pregunta que se sigue de
este grito que hoy lanzan las sociedades y sus miembros en el mundo contem-
poráneo es ¿y para qué?, pregunta que, aunque parezca ociosa, es importante
si de entender nuestro mundo se trata, ya que la respuesta no es tan evidente
como se cree, pues si bien en la historia del hombre hay una constante búsque-
da de la libertad, no siempre este valor se postula como primordial, sobrepa-
sándolo en importancia valores de comunidad o sentimientos y creencias
religiosas. Entonces, podemos hoy preguntarnos ¿para qué ser libres?, ¿por qué
la libertad es el primer principio que debe regular la actividad humana?
La cultura de nuestros días privilegia la libertad sobre cualquier otro va-
lor humano: las instituciones económicas, políticas y sociales deben promover
el ejercicio de la libertad de los individuos. La pregunta es, ¿cuál es la finalidad

I294J
EL SUJETO POLÍTICO POSMODERNO

de esto?, a lo que se respondería que el objetivo es una sociedad libre cuyos


miembros sean autónomos, tomen sus decisiones y dirijan su voluntad de acuer-
do con su libre pensar. Esto es como decir que se busca la libertad porque se
quiere ser libre, pero ¿para qué?, ¿acaso no es más fácil que me digan lo que tengo
que hacer, para así no hacerme responsable de las consecuencias de esos actos
en tanto yo no tomé la decisión?, ¿por qué no pensar que es preferible que los
errores en las decisiones de mi vida sean responsabilidad de otro?, ¿no es me-
jor culpar a otro que reconocer las fallas y deficiencias propias?
La pregunta ¿para qué la libertad? no es tonta porque su respuesta no es
obvia, porque si bien podría decirse que es propio de los seres humamos por
su racionalidad la posibilidad de tomar sus propias decisiones de una manera
racional y libre, siendo este un rasgo que lo distingue de los animales y sus con-
diciones de necesidad, puede pensarse que esa capacidad de autodeterminarse
y hacerse libre de las determinaciones de la necesidad no es lo fundamental en
el ser humano aunque parezca ser lo específicamente humano. No es una idea
loca y absurda, es, por lo menos, una hipótesis válida si consideramos fenóme-
nos como los siguientes: en primer lugar, el hecho que señala Baudrillard, a pe-
sar de todos los esfuerzos por brindar educación y ofrecer información
abiertamente, los individuos aún no toman las riendas de sus vidas, permitien-
do así que sus decisiones más fundamentales sean determinadas por otros, lo
cual ya, en principio, nos hace dudar acerca de ese "todos queremos ser libres,
es nuestra condición en tanto seres humanos".
Fenómenos como los que se registran hoy generan ciertas dudas al respec-
to. Por ejemplo, la existencia de una red global de información con la cual se
puede acceder a datos útiles para nuestra formación como sujetos racionales,
para hacernos a criterios propios acerca de los acontecimientos del mundo y
de las políticas públicas; sin embargo, los lugares que más visitantes registran
no son precisamente los que fortalecen estas capacidades, sino, en primer lu-
gar, las páginas pornográficas o de encuentros y en segundo las de música. ¿Qué
nos sugiere esto?
Entrando en el campo de lo público, el caso de la aceptación general de
medidas de protección que interfieren en los derechos y libertades individua-
les, sugiere que hay valores como la seguridad o la tranquilidad, en este caso,
que se anteponen a la libertad. Otro caso que sugiere lo anterior es la comodi-
dad de optar por creer en encuestas y sondeos, cuando sabemos de antemano
que tras los mass media hay grupos económicos poderosos con intereses pro-
pios que no representan de ninguna manera los de todos -ni siquiera los de la

[2951
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

mayoría-, y que, por consiguiente, manejan una información parcializada o


sesgada. ¿Qué pasa entonces? ¿Es claro y evidente que los individuos buscamos
la libertad? ¿Acaso no se podría cuestionar el discurso que sugiere que la fina-
lidad de la libertad como principio primero de nuestro orden es la construc-
ción de sociedades cuyos miembros sean sujetos libres, autónomos y racionales,
preguntándonos si es efectivamente eso lo que nos hace humanos y si es verda-
deramente lo más importante en la vida de los hombres, como para que me-
rezca ser, como lo es hoy, el principio regulador de todo el ordenamiento de la
dinámica humana?
De la interpretación de Baudrillard acerca de la sociedad se podría dedu-
cir, la transparencia de la libertad, es decir, su carencia de finalidad precisamente
porque está allí, porque se presenta simplemente, con lo cual la libertad termi-
na conduciendo a su contrario: la necesidad. La libertad conserva su pureza,
su fuerza como idea reguladora, en el sentido en que Kant utiliza esta expresión,
en tanto que no es un hecho objetivo, en tanto que es un reto para el hombre,
en tanto que es opuesta a la necesidad; pero en el momento en el que los opues-
tos convergen y la libertad ya no es un reto, sino una realidad, la libertad se con-
vierte en una necesidad. Esta afirmación se desprende de la idea de
transparencia de Baudrillard, como la exposición absoluta, la presentación
objetiva de un hecho, la que termina dando origen a su contrario en sí mismo.
La libertad deja de serlo cuando es un hecho objetivo, cuando es nuestra reali-
dad, nuestra necesidad.
Entonces, el problema de la libertad es que hoy, por su éxtasis, se
autodestruye. El problema de las sociedades contemporáneas, que deberían
estar conformadas por sujetos racionales y libres pero no lo logran, no se
debe, fundamentalmente, a que haya fallado algo en el establecimiento del
orden que no permite que se logre tan anhelado objetivo, o a que aún falte
más ilustración, en el sentido amplio del término, para llegar a ello, sino a
que la realidad de la libertad tiene su efecto perverso: la integración de sí
misma con su negación, es decir la libertad y su ausencia a la vez. Si asumi-
mos este supuesto, que si bien no es argumentado por Baudrillard, sí lo ex-
pone, podemos explicar que tras todos los intentos, la humanidad sigue
siendo esclava de sus necesidades.
De este modo, entonces, la idea de la sociedad contemporánea como
una sociedad transparente, en la que la libertad no escapa a esta caracterís-
tica, plantea la posibilidad de pensar el problema de la libertad desde la
perspectiva política y, específicamente, desde la filosofía política, a saber,

