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Tras el fracaso de un proceso de paz con las FARC y el ELN que fue
precedido por un amplio movimiento social por la paz y un amplio consenso
nacional alrededor de las premisas de una política de paz, se impone en los
años recientes el intento del presidente Uribe de conseguir la derrota militar de
la insurgencia y superar la violencia con un esquema de gobernabilidad con
rasgos autoritarios. En consecuencia, abandonó el proyecto de construir, con
visión de mediano plazo, una política de paz nacional y estatal, la cual no ha
sido considerada ni siquiera en el sentido formal, por cuanto se parte de negar
la misma existencia del conflicto armado interno, para afirmar que el fenómeno
se reduce a una amenaza de carácter terrorista.
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reforma constitucional de descentralización que incluyó por primera vez la
elección popular de los alcaldes. Su política de paz planteó relacionar la acción
gubernamental, estatal y la convocatoria a la ciudadanía tras el propósito de la
paz. Reconoció carácter político a las guerrillas y aceptó que la solución
negociada se relacionaba con reformas políticas y sociales que superaran las
causas del alzamiento. Con este criterio, impulsó en el Congreso una amnistía
para los rebeldes[3].
La tregua con las FARC dio origen al nuevo movimiento político Unión
Patriótica, que participó en elecciones y consiguió una importante
representación parlamentaria, sin precedentes al momento en la izquierda
colombiana. Sin embargo, durante este periodo aparecen el MAS y otros
grupos paramilitares y se suceden frecuentes atentados contra los miembros
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de la UP, opositores políticos y líderes de organizaciones populares. En estas
condiciones el diálogo acordado con el EPL y el M-19 no avanzó, las treguas
fueron alteradas por los problemas políticos e incidentes militares, varios de los
voceros nacionales y regionales de las guerrillas en tregua sufrieron graves
atentados y progresivamente se rompieron los acuerdos y se retornó a las
hostilidades.
La política de paz del presidente Virgilio Barco (1986 – 1990) fue de evitar el
diálogo con las guerrillas[12], no nombrar comisiones intermediarias y centrarse
en ampliar la cobertura del PNR; argumentó que la paz sería el producto de
acabar con la pobreza y la miseria, tras superar las bases objetivas de la
violencia política. Sustituyó el énfasis en la paz por una política de
Rehabilitación, Reconciliación y Normalización. Sobre buscó recuperar la
presencia del Estado en las regiones de conflicto y convocó las comunidades a
participar en Consejos Municipales de Rehabilitación para acordar obras de
inversión social.
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Este gobierno aportó, en términos de políticas de paz, un énfasis en los
compromisos programáticos de Estado y de gobierno con visión de desarrollo y
largo plazo; creó espacios institucionales de participación ciudadana y,
posteriormente, con base en la aplicación de la Iniciativa para la Paz, consiguió
el primer acuerdo de paz con uno de los principales grupos guerrilleros del
país[15]. En la fase de no aceptación por el Gobierno de diálogos directos con
las guerrillas hay que reconocer el aporte, en términos de intermediación y
buenos oficios, de iniciativas civiles[16]. En particular, la Comisión de Notables
desempeñó una intermediación reconocida por las partes y presentó informes
que permitieron iniciar las conversaciones de paz.
Los pactos de paz del EPL, PRT y MQL tuvieron como centro las reformas a
implementar en la constituyente, de forma que ello se complementó con la
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aplicación de otros compromisos para la reintegración política y social como el
indulto, la favorabilidad para el proyecto político surgido en la legalidad y se
implementación programas de desarrollo regional en zonas afectadas, medidas
en derechos humanos y programas de reinserción de ex combatientes[19]. La
coordinación de los compromisos y programas de los pactos de paz los
asumieron los Consejos de Normalización, el Programa para la Reinserción.
Paralelamente se presentaron diálogos con las FARC y el ELN que llegaron a
considerar la posibilidad de participar en la ANC pero no lo lograron dado el
carácter muy parcial de los consensos conseguidos y la disposición de guerra
que se mantenía entre las partes.
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El Gobierno Samper en medio de la crisis esbozó una política de
paz que conllevó nuevos mecanismos
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convocatoria a una Convención Nacional que sirviera de marco a un
proceso de paz, pero tan sólo con el Consejo Nacional de Paz y con
exclusión de la representación del gobierno.
