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Sexto Paso

Adopción y filiación
Glosario
Adopción
Es un acto de Dios, que emana de su Gracia, por medio del cual somos contados como
hijos de Dios, con todos los privilegios propios de esa condición. Él nos hace parte de Su
familia.
Filiación
La condición de hijo o de tener la relación de hijo.

Objetivo de este paso


Cada cónyuge podrá
Discernir entre las condiciones de huérfano, adoptado e hijo.
Identificar expresiones de orfandad, como la vergüenza, el temor, el no aceptar
responsabilidad por el pecado, el aislamiento, el sentimiento de inferioridad, la división
de los demás, corrupción, desacato, liderazgo tóxico, etc.
Entender que la misión de Jesús en la tierra, no se limitó a la salvación, sino que también:
▪ nos vino a presentar al Padre.
▪ y en consecuencia, vino a restaurar nuestra identidad dañada, librándonos de nuestra
orfandad en todo aspecto.
▪ No sólo nos rescata del infierno, que es nuestro merecido a causa del pecado, sino que
nos prepara el camino al cielo, a una habitación en la casa del Padre.
▪ No solo nos ha liberado de la esclavitud de la orfandad, sino que nos ha conducido a
los brazos amorosos del Padre.
Entender aspectos importantes de la adopción:
▪ Su efecto espiritual
▪ Su efecto legal
▪ Su efecto afectivo
Identificar las mentiras más notables aprendidas sobre nuestro Padre celestial
▪ Severidad
▪ Permite el sufrimiento en el mundo
▪ Ausencia, lejanía, despreocupación
▪ No tiene una relación personal
▪ Está demasiado ocupado como para atender mis necesidades
▪ Jamás perdonaría mi horroroso pecado
▪ Puede que ame a otros, pero no a uno tan inmerecedor como yo
▪ No me escucha
1 Sexto Paso
▪ No estuvo cuando más lo necesité
Entender aspectos importantes de la filiación:
▪ Nuestro nuevo nacimiento que nos da una nueva identidad: la de hijos de Dios
▪ Nuestra nueva condición: la de hijos y herederos de Dios
▪ Nuestra identidad
▪ Nuestra imagen y semejanza
▪ Nuestro cuidado
▪ Nuestra nutrición y crecimiento
▪ Nuestra capacidad de ser padres, naturales, solidarios y/o espirituales de otros
Cada matrimonio podrá
Adentrarse en la paternidad de Dios, al punto de que puedan descubrir la dimensión de
Su Amor sobre nosotros.
Continuar ejercitando juntos ese compromiso de ayuda mutua, para ir superando la
orfandad latente en ellos.
Aplicar eficazmente el ministerio de Jesús a su vida para la sanidad del alma de cada
cónyuge y del matrimonio.

Palabra de Dios que enmarca este paso


Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues
no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis
recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: !!Abba, Padre!
El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos,
también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos
juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
Romanos 8:14-17

Meditación Bíblica
Hay una contraposición entre tener un espíritu de esclavitud y uno de adopción. El
primero se caracteriza por el temor, y efectivamente el temor es una expresión muy propia
de un huérfano, así como el sentimiento de no sentirse amado, y la falta de guía y apoyo.
¿No es acaso esa inseguridad la que caracteriza al macho latinoamericano, no es ese
sentimiento de inferioridad el que le lleva a una profunda necesidad de mostrarse viril y
enérgico, y a conquistar y a poseer a cuanta mujer se atraviese en su camino? ¿No es
acaso esa inseguridad la que caracteriza a esa madre que quiere garantizar su
manutención y cuidado a perpetuidad por parte de sus “seres queridos”?
En cambio, el espíritu de adopción nos conduce a ese acercamiento cariñoso al Padre, al
“Papi”, a quién nos aproximamos confiados, para continuar recibiendo ese despliegue
inconmensurable de su amor, con la seguridad de que ese perfecto amor (el Amor mismo)

