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¿Cuál es el propósito de la empresa en la

actualidad?
Endías recientes se dio a conocer una importante declaración de la Business
Roundtable, organización privada que representa a más de 180 corporaciones
muy poderosas de los Estados Unidos que emplean a 15 millones de personas y
que pagan a sus accionistas 296 mil millones de dólares en dividendos. Lo que
declaran estos directores generales es que el propósito de sus empresas será
“promover una economía que sirva a todos los americanos” y “ejercer un liderazgo
en beneficio de todas las partes interesadas: consumidores, empleados,
proveedores y accionistas”.

Tal declaración se explica por dos razones importantes. La primera es política y


tiene que ver con la elección presidencial que se celebrará en Estados Unidos en
el 2020. Ésta será una elección sin precedentes en la que el Partido Demócrata
puede elegir candidato presidencial a un político de izquierda como Elizabeth
Warren o Bernie Sanders, críticos feroces de las grandes corporaciones a las que
culpan de haber contribuido a la corrupción del sistema político americano. En
este sentido, la declaración de la Business Roundtable puede interpretarse como
un mensaje a los electores de que las corporaciones tienen como propósito no
sólo servir a sus accionistas, sino al conjunto de la sociedad.

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La segunda razón es más profunda y tiene que ver con lo que podemos llamar el
surgimiento de una nueva visión del capitalismo. La declaración de la Roundtable
desea expresar una visión más justa y democrática del capitalismo. También
representa una defensa de la idea de que sí es posible un capitalismo que
funcione para toda la sociedad y no sólo para una minoría.
En las últimas décadas se ha librado una batalla intelectual entre dos filosofías
empresariales opuestas respecto a cuál debe ser el propósito de una empresa. La
primera conocida como Shareholder Theory o Teoría del Valor Accionario defiende
la idea de que las empresas deben tener como propósito fundamental generar las
mayores utilidades posibles a sus accionistas. Esta filosofía fue impulsada por el
distinguido economista de la Universidad de Chicago Milton Friedman. Una
filosofía alternativa conocida como Stakeholder Theory o Teoría de las Partes
Interesadas promovida por Edward Freeman de la Universidad de Virginia,
defiende la idea de que el propósito de una empresa debe ser más amplio, debe
ser servir a todas las partes que participan en la generación de valor: los clientes,
los empleados, los proveedores, las comunidades en las que operan y desde
luego los accionistas. De esta filosofía emanó la Escuela de pensamiento
conocida como Responsabilidad Social Corporativa.

Por décadas esta batalla la ganó Milton Friedman, ya que fue el pensador que
mayor influencia tuvo en medios empresariales y académicos. Pero las cosas
empezaron a cambiar cuando salieron a la luz diversos escándalos corporativos
como los protagonizados por empresas como Enron, Tyco, WorldCom y muchas
más a principios del presente siglo en Estados Unidos y otros países.
Recientemente se han revelado casos no menos penosos como el del banco
WellsFargo que por años simuló la apertura de cuentas bancarias y la emisión de
tarjetas de crédito para dar la impresión de que el banco estaba teniendo un
crecimiento muy agresivo. Otro no menos grave es el de Volkswagen (VW), que
sacó al mercado automóviles diésel que no cumplían con los estándares de
emisiones contaminantes pero que podían pasar las pruebas de medición gracias
a la instalación de un dispositivo con el cual era posible burlar los sistemas de
verificación. La motivación principal de esta acción fraudulenta fue incrementar la
penetración de VW en el mercado norteamericano donde, sin el dispositivo, habría
sido imposible pasar los controles de emisiones contaminantes.

También a mediados de los años noventa salieron a la luz casos de violaciones a


los derechos humanos cometidos por las empresas subcontratadas por las
grandes corporaciones multinacionales en Asia, África y Latinoamérica. Al
principio, las multinacionales se mostraron renuentes a asumir responsabilidad
alguna, pero con el tiempo cambiaron su política. Introdujeron Códigos de Ética
que todos sus proveedores debían cumplir para seguir en la cadena de suministro.

Otros casos perturbadores que salieron a la luz fueron los de las empresas que
ocasionaron daños ambientales severos. El más reciente fue el derrame de
petróleo en el Golfo de México en una de las plataformas de la empresa BP.
Estudios realizados por expertos concluyeron que la causa principal de este
accidente había sido la decisión de la empresa de no realizar inversiones
necesarias en seguridad para no afectar los resultados financieros de la empresa.

Estos casos obligaron a una revisión crítica del Shareholder Model. La crítica
principal ha sido que una proporción importante de las empresas que buscan con
obstinación satisfacer las expectativas de ganancia de sus accionistas son
proclives a prácticas de negocios ilegales y éticamente inaceptables. Casi todas
las empresas que han tratado de complacer a sus accionistas con buenos
resultados financieros falsos o con buenos resultados reales, pero conseguidos de
manera ilegal o no ética, han dañado su reputación severamente. Además, todos
los involucrados –empleados, clientes, comunidades, y desde luego sus
accionistas— han sufrido pérdidas significativas.

Y tras la Gran Recesión del 2008, otro capítulo perturbador de la historia


corporativa reciente, con mayor razón es obligado preguntar una vez más cuál
debe ser el propósito de una empresa. A la luz de la historia reciente se puede
afirmar que es legítimo que las empresas busquen entregar buenos resultados
financieros a sus accionistas, pero no a cualquier precio y mucho menos a
expensas de todas las partes que contribuyen a la generación de valor de un
negocio. En tal sentido hay que dar crédito a los directores generales de la
Business Roundtable que, al reconocer que la misión de sus empresas debe
incluir a todas las partes interesadas (stakeholders) y no sólo a sus accionistas
(shareholders), han dado un importante paso en la dirección correcta.

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