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De la violencia banalizada al terror: el caso colombiano Titulo

Pecaut, Daniel - Autor/a Autor(es)


En: Controversia no. 171. (diciembre 1997). Bogota : CINEP, 1997. En:

Bogota Lugar
Centro de Investigaci6n y Educacién Popular (CINEP) Soli olat-Ui/
mre lola
1997 Fecha
Colecci6n
Identidad colectiva; Guerrilla; Paramilitarismo; Institucionalidad; Politica; Terror; aT
Violencia; Colombia;
Articulo Tipo de documento

http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Colombia/cinep/20
1009 16014110/politicaysocieda FURIE
ddelaviolenciabanalizadaControversia1 71 .pdf
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Conselho Latino-americano de Ciéncias Sociais
CLACSO
POLITICA
Y SOCIEDAD
DE LA VIOLENCIA
BANALIZADA
AL TERROR:
EL CASO
COLOMBIANO'

DANIEL PEcAUT?

1 Traduccidn realizada por Emmanuel Raison y corregida por


Femin Gonwilez.
2 Socidlogo del Centro de estudios de movimientos sociales,
Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, Paris.
esde 1980, Colombia es nueva- suscitaron las atrocidades cometidas en Argentina, en
mente el teatro de una violencia Guatemala 0 en El Salvador.
de excepcional intensidad. La tasa Varios factores pueden explicar este relativo si-
nacional de homicidios supera re- lencio. En este estudio, voy a hacer énfasis en uno
gularmente el 70 por 100.000 de ellos: la banalizacién de la violencia, que disminu-
habitantes, una de las tasas mds ye la visibilidad de las situaciones de terror. Al hablar
altas del mundo. En algunas re- de la violencia banalizada, no quiero hacer mia la idea
giones o ciudades del pais, el promedio alcanza 400 de ‘la cultura de la violencia’ que aparece a menudo
por 100.000. Entre 1980 y 1995, el numero de las en el discurso de algunos analistas colombianos.
victimas super6 los 300.000" Las masacres colecti- Como ocurre con frecuencia, la explicacién por la
vas de cinco persqnas o mas son innumerables: so- cultura -y mucho més tratandose de la violencia- pue-
lamente entre los anos 1988 y 1993, se cuentan m4s de resultar un tanto perezosa y tomar un aspecto tau-
de 900 de ellas, que provocaron mas de 5.000 victi- tolégico. Aunque es cierto que los fenémenos de vio-
mas’. Otros muchos indicadores van en la misma lencia tienen una larga historia en Colombia y que la
direccién: se cueatan por millares los militantes memoria del episodio de la Violencia
de 1950 perma-
politicos y sindicalistas asesinados; un partido poli- nece presente en todas las mentes como una referen-
tico, la Union Patristica (UP), fue diezmado’ y prac- cia que los protagonistas de la violencia actual usan
ticamente borrado del mapa; el nimero anual de como justificacién, no se pueden, sin embargo, igno-
secuestros oficialmente resehados desde 1990 osci- rar los componentes nuevos de la violencia actual. La
la entre 1.000 y 1.717 (ndmero maximo al que se banalidad de la violencia apunta hacia varios aspectos
lleg6 en el ano 1991); mas de 500.000 personas han nuevos que son propios de los fenémenos presentes:
tenido que abandonar su regién de origen; las prac- sus dimensiones tan heterogéneas que no permiten
ticas de extorsién y chantaje han llegado a volverse que surja wn Unico eje de conflicto, su ausencia de
rutinarias en gran parte del territorio. articulaci6n con las identidades colectivas previas, las
Una violencia semejante se expresa en muchas redes de dominacién que tejen, las oportunidades
zonas rurales y urbanas mediante situaciones de te- que ofrecen, su compatibilidad con el mantenimien-
tror, especialmente en los sitios donde varias fuerzas to, al menos formal, del Estado de derecho. Entre la
se disputan el control de un mismo territorio, como, banalidad de la violencia y el terror, existe a la vez
por ejemplo, el Magdalena Medioy la regién de Ura- continuidad y ruptura. Lo que pretendo mostrar es
ba. Alli, no dejan de estar al orden del dia las ma- que se da una continuidad suficientemente fuerte
sacres, los éxodos, las exacciones, las atrocidades y las para que el terror sea percibido en buena parte
sospechas, que afectan a una poblacién sometida a la como una situaci6n de hecho que no cuestiona las
ley del silencio. Ademas, los afios 1987-1993 se ca- rutinas de la violencia, sin que existan categorias
racterizaron por el terrorismo, ciego o no, llevado a intelectuales o politicas que permitan entenderla, y
cabo por los narcotraficantesy las fuerzas oscuras alia- menos atin darle sentido.
das con ellos. No volveré aqui sobre el contexto donde comen-
Por eso, puede llamar la atencidn el que tal si- z6 la violencia actual*. En una primera parte, voy a
tuaci6n no haya provocado mayores reacciones de la tratar las interferencias entre los miltiples fenéme-
opinién ptiblica, nacional o internacional. Tal vez al- nos de violencia, para examinar, en una segunda par-
gunos acontecimientos han tenido una repercusi6n te, varios aspectos de la banalizacién
de la violencia,
considerable, como el asesinato de lideres politico ¥, €n una tercera, las condiciones en las que se da el
destacados o algunas masacres particularmente san- paso al terror. Finalmente, en una ultima parte, estu-
grientas. Pero esta resonancia sélo es fugaz, sin llegar diaré las razones por las queel terror, aunque bastan-
a darse nunca una indignacién comparable a la que te real, no logra bosquejar una historia con sentido,

G0
ni llegar nunca a constituirse como “parte de una tra- cos. Pero, sno ser4 que se convierten en actores polli-
ma narrativa"’, y ni alcanzar siquiera a suscitar una ticos cuando intervienen en los procesos electorales y
profunda indignaci6n moral. en las decisiones judiciales por medio de la corrup-
cién, y mas atin, cuando usan el terror de manera
generalizada para someter al Estado? Por el contra-
rio, se considera que las guerrillas son indudablemen-
te actores politicos. {Pero lo siguen siendo cuando se
dedican
en gran parte a la extorsiGn
y al secuestroy
LAS INTERFERENCIAS ENTRE LOS cuando acuden a veces a los servicios de delincuentes
FENOMENOS DE VIOLENCIA organizados o de sicarios? En cuanto a la violencia
cotidiana, la de los crimenes comunes, de las vengan-
Los fenédmenos de violencia, como dije, son zas o de los arreglos de cuentas, gno tiene muchas
muy heterogéneos. Los enfrentamientos entre gue- veces un caracter politico en la medida en que puede
rrillas y fuerzas de seguridad, la acci6n de las fuerzas traducir también una rabia social y es también conse-
paramilitares y las de los narcotraficantes, las exac- cuencia de la deficiencia de los aparatos judiciales o
ciones de las milicias urbanas, las operaciones de ‘lim- policivos?
pieza social’, los asesinatos politicos, la criminalidad iNo se puede incluso cuestionar una distincién
organizada y la pequena delincuencia, las rifas entre tan basica como la que se da entre violencia ‘organi-
bandas de jévenes, los arreglos de cuenta y las peleas zada’ y violencia ‘desorganizada’? Los protagonistas
individuales: todas estas formas participan, en pro- como las guerrillas o los narcotraficantes no tienen
porciones diversas, en la explosién del nimero de los sino una cohesidén relativa. Las guerrillas son muilti-
homicidios. ples, y cada una de ellas tiene varios frentes -mas de
En este conjunto, la violencia propiamente polli- 60 en el caso de las FARC- cuyas practicasy discipli-
tica s6lo ocupa, al menos aparentemente, una parte nas distan mucho de ser idénticas. Los famosos ‘car-
limitada. En 1987, los analistas estimaban que sola- teles’ de Medellin, Cali, Bogota o de la Costa Atlan-
mente era responsable del 7% de las victimas* La pre- tica probablemente sélo eran, incluso en su
gunta que queda es si es posible hoy fijar todavia momento de esplendor, coaliciones relativamente
fronteras entre lo que es politico y lo que tiene que laxas de diversos nticleos bastante sueltos’ y ahora
ver con otras dimensiones. Se puede pensar que los que han sido parcialmente desmantelados, esos nu-
narcotraficantes no son en principio actores politi- cleos tienen una autonomia atin mayor. En el caso

Esta cifra se obtiene sumando los homicidios anuales a partir de los datos oficiales facilitados por la policia. Cfr, Policia Nacional,
Criminalidad 1995, Republica de Colombia, 1996, grifica # 1, A partir de estos totales conviene calcular el mimero de homicidios que
corresponde a una situacién “nommal" en Colombia,que, de todos modos es bastante alto. Incluso durante los afios sesenta, rara vez el
promedio de homicidios estuvo por debajo del 15 por 100,000.
Maria Victoria Uribe y Tedfilo Visquez, Enterrary Callar, Bogoti, Comité Permanente por ki Defensa de los Derechos Humanos, 1996,
Seguin
los cdlculos, el mimero
de muertos de la UP oscila entre 1.500 y 3.000.
Para este propésito, recomiendo los libros de la Comisién de estudios sobre la violencia, Colombia, Violencia
y Democracia, Bogoti, Univer-
sidad Nacional de Colombia, 1987; M, Deas y F. Gaitin Daza, Dosensayos sobre la violencia en Colombia, Bogoti, Departamento
Nacional de Planeacién, 1995, los dos volimenes de la revista Controversia, No 151-152 y 153-154 publicados con el titulo Un pais en
construccién, en 1989, y mi capitulo “Présent, passé, futur de la violence” in J.M. Blanquer et C. Gros, La Colombie a l'aube du Troisiéme
Millénaire, Paris, Editions de l'Institut des Hautes Etudes de I'Amérique Latine, 1996,
A propdsito
de la nocién de constituirse "parte de una trama narrativa’, cfr., Paul Ricoeur, Temps
et Récit, tomo I, Paris, Le Seuil, 1983.
Seguin los calculos presentados por los autores y Democracia. Después,
del estudio citado mds arriba Colombia, Violencia esta cifra fue repetida
con frecuencia, sin profundizar m4s en su verificacién.
Cir. Dario Betancur 7 Marta Garcia, *“Colombie:les mafias de la drogue*, en Problemes d'Amerique Latine, # 18, jui-sept 1995, pags 73-82.

