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Agua y Conflictos en Sistemas de Riego
Agua y Conflictos en Sistemas de Riego
1. Introducción
Los conflictos en los sistemas de riego han sido siempre de gran interés
para los antropólogos dedicados al estudio de la agricultura de regadío y la
gestión del agua. Conscientes de su importancia para la Antropología y otras
disciplinas afines, pretendemos en este trabajo realizar un análisis de carácter
teórico centrado en varios puntos1.
76, 83) no sea del todo correcto, pues la clave está en la gestión del agua.
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De acuerdo con Galván en su estudio sobre Taganana (1980: 154): “... el agua, bien escaso y
central en la vida del pueblo, condiciona el conjunto de las relaciones sociales que son a la vez
conflictivas (si se mira al interior de la comunidad) o unificadoras (si estamos ante la acción del
exterior)”.
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En palabras de Pérez Picazo y Lemeunier (1990a: 52-53): “... los [conflictos] verticales afectan
a clases sociales distintas, definidas por el disfrute o la carencia de la apropiación del agua y/o
del control de los organismos de gestión”.
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Nosotros añadiremos otra distinción que consideramos relevante:
conflictos internos y externos5. Los internos son los que se desarrollan en el
interior de un sistema de irrigación, es decir, entre los distintos “actores”
(regantes, acequieros, directivos...), aunque, ciertamente, algunos de los factores
necesarios para su explicación pueden ser externos (p. ej., la introducción de
cultivos con altos requerimientos hídricos destinados al abastecimiento de
mercados). Los conflictos externos, por su parte, son aquellos en los que
aparecen implicados un grupo o, sobre todo, una comunidad y algún elemento
externo, que puede ser desde otro grupo u otra comunidad hasta la
Administración.
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Peris Albentosa (1992: 42) también introduce esta distinción.
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Son numerosos los autores que han puesto de manifiesto la estrecha relación existente entre
escasez de agua y conflictos. Ver, por ejemplo, Hunt y Hunt (1974: 152), Hunt (1989: 80 y
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bien, no debemos olvidar que la escasez de tal recurso es, o puede ser, aparte de
una circunstancia de origen natural (p. ej., reducción del agua disponible por una
disminución prolongada de las lluvias) la consecuencia de la intervención de
factores sociales y económicos. Ello se entiende si tenemos en cuenta que aquélla
es el resultado de la relación entre la cantidad disponible del recurso y las
necesidades. De este modo, nos encontramos ante una situación de escasez
cuando el agua a disposición no es suficiente para satisfacer las necesidades, lo
cual puede producirse tanto por una disminución de las disponibilidades hídricas
manteniéndose igual los requerimientos como por un aumento de éstos sin un
incremento paralelo de aquéllas.
1990: 145), Pasternak (1968: 377), Pérez Picazo y Lemeunier (1990b: 152), Guanawardana
(1971: 21), Vandermeer (1971) y Millon et al. (1962). Según Hunt y Hunt (1974: 152):
“Cuando el agua se vuelve escasa, porque el número de agricultores y la tierra bajo cultivo
requieren más agua de la disponible, los conflictos estallan”.
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De acuerdo con Guillet (1992: 147): “Una fuente de desorden proviene de la competencia por
los recursos escasos y valiosos gestionados por esos sistemas. Tal competencia es una fuente
potencial de conflicto en todos los sistemas comunales de gestión de recursos”.
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La ligazón entre desigualdad y conflictividad en sistemas de riego ha sido señalada también en
otros estudios. Ver, por ejemplo, Hunt y Hunt (1974: 152), Uphoff et al. (1990: 30), Millon et
al. (1962), Lees (1973: 118) y Beardsley et al. (1980: 150).
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solución la intervención externa. Aquí se comprueba la estrecha relación
existente entre la escasez de agua y la desigualdad en el acceso y disfrute de ella.
