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DESARROLLO DE LA MECÁNICA Y DE LA FÍSICA MATEMÁTICA

EN EL SIGLO XVIII

DARÍO M A R A V A L L *

Uno de los hechos más sobresalientes de la Historia de la Física y de las Matemáticas


es el nacimiento de la Mecánica Analítica y de la Física Matemática en el siglo XVÍIÍ. El
primero es innegable y el segundo más dudoso. * *

El creador de la Mecánica Analítica es Lagrange, quien en 1788 publica su ''Mécani-


que Analitique", ciento un años después de que Newton publicara sus "Philosophiae natu-
ralis Principia Mathematical en 1687. Los precursores más notables de Lagrange fueron
Euler y D'Alembert, el primero redacta en 1730 un primer borrador de su "Mechanica"
que ha permanecido inédito en la Academia de Ciencias de San Petersburgo, hasta su pu-
blicación en 1965 én Leningrado; y en 1736 publicó su "mechanica sive motus scientis
analytice expósita". D'Alembert publicó su "Traité de Dynamique" en 1743. El gran
aplicador de la Mecánica Analítica es Laplace, que aunque a caballo de los siglos XVIII
y XIX, en este campo pertenece su obra más bien al siglo XIX; el primer volumen de la
"Mécanique Céleste" de Laplace su publica en 1799 y el quinto y último aparece en
1825. Su "Exposition du système du monde", que es una versión filosófica y descripti-
va de su monumental obra anterior, aparece en 1796.

Tanto los "Principia" de Newton, como la Mecánica de Lagrange fueron escritas


y publicadas en años de grandes agitaciones tanto en la Historia de sus respectivos Países
como del mundo entero. La obra de Newton aparece dos años antes de la culminación
de la revolución inglesa, denominada en Inglaterra "La gloriosa" que conduce al destro-
namiento de Jacobo II y la instauración de la primera monarquía parlamentaria y moder-
na; y cuatro años después del segundo sitio de Viena por los Turcos (1683) que es su úl-
tima gran hazaña y marca el inicio del declive del poder otomano. La obra de Lagrange
aparece un año antes de la revolución francesa (1789).

* Académico. Catedrático de la ETS de Ingenieros Agrónomos. Universidad Politécnica


de Madrid.
** Con objeto de no intercalar fórmulas matemáticas en el texto de esta conferencia,
éstas han sido incluidas en unas notas finales.
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Durante mucho tiempo la Mecánica clásica que se enseña en las Universidades lleva
el adjetivo de Racional, hasta que después de un largo periodo de críticas a esta denomina-
ción, acaba perdiéndola, y es hoy un nombre considerado erróneamente como anacrónico.
Sin embargo esta denominación es totalmente acertada y rigurosa, y no solamente utilizada
por los matemáticos del siglo XVI11 (la edad de la Razón y de la Ilustración) sino también
por los anteriores. Así Huygens trata de construir la mecánica a partir de la razón y de la
experiencia, y el propio Newton la utiliza y en el prefacio de sus Principia define el adjeti-
vo de racional como el proceder exactamente por demostración, frente al de práctico que
es el propio de las artes manuales de las que la Mecánica ha tomado su nombre. D'Alembert
en su tratado de Dinámica en 1743 escribe: 1^. "La Mecánica Racional al igual que la Geo-
metría ha de basarse en axiomas que sean obviamente verdaderos. 2 . Las verdades poste-
riores han de obtenerse mediante demostraciones matemáticas". El fanatismo, o si no se
quiere emplear un término tan duro, el dogmatismo actual ha borrado la denominación de
Racional en la Mecánica, hasta el punto de que hoy ningún candidato a Profesor se atreve-
ría a presentarse con un proyecto docente sobre Mecánica Racional, para no ser tachado
de obsoleto.

Si bien no puede decirse que la Mecánica Moderna arranca de los Principia (es ante-
rior), sí es cierto que este tratado la institucionaliza, pero no es en ella donde se inspiran
las exposiciones didácticas de la misma. El respeto y la admiración por Newton de sus con-
temporáneos y sucesores ha sido grande pero desigual, los hay de una exageración ilimitada,
uno de cuyos representantes más importantes es Mach en su "Die Mechanik in ihrer
Entwickiung historich-kritisch dargestellt", cuya primera edición es de 1883, y su forma úl-
tima y más perfeccionada es seguramente la séptima edición de 1912, fecha en que Mach
era viejo y estaba enfermo, por lo que con ella pueden darse por concluidas las aportacio-
nes de Mach a este tema, a pesar de que su libro alcanzase un número todavía muy alto de
ediciones. Para Mach, antes de Newton poco se había hecho en Mecánica, y después de
Newton poco se ha hecho en Mecánica que no haya sido obtenido desarrollando el sistema
de Newton. Frente a esta actitud, en el polo opuesto, se puede situar a Truesdell que en
sus "Essays in the History of Mechanics" (1968) realiza una crítica profunda y severa de
los Principia, analizando los tres libros de que se compone: el I donde aparecen las defini-
ciones y los famosos axiomas o leyes del movimiento de Newton, es un auténtico tratado
en el que se utiliza el método deductivo-matemático y en el que se incluyen las aportacio-
nes de Newton al problema de los dos cuerpos y de los tres cuerpos y de la atracción de
esferas y esferoides. El libro II es el que menos valor ofrece en cuanto a permanencia de
verdades científicas para la posteridad y contiene numerosos errores; sin embargo para
muchos Historiadores de la Ciencia ha tenido un gran valor como estímulo y motor para
nuevas investigaciones. El libro III es de contenido astronómico.

La forma actual de enseñar la Mecánica no se inspira en los Principia, sino en los


trabajos de los Bernoulli, Euler y sobre todo de Lagrange, en lo que a los conocimientos
de aquella época se refiere.

Es obvio que al enunciar la ley de la gravitación universal, aplicarle sus propios mé-
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todos y explicar las tres leyes de Kepler, en Newton está el origen de la Mecánica Celeste,
quien logra hallar explicación al fenómeno de las mareas, conocido de siempre, y que ya
había causado la admiración de los guerreros de Alejandro al contemplarlas en el Océano
Indico, acostumbrados como estaban solamente a las del Mediterráneo, y el fenómeno de
la precesión de los equinocios, ya conocido por Plutarco, y que consiste en que el eje de
la Tierra que está inclinado sobre el plano de la eclíptica, gira alrededor de la perpendicular
a este plano con un periodo de unos 26.000 años. Este descubrimiento de Newton encon-
tró oposición entre los astrónomos de su tiempo, porque requiere para ser; explicado que la
tierra tenga forma de calabaza (esferoide aplastado) y no de melón (esferoide alargado) co-
mo creían los contemporáneos de Newton.

Newton pudo resolver el problema de los dos cuerpos, porque tuvo la suerte de que
en el caso particular de las fuerzas de la gravitación universal (véase nota 1^), este problema
puede reducirse al del cuerpo único, es decir aquél en el que un cuerpo es atraído por un
centro fijo con una fuerza (central) inversamente proporcional al cuadrado de la distancia,
problema mucho más sencillo. Otra gran suerte que tuvo Newton, es que en el caso del sis-
tema solar, la masa del sol es tan grande en relación al resto del sistema, que en primera
aproximación el problema de los n cuerpos, se puede resolver por separado como si se
tratase de n problemas del cuerpo único independientes entre sí; y que la tercera ley de
Kepler que no es exacta para estos n problemas independientes del cuerpo único, es muy
aproximada debido a la antecitada desproporción entre la masa del sol y la de los restantes
componentes del sistema solar. Newton ya encontró que las trayectorias de un punto ma-
terial (un planeta) atraído por un centro fijo (el sol) con una fuerza inversamente propor-
cional al cuadrado de la distancia, pueden ser no solamente elipses, sino también parábolas
o ramas de hipérbola (con el foco en el sol), y que mientras los planetas describen elipses
de pequeña excentricidad situadas casi en un mismo plano, los cometas pueden describir
elipses muy alargadas situadas en planos cualesquiera, y que en primera aproximación pue-
den ser consideradas como parábolas del mismo foco y el mismo vértice, y que aparecen
muy raramente, porque solamente son visibles cuando están próximos al sol. Kepler no ha-
bía realizado observaciones sobre los cometas, pero Halley, contemporáneo de Newton,
realizó observaciones sobre más de veinte cometas que confirmaron los resultados teóricos
de Newton. Los descubrimientos en los siglos XIX y XX de dos nuevos planetas, sí como
otros muchos fenómenos terrestres y astronómicos han confirmado las teorías de Newton,
salvo los pocos que requieren el uso de la Relatividad para su explicación. A fines del
XVIII Cavendish con su balanza confirmó experimentalmente la ley de la gravitación uni-
versal.

Las dificultades matemáticas en cuestiones que hoy un estudiante puede resolver


con facilidad, en los Creadores de la Ciencia del pasado a veces fueron enormes. El propio
Newton abandonó sus investigaciones sobre la gravitación universal en el año de la gran
peste (1665—66) hasta 1884 en que las volvió a reemprender, por no poder resolver el hoy
sencillo problema de que la atracción gravitatoria que una esfera homogénea ejerce sobre
un punto material exterior a ella, es la misma que si toda la masa de la esfera estuviera con-
centrada en su centro. La consecuencia práctica de este problema es enorme, es que un con-
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junto de esferas homogéneas gravitatorias se comportan como un conjunto de puntos mate-


riales situados en los centros de las mismas y dotados de las masas de sus respectivas esferas.

