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La

escisión moral del


cubano

La verdad no homenajea a ninguna sociedad, antigua, moderna o
posmoderna. La sociedad tiene que homenajear la verdad o perecer.
Las sociedades deben de ser moldeadas en base a la verdad, mas la
verdad no tiene por qué ajustarse a la sociedad. La Verdad nos ayuda
a comprender nuestros errores con el fin de poder crecer y liberarnos;
en otras palabras, la verdad libera. La falta de comunión con la verdad
ha sido uno, o quizá el más grande obstáculo del cubano en su afán
por lograr la sagrada libertad a la que todo individuo en este mundo
aspira.
¿Para qué serviría la educación, si no nos permitiera comprender la
inevitabilidad de los cambios? Las cosas mudan de apariencia,
querámoslo o no; ¿para qué empecinarnos en no verlas tal como son?
¡Cuánto menos fastidioso es aceptar lo imprevisto, aunque no
inesperado ni sorpresivo!
La escisión entre unos pocos que luchan por la libertad y una mayoría,
cuyos intereses únicamente se centran en el placer sensorial, el
oportunismo y la ambición material, ha sido una característica
constante en la historia de Cuba. Los efectos de esa tradición nociva
de escisión histórica han caracterizado a la nación cubana desde los
albores de la factoría que representaba la mayor de las Antillas para la
metrópoli española. En las guerras de independencia, ya existían
muchos cubanos mercenarios (no me canso de repetir), quienes
luchaban a la par con las tropas absolutistas ayudando, de ese modo,
a reprimir y asesinar tanto a la población civil rural (en los campos de
concentración del general Valeriano Weyler) como a los cubanos que
luchaban por la independencia. No en vano Cuba fue una de las
últimas naciones en lograr “la independencia” en el subcontinente; la
pongo entre comillas, pues la isla pasó a manos de otro poder, nunca
fue realmente Cuba una nación independiente (planteamiento con el
cual tienen todos derecho a discrepar). Hechos como los mencionados
se han repetido con frecuencia, con diferentes personajes, a lo largo y
ancho de la experiencia cubana. Por tanto, colosal falacia es querer
echarle todas las culpas, primero, a la administración Kennedy,
después, a la de Clinton y, por último, a la de Obama, por todas
nuestras desgracias en la historia moderna y posmoderna
(naturalmente no están exentos los susodichos gobiernos de culpas, y
sí bien nutridos de una política zurda, rosada y absurda que ha hecho
mucho daño a los empeños de libertad de las almas sinceras tanto
dentro como fuera de la geografía de la mayor de las Antillas).
La verdad es que antes de la nueva política de Obama hacia el
régimen totalitario, una extraordinaria cantidad de cubanos realizaba
viajes de turismo y de diversión a los predios del régimen, dejándole el
dólar arduamente o delincuentemente obtenido en las riberas de Uncle
Sam, en su parasitario regazo, para el bienestar, valga la redundancia,
de la casta parasitaria, explotadora y dominante, la cual acaso parecen
merecer estos cubanos. Bajo el pretexto de ir a ver a la familia, lo cual
salvo raras excepciones constituye una verdad a medias, la mayoría
viajaba y viaja con una fuerte motivación de presumir y de exhibir
delante de sus antiguos vecinos los “logros” materiales y el estilo de
vida alcanzado en el monstruo de las profundas entrañas imperialistas,
o quizá, en muchos casos, lo hacían con el fin de disfrutar de un o de
una barata joven amante dotada o dotado de la frescura, el ardor y
exuberancia sensual del delicioso Caribe. En cualquier caso, el
baracutey fue posible por la escisión moral y la falta de conciencia
política del cubano, toda desgracia comienza invariablemente con la
división en casa, cuando los elementos internos y la estructura ética
del ser humano se ha completamente degenerado, cuando las
condiciones perfectas proveen el incentivo y la justificación necesaria
para que los elementos externos actúen en aras de sus propios
intereses. Al supuestamente no haber disyuntivas políticas y un
considerable número de cubanos actuar como si fuesen turistas o
simples inmigrantes económicos y no como verdaderos perseguidos o
exiliados políticos, el elemento comunistoide en la Casa Blanca puede
fácilmente consumar la infamia y comenzar a promover sus utilidades.
En este caso ha sido la administración Obama (conjuntamente con los
actores económicos y políticos invisibles que se esconden y que le
empujan por detrás del telón), no obstante, en el pasado, han existido
muchos otros actores beneficiados de la escisión del cubano, de su
doble moral, de su apatía espiritual y desvergüenza (sería una lista
casi interminable, lo cual no vale la pena mencionar en este breve
espacio).
La enfermedad espiritual conocida con el nombre de fraccionamiento o
dicotomía ética, política y moral, es un cáncer para el cual no se ha
podido encontrar paliativo en la anatomía global del cubano regado por
el mundo, ya se encuentre éste en suelo antillano, en EEUU, en
Europa o en cualquier otra parte del globo terráqueo. La
fragmentación comenzó en la factoría, prosiguió durante la seudo-
república y no ha finalizado todavía. Esa es una de las razones
principales (acaso no la única) por lo cual todavía a estas alturas un
régimen totalitario de corte estalinista, ahora con la ayuda del
capitalismo rosado que merodea la Casa Blanca, prosigue
alegremente imperando en la villa de San Cristóbal y sus provincias.
Un pueblo escindido es fácilmente maltrecho, oprimido, explotado y
manipulado por las fuerzas oscuras internas y externas. Ése ha sido el
alfa, el desarrollo y el omega (que aún no termina) de esta obra de
teatro o farsa cuya trama lleva por largo título “Del absolutismo español
al totalitarismo de los hermanos Castro”.
A pesar de esa fragmentación perversa que muchos perpetúan a
través de sus inicuas acciones, aquellos, los de buena voluntad,
seguirán siempre la lucha, porque han aprendido a sobrevivir y a
bregar contra viento y marea, a pesar de que hay que pagar el alto
precio de la enajenación con el fin de sobrevivir y revivir las
esperanzas de lograr la sagrada y verdadera libertad, cuyo delicioso
néctar no se compra ni se compara con viajecitos de placer ni con los
clientelismos perversos de la hoja de yagruma, dos caras que se
refugian y reflejan asimismo bajo la vil máscara opositora de la lucha
por la libertad. La verdadera lucha continúa, la escisión moral limita,
pero la profunda comprensión de la verdad nos librará al final.

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