Lo expuesto nos lleva a afirmar que los conflictos internos (de mayor
gravedad) en sistemas de irrigación tienden a relacionarse con las desigualdades
individuales o colectivas en el acceso al agua en un contexto donde ésta resulte
escasa (véase también Kalshoven, 1976: 50)9. En tal sentido, aumentará la
probabilidad de aquéllos donde una cantidad escasa de tal recurso se asigne o
distribuya desigualmente. Del mismo modo, se puede aceptar que a medida que
la asignación-distribución sea más equitativa probablemente se reduzca la
conflictividad (ver Vandermeer, 1971: 179; Glick, 1972: 47 y Pasternak, 1968:
332, 342)10.
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Según este autor: “Uno de los terrenos comunes para el conflicto está constituido por las
desigualdades con respecto al acceso al agua” (Kalshoven, 1976: 250).
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Para Pasternak (1968: 332): “... donde el acceso al agua sea igualado en términos de tiempo y
cantidad, habrá... menos conflictos sobre el agua...”.
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4. La resolución de conflictos
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Ver también De los Reyes (1985: 7), Ostrom (1992: 55, 71, 73 y 74) y Ostrom y Benjamin
(1993: 56). De acuerdo con Ostrom (1992: 74): “Si bien la presencia de mecanismos de
resolución de conflictos no garantiza que los usuarios serán capaces de mantener instituciones
duraderas, es difícil imaginar cómo cualquier sistema complejo de reglas podría mantenerse en
el tiempo sin tales mecanismos”.
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Éste es el caso, en España, de los Jurados de Riego de las Comunidades de Regantes (ver, p.
ej., Pérez Pérez, 1993: 172-173) o de instituciones más tradicionales como el Tribunal de las
Aguas de Valencia (ver Glick, 1988: 82-86 y Pérez Pérez, 1993: 189-196).
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Esto es muy frecuente en los regadíos históricos españoles. Ver Rodríguez Molina (1991:
144), Glick (1972: 17 y 1988: 67 y ss.), Gual Camarena (1979: 58), Box Amorós (1992: 65) y
Peris Albentosa (1992: 270-271). Un ejemplo actual puede ser el “delegado de aguas” presente
en el sistema de Socorama, en Chile (Castro Lucic et al., 1992: 50-51). Paerregaard (1994: 195-
195) nos presenta un caso en cierta medida mixto (Tapay), pues en él los conflictos son
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experiencia necesarios (p. ej., los regantes más ancianos) para poder hacer de
mediadores entre las partes en conflicto y tratar de llegar a una solución14.
El manejo local de los conflictos es, sin duda, positivo por diversas
razones, destacando entre ellas dos (ver Glick, 1988: 265). En primer lugar, los
conflictos y otras situaciones de desorden pueden incidir de forma negativa en el
funcionamiento del sistema de irrigación. Esto hace necesario que las medidas de
corrección sean rápidas, lo que, como sabemos, no suele ser corriente cuando se
acude, por ejemplo, a los tribunales de justicia ordinarios. En segundo lugar, en
muchas ocasiones sólo los expertos y regantes locales poseen los diversos
conocimientos, tanto del funcionamiento y de las particularidades del propio
sistema de riego como de las condiciones naturales de su medio, necesarios para
llegar a soluciones adecuadas. Ello supone que la imposición de sanciones a los
que infringen las reglas y la solución de determinados conflictos deben ser
internas (organización de regantes), recurriendo a niveles superiores cuando los
mecanismos y las medidas locales sean ineficaces o inaplicables. En muchos
países han sido conscientes de los beneficios de la resolución de conflictos
internos en el propio sistema y por los más directamente interesados (los usuarios
del agua) por lo que los jurados formados por los regantes han sido reconocidos
por las leyes, de lo cual tenemos un buen ejemplo en España ya en el siglo XIX.
resueltos por los propios regantes, interviniendo los jueces de agua sólo cuando aquéllos surgen
entre los distribuidores y los usuarios.