2 Sexto Paso
echa fuera el temor 1 Juan 4:18. Nada mejor que el amor del Padre, para disipar cualquier
brote de nuestra orfandad.
En términos humanos, la adopción es un proceso legal por medio del cual una persona
asume la paternidad de otra, usualmente un niño, y al hacerlo transfiere
permanentemente todos los derechos y responsabilidades relacionadas con la calidad de
hijo biológico. A diferencia de un custodio u otros esquemas definidos para el cuidado
de un menor, la adopción tiene el efecto de un cambio permanente en el estatus de la
persona y como tal requiere un reconocimiento legal.
Nuestra adopción espiritual nos confiere la identidad de hijos de Dios y al mismo tiempo
nos adquiere el derecho de herederos, herederos de sus promesas, hechas a nuestros
antepasados espirituales. Herederos de la gracia divina. Herederos, en fin, del mismo
reino de Dios.
Al entrar en relación con Dios, el cristiano es sacado de su estado habitual de esclavitud
por causa del pecado, con su consecuente orfandad y es situado en una nueva relación
con Dios. Él es plantado en la familia de Dios para siempre, en calidad de hijo, con
responsabilidades y derechos. Todo el tiempo la energía, las relaciones y las propiedades
del cristiano deben estar bajo el gobierno de Dios. Y el Altísimo nos disciplina para
nuestro bien y para que participemos en Su santidad.
¿Tiene sentido que, a pesar de haber sido adoptados por el Padre, sigamos viviendo como
huérfanos?

Versículos relacionados
Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando:
¡Abba! ¡Padre!
Gálatas 4:6

Lecturas que se deben realizar en este paso


Se solicita leer el documento anexo titulado “Extracto del libro M&M Sexto Paso” el cual
expone los temas fundamentales tratados en este paso. Este documento es un resumen
del capítulo “Adoptados y nacidos de nuevo” del libro Machismo y Matriarcado del
Profesor. José L. González. Se recomienda consultar el original de este libro, para
profundizar el tema.

Videos que se sugiere observar para completar la temática de este paso


Utilice los siguientes enlaces para ver los videos sugeridos. Se anexan las contraseñas que
deben ser utilizadas en cada caso
https://vimeo.com/173855111 Contraseña: orfANDad&AdopCiOn

3 Sexto Paso
Contenido
Lo que se debe entender
Sobre la orfandad
Toda la humanidad sufre de una orfandad fundamental como resultado de la Caída, o
sea, como resultado de perder la relación con el Padre y su comunión con ÉL.
El pecado afectó todas las áreas del ser humano: El espíritu (basado en su corazón), el
alma (emociones y voluntad), la mente (entendimiento) y su cuerpo.
El pecado le abrió los ojos a la humanidad:
▪ Comienza por esconderse de Dios.
▪ El engaño, el miedo, la vergüenza son síntomas de su orfandad.
▪ Porque Adán era literalmente “hijo de Dios”
Sobre la orfandad de nuestra alma u orfandad emocional
El abuso sexual sobre las indígenas por parte de los conquistadores originó una raza de
mestizos, profundamente huérfanos, por el abandono sostenido de sus padres. Huérfanos
que generación tras generación engendraron nuevos huérfanos, y como consecuencia,
en nuestros días, la manera natural de relacionarnos unos con otros es el desamor.
Brota la desconfianza, el egoísmo y el orgullo. El pecado tiende a dividir, el amor a unir.
▪ La orfandad emocional nos divide los unos de los otros, pues al sentirse huérfano, tanto
el hombre como la mujer, cree que “debe luchar” por sobrevivir. El egoísmo se
convierte en un instinto inconsciente de protección y no lo vemos como algo malo.
El pecado dañó la creación de Dios. La tierra se volvió estéril y el hombre se violentó en
contra de lo creado.
El pecado trajo la muerte física, la “muerte lenta” de vivir en un estado emocional de
orfandad, y la muerte eterna, que es la separación de Dios, lejos de Su presencia y de su
Gloria, para siempre.
Entonces y como habíamos introducido en el paso 5, la orfandad tiene dos aspectos:
espiritual y emocional.
▪ La Iglesia tiende a encarar bien las consecuencias espirituales de la Caída.
▪ Jesús quiere sanar no sólo las consecuencias espirituales sino también las emocionales.
Sobre el nuevo nacimiento
Cuando un hombre o una mujer decide no vivir para su propio beneplácito, sino para
Aquel que se entregó a sí mismo para salvar a todos los que creen, después de reconocer
su condición de pecado, arrepentirse y aceptar el regalo de vida eterna a través de la
sangre de Jesucristo, Dios obra un milagro en la vida de esa persona, y lo hace nueva
criatura.