[296]
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

la posibilidad de reconsiderar la libertad como principio conductor del


orden de la sociedad. Por supuesto, esto suena absolutamente premoderno
en nuestro contexto, donde se defiende la libertad como criterio para la dis-
tribución económica, la organización política y el ordenamiento social en
general, pero es una alternativa razonable que estaría de acuerdo con ten-
dencias del pensamiento actual que buscan anteponer otros conceptos al de
libertad en las políticas de ordenamiento de nuestro mundo.
Hoy ya no es evidente que la ciencia y la tecnología conduzcan, nece-
sariamente, al bienestar de la humanidad, pues hemos visto también sus efec-
tos contrarios; tampoco lo es pensar que el aumento en la productividad y
la eficiencia económica hayan beneficiado las condiciones básicas de vida
de la humanidad en su conjunto; mucho menos evidente es que la democra-
cia vaya a hacer de las nuestras, sociedades de individuos libres, al igual que
no lo es pensar que la ampliación del mercado y sus consiguientes efectos
como la promoción de una red global de comunicaciones, permitan a los
hombres un mayor estado de libertad en su vida social. Todo lo anterior
sugiere que debemos empezar a hacer preguntas, porque aún no tenemos
respuestas definitivas, y para ello debemos mirar lo que está sucediendo,
debemos estudiar las manifestaciones humanas y su riqueza que, en un pri-
mer momento, parecen esquivas al anhelo -tal vez no sea más que eso y en
cuanto tal deba mantenerse- de libertad del hombre.
El argumento del autor no suena absurdo después de que observamos
el crecimiento de fenómenos como el racismo, las sectas religiosas o la bús-
queda de "contacto" con lo espiritual, el abuso de drogas, que remiten a sen-
timientos de pertenencia, de identidad, de subordinación, contrarios a la
libertad como principio ubicado en el centro del sentido de la vida huma-
na. No resulta inaceptable pensarlo cuando vemos que la humanidad se
sume en un proceso de servidumbre voluntaria, de delegación de respon-
sabilidades colectivas que parecen conducir a nuevos totalitarismos, he-
chos que expresan la lejanía del hombre a la idea de libertad como un fin
al que llegar, pues se presenta como un medio para otros sentimientos que
terminan siendo determinantes como finalidad de la vida humana y fuen-
tes de sentido de ésta.
Así, el replanteamiento de la noción de libertad y del modo en el que
se ubica en las sociedades conduciría a pensar de nuevo la sociedad y, tal vez,
a un mejoramiento de las condiciones sociales, políticas y económicas del
mundo. Con esto no estoy diciendo que Baudrillard haga una invitación ex-

[297]
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

plícita a pensar este problema, pero de sus reflexiones puede deducirse, en


primer lugar, que la libertad se encuentra en un punto en el que ha dejado
de ser tal, para encontrarse con su contrario, con su ausencia; y, en segun-
do lugar, y como consecuencia de ello, la necesidad de entender el proble-
ma de la libertad desde una perspectiva distinta de la que se le puede dar a
partir de la óptica de la distinción en la vida humana de un ámbito públi-
co y uno privado, para intentar superar con ello la polaridad libertad mo-
derna-libertad de los antiguos.

3.3 El disenso
Definitivamente las implicaciones de la interpretación de Baudrillard en
lo relativo al concepto de libertad resultan determinantes en varios campos, en-
tre ellos, el tema de la oposición. La oposición es posible solamente si existe el
otro, lo otro, es decir, si existe la diferencia, siendo precisamente esto lo que no
hay en las sociedades transparentes y simuladas de la posmodernidad. La simu-
lación de la diferencia que reemplaza su existencia real31 es la simulación de lo
otro que ya no existe, es la simulación de opuestos cuando no hay más que igua-
les, lo cual visto desde el punto de vista de la política significa ei fin de ia disi-
dencia. La crítica u oposición política no existe, reflejado en la carencia de
significado de la oposición izquierda-derecha.
Esta polaridad básica de la política es inexistente hoy por hoy, pues mien-
tras antes la derecha representaba los valores morales de la Ilustración y la iz-

31
Parece haber una contradicción en la postura de Baudrillard: si lo que
hay es la nada en lugar del ser y está criticando la defensa de lo real,
entonces, ¿cómo es posible que él distinga una simulación de una realidad,
como parece hacerlo en su planteamiento? Pues bien, la contradicción no
existe. Baudrillard no está proponiendo una sociedad cuyo fundamento
sea la aceptación de la nada en lugar de lo real, por lo que se le otorga el
título de nihilista, sino que plantea lo real como una ilusión, queriendo
reconocer con esto la necesidad de hablar de lo real y lo no real, pero no en
términos de verdad absoluta, sin entrar en el juego de creer que nuestra
creencia en lo real es una manifestación de lo verdadero, sino como una
ilusión, lo real y su contrario como una oposición real sólo en tanto que es
nuestra creencia básica. De este modo, le otorga a lo real, desde su modo de
verlo, su particularidad, comparándolo con nuestro modo de entenderlo,
con lo cual la contradicción desaparece, pues cuando se habla de lo real es
preciso tener en cuenta el modo en el que utiliza el término.