De la tercera ley de Newton que es el principio de la igualdad de la acción y de la


reacción, tenido por uno de sus grandes logros, solamente he encontrado una objección en
Jóos que en las páginas 103 y 104 de la versión inglesa de su 'Theoretical Physics" (editado
por Blackie, reimpresión de 1947, Londres y Glasgow) afirma en letra pequeña en relación
con la tercera ley de Newton: '*Si la ley de Biot-Savart parece una excepción, se debe recor-
dar que esta ley se refiere a la fuerza entre un polo magnético y un segmento elemental (no
un punto o partícula) de un conductor eléctrico". Hay que indicar además que en el ante-
rior ejemplo de Jóos los monopolos magnéticos no existen. Sin embargo, en mi opinión se
pueden dar ejemplos de fenómenos naturales en los que si deja de cumplirse la tercera ley
de Newton (véase nota 2^ ), como son el movimiento de cargas eléctricas de igual o contra-
rio signo, y también el movimiento de dipolos magnéticos o imanes y de cargas eléctricas.
Aunque estos problemas en tiempo de Newton ni se conocían, hoy sí sabemos resolverlos,
aunque se hallan muy poco estudiados. Por tanto la tercera ley de Newton en estos casos
no se cumple, por lo que podemos afirmar que aunque se cumple en muchísimos casos, hay
algunos pocos en los que no se cumple. Creo que se puede hacer la siguiente afirmación: la
tercera ley de Newton no es general (véase la antecitada nota 2^).

La solución de muchos problemas particulares de índole más o menos práctica ha si-


do previa a la formación de las grandes teorías y sistemas científicos, pues hay una tenden-
cia muy general que pone de manifiesto la Historia de las Matemáticas, que es el alejamien-
to cada vez mayor de sus orígenes, de las nuevas teorías matemáticas, que muestran cómo
una fuerza centrífuga que las aleja cada vez más de la práctica de la que surgieron y acaba
transformándolas en matemáticas cada vez más puras, en las que difícilmente se pueden en-
contrar huellas que hagan patente su origen, hasta las palabras pierden su significado primi-
tivo y adquieren otros nuevos distintos; lo que se pierde de familiar e intuitivo se gana en
certeza y rigor. Compárense por ejemplo las actuales matemáticas del movimiento brownia-
no tan difíciles y sofisticadas con la sencillez del fenómeno descubierto en 1827 por el bo-
tánico escocés Brown, y con las primeras teorías de principio de nuestro siglo de Einstein
y Smoluchowski.

El siglo XVIII se caracteriza por la importancia que tienen las Academias de Ciencias
en el progreso, en especial la de París fundada en 1666, la de Berlin fundada en 1700 a ins-
tancias de Leibniz, que fue su primer Presidente, donde trabajaron Euler y Lagrange, la de
San Petersburgo fundada en 1725 por Catalina I, como culminación del proyecto de su es-
poso y antecesor en el trono Pedro I El Grande; allí trabajaron Euler y Bernoulli. En este
siglo por primera vez se hacen grandes descubrimientos científicos en tierra rusa, aunque
por extranjeros, y a él pertenece el pionero de la Ciencia Rusa y gran organizador de la mis-
ma Lomonóso v , fundador de la Universidad de Moscú en 1755, que hoy lleva su nombre.
El siglo XVIII se caracteriza por la importancia que tienen los problemas prácticos de la
tecnología y de la ingeniería en el desarrollo de las matemáticas, y también de algunos pro-
blemas de tipo recreativo lanzados como un desafío al talento y al ingenio de los matemá-
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ticos de aquel entonces, por sus colegas.

Aunque contemporáneo de Newton, Huygens pertenece de lleno al siglo XVII, muere


en 1695, pero es forzoso mencionarle, porque sus investigaciones tanto en Mecánica como
en Ffsica Matemática son fundamentales, tanto el principio que lleva su nombre, como la
generalización del principio de Fermât del tiempo mínimo, a medios en los que el índice
de refracción varía de modo continuo. En mi opinión creo que a Huygens más bien que a
Daniel Bernoulli se le debe de considerar el fundador de la Física Matemática. De sus inves-
tigaciones mecánicas nos limitaremos a las relativas al péndulo físico y al péndulo cicloidal.
El péndulo físico es el primer problema resuelto de movimiento de un sólido, y aunque por
tratarse de un sistema de un solo grado de libertad, el tratamiento matemático no es muy
complicado, es importante porque requiere para su solución el empleo del momento de
inercia y la determinación del centro de oscilación que consiste en lo siguiente: si tenemos
un conjunto de péndulos geométricos de distintas longitudes, la duración de la oscilación
de cada péndulo es mayor para los más largos y menor para los más cortos. Si suponemos
que este conjunto de péndulos se solidariza de modo que constituya un péndulo compues-
to, cada partícula material si estuviera aislada de las restantes, tendría una duración de osci-
lación propia, pero al unirse entre sí parece que los más distantes del eje de giro acelerarán
sus oscilaciones y los menos distantes las frenarán, de modo que exista una duración de os-
cilación para todo el péndulo, intermedia. Este problema fue planteado por Mersenne y re-
suelto por Huygens, porque la solución dada por Descartes no es correcta. También tiene
interés la generalización que hace Huygens de una idea de Galileo, de que cualesquiera que
sean las interacciones entre el conjunto de péndulos geométricos que componen el péndulo
físico, el centro de gravedad (c.d.g.) del mismo se eleva exactamente tanto como ha descen-
dido, tanto si las masas continúan unidas en el péndulo físico, como si se destruyen los en-
laces que las mantienen unidas. Huygens utiliza este principio, puesto en duda por sus con-
temporáneos, para demostrar que los cuerpos pesados no pueden moverse hacia arriba por
si mismos y elevarse a alturas mayores de la que han descendido, mostrando la imposibili-
dad del movimiento continuo en esta parte de la Mecánica. Galileo había tenido estas mis-
mas ideas pero para un punto material en vez de para un sólido. Huygens utiliza el momen-
to de inercia sin darle este nombre, sería Euler quien se lo daría más tarde.

Las investigaciones de Huygens sobre relojería fueron muy importantes en su época,


aunque hoy han perdido mucho de su importancia práctica. Huygens demostró que el pén-
dulo cicloidal es tautócrono, es decir que abandonado en cualquier punto de una cicloide
con la concavidad hacia arriba, un punto pesado, la duración de la oscilación es indepen-
diente de la altura inicial del punto pesado. Es fácil comprobar que un péndulo cicloidal
es tautócrono, lo difícil es toda la problemática a que da origen la teoría de los movimien-
tos tautócronos. El más sencillo de todos es el de determinar la fuerza función de la posi-
ción con que un punto material abandonado en cualquier posición sobre una recta sin ve-
locidad inicial, tarde el mismo tiempo en llegar a un punto fijo, llamado punto de tauto-
cronismo. La solución de este problema mecánico conduce al de determinar la integral
entre límites variables de una función subintegral desconocida que ha de ser igual a una
constante. Se resuelve el problema en forma muy ingeniosa, haciendo primero una trans-
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formación de variable que convierte a la integral en una de limites fijos; la solución es una
fuerza atractiva proporcional a la distancia. Una vez resuelto este problema se puede resol-
ver el del movimiento tautócrono para unas fuerzas conocidas, función de la posición, que
si es plano los datos son suficientes, y si no lo es, se pueden imponer otras condiciones tales
como las de obligar al punto a moverse sobre una superficie, o a ser el movimiento tautó-
crono para otras segundas fuerzas, también función de la posición. Prosiguiendo por este
camino la problemática de los movimientos tautócronos se puede complicar mucho. En
concreto el péndulo cicloidal estudiado por Huygens es la tautocrona para la gravedad.

La obra más notable de Huygens sobre Mecánica es "Horologium oscillatorium" pu-


blicada en París en 1673.

Desempeñaron un papel muy destacado en la época que nos ocupa la familia de los
Bernoulli, de la que solamente vamos a citar los hermanos Jacobo (1654—1705), y Juan
(1667—1748) y al hijo de este último Daniel (1700—1782). Jacobo se ocupó de la resolu-
ción de muchos problemas, unos muy importantes como la braquistocrona y la catenaria,
y otros de tipo recreativo entre los que figura el de la curva isócrona, que es la trayectoria
que describe un punto material bajo la acción de la gravedad, de modo que la proyección
de su movimiento sobre la vertical sea uniforme, la solución es una parábola semicúbica,
lo anecdótico de este problema es que en su solución Jacobo Bernoulli empleó por prime-
ra vez el nombre de integral.

Al Igual que la problemática de las tautócronas, el de las braquistocronas es muy am-


plio y complicado, el primero y más sencillo de ellos es el de determinar la trayectoria de
un punto pesado, que abandonado en una posición inicial A sin velocidad inicial, tarde un
tiempo mínimo en llegar a su posición final B. Fue propuesto por Juan Bernoulli en Acta
Eruditorum en 1696, y se publicaron soluciones del mismo en dicha Revista en 1697 debi-
das a Bernoulli, L'Hôpital, Leibniz y Newton.

Surge la cicloide como solución en dos problemas de Mecánica que son la tautocrona
y la braquistocrona, ambas para la gravedad. Esta curva que ya había dado origen a nume-
rosas investigaciones en el siglo XVII (Roberval, Torricelli, Pascal, quien escribió una histo-
ria de la misma), por su belleza matemática y por las controversias y disputas que ha susci-
tado entre los matemáticos se le ha dado el sobrenombre de "Helena de la Geometría". Así
como la rodadura de una circunferencia sobre una recta engendra una cicloide, la rodadura
de circunferencias sobre circunferencias engendra epicicloides (si la ruleta es la circunferen-
cia exterior) e hipocicloides (si la ruleta es la circunferencia interior).