4 Sexto Paso
Sobre la adopción
Jesús vino a sanar los efectos del pecado
▪ Lo hace presentándonos a Su Padre como nuestro Padre.
▪ Él viene en Su nombre a restaurar el camino de regreso “a casa”.
▪ Conocer al Padre como “nuestro” nos puede sanar de la orfandad espiritual y
emocional, pues nos devuelve la identidad perdida y con ella el sentido de pertenencia
que nos da seguridad.

Lo que se debe sanar


Un continente de huérfanos.
En 1492, cristianos y europeos se toparon con este rincón del mundo, que había estado
escondido durante miles de años, y empezaron una inmensa inmigración, casi toda ella
de varones que inundaron este continente. Fueron españoles conquistadores:
conquistaron los reinos, conquistaron las riquezas, subyugaron las autoridades, los reyes,
los príncipes, los caciques, pero al mismo tiempo, conquistaron y se apoderaron de las
mujeres indígenas.
Hoy y gracias a la minucia de las crónicas de los españoles de la época, se sabe que poco
menos de 100,000 españoles vinieron a América en los primeros 100 años de la conquista.
De estos, una pequeña parte fueron mujeres, porque después de 10 o quince años de
conquistado cada asentamiento, se trajeron a las mujeres españolas para que fueran las
"verdaderas esposas", casadas y legítimas de estos conquistadores.
Un primer censo español a nivel de todos sus virreinatos, realizado burdamente somo lo
dictaban las condiciones de la época, sumó 750,000 mestizos. Ahora, la mortalidad
infantil de la época era del orden del 50% antes de los 2 años por la salubridad y la falta
de medicina preventiva. Por lo tanto, es razonable inferir que como mínimo, menos de
100,000 varones españoles, tuvieron que engendrar no menos de un millón y medio de
mestizos en las Indias. Esto requirió que en promedio, cada varón español debió hacer
uso sexual de muchas mujeres indígenas.
Es asombroso leer la primera carta que escribieron los primeros cinco frailes franciscanos
que vinieron con Colón a La Española, quienes inmediatamente le escriben al Cardenal
Jiménez, haciéndole preguntas sobre ¿qué hacemos con todos estos españoles casados
legalmente en España, pero que están tomando a todas las indias de este lugar...? ¡No
sabían que hacer! El mismo Colón lo escribió en dos cartas, de su puño y letra:
"Necesitamos reformar nuestra fe porque somos peores que los indígenas" o sea que en
aquella época, la iglesia ya no tenía la autoridad moral para decir lo que quiero decir hoy.
Sin duda, el demonio ha plantado en nuestra cultura mentiras que nos han destrozado.
Han pasado muchas generaciones, y sin embargo, la mentira que se plantó en aquella
época sigue cundiendo y dando fruto en las nuestras y en nuestras sociedades, y hasta
lamento decirlo, en la misma Iglesia.

