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La ficción llamada estado

Para seguir en la ficción un gobierno necesario surgido del contrato social, es


preciso suponer que la masa social tenga la sensatez, para elegir y para situar en
cabeza de ese gobierno a los hombres más dignos y capaces. Un estado que
favorece la libertad social, la educación, el emprendimiento, el conocimiento en
general, en beneficio para la sociedad, de ser así, en absoluto los partidarios del
gobierno manipularían, chantajearían, sobornarían y presionarían las elecciones
populares para llegar al poder. A esos promotores de un modelo estatal, les es
absolutamente preciso generar la idea de un gobierno providente, que rige la vida
social, promulga la justicia y regula el orden público. Pues desde la razón y la
cordura, los invito a entender lo innecesario y anómalo de esa organización, y
sobran motivos, solo la corrupción y el desamparo actual al que ha sido sometida
la ciudadanía.
Lo primero es que el conocimiento humano es aun limitado, de manera que si
someto a una sociedad a regirse por lo establecido en unas normas que además
de inacabadas o simplemente teóricas, y adecuarse estrictamente a ellas, estoy
sometiendo a esa misma sociedad a adecuarse exclusivamente a los datos que
una organización establece, y precisando la amplitud del conocimiento cotidiano a
ello, descartando la diversidad y la pluralidad que enriquecen a la sociedad.
Tal sociedad cae muy pronto al más bajo grado del pobreza intelectual y cultural,
el retorno de la abstracción a la vida y el conocimiento termina por limitarse a las
políticas e intereses de unos pocos. Por el contrario, una sociedad sin un modelo
de gobierno reconoce la cualidad transitoria del conocimiento, su desarrollo, y la
infinidad de atracción que puede proveer la relación directa con el otro. Es
gobierno es una entidad lejana, imperfecta, parcializada, absurda desde todo
planteamiento.
Solo la plena autonomía del individuo forma sociedades completas, libres, que
ajustan sus necesidades a la evidencia de los hechos, y no a los subrepticios
normativos rancios de estados que han demostrado sobradamente su ineficacia.
el gobierno es una organización viciada por el dogmatismo político, económico,
cultural, jurídico teológico, incluso, científico. Ignora ramplonamente el instinto del
individuo, el conocimiento espontaneo, la riqueza del intercambio, forma eruditos
de la estupidez, cuyas aspiraciones espontáneas son convertirse en la ley
suprema de la existencia humana.
El gobierno sabe todo eso, pero ni quiere, ni puede, ni va a ir más allá. Está
abstraído en su propia naturaleza, y desconoce por completo, el principio de la
individualidad real, pero solo puede tener acceso a esos individuos reales por
medio de la manipulación.
El gobierno es inamovible, impersonal, general, abstracta, insensible, contrario a la
vida cotidiana que es palpitante de realidad, sensibilidad, logros,
aspiraciones, necesidades y abstracciones que forman espontáneamente las
soluciones reales que busca una sociedad.

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