Gu
se implantaron en regiones ya controladas por una de
las guerrillas, las FARC, o en las cuales no tardaron
en instalarse. La existencia de una guerrilla de larga
tradicién aseguraba la proteccién de los intereses de
los narcotraficantes, cultivos y laboratorios, que eran
protegidos contra excursiones de las fuerzas de segu-
ridad. A cambio, las FARC se beneficiaban de repen-
te de una renta financiera gracias a los impuestos exi-
gidos tanto a los cultivadores como.a_ los
intermediarios del trafico. De esa forma, al cabo de
pocos anos, esta guerrilla pudo duplicar el nimero
de sus frentes y de sus miembros. Y en buena parte,
gracias a su iniciativa se efectud el crecimiento del
de los pararnilitares o de las milicias urbanas, gene- cultivo de la amapola a partir de 1990.
ralmente las bandas son todavia mucho mis inesta- Después del control de la economia de la droga,
bles y mas importantes sus relaciones con la delin- la lucha se extendi6 a la bisqueda del control de la
cuencia, a pesar de que desde hace poco se han mayoria de los polos de produccién de materias pri-
venido formando grupos fuertemente centralizados, mas. Otra organizaci6n, el ELN, casi aniquilada en la
con cobertura departamental. Incluso, la misma de- mitad de los afios setenta, renaci6 de sus cenizas gra-
lincuencia propiamente tal no se reduce sdlo a al- cias al control que ejerce sobre las regiones producto-
gunas bandas independientes o de individuos, sino ras de petréleo, y a las funciones financieras que pue-
que comprende también amplias organizaciones con de realizar. Poco a poco fue ocurriendo lo mismo con
numerosas ramificaciones. Los mismos policias son otros polos de produccién minera, como el ferroni-
un ejemplo de ello, ya que algunos de ellos maneja- quel, el oro, el carb6n, y los de agricultura comercial,
ron durante un tiempo con mucha competencia el como la produccién.del banano en Uraba, de la pal-
comercio de carros robados. La corrupcién, que toca ma africana o las numerosas regiones de ganaderia
todas las organizaciones y los sectores sociales, re- extensiva. La extorsién y los secuestros se han vuelto
duce atin mas la posibilidad de distinciones marca- practicas generalizadas. Las zonas cafeteras, que ha-
das. Ademis, las cifras parecen sugerir una correla- bian permanecido por mucho tiempo fuera del alcan-
cién entre la presencia de protagonistas ce de los protagonistas
de la violencia, sufren ahora el
‘organizados’, incluyendo las guerrillas, y la difu- dominio de los narcotraficantes y de las guerrillas al
sién de la violencia ‘desorganizada’. tiempo que muestran un nivel increible de violencia
Una de las razones por las cuales se han vuelto desorganizada. En cuanto a la zona esmeraldifera, los
fluidas las fronteras entre violencia politica y no-poli- grandes grupos de ‘autodefensas'’, instalados alli des-
tica, lo mismo que entre violencia organizada y des- de siempre, la protegen de las guerrillas, pero no de
organizada, es el hecho de que todos los protagonis- la violencia”. De manera general, el mapa de implan-
tas con capacidad de accién armada.se encaminan taci6n de las guerrillas coincide con el de los polos de
desde ahora, como medio o como fin, al control de produccién primaria; y la misma coincidencia se ob-
los polos de produccién econémica del pais. serva entre estos polos y el mapa de la violencia rural,
La expansién de la economia de la droga, sea de organizada o desorganizada."'
la marihuana
en los afios 70, de la cocaina desde El hecho de que las guerrillas hayan asumido
1975, y de la heroina ahora, ha jugado un papel esen- como objetivo prioritario el control de esos polos
cial en el desplazamiento de lo que est4 en juego en la econémicos tuvo como consecuencia la transforma-
violencia. En particular, las dos ultimas producciones ci6n de las interacciones entre todos los actores con

Gu
capacidad armada. En las zonas de cultivo y de trans- llas han paralizado la produccién, como si estuvie-
formacién de la droga, es imprescincible cierta co- ran ansiosasde preservar sus fuentes de financia-
operacién entre guerrillas y narcotraficantes, pero se cién. Pueden proteger las empresas y propietarios
necesita también la colaboracién implicita de otros que estan ‘al dia’ con los impuestos fijados. Otras
actores locales como militares, policias, y politicos. modalidades de transacci6n son la corrupcién de la
Obviamente, estas transacciones también generan clase politica por los narcotraficantes y las presio-
conflictos. Al parecer, el enfrentamiento sin piedad nes a las que la someten las guerrillas". Asi se
entre las FARC y las bandas paramilitares organiza- redefine el marco de las interacciones estratégicas
das por Gonzalo Rodriguez Gacha se desarroll6 pre- con base en interferencias de gran diversidad y
cisamente después de la violacién de un contrato ta- fluidez.
cito entre guerrilleros y narcotraficantes"”. Este tipo El resultado de todo esto es la fragmentacién
de litigios puede también ocurrir entre guerrillas y del territorio de acuerdo con la dominacién relativa
fuerzasde seguridad, cuando las primeras exigen co- de tal o cual protagonista. Las interferencias entre
misiones excesivas.” . actores armados conducen a un nuevo reparto terri-
Aunque las guerrillas y los narcotraficantes se torial segun Jas fronteras invisibles que se establecen
ven obligadas a cooperar en las zonas de produccién entre las zonas ubicadas principalmente en la Grbita
de la cocaina, tienen por otra parte intereses opues- de poder de uno u otro. Algunas regiones han adqui-
tos en todo lo demas. En la medida en que los narco- rido una identidad particular s6lo por estar ubicadas
traficantes van invirtiendo en la propiedad terrate- bajo el dominio de un grupo, o, por ser el lugar
de la
niente y en la ganaderia extensiva -se calcula que han rivalidad entre los contendientes, como el Urabd, el
adquirido mas de cinco millones de hectareas de las Bajo Cauca etc.
mejores tierras- se convierten, como los otros terra- Como consecuencia de esto, la violencia toma
tenientes, en un blanco para las guerrillas que quie- un caracter prosaico. Las ideologias politicas o las
ren imponerles sus tasas e impuestos revolucionarios. creencias tienen poca influencia en los enfrentamien-
Entonces el enfrentamiento asume en esas regiones tos. Por supuesto, las guerrillas no dejan de ser un
un caracter sistematico. En los otros polos de pro- actor politico, pues su poder militar, que les permite
duccién de riqueza, también se yuxtaponen transac- estar presentes en la mitad de los municipios del pais
ciones y conflictos. Pero en ninguna parte las guerri- y hasta
en las cercanias de una ciudad como Bogot,

Segiin los momentos,


las esmeraldas han representado el segundo o tercer producto de exportacién. Desde hace varios siglos, la zona
esmeraldifera es uno de los polos crénicos de violencia. Muchos de los mis grandes y famosos bandidos provienen de esta regidn. Hoy
en dia,
las minas son dadas en concesién a empresas por contrato publico, pero gran pare de las exportaciones es clandestina. La mezcla de legalidad
ie ee ap cercanaa Bogota pero al mismo tiempo aislada, una funcién privilegiada en las estrategias de violencia,
Gonzalo el compaiiero de Pablo Escobar, era originario de esta regién. A finales de los afios ochenta se desaté una guerra
ee ate ee que dejé varios millares de muertos.
Camilo Echandia, *Colombie: dimensions economiques de la violence et de la criminalité", en Problemes d'Amerique Latine, # 16, janv-
mars 1995, p.74.
12 Las FARC han logrado destruir las bandas paramilitares establecidas en el Putumayo, departamento estratégico para las actividades relacio-
nadas con la droga, pero los paramilitares de Rodriguez Gacha eliminaron a muchos colaboradores 0 aliados de las FARC, empezando por los
directives y militantes de la Unién Patridtica, en otras regiones, como ¢l Magdalena Medio.
13 No es probablemente coincidencia el hecho de que muchas de las mds sangrientas emboscadas de las guersllas contra los militares hayan
ocurrido precisamente en el Putumayo y el Caquetd, que son, junto con el Guaviare, los'centros
de la economia de la cocaina.
Desde algunos aitos, las guerrillas tratan de asegurarse ¢l control sobre las inversiones publicas de las localidades por medio det control sobre
los alcaldes, cualquiera que sea su orientacién politica.
15 Cfr, el andlisis que presenta Alfredo Rangel en términos
de estrategia militar, en "Colombia.
La guerra irregular en el fin de siglo", Andiisis
Politico,
# 28, mayo-agostode 1996, pags 74-84.

Ge
basta para asegurarles este estatuto."’ Sin embargo, do grandes pasiones politicas. Incluso donde estan
no gozan en este momento de una credibilidad poli- mejor implantadas y disponen de mucho poder de
tica muy reducida, pues, desde 1985, su populari- conviccion, las guerrillas dudan en lanzarse a medir
dad no ha dejado de caer, y la opinién publica se sus fuerzas directamente en el terreno en el campo
manifiesta cada vez mds exasperada por una lucha electoral, en parte, por causa del clima de terror,
caracterizada por todos tipos de exacciones, y que pero también por el temor de no ser seguidos por
no parece llegar a ninguna parte. Ademiis, se trata 5U5 SupUesios simpatizantes.'*
de guerrillas que, desde mucho antes del final de la La diferencia entre violencia organizada y vio-
guerra fria, dejaron de encontrar las palabras para lencia desorganizada no queda totalmente suprimi-
expresar lo que querian y hacer vishumbrar un furu- da, pero las mutuas resonancias entre ambas condu-
ro mejor y se quedaron mudas como si sus practicas cen a la violencia generalizada, que cruza tanto las
actuales bastaran para mostrar lo que son a lo que relaciones sociales como las relaciones interindividua-
quieren. Ahora bien, la extorsidn nunca ha suscita- les, influyendo tanto sobre el funcionamiento insti-

G.
tucional como sobre los valores sociales. Esta vio- tre las mejoresde Colombia.
Pero en realidad esta-
lencia no puede analizarse segtin un contexto exte- ban completamente subordinados a las dos organi-
rior previo, ni admite la intervencién de un tercero zaciones guerrilleras implantadas en la regién, y de
en discordia. A partir de las interferencias entre to- hecho se han venido debilitando muy rapidamente,
das las formas de violencia, la violencia generaliza- tanto por el contragolpe de la guerra fratricida entre
da suscita su propio contexto, sus propios modos las dos guerrillas como por el terror organizado por
de transaccién y de confrontacién y no se funda- los paramilitares'”
menta en las oposiciones de clase ni en las identi- Las identidades culturales resisten todavia
dades colectivas previas. peor que los intereses sociales. Es cierto que siem-
Las tensiones sociales no desaparecen sino que pre han sido débiles en un pais con amplio mesti-
se encuentran en cada regiGn. Incluso son probable- zaje y migracién interna. Sin duda existen diferen-
mente mas fuertes que nunca. La economia cafetera, cias culturales regionales bastante marcadas, que
que habia contribuido fuertemente a la estabilidad del pueden alimentar prejuicios, pero tienen muy poco
régimen colombiano, se hunde en una crisis sin sali- que ver con la violencia. La Unica excepcién son
da. El resto de la economia agricola no esta mejor quiz4 las regiones con una fuerte poblacién indi-
desde que la apertura econémica, realizada sin pre- gena, como el Cauca, donde precisamente se creé
caucioneés en 1991, la someti6é totalmente a la com- una organizaci6n guerrillera especifica, el Quintin
petencia de los productos de importacién. El desem- Lame. Aunque es dificil decir en este caso qué par-
pleo urbano no deja de aumentar desde hace dos anos. te tiene la conciencia de identidad, y qué parte la
a

