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Naciste para volar alto

Cierto día un hombre caminaba por el bosque y encontró un polluelo de águila. Al verlo desprotegido
decidió llevárselo a su casa y lo puso en un gallinero. Estando allí, el polluelo aprendió a comer la misma
comida que las gallinas y a conducirse como ellas. Un día, un hombre experto en zoología pasó por allí y
le preguntó al propietario del gallinero, por qué tenía un águila encerrada en el corral.

Como le he dado la misma comida y siempre ha estado entre las gallinas, nunca ha aprendido a volar,
respondió el propietario. Se comporta como ellas, así que ya no es un águila si no una gallina más.

Sin embargo, insistió el zoólogo, es un águila y tiene instinto de volar, y con toda seguridad, se le puede
enseñar a hacerlo.

El zoólogo tomó en sus brazos suavemente al águila, y le dijo: Tú perteneces al cielo, no a la tierra, no
eres gallina. Abre tus alas y vuela. El águila, sin embargo, estaba confundida y al ver que las gallinas
comían, saltó y se reunió con ellas nuevamente.

Al día siguiente el zoólogo llevó al águila al tejado de la casa y la animó, diciéndole de nuevo: Eres un
águila, abre las alas y vuela. Pero el águila saltó una vez más en busca de la comida de las gallinas.

El zoólogo se levantó temprano al tercer día y sacó al águila del corral y la llevó a una montaña. La elevó
directamente hacia el sol. El águila empezó a temblar, a abrir lentamente las alas y, finalmente, con un
chillido triunfante, voló, alejándose en el cielo.

Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre al triunfo, y por medio de nosotros manifiesta en
todo lugar el olor de su conocimiento. 

Al ver nuestro pasado o el pasado de nuestros padres, pensamos que nuestra vida debe ser de la misma
forma, sumergida en aquellas cosas que nos detiene a salir adelante posiblemente ha sido una cadena
de pobreza y dolor, creyendo que nunca llegaremos a triunfar en la vida. Tomamos las mismas actitudes,
el mismo pensamiento de negatividad el cual nos hace recaer en la misma forma de vivir y nos ciega a
ver más allá de lo que Dios nos puede llegar a dar. Esa ceguera impide que nuestra fe actúe y el poder
de Dios se manifieste en nuestra vida.

Dios como un buen Padre lo que espera de nosotros es que triunfemos en cada área de nuestras vidas.
Que nada nos detenga y podamos vivir de la mejor manera cada día. No viviendo con la mirada baja
viendo las circunstancias si no viendo al cielo con la fe puesta en él y llegar mucho más allá de lo que los
demás han llegado.

Este día pon tu mirada en el cielo.


Reflexión 2

La felicidad según Dios


Cierto día un joven estudiante y uno de sus profesores caminaban por un parque. En el
trayecto, vieron un par de zapatos en la grama. Razonaron que pertenecían a uno de los
obreros de una industria cercana.

—¡Vamos a hacerle una broma al dueño de esos zapatos! —sugirió el joven—. Los
esconderemos y veremos cómo reacciona cuando venga a buscarlos.

—No me parece una buena idea —dijo el profesor—. Te propongo algo mejor.

El rostro del joven expresó interés. ¿Qué podía tener en mente el profesor?

—Tú tienes recursos que él necesita. ¿Qué tal si colocas una moneda de valor en cada uno de
sus zapatos? Luego nos esconderemos para ver cómo reacciona.

Así se hizo, y los dos hombres se escondieron. Entonces apareció el dueño del par de zapatos.
El hombre se puso uno de los zapatos. Al sentir un objeto que le molestaba, se lo quitó,
sacudió el calzado y vio caer un objeto a la grama. ¡Era una moneda! Miró alrededor por si
había alguien, pero al no ver a nadie, se puso el otro zapato. De nuevo sintió algo duro. ¡Otra
moneda! De inmediato, el hombre dio gracias a Dios.

En voz audible agradeció porque ese dinero serviría para alimentar a su familia en un momento
difícil por el que estaban pasando. Mientras tanto, detrás de los arbustos, un jovencito aprendía
que es mejor hacer el bien que hacer el mal (Stories for the Family’s Heart [Relatos para el
corazón de la familia], pp. 115, 116).

«Quien quiera amar la vida y pasar días felices, cuide su lengua de hablar mal y sus
labios de decir mentiras; aléjese del mal y haga el bien, busque la paz y sígala» (1Ped.
3:10,11).

Hoy es un buen día para aplicar esta receta: no hablemos mal de nadie, ni hagamos mal a
nadie. Busquemos el bien y hagamos el bien. En eso, según Dios, consiste la felicidad.

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