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La fábula del perro y el Clavo

Me encanta contarle esta historia a mis socios, seguramente los que tienen más tiempo cuando lean este blog
esbozarán una pequeña sonrisa. Es un historia sencilla pero llena de mensaje y te puede servir para ilustrar porqué
algunas personas sólo saben quejarse y no toman acción.

Un buen día Sergio, estaba ayudando a su hijo a construir una casa en el árbol y haciendo inventario de los materiales
que tenía se dio cuenta de que no tenía suficientes clavos y se fue a una ferretería.

Al llegar lo primero que se percató es que había un perrito llorando, no le hizo caso y le pidió al ferretero unos cuantos
clavos, el perrito seguía llorando, pago la cuenta y cuando se estaba yendo el perrito seguía llorando.

Esto ya era curioso, así que se acercó al ferretero y le preguntó:

- ¿Ese perro que llora es suyo?


- Si es mío

- y ¿porqué llora?
- Porque está sentado encima de un clavo

- y ¿porqué no se mueve?
- Porque no le duele lo suficiente

Porque no le duele lo suficiente, vuelve ese tema al ruedo. En el blog: Cuando algo en la vida no te funciona… te comenté porqué
es que tienes que sentir molestia, dolor, frustración para empezar a tomar acción masiva. Y en esta historia hablamos
de lo mismo, muchas personas se quejan de su situación, pero sin embargo no toman acción, se quejan una y otra vez
y no hacen nada para cambiar aquello que les molesta. Es sencillo, lo que les duele, no les duele lo suficiente.

Yo te invito a que evalúes que es eso que te molesta de tu negocio, de tu vida, de tus relaciones y que no esperes a
que te duela lo suficiente. Se proactivo, toma el control de tu vida y ve a por todos tus sueños.

Articulo escrito por SERGIO KOU :


Empresario en Linea, Caminante en continuo crecimiento, estudiante de la vida viviendo en presente, dador de amor y Consultor de
Marketing y Liderazgo, básicamente ayudo a otras personas a tener un mejor estilo de vida, ayudándolos a que ganen más dinero y
tengan más tiempo libre... Unete a mi Equipo de Emprendedores.
Muchas Gracias por Seguirme!

Ayer estaba en la cola de un cine esperando para sacar los tickest y delante de mí había un par de chicas que hablaban sobre su vida
laboral. Pude notar dos cosas: una positiva y la otra no tan positiva.

Lo positivo que escuché es que estaban quejándose de las condiciones en las que trabajaban, de cómo sus jefes las trataban y de cómo
no se respetaban sus horarios y otras cosas más. Incluso una de ellas dijo “si así vivo a los 21 años como voy a estar a los 40”; me
encantó porque muchísimas personas mayores no se dan cuenta de ese futuro inminente al que se están condenando.

Lo no tan positivo es que el desarrollo de esa conversación las llevó a concluir de que “qué otra cosa se puede hacer, hay que seguir
nomas” y a continuación diatribas e insultos a sus jefes, las empresas y el gobierno.

Todo esto me trajo a la mente una historia que escuché hace tiempo y me encanta contarla:

“una persona entra a una ferretería y detrás del mostrador había un perro tendido en el suelo que se quejaba dando clara señal de que
algo le dolía; cuando el cliente le pregunta al dependiente por el estado del perro, el dueño responde que no se preocupe que todo está
bien.

 
Ante el reiterado llanto del perro allí atrás el cliente vuelve a reclamar al dueño increpándole que no sea inhumano y que por favor haga
algo por el “pobre animal” que no para de quejarse.

El dependiente responde que lo que pasa es que el perro está echado sobre un clavo que le punza causándole dolor y obviamente el
cliente le pide que por lo menos lo desate para que el pobre animal se pueda mover.

Acá es cuando el dueño le responde diciendo que no, que el perro no está ni siquiera amarrado; lo que pasa es que le duele lo
suficiente para quejarse y lloriquear pero no lo suficiente para levantarse y moverse del clavo”

Y es que los seres humanos somos tantas veces como ese perro llorón, nos quejamos, lamentamos y lloramos de nuestras
circunstancias, culpamos a todo el mundo de nuestras desventuras pero cuando hay una oportunidad de moverse de esas
circunstancias, de ir para adelante, de hacernos dueños de nuestro destino elegimos quedarnos llorando sobre el clavo punzante.

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