5 Sexto Paso
Una escusa que la inmensa mayoría de todos nosotros nos hemos tragado y que ha dado
fruto desastroso de duelo, de destrucción, de llanto, por años en nuestras familias, es que
el varón es incapaz de controlarse sexualmente. Que sus pasiones son demasiado fuertes.
Incontrolables. Y que, por tanto, hay que permitirle ciertas conductas (hay que mirar para
el otro lado y esperarlas porque ellos “no se pueden contener”). Esto es una mentira de
Satanás, que desgraciadamente las madres, nos enseñan a los hijos, varones y/o mujeres.
Nosotros somos un continente de huérfanos a causa de esa mentira. En Costa Rica, el país
más avanzado de Centroamérica, el 23% de los niños no saben quién es su padre el 45 %
incluyendo ese 23% son hijos ilegítimos. Son huérfanos. Por esta razón, porque los
hombres creen que no se pueden contener.
La iglesia histórica ha inconscientemente reforzado esto porque ha provisto sólo dos
caminos para servir a Dios. El camino alto, que es el orden sagrado en donde el hombre
o la mujer, se niega y vive célibe toda su vida sirviendo a Dios y el camino bajo, para
aquellos que no se saben contener: el matrimonio. Pero la lógica de esos dos órdenes es
que, si sólo los incontinentes se casan, entonces, al casarse van a seguir siendo
incontinentes porque, si son tan débiles que no podían servir a Dios en el sacerdocio,
mucho menos lo van a hacer en el matrimonio. ¡Mentira! no es así.
El Señor nos exhorta claramente en su Palabra: “Pero el cuerpo no es para la fornicación,
sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son
miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una
ramera? De ningún modo. ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo
con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne. Pero el que se une al Señor, un
espíritu es con él.
Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del
cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo
es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois
vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro
cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” 1 Corintios 6:13-20
Expresiones de orfandad entre los hijos de Dios
Es interesante observar, cómo en los dos primeros versos del capítulo de Lucas, en donde
Jesús narra la parábola del hijo pródigo, que en realidad debería llamarse la del padre
pródigo, hay dos tipos de público que se acercaron para escucharlo: Por un lado, los
recolectores de impuestos y pecadores, quienes no respetaban la moralidad planteada
en las Escrituras, ni se acogían a ningún tipo de pureza ceremonial, tal como lo hacían los
religiosos judíos. Por el otro, están los fariseos y escribas, maestros de la ley, quienes eran
los custodios de la moralidad tradicional y de su enseñanza. Ellos eran quienes estudiaban
las escrituras y “las obedecían”. Ellos oraban frecuentemente y adoraban fielmente.
Como nada de lo que hace el Señor, pareciera casual, hay una correspondencia entre el
hijo menor y el primer tipo de público, y el hijo mayor y el segundo.
6 Sexto Paso
La historia por todos conocida, habla de una familia en donde el menor de dos hijos pide
a su padre que se le adelante la herencia. El padre se la entrega a los dos, pero el menor
después de un tiempo “se fue a una provincia lejana, y allí desperdició sus bienes viviendo
perdidamente”. Alcanzado un estado de postración y gran necesidad, recapacita y decide
volver a casa de su padre, para pedirle que lo emplee como uno de sus jornaleros.
Su padre quien seguramente le esperaba, al avistarlo acude corriendo a abrazar y besar
al que ha retornado. Y sin darle mayor espacio para que este pueda justificar su retorno,
organiza una fiesta de gran pompa en su honor.
Al regresar del campo, el hijo mayor se entera del motivo de la algarabía, por uno de los
criados, y su enojo y su protesta por esta actitud de su padre, no se hace esperar: “No te
he desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis
amigos” Lucas 15:29.
Primera manifestación de orfandad: El amor se debe ganar
Nuestra orfandad nos ha llevado a pensar que el amor se gana, y que debemos trabajar
para merecerlo, lo que nos lleva a una conclusión igualmente errónea: Si has trabajado,
mereces ser amado y si no lo has hecho, mereces ser despreciado.
Cumplimos con los deberes de la escuela y del hogar, esperando cariño de nuestros
padres en retribución. Y nos parece válido que, si no cumplimos con esos deberes, no
merezcamos ser amados.
Nos invertimos en las cosas de la iglesia, esperando como retribución el cariño del Padre
celestial, y nos parece lógico, que aquellos hermanos que no se invierten como nosotros,
se queden cortos en recibir el amor del Señor.
Nuestra orfandad no nos permite entender que simplemente el Señor nos ama por
quienes somos, y no por lo que hacemos, y lo hace incondicionalmente, así que no
tenemos que hacer nada para merecer ese amor. Obedecemos al Señor, no porque le
amemos, o como no como respuesta natural a Su amor, sino que lo hacemos para obtener
de Él, algún premio o beneficio.
“Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho
matar para él el becerro gordo.” Lucas 15:29
Segunda manifestación de orfandad: El egoísmo y la envidia
Nos es difícil aceptar el reconocimiento en otros, máxime si los consideramos
espiritualmente inferiores a nosotros. También resentimos cuando el Señor da muestra
de amor sobre los descarriados. Consideramos “lógico” el pensamiento del hermano
mayor, respecto de negar cualquier cortesía con su hermano libertino.

7 Sexto Paso
Otros planteamientos en Las Escrituras, como la parábola de los jornaleros contratados,
en Mateo 20, nos parecen simplemente absurdas e injustas, porque “es lógico” que los
que llevan más tiempo en el evangelio merecen mayor preeminencia.
Por otra parte, la envidia del hermano mayor no solo estaba relacionada con el agasajo
realizado por su padre a su hermano, sino incluso pareciera envidiar la vida licenciosa de
su hermano, porque él logró hacer cosas que él mismo reprobaba públicamente. La vida
de entrega a Dios nos agrada, pero también la vemos como una carga que nos oprime.
Comparamos nuestro ministerio con otros, y envidiamos el éxito de algunos y celebramos
en el interior el fracaso de muchos.
Se observa como el hijo mayor no se goza con el gozo de su padre. Su sentimiento es
más importante y de mayor relevancia. Poco importa lo que los demás sientan.
Pareciera que el hijo mayor es un excelente representante de la religiosidad y el legalismo,
que en el fondo esperan “manipular a Dios” y lograr “el reconocimiento de los hombres”.