Los salarios estdn inmovilizados o bajan. Ademas, el utilizacién h4bil del tema de la identidad al servi-
fin del milagro de la droga obliga al gobierno a to- cio de otras reivindicaciones. En el resto de Co-
mar medidas de austeridad. Asi, todo contribuye a lombia, las tinicas identidades permanentes son las
a

exacerbar una conflictividad latente. Son los actores partidistas, establecidas en el siglo XIX, que han
sociales los que hacen falta. No han dejado de des- sido muy estables desde entonces, y fueron mas
componerse cada vez mas, por razones
que son co- exacerbadas todavia por las huellas de la Violen-
munes a muchos otros paises, pero también por el cia en los afios 1950. Estas identidades evidencian
efecto de la violencia. En unos casos son instrumen- unos fuertes arraigos, pero el contenido de estas
talizados por los actores armados, y en otros son eli- identidades depende de las relaciones que se esta-
minados por la violencia. Las plantaciones banane- blecen con los poderes locales. En ese contexto,
ras de UrabAé ejemplifican una situacién donde, a las lealtades pesan lo mismo que las identidades y
pesar de la intensidad de las tensiones sociales, los pueden trasladarse facilmente de un jefe o de un
actores sociales nunca lograron afirmarse. Durante clan al otro. Por tanto, ni siquiera las tradicionales
SS

mucho tiempo, fueron sometidos a una represién tal identidades partidistas sirven necesariamente de
que los dej6 en extrema debilidad. En cambio, a par- obstaculo para la instalaci6n de redes de poder
tir del aio 1985, adquirieron un poder de negocia- que dependen de los actores armados y la crisis de
ci6én’ aparentemente considerable ya que lograron los partidos tradicionales hace todavia mas facil
concluir convenciones colectivas que se cuentan en- esa instalacién.

16 En varias regiones donde la guerrilla es hegemdnica, las listas electorales de los partidos auspiciados directamente por ella, desde hace
diez afios recogen cada vez menos votos. Culpar al solo terror de este retroceso seria ignorar la desconfianza
del electorado frente a : estos
ambiguos partidos. Enel momento presente, las guerrillas obvian esta dificultad avalando a candidatos de los partidos tradicionales, que,
una vez elegidos, quedan sometidos a su vigilancia.
17 Sobre las relaciones sociales en Urabd, cf. G. Martin, “Desarrollo econdmico, sindicalismo y proceso de paz en Uraba", Universidad de los
Andes, Tesis de Grado, 1986; F.Botero, Urabd: Colonizacién, y Crisis del Estado, Medellin, Universidad de Antioquia, 1991 y C1.
Violencia
Garcia, Urabd, Regién, Actores
y con/licto 1960-1990, Bogotd, CEREC, 1996.

Gs
traficantes, pero con frecuencia lo hacen a muy buen
precio, y los grandes empresarios industriales o mi-
neros pueden ser victimas de extorsién, pero trasla-
dan sus costos a los clientes. La continuidad del cre-
cimientoy la impotencia del Estado para asegurar
LA BANALIZACION DE LA una minima protecci6n llevan a cada uno a preferir la
VIOLENCIA: CARRERAS via del free rider y a retroceder frente a los riesgos de
INDIVIDUALES Y¥ LOGICAS DE una eventual accién colectiva™
PROTECCION Es de subrayar que incluso los millares de se-
cuestros no han llevado, sino hasta hace muy poco,
La nocién de violencia generalizada apunta tam- a una protesta masiva. Todos los actores armados
bién a sugerir que, al menos inicialmente, la violencia recurren a ellos. Todas las victimas potenciales tra-
no se vive como una guerra o catastrofe, y menos tan de protegerse contra este peligro, bien sea acu-
aun se visualiza como el producto de un conjunto de diendo a sistemas sofisticados de proteccidn, bien
conductas delincuenciales. 5ino que aparece como sea intentando contratar formas complejas de segu-
un proceso banal, que ofrece oportunidades, produ- ro. Estas estrategias individuales parecen mas racio-
ce acomodamientos y tiene normas y regulaciones. nales que las protestas simbdlicas. Ademas, la canti-
Esta trivialidad, pues, no sélo tiene que ver con el dad de los secuestros los convierte en una rutina
perfil personal de los que estan implicados en la vio- que ya no sorprende. Incluso cuando muchos de
lencia, sino también con el hecho de que ésta se ex- ellos terminan tragicamente, son considerados como
presa por medio de interacciones que no aparecen un componente mas de la violencia. Todos estan
como ruptura total con.las interacciones habituales condenados a adaptarse a esta eventualidad. Se
ni dan origen a nuevas representaciones o nuevos puede citar el caso de un politico que, secuestrado
imaginarios. durante varios meses por las FARC y obligado a pa-
Hasta hace muy poco, la violencia no habia obs- gar un Cuantioso rescate, pactaba en las elecciones
taculizado la marcha de la economia". Colombia siguientes una alianza con la Unién Patridtica, el
puede incluso enorgullecerse de haber superado la partido apoyado por las FARC.
‘década perdida’ mejor que todos los demas paises de Por otra parte, la ilegalidad y la violencia gene-
América Latina, incluyendo a Chile. Desde luego, el ran nuevas oportunidades. Esto es obvio para todas
desarrollo de la economia de la droga cre6 muchas las actividades relacionadas con la economia de la
distorsiones, pero también contribuyé a evitar los droga, pues se calcula en mas de un millénel nimero
desequilibrios de la balanza de pagos. La violencia de personas que viven directa o indirectamente de ésta
altera parcialmente el funcionamiento del mercado al y se ha visto que otros muchos estaban de acuerdo
someterlo a relaciones de fuerza y a contratos que con las perspectivas de movilidad social que la acom-
escapan a Ja legalidad. Pero, sin embargo, no se trata pafian. Por supuesto, esto no quiere decir que la eco-
de una situacién completamente nueva: la precarie- nomia de la droga y los mecanismos de violencia be-
dad del Estado ya habia favorecido en el pasado la neficien a toda la poblacién. Algunos trabajos
expansin de actividades ilegales, como el contraban- recientes, que parten de observar la coincidencia en-
do, las protecciones politicas, el clientelismo, que in- tre polos de produccién de riqueza y violencia, dedu-
terferian el curso de la economia". Es obvio que la cen que la violencia est4 vinculada a la prosperidad,
violencia produce costos adicionales de transaccién, lo que es una afirmacién un tanto simplista que no
pero ellos se compensan por la abundancia de capital tiene en cuenta las masas desposeidas que afluyen a
disponible. Los terratenientes tradicionales pueden esas Zonas
y que no son invitadas al festin. Otros se
verse presionados para vender sus tierras a los narco- refieren a los abundantes recursos financieros capta-

Gis
dos por la guerrilla
para concluir que la violencia
se- ser modificado, pero falta ver cudles van a ser los
ria una estrategia salvaje de redistribucién de ingre- efectos de esta modificacién
sos. Al contrario, todo sugiere que, gracias a la vio- El ingreso en las guerrillas o en las formaciones
lencia, la desigualdad de ingresos, que habia tendido paramilitares es una carrera como cualquier otra.
a decrecer entre 1978 y 1985, va creciendo nueva- Unas y otras no solamente producen un salario y
mente. La economia de la violencia genera sus ex- medios de subsistencia sino que permiten acceder a
cluidos. un estatus, cuyos simbolos son el uniforme y las ar-
Pero, sin embargo, es cierto que la violencia ge- mas. Sobre todo permiten hacer parte de una organi-
nera oportunidades profesionales que atraen en par- zacioén, y quizds sea esto lo esencial. La dislocacién
ticular a los sectores mas jévenes de la poblacién. de la familia y la desorganizacién social otorgan un
En muchos aspectos, estas carreras profesiona- atractivo adicional al hecho de participar en grupos
les pueden considerarse como una forma mas entre que definen modelos de conducta y de disciplina,
las ofrecidas por el amplio campo de lo informal. Se- donde la autoridad de los comandantes sustituye fa-
gun las estimaciones de un economista, el nivel pro- vorablemente, en j6venes que a menudo sdélo tienen
medio de las remuneraciones en el sector informal quince anos o menos, la falta de autoridad de los
aumenté en un 10.5% entre 1984 y 1992 cuando las padres. Esto es aplicable también a las milicias urba-
del sector formal no subian sino en un 3.1%. Las nas que agrupan a los jé6venes del barrio. La opcién
ventajas aseguradas por el nivel de educacién han ve- de ingresar en las guerrillas .o los grupos paramilita-
nido disminuyendo. En cambio, el promedio de re- res representa también muchas veces una alternativa
muneracién de las actividades delictivas se ha tripli- al servicio militar. Hay numerosas familias cuyos hi-
cado entre 1980 y 1993, No es sorprendente jos se reparten entre el ejército, la guerrilla u otra or-
entonces que un porcentaje creciente de los javenes ganizaci6n.
rechace la asistencia a la escuela para lanzarse a las Estas carreras estén lejos de ser rectilineas. Des-
actividades ilegales, A causa de la ineficaciade la jus- pués de veinte anos de violencia, el paso del tiempo
ticia, la impunidad es casi total en el caso de los cri- ha producido muchos cambios. Es facil pasar del tra-
menes: un homicicio de cada tres da lugar a la aper- bajo para narcotraficantes a ingresar en los grupos
tura de una investigaci6én, cuatro de cada cien paramilitares o a deslizarse hacia la delincuencia difu-
generan una condena. El éxito de los grandes em- sa. No.es tampoco demasiado dificil el paso de las
presarios ilegales constituye un estimulo adicional milicias politicas a la criminalidad. El porvenir de los
para buscar oportunidades en la criminalidad. Pero guerrilleros no es menos diversificado: algunos pue-
quiz4 es todavia m4s atrayente una carrera en la den trabajar un tiempo para los narcotraficantes y
subversi6n. El cédigo penal de 1980 establecia pe- muchos otros vuelven a la vida civil. Pero también
nas reducidas para los asesinatos ‘politicos’ con res- existen algunos que cambian de campo para unirse a
pecto a los asesinatos comunes, y las penas oscila- los grupos paramilitares. Estos casos, los mas intere-
ban entre 3 y 6 afios™ , Como se sabe esto acaba de santes, no son nada excepcionales, ya que una parte

18 Cf. Francisco Thoumi, Economia politica y narcotrdfico, Bogoti, Tercer Mundo, 1994.
19 Esta problemitica es subrayada especialmente por Edgar Revéiz en su libro Democratizar para sobrevivir, Bogota, Poligrupo Comunicacién,
1989,
20 Como lo ha mostrado muy bien
J. A. Bejarano en su capitulo “Democracia, conflicto y eficiencia econémica” en J. A. Bejarano, Construtrla
Paz, Bogota, Presidencia de la Repiiblica, 1990, p.143-171.
21 Todos estos datos son tomados de dos estudios de M. Rubio, “Homicidios, justicia, mafia y capital social. Otro ensayo sobre la violencia
colombiana’, Documento del CEDE, Universidad de los Andes, 1996; y *Capital social, educacién y delincuencia juvenil en Colombia’,
CEDE, Universidad de los Andes, 1996.