[298]
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

quierda era su antagonista, hoy nos encontramos frente al fenómeno de la equi-


valencia entre derecha e izquierda: ambas defienden los principios de la moder-
nidad, sus valores morales y derechos fundamentales32. Ambas coinciden,
aunque el nivel de maximización de estos aspectos sea de distinto grado, en es-
tos parámetros de la organización de la sociedad, con lo cual la política ha
muerto, dice Baudrillard. Si la izquierda representaba el antagonismo al or-
den, y hoy ya no ocupa este lugar realmente, entonces, la política no es una ac-
tividad de diálogo, de concertación, de discusión, ni siquiera de confrontación,
pues no hay con quien hacerlo; la política contemporánea es un diálogo con-
sigo misma, es una reproducción en el vacío, en términos de Baudrillard, un
ejercicio de mantenimiento de sí misma, la política cuyo fin es la política, la po-
lítica en sí y para sí.
Es imposible hablar de crítica, pues todos somos lo mismo, somos uno
solo, no hay un otro. Pero si miramos los hechos concretos del mundo, obser-
vamos todo lo contrario, podría decirse, pues lo único que se observa son con-
frontaciones aquí y allá, marcadas con una inmensa carga política, como es el
caso de Irlanda con el IRA, o de España con la ETA, o de Colombia con la gue-
rra de guerrillas, o de Yugoslavia, o de Kosovo, sin mencionar el problema del
Medio Oriente, conflictos todos caracterizados por la disputa entre dos ban-
dos que se ven el uno al otro radicalmente distintos, tanto, que sólo les resta el
camino de la confrontación armada, luego ¿cómo puede afirmar Baudrillard
la desaparición del otro, la ausencia de diferencia?
Baudrillard parte de entender la diferencia como lo radicalmente opues-
to; a mí, como mujer latinoamericana, mi contexto me hace particularmente
distinta de una mujer francesa, pero no somos absolutamente opuestas y, se-
guramente, podríamos coincidir en aspiraciones o vivencias, por ejemplo, des-
pués de todo, podríamos encontrar puntos de encuentro, situación que no es
posible entre los polos, que nunca se encuentran y que son diferencias absolu-
tas. Esta es la noción de diferencia que Baudrillard maneja, y según la cual mu-
chos de los conflictos mencionados anteriormente como muestra de las
diferencias existentes en el mundo quedarían descalificados como tales; entre
ellos estarían los que tienen como motivación reivindicaciones de igualdad,

32
Acerca de este tema ver el artículo El conjuro de los imbéciles, escrito en
1997, en el que habla de la izquierda en general, aterrizando su exposición
en el caso francés.

[2991
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

libertad o derechos básicos, porque, después de todo, tienen sus fundamen-


tos en la modernidad, en los principios básicos de Occidente, luego expresan,
no la diferencia, sino más bien la lucha de Occidente contra Occidente, su
autodestrucción -transparencia-, la existencia de un virus dentro de él que
se encarga él mismo de alimentar y, al mismo tiempo, de erradicar.
Lo anterior sugiere que la posibilidad de una oposición real en el orden
actual de las cosas tendría que reivindicar elementos inconmensurables con los
propios de nuestra realidad. Así, la crítica al orden no es reclamar más justicia
económica con los países del Tercer Mundo, ni más espacios participativos para
la minoría, ni exigir excepciones a la normatividad de patentes para mejorar
las condiciones de bienestar de los países más pobres del mundo, sino, la opo-
sición radical a todo el sistema, en sus principios y, por supuesto, en sus estra-
tegias y tácticas. Algunas veces, por lo dicho anteriormente, podríamos
sentirnos tentados a afirmar que esto es lo que le da radicalidad al planteamien-
to de Baudrillard, pues parece ser esta una crítica real, en tanto que se opone a
conceptos propiamente modernos como los de sujeto y verdad objetiva, a ries-
go de parecemos premoderno. Y más aún, si tenemos en cuenta que él consi-
dera que los únicos que pueden ser realmente antagonistas de Occidente, y por
consiguiente, desestabilizarlo, son los pueblos árabes, catalogados en el con-
texto mundial como las sociedades más rezagadas y premodernas.
El caso árabe es especial en el contexto mundial de nuestros días, pues pa-
rece ser la única posibilidad de diferencia real. La cultura de los musulmanes
llama la atención del autor, pues su cultura y su lucha contra Occidente tienen
una particularidad: su defensa de la diferencia, entendida no como la lucha por
el reconocimiento de la diferencia con el fin de exigir derechos iguales -dere-
chos humanos y en general derechos democráticos-, sino como la lucha por la
defensa de la diferencia absoluta, por su exclusión, precisamente, del orden de
los derechos humanos y los principios democráticos modernos. Por esta razón
se tilda a los árabes de pueblos premodernos, y allí radica su posibilidad de ser
hoy el otro de Occidente. El pueblo árabe desestabiliza a Occidente, orienta la
política internacional y el orden mundial, en tanto penetra en la dinámica glo-
bal inyectando el mal como principio antagónico.
¿Qué implicaciones tiene lo anterior en contextos concretos como el de
cada uno de nosotros? Baudrillard describe a los críticos del orden como
simuladores de crítica, pues con su actuar legitiman el sistema democrático en
tanto que dan muestra de la pluralidad de éste, de su amplio margen de tole-
rancia y diálogo, de la inmensa capacidad de libertad del sistema en el que to-

[300]
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

dos cabemos, en el que no hay exclusión, en el que la diferencia, la minoría, tiene


