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El Espíritu Santo advierte, el Espíritu Santo consuela y el Espíritu Santo

testifica.
Un lunes por la tarde, no hace mucho tiempo, mi esposa Lesa y yo visitamos la
casa de una joven familia de nuestro vecindario. Mientras estábamos allí, la
familia nos invitó a quedarnos para la noche de hogar y nos dijo que su hijo de
nueve años había preparado la lección; y por supuesto nos quedamos.

Tras el primer himno, la oración y los asuntos de la familia, el niño de nueve


años comenzó leyendo una aguda pregunta que estaba en su lección escrita
de su puño y letra: “¿Cómo te ayuda el Espíritu Santo?”. La pregunta inició un
significativo análisis en familia y todos compartieron ideas y reflexiones. Quedé
impresionado por la preparación del maestro de la lección y su muy buena
pregunta, que me hizo meditar una y otra vez.

Desde entonces, he seguido preguntándome: “¿Cómo te ayuda el Espíritu


Santo?”. Es una pregunta especialmente relevante para los niños de la
Primaria que están por cumplir ocho años y se preparan para el bautismo, y
para los niños que recién se han bautizado y recibido el don del Espíritu Santo.
También es relevante para los miles de conversos recientes.

Invito a cada uno de nosotros, en especial a los niños de la Primaria, a pensar:


“¿Cómo te ayuda el Espíritu Santo?”. Al meditar en la pregunta, de inmediato
reflexioné sobre una experiencia de mi niñez. Es un relato que narré al élder
Robert D. Hales poco después de mi llamamiento al Cuórum de los Doce
Apóstoles, y que él incluyó en un artículo de una revista de la Iglesia que
escribió sobre mi vida1. Tal vez algunos de ustedes conozcan el relato, pero
quizás muchos no.

Cuando tenía once años, mi padre y yo fuimos de caminata, un caluroso día de


verano, a las montañas cercanas a casa. Mientras papá subía el empinado
sendero, yo saltaba de una roca grande a otra, por los costados del sendero. Al
intentar subirme a una de las rocas grandes, empecé a trepar a gatas hasta la
cima de esta. Mientras lo hacía, me sorprendí cuando mi papá me tomó del
cinturón y me tiró hacia abajo. Me dijo: “No subas a esa roca, sigamos por el
sendero”.

Minutos después, al mirar hacia abajo desde una parte más elevada del
sendero, nos quedamos boquiabiertos al ver una gran serpiente de cascabel
recostada al sol en la cima de la roca que yo había intentado trepar.

Más tarde, mientras regresábamos de vuelta a casa en el auto, sabía que papá
estaba esperando que le preguntara: “¿Cómo sabías que la serpiente estaba
allí?”. Así que le pregunté, y mi pregunta nos llevó a una charla sobre el
Espíritu Santo y cómo Él puede ayudarnos. Jamás he olvidado lo que aprendí
aquel día.

¿Pueden ver cómo me ayudó el Espíritu Santo? Estaré siempre agradecido


que mi padre escuchó la voz delicada y apacible del Espíritu Santo, ya que
quizás me haya salvado la vida.

Lo que sabemos sobre el Espíritu Santo

Antes de considerar más ampliamente la pregunta: “¿Cómo te ayuda el Espíritu


Santo?”, repasemos algo de lo que el Señor ha revelado sobre el Espíritu
Santo. Hay muchas verdades eternas que podríamos considerar, pero hoy
recalcaré solo tres.

Primero, el Espíritu Santo es el tercer miembro de la Trinidad. Aprendemos


dicha verdad en el primer Artículo de Fe: “Nosotros creemos en Dios el Eterno
Padre, y en su Hijo Jesucristo, y en el Espíritu Santo” 2.

Segundo, el Espíritu Santo es un personaje de Espíritu, tal como se


describe en las Escrituras modernas: “El Padre tiene un cuerpo de carne y
huesos, tangible como el del hombre; así también el Hijo; pero el Espíritu Santo
no tiene un cuerpo de carne y huesos, sino es un personaje de Espíritu. De no
ser así, el Espíritu Santo no podría morar en nosotros” 3. Eso significa que el
Espíritu Santo tiene un cuerpo de espíritu; no como el Padre y Jesucristo,
quienes tienen cuerpos físicos. Esa verdad aclara otros nombres que se dan al
Espíritu Santo y que nos son familiares, entre ellos, el Santo Espíritu, el Espíritu
de Dios, el Espíritu del Señor, el Santo Espíritu de la promesa y el Consolador 4.

Tercero, el don del Espíritu Santo se recibe mediante la imposición de


manos. Esa ordenanza, posterior al bautismo, nos hace merecedores de la
compañía constante del Espíritu Santo5. Para efectuar dicha ordenanza, varios
dignos poseedores del Sacerdocio de Melquisedec colocan las manos sobre la
cabeza de la persona6, se dirigen a ella por su nombre, declaran su autoridad
del sacerdocio y, en el nombre de Jesucristo, la confirman miembro de La
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y pronuncian esta
importante frase: “Recibe el Espíritu Santo”.