Lo que se debe vivir


¿Cómo tratar con esta enfermedad del alma que es la orfandad? (2)
¡Miren qué amor tan inmenso el del Padre, que nos proclama y nos hace ser hijos suyos!
Si el mundo nos ignora, es porque no conoce a Dios. Ahora, queridos, somos hijos de
Dios, aunque todavía no se ha manifestado lo que hemos de ser. Pero sabemos que el
día en que se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Esta
esperanza que hemos puesto en él es la que nos va perfeccionando, como él es perfecto.
1 Juan 3:1-3
Una vez que hemos comprendido, explorado y sanado la fuente de nuestro dolor, nuestra
orfandad, podemos emprender la segunda fase que es descubrir y abrazar la paternidad
de Dios para recibir el efecto beneficioso de ello. Esto puede involucrar varios pasos:
Reconocer la paternidad divina, recibir la adopción por Dios, cultivar nuestra nueva
identidad de hijos, y madurar en ella para convertirnos en padres de otros. Alguien que
al comienzo sufre de una condición de orfandad, termina bendiciendo a otros gracias a
un espíritu de paternidad.
Reconocer la Paternidad de Dios
Primero tenemos que entender, aceptar y rendirnos ante la Paternidad de Dios. Este es
un mensaje central de Jesús. Dios Padre se nos revela como “padre”, otorgándonos el
estatus de hijos. Su poder soberano garantiza que, si Él nos llama “hijos”, somos sus hijos,
ya que Él llama a las cosas como realmente son. Su amor de Padre nos trata como a hijos,
lo que nos permite aceptar y acostumbrarnos a esa realidad
Nuestro nuevo nacimiento, y la Palabra de Dios, nos transforman de huérfanos a hijos.

8 Sexto Paso
Recibir la Adopción de Dios
El ser conscientes de los beneficios y de los privilegios que la adopción de nosotros por
parte de Dios, constituyen, nos puede ayudar a vivir con mayor plenitud la filiación a
nuestro Padre, la condición de hijos de Dios.
Desde el punto de vista relacional, se pueden identificar los siguientes privilegios en
nuestra condición de hijos que nos relacionamos con el Padre:
1. Relación con el Padre. Como ya no somos esclavos sino hijos Gálatas 4:7, nuestra
relación con Él, no puede ser la que tendría un esclavo en relación a su amo, sino la que
tendría un hijo con su padre, pero no un padre disfuncional, sino con el mejor padre que
se puede tener, un padre presente, nutriente que se relaciona personalmente. En nuestro
ser interior vive el Espíritu que nos adoptó y que nos lleva a acercarnos confiadamente a
nuestro Padre, y exclamar: “Abba Padre”. Ese mismo Espíritu Santo, el que tiene el poder
legítimo, nos asegura y nos testifica que somos hijos de Dios Romanos 8:15-16. Sobre
cualquier otro relacionamiento que pueda tener Dios con nosotros (Señor, Juez, Creador,
Originador, Protector, Proveedor, …), el de mayor intimidad con Él es el del acercamiento
de hijo a Padre. ¡Qué maravillosa realidad, qué privilegio!
Ser conscientes de ese relacionamiento, nos abre a un entendimiento de que Él nos ama
personalmente 1 Juan 3:1, comprende nuestras limitaciones y tiene compasión de
nosotros Salmos 103:13-14, cuida de nuestras necesidades Mateo 6:32.
No podemos dejar de percatarnos que en ese modelo de oración sublime que Jesús nos
enseñó y que empieza «Padre nuestro que estás en el cielo…», continua luego con «Y
perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.»
No porque tengamos necesidad de ser justificados nuevamente, evento que ocurrió el
día en que entregamos el Señorío de nuestra vida a Jesús, y no necesita ser repetido, sino
porque nuestro pecado del día a día, afecta nuestra relación con el Padre, nos aleja de Él.
Por ello, y en esa condición de hijos, necesitamos acudir diariamente a nuestro Padre,
para restaurar nuestra comunión con Él, y que Él se vuelva a deleitar en los hijos que ama.
2. Recibimos una nueva identidad. La restauración de nuestra identidad y de nuestra
posición como hijos de Dios es un mensaje clave de Jesús y de su obra en la cruz. Nuestra
identidad afecta nuestra cosmovisión y nuestra cosmovisión afecta nuestra identidad. Si
nos identificamos como esclavos, vivimos como esclavos. Si nos identificamos como
huérfanos, vivimos como huérfanos. Si nos identificamos como pecadores, vivimos como
pecadores. Por otra parte, si nos vemos como santos e hijos de El Rey, viviremos vidas
santas y actuaremos como hijos del Padre y Rey de Reyes.
3. Nos da buenas cosas en esta vida si se las pedimos. En ese papel de Padre, Dios nos
prodiga con muchos dones Mateo 6:32, el más importante de los cuales es sin duda, el
don del Espíritu Santo, para que nos guíe a toda verdad Juan 16:13, para que nos
consuele y para que nos capacite en nuestro ministerio y en nuestra santificación. Lucas

