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FEMINISMO Y DISCAPACIDAD.

El ser humano nace con un sexo determinado por la combinación de los cromosomas

de sus padres, XX para hembra, XY para varón, de forma que el género viene dado de

manera indefectible. Este concepto básico binario del sexo biológico es el que

tradicionalmente ha sido aceptado por la sociedad, pero actualmente se ha ampliado este

concepto, desde que a finales del pasado siglo fueron adquiriendo visibilidad una serie

de casos de personas que nacen en una condición de intersexualidad o hermafroditismo

con características genitales combinación de ambos sexos, que representan una

discrepancia entre su sexo cromosómico y su dotación natural. Estos casos que han ido

surgiendo a lo largo de la historia, gracias a la libertad de género están protegidos y

reconocidos por una comunidad conocida, la LGBT, que se encarga de defender los

derechos de las personas no binarias que luchan contra su discriminación social.

A partir de este hecho tiene lugar la identificación de género, que es la manera

interna de sentir el sexo de cada persona. Se entiende definida como la vivencia interna

e individual del género tal y como cada persona lo experimenta, la cual podría

corresponder o no, con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la

vivencia personal del cuerpo, y otras expresiones de género como el habla, la

vestimenta o los modales. Esta discrepancia entre el género natural y el adoptado por la

persona puede estar provocada por la intersexualidad congénita, por influencias externas

de educación y del entorno o bien obedece a un sentimiento interno debido a

experiencias anteriores o a impulsos psíquicos no explicados. El caso es que la

identificación libre de género promueve la diversidad sexual, aceptada actualmente en

las sociedades más avanzadas.


Hechas estas someras aclaraciones biológicas de los géneros, nos enfrentamos a la

casuística de los roles de género, tema muy debatido en el seno de la sociedad actual

con evidente trascendencia política, laboral y psicológica.

No cabe ninguna duda de que nuestra especie como ente evolutivo ha polarizado su

desarrollo bajo una notable visión androcéntrica, o sea, ha identificado lo masculino con

lo humano en general, ignorando el papel clave que ha jugado la hembra humana en la

evolución. Hoy en día, se interpreta la evolución humana desde una perspectiva de

género, subrayando la importancia de la intervención de las féminas en ésta.

El devenir del papel que ha desempeñado la mujer a lo de las distintas civilizaciones,

bajo un enfoque antropológico, puede darnos una explicación causal de las situaciones

de la mujer en el seno de la familia y de las actividades sociales y económicas de los

pueblos primitivos de cazadores, agricultores, pastores, etc. hasta las modernas

sociedades industriales. Ciertos aspectos que en el pasado podrían justificarse de alguna

manera, si se contextúa adecuadamente en el tiempo y las condiciones de vida, a la luz

de los tiempos actuales estaríamos ante flagrantes discriminaciones por la imposición de

la fuerza física sobre los roles de género primitivos.

También merece su consideración la vertiente biológica que diversos estudios han

tratado de determinar sobre las conexiones entre el sexo y cierto número de rasgos de la

persona: agresividad, dependencia, inteligencia, gregarismo.

Situados sobre nuestra época actual, el feminismo ha suscitado un enorme interés a

todos los niveles, siendo materia de debate en todos los órdenes de la vida social. Se

diría que la mujer ha sacado su conciencia de grupo de su letargo ancestral y plantea su

presencia igualitaria en los ámbitos político, del derecho, familia, de trabajo y de

protagonismo histórico.
Actualmente, la mujer ha prosperado notablemente hasta alcanzar ciertas metas de

empoderamiento que la igualan al hombre en derechos fundamentales y en

oportunidades ante la vida, sin perder por ello la condición específica de su género.

Estos logros que se van extendiendo por todas la sociedades de nuestra civilización, no

han caído del cielo por si solos, son las organizaciones feministas en todos los órganos

de la sociedad las que más han contribuido a ello, impulsando mociones para ejercer su

rol de género en las mismas condiciones que los hombres. Estos colectivos activistas

trabajan con tal denuedo por llevar adelante las reivindicaciones feministas que a veces

sobrepasan su cometido, achacando a los hombres una acción retrógrada y paralizante

como enemigos y depredadores de las mujeres, llegando a olvidarse ciertos equilibrios

de especie, así como ciertos lazos naturales como son el afecto y respeto por la figura

del varón que puede estar encarnada en sus padres e hijos, sin descartar a sus esposos.