¿Cómo te ayuda el Espíritu Santo?

Con ese sencillo repaso de tres verdades clave sobre el Espíritu Santo,
regresamos a nuestra primera pregunta: “¿Cómo te ayuda el Espíritu
Santo?”.

El Espíritu Santo advierte

Tal como describí en la experiencia que tuve en mi niñez, el Espíritu Santo


puede ayudarlos al advertirles con antelación sobre peligros físicos y
espirituales. Aprendí nuevamente acerca de la importante función de advertir
que tiene el Espíritu Santo mientras servía en la Presidencia del Área Japón.

Durante ese tiempo, trabajé estrechamente con el presidente Reid Tateoka,


presidente de la Misión Japón Sendai. Como parte de su rutina habitual de la
misión, el presidente Tateoka planificaba una reunión para los líderes de la
misión en la parte sur de esta. Unos días antes de la reunión, el presidente
Tateoka tuvo una impresión, un sentimiento en el corazón, de invitar a todos los
misioneros de esa región a la reunión de líderes, en vez de la pequeña
cantidad establecida de élderes y hermanas líderes.

Cuando anunció su intención, se le recordó que esa reunión no se había


establecido para todos los misioneros, sino solo para los líderes de la misión.
Sin embargo, dejó de lado las costumbres a fin de obedecer la inspiración que
había recibido, e invitó a la reunión a todos los misioneros que servían en
varias ciudades costeras, incluidos los de la ciudad de Fukushima. El día
indicado, el 11 de marzo de 2011, los misioneros se congregaron para la
reunión ampliada de la misión en la ciudad de Koriyama, tierra adentro.
Durante la reunión, un terremoto de 9 grados de magnitud y un tsunami
azotaron la región de Japón donde se halla la misión Japón Sendai.
Trágicamente, muchas ciudades costeras —incluidas aquellas de las cuales se
había congregado a los misioneros— fueron devastadas y sufrieron muchas
víctimas fatales; y la ciudad de Fukushima sufrió un subsiguiente accidente
nuclear.

Aunque el terremoto dañó el centro de reuniones donde los misioneros se


habían congregado aquel día, al obedecer los susurros del Espíritu Santo, el
presidente y la hermana Tateoka y todos los misioneros se hallaban a salvo.
Estaban fuera de la zona de riesgo, y a kilómetros de la devastación del
tsunami y de la lluvia radiactiva.

Al prestar atención a los susurros del Espíritu Santo —impresiones que la


mayoría de las veces son delicadas y apacibles— tal vez ustedes sean
alejados, sin siquiera saberlo, de un peligro espiritual y temporal.

Hermanos y hermanas, el Espíritu Santo los ayudará al advertirles, como lo


hizo con mi Padre y con el presidente Tateoka.

El Espíritu Santo consuela

Para continuar contestando la pregunta “¿Cómo te ayuda el Espíritu Santo?”,


analicemos ahora Su función como el Consolador. Hay acontecimientos
inesperados en nuestra vida que causan tristeza, dolor y desilusión. Aun así, en
medio de tales pruebas, el Espíritu Santo nos sirve en una de Sus importantes
funciones: la de Consolador, que es, de hecho, uno de Sus nombres. Estas
palabras apacibles y reconfortantes de Jesucristo describen esa sagrada
función: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con
vosotros para siempre”7.

Para ilustrarlo más aún, comparto la historia verdadera de una familia con cinco
hijos que se mudó de Los Ángeles, California, EE. UU., a una pequeña
localidad hace algunos años. Los dos hijos mayores comenzaron a practicar
deportes en la escuela secundaria y a relacionarse con amigos, líderes y
entrenadores; muchos de los cuales eran fieles miembros de la Iglesia. Esas
relaciones ayudaron a conducir a Fernando, el mayor, y a un hermano menor,
al bautismo.

Luego Fernando se mudó lejos de casa, donde continuó sus estudios y jugó
fútbol americano en la universidad. Se casó en el templo con su novia de la
escuela secundaria, Bayley. Mientras Fernando y Bayley concluían sus
estudios, esperaban ansiosos el nacimiento de su primer bebé: una niñita, pero
durante el proceso en el que sus familias ayudaban a Fernando y Bayley a
mudarse de regreso a casa, Bayley y su hermana conducían por una autopista
y sufrieron un trágico accidente que involucró muchos vehículos. Bayley y su
hija, que aún no había nacido, perdieron la vida.

Sin embargo, a pesar de lo hondo del pesar de Fernando y de los padres y


hermanos de Bayley, así de profundos también fueron la paz y el consuelo
contrastantes que se derramaron sobre ellos casi de inmediato. El Espíritu
Santo, en Su función de Consolador, verdaderamente sostuvo a Fernando a
través de esa aflicción incomprensible. El Espíritu transmitió una paz
perdurable que condujo a Fernando a una actitud de perdón y amor hacia todos
los que habían participado en la trágica colisión.

