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Consenso de Washington PDF
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1. Introducción
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2. La crisis del Consenso de Washington
Cuadro 1. Tasas de variación anual media del PIB per cápita, 1974-1995
1974-1990 1991-1995
Países de ingreso alto 2,1 1,3
Países de ingreso medio y bajo 1,4 0,5
- Asia oriental 5,6 9,1
- Asia meridional 2,6 2,6
- América Latina y el Caribe 0,4 1,4
- Europa y Asia central 2,2 -6,7
-- (Federación Rusa) (2,9) (-9,8)
- Oriente Medio y Norte de África -1,7 -0,1
- África subsahariana -0,7 -1,1
Fuente: Banco Mundial, Global Economic Prospects 1997, Banco Mundial, Washington
DC, 1996, cuadro A.2.
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teóricos de los partidarios de las terapias de choque y de los big bangs. En particular,
Stiglitz ha hecho una gran labor al poner en solfa el argumento ortodoxo de que la
transición en los PECO y la antigua Unión Soviética ha fracasado no por los
inconvenientes de sus bases teóricas y de sus prescripciones de política económica
sino porque esas últimas fueron puestas en práctica por gobiernos incompetentes y
corruptos. Además, el fracaso de las políticas y estrategias de transición inspiradas
en el Consenso de Washington contrasta con el éxito espectacular de la transición
en China, donde no se adoptó ese recetario sino, muy al contrario, un enfoque
gradualista del cambio de sistema.
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enseguida de las condiciones de las políticas de “rescate” del Fondo, y han legado en
la región un poso de resentimiento contra éste, sus políticas y su sustento teórico.
Podría argumentarse que, desde mediados de los años noventa, las cosas han
cambiado sustancialmente en las economías en transición y en América Latina. Sin
embargo, ese no es precisamente el caso, como se ilustra en el cuadro 2, que
compara la evolución del PIB per cápita en 1991-2000 con la del periodo 1981-90.
Cuadro 2. Tasas de variación anual media del PIB per cápita, 1981-2000
1981-1990 1991-2000
Países de ingreso alto 2,4 1,8
Países de ingreso medio y bajo 1,4 1,6
- Asia oriental 6,1 6,0
- Asia meridional 3,5 3,3
- América Latina y el Caribe -0,9 1,6
- Europa y Asia central 2,6 -2,5
-- (Federación Rusa) (3,8) (-5,2)
- Oriente Medio y Norte de África -1,2 1,0
- África subsahariana -1,2 -0,4
Fuente: Banco Mundial, Global Economic Prospects 2002, Banco Mundial, Washington
DC, 2001, cuadro A3.2.
A principios del siglo XXI, las dos percepciones que había a mediados de los
años noventa han seguido siendo tales. El fracaso de los procesos de transición en
los PECO – con la posible excepción de Polonia – y en la Federación Rusa, que ha
contrastado con los buenos resultados de China y Vietnam (que nunca se adhirieron
al Consenso), ha sido, en perspectiva, evidente. Los resultados insatisfactorios en
América Latina se han mantenido y si cabe se han acentuado con lo que la CEPAL
ha llamado la “media década perdida” (1995-2000). En cuanto a las economías
emergentes tras las crisis asiáticas, se han producido nuevas crisis financieras en
Turquía (2000-2001) y en Argentina (2001-2002), lo que ha dado más argumentos, si
cabe, a quienes defienden posiciones criticas con el Consenso de Washington.
Más en general, los últimos años noventa fueron un periodo en el que parecía
surgir un nuevo consenso en torno a la importante idea de que el mercado, siendo
condición necesaria para el desarrollo (como atestiguaron el fracaso sin paliativos de
la planificación central y el éxito de China en la introducción – aunque paulatina –
de mecanismos de mercado), no era ni mucho menos condición suficiente. La
versión más moderada del Consenso de Washington (el enfoque favorable al
mercado) insistía sin embargo en que el Estado se debía limitar a sustentar o apoyar
(en ningún caso a corregir o sustituir) al mercado. El Post-Consenso, sin embargo,
empezó a difundir la idea de que el Estado debía crear mercados, corregir las
imperfecciones de los existentes e incluso distorsionar deliberadamente algunos de
ellos para acelerar el crecimiento económico y el desarrollo.
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3. Las dos propuestas de Post-Consenso de Washington
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comercial pero señalan que en particular América Latina necesita complementar las
reformas de los primeros años noventa con medidas que permitan poner más
énfasis en la lucha contra pobreza y en la distribución así como en prevenir y
combatir las crisis financieras. También señalan que las reformas del Consenso
deben ser corregidas en algunos casos: la apertura de la cuenta de capital puede y debe
ser contenida con controles de capital sobre las entradas de fondos a corto plazo al
estilo del encaje chileno; y las privatizaciones deben producirse en un contexto de
adecuada regulación y supervisión de las actividades de las empresas privatizadas.
Las políticas del Consenso eran incompletas, decía Stiglitz, porque debían
tenerse muy en cuenta medidas no contempladas por la ortodoxia, como la
necesaria regulación y supervisión del sector financiero para prevenir las crisis, la
defensa de la competencia para evitar prácticas restrictivas de la misma y el fomento
decidido de la transferencia de técnicas foráneas, con miras a favorecer el catching-up.
Conviene recordar que el propio Stiglitz ya había señalado, en la conferencia anual
del Banco Mundial sobre Economía del Desarrollo (la famosa Annual Bank
Conference on Development Economics, ABCDE) de 1996, que el Estado debía sobre todo
promover la educación, fomentar el desarrollo técnico, apoyar al sector financiero,
invertir en infraestructuras, prevenir la degradación del medio ambiente y crear una
red sostenible de protección social (Stiglitz, 1997).