Esto nos hace pensar que los individuos de cada género deberían saber mucho más

sobre los otros, en beneficio de unas relaciones más empáticas sin considerarse

adversarios a ultranza, creando un horizonte esperanzador y paritario, sin necesidad de

derribar a una parte para situar a la otra, compartiendo los roles sociales de forma

equitativa y convincente. Adiós a las rancias actitudes de rechazo por género, así como

a los malos tratos o discriminaciones en el escenario de la vida cotidiana. Nuestra

existencia conciliada como seres humanos en un plano de justicia y dignidad, sin

asignaciones ventajosas para nadie por razón de su género.

Lo que antecede, es bien fácil de entender y llevar a la práctica sin caer en

sectarismos ni en subversiones drásticas. No sería deseable, ni tal vez exitoso, optar por

una vía revolucionaria creando un frentismo involucionista como reacción. La idea

tradicional de “género opuesto” bien podría dar paso a la de “género adlátere sin

subordinaciones de ningún tipo. En pocas palabras, estar en pie de guerra no debería ser
la mejor forma de entendimiento entre géneros. Para una pareja heterosexual que adopte

los valores feministas, en el sentido real del término, se establecen unas condiciones

más favorables para llegar a formar un verdadero equipo que se comprende, se apoya y

se complementa. Crecer en esta dirección es un camino lleno de obstáculos, pero

maravilloso si se hace juntos.

Los roles de género que nos inculcan desde que nacemos tienen mucho que ver como

determinantes a la hora del cambio de mentalidad en ambos lados de la controversia.

Las típicas figuras de la mujer cuidadora de su prole, sensible, frágil y necesitada de

protección, presentada con un delicado envoltorio de color rosa y la clásica del hombre

feroz y violento, empuñando el hacha de guerra están siendo marginadas como

arquetipos de género. El hecho de que una niña crezca con los mensaje subliminales

implantados en una sociedad con todavía cierto corte machista, para que permanezca a

la defensiva con el sexo opuesto y con un auto concepto sesgado, pensando que el

hombre es el enemigo, un ser peligroso e imprevisible más fuerte físicamente que ella,

que siempre piensa absolutamente en el sexo y que todo cuanto desea de ella es eso,

sexo. Este modo de ver las cosas todavía se refleja en programas de TV, en series o

películas, que nacen precisamente de estos modelos de crianza y que a su vez los

perpetúan, confirmando al varón adolescente que esa es su sociedad, a la que le invitan

a adaptarse, fomentando ese distanciamiento indeseable. Lo cierto es que los

estereotipos nos hacen mucho daño a todos, pues las mujeres no deben ser vistas ni

como mejores cuidadoras, ni como frágiles, ni caprichosas, ni volubles; tampoco los

hombres deberían ser vistos como seres arcaicos que solo piensan en el sexo, que no

saben hacer varias cosas a la vez, que son simples o que se ahogan en un vaso de agua

con el cuidado parental. La mayoría de los hombres no son ese animal que no domina

sus impulsos, del que la mujer debe protegerse. Eso es triste y reduccionista.
Afortunadamente, se perciben cambios en el sentido de que el mensaje que recibe la

mujer no es tan decantado como en tiempos pasados, se les deja que sean lo que desean

ser, que elijan su destino y forma de vida, que se formen y que viajen; ya no se les

insiste por su debilidad física, por sus peligros y por la forma en que deben vestirse. En

lo personal, a partir de la etapa adolescente cada fémina necesita aprender a sentirse

segura, vivir sin victimismo y conquistar el respeto de sus congéneres.

Una vez contemplado el estado actual de la mujer en la sociedad actual, cabe

considerar que aun salvando obstáculos e inercias de su status pasado, el género

femenino va alcanzando las metas deseadas bajo el impulso de un movimiento feminista

moderado, que se va introduciendo en todas las células de la familia, la educación y el

resto de la sociedad.

Dentro del colectivo de género femenino, existen grupos especialmente afectados por

su condición diferente, entre los que se hallan las mujeres víctimas de malos tratos, las

madres solteras y muy singularmente las mujeres afectadas por algún tipo de

discapacidad. Con referencia a este último subgrupo, es de destacar el reto que tiene la

sociedad, en sus diversos estamentos, para atender las reivindicaciones de esos miles de

mujeres que sufren el contrapeso de su vulnerabilidad de cara al desempeño de un papel

digno en actividades creativas y productivas respetando sus condiciones personales.

Bajo este punto de vista, se hace evidente que el compromiso de la sociedad en este

caso es doble, no solo para reformar la condición de la mujer como tal sino también por

la atención protectora que merece la mujer discapacitada.

Seguidamente, dado el carácter de este capítulo, el foco de interés se capitaliza sobre

el concepto de discapacidad en de las mujeres en su vertiente física o motriz y su

tratamiento social.
Se debe tener presente que las mujeres discapacitadas pueden ser víctimas de una

doble discriminación: la de género y la de su específica condición física.

