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Liceo Guillermo Rivera Cotapos Profesores: Maureen Sepúlveda Oliva

Departamento de Educación Física Oscar Toledo Elgueta

CAPACIDADES FISICAS

La fuerza

La fuerza como capacidad física básica se define como la capacidad de generar


tensión intramuscular frente a una resistencia, independientemente de que se
genere o no movimiento.

El entrenamiento periódico y sistemático de la fuerza permite obtener


diversos adaptaciones como la hipertrofia (agrandamiento muscular), aumento de
consumo energético y la control/reducción de la proporción masa muscular y grasa
corporal, favorece el incremento del contenido mineral del hueso y lo hace más
fuerte y resistente, aumenta la fuerza de las estructuras no contráctiles, como
tendones y ligamentos, ayuda a prevenir malos hábitos posturales, posibilita
importantes adaptaciones neuromusculares, mejora el rendimiento deportivo y es
componente esencial de cualquier programa de rehabilitación.

Tanto hombre como mujeres, en su desarrollo evolutivo, parecen tener la capacidad


para aumentar su fuerza durante la pubertad y la adolescencia. Alcanza un nivel
máximo entre los 20 y los 25 años, a partir de aquí disminuyen de manera
considerable. De este modo, a los 25 años, una persona pierde en torno al 1% de
su fuerza máxima cada año, por lo que a los 65 años, una persona sólo tendrá el
60% de la fuerza que tenía a los 25 años, de manera aproximada. Esto supone que,
si no trabajamos nuestra fuerza de forma adecuada, cuando tengamos 75 años de
edad, nuestras piernas y brazos serán tan débiles que nos costará, incluso,
levantarnos del sillón o de la cama, lo que supone que no podremos valernos por
nosotros mismos. La pérdida de fuerza muscular está relacionada con los niveles
individuales de capacidad física y los hábitos personales. Las personas más activas
o aquéllas que siguen realizando un entrenamiento de fuerza, tienen una tendencia
menor a perder fuerza muscular.

Tenemos factores de tipo biomecánico que condicionan el desarrollo de la fuerza,


relacionados con la constitución de la persona. Por otra parte existe factores
fisiológicos que también van a influir en el desarrollo de ésta, como la longitud del
músculo, el tono muscular o la eficiencia neuromuscular. Otros dos factores
condicionantes a tener en cuenta, y que ya anteriormente mencionábamos, son la
edad y el sexo.
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La resistencia

Definimos resistencia como la capacidad psicofísica de la persona para resistir a la


fatiga. En otros términos, entendemos por resistencia la capacidad de mantener un
esfuerzo de forma eficaz durante el mayor tiempo posible.

Existen dos tipos de resistencia, la resistencia aeróbica y la resistencia anaeróbica.


La resistencia aeróbica sería aquélla que tiene por objeto aguantar y resistir la
exigencia física para ganar oxígeno, mientras que la resistencia anaeróbica está
condicionada por un aporte insuficiente de oxígeno a los músculos. Ésta última se
da en los ejercicios donde la frecuencia de movimientos es muy elevada, o en
ejercicios que implican fuerza muscular. En la mayoría de los esfuerzos realizados,
se produce una mezcla de ambas vías, de la aeróbica y de la anaeróbica, cuya
proporción varía dependiendo del tipo, de la duración y de la intensidad de la carga
del entrenamiento y del nivel individual de la persona. Cualquiera que sea la
actividad elegida, el entrenamiento aeróbico requerirá aumentar la demanda de
oxígeno y mantener esa intensidad por un tiempo determinado.

El estado de forma cardiovascular se mide en términos de capacidad aeróbica, y


viene representado por la capacidad para realizar ejercicio físico, a una intensidad
de moderada a alta, durante periodos de tiempo prolongados.

Durante el tiempo de duración de la actividad, el sistema cardiovascular debe ser


capaz de mantener un aporte adecuado de oxígeno y nutrientes, tanto a la
musculatura en activo como al resto de los órganos de nuestro cuerpo. Este aspecto
de la actividad física es el que parece proporcionar la mayoría de los beneficios para
la salud derivados de la práctica de ejercicio.

La velocidad

La velocidad es una de las capacidades físicas más importantes en la práctica de


cualquier actividad física de rendimiento. La rapidez de movimientos en las
acciones deportivas es primordial, ya que la efectividad en su ejecución depende,
en gran medida, de la velocidad con la que se realice. Es la capacidad física que
nos permite llevar a cabo acciones motrices en el menor tiempo posible.

De manera genérica, podemos decir, que la velocidad aumenta en función de


la fuerza. A los 23 años, aproximadamente, habremos alcanzado el 100% de
nuestras posibilidades ante esta capacidad. La velocidad se desarrolla, como
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vemos, a muy temprana edad, pero hemos de decir que, tras la flexibilidad, es la
capacidad que involuciona más deprisa, pues se produce una pérdida progresiva
a partir de los 25 años.

La velocidad, para su desarrollo, depende de varios factores, como son los


musculares, los nerviosos, los genéticos, así como la temperatura del músculo.