cabida, donde reina el bien ¿No es acaso el mejor de los ordenamientos el que
permita el desarrollo de cada individuo según sus propios mandatos? ¿Y no es
precisamente esto lo que permite la sociedad liberal? Definitivamente es bue-
na, y su negación (el caso árabe) es la personificación del mal. La crítica ejerci-
da desde y para Occidente es muestra de la transparencia de nuestro mundo,
pues disidencia e institucionalidad coinciden, aquello que intenta restarle le-
gitimidad al orden termina dándosela por completo.
Así, hechos como la defensa del medio ambiente en términos de desa-
rrollo sostenible (base de las convenciones mundiales sobre conservación
del medio ambiente), o el "regaño" a países industrializados por su falta de
compromiso con la pobreza del Tercer Mundo, o las críticas a políticas econó-
micas de los organismos multilaterales, o las protestas multitudinarias en con-
tra de ciertas medidas políticas e intervenciones militares, resultan una lucha
fundamental para los que no están de acuerdo con los efectos de la organiza-
ción mundial, lucha orientada al mejoramiento del estado de las cosas, espe-
ranzada en la posibilidad de un cambio hacia un mundo mejor; pero, de otro
lado, resultan ser hechos que se incluyen dentro de la lógica del orden y que no
terminan siendo verdaderamente críticos de éste. Entonces, ¿qué alternativa te-
nemos aquellos que estamos interesados en la construcción de un mundo más
justo, equitativo y verdaderamente libre? ¿Cómo podemos ser opositores rea-
les, en lugar de legitimadores del orden?, o ya no hay alternativa, el mundo es
como es, nosotros estamos inmersos en la lógica de nuestro mundo, lo cual es,
paradójicamente, a lo que parece llevarnos Baudrillard con su posición acer-
ca de la cuestión del ser y la verdad, la postura más realista posible.
Estas preguntas surgen al cuestionarse, como simples ciudadanos, la acep-
tación del discurso que nos dice que el mundo no va bien como va, al mismo
tiempo que, a pesar de no coincidir con las decisiones y el camino que sigue
nuestro mundo, se puede reconocer que somos modernos, por lo que parece
que no podríamos ser críticos del orden, en el sentido en el que lo plantea el au-
tor, y que nos veríamos en la necesidad de aceptar, sencillamente, el curso de las
cosas. Es aquí donde Baudrillard se queda corto para ofrecernos una alterna-
tiva para reavivar la política, parecemos abocados necesariamente a presenciar
su muerte y su simulación, pues el único camino que abre no resulta claro. Nos
dice Baudrillard: si el lenguaje es lo que permite la edificación de nuestro mun-
do, es el lenguaje el que contiene y trasporta la significación, el sentido, es en él
donde se encuentra la clave de la diferencia.

[301]
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

Su planteamiento es el de un pensamiento radical que "no es ningún modo


diferente de un uso radical del lenguaje"33, cuyo objetivo no sería ni registrar
ni descifrar la realidad objetiva, sino, "anatematizar y 'anagramatizar' concep-
tos e ideas, exactamente lo que el lenguaje poético hace con las palabras"34, con
el fin de subvertir el orden de lo real y plantear la ilusión de lo real. Esto sería,
en sentido estricto, lo que correspondería a los intelectuales realmente oposi-
tores del orden, pues así, la concepción de ser, de verdad, de realidad en gene-
ral, de Occidente, se estaría cuestionando, dando origen a una nueva manera
de interpretar y hacer el mundo.
Indiscutiblemente el planteamiento de Baudrillard resulta absolutamente
radical pues un intento de crítica termina siendo real si y sólo si es hecho desde
fuera, no desde la modernidad misma. Pero es indiscutible, también, que su
propuesta de exploración en el lenguaje mismo, reprobando y discutiendo con-
ceptos e ideas a partir de los cuales se podría dar un sentido a la realidad dis-
tinto al actual (seductor y erótico como insinúa Baudrillard), resulta, por lo
menos, ambiguo, pues, por un lado no es claro cómo siendo modernos, y por
lo tanto, aceptando los principios básicos de este discurso, podemos cambiar
nuestro modo de utilizar el lenguaje -que busca una correspondencia con la
realidad objetiva- por un lenguaje poético semejante a un juego de seducción
entre conceptos e ideas, al que se le podría adjudicar belleza, tal vez, pero no, des-
de nuestros estándares, carácter científico o coherencia argumentativa que lo
legitime como conocimiento 35 .
De otro lado, tampoco es claro cómo este lenguaje, que sería marginal en
nuestro orden, puede subvertir la concepción de realidad hegemónica, pues
vemos esta posibilidad como un proceso cultural a largo plazo, en un mundo
que exige acciones concretas de cambio, y cuyas acciones parecieran relegadas
por Baudrillard en tanto acciones realmente disidentes. Sin embargo, tal vez
sea esa misma posibilidad de entender las acciones bajo un marco de tiempo más
amplio, y no como reacciones inmediatas y en cadena propias de nuestro or-

33
Traducción propia del texto de Baudrillard Radical Thought, Paris:
Sens&Tonka eds, 1994.
34
ídem.
35
Coherente con esto es el modo en el que Baudrillard escribe. Sus textos
están llenos de ironías, su exposición es sugestiva, seductora, tentadora; en
lugar de argumentos estrictamente ordenados, encontramos una
escritura fascinante llena de imágenes y analogías representativas.

[302¡
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

den lógico, la que va de la mano con su planteamiento, en principio, desde nues-


tra perspectiva, ambiguo e ineficaz para una política de soluciones inmediatis-
tas y, por supuesto, para nuestro afán correspondiente con lo anterior, de darle
solución a problemas tan graves de la humanidad como la injusticia, la
inequidad, la violencia, entre otros.
Así mismo puede entenderse el problema de la participación política, pues
pareciera que las protestas y acciones que a nuestros ojos son muestra de la
movilización de la sociedad civil y, por tanto, manifestaciones de la participa-
ción política en la organización social, no dejan de ser más que simulación de
ello. Ejemplos de eso son las acciones de las organizaciones no gubernamenta-
les (ONG) en países pobres como el nuestro y que financian y orientan progra-
mas de protección de derechos humanos, de fortalecimiento de procedimientos
democráticos, de cuidado del medio ambiente, de trabajo comunitario con
población vulnerable, siendo todo esto muy necesario como tratamiento in-
mediato a problemas concretos y urgentes de las comunidades, pero son he-
chos que prolongan la miseria y dependencia de nuestro país y nuestras
comunidades con el primer mundo.
Con esto no estamos diciendo que el objetivo de las ONG sea mantener
nuestra condición de tercermundistas, supongamos que su motivación es ver-
daderamente altruista y en realidad buscan mejorar las condiciones sociales y
políticas de nuestro país, la cuestión es que la realidad sigue siendo la misma
pero, con su acción, ahora tiene un rostro democrático. Intentamos decir que
la equidad, la libertad, el bienestar, la participación democrática, entre otros
valores, que estas ONG intentan fortalecer, logran manifestarse como la simu-
lación de una acción y realidad política inexistente, pues en contravía de ellas
-y lo vemos a nivel internacional- se dirige todo el establecimiento, con lo cual,
finalmente, se ha logrado una sola cosa: legitimar el orden social existente, pues
son disidentes y gozan de reconocimiento internacional.
El problema de la participación política está, entonces, estrechamente re-
lacionado con el de la oposición, pues si esta última es inexistente, estrictamen-
te hablando, así mismo es la participación -¿qué sentido tiene hablar de
participación si no hay diferencia, si el otro no existe?-, se pierde menos tiem-
po, es decir, se podría ser más eficiente si sólo un grupo de personas se encarga-
ra de eso, total todos vamos a estar de acuerdo, y los intentos por reactivar este
proceso, desde dentro del mismo sistema, resultan ser tan solo simulación de
ello, siendo coherente esto con el fin de la política del que nos habla Baudrillard.
Bueno, si la política ha muerto precisamente por la desaparición del otro, con