En este apartado aparece ampliado el contexto social en torno al feminismo, como un

elemento esencial añadido a la diversidad y percepción de género. Por ello es

importante mencionar también en dicho discurso a mujeres que presentan una condición

de discapacidad, yendo más allá del tratamiento de personas discapacitadas dentro de la

cotidianidad, tales como son la rehabilitación física, y/o de las limitaciones propias del

diagnóstico; parece ser mucho más más interesante establecer por añadidura lo que se

puede lograr en términos terapéuticos ocupacionales, asumiendo que una mujer en

situación de inferioridad funcional tiene valor en sí misma, ya que la serie de rótulos

asociados a lo que es ser mujer en el constructo social actual, donde prima la apariencia

física, es un factor que pone en jaque la autoestima de muchas mujeres en este contexto.

En esta interacción relacional la mujer discapacitada ya no es un sujeto pasivo, que

espera la ayuda asistencial de un entorno que se ve obligado a otorgar ayuda para la

sobrevivencia, lo que no es malo, por el contrario, la persona mujer en este caso ha de

tomar decisiones sobre su vida en sociedad, contando con redes de apoyo colaborativo

para la obtención de un status quo que le permita el máximo desarrollo personal. En el

marco de esta relación de reciprocidad, se requiere la misma cantidad de herramientas,

por tanto, el entorno socio cultural ha de proveer espacios de inclusión, participación y

desarrollo social, respetando la diversidad funcional de cada individuo.

Desde una perspectiva sistémica, se ha de considerar que la discapacidad si bien,

tiene un sustrato biológico, neuronal o físico concreto, es una condición que tiene su

verdadera implicancia y consecuencias en lo social, donde las influencias del ambiente

tienen efectos sobre las chicas que presentan algún grado de discapacidad.
Hay dos hitos muy importantes en el presente siglo relativos al reconocimiento de la

Discapacidad: uno es la Convención de las Naciones Unidas sobre los derechos de las

personas con discapacidad, que fue aprobada en mayo cuya entrada en vigor tuvo lugar

en mayo de 2008 y el otro es el Informe de la O.M.S. emitido en el año 2011, sobre

Salud y Discapacidad.

En el citado Informe se presenta una definición revisada de la Discapacidad, en la

que se declara que ésta es un término general que abarca las deficiencias, las

limitaciones de la actividad y las restricciones de la participación. La discapacidad es un

fenómeno complejo que refleja una interacción entre las características del organismo

humano y las características de la sociedad en que vive. Tales limitaciones pueden

afectar en la ejecución de tareas simples y por ende tener un efecto negativo en la

participación social de quien presenta esta condición.

En todo el mundo, las personas con discapacidad como consecuencia de los

obstáculos que entorpecen su acceso a servicios que muchos de nosotros consideramos

obvios, en particular la salud, la educación, el empleo, el transporte o la información,

viven en una situación de precariedad funcional. Esas dificultades se exacerban en las

comunidades menos favorecidas del planeta.

El Informe ha reunido información sobre la discapacidad para ofrecer a los gobiernos

y a la sociedad civil un análisis y recomendaciones para la adopción de medidas de

alcance local, nacional e internacional, como un impulso al establecimiento de un

mundo inclusivo en el que todos podamos vivir una vida de salud, comodidad y

dignidad. Los datos de este Informe pueden contribuir a hacer realidad esta visión.

Dado que la discapacidad es una condición multiforme y que puede variar en niveles,

los tipos de diagnóstico, tipo de localización, las personas pueden requerir distintos

tipos de apoyo, en donde la familia es el pilar fundamental a la hora de entregar las


condiciones para que el niño pueda desarrollarse lo mejor posible para así sobreponerse

a la discapacidad y encontrar habilidades que le permitan operar con normalidad en un

mundo que exige ser activo y productivo.

La discapacidad no debe entenderse como una característica propia del sujeto, sino el

resultado de su individualidad en relación con las exigencias que el medio le plantea. El

tipo y grado de discapacidad que la persona padece le impide valerse por sus propios

medios de manera autónoma, viéndose obligado a buscar otras alternativas para

satisfacer sus necesidades esenciales. En el marco institucional ya existen orientaciones

que actúan guiando a los discapacitados para que puedan desarrollar actividades acordes

con sus características personales, capacitarse para el auto valimiento y lograr una

integración al medio social en el que están insertos, del cual intentan formar parte.