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Ver Ishow (1987: 242) y Adams et al. (1994).
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superiores, por lo general extralocales, para su solución (ver Hunt y Hunt, 1976:
395; Hunt, 1986: 202 y Bolin, 1990: 143). Siendo aún más concretos, se ha
comprobado que el intervencionismo estatal en sistemas de irrigación locales
suele producirse en el contexto de severos conflictos incapaces de ser resueltos
en su interior con los medios a disposición por las comunidades (ver, p. ej.,
Romero et al., 1994). Tal intervención ha demostrado ser, en muchas ocasiones,
exitosa, llevando a esos sistemas a mejores resultados económicos y sociales. Lo
contrario también se ha comprobado. Esto es, no ha sido raro que la intervención
externa haya contribuido a dejar las cosas como estaban o incluso a empeorarlas.
Dada la dependencia de diversos factores no es fácil formular una generalización
que recoja lo expuesto. Con todo, se ha comprobado que la implicación del
Estado ha sido exitosa cuando ha realizado (o incentivado) modificaciones en
aquellos elementos del sistema que eran problemáticos por unos motivos u otros,
por lo que afectaban a los intereses generales, dejando todo lo demás igual y no
trastocando o eliminando los principios fundamentales para su buen
funcionamiento (p. ej., la gestión autónoma).
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De acuerdo con Kraus (1992: 44): “Si hay un conflicto entre dos comunidades el conflicto es
externo y debe ser resuelto por una agencia de fuera. Para tratar con esta situación existen
instituciones políticas/legales tales como los tribunales oficiales del gobierno o las instituciones
informales”.
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instituciones de la sociedad de la cual forma parte el sistema en cuestión. La
intervención de tales sujetos no es, ni mucho menos, garantía de éxito, pero éstos
sí pueden conseguir que la defensa de los intereses locales sea más efectiva.
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Ver Hunt y Hunt (1974: 153 y 1976: 395) y Siy (1982: 43). Según los primeros: “Nuestra
hipótesis es que las elites del poder son cruciales para la resolución de conflictos sobre el agua.
Las personas que poseen roles de control del agua están íntimamente conectadas con la
distribución del poder en la sociedad” (1974: 153).
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mediación ha sido exitosa bien por no conseguir el apoyo necesario, o bien por
enfrentarse a grupos o entidades aún más poderosos.
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creemos que el análisis de los conflictos es absolutamente esencial para
comprender la evolución de un sistema de riego, al menos desde la perspectiva
de las ciencias sociales.
6. Conclusiones y resumen
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carece de medios para resolver esta clase de disputas que rebasan los límites de
un sistema de riego. El manejo de estos conflictos tiene como trasfondo la
relación de niveles locales y no locales, por lo que la mediación de miembros de
una organización de regantes con poder político y/o económico y con buenas
conexiones tanto internas como externas adquiere muchísima importancia,
aunque su intervención no sea garantía de éxito. Lo que resulta claro es que en el
marco de conflictos externos e internos exteriorizados (intervención de entidades
externas para su resolución) el “poder” de las partes implicadas o de algunos de
sus miembros se convierte en fundamental tanto en su desarrollo como en su
solución.
Por último, indicar que podemos ligar los conflictos internos de cierta
magnitud y los cambios en diversos aspectos de un sistema de irrigación. No hay
que olvidar que aquéllos son indicadores de que algo en éste no funciona bien,
por lo que es corriente que para reducirlos o resolverlos se activen ciertos
mecanismos e inicien determinados procesos (p. ej., recurrir a la Administración,
debatirlos en las asambleas de regantes...) que pueden contribuir a que los
cambios tengan lugar. Por ello, el estudio de los conflictos se vuelve esencial
para comprender y analizar la evolución de un sistema de riego, al menos desde
la perspectiva de las ciencias sociales.
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