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REALIZAR LA SIGUIENTE LECTURA Y CON BASE EN ELLA CONTESTAR LAS PREGUNTAS

QUE SE DAN A CONTINUACIÓN.

Importante: Las preguntas son secuenciales, por lo tanto no podrá devolverse para
acceder nuevamente a esta información. Se recomienda haga la lectura detalladamente. 

Las bacterias forman uno de los grupos de organismos más ubicuos y sorprendentes de la
biosfera. Su diversidad y verstailidad fisiológica y bioquímica, su plasticidad genética y su
capacidad para colonizar todo tipo de entornos, tanto en sus formas de vida libre como
simbióticas, saprófita o parásita, hacen de ellas un conjunto muy singular. Hay bacterias en
suelos agrícolas o aguas continentales, aparato digestivo de los animales, en aguas a
diferentes profundidades ó en ambientes extremos como  volcanes submarinos, o por debajo
de los 0°C, aguas hipersalinas o con pH extremos y medios con alto contenido de compuestos
tóxicos.
Las condiciones físico-químicas de estos ambientes distan de los valores en los que la vida de
muchos organismos es posible. El agua líquida, el suministro de energía y el control de la
misma y las condiciones de óxido-reducción ambientales son indispensables para la vida, por
lo que los extremófilos deben vivir dentro de esos parámetros o bien ser capaces de
mantenerlos regulados intracelularmente. 
Aunque la profundidad promedio de los océanos es de 3.730 m, algunos valles estrechos y
largos, llamados fosas, alcanzan más de los 11.000 m, como ocurre con la fosa de las
Marianas, localizada cerca de la isla de Guam en el océano Pacífico occidental, el lugar más
profundo del planeta.
En la columna de agua que separa el fondo de la superficie se presenta una gradación
importante de factores físicos: la luz, por debajo de los 400 m, desaparece por completo; la
temperatura decrece con la profundidad y alcanza valores de 2 a 5 °C por debajo de los 3.000
m, lo cual ocurre incluso en las regiones tropicales; la presión hidrostática —fuerza por unidad
de área que ejerce un líquido sobre cualquier cuerpo que se encuentre sumergido en él— se
incrementa extraordinariamente con la profundidad, tanto que por cada 10 m se aumenta en
una atmósfera —unidad de presión atmosférica equivalente al peso de una columna de
mercurio de 1 cm2 por 76 cm de altura—; así, a 10 m es el doble de la que se experimenta al
nivel del mar, a 1.000 m es cien veces mayor y en los enclaves más profundos supera las mil
veces. En consecuencia, las condiciones ambientales —ausencia total de luz, bajas
temperaturas y altas presiones—, por debajo 1.000 m de la superficie se consideran extremas;
son aproximadamente las tres cuartas partes del área que ocupan los fondos oceánicos; es
decir, más de la mitad de la superficie sólida de nuestro planeta corresponde al mar profundo,
que se constituye, así, en el ecosistema más extenso de la Tierra.
El territorio continental de Colombia comprende un área de 1'141.748 km2, al cual se suman
aproximadamente 590.000 km2 de dominios marítimos en el Mar Caribe y 340.000 km2 en el
Océano Pacífico. En el Caribe colombiano, que tiene una profundidad media de unos 2.200 m
y una máxima de un poco más de 4.000 m, cerca del 75% del área se encuentra a más de
1.000 m bajo la superficie. La profundidad media en el Pacífico colombiano es de alrededor de
3.000 m, la máxima es de 3.800 m y más del 85% de su área está por debajo de los 1.000 m.
En suma, alrededor de 730.000 km2 de los dominios colombianos, un área equivalente al
36,5%, están constituidos por mar profundo. No obstante, pese a que en la última década se
han adelantado algunas investigaciones biológicas a profundidades cercanas a los 800 m, el
conocimiento del que disponemos sobre las criaturas que habitan a grandes profundidades en
los mares colombianos es muy escasa. Sin embargo, dada la homogeneidad del ambiente en
el mar profundo, los rasgos esenciales de las criaturas abisales son muy semejantes en todos
los océanos del mundo.