Los padres de Bayley llamaron a su hermano, que servía como misionero al


momento del accidente. Este describió en una carta lo que sintió al oír las
difíciles noticias sobre su querida hermana: “Era sorprendente escuchar sus
voces tan calmadas en medio de la tempestad. No sabía qué decir… Todo lo
que podía pensar era que mi hermana no estaría presente al volver a casa…
Sentí consuelo mediante sus inquebrantables testimonios del Salvador y Su
plan. Mi corazón se colmó del mismo dulce espíritu que me lleva al borde de
las lágrimas al estudiar y enseñar. Entonces recibí consuelo y se me recordó lo
que sé”8.

El Espíritu Santo los ayudará al consolarlos, como lo hizo con la familia de


Fernando y Bayley.
El Espíritu Santo testifica

El Espíritu Santo también testifica y da testimonio del Padre y del Hijo y de toda
verdad9. Dirigiéndose a Sus discípulos, el Señor dijo: “Pero cuando venga el
Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, … él dará testimonio de mí” 10.

A fin de describir la valiosa función del Espíritu Santo como testigo, continuaré
con la historia de Fernando y Bayley. Como recordarán, relaté que Fernando y
su hermano se habían bautizado, pero sus padres y sus tres hermanos
menores no; y a pesar de haber recibido numerosas invitaciones para reunirse
con los misioneros a lo largo de los años, la familia declinaba hacerlo.

Ante los dolorosos fallecimientos de Bayley y su bebé, la familia de Fernando


no tenía consuelo. A diferencia de Fernando y de la familia de Bayley, no
hallaban consolación ni paz. No podían entender cómo su propio hijo y la
familia de Bayley podían soportar la pesada carga.

Con el tiempo, llegaron a la conclusión de que lo que su hijo poseía, y ellos no,
era el evangelio restaurado de Jesucristo, y que eso debía ser su fuente de paz
y consuelo. Tras comprender eso, invitaron a los misioneros a enseñar el
Evangelio a su familia. Como resultado, recibieron su propio testimonio del gran
Plan de Felicidad, lo que les brindó la dulce paz y el consuelo tranquilizador
que buscaban desesperadamente.

Dos meses después de la pérdida de Bayley y de la nieta que no había nacido,


los padres de Fernando, así como dos de sus hermanos menores, se
bautizaron, fueron confirmados y recibieron el don del Espíritu Santo. El
hermano más pequeñito de Fernando espera con ansias su bautismo cuando
cumpla ocho años. Cada uno de ellos testifica que el Espíritu, el Espíritu Santo,
le dio testimonio de la veracidad del Evangelio, conduciéndolos al deseo de
bautizarse y recibir el don del Espíritu Santo.

Hermanos y hermanas, el Espíritu Santo los ayudará al testificarles, como lo


hizo con la familia de Fernando.

Resumen

Ahora resumamos. Hemos determinado tres verdades reveladas que nos dan
conocimiento sobre el Espíritu Santo. Estas son: el Espíritu Santo es el tercer
miembro de la Trinidad, el Espíritu Santo es un personaje de espíritu y el don
del Espíritu Santo se recibe por la imposición de manos. Además, hemos
hallado tres respuestas a la pregunta: “¿Cómo te ayuda el Espíritu Santo?”. El
Espíritu Santo advierte, el Espíritu Santo consuela y el Espíritu Santo testifica.

La dignidad para conservar el don

Para aquellos de ustedes que se están preparando para bautizarse y


confirmarse, para quienes recientemente o incluso hace mucho tiempo lo han
hecho, es crucial que conservemos el don del Espíritu Santo para nuestra
seguridad física y espiritual. Empezamos a hacerlo al esforzarnos por guardar
los mandamientos, al ofrecer oraciones personales y familiares, al leer las
Escrituras, y al procurar tener una relación de amor y perdón con familiares y
seres queridos. Debemos mantener virtuosos nuestros pensamientos, acciones
y lenguaje. Debemos adorar a nuestro Padre Celestial en el hogar, en la Iglesia
y, cuando sea posible, en el Santo Templo. Manténganse cerca del Espíritu y el
Espíritu permanecerá cerca de ustedes.

Testimonio
Ahora concluyo con una invitación y mi firme testimonio. Los invito a vivir más
plenamente las palabras que cantan tan a menudo nuestros niños de la
Primaria, palabras que estoy seguro que ellos reconocen: “Puedo, puedo oír la
voz del cielo. Puedo, puedo, seguir al Señor”11.

Mis queridos hermanos y hermanas, mayores y jóvenes, les ofrezco mi


testimonio de la gloriosa existencia de los seres divinos que constituyen la
Trinidad: Dios el Padre, Jesucristo, y el Espíritu Santo. Testifico que uno de los
privilegios que disfrutamos como Santos de los Últimos Días que vivimos en el
cumplimiento de los tiempos es el don del Espíritu Santo. Sé que el Espíritu
Santo los ayuda, y los ayudará. También añado mi testimonio especial de
Jesucristo y de Su función como nuestro Salvador y Redentor, y de Dios como
nuestro Padre Celestial. En el nombre de Jesucristo. Amén.

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