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delegaciones de organizaciones sociales e instituciones civiles en audiencias
públicas programadas así como el acompañamiento de varios países y
organismos internacionales. Además, de manera paralela se creó una comisión
de alto nivel, en la que participó directamente el comandante de las FARC
Manuel Marulanda, para tratar el tema del llamado Canje Humanitario[28].
Entre los acuerdos parciales se produjo el llamado acuerdo humanitario que
permitió liberar alrededor de 400 integrantes de la Fuerza Pública capturados y
excarcelar una veintena de guerrilleros. Se conformó así mismo una también
llamada Comisión de Notables que produjo un informe que sentó premisas
sobre consensos posibles hacia la resolución del proceso de paz.
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El Presidente Uribe desestima una política de paz e intenta la
desmovilización paramilitar y la derrota militar de la insurgencia
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organismos de seguridad, conformar nuevos contingentes de soldados
profesionales, escuadrones móviles de carabineros y cuerpos Gaula y reactivar
la presencia de las estaciones de la Policía Nacional en los municipios. Asumió
la elevación de la capacidad y la eficacia militar operativa y la recuperación de
territorios de presencia de los grupos armados ilegales; proteger la
infraestructura económica y desarrollar un programa de seguridad vial.
Convocó a la ciudadana a participar en una red de “un millón de cooperantes”
para que prestaran información y colaboración en la actuación de la fuerza
pública con apoyo en un sistema de pago de recompensas.
Desde finales de 2002 los paramilitares agrupados en las AUC declararon cese
unilateral de hostilidades y solicitaron al gobierno conversaciones en
perspectiva de su desmovilización y reinserción, con base en el otorgamiento
de garantías jurídicas tanto con relación a los graves crímenes de guerra y lesa
humanidad como ante las solicitudes de extradición por narcotráfico solicitadas
por Estados Unidos para la mayoría de sus jefes y para narcotraficantes que se
vincularon luego a las AUC con miras a obtener tal beneficio. Por su naturaleza
el entendimiento con los paramilitares es una situación distinta en su
tratamiento a la insurgencia por cuanto no se trata de un alzamiento político
contra el Estado y el régimen político sino de un actor del conflicto armado que
ha actuado principalmente en la ilegalidad[35] pero con frecuentes nexos con
agentes oficiales y con acciones fundamentalmente de castigo sistemático
contra sectores de la población civil.
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mesa unificada fue presionada por el Gobierno, quebrando resistencias para
buscar captar grupos marginados y opuestos al proceso.
En junio de 2005 fue aprobada por el Congreso la Ley 975,[41] conocida como
Ley de Justicia y Paz, la cual finalmente estableció un nuevo marco jurídico
para la reincorporación a la vida civil de miembros de grupos armados
organizados al margen de la ley. Producto de los intensos debates sostenidos
durante varios meses incorporó referencias a la atención de los derechos de
las víctimas y a la necesidad de garantizar la verdad, la justicia y la reparación,
pero como lo advirtieron distintos sectores de opinión, no estipuló los
mecanismos que los hicieran efectivos. Posteriormente la Corte Constitucional,
intentó acercar la ley a los estándares internacionales y a los derechos de las
víctimas, por medio de la Sentencia C-370[42] la cual declaró inexequibles
algunos de sus artículos y condicionó la constitucionalidad de otros a la
realización de una interpretación acorde a los estándares internacionales de
derechos humanos y de los derechos a la verdad, la justicia y la reparación.
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la problemática de conflicto, de violencia y de expresiones de arbitrariedad
existentes.
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La construcción de la paz y el logro efectivo de la reconciliación se apoyan en
dinámicas de inclusión social, tolerancia política, respeto a la diferencia y a la
diversidad, valores éticos humanistas, políticas y metodologías de resolución y
transformación pacífica de los conflictos. Pero en esencia, en hacer posible un
proyecto democrático de sociedad, sustentado en transformaciones que
ofrezcan garantías efectivas. Constituyen a la vez un fenómeno cultural, de la
cultura de paz y de construcción de ciudadanía que ejercita sus derechos.
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lo cual han surgido confluencias programáticas valiosas entre organizaciones
sociales, gremiales, políticas, de derechos humanos y de paz, que en esencia
expresan la relación necesaria de establecer entre sus propósitos y ante la
necesidad de sortear dilemas políticos y acciones de incidencia interna e
internacional que requerían un tratamiento integrado[50].