Estas curvas son la base de los engranajes de este nombre que son imprescindibles en
ingeniería mecánica. La Hire a caballo entre los siglos XVII y XVIIÍ demuestra el teorema
de que la hipocicloide engendrada por un punto fijo sobre el perímetro de una circunferen-
cia que rueda en el interior de otra de radio doble, es una recta y la engendrada por un pun-
to fijo en el plano de la ruleta es una elipse. Teoremas que ya eran conocidos con anteriori-
dad a él, el primero por Nassir Eddin en el siglo XIII, y el segundo por Copérnico.
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El problema de la catenaria que es la figura de equilibrio de una cadena pesada fija


por sus extremos, ocupó a Galileo que erróneamente creía que la solución era una parábo-
la. Huygens demostró en 1646 que la parábola no era la solución, y el problema no fue re-
suelto hasta que en Acta Eruditorum Jacobo Bernoulli en 1690, Juan Bernoulli, Huygens
y Leibniz publicaron en la misma Revista soluciones de este problema. Hoy se resuelve o
bien aplicando las ecuaciones generales del equilibrio de los hilos que expresan el equilibrio
entre las fuerzas directamente aplicadas por unidad de longitud y la tensión del hilo que es-
tá dirigida según la tangente al hilo, o en el caso de que las fuerzas deriven del potencial
(lo que sucede para la catenaria) también a partir de un principio de mínimo (principio va-
riacional). Las soluciones que se dieron entonces son muy ingeniosas, por ejemplo Juan
Bernoulli establecía el equilibrio de un arco de catenaria, uno de cuyos extremos es el pun-
to más bajo de la curva, y el otro es arbitrario, suponiendo que las fuerzas que actúan sobre
el hilo son tres: las tensiones del hilo dirigidas según las tangentes en los extremos del arco
(una de ellas horizontal) y el peso del arco localizado en la intersección de las tangentes
antecitadas. Obtenía una ecuación diferencial de primer orden entre las coordenadas de la
catenaria en las que interviene el arco, y como éste no es función conocida de las coorde-
nadas, sino que su diferencial es la raíz cuadrada de la suma de los cuadrados de las diferen-
ciales de las coordenadas, tuvo necesidad de un gran despliegue de ingenio para llegar a una
ecuación diferencial de variables separadas en la que no interviene el arco. No obstante co-
mo a partir del principio de los trabajos virtuales se sabe que un sistema material sobre el
que no actúa más fuerza que la gravedad, está en equilibrio estable, si su c.d.g. está en la
posición más baja posible, el problema de la catenaria es equivalente al de determinar en
un plano vertical una curva de longitud dada, cuyos extremos son fijos, y tal que su c.d.g.
esté lo más bajo posible, lo que es un problema elemental de Cálculo de Variaciones. Por
tanto la braquistocrona y la catenaria están en el origen del Cálculo de Variaciones.

Jacobo Bernoulli investigó con mucho detalle y profundidad desde 1691 a 1704 el
equilibrio de hilos cuando las fuerzas eran cualesquiera, llegando a obtener las ecuaciones
del equilibrio por cuatro métodos distintos: a) el equilibrio de las fuerzas que actúan sobre
un elemento infinitesimal del hilo (las fuerzas aplicadas y la tensión del hilo); b) el equili-
brio de los momentos de las fuerzas que actúan sobre un elemento infinitesimal; c) el prin-
cipio de los trabajos virtuales; d) el principio de la energía potencial mínima, cuando las
fuerzas aplicadas son conservativas, es decir derivan de un potencial. Los dos primeros mé-
todos muestran en este caso particular la equivalencia entre el equilibrio de las fuerzas y
el equilibrio del momento de las fuerzas. No se conformó Bernoulli con sus investigaciones
sobre el equilibrio de los hilos, sino que las extendió a las vigas elásticas, en cuyo caso no
son equivalentes el equilibrio de las fuerzas y el de los momentos, y el efecto de una parte
de la viga sobre la contigua se representa no solamente por una fuerza de contacto, sino
también por un par de contacto.

Las ideas y los métodos van progresando muy lentamente en el tiempo, y así Descar-
tes introdujo la cantidad de movimiento y la ley de conservación de la misma. Leibniz in-
trodujo la fuerza viva y expresa una ley de conservación diciendo que lo que se gana o se
pierde en fuerza viva se pierde o se gana en fuerza muerta (que es lo que hoy llamamos
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energía potencial). Lo exacto es decir que la diferencial de la semifuerza viva es igual a la


diferencial del trabajo. Pero unas ideas claras y distintas al modo cartesiano no se tienen
hasta mucho tiempo después. Suelen llamar los historiadores principios del momento lineal
y del momento de la cantidad de movimiento (momento cinético) a los métodos de iguala-
ción de la derivada respecto al tiempo de la cantidad de movimiento y de la resultante de
las fuerzas, y de la derivada respecto al tiempo del momento de la cantidad de movimiento
al momento resultante de las fuerzas. Al empleo de este último método se refieren también
los Autores antiguos como la ley de la palanca. Constituyen estos dos métodos los funda-
mentales de la mecánica. Aunque el principio del momento lineal está implícito en la se-
gunda ley de Newton, éste no escribió nunca, en la forma en que se escriben en los textos
de hoy las ecuaciones que llevan su nombre, sino que éstas aparecen escritas por primera
vez en un trabajo de Euler en 1750, en su forma más general como la igualdad del producto
de la masa por la aceleración a la fuerza, unos sesenta años después de que Newton enuncia-
ra su segunda ley. Euler las aplicó a los sólidos, a los fluidos sin rozamiento, a las vibracio-
nes transversales de cables flexibles, es decir a masas finitas e infinitesimales. Antes de que
Euler llegara a enunciar con carácter general este primer principio de la Mecánica, las ecua-
ciones de Newton se habían aplicado con notable éxito a casos particulares, y así por ejem-
plo Daniel Bernoulli en 1727 utilizó este principio para masas deformables, y así pudo cal-
cular la fuerza ejercida sobre una pared por un chorro continuo de agua que choca sobre
ella.

Euler creyó entonces, que el principio del momento lineal contiene en si todos los
principios necesarios para poder conocer todos los movimientos de los cuerpos, cualesquie-
ra que sea su naturaleza. Plantea esta creencia el problema de si el segundo principio (el
del momento de la cantidad de movimiento) es o no equivalente al primero. La respuesta
es que no, que para los sistemas en los que hay esfuerzos cortantes no lo es. En general pa-
ra sólidos elásticos o fluidos con rozamiento, ambos principios son independientes.

Para el caso de un solo punto material es suficiente para resolver un problema utili-
zar un principio u otro, y para el caso de sistemas materiales también, ya que las ecuacio-
nes del segundo principio se deducen de las del primero. Ahora bien en este último caso
existen fuerzas conocidas (las exteriores) y otras desconocidas (las interiores). Entonces
es necesario eliminar estas últimas, y ésto se consigue hallando la resultante de los pro-
ductos de las masas por las aceleraciones de todos los puntos del sistema material, que
es igual a la resultante de todas las fuerzas exteriores, ya que la resultante de todas las fuer-
zas interiores es nula (tercera ley de Newton), lo que da origen al teorema del movimien-
to del c.d.g., es decir que éste se mueve como un punto material dotado de la masa total
del sistema y sometido a una fuerza igual a la resultante de las fuerzas exteriores. Con la
importante consecuencia de que si la resultante de las fuerzas exteriores es nula, la ace-
leración del c.d.g. es nula y éste o está en reposo o se mueve con movimiento uniforme y
rectilíneo (ley de conservación de la cantidad de movimiento total del sistema). Al tomar
momentos respecto a un punto, se hace igual a cero el momento resultante de las fuerzas
interiores, con lo que se obtiene que la derivada respecto al tiempo del momento resul-
tante de la cantidad de movimiento del sistema es igual al momento resultante de las fuer-
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zas exteriores. Si el centro de momentos es el c.d.g. se obtiene el movimiento relativo del


sistema alrededor del c.d.g. El empleo de estos dos principios permite descomponer el estu-
dio del movimiento del sistema en dos movimientos: el del c.d.g. y el relativo del sistema al-
rededor del c.d.g.

El resultado anterior puede utilizarse para sustituir la tercera ley de Newton por otra
que le es equivalente que afirma que la resultante y el momento resultante de las fuerzas in-
teriores son nulos. Con la excepción claro está, de lo afirmado anteriormente y demostrado
en la nota 2^.

No obstante estas ideas que hoy nos parecen claras, van progresando muy lentamente
y asf en 1703 Jacobo Bernoulli aplica el principio de la palanca, es decir del equilibrio de
momentos a resolver el problema del péndulo ffsico, que Huygens habfa resuelto anterior-
mente por método distinto.

El uso de los dos antecitados principios de la Mecánica llega a su enunciado preciso


y correcto hacia 1775, como consecuencia de los trabajos de Euler sobre el movimiento de
un sólido rígido,de fluidos perfectos y las barras elásticas, y por eso se les suele llamar las
leyes eulerianas del movimiento. Antes en 1744 en "De motu corporum flexibilium" Euler
habfa aplicado los dos principios para resolver el problema del movimiento sobre un plano,
de n barras articuladas en sus extremos.

Newton había distinguido aunque quizás algo confusamente, entre masa y peso, aun-
que la distinción se podía hacer claramente desde el momento en que se sabía que la acele-
ración de la gravedad varía con la latitud, pero no definió la inercia, a pesar de que conocía
la inercia de la rotación en casos sencillos. Euler aparte de dar nombre por primera vez al
momento de inercia, que había sido utilizado anteriormente por Huygens, introduce el ten-
sor de inercia (los coeficientes de la ecuación del elipsoide de inercia), establece netamente
la diferencia entre masa e inercia, e investiga muy profundamente el movimiento de los só-
lidos rígidos en su gran tratado de 1765, Para los sólidos se puede decir que el tensor de
inercia desempeña el mismo o parecido papel que la masa para los puntos materiales.