En esta interacción relacional, la mujer discapacitada ya no debe considerarse como

sujeto pasivo que espera la ayuda asistencial de un entorno que se ve obligado a otorgar

ayuda para la sobrevivencia, lo que no es malo, contrario, la persona mujer en este caso

ha de tomar decisiones sobre su vida en sociedad, contando con redes de tipo

colaborativo para la obtención de un status quo que le permita el máximo desarrollo

personal. En el marco de esta relación de reciprocidad, se requiere la misma cantidad de

herramientas, por tanto, el entorno socio cultural ha de proveer espacios de inclusión,

participación y desarrollo social, respetando la diversidad funcional de cada individuo.

La diversidad funcional es un término que busca abolir la negatividad asociada a la

discapacidad, ya que la palabra se asocia a incapacidad y suele ser una barrera

infranqueable que muchas veces impide la inclusión de personas de manera completa.

Aun así, no hay consenso si este término recoge la realidad del colectivo, si en verdad es

un aporte que beneficie la inclusión.


En tanto la psicología, dentro de las diferentes corrientes terapéuticas, ha de ofrecer

diferentes posturas a este respecto, la terapia sistémica breve adscribe a una postura

socio construccionista y más especialmente la terapia narrativa da valor a los

significados, los cuales marcan la historia narrativa de las personas, ya que las etiquetas

negativas afectarán al desarrollo de una mujer haciéndola sentirse diferente por qué eso

es lo que dice su diagnóstico, a menos que su entorno cercano le haga ver que es una

persona y como tal aliente valores que le permitan la movilidad personal en la medida

que le sea posible.

Es constatable que una familia en donde uno de sus miembros presenta algún tipo de

discapacidad todos los recursos para ir en apoyo de quien se encuentra en una posición

de desventaja en relación con los otros miembros del núcleo familiar; estos recursos

pueden ser de protección, cuidado, cariño, apoyo emocional, reforzamiento de

autoestima, proveer recursos económicos, etc. Este proceso puede llegar a ser tan

desgastante que puede desencadenar el rompimiento de una familia, la cual no puede

hacer frente a la crisis y a la tensión que provoca tener que hacerse cargo de una niña o

niño con discapacidad.

A las personas discapacitadas les afectan en mayor medida los problemas sociales

comunes, tales como la inseguridad, la discriminación de género, el desempleo, la

exclusión, la violencia, etc. Por ello, es justo ubicar a estos grupos bajo la visión

protectora de los derechos humanos, confrontando cualquier transgresión por parte de

las instituciones públicas, así como de los actos de particulares o de cualquier grupo

privado.

Existen organizaciones que ayudan a las familias a enfrentar mejor la condición de

desventaja que pueda aquejar a alguno de sus miembros, asumiendo el desafío de

incorporar al personal con discapacitación a la sociedad real, cubriendo una brecha


importante que todavía subsiste. Se trata de crear los espacios necesarios donde la mujer

afectada por este problema, pueda desarrollar todo su potencial.

Para el logro de estos fines tan encomiables es deseable que la sociedad adopte una

actitud más flexible y respetuosa con las personas de menor capacidad motriz o

funcional. Es deseable un proceso recíproco donde la tarea de la discapacitada sea

aceptar su condición real, para después plantearse qué hacer para afrontar su propio

proyecto de vida, considerando la posibilidad de darse cuenta de su estado. Este

reciclaje sociológico requiere de personas informadas e interesadas para liderar una

moción efectiva, dedicando su esfuerzo a la misión de solicitar cauces de comunicación

con las instituciones y con las administraciones de orden político y legislativo.

Asimismo, tendrían que disponer de representatividad para impulsar la visualización de

la situación y de los problemas específicos de la incapacidad, especialmente en lo que se

refiere a la mujer. Actualmente, se evidencia la falta de voces del colectivo de mujeres

discapacitadas, incluso dentro de los movimientos feministas. A este respecto, hay que

considerar que la mujer discapacitada representa un 60% dentro de su propio colectivo.

La aspiración de las mujeres discapacitadas es erradicar la doble discriminación que

sufren reclamando políticas para evitar la exclusión en razón de su estado. También es

una meta que en el manifiesto por la igualdad de género se haga clara alusión a los

derechos de las mujeres discapacitadas, sin seguir por caminos diferentes como ha

sucedido hasta ahora. Todas estas acciones pueden contribuir a crear una identidad

propia y una mejora de la autoestima. Es triste pensar que la persona con mermas físicas

y algunas carencias tenga que aceptar la imagen de sí mismas que les está devolviendo

el medio donde viven, anulando la autopercepción de su persona.