Gy
imporde
tante
los jefes y miembde
rosesos grupos guerrill no tienen
asel monopolio de este tipo de pro-
provienen de la guerrilla. El cambio puede producir- tecci6n, ya que en el Magdalena Medio los paramili-
se en el momento cuando una zona cae bajo el domi- tares, que desplazaron a las FARC desde mediados de
nio de los paramilitares, pero también puede darse 1985, cumplen esta misma funcién en favor de los
por causa de circunstancias individuales, por ejem- que no fueron condenados a huir. En los barrios peri-
plo, la eventualidad de sufrir una sancién, o las ame- féricos de muchas ciudades, sometidos a la arbitrarie-
nazas asociadas a las rivalidades entre guerrillas. Las dad de los sicarios y otros delincuentesy quedan ex-
fases de terror local no hacen sino acentuar esas con- puestos a la anomia, las milicias populares han
versiones. En todo caso, la diversidad de esas trayec- podido asumir el mismo papel asegurand6 la vigi-
torias muestra que el caracter prosaico de la violencia lancia local.
va acompariado de cierta circulacién de los individuos Con frecuencia, la lealtad a la red que controla
entre los miiltiples campos de actividad ilegal, parale- el territorio es la condicién del acceso al mercado la-
gal y legal. Es lo mismo que practican las elites, a su boral, pues cada red instaura una especie de closed
manera, por medio de la corrupcién. shop union (mercado sindical cerrado:) en Urabi,
Ademéas, la presencia local de un protagonista tal finca bananera ‘pertenece' a las FARC, tal otra al
armado no obedece siempre a una Idégica de con- EPL. El mismo caso se da en las minas de oro, en
frontacién, sino que puede responder principalmen- numerosas haciendas ganaderas, e incluso ciertas
te a una légica de proteccién. En un libro sobre el empresas industriales ubicadas en las ciudades con-
fenédmeno mafioso en Sicilia”, D. Gambetta presen- troladas por las guerrillas o los paramilitares. ¥ traba-
ta a éste como un sistema de protecci6n que asegura, jar ahi supone someterse a las normas de la red. Los
en un contexto de desconfianza, las condiciones de repetidos sabotajes realizados por el ELN contra los
transacciones que normalmente se fundamentan en oleoductos son una manera de crear empleos: el ELN
la confianza. Este concepto puede, al menos en cier- seleccio de anteman
nao la man de oobra que sera re-
tos casos y con ciertos limites, aplicarse a los grupos clutada para limpiar el petrdleo derramado.
armados colombianos que ejercen control sobre te- La aceptaci6n de la protecci6n no implica nece-
rritorios cefinidos. No faltan lugares donde los habi- Sariamente una adhesion ideolégica. Se establece toda
tantes, inquietos por la expansi6n de la violencia des- una escala de relaciones, desde la Participacién activa
organizada, se muestran dispuestos a llamar a un de algunos auxiliadores, como los milicianos con ar-
protector capaz de imponer una ley. Esta situacién se mas ligeras o los colaboradores civiles, declarados 0
ha producido frecuentemente en las zonas de cultivo no, hasta la mera simpatia 0 incluso la adaptacién
de droga, donde la afluencia de colonos atraidos por pasiva. Cuando un actor controla un territorio du-
las perspectivas de ganancias rapidas se tradujo, al rante lustros, como la guerrilla en varias zonas, se
principio de los afos 1980, en la proliferacién de crean habitos y los habitantes tienden a menudo a
homicidios, por lo que la presencia de las FARC ha percibir el mundo exterior como hostil. Pero, aunque
sido bien aceptada. Asi, las FARC satisfacian a la vez todos tienen que acatar las reglas, muchos pueden
las demandas de orden y la defensa de los intereses de mantener una relacién esencialmente instrumental
los cultivadores atenuando los problemas de la au- con el ‘protector’. Las estrategias individuales de
sencia del Estado, al imponer sus cédigos de justicia adaptaci6n varian, pero es frecuente que los habitan-
y de sanciones, definir las condiciones y los limites tes hagan un cAlculo racional que sopesa las ventajas
del acceso a la tierra*, que aseguraban que una parte de permanecer en la zona y el costo de la obediencia
de las tierras quedara dedicada a los cultivos
de sub- que se les exige. Seguin el caso, muchode
s ellos pue-
sistencia, junto con cierto control de las transaccio- den decidir transferir su lealtdead
un protectora otra,
nes con los intermed de los traficantes
iariy os la pro- como se produjo en la zona del Magdalena Medio a
tecci6n contra las incursiones militares. Pero las la que antes se hizo referencia.

Gis
Aunque la proteccién no prohibe las estrate- menudo a la poblacién a someterse a ellos: era el
gias individuales de adaptacién, si impide en todos precio que pagar, no sélo para accedera los recur-
los casos las formas de accién colectiva auténoma. sos, sino a veces para seguir viviendo en paz, o
Ya he mencionado el debilitamiento de los actores incluso evitar tener que marcharse. En este sentido,
sociales, pero la misma constatacién se aplica a toda alpunos autores hablan de ‘clientelismo armado’
expresién de solidaridad tradicional. En las zonas para subrayar la continuidad con los antiguos clien-
de colonizacién, los habitantes estaban acostumbra- telismos. Pero hay una diferencia nada desprecia-
dos a cooperar entre ellos para la construcci6énde ble: la insercién o no de estos repartos territoriales
infraestructuras de primera necesidad. Las Juntas en el campo de la politica institucional. ,
de Accién Comunal tenian un prestigio evidente, Esto quiere decir que el reparto del pais entre
pero esas formas de accién comin tienden a des- los actores armados y sus redes de dominacién pue-
aparecer pues los’ eventuales promotores de estas de ser vivido como una situacién ordinaria. Sin em-
iniciativas se arriesgan a ser condenados sea a unir- bargo, no podemos conformarnos con la ldégica de
se a las filas de los actores armados, o a exponerse la proteccién como si constituyera una simple res-
a sanciones. Por eso, hay zonas donde no falta el puesta a una demanda, que lograra establecer un
dinero que, sin embargo, presentan un estado de dispositive de confianza permanente. Numerosos es-
abandono sorprendente. En cuanto a las Juntas de tudiosos de la mafia siciliana objetaron al razona-
Accién Comunal, ellas cada vez mds estan bajo el miento de D. Gambetta que la ‘oferta’ de proteccién
control directo de las organizaciones armadas. Ob- era Seguramente mucho mayor que la demanda, que
viamente, las regiones colocadas bajo ‘proteccién’ esa oferta suponia el uso, real o potencial, de la
pueden convertirse en el punto de partida de gran- violencia y que, en vez de acabar con una situacién
des movilizaciones colectivas. Asi se pudieron de- de desconfianza, no hacia sino seguir alimentando-
sarrollar grandes movilizaciones campesinas entre la.* Con mayor raz6n ocurre esto en el caso colom-
1987-88 y se produjeron de nuevo entre 1995-1996. biano donde las redes de seguridad no tienen una
Sin embargo, esas marchas fueron patrocinadas por implantaci6n muy antigua y, donde, por otra parte,
las guerrillas, el ELN en el primer caso, las FARC en compiten las unas con las otras.
el segundo. Y la participacién en ellas no es nada De hecho, la légica de proteccién se establece
voluntaria. Por supuesto, los campesinos se unen en el marco de la violencia generalizada y de las inter-
voluntariamente a esas marchas cuando consideran ferencias entre sus protagonistas. La dimensién de la
que promueven sus intereses, pero el entusiasmo ‘oferta’, con la violencia que supone, es, al menos tan
decae cuando las marchas se suceden unas a otras, importante como la de la demanda. El caso de las
con los riesgos y los sufrimientos que suponen, y zonas de cultivo de droga y de su aceptacién de las
cuando la coercién se hace mais y mds importante reglas de las guerrillas esta lejos de ser general. Hay
para su desarrollo. numerosos casos en donde la imposicién de la pro-
Este sistema de demarcacién territorial del po- tecci6én no responde a ninguna demanda. Cuando un
derno tiene un caracter totalmente novedoso, pues ‘protector’ sustituye a otro ‘protector’ en una regién,
los partidos tradicionales no obraban de manera di- la poblacién no es consultada para nada. Por otra
ferente en muchos municipios de Colombia. Las fac- parte, la multiplicidad de las redes implica la existen-
ciones o clanes que ejercian el poder obligaban a cia de fronteras complejas y fluidas. En efecto, las

22. ~D. Gambetta, The sicilian mafia. The businessof private protection, Cambridge, Mass, 1993.-
23° Sin embargo, las leyes de la acumulacidn capitalista también se imponen a las FARC. En ciertos departamentos, como el Guaviare, se fue
estableciendo poco a poco una gran propiedad dedicada a la coca, hasta representar ahora un porcentaje importante de la produccién.
24) Cf R. Catanzaro, “Li mafia et les recherches
sur la mafia en Italie", Déviance
ef société, vol. 19, No. 2, p.201-213