El progreso de las ideas es tan lento que hasta Poisson en su "Traité de Mécanique"
(1833) no aparece la demostración de que ningún par resultante es ejercido en un sistema
de fuerzas centrales equilibradas dos a dos. La ley de las áreas que es la segunda ley de
Keppler que es válida para todo movimiento en un campo de fuerzas centrales, no es enun-
ciada de una manera clara hasta 1747, independientemente por Daniel Bernoulli y Euler.
Cuando el momento resultante de las fuerzas exteriores que actúan sobre un sistema mate-
rial es nulo, se cumple la ley de las áreas para la proyección del movimiento sobre cualquier
plano, y hay conservación del momento de la cantidad de movimiento total del sistema.

A medida que transcurre el tiempo, va disminuyendo el empleo de métodos geométri-


cos sintéticos en Mecánica y aumentando el empleo de los métodos analíticos; primeramen-
te se utiliza solamente la descomposición de la aceleración en dos direcciones perpendicula-
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res (tangencial y normal) y el primero en utilizar la descomposición de la aceleración en


tres direcciones perpendiculares es McLaurin en su "Treatise of Fluxions" (1742), lo que
supone un adelanto muy notable.

La Geometría Analítica es básica en Mecánica, el planteamiento analítico de los pro-


blemas mecánicos conduce a ecuaciones diferenciales, y el camino que conduce a ellas es el
Análisis aplicado a la Geometría. Como el progreso de la Geometría Analítica es lento, len-
to es también el progreso de la Mecánica. El siglo XVII se ocupa fundamentalmente de la
Geometría Analítica del plano, a pesar de que Descartes y Fermât tuvieron la intuición de
su extensión al espacio, y en realidad lo que hacía falta era solamente introducir una coor-
denada más. Es seguramente con Clairaut con el que se produce un.adelanto notable; tiene
la idea de estudiar las curvas alabeadas como intersección de dos cilindros proyectantes de
la curva, sobre dos planos perpendiculares, en su obra "Recherches sur les courbes a double
courbure" (1731); a lo que alude el nombre de doble curvatura es que una curva plana que-
da definida dando su curvatura en función de su arco, y por tanto una curva alabeada que-
da definida dando las dos curvaturas de las dos proyecciones; pero esta definición no es in-
trínseca, porque los dos planos perpendiculares sobre los que se proyecta son arbitrarios.
Hoy en día a las curvas alabeadas se les llama también de doble curvatura, pero es por otra
razón, es por la de tener curvatura de flexión y de torsión. Este libro de Clairaut es segura-
mente el primer tratado de Geometría Analítica tridimensional. El nombre de Geometría
Analítica aparece mucho después, es incluso posterior al de Mecánica Analítica, aparece se-
guramente por primera vez en Lacroix en su 'Traité de Calcul" (1797) donde escribe: "...
la geometría que se podría llamar geometría analítica, y que consiste en deducir las pro-
piedades de la extensión del mínimo número posible de principios por métodos puramente
analíticos, de la misma manera que ha hecho Lagrange en su Mecánica ...". El libro de Mon-
ge "Feuilles d'analyse" que contiene las grandes investigaciones del Autor sobre Geometría
Analítica y Diferencial es de 1795. El siglo XVIII se caracteriza también, porque por prime-
ra vez aparecen con gran profusión los libros didácticos, algunos de los cuales alcanzaron
un gran número de ediciones, aún muy entrado el siglo XIX.

La Geometría Diferencial de curvas y superficies va progresando íntimamente ligada


a la Mecánica y uno de los problemas fundamentales comunes a ambas ciencias es el de las
líneas geodésicas. En este campo son esenciales las aportaciones de Euler. Son hitos impor-
tantes: el planteamiento del problema de las líneas geodésicas sobre una superficie en 1697,
el teorema de Clairaut en 1733 de que en una superficie de revolución el producto del radio
del paralelo que pasa por un punto de una geodésica por el seno del ángulo que forma la
geodésica con el meridiano en ese punto, es constante; y la demostración en 1736 por Euler
de que la trayectoria de un punto obligado a moverse sobre una superficie, cuando no actúa
ninguna fuerza sobre el mismo es una geodésica.

Las líneas geodésicas sobre una superficie se pueden definir de tres maneras indepen-
dientes: a) la mínima distancia entre dos puntos sobre la superficie, b) la trayectoria de un
punto material sobre una superficie cuando no actúa ninguna fuerza, c) la figura de equili-
brio de un hilo sobre una superficie cuando no actúa ninguna fuerza. La primera definición
163

pertenece a la Geometría Diferencial y las dos últimas a la Mecánica.

Partiendo de la primera definición utilizando coordenadas curvilíneas el problema se


resuelve hallando el mínimo de una integral, la delds sobre la superficie (anulando su varia-
ción); pero si se utilizan coordenadas cartesianas, el problema se resuelve hallando el míni-
mo condicionado de una integral y es inmediato que el problema es equivalente al de hallar
una curva sobre una superficie, cuyas normales principales coincidan con las normales a la
superficie.

Si se parte de la segunda definición y se utilizan las ecuaciones cartesianas, la anterior


propiedad es inmediata y también lo es que la velocidad con la que elmóvil recorre la tra-
yectoria es constante. Si se utilizan las ecuaciones intrínsecas, que no fueron conocidas has-
ta el siglo XÍX, también es inmediato que la reacción normal de la superficie sobre el punto
es directamente proporcional a la curvatura.

A veces es preferible utilizar los métodos de la Mecánica que los de la Geometría Di-
ferencial, porque sus resultados son extensibles sin más al espacio euclideo de n dimensio-
nes. Por ejemplo para la esfera: como sobre el punto solamente actúa la reacción normal de
la esfera, y ésta está dirigida según el radio, el movimiento es un caso particular del del mo-
vimiento en un campo de fuerzas centrales, por lo que la trayectoria está en un plano que
pasa por el centro de la esfera, y la geodésica es círculo máximo. Resultado que es inmedia-
tamente válido para la esfera de n dimensiones, en donde las geodésicas son también círcu-
los máximos. En el caso de un cilindro de revolución como en el sentido de la generatriz
rectilínea no actúa ninguna fuerza, la proyección del movimiento es un movimiento unifor-
me, y como la velocidad del móvil es constante, también la proyección del movimiento so-
bre la sección recta circular es un movimiento uniforme, luego la geodésica es una hélice.
Este resultado es inmediato para todos los cilindros de revolución qtie en el espacio eucli-
deo de n dimensiones generalizan al anterior, es decir todas las hipersuperficies (n—2) cu-
ya sección recta es desde una circunferencia hasta una esfera de n—1 dimensiones, y cuyas
generatrices son las rectas de hiperplanos desde n—2 dimensiones hasta una (rectas), per-
pendiculares a las antecitadas secciones rectas; es decir las hélices cuya proyección sobre la
sección recta es un círculo máximo (o la circunferencia) y sobre la recta generatriz o el hi-
perplano de generatrices, una recta, siendo recorridas ambas proyecciones con movimien-
to uniforme.

El paso a la Mecánica Analítica se hace a través de las ecuaciones de Lagrange, dedu-


cidas del principio de D'Alembert, el cual reduce la Dinámica a la Estática, como se suele
decir. Ya Arquímedes enunció la ley de la palanca que es la primera proposición de Estáti-
ca y pronunció la famosa frase: "dadme un punto de apoyo y levantaré el universo*' que
tantas veces ha sido parafraseada, entre las ocasiones más famosas, la de Descartes: "dadme
extensión y movimiento y construiré el universo". Después hasta Leonardo de Vinci
(1452—1519) no se dan nuevos pasos en Estática, al menos importantes; después de él
Stevin (1548—1620) investiga el principio del plano inclinado y aplicó el teorema del para-
lelogramo de las fuerzas, sin enunciarlo expresamente. Del Monte en su "Mechanicorum
164

liber" (1577) y Galileo aplican el principio de las velocidades virtuales (de los trabajos vir-
tuales) a diversos tipos de máquinas simples, y este último toma conciencia de que las má-
quinas no ahorran trabajo, de que lo que se gana en fuerza se pierde en velocidad. Torricelli
discípulo de Galileo, enuncia el principio que lleva su nombre, según el cual existe equili-
brio en una máquina cuando el c.d.g. de las cargas ocupa su posición más baja. El mismo
año de los Principia (1687) Varignon publica su "Projet d'une nouvelle mécanique" donde
la Estática elemental está ya muy avanzada y desarrollada, lleva su nombre el teorema del
paralelogramo de las fuerzas, básico en la composición de éstas; a cuyo conocimiento con-
tribuyeron Roberval (1668), Lami (1687) y el propio Nev^ton.

En 1740 Maupertuis en una publicación de la Academia de Ciencias de Parfs enuncia


su ley del reposo, que es en realidad el principio de los trabajos virtuales, según el cual un
sistema material está en equilibrio cuando la suma de los trabajos virtuales es decir de los
trabajos realizados en cualquier desplazamiento virtual (compatible con los enlaces) es nu-
la. Con este principio se establece la Estática Analítica y a partir del mismo se resuelven
todos los problemas de equilibrio y así un punto material obligado a moverse sobre una
curva o superficie está en equilibrio, si la resultante de las fuerzas aplicadas es normal a la
curva o superficie; un sólido está en equilibrio si el sistema de fuerzas que actúan sobre el
mismo (fuerzas aplicadas y reacciones de los enlaces) forman un sistema de vectores desli-
zantes nulo. Cuando las fuerzas derivan de un potencial, el principio de los trabajos virtua-
les conduce al hecho de que un sistema material está en equilibrio, cuando su energía po-
tencial es mínima (equilibrio estable) o máxima (equilibrio inestable).