Haciendo un recorrido por la historia, podríamos destacar la victoria del


afroamericano Jesse Owens en las pruebas de 100, 200, 4×100 y salto de
longitud en los JJ. OO. de 1936 en Berlín durante el periodo nazi de Hitler. Las
victorias de una persona de color no fueron bien recibidas. Hitler se negó a darle
la mano durante la entrega de medallas y el entonces presidente de los Estados
Unidos, Franklin D. Roosevelt, se opuso a invitar al atleta a las celebraciones de la
Casa Blanca.

La flexibilidad

Entendemos por flexibilidad la capacidad que tienen las articulaciones para realizar
movimientos con la mayor amplitud posible. Hemos de tener en cuenta que la
flexibilidad no genera movimiento, sino que lo posibilita.

La amplitud estructural puede verse alterada o limitada por diversos factores: por
factores internos, como la elasticidad muscular, la estructura ósea, el tipo de
articulación o la masa muscular, y por factores externos como el sexo, la edad, el
sedentarismo o incluso la hora del día.

Existen dos componentes de la flexibilidad estática y la flexibilidad dinámica.

Las capacidades físicas, a nivel general, evolucionan positivamente hasta una


determinada edad. Sin embargo, la flexibilidad, por el contrario, involuciona de
manera rápida desde muy temprana edad.

Toda persona activa tiene por objeto el desarrollo de la flexibilidad, aunque sea, en
cierta medida, para el óptimo desarrollo de la actividad física. Pero, no sólo es
necesario el trabajo de la flexibilidad en las personas que quieran rendir físicamente,
sino que se hace necesario, también, en cualquier persona que quiera conservar su
integridad física a largo plazo.
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Debido a la involución que sufre esta capacidad, el paso del tiempo influye de
manera negativa en ella. Hasta los 10 años nuestro nivel de flexibilidad es bastante
alto. Desde aquí y hasta la pubertad, el desarrollo muscular y óseo limitan su
evolución. A partir de los 20 años de edad, aproximadamente, esta capacidad se
verá mermada en un 75% de su totalidad, si no ha sido trabajada, y a partir de los
30 años de edad, su pérdida se ve incrementada por otros factores como son la
paulatina deshidratación de los tejidos conjuntivos y el gradual aumento de la grasa
corporal.

Al igual que el trabajo paulatino de esta capacidad va a contribuir a un óptimo


desarrollo de nuestra condición física, llevado al extremo puede cursar con
importantes inconvenientes para nuestra salud, ya que estaremos favoreciendo la
aparición de deformaciones óseas, así como la tendencia a sufrir luxaciones y
esguinces.

Para el trabajo de la flexibilidad, se recomienda realizar ejercicios genéricos para


pasar posteriormente a los específicos de la actividad física. Hemos de recordar
aquí que la ejecución de un estiramiento apropiado tiene muchos beneficios en el
aumento de la flexibilidad, mejora el desempeño de la tarea y disminuye de
cualidades motoras.

Debemos recordar que la flexibilidad trabajada de manera correcta disminuye


considerablemente el riesgo de lesiones, aumenta la amplitudes de recorrido
articular, alivia los dolores musculares y el estrés diario. Además, actúa de forma
óptima sobre el trabajo de la velocidad y de la fuerza, nos ayuda a recuperar más
rápido tras el esfuerzo, promueve la relajación y equilibra el tono muscular de las
distintas zonas del cuerpo para evitar desequilibrios físicos, como los causantes de
la escoliosis, la lordosis, los dolores cervicales, etc.
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MOTRICIDAD

Tipos de motricidad: motricidad fina y gruesa

La motricidad fina y gruesa hace referencia al control que el ser humano es


capaz de ejercer sobre su propio cuerpo. La motricidad es una capacidad que se
relaciona con el desarrollo de movimiento y gestos específicos. En el caso de la
motricidad gruesa hace referencia a todos aquellos movimientos motrices más
complejos y globales como correr, saltar, caminar, girar, lanzar objetos, entre otros
en donde se utilizan varios músculos y/o grandes grupos musculares para realizar
una acción.

La motricidad fina en cambio, hace referencia a todas aquellas actividades que


requieren de la coordinación óculo-manual y la coordinación
de músculos específicos y/o de grupos musculares más pequeños (recortar figuras
con una tijera, tomar el lápiz para dibujar, enhebrar una aguja, cortar o pintarse las
uñas, entre otros).

El desarrollo de esta psicomotricidad y la motricidad fina y gruesa es primordial


para la adquisición de habilidades, por lo tanto, es importante estimular dicho
desarrollo en las primeras etapas de la educación.

El control de la motricidad va cambiando y perfeccionándose a través de los años,


desde que se nace hasta que se muere se van modificando; las habilidades motoras
rápidamente se expanden para ir incluyendo varios movimientos del cuerpo, los
bebes sostienen la cabeza, luego se sientan, caminan y corren. Las habilidades
sensitivas y motoras siguen un patrón tanto genético como de maduración y se ven
influenciados por la cultura, clima, lugar de residencia, diferentes tipos de
estimulación y/o practicas propias de cada individuo.

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