Aunque no tiene la cantidad y diversidad de formas de vida que hay en las zonas superficiales
de los océanos, el mar profundo no está vacío; posee una vida propia que apenas se empieza
a conocer. Puesto que los vegetales, al no contar con luz, no pueden desarrollarse, allí, los
únicos seres vivos son animales y debido a que no hay plantas para alimentarse, la única
posibilidad consiste en depredarse unos a otros o esperar que caigan, desde la superficie,
restos de los animales y plantas que viven en las capas superiores. Hay criaturas asombrosas
que se mueven en esas profundidades donde reinan el silencio y la oscuridad absolutos,
donde no se siente la acción del viento, del oleaje, ni del sol, de modo que el medio se
encuentra casi inmóvil y frío. La musculatura y los medios de locomoción de la fauna que allí
habita son débiles y poco eficaces; apenas sirven para producir una lentísima y torpe natación
o un perezoso desplazarse sobre el fango que tapiza el fondo; estos seres sólo efectúan los
movimientos indispensables para la búsqueda y captura de sus presas o la defensa de sus
depredadores, que son tan torpes e ineficaces como ellos. Por el contrario, los órganos del
tacto están generalmente muy desarrollados, tanto que en su proceso evolutivo los
camarones, cangrejos y langostas que habitan en las profundidades, han adquirido antenas y
patas desmesuradamente largas.
Como en el mar profundo el agua no es turbulenta y sólo hay corrientes débiles, los peces no
requieren esqueletos sólidos ni musculatura que les ayuden a contrarrestar el movimiento del
medio; sus cuerpos son elásticos y blandos, sus huesos flexibles y su carne es gelatinosa.
Además, el calcio, elemento principal para la formación de los huesos, es casi nulo en los
seres que viven en aguas profundas, puesto que la vitamina D, indispensable para la
construcción del sistema óseo, no puede producirse sin luz solar. Pese a la ausencia de ésta,
algunos peces tienen ojos inmensos, adaptados no para percibir formas ni colores, sino para
reaccionar al más débil destello de luminiscencia; sin embargo, la mayoría de los
seres abisales carece por completo de ojos o los tiene muy reducidos.
La bioluminiscencia —proceso mediante el cual los seres vivos producen luz— es una
propiedad muy común en la oscuridad del mar profundo; medusas, calamares y peces, entre
otros, emiten destellos luminosos que se ven constantemente en los fondos marinos donde
nunca llega la luz solar. La mayoría de estos animales emplean los destellos para atraer a sus
presas, otros lo hacen para comunicarse entre sí y algunos para atraer a su pareja sexual;
muchos peces sitúan su órgano luminoso en el extremo de un apéndice que, a manera de
caña de pescar, atrae a sus presas incautas y las acerca a la boca.
El mar profundo está poblado de animales carnívoros y carroñeros que
presentan adaptaciones especiales, como enormes quijadas provistas de grandes y afilados
dientes y un estómago inmenso y dilatable, capaz de engullir presas de tamaño descomunal,
para así almacenar el alimento que requieren durante días; es así como en los encuentros que
ocurren al azar en la oscuridad, no es raro que los pequeños devoren a los grandes. Otros
peces que viven sobre el fondo del mar profundo, están provistos de aletas desflecadas,
cuyos radios se transforman en eficaces órganos táctiles que hacen las veces de bastones de
ciego.
En el lodo que cubre el fondo de los océanos también abundan las bacterias que
descomponen la materia orgánica y los cadáveres de multitud de organismos marinos, desde
los pequeños habitantes del plancton, hasta las grandes ballenas que al morir caen a las
grandes profundidades oceánicas.
