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AB INITIO

Jorge Medina.

En el apartado “Cómo otro día fue nuestro capitán a ver al gran Montezuma” de La
historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo cede la
voz a Moctezuma y este dice: “desde ab initio acá adoramos nuestros dioses y los tenemos
por buenos” (P, 27). De esta manera defiende a las divinidades de su cultura, frente a las
críticas de Hernán Cortés. Tres circunstancias son posibles en este punto.
Primera. “Desde el inicio”, dice Moctezuma, en otra lengua; esto es: desde el
principio de los nuestros. Pero decir “ab initio” es hablar desde un nuevo origen, el empleo
de la voz latina revela el encuentro de los mundos; o mejor: una colisión. Defiende
Moctezuma las creencias de su pueblo remitiendo al inicio de los tiempos mediante una
frase que no corresponde a su cultura. Así, refiere al tiempo mítico, el particular tiempo
mítico de los que habitan Tenochtitlán, con una expresión ajena. En latín, los romanos
tejieron su cultura; en latín, los españoles se hicieron cultos; en latín, el rey de los mexicas
rememora sus orígenes, pero ya en su evocación Europa invade.
Segundo. Pudo Moctezuma, en una tarde alegre, aprender de Cortés algunas formas
españolas y latinas, así como Cortés pudo aprender algunas formas del náhuatl. ¿Dónde
está la nueva adquisición lingüística del español? No se registra, pues no es de valorar la
lengua de una cultura inferior. Cortés debió aprender algunas palabras, algunas expresiones,
es lo usual en un intercambio de la lengua; pero La historia verdadera de la conquista de la
Nueva España es crónica de vencedores. Registrar el empleo del latín por parte del rey de
los mexicas es indicar el poderío de los españoles, cuando no se registra el conocimiento
cultural que estos obtienen. Cortés tiene en la Malinche una herramienta que lo comunica y
lo mantiene aislado.
Tercero. ¿Dijo realmente Moctezuma esa expresión latina? ¿No es acaso una
licencia crónica de Bernal? Si no la dijo, la primera circunstancia ya no es posible; la
segunda se mantiene, aunque forzada por el falso registro del cronista. Si la dijo, ambas
circunstancias son pertinentes. El día en el que Moctezuma recordó el origen divino de su
pueblo mediante una forma latina, fue también una jornada triste.
El ORO Y LA AGUJETAS
Jorge Medina

Cristóbal Colón describe los tramposos intercambios comerciales entre su gente y


los nativos, en la carta con la que anuncia el descubrimiento del nuevo mundo. Ante los
oportunistas canjes de los españoles que engañan a los habitantes desnudos, escribe
heroicamente:
Yo defendí que no se les diesen cosas tan viles como pedazos de escudillas rotas y pedazos
de vidrio roto y cabos de agujetas; aunque cuando ellos esto podían llevar los parecía haber
la mejor joya del mundo; que se acertó haber un marinero, por una agujeta, de oro peso de
dos castellanos y medio; y otro, de otras cosas, que muy menos valían, mucho más. (P, 9)
¿De qué se alaba don Cristóbal? De su defensa solidaria, de su papel como veedor
del buen comercio. No puede ser que a los indios se les quite el oro a cambio de vidrios y
agujetas, pero ¿qué pensará el indio? ¿No pensará acaso que valen más los artefactos de los
visitantes?, ¿que sus agujetas son dignas de una gran colección de extravagancias? La
defensa de Colón es inútil, puesto que la jerarquía de valores son los de su cultura y no la
de los nativos.
¿No daría el lector su anillo de oro por el llavero que cuelga en la prenda
intergaláctica de un visitante de otro mundo? Puede el llavero contener el ícono comercial
más desprestigiado de la galaxia, pero para el terrestre esa baratija es invaluable y, al ser
invaluable, sabe muy bien que su anillo no alcanza para pagarlo. De la misma dimensión es
el encuentro entre el llamado viejo mundo y el nuevo mundo. Mundos son, ambos en
descubrimiento. Don Cristóbal no defiende a nadie, pero cree que defiende porque se
considera capaz de defender; está en sus manos la gracia y la desgracia del nativo. Hay en
su relato un sólo punto de vista: el del hombre superior. Quizá Colón no es consciente de su
punto de vista, no identifica sus fundamentos; pero tampoco es consciente de sus
contradicciones. Menciona, también:
Y luego que llegué a las Indias, en la primera isla que hallé, tomé por fuerza algunos dellos
para que deprendiesen y me diesen noticia de lo que había en aquellas partes; é así fue que
luego entendieron y nos a ellos, cuando por lengua o señas; y estos han aprovechado mucho;
hoy en día los traigo siempre y están de propósito que vengo del cielo, por mucha
conversación que haya habido conmigo. (P. 9)
Que los tomó por la fuerza, dice don Cristóbal, dieciocho líneas después de
defenderlos. Acaso porque llegó del cielo y se asemeja a su dios: iracundo y
misericordioso.

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