Í303]
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

lo cual nuestras sociedades estarían compuestas por masas o, en palabras de


Baudrillard, por mayorías silenciosas, ¿dónde están los individuos?, ¿qué suce-
dió con los sujetos que construyeron dos siglos de plena modernidad, por lo
menos en los países del primer mundo como se cree?, ¿cómo podemos hablar
hoy de subjetividad? Hablaremos de esto a continuación.

Conclusiones
Es el momento para emprender un recorrido por la problemática del su-
jeto desde la interpretación de Baudrillard, por lo que proponemos orientar
el siguiente análisis preguntándonos: i. ¿podemos hablar hoy de sujetos, en un
contexto como el que nos representa Baudrillard?, si la respuesta es positiva,
tenemos que preguntar si existe alguna diferencia entre éste y el ideal moder-
no; si la respuesta es negativa, entonces, ¿quiénes componen hoy nuestras so-
ciedades? Partiendo de lo anterior, 2. ¿qué implicaciones tiene ello en la
concepción de la política y en el estudio de ésta desde una perspectiva filosófi-
ca? De este modo se limita el campo de análisis, colocando como frontera la
idea de sujeto en el marco de lo político estrictamente.
Empecemos diciendo que todos los acontecimientos históricos junto con
los pensadores de la modernidad terminaron construyendo una idea del hom-
bre cuyo rasgo primario y fundamental es su capacidad de razonar, siendo co-
herente con ello pensarlo como un agente independiente, autónomo, libre. La
razón como característica primaria, además, permitía a la humanidad asumir
la posibilidad de la universalidad a nivel epistemológico y moral, pues si todos
los seres humanos estamos dotados igualmente de la razón, y si es por medio
de ella que interpretamos el mundo, entonces, todos podemos estar potencial-
mente de acuerdo frente a un juicio moral logrado a partir de un procedimien-
to racional. El hombre es entendido como un sujeto en tanto es racional, libre
y autónomo, como diría Kant, y esto marca un cambio en la ontologia, la epis-
temología y el campo de la moral.
El contexto en el que se desarrolla la noción de sujeto como centro del or-
den del mundo es el de un horizonte de posibilidades, un mundo que muestra
su inmenso potencial, sus millones de alternativas, un mundo por descubrir,
abierto, rico, infinito, múltiple, variado, con miles de interrogantes, interesan-
te y atractivo para un hombre que está despertando y empieza a reconocerse y
a reconocer su exterior como la gran incógnita. El mundo moderno es el mundo
de la esperanza, de los ideales, de las utopías, del progreso, en el que los hom-
bres dirigen su mirada al infinito llenos de confianza en la humanidad; un mun-

[304]
EL S U J E T O P O L Í T I C O P O S M O D E R N O

do que tras los adelantos en cuanto a maquinaria y tras los adelantos científi-
cos y tecnológicos coloca sus esperanzas en un mejoramiento de las condicio-
nes de vida, guiado por el establecimiento público; en el que se cree en la
posibilidad de una organización social justa y equitativa representada en el
ideal de la democracia, orden bajo el cual la ignorancia desaparecería mientras
la libertad afloraría y en el que, por fin, los hombres pudieran vivir del modo
más cercano a lo que podría llamarse felicidad. No hace falta ser muy astuto
para darse cuenta de que hay un cambio de época, que ya no podemos consi-
derar la nuestra como, simplemente, una prolongación de la modernidad, es
claro que un nuevo mundo está naciendo.
Aunque es muy distinto el contexto cultural de Colombia al del resto del
mundo, los cambios en éste son tan significativos que es imposible no reco-
nocerlos: no existe horizonte hacia el cual proyectarse con una mirada al in-
finito, no es posible la esperanza, la ilusión, la utopía, no hay infinitas
posibilidades: hay una realidad; no hay sueños, no hay retos ni metas, es el día
de hoy, no hay futuro -como bien lo decía Guy Hermet en una conferencia dic-
tada en la Universidad Nacional de Colombia-, el mundo es lo que es ahora y
en este preciso momento, el tiempo no existe, pues no hay pasado ni futuro, tan
sólo presente; esto hace radicalmente distinto el nuestro del mundo moderno,
definitivamente hay un cambio de época, hoy podemos hablar de lo
posmoderno, ¿podemos hablar ahora de sujetos?
¿En qué sentido podemos decir que hoy las sociedades las componen su-
jetos racionales y libres? Es esta la pregunta que podemos hacernos hoy, cuan-
do el contexto ya no es un momento de rompimiento que pregona una
liberación del hombre, sino que es un mundo en el que se asume que los hom-
bres son libres, autónomos, racionales. La pregunta es por el sentido que tiene
hoy referirnos a la idea de sujeto para definir o entender al hombre, no es por
la existencia efectiva de esas condiciones para los individuos, es decir, cabe pre-
guntarse aquí por el sentido que hoy tienen nociones como las de libertad, ra-
cionalidad, autonomía en el contexto de la definición del hombre a partir de
estos rasgos primordialmente. No es de interés aquí, si realmente los hombres
son libres y actúan racionalmente, que es, en parte, el problema de la alienación.
Baudrillard plantea una interpretación de las sociedades contemporá-
neas en la que, podríamos decir, la libertad, en tanto valor supremo, es la co-
bija que cubre el proceso global de simulación en el que nos desenvolvemos, lo
que quiere decir que en la simulación y en la trasparencia fundamental de nues-
tro mundo la idea de libertad juega un papel determinante, pues es la que ge-