9 Sexto Paso
11:13. Por ese Espíritu de Cristo haremos morir las obras de la carne, que tanto lastiman
nuestra comunión con el Padre. Romanos 8:13
4. Recibimos un nuevo gozo. Un nuevo deleite en la obediencia y el agrado a Dios,
caracteriza a los “buenos hijos,” no por su conducta perfecta (imposible) sino por la
profunda y sincera disposición de su corazón. Los grandes hombres de Dios, como
Abrahán “su amigo”, David, que tuvo un corazón tras el de Dios, etc. no fueron perfectos,
sino dispuestos.
5. Los ángeles son enviados por Dios para ministrarnos y para servirnos. Hebreos 1:14
6. Nos da una gran herencia en los cielos. Somos herederos de Dios y coherederos con
Cristo Romanos 8:17. Como sus herederos tenemos derecho a una herencia
indestructible, incontaminada e inmarcesible (sin mancha) 1 Pedro 1:4
7. Reinaremos con Cristo. Como parte de la familia real reinaremos con Cristo sobre los
nuevos cielos y la nueva tierra. Apocalipsis 2:26-27; 3:21
8. Recibimos la disciplina amorosa que tanto necesitamos. Es verdad que ninguna
disciplina al presente parece ser causa de gozo, pero ciertamente es un privilegio el que
Dios nos discipline porque nos trata como hijos, Dios lo hace por nuestro bien, para que
participemos en su santidad Hebreos 12:7-10.
9. A partir de esa disciplina, también deberíamos considerar un honor el padecer
juntamente con Él, pues seremos también partícipes de Su gloria. Romanos 8:17
10. Somos miembro de una familia, de la Iglesia. El trabajo que allí se desarrolla, es un
trabajo al interior de una familia, en donde nuestro relacionamiento con nuestros
hermanos debe ser muy similar al que tendríamos en nuestro núcleo familiar. De otra
manera Pablo sugeriría que al relacionarnos con esta familia extendida, “No reprendas al
anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; a las ancianas,
como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza.” 1 Timoteo 5:1-2
Como miembros de una misma familia, nuestro trato debería ser de alentarnos los unos
a los otros, de apoyarnos mutuamente, de velar por el bienestar de los demás.
11. Recibimos la vocación de ser padres para otros. Quién fue huérfano, naturalmente es
un hijo agradecido. Tiene una compasión especial por los huérfanos que son como él/ella
fue y tiene un testimonio que lo hace irresistiblemente atractivo a otros huérfanos que
captan en él la paz, el sosiego, la satisfacción, el contento que ellos buscan y necesitan. Y
en la medida que permite que el amor de Dios fluya en su interior, éste se desbordará
naturalmente hacia otros.
La vocación del huérfano sanado es ser padre para otros.