[6] Decreto No. 240 del 4 de febrero de 1983. Decreto No. 1211 del 22 de mayo
de 1984.
[7] Marzo 28 de 1984, La Uribe, Meta. El Acuerdo fue ratificación del Presidente
de la República.
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[9] Decretos gubernamentales Nos. 3286, 3287, 3288, 34388, 3289 de 1982 y
No. 2109 de 1983.
[12] Sin embargo, el consejero presidencial, Carlos Ossa Escobar, tuvo a cargo
el contacto con las FARC hasta que en 1987 cuando se produjo también el
rompimiento de la tregua con ésta guerrilla.
[20] Decreto 1943 del 12 de agosto de 1991, Decreto 1943 del 12 de agosto de
1991, Decreto 715 del 6 de abril de 1994, Decreto 1059 del 26 de mayo de
1994, Decreto 1384 de junio 30 de 1994, Decreto 1385 de junio 30 de 1994,
Decreto 1387 de junio 30 de 1994, Decreto 1388 de julio 1 de 1994.
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[21] Directiva presidencial No 34 del 10 de octubre de 1990, Directiva
presidencial No 01 del 29 de abril de 1991, Directiva presidencial No 05 de
1991, Directiva presidencial de mayo 13 de 1992.
[25] Decreto presidencial 2107 del 6 de septiembre de 1994, Decreto 1247 del
9 de mayo de 1997 y Decreto presidencial 352 del 19 de febrero de 1998. A la
vez expidió el Gobierno la Directiva presidencial Nº 06 del 18 de febrero de
1998.
[30] El año 2000 hubo fuerte debate y oposición desde organizaciones de paz y
derechos humanos al Plan Colombia, hecho que tuvo repercusión
internacional, con liderazgo de organizaciones como Paz Colombia y la
Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz. En tal sentido un hecho
sobresaliente fue la realización del Encuentro Sociedad Civil-Gobierno-
Insurgencia-Comunidad Internacional, realizado en Costa Rica por iniciativa de
organizaciones colombianas de derechos humanos y de paz en octubre de ese
año.
[32] La política del gobierno Uribe frente al tema de la paz, Álvaro Villarraga S.,
en Revista Foro, No. 52, Bogotá, febrero de 2005, página 13.
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[33] El segundo mandato, actual, 2006-2010.
[34] Ley 812 de 2003, Plan Nacional de Desarrollo 2003-2006, hacia un Estado
Comunitario.
[35] Hasta 1989 los grupos paramilitares eran legales y promovidos por
Brigadas Militares y Batallones de las Fuerzas Militares, pero tras la masacre
de La Rochela, contra una comisión de fiscales e investigadores judiciales que
investigaban sobre sus crímenes en Santander fueron ilegalizados por el
Gobierno Barco.
[37] A partir del IX Informe de veeduría de la MAPP OEA pudo constatarse que
tras las desmovilizaciones de los Bloques paramilitares se presentaban en las
regiones algunos grupos disidentes, luego otros rearmados y el traslado de
otros contingentes paramilitares desde regiones contiguas. En tal circunstancia
obró el hecho de que no se presentó la desmovilización simultánea pero
tampoco hubo concentración e identificación previa del volumen y la presencia
efectiva de los contingentes existentes en cada región como se produjo en los
anteriores procesos de paz con las guerrillas.
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[46] Basta hacer alusión al hecho de que en entre los años 2008 y 2009 se han
evidenciado alrededor de un millar de ejecuciones extrajudiciales que
comprometen a las fuerzas militares a distinto nivel y en todas sus Brigadas, en
el fenómeno denunciado por las familias de las víctimas de desaparición
forzada y homicidios de forma que los afectados son presentados de manera
falsa como guerrilleros muertos en combate, lo cual popularmente se ha
conocido como los “falsos positivos”.
[50] En tal sentido son valorables los esfuerzos actuales de espacios sociales
como las Plataformas de Derechos Humanos y de Paz, el Consenso de
Organizaciones Sociales, la convocatoria de la Minga Indígena y Popular, la
preparación de la Cumbre Política y Social e iniciativas actuales sobre diálogos
intersectoriales, entre otras.
[51] Declaración final, Encuentro de San José de Costa Rica, octubre de 2000.
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