[3051
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

ñera la ilusión en un mundo hiperreal, permitiendo la existencia de polarida-


des como lo bueno-lo malo, lo justo-lo injusto, lo real-lo imaginario, lo racio-
nal-lo irracional. Un mundo hiperreal exige un proceso de simulación, donde
es fundamental la idea de libertad, que actúa como un principio orientador,
como un "principio de sentido" en un mundo carente y necesitado de él. Nece-
sitamos creer que somos libres, creer que cada vez que escogemos un carro o un
diputado ejercemos nuestro destino de hombres libres y que, de este modo, so-
mos sujetos modernos. El problema de si lo somos o no verdaderamente no es
el punto, la cuestión es el modo en el que nos vemos a nosotros mismos, en otras
palabras, el problema sobre el cual nos interesa reflexionar es el de los medios
por los cuales nos hacemos sujetos libres, para cuestionar directamente la no-
ción de sujeto.
La libertad juega un papel fundamental en nuestras sociedades. Veamos
cómo, a la luz de conceptos como simulación y transparencia, podemos enten-
der la relación entre libertad y sujeto, intentando ver allí lo que queda del su-
jeto moderno, es decir, si somos o no sujetos modernos. La libertad se entiende
como la capacidad de decidir sin coacción alguna, es decir, un sujeto es libre
cuando dirige su voluntad según sus deseos, cuando puede, sin impedimento
alguno, dirigir su voluntad como él quiera. Es precisamente esta capacidad la
que hace al sujeto lo que es, lo que hoy no existe - o mejor, que hoy se hace evi-
dente, pues podría pensarse, siguiendo la exposición del autor, que nunca ha
existido, pero que nunca se ha manifestado con tanta claridad y contundencia
como hoy-, y que por tanto explica la incapacidad de los individuos del mun-
do de hoy de asumirse como sujetos.
En Baudrillard podemos apreciar el problema de la noción de sujeto a
partir de la contraposición sujeto-objeto y la correspondiente deseo-seduc-
ción; el sujeto desea, el objeto seduce, y, afirma el autor, esta estrategia le da su-
perioridad al objeto por encima del sujeto, pues si bien este cree ser el que decide
y, por tanto, cree ser libre y autónomo, es el objeto el que lo seduce o lo incita a
un encuentro. Aquí no sólo está diciendo Baudrillard que el sujeto no es tan li-
bre como cree, sino que, además, el valor de la libertad pasa a un segundo pla-
no, no es el valor por excelencia, podría superarlo el goce del placer estético,
por ejemplo.
La crítica que emprende Baudrillard sobre el sujeto empieza por la idea
de autodeterminación que supone, por su afirmación de la libertad y la auto-
nomía; hace esto contrastándolo con el objeto, que es lo carente de voluntad,
lo dominado, según se asume desde la modernidad, pues el objeto es un ente al

[306 j
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

que el sujeto se aproxima, desde su deseo de conocerlo, de poseerlo, y frente al


cual el objeto no puede asumir ninguna posición, se encuentra totalmente do-
minado, alienado porque no se pertenece 36 . Baudrillard invierte esta manera
de entender la relación sujeto-objeto, al verla no desde la perspectiva de la ver-
dad del deseo del sujeto por conocer la verdad, sino desde la óptica de la seduc-
ción, óptica que es la base de toda la interpretación de Baudrillard, pues es
precisamente por asumir esta perspectiva que puede ver el desarrollo del mun-
do no como una constante de progreso, como harían los optimistas creyentes
en la razón, ni como un mundo de promesas aún sin realizar, ni como el fin y
la perdición del mundo y de la humanidad, sino como una dinámica en la que
los criterios no son lo correcto o lo incorrecto, ni lo bueno o lo malo, ni lo co-
herente o lo incoherente, ni lo racional o lo irracional, sino más bien, el placer
y el sentido de la seducción, asunto, además, por el que es difícil determinar la
posición de Baudrillard frente al estado actual de las cosas, pues parece encon-
trar, al mismo tiempo, rasgos estimulantes y limitantes en él.
¿Qué significa mirar el mundo desde una perspectiva de la seducción? Des-
de esta óptica, en el caso de la relación objeto-sujeto, según la cual la riqueza
de la relación no está del lado del deseo (y por consiguiente, del lado de la vo-
luntad que desea, que no es otra que la del sujeto), sino del lado de la fascina-
ción, de la seducción. Así, el poder lo tiene el objeto, no el sujeto en la relación
que permite el encuentro de los dos, porque "el objeto no vive de la ilusión de
su propio deseo"37, y ejerce así su poder sobre este sin estar dividido en dos,
como es el caso del sujeto, quien parte de creer en una división de sí mismo: una
causa y un efecto dentro de sí, un deseo por un lado, y una voluntad, por otro.
El objeto "representa en el otro el efecto de deseo, lo provoca o lo anula,
lo exalta o lo decepciona"38, es él quien representa el poder en la relación, es él
quien abre la posibilidad de ésta. Un ejemplo útil para ilustrar esta situación
es el valor de la mercancía en la dinámica del mercado, en la que es la
fetichización de las mercancías lo que da lugar a su éxito, la presencia de los ob-

36
La característica de pertenecerse a sí mismo se asume como el
dominio de sí mismo, es decir el control de su propia voluntad, de sus
íntimos deseos, por lo que el sujeto, a diferencia del objeto, sí se pertenece,
no está alienado, es su propio significado y no el de otro.
37
Jean Baudrillard, Las estrategias fatales, op. cit., p. 124.
3S
Ibid.,p. 122.