Gr»
fronteras entre redes no pa- mero no tiene base territorial, y el segundo se refiere
san por regiones facilmente explicitamente a él, El primero no tiene nada que ver
identificables, sino que atra- con la logica de protecci6n y el segundo es su expre-
viesan las regiones, las ciu- sion perversa. Voy a analizar principalmente el segun-
dades, los barrios, Una ciu- do tipo, aunque, es necesario, sin embargo, conside-
dad importante. como rar de entrada el primero, asi sea brevemente.
Barrancabermeja, uno de los Los narcotraficantes organizan muchas veces un
centros de refineria petrole- terror territorializado, por medio de los paramilita-
ra, esta dividido entre ba- res. En cambio, el terror en gran escala, que practica-
trios paramilitares, del ELN, ron entre 1987 y 1993, que tuvo mayor resonancia,
de las. FARC, etc. Las fronteras pueden dividir: hasta no tiene ninguna relaci6én con la problemitica terri-
las cuadras de una misma ciudad, como ocurre en torial, sino que se dirigia contra el Estado y la opi-
muchos barrios de Medellin o de Bogota, donde el nién publica con el fin de que la desestabilizacién del
dominio de -cada milicia puede limitarse a un. mi- primero y el desasosiego de la segunda condujeran a
cro-barrio. En Uraba, las fronteras aislan las fincas abandonar las medidas de extradicidn. Los atentados
unas de las otras segtin su afiliacién, pues la territo- focalizados contra personalidades de primer plano,
rialidad no es separable de la actuacién de los acto- politicos o jueces, igual que los atentados ciegos con
res armados. A veces, sin embargo, puede prevale- carros-bombas u-otros medios*, no tenian, al me-
cer la relacién inversa, en la cual se comienza por el nos a primera vista, otras motivaciones. Por supues-
dominio sobre un territorio y el resultado es la acu- to, la trivialidad de la violencia facilita el acudir a
mulacién del poder, incluido el armado. Este es el tales métodos. En 1984, el cartel de Medellin pudo
proceso por el que generalmente han pasado mu- asesinar a un ministro de la justicia sin provocar un
chas milicias urbanas, que preparan su reconoci- impacto duradero, que no impidié a algunos diri-
miento por medio del establecimiento desu control gentes emprender enseguida negociaciones discre-
sobre un barrio o una cuadra, para poder luego tas con él. Pero este recurso expresa un cambio
entrar en el juego de las interferencias y transaccio- novedoso. Por primera vez, un protagonista de la
nes de los protagonistas de la violencia, La contra- violencia pretende desestabilizar al Estado, lo que
partida de la logica de proteccién en todo caso es la nunca se habia producido en la larga historia de la
transformacién de un territorio en una colcha de violencia anterior. Pudieron ser-asesinadas persona-
retazos de micro-territorios ubicados bajo la tutela lidades de primer plano, como Gaitén en 1948,
de una organizacién. mientras que otros fueron obligados a exiliarse®,
Esta violencia inherente a la territorialidad pue- pero los protagonistas no atacaban el funcionamien-
de permanecer dentro de los limites de la trivialidad y to del propio Estado. Por otra parte, las guerrillas se
de lo ordinario. Sin embargo, hace falta muy poco preciaron durante mucho tiempo de rechazar todo
para que ella se deslice hacia el terror. terrorismo, pero esta suerte de prohibicién fue le-
vantada. Esto produce una redefinicién del campo
de la violencia.
Tampoco el terror organizado contra los mili-
tantes de la Union Patriética y otros activistas sindli-
cales 0 politicos se inserta en una problematica pro-
EL TERROR piamente territorial, sino que tiene una finalidad
principalmente politica. La alianza entre narcotrafi-
Lo mismo que en el caso de la violencia, es. con- cantes, militares y dirigentes politicos locales se en-
veniente distinguir entre dos tipos de terror. El pri- camina sobre todo a eliminar una oposicién politica

Gr
constituida en el campo de influencia de la guerrilla. excesos de los demas acto-
Tiene, es cierto, finalidades anexas por parte de los res, por lo menos mientras
narcotraficantes, como la de reducir la presiGn ejerci- no pasen los limites de lo in-
da por las guerrillas sobre sus posesiones. Pero la soportable.
practica sistemtica de un terror politico desterrito- Llego asi al otro tipo de
rializado representa claramente otra innovacién con terror, el vinculado con las
respecto a las modalidades antiguas de la violencia. interacciones entre las redes
Las poblaciones campesinas imputan a los mi- y el dominio territorial.
litares la mayor parte de la produccién del terror, Antes he hablado de la
pero los innumerables excesos que ellos cometen complementariedad de la
en el desarrollo de sus operaciones no bastan para proteccién y de la violencia. Incluso fuera de las pe-
explicar esta acusacién general. Es probable que leas entre los protagonistas, la violencia ordinaria
cuente el hecho de que, para muchos, esa sea la puede ficilmente convertirse en terror.
Gnica ocasi6n en que tienen contacto con el ‘Esta- La prolongacién de la violencia lleva en mu-
do’, y que este Estado no tenga el aspecto que es- chos casos a una degeneracién de los actores arma-
peraban. Pero mds que todo, tiene que ver con el dos que no se traduce sélo en las exacciones y la
hecho de que los militares actdan mediante incur- corrupcién. Es el caso de muchas organizaciones
siones puntuales, sin ocupar el terreno y sin pre- de narcotraficantes y, en su Gltimo periodo, del car-
ocuparse casi de constituir redes de proteccién. El tel de Medellin, cuando se dedicaron a numerosas
funcionamiento bastante burocratico del ejército no arreglos internos de cuentas. Pero tampoco los pa-
deja a sus dirigentes, constantemente desplazados, ramilitares y las guerrillas se han escapado de estos
la oportunidad de familiarizarse con los habitantes. episodios de justicia sumaria. Todas las guerrillas
No solamente golpean a menudo ciegamente, asi- Pasaron por sus procesos sangrientos de depura-
milando -cuando les conviene- a campesinos con cién. Ya desde los afios setenta, el lider del ELN,
guerrilleros, sino que, cuando se retiran, dejan de Fabio Vasquez Castano dio el ejemplo al fusilar a la
nuevo el terreno libre a las guerrillas. Los indivi- mayoria de los dirigentes de origen universitario que
duos no disponen pues de ningun margen para es- se habian unido a la organizacién. Las FARC han
trategias de adaptaci6n. Por otra parte, los militares logrado mantener un mayor secreto sobre esas eli-
cubren a los paramilitares en los cuales delegan de minaciones, pero, sin embargo, éstas han sido nu-
hecho la funcién tanto de realizar la mayoria de las merosas y constantes, unas llevadas.a cabo directa-
masacres de envergadura, como de implantarse te- mente por el Secretariado central y otras, a cargo de
rritorialmente. Los policias urbanos tienen una fama los comandantes de los bloques y frentes. Por ejem-
todavia bastante peor. Durante la ‘guerra’ contra el plo, se sabe que Braulio Herrera, encargado de re-
cartel de Medellin, intervenian de manera similar a cuperar la regi6n del Magdalena Medio al final de
los militares en las zonas rurales, haciendo irrup- los afios ochenta, realiz6 ejecuciones masivas, por
cién brutalmente en los barrios de los que se sospe- lo que tuvieron que mandarlo fuera del pais. Mas
chaba que servian de refugio a los sicarios, matan- recientemente atin, en la guerra que se esta desa-
do o torturando muchas veces al azar. No cabe duda rrollando en Uraba contra los paramilitares, el co-
de que esos abusos de las fuerzas de seguridad inci- mandante de uno de los frentes
de las FARC ordend
tan a la poblacién a aprobar las coerciones y los ejecutar a todos los hombres que no dieran prueba

25 Entre los cuales se cuenta la destruccién de un avidn de Avianca en pleno vuelo.


26 Como en el caso de algunos de los principales dirigentes del Partido Liberal después de 1950.

G2
de suficiente combatividad. El caso més siniestro es tenga que cambiar de afiliacién. Al respecto, dispo-
el del frente Ricardo Franco, disidencia de las FARC, nemos de indicaciones precisas sobre un pequefio
cercano durante mucho tiempo al M-19, cuyos dos municipio de Santander, La India, corregimiento de
lideres ejecutaron en 1987 en Tacuey6 a casi la tota- Cimitarra”, donde reiné durante mucho tiempo un
lidad de su tropa, mas de 200 personas, con el pre- frente de las FARC, que imponia una proteccién no
texto de que estaban infiltradas por agentes secre- exen de abusos.
ta Empezaron a darse deserciones en
tos. Al parecer, la conmocién provocada por esa favor de los paramilitares, que condujeron al coman-
masacre no fue ajena a la decisién del M-19 de em- dante guerrillero a multiplicar los castigos contra la
pezar negociaciones con el gobierno y a la pérdida poblaci6n, hasta el dia en que él mismo se pasé al
de credibilidad de las guerrillas. lado de los paramilitares, Se retinen asi todas las con-
Si el terror puede causar mucho dano dentro de dic
para
ionla desconfian
esza, con relac
a laién
red de
las organizaciones armadas, golpea todavia mas a la protecci6n pero también hacia los vecinos.
poblacién. Las exacciones indiferenciadas practicadas Evidentemente, la situaci6n de terror se hace atin
al principide o los ahos 1980 por el frente de las mas sensible cuando el territorio se vuelve sitio de
FARC implantado en los alrede- conflicto entre diferentes pro-
dores de Puerto Boyac4, donde tagonistas. La ‘proteccién’ se
hasta los mds pobres estaban convierte en instrumento de
sometidos a impuestos exorbi- guerra, las ‘fronteras’ en lugar
tantes y a secuestros con el fin de confrontacién indiscrimina-
de exigir rescates, condujeron a El terror tiene da. No es casualidad que el
buena parte de la poblacién a como propdésito Urabd sea la regidn donde se
aliarse a los paramilitares y a : da el terror mds crénico e in-
someterse a su proteccién, fun- intimidara toda tenso. Alli estan presentes to-
damentada en el miedo y la de- la poblacién dos los protagonistas porque la
lacién. Las redes de proteccién
region, mas alla de la produc-
suponen la existencia de infor- cién de banano, se encuentra
mantes dispuestos a denunciar
€n una posicion estratégica en
rapidamente a todos los ‘sospe- los limites con Panama, ya que
chosos’. La ley del silencio se por el puerto de Turbo u otras
impone rapidamente entre la poblacién que apren- vias locales transita gran parte de la droga y de las
de a desconfiar de todos. Hasta el cruce de las fron- armas. 5e¢ pudo lograr que prevalecieran las tran-
teras de la red, aunque sea por las razones comer- sacciones, pues durante mucho tiempo, las FARC,
ciales mas ordinarias, puede volverse motive de las milicias, los narcotraficantes, los paramilitares y
acusacién. su jefe Fidel Castano, antiguo miembro del cartel de
Ei terror puede verse incrementado todavia mas Medellin antes de convertirse en el primer adversa-
por la dimensién de incertidumbre, Acabo de men- rio de Pablo Escobar, mantuvieron una especie de
cionar el caso del cambio de lealtad de la zona de modus vivendi dentro del puerto de Turbo. Pero, al
Puerto Boyaca. Pero existe también el de los deserto- mismo tiempo, todos los protagonistas no dejaban
res que cambian de campo, que es ahora una expe- de enfrentarse en guerras cuyos ejes de conflicto
riencia suficientemente frecuente como para que la cambiaron varias veces. Al principio de los aiios
poblacién aprenda a desconfiar de la proteccién de 1980, los propietarios de las plantaciones de plata-
las redes aparentemente més sdlidas, ya que los de- no llevaron a cabo una lucha implacable contra las
sertores se llevan consigo las informaciones que per- organizaciones de trabajadores. De 1985 a 1987, fue-
miten sanciones sin piedad, en el caso de que la zona ron las dos organizaciones guerrilleras instaladas en