No quedarse atrás en el devenir de su desarrollo vital es un reto importante, aunque a

la hora de la verdad existe una discrepancia entre la normativa social y la realidad que
va más lentamente, no llega a realizarse la concepción ideal de esa sociedad flexible y

acogedora de los discapacitados. Es necesario cierto empuje para que esa tendencia

progresiva no se detenga; que no se quede reducida a una mera sensibilidad.

Como persona discapacitada se tiene el gran hándicap al encajar en los cánones de

belleza, en su afán de ser mujer de verdad, pero no hay que dimitir de la capacidad

biológica o social para las tareas de reproducción. Muchas discapacitadas están

ilusionadas y motivadas para crear su propia familia, no solo debieran aspirar a ser

cuidadoras de otras personas dentro de su familia de origen. La tradicional educación

para que la mujer permanezca en su casa, se magnifica en el caso de una discapacitada,

amordazando sus ilusiones de mantener su propia vida, es decir, condenada a vivir bajo

sobreprotección, muy dependientes y sin un proyecto de vida propio.

Estamos ante personas que no tienen una enfermedad grave, que pueden hacer cosas.

Superar la barrera que crean los padres en su obstinación de creer que su hija es un ser

inservible a todos los efectos. Y no es así. Entonces es mejor sentirse egoísta y buscar

un camino propio. Aquí surge la conveniencia de ser activas profesionalmente,

aceptarse a sí mismas, empoderarse como personas y tener conciencia clara de sus

capacidades. Consecuencia de este estado de promoción social puede surgir la

motivación por buscar una pareja apropiada, con quien adaptarse y satisfacer sus

necesidades afectivas y sexuales. Hay que deshacer el error de que la libido es

inexistente en una discapacitada, cuando en la mayoría de casos se puede hacer todo,

aunque no sea con un refinamiento de Kamasutra. El deseo de tener hijos no tiene por

qué ser un capricho, ya que su deficiencia física no es algo hereditario. Si una

discapacitada elige ser madre, debería ser respetado.

Dentro del grupo de féminas discapacitadas hay gente con escasa formación, pero

también las hay preparadas con suficiencia. Esto nos hace pensar que pueden ocuparse
de otros roles que no sean el tradicional de cuidadas, sino que pueden ser cuidadoras,

dentro de sus capacidades materiales y emocionales, accediendo a los mismos derechos

asistenciales propios del género, con las debidas adaptaciones facilitadas con la

colaboración del sistema.

Todas las reivindicaciones que anteceden, conllevan una importante exigencia de las

mujeres posibles beneficiarias, un esfuerzo personal por estar al nivel de lo que piden

socialmente, especialmente en formación. Se trata de romper el estereotipo de la mujer

discapacitada, de rebelarse contra sí mismas, contra la inercia de haber sido cuidada

entre algodones. No pensar en recibir una paga y no hacer nada, puesto que eso nos deja

en el estancamiento. En realidad no es de esperar que la sociedad resuelva el futuro de

los discapacitados, sino que solo pueda ayudar a resolver su difícil horizonte vital.

En suma, puede ser un ideal de la mujer en estado de incapacidad el pasar desde el

paradigma del déficit a encontrar una serie de recursos, aprender a potenciarlos y a

utilizarlos en su provecho.

El verdadero desafío de género en la discapacidad es abrirse en pleno a la sociedad y

al mismo tiempo penetrar en la misma, superando la frontera de organizaciones cerradas

enfocadas a la discapacidad en general, sacando al grupo femenino de su contexto

cerrado y aislado.

En Chile, durante los últimos 30 años se ha hecho visible la discapacidad, desde un

enfoque de ayuda a la rehabilitación dado por una larga cruzada solidaria que reúne a

todo un país, desde Arica a Puntarenas, donde las historias de niños que luchan y logran

salir adelante motivan a la gente a realizar donativos en dinero en su apoyo. Esta

conciencia de colaboración y ayuda cruza las fronteras, llegando a ser ejemplo para

otros países de la región latinoamericana.


Asimismo, ha influido también sobre las diferentes autoridades gobernantes para

establecer leyes que promuevan la inclusión de personas con discapacidad en los

diferentes procesos de socialización, que abarcan la primera infancia y la escolarización

primaria. Estas normas de orden social ya no son vistas como un favor que se les hace a

los padres que solicitan una escuela para su hijo. Ahora, el negar la matrícula a un niño

en situación de discapacidad es un delito perseguido por la ley en nuestro país.

Concretamente la Ley 20.422 sobre Igualdad de Oportunidades e Inclusión Social de

personas con discapacidad, en su artículo 57 establece una disposición especial

destinada a denunciar hechos de discriminación.

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