[307]
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

jetos como singulares, es lo que se encuentra con los sentimientos íntimos del
sujeto y le representa el deseo. Aunque la producción de los objetos sea en se-
rie, el aura de singularidad, de particularidad, de diferencia, es lo que les da su
valor como mercancías, situación que corrobora el hecho del gran valor de las
prendas y accesorios artesanales que remiten a una identidad colectiva, a una
tradición, a un oficio particular, concreto y que, por lo tanto, le dan un senti-
do y un sentimiento particular al deseo de poseer ese objeto y no otro.
Un caso de reflexión que es muy importante en el conjunto del plantea-
miento de Baudrillard es la sexualidad, al que nos referimos a continuación.
Sin pretender entrar en polémica con el feminismo, es claro que la mujer como
objeto de deseo sigue manteniendo el poder en relación con el sujeto -el hom-
bre-; la mujer, en tanto objeto, representa más poder que la mujer en tanto su-
jeto. Podríamos entender este fenómeno desde la óptica de la seducción que
plantea Baudrillard, y sorprende encontrar afirmaciones que, por cierto, le han
costado serios encontrones con grupos feministas, y que dejan abierta la posi-
bilidad de la duda en nuestro pensamiento. Sintetizando, el hecho de que no
aumente el poder de la mujer cuando se asume a sí misma como sujeto reside
en que el poder no está en el sujeto sino en el objeto; además, en la medida en
que la mujer se entienda como sujeto e intente relacionarse con otro sujeto (el
hombre), el encuentro no tendrá lugar como un encuentro fascinante, seduc-
tor, absoluto (ya que si hay una fijación por un objeto particular la relación que
se establece con este es de necesidad y dicha absoluta, no relativa, pues es ese y
no otro el objeto de deseo; así se reconoce su particularidad, su diferencia, su
pureza, si se quiere), sino como un encuentro en el que los dos, observándose
como objetos deseados y sujetos de deseo, al mismo tiempo, continúan en el jue-
go del poder de poseer al otro eternamente, situación que resulta imposible
cuando hay un objeto y un sujeto distintos, y en cuya relación el sujeto cree ejer-
cer dominio sobre el otro, quien a su vez se encarga de derrumbar la sobera-
nía del otro y de mostrar el poder de su llamada servidumbre a partir de la
seducción y del poder que por medio de esta ejerce sobre el sujeto.
La crítica a la noción de sujeto moderna resulta reconociendo en el obje-
to características que, desde otra óptica -propiamente estética-, le conceden
importancia y reducen o hacen desaparecer la supremacía ontológica y
epistemológica que se le había otorgado al sujeto en la modernidad. La crítica
de Baudrillard a la noción de sujeto apunta al reconocimiento del objeto y su
relación de poder sobre el primero; y si bien podríamos encontrar elementos
positivos en esta percepción de la relación, es necesario entender de qué modo

[308]
EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

mirar el desarrollo de nuestras sociedades, y sus problemáticas propias; desde


esta óptica, resulta más esclarecedor, más válido o enriquecedor que mirarlo
desde las categorías tradicionales, que no serían otras que las que se han esta-
blecido como legítimas en el marco de la modernidad de Occidente, siendo las
más importantes, la verdad, la razón, la libertad y la correspondencia con los
hechos positivos.
Volvamos, entonces, a la interpretación de nuestro mundo actual como
un inmenso proceso de simulación y transparencia, y reflexionemos sobre
ello desde la óptica de la seducción, para intentar ver si esto resulta útil para
el estudio de la política desde una perspectiva filosófica. Empecemos por en-
tender que la base sobre la cual se organiza la cultura contemporánea es la
proyección hacia el futuro, siendo así heredera del pensamiento moderno, lo
cual es equivalente a decir que es el nuestro un mundo construido a partir
de la ilusión del futuro, construido sobre la base de la utopía de un mundo
feliz, de abundancia y bienestar, y que si bien -como ya se dijo- en nuestras
sociedades, después de todo lo que hemos visto, es imposible hablar de espe-
ranza, es innegable que nuestra cultura se mantiene por la ilusión que expresa
en el proceso de simulación.
Así mismo, la idea de sujeto se fundamenta en la posibilidad de planear y
prevenir el futuro. La vida del sujeto adquiere sentido por sus proyecciones ha-
cia el futuro, es así como el individuo conquista el sentido de su vida en un con-
texto moderno. El significado de vivir, el sentido que pudiera darle cualquier
persona al hecho de vivir de un modo y no de otro, no está dado por el hecho
de nacer miembro de la sociedad, pues esto es algo que está por construirse, por
lo que se debe luchar. De este modo, el contraste de las sociedades modernas
con las comunidades premodernas es evidente: mientras los individuos de es-
tas últimas tienen un lugar en el grupo dado a partir de la tradición y es, de al-
gún modo, algo ya dado y que no es determinado por el individuo en particular,
un sujeto moderno sólo puede tener un lugar en el mundo y entenderse dentro
de este -buscar el sentido de su vida- en tanto individuo particular, a partir de
sus propias acciones y determinaciones, que no dependen de una tradición, de
una historia pasada, de una herencia sino, al contrario, de una proyección de
posibilidades hacia el futuro.
El sujeto moderno es, en tanto mira hacia el futuro, siendo incuestiona-
ble el hecho de que estamos presenciando un momento de ruptura de la mo-
dernidad. A pesar de los innegables lazos de continuidad, ¿qué ha pasado con
esa noción de sujeto? ¿Somos hoy sujetos plenamente modernos u observamos