G2
Uraba las que se enfrentaron para extender su im- asesinas se presentan con frecuencia en los barrios
plantacién, y trasladaron su conflicto a las dos orga- o en los lugares de trabajo con la lista ya preparada
nizaciones sindicales. A partir de 1987, se desarro- de los ‘condenados’. Lo que no les impide matar
llaron las fuerzas paramilitares por influjo de los también a ciegas. Vimos cémo las redes estan com-
narcotraficantes y de los militares. La repeticién de puestas por capas concéntricas de socios. ¥ los vio-
masacres en 1988, que se dirigian sobre todo contra lentos no siempre distinguen entre el militante y el
el EPL, da una idea de los medios empleados. En que solo pettenece a la red por su lugar de residen-
1991, el EPL entregé las armas. Desde entonces, las cia. El tetror tiene como propdésito intimidar a toda
FARC y un nucleo disidente del EPL intentaron apo- la poblacién.
derarse de todos los territorios del EPL. Las masacres La intensidad del terror en el Uraba no se re-
se encadenan unas a otras, a veces al ritmo de una duce a las masacres y otros horrores, sino que tie-
oO mas por semana, como en agosto de 1995, cuan- ne que ver con el hecho de que la colcha de reta-
do muchos antiguos miembros del EPL se ven em- zos resultante de las rivalidades entre actores esta
pujados a tomar las armas, aliandose a menudo con compuesta por piezas estrechamente mezcladas.
los militares y paramilitares. Sin embargo, en 1995 No solamente las fineas vecinas, sino los barrios
comienza la gran ofensiva de los paramilitares que, de un mismo municipio, y hasta los miembros de
con el nombre de Asociaci6n de Autodefensa’ del una misma familia pueden depender de redes di-
‘Uraba y de Cérdoba, bajo el liderazgo de Fidel Cas- ferentes. Por eso, la desconfianza reina incluso
taho, empiezan la reconquista de la regién en su entre familiares. La ‘ley del silencio’ no es ya solo
conjunto, expulsan las FARC, que se ven obligadas una imposiciGn de las redes, sino una regla de pru-
a refugiarse en el monte, y hacen desplazar a milla- dencia adoptada por los individuos en sus interac-
res de habitantes. ciones cotidianas. Se vuelven casi nulas las posibi-
E] entrecruzamiento y desplazamiento de los ejes lidades de estrategias individuales de adaptacién,
del enfrentamiento se expresan en la sucesién de epi- fuerd dé] esfuerzo para ‘no ver nada’ y ‘no saber
sodios de atrocidades. Es cierto que los paramilitares nada’. El desplazatfiiento forzoso de veredas y ba-
son responsables de un mayor ndmero de ellos que rrios enteros muestra que la definicién del adver-
los otros protagonistas, pero también es verdad que sario es muy extensa. En otros sitios, la poblacién
todos los protagonistas utilizan el terror y que ningu- tiene la posibilidad de pasarse al dominio de un
‘no tiene el tonopolio de las masacres colectivas que nuevo protector. Ademas, los paramilitares tienen
$e encadenan unas a otras, a veces con el pretexto de apoyos locales, ya qué los terratenientes y la bur-
venganza. Todos pueden acudir a los servicios de si- guesia urbana no son los Unicos que se alegran
carios para cometer asesinatos sin dejar pistas. Los discretamente de la expulsién de las guerrillas y
cambios de situacién favorecen las deserciones, con de sus afiliados, sino que una parte significativa de
lo que aumenta la inseguridad, Durante su ofensiva los sectores populares, exasperados por sus exac-
de 1996, los paramilitares mataron un montén de ciones y los énfrentamientos interminables, tam-
milicianos ligados con las guerrillas, pero, a la vez, bién piensan lo mismo.
incitaron a otros a unirse a sus filas, usando la coer- El caso de Uraba es excepcional porque la gue-
ci6n o el ofrecimiento de sueldos dos veces superio- rra entre las guerrillas afiade una dimensi6n nueva a
res a los de las guerrillas. Decenas de guerrilleros la violencia y porque ningun actor puede renunciar a
abandonaron su organizaci6n. Por eso, no es dificil mantener alguna presencia en esta zona estrateégica.
para nadie golpear con precisién. Asi, las bandas Pero, en cambio, no es excepcional por la mezcla

27 Alejandro Garcia, Hijos de la violencia, Madrid, Los libros de la Catarata, 1996.

G2
de terror y de proteccién, ya que el Magdalena Me- signarse facilmente a que los convirtieran en "marti-
dio conoce la misma mezcla, igual que muchas otras res". Es cierto que pueden citarse algunos casos en
regiones. En las ciudades, las milicias terminan fre- que los lideres locales intentaron organizar la pobla-
cuentemente por convertirse en bandas que se de- ci6n contra la violencia y lograr asi que los actores
dican a los chantajes y crimenes, Muchas veces tra- armados reconocieran su neutralidad, pero hasta aho-
tan de seguir exceptuando su barrio de sus fa esos intentos siempre han fracasado, En 1987, los
actividades para s6lo actuar en los barrios vecinos, lideres de la India, municipio ya mencionado, quisie-
pero el resultado no es muy diferente. ron aceptar ese reto con el apoyo de sectores de la
El recurso al terror est acompanado de la Iglesia y pidieron.a los paramilitares y a las guerrillas
puesta en escena del horror para impedir todo in- que respetaran su territorio. Desde que ellos fueron
tento de resistencia por parte de la poblacién. Du- asesinados por los paramilitares en 1990 y, muchos
rante un tiempo, las armas sofisticadas habian redu- de los habitantes tuvieron que refugiarse en otro lu-
cido el recurso. a la practica de los rituales de gar, el miedo es de nuevo la norma. En 1995, una
sentencias de muerte usados durante la Violencia mujer, Gloria Cuartas, fue elegida alcaldesa de Aparta-
de los afios 1950 cuando los cuerpos eran objeto de d6, la ciudad mas grande de Urabd, a raiz de un acuer-
mutilaciones cuidadosamente codificadas™. Las do entre todas las fuerzas politicas, incluia a los co-
masacres colectivas revelan un simbolismo funda- munistas, para detener el terror. Se sabe lo que
mentado en el nimero y profundamente influencia- siguid: el terror se increment6 todavia mds, y los
do por telenovelas norteamericanas o mexicanas. Paramilitares mostraron, con un acto de barbarie”,
De hecho, los, sicarios de Medellin se entrenaban el caso que hacfan de la alcaldesa, mientras que los
imitando los gestos de los héroes de esas telenove- comunistas denunciaban el acuerdo, Un municipio
las. Sin embargo, algunas otras practicas son toma- del Cesar, Aguachica, también quiso lanzarse a la
das prestadas del episodio anterior, como el envio aventura de la neutralidad, tratando de apoyarse en
de amenazas graduales a los signos de una muerte la opinién internacional. Pero la ofensiva de los
anunciada. Pero el terror reciente, en particular el paramilitares se extiende hoy a este departamento,
organizado por los paramilitares, se distingue por el y en Aguachica se suceden asesinatos y masacres,
regreso a las antiguas practicas. Los cuerpos des- De hecho, el terror se traduce por un paso mas
cuartizados son expuestos con frecuencia en los hacia la desinstitucionalizaci6n de la violencia. No
lugares ptiblicos, a modo de advertencia. es casualidad el que se mencione mucho mas el
No existe recurso alguno para las poblaciones papel de los paramilitares que el de los militares.
sometidas al terror. Por su parte, las instituciones Los militares han dado repetidas pruebas de su in-
publicas no ofrecen ninguna proteccién, pues mu- eficacia operacional, ya que el considerable au-
chas veces las fuerzas de seguridad son los primeros mento de su presupuesto en los ciltimos afios.- se
actores del terror y la justicia, como vimos, brilla por multiplic6 por cinco - nunca se wadujo en una co-
su ausencia. En este contexto, la acci6n colectiva se rrespondiente mejoria de su eficacia. Aunque ex-
encuentra todavia mas prohibida que frente a las re- cepcionales, las sanciones impuestas a algunos afi-
des ordinarias de protecci6n. Los alcaldes de la Unién ciales comprometidos en las atrocidades 0 el apoyo
Patriética, que gozaban en teoria de la confianza de directo a los paramilitares, generaron lo que los
las FARC, se esforzaron en impulsar una gestién al mismos altos mandos llaman "el sindrome de la Pro-
servicio de la comunidad. Amenazados por los para- curaduria", que los incita a menudo a una politica
militares, estuvieron también expuestos a las exigen- de prudente espera. Lo que no les impide, sino muy
cias de las FARC y a sus incursiones. Casi todos fue- por el contrario, dejar actuar por debajo de cuerda
ron asesinados. Las FARC daban la impresién de a los paramilitares, cuya eficacia ha sido bastante
temer
la evoluci6n pacifista
de esos alcaldes y de re- bien evidenciada, Pero los militares no son los tni-

Gx
cos que delegan asi la tarea de luchar contra las La primera raz6n tiene que ver con el contexto
guerrillas en actores privado, sino que desde 1995 institucional, que presenta dos aspectos contradic-
se viene bosquejando un amplio consenso ticito en torios pero que contribuyen paralelamente. a ate-
ese sentido, que incluye especialmente asociacio- nuar la visibilidad del terror.
nes de ganaderos y agricultores pero también sec- Por una parte, las regulaciones institucionales
tores politicos. La crisis de autoridad del gobierno y afrontan el contragolpe de la violencia. Nos referi-
el descrédito de las instituciones que ella provoca, mos a la ineficacia de la justicia, que es un elemento
no hace sino contribuir a esta situacién. fundamental para la banalizacion del terror. Sin em-
bargo, no es el Gnico. Las mismas normas juridicas
han perdido su funcién creadora de instituciones al
convertirse en objeto de transaccién, El sistema de
negociacién de penas instaurado en 1991 fue visto
rapidamente como un instrumento que conducia a
una negociacién discreta con los narcotraficantes y
UN TERROR SIN HISTORIA las penas irrisorias que se les aplicé, por lo menos
durante un tiempo”, contribuyeron a la sensacién
Con la difusién del terror, la banalidad de la de impunidad. En 1994, la reforma del cédigo penal
violencia deberia acabarse. En efecto, las poblacio- se hizo de acuerdo con los abogados de estos narco-
nes afectadas se encuentran confrontadas con la ex- traficantes. De manera general, la corrupcién de lo
periencia de lo intolerable. Los actos de crueldad y politicos hasta el mas alto nivel muestra que las reglas
de barbarie siempre se insertan, de una u otra ma- de la informalidad y de la ilegalidad se imponen hasta
nera, en la racionalidad instrumental y estratégica de en las instituciones. A partir de este momento, ellas
los protagonistas. Pero son también el signo de un parecen verse arrastradas al campo de la violencia.
exceso que desborda esa racionalidad, tanto mas Por otra partie, Colombia no deja de seguir ape-
enigmético cuanto no se refiere a un antagonismo lando al Estado de derecho. Incluso, la Constitucién
articulado con "idealidades'™ , sino que queda in- de 1991 va muy lejos en la instauracién de mecanis-
sertado en lo prosaico de la violencia, donde se ata- mos de protecci6n y ampliacién de la vida demo-
can, sin embargo, los fundamentos de la cohesién cratica. Organismos de "defensa de los derechos hu-
social o de la pertenencia a una humanidad comin. manos" existen en todas las instituciones, incluida
Ahora bien, no es tan obvio que el terror acabe to- la militar. Aunque los militares tienen una amplia
talmente con la banalizacién de la violencia. En esta libertad para la eleccién de tacticas y medios de
ultima parte se trata de explicar por qué. acciGn, no pueden liberarse de su subordinacién

28 Cf. Maria Victoria Uribe, Matar, rematar


y contramatar, Las masacres de fa Violencia en el Tolima, Bogota, CINEP, 1992,

2 Decapitarona un nifo de pocos afios, en presencia de Gloria Cuamas y de los alumnos de una escuela.

3) Esta clase de antagonismo esté en el centro de la reflexion de E. Balibar en el texto "Violence: idéalité et cnuauté*, in F. Héritier (dir.) De
la Violence, Paris, Editions Odile Jacob, 1996, pp95-58. Para él, se trata de relacionar la afirmacidn de ideales con la violencia.