Algunos ambientes acuáticos que se caracterizan porque la concentración de sales de sus
aguas es superior a la que tiene el agua de mar, la cual generalmente no supera el 3,7%, se
denominan hipersalinos y según la composición iónica de las sales disueltas en sus aguas, se
clasifican en dos grupos: talasohalinos, los que se originan por la evaporación del agua de
mar, presentan un pH neutro o ligeramente alcalino y en ellos predominan los iones de cloro y
sodio. A este tipo pertenecen —al menos temporalmente— algunas lagunas costeras que
pierden el contacto con el mar abierto y sus aguas se vuelven muy saladas debido a la
evaporación, como ocurre periódicamente en varias lagunas de la costa Caribe colombiana,
especialmente en la península de La Guajira.
Atalasohalinos, los ambientes hipersalinos que presentan una proporción de iones diferente a
la del agua de mar y resultan de la disolución de depósitos minerales de sales de origen
continental. A este tipo pertenecen los salitrales naturales, como los que se encuentran en
algunos parajes de la Amazonia, los lagos salados, como los famosos salares de los Andes en
Argentina y Bolivia, el Salt Lake en Utah, Estados Unidos y las charcas de evaporación solar
para extracción de sal en las minas.
El agua, cuanto más salada es más densa, debido a que las sales disueltas incrementan
su densidad. La salinidad aumenta la tensión superficial y la viscosidad del líquido, reduce su
temperatura de ebullición y, lo más importante para los organismos acuáticos, incrementa la
presión osmótica que es la que ejerce un líquido sobre una membrana semipermeable para
igualar la salinidad que hay a ambos lados de ésta. Puesto que la membrana que recubre
las células de los seres vivos es permeable al agua, dichas células no pueden mantener en su
interior —en el citoplasma— un grado de salinidad del agua más alto que el que hay a su
alrededor, porque esto las llevaría a perder agua hacia el exterior para lograr el equilibrio y
morirían deshidratadas. Por consiguiente, los organismos que viven en altas concentraciones
de sal deben mantener su citoplasma al menos con la misma salinidad —estado isosmótico—
que la del medio extracelular; los organismos halofílicos son los que soportan
altas salinidades y se encuentran en equilibrio osmótico con su ambiente; es decir, tienen en
su citoplasma la misma concentración de sales que hay en el medio externo.
La capacidad de mantener los líquidos celulares en estado isosmótico con el entorno, cuando
éste es extremadamente hipersalino, lo logran sólo unos pocos organismos. Entre los
animales, es conocida la Artemia salina, un pequeño crustáceo, común en las lagunas
costeras y lagos hipersalinos en casi todo el mundo, que es capaz de vivir en aguas que
tienen hasta 25% de salinidad. Pero la Artemia no sobrevive a salinidades por encima del
26%, momento en el que ocurre la saturación del cloruro de sodio, lo que hace que el agua se
vuelva tóxica para ella. Sin embargo, existen algunas algas del género Dunaliella y algunas
arquebacterias o arqueas, como Halobacterium, que son habitantes autóctonos
de ambientes hipersalinos —salitrales naturales, charcas de evaporación solar y lagos salados
— en los que la salinidad puede superar el 40% y, por lo tanto, son considerados halofílicos
extremos. Estos organismos que son aparentemente permeables a la sal y sus enzimas, están
adaptados a condiciones de alta salinidad y requieren de sodio u otro catión para
destruir moléculas complejas y así poder alimentarse.