El principio de D'Alembert afirma que en el movimiento de un sistema material la


suma de los trabajos virtuales debidos a las fuerzas aplicadas y a las fuerzas de inercia es
nulo. Por fuerzas de inercia se entienden los productos de las masas por las aceleraciones,
cambiadas de signo, de todos los puntos materiales del sistema. La gran ventaja de este
principio estriba en que para la determinación del movimiento se eliminan las fuerzas de
enlace, debido a que la suma de sus trabajos virtuales es nula. No parece que este princi-
pio esté expresamente enunciado en el 'Traité de Dynamique" (1743) de D'Alembert,
pero desde luego sí lo está en la "Mécanique Analytique" (1788) de Lagrange. Este prin-
cipio figura con este enunciado en todos los textos actuales de Mecánica.

Así como anteriormente vimos que las fuerzas se podían clasificar en interiores y
exteriores, también admiten otra clasificación en fuerzas aplicadas y fuerzas de enlace,
estas últimas son las fuerzas necesarias para obligar a un sistema material con enlace (o
ligaduras) a que se mantengan los mismos durante el movimiento. De la necesidad de ejer-
cer fuerzas para mantener los enlaces, se había percatado ya Jacobo Bernoulli a principios
del siglo XVIII. Resulta pues, que para obligar a un punto material a moverse sobre una
curva o superficie, hay que ejercer sobre el mismo una fuerza que es la que impide que el
punto abandone la curva o superficie, durante el movimiento; esta fuerza es normal a la
curva o superficie (la reacción normal) y por tanto no hay que realizar trabajo para con-
seguir este objetivo. Esto es válido para todas las fuerzas de enlace, cuando los enlaces
son independientes del tiempo. Sin embargo cuando los enlaces dependen del tiempo.
165

por ejemplo cuando un punto material se mueve sobre una curva o superficie móvil y/o de-
formable, entonces no solamente hay que ejercer una fuerza para mantener el enlace duran-
te el movimiento, sino que hay que realizar también un trabajo. En mi opinión, las fuerzas
de enlace, cuando éstos dependen del tiempo sí producen trabajo (véase nota 3^).

Me parece que al principio de D'Alembert, que es un principio diferencial se le puede


dar una forma integral, como principio de la nulidad de las acciones (véase nota 4^), se
puede enunciar diciendo: la suma de la variación de la integral de acción de la semifuerza
viva y de la integral de la variación de la acción debida a las fuerzas aplicadas, es nula. Qui-
zás sea una forma de enunciar el principio de Hamilton en su forma más generalizada.
Cuando las fuerzas aplicadas derivan de un potencial el anterior principio es equivalente al
de la mínima acción de Maupertuis, porque en ese caso la integral de la variación de la ac-
ción de las fuerzas aplicadas y la variación de la integral de la acción del potencial, cambia-
do de signo, son iguales.

En mi opinión existen cuatro clases de fuerzas que son: a) las que producen trabajos
reales, es decir durante el movimiento, y virtuales; como es el caso de las fuerzas aplicadas
más corrientes; b) fuerzas que no producen trabajos ni reales ni virtuales, como es el caso
de las fuerzas de enlace, cuando éstos son independientes del tiempo; c) fuerzas que no pro-
ducen trabajos virtuales pero sí reales, como es el caso de las fuerzas de enlace cuando estos
dependen del tiempo (véase nota 3^); d) fuerzas que no producen trabajos reales pero sí vir-
tuales, como es el caso de la fuerza ejercida por un campo magnético sobre una carga eléc-
trica (véase nota 3^).

En el caso más general, las ecuaciones de Lagrange se formulan a partir del principio
de D'Alembert, y con ello llegamos al nacimiento de la Mecánica Analítica. También pue-
den deducirse del principio de Hamilton que es del siglo XIX, y cuando los enlaces son in-
dependientes del tiempo y existe un potencial, del principio de la mínima acción de Mau-
pertuis.

Maupertuis llegó muy confusamente a su famoso principio de la mínima acción, ins-


pirándose en el principio del tiempo mínimo de Fermât de la Optica, que previamente ha-
bía sido ampliado por Huygens, que es del siglo XVII, y según el cual la luz tarcta un tiem-
po mínimo en ir de un punto a otro, más exactamente diríamos que las trayectorias de los
fotones son braquistocronas, aunque a mí me parece que se puede interpretar también co-
mo un principio de mínima acción, y que las trayectorias de los fotones emplean la acción
mínima (nota 5^). Con Maupertuis entra en la Física una nueva y misteriosa magnitud que
es la acción, cuyas dimensiones son las de una energía por un tiempo, que se revelará de
una importancia extraordinaria no solamente en la Física Clásica sino también en la Relati-
vista y en la Cuántica en nuestro siglo, a pesar de su gran abstracción, frente a otras magni-
tudes físicas como la energía o la potencia, que son también mercancías, bienes económi-
cos, la primera se compra y se vende, tiene un precio calculable, y la segunda como cuali-
dad de máquinas y motores influye decisivamente en el precio de los mismos, y en la elec-
ción de éstos por el comprador.
166

El choque íntimamente ligado a las percusiones, es un problema metamecánico, en


donde intervienen fuerzas infinitamente grandes que actúan durante intervalos de tiempo
infinitesimales, de modo que el impulso mecánico o variación de la cantidad de movimien-
to asociado es finito. En el choque se conserva la cantidad de movimiento siempre, y la
energía solamente si el choque es elástico. En el siglo XVIÍ se ocuparon del choque siste-
máticamente Wallis y Wren en 1668, Huygens en 1689. En el siglo XVIII Robins en su li-
bro "New Principies of Gunnery" (1742) describe y explica el péndulo balístico y sus apli-
caciones a la medida de la velocidad de los proyectiles. Este libro ejerció una gran influen-
cia y fue traducido al francés por Euler en 1745, quien en el prólogo de esta traducción
demostró la paradoja de D'AIembert que consiste en que un flujo estacionario de fluido
que pasa alrededor de un obstáculo no ejerce ninguna fuerza sobre éste. A finales del siglo
XVIII, Carnot el organizador de la victoria y un auténtico incorruptible de la revolución
francesa, en su "Ensayo sobre las Máquinas" (1783) y en su segunda edición en 1803 en
que le cambió el nombre por el de "Principios fundamentales del equilibrio y del movi-
miento" aportó contribuciones decisivas a la teoría del choque, entre las que destaca el
teorema sobre las fuerzas vivas perdidas, que lleva su nombre, y que hoy día sigue sien-
do incluido en la enseñanza universitaria. Es curioso que un hombre tan ocupado en sus
actividades políticas y en tiempos tan agitados, en los que fue protagonista principal, en-
contrara tiempo para sus investigaciones no solamente sobre Mecánica, sino también so-
bre Geometría sintética y sobre los fundamentos de las Matemáticas, lo que en aquel si-
glo se llamaba la "metafísica" del análisis matemático. También fue familia notable la
de los Carnot, su hijo Sadi es el fundador de la Termodinámica en el siglo XIX, y creador
del ciclo que lleva su nombre, su hijo Hipólito, político notable, y los hijos de este último
Sad i,Presidente de la República y Adolfo, químico miembro de la Academia de Ciencias.

Tanto el libro antecitado de Carnot como la Mecánica Analítica de Lagrange no em-


plean figuras, esta última fue calificada por Hamilton de "poema científico". Lagrange,
una de las más grandes glorias de la matemática francesa, nació en Turin (25—1—1736) y
naturalmente su partida de bautismo está escrita en italiano: Giuseppe Lodovico Lagrangia;
comenzó su vida científica en Turin y se le puede considerar como uno de los fundadores
de la Academia de Ciencias de Turin.

Tanto las percusiones como el punto material definido como un punto geométrico
asociado a una masa, es decir un objeto sin dimensiones con una masa finita y una densidad
infinita, requieren para su comprensión nuevos objetos matemáticos que no serán conoci-
dos hasta nuestro siglo: la delta de Dirac. En mi opinión los objetos fractales que hoy están
de moda, y que muchos de ellos eran conocidos en el siglo XIX y considerados como seres
matemáticos "patológicos", pueden encontrar una gran aplicación en la Mecánica (véase
nota 6^).

Así como la Mecánica adquiere un espléndido desarrollo en el siglo X V I I I , la Física


Matemática está en sus orígenes todavía. Se suele fijar el momento del nacimiento de la
Física Matemática en el de las investigaciones de Daniel Bernoulli sobre el problema de la
cuerda vibrante; aunque quizás se pudiera adelantar al siglo XVII con el principio de
Huygens.
167

El principio de Arqufmedes es seguramente la primera proposición de Hidrostática


conocida, y en el siglo XVI al redescubrirse y publicarse en imprenta las obras de Arquf-
medes, se vuelve de nuevo a los estudios de Hidrostática. Stevin redescubre varios resulta-
dos de Arqufmedes, Galileo y Pascal aplican el principio de los trabajos virtuales a varios
casos de equilibrio de Ifquidos, y Pascal enuncia su famoso principio. Torricelli, fundador
de la Hidrodinámica, es el autor del teorema de la velocidad de salida de un Ifquido por un
orificio practicado en la pared del recipiente que lo contiene. Torricelli y Pascal se ocupan
de la presión del aire y Boyle y Mariotte descubren la ley que liga entre sf la presión y el
volumen de un gas a temperatura constante. Como anécdota diremos que Newton en el li-
bro II de sus Principia, da un cálculo erróneo por defecto de la velocidad del sonido en el
aire, porque considera isotérmicas las transformaciones del gas, en vez de adiabáticas co-
mo lo son realmente.