31 Algunos lideres del cartel de Medellin, como los hermanos Ochoa, fueron condenados sélo.a penas de dos afios. Uno de los responsables
del “cartel del Norte del Valle del Caucal", sospechoso de ser elautor de multiples masacres colectivas, fue condenado sdloa una pena de
tres afios, que luego se extendid a seis afos. Frente a la medida de “descertificacién” infligida por los Estados Unidos a Colombia, el
gobiemo y el congreso acaban de aumentar as penas a final de 1996 y de tomar medidas para poder expropiar los bienes adquiridos por
tarcotraficantes. Teniendo en cuenta el sistema sofisticado
de disimulacién de estos bienes registrados en el nombre de personas virtuales,
se puede dudar que esta Ultima medida tenga efectos en el cono plazo.

Gs
frente al poder civil*. Se ha llegado, como vimos, a que toman el aspecto de un residuo irreductible del
tomar sancioneés contra algunos mandos, incluso de no-derecho.
alto nivel, y se ha llevado a cabo una profunda de- La segunda raz6n es que el mismo terror no se
puracién en la policia. Las acciones realizadas por inscribe en un conflicto amigo/enemigo. En ciertas
la Fisealia desde hace dos anos han tenido por lo zonas y algunos momentos es posible percibir una
menos el efecto de poner fin a la aceptacién sacial oposicién de ese estilo. Sin lugar a dudas, los en-
que tenfan los narcotraficantes y de sacar a la luz la frentamientos entre paramilitares y guerrillas tienen
corrupcién politica. La Corte Constitucional tiene el aspecto de una guerra sin piedad, que interrum-
competencia para decidir sobre la justificacién de pe las transacciones habituales y expresan:también
los estados de excepcién. Que se sepa, estos tipos una. innegable polarizacién social mas profunda.
de medidas no son habituales en los paises latinoa- Pero se siguen dando las transacciones entre los
mericanos que estan en guerra "contra la subver- protagonistas de la guerra en otras regiones, siem-
siéni)". Incluso el mismo término de "guerrall" esta pre en relacién con el funcionamiento de la econo-
casi prohibido, tanto en el lenguaje del gobierno mia de la droga. Es posible que la rentabilidad de
como en el de los medios de comunicacién y de la esta economia sea mucho menor que antes, pues
opinién publica. Desde 1982, el gobierno inicié los precios internos sufren los efectos de cierta des-
muchos didlogos con las guerrillas, que tuvieron organizacién de las redes después de la detencién
por lo menos el resultado, ademas de la en- de numerosos lideres de los carteles y del desvio
trega de armas del M-19, del EPL, del Quin- del trafico hacia otros paises como México. Sin
tin Lame y de otras organizaciones meno- embargo, los datos disponibles tienden a mostrar
res, la pérdida de prestigio politico de las que no se han reducido las superficies dedicadas
guerrillas todavia activas. En al cultivo de coca mientras que siguen aumen-
cuanto a la opinién, ésta recha- tando las dedicadas al cultivo de
za constantemente la idea de una la amapola. Las FARC contintan
guerra abierta, tal vez con la es- estando completamente implica-
peranza de llegar a una solucién das en ese desarrollo. Incluso la
negociada de conjunto, en la produccién de la heroina se desa-
mayoria de los casos por escep- rrolla con su apoyo, en medio de
ticismo sobre las posibilida- un pequefio campesinado tradi-
des de una salida militar y cionalmente sensible a su influen-
también por temor a las con- cia. Continia asi el juego con mil-
secuencias que ella represen- tiples matices, puesto que los
taria para los espacios de li- narcotraficantes y las FARC son
bertad. Pero esta adhesién aliados en un sitio y adversarios
formal al Estado de derecho én otro. Tampoco el terror cues-
no interrumpe la violencia, tiona el caracter prosaico de la vio-
sino que, al contrario, fre- lencia. Muchos intereses se escon-
cuentemente le abre un espa- den detras de la intervencién de
cio mayor, donde parecen in- los paramilitares. El terror se au-
separables el "orden" y la tofinancia sin problema, en la me-
"violencia™. Esta adhesién dida en que el precio de las tie-
formal conduce sobre todo a tras y de los negocios se revalia
reducir la visibilidad tanto de significativamente en las regiones
la violencia como del terror, reconquistadas.

Gs
Cuando aparece la confrontaci6n amigo-ene- memoria presenta también rasgos contradictorios.
migo en el nivel local, sélo implica a los protagonis- Es la memoria de una guerra civil entre los dos par-
tas y sus afiliados. Obviamente, en las zonas de te- tidos tradicionales, que se inscribe consiguientemen-
rror, la poblacién est4 atrapada dentro de las te en una visién "amigo-enemigo". Las huellas que
telaciones de fuerza. Pero, sin embargo, la inmensa dejé, teniendo en cuenta los horrores que acompa-
mayoria no las lee en términos politicos, ya que las fiaron este enfrentamiento, contribuyen al rechazo
referencias politicas han perdido casi todo su signi- actual a una confrontacién totalizante. Pero, al mis-
ficado para ella. Asi lo muestran las tasas de absten- mo tiempo, se trata de una memoria que no tiene
cién, que alcanzan ya el 80% en muchas elecciones. una forma socialmente reconocida, ya que el acuer-
Las mismas guerrillas dan testimonio de la desvalo- do politico que puso oficialmente un término a La
rizacién de la politica, cuando se conforman con Violencia en 1958, con la instauracién del Frente
controlar la poblacién sin pretender ganarse su leal- Nacional, implicaba que se olvidaran los eventos
tad ¢ incluso cuando renuncian con frecuencia a anteriores. Con mucho, se reconocia que un com-
presentar candidatos mas o menos simpatizantes ponente de barbarie habia emergido durante un
para apoyar los de los partidos tradicionales, y op- tiempo, y la nocién de barbarie suponia absolver
tan mds bien por someterlos luego a su tutela. En las elites por el papel, bastante decisivo, que habian
muchos aspectos, se trata de una sociedad donde tenido en la violencia, y a imputarla Gnicamente a
est desapareciendo la politica moderna en su fun- la inmadurez de las clases populares. A ellas sdlo
cién creadora de institucionalidad. En ciertos topi- les quedaba el recuerdo de una humillacién: habian
cos, se pueden encontrar huellas de la politica del peleado por Otros, en el marco de las lealtades que
siglo XIX que se fundamentaba en las pertenencias los ligaban a ellos, habian proporcionado la casi
colectivas y las interacciones clientelistas", pero con totalidad de las victimas, y se encontraban al final
la diferencia de que ahora las pertenencias colecti- en el banquillo de los acusados. La experiencia que
vas y las clientelas se forjan en muchos sitios sobre habian vivido no se inscribia en una historia que
la mera coercién. Las relaciones de fuerza que cru- tuviera sentido, sino que se quedaba en la condi-
zan la sociedad son relaciones de hecho, igual que cién de una infrahistoria desprovista de expresion.
los enfrentamientos locales. No ponen en juego un No es una casualidad el que la memoria de La
imaginario cualquiera ni difunden una representa- Violencia se exprese de tres maneras apenas articula-
cién general de un antagonismo politico irremedia- das entre si. Primero se la formula por medio de la
ble. referencia a la oposici6n de los das partidos, que es
La tercera raz6n se ubica en la memoria de las una manera de descuidar las otras dimensiones de La
experiencias anteriores de la violencia, especialmente Violencia, entre otras, la de los intereses socio-eco-
el episodio de La Violencia de 1946 a 1964. Esta ndémicos que intervenian en ella y de aceptar la posi-

32 Algunos autores como F. Leal Buitrago (cf. £! oficio


de la guerra, La Seguridad Nacional en Colombia, Bogoti, Tercer Mundo, 1994)
atribuyen a las fuerzas militares colombianas una “autonomia" casi completa. Ademds de que el término no est4 claro, hay que distinguir
entre la capacidad de imponer un proyecto de sociedad al poder civil (como los militares angentinos o brasilefios) y la mera autonomia
operacional, Considerados siempre con desprecio por las elites sociales, prisioneros de la fuerte tradicién civilista, dotados en las Escuelas
de guerra de una formacién limitada, sometidos a las decisiones del Congreso para su presupuesto, muy reducido durante
mucho tiempo, los militares no han podido afirmarse mucho en el campo politico. Como contrapartida, las elites civiles les dejaron actuar
libremente en el campo de las operaciones militares. Pero se trata de un regalo envenenado. En ausencia de objetivos politicos claros, los
militares actdan solo coyunturalmente. La referencia a la "seguridad nacional" ¢s puramente retérica. No se ven dirigentes militares que
hayan claborado una teoria de esa seguridad.
33 Daniel Pecaut, L’ordre ef la Violence. Evolution sociopolitique
de la Colombie entre 1930 et 1953,Paris, Editions de |'Ecole des Hautes
Etudes en Sciences Sociales, 1987. Publicado en espaficl por Ed. Siglo XX] y CEREC, Bogota, 1987,
34 Cf. F-X. Guerra, Le Mexigue, De l'Ancien Régime a ia Révolution, 2 vol, Paris, harmattan, 1985, publicado en espafiol por el Fondo de
Cultura Econémico de-México y M-D. Demélas, L'invention politique, Bolivie, Equateur, Pérou au xixé siécle, Paris, ERC, 1992.