[309]
EL POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

grietas en esta definición? El problema de la identidad cobra en nuestro traba-


jo considerable relevancia, si entendemos que el modo de ver a los individuos
determina la comprensión de la acción política; es así como la democracia es
posible teniendo como premisa la libertad de los individuos, su autonomía y
su capacidad de tomar decisiones racionalmente. Tras el planteamiento de
Baudrillard, el gran simulacro permite a los individuos creer que son sujetos
libres, autónomos, racionales, cuando en realidad, sus decisiones y en general
su vida dependen de lo que podríamos llamar "la conciencia" de las sociedades
modernas, que no es otra cosa que la opinión de la mayoría, o la voz de las ma-
yorías silenciosas.
"El simulacro no es nunca lo que disimula la verdad -es la verdad que di-
simula que no hay nada. El simulacro es la verdad" 39 , ¿entonces el simulacro de
sujeto disimula la nada del hombre? ¿Cómo entender el hombre que conforma
la sociedad contemporánea? Estas son las pregunta alrededor de las cuales in-
teresa reflexionar ahora y a partir de las cuales se espera encontrar la impor-
tancia del pensamiento de Baudrillard en el contexto de la filosofía política. El
simulacro es la verdad que tanto hemos buscado y que nos hemos esmerado en
construir: el hombre y su superioridad entre los demás seres de la tierra, gra-
cias a su poderosa razón, capacidad que le ha permitido ser libre, libre de sus
necesidades naturales, independiente de sus determinaciones físicas (puede
manipularlas y cambiar su destino con ello), autónomo y responsable de sus
decisiones y actos. Este vivir del hombre es su verdad, podría decirse. Ese modo
de entender al hombre no deja de ser la verdad, pues está detrás de todos los re-
clamos, de todas las reivindicaciones, de todas las protestas, es la única alter-
nativa, el único criterio de vida digna, la verdad del hombre.
De este modo, si la verdad del hombre es el simulacro de su idea de suje-
to, "la utopía se ha realizado", el futuro no existe, el pasado tampoco, tan sólo
el presente. El futuro es entendido, a partir de los fundamentos de la moderni-
dad, como el estado superior, el estado siguiente en la continuidad del progre-
so. ¿Cómo puede haber futuro si no puede superarse la idea del hombre y de la
sociedad que hoy presenciamos? ¿Cómo podemos hablar hoy de sujeto si no
hay futuro y éste sólo podía determinarse a partir de ello? El sujeto hoy es po-
sible porque el futuro y el pasado hacen parte del gran simulacro: los museos

39
Jean Baudrillard, "Simulacra and Simulations" in: Mark Poster (ed.),
Selected Writings, London: Polity Press, 1988, p. 166. La traducción es mía.

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EL S U J E T O P O L Í T I C O POSMODERNO

intentan tener presente la memoria del pasado, luchando por demostrar algo
que poco o nada nos importa, y que no nos determina: que somos el pasado.
Ese mismo papel juegan los actos y lugares conmemorativos que pretenden no
dejar morir el pasado. Igualmente, las esperanzas de un mundo mejor, expre-
sadas en películas, en convenciones de organizaciones mundiales, en congresos
de los países más poderosos del globo, la ciencia, en fin, cumplen su función de
simular un futuro, un momento siguiente en la línea del progreso, mientras sólo
reproducen en el vacío el presente.
Es posible hablar de sujetos en nuestras sociedades en tanto hacen parte
del gran simulacro. Así como no es posible hablar de realidad o de verdad más
que en términos de ilusión, y podemos hablar de sujetos en el mundo contem-
poráneo como elementos de ilusión de éste. Reflexionar sobre la idea de sujeto
a partir de la libertad y de lo que la determina como identidad, a la luz del plan-
teamiento de Baudrillard, permite entender esta noción como una ilusión bá-
sica del mundo contemporáneo, fundamental para el simulacro de lo político,
pues sería imposible sostener la realidad de la política si no pudiera esgrimirse
como su principal función la promoción y garantía de las libertades individua-
les, siendo premisa de éstas la noción de sujeto moderno.
La idea de sujeto es tan fundamental para lo económico y para la cultura
contemporánea en general, como para lo político; le da legitimidad a la acti-
vidad económica y a las ideas sobre las cuales se monta el contexto cultural ac-
tual, es la base de ellas. De este modo, corresponde con la interpretación de
Baudrillard decir que el sujeto es hoy, más que nunca, una verdad, una verdad
en el inmenso simulacro. Bueno, y si finalmente verdad y simulacro coinciden,
y si la ilusión de la verdad es primordial en la vida del hombre, y si, particular-
mente, el mundo de hoy es una simulación producto de la realización y el for-
talecimiento del mundo moderno, ¿de qué modo esto enriquece la reflexión
desde la filosofía política?
Si partimos de que podemos ver en la filosofía política dos tendencias, se-
gún lo menciona John Rawls: una propiamente teórica, preocupada por los
principios y la fundamentación filosófica del ejercicio de la política, y una prác-
tica, es decir que tiene pretensiones de encontrar mecanismos políticos aplica-
bles a la compleja realidad de nuestros días, más que de justificar y legitimar.
Diríamos que el lugar de Baudrillard estaría en la primera tendencia, pues su
pretensión no parece ser presentar soluciones o mecanismos viables en la polí-
tica, sino más bien hacer un análisis de ésta. La pregunta por las propuestas de
Baudrillard o por la utilidad práctica de su planteamiento está en el lugar equi-

[3ii]
E i POSESTRUCTURALISMO EN LA FILOSOFÍA
POLÍTICA FRANCESA CONTEMPORÁNEA

vocado. Pero la pregunta de la pertinencia de su estudio en la reflexión filosó-


fica cobra ahora todo su peso, cuando vemos los alcances de su interpretación
de la sociedad contemporánea como una gran ilusión en el caso concreto de la
política, como se hizo en la tercera sección.
El discurso filosófico se enriquece con el pensamiento de nuestro sociólo-
go francés, en tanto que problematiza las nociones de verdad, de realidad, so-
bre las cuales se ha montado la idea moderna de hombre, mostrando que el
mundo contemporáneo es una red en la que todas sus expresiones están direc-
tamente relacionadas con estos elementos. Así, una reflexión sobre la política
debe pasar por un estudio de la cultura y una reconsideración de los principios
básicos qué la fundamentan, de lo contrario es posible que estemos reprodu-
ciendo el mismo discurso. La reflexión filosófica de la política debe darle todo
el peso a su carácter filosófico, partiendo de las preguntas más primarias para
la comprensión y recomposición del discurso político; debe cuestionar el mun-
do actual no en sus efectos, sino en sus premisas, para replantearse de un modo
radical la vida en sociedad, la vida política.

[312]

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