Newton y Huygens se ocuparon de la figura de equilibrio de una masa fluida en rota-


ción bajo la acción de la gravedad, y encuentran que la tierra tiene forma de esferoide acha-
tado (lo que es correcto). Para llegar a este resultado Newton admite que en una masa Ifqui-
da en rotación, las columnas líquidas que van de la superficie al centro ejercen igual presión
sobre este centro. Huygens utilizó la hipótesis de que las fuerzas son normales a la superfi-
cie (la plomada es perpendicular a la superficie del mar). Pero ambas hipótesis no aseguran
el equilibrio, como demostró Clairaut

Es en el siglo XVIII cuando la Hidrostática Matemática adquiere un gran desarrollo,


McLaurin en 1740 demuestra que todo esferoide achatado es una figura de equilibrio, teo-
rema que se completa más tarde al demostrarse que ningún esferoide alargado puede ser fi-
gura de equilibrio. Clairaut en su libro 'Théorie de la Figure de la Terre*' (1743) y "Théo-
rie de la Lune" (1752) parte del equilibrio de las fuerzas interiores y exteriores que actúan
a lo largo de un canal en el interior de una figura de equilibrio, que termina en la superfi-
cie de ésta, o también si es cerrado sobre sf mismo. Principio del que son casos particula-
res los antecitados de Newton y Huygens. Pero Clairaut expresa que para que exista equi-
librio, la función de fuerzas ha de ser una diferencial exacta. Sin embargo Clairaut no llega
a establecer las ecuaciones fundamentales de la Hidrostática, pero en él se halla el origen
de la función potencial, de las superficies de nivel y de los campos vectoriales generaliza-
dos. Clairaut establece la condición para que una diferencial total sea exacta, y utiliza fac-
tores integrantes.

En el siglo XVIII el progreso de la Hidrodinámica es grande, Daniel Bernoulli estable-


ce en 1730 su famoso teorema y en 1738 publica su "Hidrodynamique"; distingue por pri-
mera vez entre presión estática y dinámica. Su padre Juan Bernoulli en 1743 publica su
"Hidraulyque", y D'Alembert en 1744 su "Traité des Fluides", y más adelante sus memo-
rias sobre la causa general de los vientos (1746) y sobre la resistencia de los fluidos (1750),
donde obtiene las ecuaciones en derivadas parciales sobre flujos planos y con simetría
axial (irrotacionales).

Pero son Euler y Lagrange quienes llevan a la Hidrodinámica matemática a un alto


168

grado de desarrollo. Hoy se siguen utilizando los dos métodos conocidos como variables de
Euler y variables de Lagrange, aunque ambos fueron utilizados por Euler entre 1755 y
1757, y Lagrange utilizó ambos en su Mecánica Analítica.

En el método de las variables de Lagrange se sigue el movimiento de una masa infini-


tesimal de fluido A m, que en un instante inicial ocupa la posición de coordenadas carte-
sianas a,b,c, y que en el instante t ocupa la posición x,y,z, en donde estas variables son
funciones uniformes y continuas de a,b,c,t, de modo que la velocidad y la aceleración se
obtienen hallando las derivadas primeras y segundas de x,y,z, respecto a t, considerando
a,b,c, constantes. Como el fluido se considera incomprensible, es preciso una ecuación de
continuidad, que expresa que la masa del líquido que inicialmente ocupa una parte del es-
pacio, es la misma que la que ocupa la parte de espacio en que se ha transformado la ante-
rior (la inicial) durante el movimiento; esta ecuación de continuidad se expresa igualando
la densidad inicial en un punto al producto de la densidad en el punto transformado (en el
movimiento) por el jacobiano de x,y,z, respecto a a,b,c.

El método de las variables de Euler consiste en observar lo que sucede en un punto


fijo del espacio durante el movimiento, como varían las velocidades de las moléculas del
fluido que sucesivamente van pasando por este punto; se define así un campo de velocida-
des u,v,w, que son funciones uniformes y continuas de x,y,z,t, de modo que las aceleracio-
nes son las diferenciales totales de u,v,w, divididas por dt, lo cual permitió a Euler escribir
las ecuaciones fundamentales de la Hidrodinámica, que hoy en día se siguen utilizando,
junto a su ecuación de continuidad, que escribió en la forma hoy usual, y que ha encon-
trado un número extraordinario de aplicaciones, aun fuera de la Hidrodinámica. Si en es-
tas ecuaciones se hacen cero las velocidades, se obtienen las ecuaciones fundamentales de
la Hidrostática.

En sus investigaciones sobre Hidrodinámica D'Alembert, en 1752 y Euler en 1755


se encontraron con funciones de variable compleja, y que las partes real e imaginaria de las
mismas cumplen las condiciones de Cauchy-Riemann, las cuales son suficientes para que la
función sea analítica. En 1777 Euler demostró que estas condiciones son también necesa-
rias. Por ello algunos historiadores han propuesto llamar a las condiciones de Cauchy-
Riemann, condiciones de D'Alembert-EuIer.

El progreso de la Matemática y de la Mecánica y de la Física han ido en paralelo. En


1743 Clairaut en sus trabajos sobre Hidrostática introdujo las integrales curvilíneas, en
1770 Euler introdujo las integrales dobles y en 1775 Lagrange en sus investigaciones sobre
la atracción gravitatoria de un elipsoide de revolución introdujo las integrales triples. Las
funciones de Bessel que toman su nombre y un gran desarrollo en el siglo XIX, aparecen
en el X V I I I ; Daniel Bernoulli encontró la función de Bessel llamada coeficiente de Bessel
de orden cero, en el problema de las oscilaciones de las cadenas pesadas. Euler obtuvo
coeficientes de Bessel más generales en 1764 en las vibraciones de una membrana, y La-
grange en 1771 en el movimiento elíptico planetario. Las integrales elípticas aparte de
aparecer en diversos problemas de geometría, como la rectificación del arco de elipse a lo
169

que deben su nombre, aparecieron también en el cálculo de la duración de la oscilación de


un péndulo, en la ecuación diferencial de la elástica plana obtenida por Jacobo Bernoulli
y más tarde por Euler siguiendo un método distinto. En 1770-1771 Lagrange las encontró
en problemas de muelles elásticos. Pero sobre todo fue en el siglo XIX, al descubrir Abel
las funciones elípticas por Inversión de las integrales elípticas, cuando se abrió el camino
para la aplicación en grande de estas funciones a la Mecánica y a la Física Matemática.

La función potencial, cuyo origen se encuentra en las investigaciones de Clairaut so-


bre Hidrostática (1743), fue encontrada por Lagrange al hallar el potencial newtoniano de
una distribución en el espacio de masas puntuales. En 1782 Laplace demostró que en el va-
cío, el potencial newtoniano de una distribución continua de masa, satisface la ecuación
que lleva su nombre (el laplaciano del potencial igual a cero). Y ya en el siglo XIX (1813)
Poisson halló que este potencial para el interior de la masa atractiva satisface la ecuación
que lleva su nombre (el laplaciano del potencial igual a una función). Los coeficientes de
Legendre aparecen en los llamados armónicos zonales en una memoria de este Autor en
1785 sobre el potencial newtoniano de un elipsoide. Más tarde Laplace hizo gran uso de
estos coeficientes de Legendre en sus desarrollos de la teoría del potencial. Pero fue en el
siglo XIX donde encontraron una gran aplicación en Electricidad y en otras partes de la
Física.

Entre los trabajos de Elasticidad en el siglo XVIII, aparte de los ya citados de la


elástica plana son dignos de mención los de Daniel Bernoulli sobre las vibraciones de una
barra sujeta por un extremo, que le conducen a una ecuación diferencial de cuarto orden,
precedente lejano de las ecuaciones de Navier, que son ya del siglo XIX. La teoría de Euler
de 1778 sobre el pandeo de columnas conservan hoy su validez; y también ofrecen interés
las investigaciones de Euler de 1779 sobre las vibraciones transversales de una varilla elásti-
ca que conducen a una ecuación de cuarto orden y las de Lagrange sobre columnas engen-
dradas por la revolución de cónicas alrededor de sus ejes principales, que le llevaron a una
ecuación diferencial de segundo orden no lineal, que no supo integrar. Los estudios de
Elasticidad del siglo XVII habían sido muy rudimentarios, entre ellos descuellan los de
Galileo sobre fractura de vigas y de Hooke sobre muelles elásticos.

Pero sobre todo lo que es importantísimo, es la resolución al menos parcial, del pro-
blema de la cuerda vibrante y de su equivalente la ecuación de propagación de las ondas
(unidimensionales). Este problema junto al de la propagación del calor de Fourier, ya en el
siglo XIX, han dado lugar a tal cantidad de Matemáticas, que hace que tengan tanta impor-
tancia o más en Matemática pura que en la aplicada.

Preliminar a estos problemas, son los relativos a sistemas oscilantes con más de un
grado de libertad. En 1733 Daniel Bernoulli acometió el problema del péndulo bifilar for-
mado por dos masas puntuales que se apoyan sobre una cuerda tensa de masa nula. En
1739 Euler investigó las oscilaciones armónicas forzadas encontrando el fenómeno de la
resonancia y poco después (1743) halló el método de integración de ecuaciones diferen-
170

cíales lineales de coeficientes constantes (*) lo que facilitó el instrumento matemático de


los sistemas oscilantes de varios grados de libertad, que aun hoy en día siguen manteniendo
vivo el interés de los investigadores, por una parte al desarrollarse en nuestro siglo el Cálcu-
lo Simbólico de Heaviside y demostrar su fntima conexión con la transformada de Laplace,
y por otra al combinarse con el Cálculo de Probabilidades (Vibraciones aleatorias). En el
siglo XVII los estudios sobre estos temas habían sido muy rudimentarios (Mersenne, Pigot,
Noble), aunque ya en 1684 Leibniz sugirió que las propiedades acústicas y elásticas de los
cuerpos estaban relacionadas entre sí.