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Gs
cién de subordinacién de las clases populares con individualizacién negativa nos devuelve nuevamen-
respecto a las elites. Ademas, esas referencias parti- te a la herencia de las desventuras de la disolucién
distas han perdido ahora su significado de manera del tejido social. Las representaciones miticas no han
que los sufrimientos padecidos en su nombre pare- perdido nada de su poder, pues predomina mas que
cen hoy arcaicos. Luego, la memoria se expresa por nunca la conviccién de que la violencia del presente
medio de relatos individuales que no logran inte- es la misma del pasado y que las relaciones de fuerza
grarse en un relato colectivo, lo que traduce el ca- estan en el centro del funcionamiento de la socie-
racter fragmentado y local de las experiencias. Pero dad.
también muestra que no existen sino puntos de Tal memoria contribuye pues a que la-violencia
vista separados y sumergidos en la sucesi6n de inci- y el terror se banalicén como si fueran parte del or-
dentes, de la que no surge un escenario global que den de las cosas y hace mas dificil la percepcién de lo
implicaria que los puntos de vista separados se inte- nuevo de la situacién actual y consiguientemente el
graran en uno o varios puntos de vista de conjunto. dar sentido a lo que ocurre. Esta confusi6n no se re-
La experiencia colectiva sélo toma forma’a través duce sélo a las regiones de colonizacién reciente don-
de una lectura mitica, que es la tercera forma de la de la autoridad del Estado nunca se ejercié sino en
memoria. Asi, las victimas afirman que la violencia forma precaria sino que también se manifiesta en las
esta presente "desde siempre", pues la de 1946 es la regiones integradas desde hace mucho tiempo a la
continuacién de la de 1932-1933, la de 1932-1933 la economia comercial y las ciudades.
continuacién de la Guerra de los Mil Dias, y la Gue- Al respecto, se puede citar el ejemplo de un
rra de los Mil Dias la continuacién de todas las gue- municipio importante del Norte de! Valle, Trujillo,
rras civiles del siglo XIX. Evocan la "violencia" como ubicado cerca de uno de los principales ejes de la ca-
una especie de fenémeno anénimo o como una rretera y uno de los polos de la produccidn de café*.
catastrofe comparable con los desastres naturales y No hay un caso mejor para ilustrar las continuidades
atribuyen a los efectos de la violencia todo lo que y discontinuidades de los fené6menos de violencia.
les sucedi6 desde entonces: migraciones, cambio Fundado en 1931, este municipio fue domina-
de actividades, adopcién de otros valores. Enton- do primero por los caciques liberales cuyo estilo de
ces, la violencia toma efectivamente la apariencia comportamiento logr6é que la mayoria de los nuevos
de un mito. colonos pertenecieran a su partido, llegando hasta
Esta memoria fragmentada contribuye a cons- reclutarlos en las carceles. Los primeros conflictos
truir la manera como se perciben los fenémenas ac- sociales acompanaron la apropiacién de las tierras,
tuales. Permanece visible la experiencia de la humi- supuestamente publicas, pero que eran reclamadas
llacién en la rabia de muchos jévenes de las clases por un notable local que pretendia tener titulos de la
populares que, de una forma u otra, participan en la época colonial. A partir de 1942, los lideres conser-
violencia actual, dando la impresién de querer reto- vadores empezaron a querer conseguirse una cliente-
mar la continuacién de los eventos anteriores, bien la. La Violencia les dio la oportunidad de lograr sus
sea para darle otra conclusi6n bien sea para ir atin fines, ya que las masacres y el terror permitieron
mas lejos en la infrahistoria. Su desconfianza frente "conservatizar" completamente el municipio. La
al Estado y los dirigentes politicos se nutre de un mayoria de los antiguos habitantes tuvieron que huir
viejo resentimiento. La divisién partidista, por su- © pasarse al Partido Conservador. Por medio de la
perada que esté, deja huellas en la sensibilidad de compra de las tierras "abandonadas" a precio rega-
muchos sectores de la poblacién. También perma- lado, uno de los lideres conservadores adquirié una
nece visible la fragmentacién de las opiniones. Pues- fortuna y un poder que hicieron de él durante mas de
to que la violencia impide la accién colectiva y obli- treinta afios el gamonal incuestionado, llevandolo a
ga al repliegue del individuo sobre si mismo, esta desempefar un papel que llega hasta la politica de-


partamental y nacional. Aunque el municipio era 70 y en 1990, pero, sin embargo, los episodios se
conservador en un 90%, la violencia no dejé de es- suceden con suficiente frecuencia para dar la sensa-
tar al orden del dia, pero asociada ahora con la com- cién de continuidad. Los procesos de construccién
petencia entre las facciones conservadoras. El ga- social de la memoria y de integracién de los hechos
monal mantuvo su dominacién a través del recurso en una historia se complican por la ausencia de pun-
permanente al terror, a veces asesinando. él mismo tos de referencia o de fijacién.
a SUS Opositores, a veces usando abiertamente a sus 2. La violencia abierta aparece claramente como un
hombres de confianza para eliminarlos, obligando a componente de toda relacién de poder, pues cruza
huir a sus seguidores, y manteniendo asi un control totalmente las instituciones. Todavia en. 1978, des-
estrecho sobre la poblacién. Esto no le impide reci- pués de veinte anos de Frente Nacional, los asesi-
bir un homenaje de los dirigentes nacionales del natos cometidos por un jefe local no se consideran
partido, ya en 1978. A partir de 1980, todos los pro- como violacién al Estado de derecho.
tagonistas de la nueva violencia hacen presencia en 3. Los derechos civiles minimos siguen siendo pre-
el municipio. El ELN implanta alli un frente que gana carios, como ocurre con el derecho de propiedad.
simpatias entre muchos campesinos. Un poderoso La obtencién de un titulo de propiedad supone tra-
narcotraficante, que vive en el municipio vecino, mites complejos, pero la violencia despoja de su
empieza a apropiarse de las tierras. Los herederos validez inclusoa los titulos mejor establecidos, como
del gamonal usan todos los medios para mantener son en principio los de los campesinos de las regio-
su dominio. Los militares estan en el lugar. El cura hes cafeteras. El universo campesino queda enton-
intenta mantener un modus vivendi. Por todo ello, ces en situacién de inseguridad permanente.
el miedo est4 permanentemente presente, pues to- 4. Incluso la ciudadania politica es también preca-
dos saben que el terror puede sobrevenir de un ria. Nada la protege. De igual manera la identidad
momento a otro. Tres incidentes yan efectivamente colectiva es totalmente heterénoma, sometida como
a desencadenar la tragedia. En 1990 llega también esta al dominio de las redes de poder. La relacién
un nticleo disidente del M19 que pretende extorsio- con el gamonal no es fundamentalmente diferente
nar al narcotraficante. En la misma época, el ELN de la que se tiene con las guerrillas u otras fuerzas.
organ
unaiza
marcha campen
esin
la que los
a, cam- 5. El transito de la violencia ordinaria al terror se
pesinos participan obligados a la fuerza, hacia la efectda sin mayor nuptura, aunque el hecho del te-
plaza de Trujillo. A principios de 1991, un militar es mor parezca romper la continuidad normal de los
asesinado en una emboscada. En los dias siguien- acontecimientos. Solo excepcionalmente, se lo re-
tes, los militares y los paramilitares vinculados a los conoce oficialmente, como el caso de la masacre de
narcotraficantes liquidan a todos los ‘sospechosos' 1991, pues habitualmente el acontecimiento no se
uno tras otro. Los muertos pasaran de 120, inclu- puede inscribir en ninguna trama constituida.
yendo el cura. Los hechos terminaron por ser reve- 6. En un municipio como éste, se hace dificil inclu-
lados, después de permanecer ocultos durante mu- so hablar todavia de fronteras con relacién a la vio-
cho tiempo. Incluso el Estado se vio obligado, por lencia actual, asi sean invisibles, ya que la pobla-
primera vez, a admitir oficialmente su responsabili- cién esta atrapada permanentemente en el medio
dad. de las interacciones entre los multiples protagonis-
Este caso permite hacer algunas observaciones: tas.
1. Es obvio que los actores y escenaderios
la vio- 7. Sin duda, el terror local se inserta en el conjunto
lencia son muy diferentes en 1930, en 1950, 1960- de los fenémenos de terror de nivel nacional, pero

35 Todos los elementos del relato que sigue son tomados del excelente libro de Adolfo Ledn Atehortiia
bistor
de Trujillo,
ias Valle, Bogota, CINEP, 1996. Cruz, £l poder y la sangre, Las

C30
este horizonte mas amplio apenas tiene significado daderamente forma acerca del narcotrafico, la poli-
para los que estan inmersos en él. Esta es otra raz6n tica frente a las guerrillas, los fenémenos de violen-
para que el terror no se integre facilmente en una cia, la corrupcidn. O, lo que es lo mismo, va evolu-
historia mas amplia, pues en buena medida, no es cionado segtin las circunstancias, yendo de una
representable. inclinacién a la contraria, pasando de la demanda
de transacciones sin rumbo fijo a la demanda de
soluciones de fuerza. Esto ocurre a fortiori frente
al terror, ya que los forjadores de opinién rara vez
estan expuestos a él. Estan ya lejanas las masacres
en serie de Uraba. Las primeras en ocurrir pudieron
CONCLUSION causar sorpresa, pero, al multiplicarse, se convier-
ten en diversos hechos aislados. Cuando la violen-
Banalidad de la violencia, imposibilidad de cons- cia penetra mds profundamente hasta en las ciuda-
truir una representacion del terror que tenga sentido: des, aumenta el desasosiego y se debilitan los
tales son los dos temas que he querido sacar a la luz. tradicionales puntos de referencia, como lo atesti-
Hay varios otros relacionados con ellos, de los cuales _ gua la falta de reaccién frente a los avances actuales
quiero referirme solo a dos: la fragmentacién de la de los paramilitares, con su cortejo de horrores.
nocién de individuo y la dislocacién de la opinidn. La violencia, como hemos visto, se convierte
He hablado de experiencias individuales de la en un modo de funcionamiento que corroe las mis-
violencia y del terror. Pero, ; de qué individuo se tra- mas instituciones. Por supuesto, se mantiene el Es-
ta? El individuo se encuentra de hecho en el choque tado de derecho pero sin tener casi ningtin control
entre diversas tensiones. Encerrado entre redes de sobre el curso de los acontecimientos. Es cierto que
dominaci6n, forzado a adoptar estrategias de super- la intervencién de un actor concreto, los Estados
vivencia, se muestra escéptico con respecto a las ins- Unidos, introdujo brutalmente un tercero en discor-
tituciones, pero sigue pidiendo "la ayuda del Esta- dia en las interacciones entre protagonistas, hacién-
do". No existe sintesis entre esas multiples tensiones. dolos aparecer a todos como miembros de una co-
Por eso, no son nada evidentes la misma identidad munidad delincuente. Sin embargo, parecen obvios
del individuo, ni su permanencia en el tiempo*. No los limites del método de los ultimdtums: pueden
es casual el que la Gnica expresi6n de esta permanen- hacer que la situaci6n se perciba desde un nuevo
cia se encuentre en el relato de una trayectoria que lo ingulo pero se parecen mucho también a la inje-
va conduciendo de una situaci6n a otra. rencia de un protagonista adicional. De todas for-
La opini6én publica no esta colocada en mejor mas, los Estados Unidos no tienen necesariamente
situacin, pues solo reacciona frente al acontecimien- titulos, aparte de la relaci6én de fuerza, para identifi-
to cuando éste reviste una dimensién simbélica ma- carse con la Ley y todavia menos, para convencer
yor. Y atin, esos acontecimientos se olvidan rapida- de esa identificacién a los colombianos, incluso
mente, pues unos reemplazana los otros. Ademas, la cuando las leyes colombianas fallan.
emoci6én se agota. Fuera de estos momentos fuer-
tes, la opinién apenas se manifiesta. No toma ver- *e@eeeseeeeeseeeseeseseseeeeeese
eee

46 Sobre este tema, cfr, P. Ricoeur, Soi-meme comme autre, Paris, Editions Du Seuil, 1990.

Gs

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