10 Sexto Paso
Ejercicio individual
A menudo vivimos (sin darnos cuenta), como si no tuviéramos un Padre Celestial. Cuando
vivimos como huérfanos, nuestra inseguridad controla nuestras motivaciones y nuestra
conducta. Y como Satanás está buscando continuamente a quién pueda devorar, no debe
sorprendernos que de vez en cuando caigamos en esta situación, cuyo efecto es
realmente tóxico para nuestro matrimonio. Tenemos que ayudarnos a reenfocar nuestros
pensamientos, oraciones y motivaciones para recordar quién es nuestro verdadero Padre.
En el momento en que nacemos de nuevo, nuestra condición de huérfanos desaparece y
nos convertimos en hijos. Sin embargo, nuestra alma y mente parecen no registrar este
poderoso cambio y, por lo tanto, seguimos actuando como huérfanos siendo hijos. Para
eso tenemos la ayuda del Espíritu Santo, quien fue enviado para ayudarnos a restaurar
nuestra identidad como hijos de Dios, y ayudarnos a entender y vivir el poder de la
adopción con la que el Padre nos hace suyos, y lo que eso significa para nuestras vidas.
Necesitamos pedirle al Espíritu Santo nos ayude a “renovar nuestro entendimiento”.
Este ejercicio se diseñó para ayudar a los cónyuges a animarse uno al otro y a vivir en
comunión con el Abba Padre.

Ejercicio para ser desarrollado por cada persona (a solas con el Señor)
Paso 1: ¿Vive usted su vida cristiana como huérfano/a o como hijo/a?
Cada uno por separado imprima la siguiente lista que contrasta las motivaciones, las
respuestas y el comportamiento de cada uno. Ore pidiendo que el Espíritu Santo le ayude
a identificar su condición de orfandad y le revele su nueva condición de “hijo/a”. Lea una
fila a la vez y revise en cuál de las dos situaciones se coloca usted hoy en día. Marque con
una “x” la casilla dispuesta a la izquierda de la expresión que más lo/a identifica.
Como huérfano/a… Como hijo/a…
Me siento fundamentalmente solo/a en el Siento constantemente la presencia y el
mundo, tengo que ver por mí mismo/a. respaldo de mi Padre.
Asumo que necesito hacerlo todo por mi Sé que mi Padre me envía, por lo tanto, soy
cuenta, con mi esfuerzo y como mejor «patrocinado/a» con guía y poder de lo
pueda. alto.
Siento que me tengo que enfocar en Puedo ocuparme de las necesidades ajenas
satisfacer mis propias necesidades en un porque mi Padre gobierna el universo.
mundo hostil.
Tomo todo lo que pueda porque asumo Doy de lo que tengo a quienes lo necesitan
que siempre hay escasez. porque tengo una herencia que no se
agota.

11 Sexto Paso
Como huérfano/a… Como hijo/a…
Me siento abandonado/a y tengo una Sé que soy amado/a y aceptado/a por mi
necesidad inagotable de amor y Padre cuyo amor es infinito e inagotable.
afirmación. Necesito elogios, aprobación y
aceptación de otros.
Vivo para mí mismo/a. Vivo para complacer a mi Padre.
Reacciono con miedo y angustia a Dios Respondo con alegría y paz a la voz de mi
porque siento que es un jefe exigente. Padre celestial.
Creo que no tengo a nadie y que me Sé que puedo acudir a mi Padre en
tengo que defender solo/a; vivo a la cualquier situación, lo que me permite vivir
defensiva. en libertad.
Ando sin apoyo ni sustento, sin cuidado ni Experimento a diario el cuidado, sustento,
compañerismo. apoyo y compañerismo de mi Padre.
Amo a otros condicionalmente para Amo a otros incondicionalmente en
ganarme la satisfacción de mis propias respuesta a la seguridad del amor
necesidades con mis esfuerzos. abundante de mi Padre. No cuestiono si se
lo merecen.
No sé dar ni recibir desinteresadamente. Me deleito en dar desinteresadamente y
Todo lo hago esperando reciprocidad. recibo con gratitud.
Temo que no hay suficiente para todos, Vivo en un mundo de abundancia donde
por tanto, procuro sacar mi tajada antes las bendiciones se renuevan. Sé esperar mi
que se acabe. turno confiando en mi Padre.
Envidio lo que tienen los demás. Rivalizo y Me alegro de la bendición ajena y me
resiento el éxito ajeno porque creo que regocijo en el éxito de otros. Sé que el mío,
deja menos espacio para el mío. que consiste en agradar al Padre, está
asegurado en Cristo.
Busco y expongo las fallas de los demás Comparto el dolor de los demás por sus
para verme mejor en comparación. fallas, y en amor apoyo su restauración con
mansedumbre.
Atesoro y consumo la herencia. Disfruto a mi Padre como herencia.
Me ofendo fácilmente cuando me Recibo la corrección como una herramienta
corrigen. Para mí es más importante para crecer y mejorar en la participación de
identificar quién tiene la razón. la obra de Dios.