La concentración de iones de hidrógeno —hidrogeniones— determina el pH o grado de acidez
o alcalinidad del agua y sus valores se expresan en relaciones logarítmicas, por lo que la
variación de un grado de pH indica una concentración de iones de hidrógeno 10 veces mayor
o menor que la anterior. Los valores posibles en el agua pueden estar entre 0 y 14, el pH 7
que está entre ambos extremos, corresponde a valores neutros; por encima de éste los
valores son alcalinos o básicos y por debajo, son ácidos. El pH del agua pura y de la que se
encuentra en la gran mayoría de los lagos y ríos es neutro o casi neutro, o sea que tiene muy
poca acidez o muy poca alcalinidad. El grado de acidez o alcalinidad del medio afecta
profundamente a muchos organismos acuáticos, tanto vegetales como animales; la mayoría
de los peces, por ejemplo, toleran bien un pH entre 6,8 y 7,2, pero por encima de estos
valores o bajo ellos, son pocas las especies que prosperan.
Por diferentes circunstancias, como aportes de ácido sulfúrico y nítrico a través de la lluvia
ácida, extracción minera en suelos ricos en pirita, aportes de origen volcánico o lavado de
suelos ricos en materia orgánica, entre otros, el agua de algunos ríos puede tener valores de
pH considerablemente inferiores a 7.
El caso más extremo conocido de un curso de agua ácida, con un pH cercano a 2, es el del río
Tinto, en la provincia de Huelva, España; es un riachuelo de más de 90 kilómetros de longitud,
por el que fluyen aguas rojas y tintadas que surgen del interior de una mina de cobre, en las
que se presumía que la vida era imposible. Sin embargo, se ha demostrado que allí se
encuentran desde bacterias y hongos, hasta algas diatomeas y algunos animales unicelulares.
Por el ambiente tan extremadamente ácido en que viven estos organismos, se cree que
podrían sobrevivir en Marte u otros planetas inhóspitos.
Aunque lejos de ser tan extremos, el agua de algunos ríos que nacen y discurren por las
llanuras selváticas tropicales y subtropicales o los bosques de zonas templadas del
mundo —Amazonia, Orinoquia, sur de Estados Unidos, Indonesia y Tasmania— puede
ser muy ácida, con un pH entre 3,8 y 4,9. Por el color de sus aguas, ambarino oscuro,
similar al del té o del café, debido a la cantidad de taninos y otras sustancias
colorantes, en ellas la visibilidad a veces no supera 1 ó 1,5 m. Estos ríos se
denominan de aguas negras y drenan suelos pobres en nutrientes pero enriquecidos
de ácido húmico, por lo que el pH del agua puede alcanzar valores muy bajos, que se
reducen aún más por los taninos provenientes de la descomposición de la hojarasca
que cae permanentemente al cauce. Además, las condiciones para la producción
primaria en estos ríos son bastante desfavorables, debido a la escasez de luz y
de nutrientes. Por lo tanto, la cadena trófica está basada en nutrientes que provienen
del bosque, como hojarasca, semillas y madera, entre otros.
En la Amazonia, los bosques que se desarrollan cerca de los ríos negros suelen diferir en su
composición y estructura de los bosques circundantes. La acidez del agua y el suelo limita la
cantidad de especiesde árboles que pueden crecer y, por lo tanto, la diversidad de insectos y
de otros organismos es considerablemente menor que en los bosques amazónicos
convencionales. Igualmente, las llanuras de inundación, adyacentes a estos ríos, son poco
aptas para los cultivos.
Las poblaciones de peces en los ríos negros son bajas y por eso, en algunas zonas de la
Amazonia se conocen como "ríos de hambre". Sin embargo, para tolerar las condiciones de
acidez, se han adaptado muchos peces; algunas especies muy conocidas debido a su
popularidad en los acuarios, son los discos, tetras, cardenales y gouramis, entre otras. Su
coloración brillante e iridiscente parece ser una adaptación que les permite reconocerse
visualmente en las aguas oscuras de estos ríos.
Entre los ríos negros más conocidos del mundo, por su longitud y caudal, está el Río Negro
que nace en Colombia con el nombre de río Guainía y discurre por la llanura amazónica
brasileña. Otros de los grandes ríos negros de Colombia, son el Vaupés, el Apaporis y el
Inírida.

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