En 1715 Taylor dio la primera solución, pero muy particular del problema de la cuer-
da vibrante. En 1747 Euler y D'Alembert obtuvieron la solución general como suma de dos
funciones arbitrarias de argumentos x + ct y x—ct, siendo c la velocidad de propagación
de las ondas, solución que Yíoy se sigue utilizando. En 1753 Daniel Bernoulli obtiene la so-
lución general aplicando el método de separación de variables, que desde entonces hasta
nuestros dfas se ha mostrado como uno de los métodos más fecundos, y además enuncia el
principio de superposición, elemento esencial de toda la Física Lineal, según el cual toda
combinación lineal de soluciones de un problema lineal es también solución del problema
(uno de los primeros ejemplos de espacio vectorial). Este principio sería completado por
D'AIembert en 1766, al demostrar que la solución general de una ecuación lineal no homo-
génea, viene dada por la suma de una solución particular cualquiera de ésta y de la solución
general de la ecuación lineal. Este es un ejemplo de los espacios que he llamado a/eaton'a/es,
y de cuya investigación sistemática me he ocupado.

La solución general de Daniel Bernoulli viene dada por una serie de senos como las de
Fourier^ La comparación de la solución de Bernoulli con la de Euler-D*Alembert dado el es-
tado del análisis matemático de aquella época, suscitó muchas dudas; el propio Euler obje-
taba que si ambas soluciones eran correctas se llegaba a la contradicción de que cualquier
función arbitraria sería impar y periódica, dado que se podía desarrollar en una serie de se-
nos. Quedaba abierto el problema sobre el contenido de la clase de funciones representables
por series de funciones trigonométricas.

Lagrange en una memoria sobre la naturaleza y propagación del sonido en 1759, llegó
a la ecuación de la cuerda vibrante, mediante un sistema oscilante con infinitos grados de li-
bertad, límite de un sistema de n masas puntuales iguales y equidistantes sobre la cuerda,
cuando n tiende a infinito. Estuvo a punto de obtener el análisis de Fourier, pero no llegó
a él, porque no permutó la integral y la suma infinita, que es lo que le hacía falta para llegar
a los coeficientes de Fourier, a pesar de que Euler había llegado a los mismos en 1754 en
un problema de mecánica celeste.

(*) Me he ocupado de la problemática cuando los valores iniciales son aleatorios, lo que au-
menta enormemente la riqueza de temas, encontrando las funciones que he llamado diago-
nales. También me he ocupado de las oscilaciones hereditarias, y de las que he llamado frac-
cionarias y teleológicas, utilizando ecuaciones integrales y diferenciales fraccionarias.
171

Laplace sugirió la posibilidad de la existencia de lo que hoy llamamos "agujeros ne-


gros", es decir de regiones del espacio, donde el campo gravitatorio es tan intenso que la
luz no puede escapar de su interior. Pero en mi opinión para poder explicar en la mecánica
clásica la posibilidad de los agujeros negros, hay que admitir que la luz está compuesta de
fotones dotados de masa por pequeña que sea ésta; por las siguientes razones: en el pro-
blema de los dos cuerpos de la gravitación universal, si la masa de uno de ellos tiende a ce-
ro, el otro cuerpo tiende a ser inmóvil, y la solución del problema de los dos cuerpos tien-
de a la solución del problema del cuerpo único, es decir, el del movimiento de un cuerpo
(aquél cuya masa tiende a cero) que es atraído por una fuerza central inversamente propor-
cional al cuadrado de la distancia, por un centro fijo (que es el otro cuerpo). Ahora bien
en el caso que la masa de uno de los cuerpos es cero, en las ecuaciones diferenciales del
movimiento de este cuerpo hay una indeterminación del tipo 0/0 que puede levantarse por
la regla de L* Hôpital, y se obtiene la ecuación del problema del cuerpo único, y aunque
este proceder matemáticamente es correcto, físicamente no lo es, porque entonces sucede-
ría que un cuerpo sin masa estaría sujeto a la ley de la gravitación universal. La posibilidad
de agujeros negros en la Física clásica solamente puede explicarse en regiones del 'espacio
donde el índice de refracción sea tal, que haga que los rayos luminosos no puedan abando-
nar el interior del agujero negro.

En mayo de 1985 en el Instituto de Ingeniería de España, en una conferencia que


pronuncié sobre los diversos modos de producción científica, en unas jornadas sobre políti-
cas de investigación en España, y más tarde en la Escuela T.S. de Ingenieros de Minas, con
motivo de una conferencia enr un acto de homenaje al Rvdo. Padre Enrique Chacón S.J.,
describí los dos principios que he propuesto llamar de Atenea y de Hefestos, en la inter-
pretación y explicación de la historia de la ciencia.

. Decía entonces que así como en la biogenética existe una ley enunciada por Lamarck
según la cual: *1a función crea el órgano", me parece que en la genética de la ciencia se pue-
de enunciar una ley que diga que /as necesidades humanas crean la ciencia y la técnica.

En la anterior ley habría que tomar la palabra necesidad en un sentido muy amplio,
que en su forma más primitiva es el de las necesidades asociadas a la supervivencia del indi-
viduo y de la especie humana y a la subsiguiente modificación del medio ambiente para ha-
cerlo más habitable. En una segunda fase se ampliaría el significado de la palabra necesidad
a las que vienen asociadas a un mayor bienestar y felicidad humanas, y en una última fase
se extendería a la satisfacción de las inquietudes culturales de los hombres.

Proponía designar simbólicamente como principio de Atenea uno de los grandes mo-
tores de la investigación científica, que llega a constituir como una constante histórica, es
el placer intelectual o gratificación proporcionada a la mente humana por la satisfacción
de sus inquietudes culturales y de su ansia de saber.

Equilibrando o compensando el principio de Atenea, estaría el que también propuse


designar simbólicamente como principio de Hefestos o principio de la realidad práctica, que
172

es el otro gran motor de la investigación científica, según el cual el progreso de ésta nace
como respuesta al reto que lanza al hombre el enfrentamiento con una nueva necesidad.

Me parece que así como todas las actividades humanas, que están bajo la influencia
de Freud, están bajo la dualidad de Eros y Thanatos, la historia de las actividades científi-
cas estaría bajo la dualidad de Atenea y de Hefestos (*).

(*) Con estos nombres quiero hacer alusión a la Diosa de la sabiduría y al Dios de los he-
rreros, o sea de la incipiente industria de la antigua Grecia, cuna del pensamiento científico.
173

NOTAS

Nota 1.3

La forma más general de fuerza central, tal que el movimiento relativo de un cuerpo
respecto al otro, en el problema de los dos cuerpos sea mecánicamente semejante al
movimiento absoluto de los dos cuerpos, y que este problema sea réductible al del cuerpo
único, es cuando la dicha fuerza central es una función impar de la velocidad y posición
relativa de ambos cuerpos y eventualmente del tiempo, porque entonces las ecuaciones
diferenciales del movimientos de los dos cuerpos son:

dt^ dt di dr

por ser F función impar, de [1] se sigue que la aceleración del c.d.g. de los dos cuerpos es
nula, y que la ecuación diferencial del movimiento relativo se obtiene dividiendo ambas [1]
por irii y m2, respectivamente y restando con lo que se obtiene:

di m mi m2

Se sigue que la trayectoria relativa de un cuerpo respecto al otro y la de cada cuerpo


respecto al c.d.g. son homotéticas. Un caso particular es el de la gravitación universal.

Nota 2.3

En el caso de dos cargas eléctricas q i y q i ele masas m^ y m2 en movimiento, la segunda


carga ejerce sobre la primera una fuerza magnética que vale:

— 1 — ^ —— A — - A (TI - r2) [3]*


47ríri - y2? dt \dt V

y la primera ejerce sobre la segunda una fuerza magnética, cuya expresión es el resultado de
permutar en [3] el subíndice 1 y el 2. Teniendo en cuenta, que además entre ambas cargas se
ejerce la fuerza coulombiana, y la descomposición en dos vectores del producto vectorial,
las ecuaciones diferenciales del movimiento son:

m
d^i
dt^
_ qiq2i"o
47r[ri :(^-.-=')f^G^-(5-^)>.-='] -
* En el sistema internacional de unidades; fÍQ es la permeabilidad magnética.
174

para la primera carga y la que resulta de permutar en la anterior los subíndices 1 y 2 es la


ecuación diferencial del movimiento de la segunda de carga; c es la velocidad de la luz en el
vacío.

Se sigue de las dos [4] que la aceleración del c.d.g. no es nula, que la resultante de las
fuerzas interiores no es nula, y que por tanto, no se cumple la tercera ley de Newton,

En el caso muy particular del modelo atómico clásico de Rutherford en que el movimien-
to es circular las velocidades V^ y Vp del electrón y del protón son constantes el primer
sumando del segundo miembro de [4] es nulo y la fuerza coulombiana se transforma en:

e^ e^
Ane^r^ ( - -^f)- 47t8or^ 0^^: [5]*

para la atracción del electrón por el protón. El último paso es debido a que:

^ e V . + mpVp = O [6]

y en este caso muy particular si se cumple la tercera ley de Newton.