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liberalización (desregulación y privatización, así como apertura comercial y
financiera), no debería aplicarse de manera indiscriminada sino de forma parcial y
gradual.
Stiglitz ha sido muy criticado a diestro y siniestro. Hay quien le acusa poco
menos que de indocumentado, aunque recibió, junto con M. Spence y G. Akerlof, el
Premio Nobel de Economía 2001, por sus estudios sobre los mercados con
asimetrías de información. Otros dicen que habla de lo que no sabe (pese a haber
sido economista-jefe y primer vicepresidente del Banco Mundial en 1997-99 y antes
miembro del Consejo de Asesores Económicos de la presidencia de Estados
Unidos). Incluso hay quien le considera un resentido tras su aparentemente forzada
marcha del Banco Mundial a principios de 2000. No obstante, basta leer sus textos
mientras estaba en el Banco Mundial (algunas de los cuales están recogidos en
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Chang, ed., 2001, una compilación significativamente titulada El rebelde en casa) para
darse cuenta que sus posiciones ya eran muy criticas entonces.
Esa falta de avance – que es lamentable, como también lo es que otro campo
promisorio hace cuatro o cinco años, el de la nueva arquitectura financiera
internacional, esté prácticamente estancado – demuestra que, a la postre, los
organismos internacionales tienen mucha más inercia y presentan muchas más
resistencias al cambio que las que cabría esperar.
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capital, lo que perjudica al sector exportador y aumenta en última instancia el déficit
corriente, desembocando a la postre en una crisis cambiaria. En definitiva, la
devaluación se alcanza finalmente pero suele ser abrupta y catastrófica para la
inflación y el crecimiento.
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también del Banco Mundial. Es más, en su libro de 2002 ni siquiera menciona la
censura existente en el Banco. Como es bien sabido, Ravi Kanbur, un profesor de la
Universidad de Cornell y antiguo economista-jefe para África, al que el Banco
encargó la dirección del Informe sobre el desarrollo mundial 2000 dimitió en mayo de
2000 como resultado de las presiones que recibió para atenuar en el texto la
reclamación de políticas activas de redistribución destinadas a luchar más
eficazmente contra la pobreza y acelerar el crecimiento.
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En definitiva, un genuino Post-Consenso de Washington sólo podrá
realmente asentarse como el resultado del esfuerzo conjunto de economistas muy
dispares pero unidos frente a la ortodoxia dominante. Los esfuerzos aislados, por
muy rigurosos, encomiables y valientes que sean, son a la postre poco eficaces.
5. Conclusiones
Finalmente, no cabe terminar este trabajo sin destacar que las críticas al
Consenso y al Post-Consenso de Washington deberían hacerse con una adecuada
perspectiva histórica y dejando de lado el pesimismo o incluso el catastrofismo que
han impregnado a buena parte de las teorías heterodoxas sobre desarrollo. En este
contexto, es necesario resaltar la importancia de la Historia Económica para los
economistas del desarrollo. No se trata sólo de que la Economía del desarrollo deba
reconvertirse en Estudios del desarrollo y adoptar así un perfil mucho más
interdisciplinario (con las aportaciones de la historia, la sociología, la antropología, la
teoría política, etc.) sino sobre todo que la Historia económica tiene a la vez una
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perspectiva amplia y un optimismo intrínseco. En otros términos, como ha escrito
Francisco Bustelo,
“el historiador sabe que el progreso de la humanidad es lento y costoso; así y
todo, medido por el transcurrir de los siglos, nunca se para. Más que el
economista, que sólo cree en las fórmulas que han tenido vigencia en los
últimos años o lustros, su conocimiento del pasado le permite otear desde
una atalaya privilegiada el quehacer humano y vislumbrar, aunque nunca a
fecha fija, horizontes prometedores. El historiador, por sus saberes, no puede
ser pesimista, porque la historia de la humanidad es una historia fausta en su
conjunto. Con sus retrocesos, imperfecciones e insuficiencias, el combate del
ser humano por mejorar su bienestar material – y con ello reducir el
sufrimiento y propiciar una vida mejor intelectual, cultural y espiritual – es
una lucha con muchas victorias” (Bustelo, F., 1998: 121).
REFERENCIAS
BANCO MUNDIAL (1991), Informe sobre el desarrollo mundial 1991, Banco Mundial,
Washington DC.
BANCO MUNDIAL (1997), Informe sobre el desarrollo mundial 1997, Banco Mundial,
Washington DC.
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abril, pp. 77-96.
CHANG, H.-J. (ed.) (2001), The Rebel Within – Joseph Stiglitz and the World Bank,
Anthem Press, Londres.
GORE, C. (2000), “The Rise and Fall of the Washington Consensus as a Paradigm
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HART, G. (2001), “Development Critiques in the 1990s: Culs de sac and Promising
Paths”, Progress in Human Geography, vol. 25, nº 4, pp. 649-58.
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KRUGMAN, P. (1995), “Dutch Tulips and Emerging Markets”, Foreign Affairs, vol.
74, nº 4, pp. 28-44.
STIGLITZ, J. E. (2002), Globalization and Its Discontents, Norton, Nueva York [trad.
cast. en Taurus, Madrid, 2002].
WILLIAMSON, J. (1999), “What Should the Bank Think About the Washington
Consensus?”, documento de antecedentes para el World Development Report 2000,
julio, mimeo.
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