12 Sexto Paso
Paso 2: Reflexione sobre su comportamiento cuando se encuentra en una situación
de estrés
Considere cómo opera usted en circunstancias que envuelven conflicto, estrés, o alguna crisis.
¿Cómo tiende usted a responder? ¿Cuál es su actitud inconsciente o su respuesta automática?
Paso 3: Registre situaciones en las que considera que su orfandad lastimó a su
cónyuge y que sabe que aún no están resueltas
En una hoja aparte haga un cuadro con columnas y filas de la manera que se muestra. Los
nombres de las columnas son:

Cuando ocurrió el evento y Creo que ese daño ¿Cómo creo que te sentiste
descripción de la herida que te causado ha tenido las a raíz de esa situación?
causé siguientes consecuencias
1.

2.

Con el acompañamiento del Espíritu Santo, haciendo uso del cuadro, registre las situaciones en
las que considera que ha herido a su cónyuge producto de su orfandad.

Intercambio Conyugal
Juntos, considerando vuestro compromiso por vuestra mutua santificación y cara a cara
con el Señor, con toda nuestra confianza en Él y en Su gracia, realicen los siguientes pasos:
Paso 4: Dele a su cónyuge retroalimentación específica sobre comportamientos
de él o ella de hijo/a.
Por turno y basados en el cuadro del Ejercicio Individual, empiece con retroalimentación
positiva hacia su cónyuge. Invítense a compartir abiertamente acerca de su conducta,
actitudes, etc., empezando con áreas donde Dios le ha fortalecido para conquistar. ¿Qué
actitud específica de “hijo” han podido ver y desarrollar, que puedan honrar el uno en el
otro? Preste especial atención al comportamiento bajo estrés, porque cuando su cónyuge
responde noblemente en esa situación, hay que celebrarlo y afirmarlo.

Paso 5: Presente a su cónyuge la orfandad que usted está viendo en usted.


Con humildad, preséntele a su cónyuge lo que el Señor le ayudó a identificar tanto en el
cuadro del paso 1, como en el cuadro realizado en el paso 3.
Paso 6: Pida retroalimentación a su cónyuge, sobre sus comportamientos de
huérfano.
Invite a su pareja a recordarle algunas otras ocasiones en las que usted ha actuado como
un huérfano.
El propósito no es juzgar o condenarnos mutuamente, sino traer luz en áreas de
crecimiento y madurez potencial que su cónyuge puede ver. No trate de defender o

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justificar sus acciones. ¡Esta es una ocasión para escuchar, no para culparse ni acusarse
mutuamente!
PASO 7: Aprendan a verse y a depender uno del otro como aliados estratégicos.
Considere cómo pueden ayudarse mutuamente. ¿Cómo pueden reafirmarse
mutuamente? ¿Cómo se pueden apoyar mutuamente? ¿Cómo pueden expresar la
seguridad y afirmación de Dios el uno hacia el otro? ¿Cómo puede el perfecto amor sacar
los temores escondidos?

Mi testimonio de transformación para compartir


Al terminar, prepare cada cual el testimonio que compartirá en la próxima reunión del
Discipulado Matrimonial. Compartan alguna riqueza recibida de parte del Señor en su
tiempo de oración, al estudiar estos temas, al responder las preguntas, al reflexionar sobre
su aplicación a su vida y al compartirlos y dialogar juntos.

Mi Pacto con Dios y contigo


Los invitamos a considerar el siguiente pacto:
Esposo/a (cada uno se dirige por turno a su cónyuge)
Con la ayuda de Dios y la tuya, he podido discernir que no estoy viviendo la plenitud de
hijo, que debiera. Mi cosmovisión atenta contra mi filiación. Reconozco que esta es una
oportunidad de transformación que Él me brinda.
Entiendo que necesito Su auxilio, y también el tuyo, para poder lograrlo.
Te invito a ayudarme proponiéndome cambios en mi conducta que evidencien mi
“identidad de hijo de Dios”.

Nuestro blanco de oración


La vocación del huérfano sanado, es ser padre para otros.
Concentremos nuestra oración en pedirle al Señor que nos muestre de que manera,
pudiera yo llevar este mensaje en contra de la Orfandad, el machismo y el matriarcado a
otros, en mis hábitos de influencia.

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