En el caso del movimiento de un imán y de una carga eléctrica, las fuerzas magnéticas
ejercidas por la carga eléctrica en movimiento, sobre cada uno de los dos polos del imán, y
las ejercidas por éstos sobre la carga eléctrica son ¡guales y opuestas, pero no son centrales,
por lo que la resultante de las fuerzas interiores es nula y la aceleración del c.d.g. es nula;
pero en cambio el momento de las fuerzas interiores no es nulo, por lo que tampoco se
cumple la tercera ley de Newton.

Nota 3.3

En el caso de un punto material que se mueve sobre una superficie deformable y/o móvil
de ecuación fix, y, z, t) = O, el trabajo realizado por la reacción normal es:

JSf , df , df \ ,di,

y de aquí si f es la energía total, W el trabajo de las fuerzas aplicadas, v la velocidad y m la


masa del punto, se tiene que:

d£ d fmV^ \ , oí
dt dt\ 2 W\=
/ -X^ ôt 18]

Los subíndices e y p se refieren al electrón y al protón; m denota la masa.


* A es un multiplicador de Lagrange.
175
Por tanto si [8] es negativo, el trabajo que hay que realizar para asegurar el movimiento
con el anterior enlace es negativo, el sistema cede energía y si [8] es positivo el sistema
absorbe energía* Se trata de un ejemplo de fuerzas que no producen trabajos virtuales, pero
sí reales.

En el caso de un sistema material holónómo de n coordenadas generalizadas q^, . . . , q„,


si Qi, . . . , Q„ son las fuerzas generalizadas, la suma de los trabajos virtuales ôW es:

ÔW = llQiôqi [9]

proponemos llamar fuerzas giroscópicas generalizadas a las que son de la forma:

Qi = '^hfl'j ; hj = -fji [-10]

donde las /¿j son los términos de una matriz antisimétrica. Se tiene entonces que estas
fuerzas si producen trabajos virtuales, que son [9], pero en cambio no producen trabajos
reales, porque dW dale:
dW
— = XqíQ, = EqíZ/,/^;. = O [11]

Un ejemplo de esta clase de fuerzas son las ejercidas por un campo magnético sobre
una carga eléctrica.

Proponemos llamar potencial vector generalizado a una función vectorial, si es que existe,
de componentes A j , . . . , A„, tales que:

dA: dA: dA: d ^ ,


dqj ôqi dt dq^ '

Nota 4.3

En el caso de un sistema material holónómo, como el de la nota anterior, la expresión


integral del principio de la nulidad de las acciones subrayado en el texto de la conferencia es:

(5 J T dt = - I ÔW dt [13]

donde 7 es la semifuerza viva. La variación ¿ y la integral en el segundo miembro de [13] son


conmutativos si las fuerzas generalizadas derivan de una función de fuerzas {existe un
lagrangiano) o también si existe un potencial vector (véase nota 3.^), porque en ese caso
debido a [12] es:
J ¿W dt = (5 J 2 Afi\ dt [14]

En este caso el trabajo que hay que realizar es positivo.


176

Si las Al son independientes del tiempo, también lo es la integral de la acción, segundo


miembro de [14]. Cuando T tiene un término lineal, éste cambiado de signo se comporta
como un potencial vector.

En mi opinión se puede construir una dinámica relativista de los sistema materiales a


partir de las integrales de acción [15] y si los enlaces son independientes del tiempo:

Mc^ ídt
dx = ÔW^-~ôt]dT [15]
~T'\dz OT di

que sustituyen a las [13], donde T es el tiempo propio, í el tiempo ordenado, T está expresada
respecto a T y no a í, y la derivación de todas las variables es respecto a T, que es la variable
independiente. Se obtiene como consecuencia física que la fuerza viva del sistema, si los
enlaces son independientes del tiempo, es igual o inferior al producto de la masa total del
sistema por el cuadrado de la velocidad de la luz en el vacío, pudiendo haber puntos
materiales del sistema animados de velocidad superior a la de la luz.

Si los enlaces dependen del tiempo, entonces T no es una forma cuadrática en las
derivadas, si no que se compone de una parte cuadrática T2, una lineal T^ y un término
independiente TQ (T = T2 + T2 + TQ) y en [15] hay que efectuar la sustitución:

dt
T ^ T2 + Ti + To — [15 bis]
dx

Las anteriores integrales de acción introducen en Mecánica, las que propongo llamar
integrales curvilíneas generalizadas, las cuales se definen de la siguiente manera: dados dos
campos vectoriales F(P) y G{P, O el primero función del punto P, y el segundo función del
punto P y de una curva C que pasa por P, llamamos integral curvilinea a lo largo de C
asociada a estos dos campos a la:

I f(P)'G(P, Qds

Se puede sustituir la ds (diferencial de arco) por dt, siendo t el tiempo con que un móvil
[16]

recorre la curva C Por tanto en [16] habría que hacer el cambio:

ds
ds ^ — dt ; x{s), y(s), zis) -> x(t), y(y\ z(í) [17]

siendo x, y, z, las coordenadas del punto genérico de C. Si:

-., , dx— dy-^ dz —


GiP, C) = —i+-f-j+ — k [18]
ds ds ds

la [16] se convierte en una integral curvilinea ordinaria.

* M es la masa total del sistema y c la velocidad de la luz en el vacío.


177
La variación de la acción a lo largo de la trayectoria real C del punto Piqi, ..., q„):

ÔW dt = llQiôqi dt [19]
c Je

es una integral curvilínea generalizada en la que Q^, . . . , Qn son las componentes del vector
F (P), y ôqi, ..., ôq„ las del C {P, C), que son los vectores que unen el punto móvil P sobre el
arco de trayectoria C, con el punto homólogo P -^ ôP situado sobre la curva variada C + ôC
que tiene los mismos extremos que C.

Por tanto, para la trayectoria real se verifica que la variación de la integral de la acción
de la semifuerza viva T sobre la misma, es igual, cambiada de signo, a la integral de la
variación de la acción [19], cuando se pasa de la trayectoria real a cualquier otra trayectoria
virtual del sistema material infinitamente próxima y con los mismos extremos (posiciones
inicial y final).

Nota 5.^

Como consecuencia de un ensayo de teoría unitaria de las ondas relativistas de materia


y de radiación, creo que en un medio de índice de refracción n se puede asociar a un fotón
las siguientes magnitudes físicas: masa m, energía £, cantidad de movimiento p, velocidad del
fotón V:
hv(n^ - 1) hv[n^ + 1) hvn 2nc

que muestran que la masa del fotón es nula en el vado (n = 1) y no lo es fuera del mismo, que
su energía es mayor fuera que en el vacío. Se sigue de [20] que al ser la cantidad de
movimiento directamente proporcional al índice de refracción el principio del tiempo míni-
mo de Fermât es también un principio de la mínima acción para la luz. Si no se admite la
teoría anterior, los valores [20] son los:

hvn
m = O ; E = hv ; p = ; V = c [21]
c

y el único que se conserva es el de la cantidad de movimiento p, por tanto en cualquier caso


el resultado anterior se mantiene y el principio de Fermât es equivalente a un principio de
mínima acción.

Nota 6.3

He definido e investigado las propiedades de las funciones que he propuesto llamar


fractales, definidas sobre los objetos fractales, como límites generalizados de sucesiones de

* h es la constante de Planck y v la frecuencia de la luz.


178
funciones ordinarias, lo que permite extender la integración a conjuntos de medida infinita y
de medida nula, esto último generaliza la delta de Dirac. Lo cual me parece que tiene
aplicaciones en Cálculo de Probabilidades y en Física.

Vamos a describir uno de estos objetos fractales y la función fractal asociada a partir de
una constante. A este objeto fractal proponemos llamarle barra triádica de Cantor y la
denotamos por B^. Se obtiene de la siguiente manera: a partir de una barra BQ homogénea
de masa m y longitud /, se excluye de la misma el interior de su tercio central y se reparte
uniformemente la masa de este tercio excluido en las dos partes de la barra primitiva que se
conservan; se obtiene así la barra fî^. De las dos partes que componen B^ se excluyen los
interiores de sus tercios centrales y se reparte la masa de estos tercios excluidos, uniforme-
mente entre las partes de B^ que se conservan y se obtiene una sucesión de barras B^,..., B„
. . . , cuya masa permanece constante y cuya longitud total tiende a cero, y el límite de esta
sucesión cuando n tiende a infinito es la barra B^ que llamamos triádica de Cantor. He
calculado para el momento de inercia respecto a su punto medio de B^ el valor m/^/8 que
es mayor que el de B^. Para asegurar la unidad de las distintas partes que componen las
barras B„ se sustituyen las partes excluidas por barras de masa nula.

Como consecuencia del resultado anterior he obtenido que la media aritmética de los
cuadrados de los números reales que forman el conjunto triádico de Cantor (aquellos com-
prendidos entre O y 1, en cuyo desarrollo decimal en el sistema de numeración de base 3 no
figura la cifra 1) es igual a 3/8.

He demostrado que la función exponencial es discontinua para el número cardinal


infinito «aleph cero» de los conjuntos numerables.

BIBLIOGRAFÍA

D'Abro: The evolution of scientific thought, Ed. Dover.


D'Abro: The rise of the new physics, Ed. Dover.
Bell: The Development of Matematics, Ed. McGraw-Hill.
Truesdell: Essays in the History of Mechanics, Ed. Springer.
Mach: Die Mechanik in ihrer Entwicklung historisch-kritisch dargestellt.
Boyer: A History of Mathematics, Ed. Wiley.
Colleté: Histoire des Mathématiques, Editions du Renoveau Pédagogique.
Dieudonné y col.: Abrégé d'histoire des Mathématiques, Ed. Hermann.
Ribnikov: Historia de las Matemáticas, Ed. Mir.

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