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Fecha

de Resolución: 26 de Septiembre de 2018


Emisor: Sala de Casación Civil y Agraria
Número de Proceso: T 1100102030002018-02747-00
Número de Providencia: STC12456-2018
Sentido del Fallo: NIEGA TUTELA
Profesionales de la salud. Acción de tutela. Diagnóstico. Proceso declarativo de responsabilidad
civil médica.
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Á.F.G.R.

Magistrado ponente

STC12456-2018 Radicación n.° 11001-02-03-000-2018-02747-00 (Aprobado en sesión de


veintiséis de septiembre de dos mil dieciocho) Bogotá, D.C., veintiséis (26) de septiembre
de dos mil dieciocho (2018).-

Decide la Corte la acción de tutela interpuesta por la Clínica Versalles S.A.S. contra la Sala
Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali, trámite al que fue vinculado el
Juzgado Quinto Civil del Circuito de la misma ciudad, así como la parte activa y los demás
intervinientes del juicio declarativo a que alude el escrito de tutela.
ANTECEDENTES

1. La sociedad accionante a través de gestor judicial, reclama la protección


constitucional de su derecho fundamental al debido proceso, presuntamente
conculcado por la autoridad jurisdiccional convocada, con la providencia emitida el
26 de junio de 2018, en el marco del proceso declarativo de responsabilidad civil
médica que promovió J.E., L.A., C.A. y Y.F.B., K.G.J., M.I., I. de Jesús y G.F.G.,
D.B. de F. y D.J.B.H., frente a la EPS Sanitas S.A., con radicado No. 2012-00433-
00, juicio al que fue llamada en garantía junto a la aseguradora Mapfre Seguros
Generales S.A.

Exige, entonces, para la protección de la citada prerrogativa, que se deje sin valor ni
efecto la citada decisión, y que como consecuencia de ello, se ordene a la Sala Civil
del Tribunal Superior de Cali, «design[ar] una Sala de Decisión distinta, para
rehacer la actuación [invalidada] dictando sentencia que se abstenga de vulnerar
los derechos fundamentales objeto de protección constitucional» (fl. 88).
2. En apoyo de su reparo y en cuanto interesa para la resolución del presente asunto,
aduce el apoderado en lo esencial, que la sentencia demarcada líneas atrás, «fue
adoptada sin contar con el necesario y adecuado respaldo probatorio, para tener la
facultad de apartarse de lo dictaminado por las pruebas desarrolladas en el proceso,
lo cual trajo como directa consecuencia una flagrante distorsión entre la verdad
jurídica o procesal y la verdad material o científica puesta de presente en [éste]»,
incurriendo de esta manera la Corporación acusada, en un defecto fáctico.

Asevera que ello es así, por cuanto que dicha autoridad hizo una «VALORACIÓN
ARBITRARIA DEL MATERIAL PROBATORIO», al desechar la prueba testimonial
de los galenos B.A.M.V., C.E.A. y R.M.P.O., especialistas en cirugía general, con
amplia experiencia en la materia analizada (apendicitis y riesgo de perforación),
quienes sostuvieron en sus declaraciones que «no hay una relación lineal entre el
tiempo de evolución y perforación apendicular»; Así mismo, afirma, descartó el
«AUTO INTERLOCUTORIO N° 180-2014 DEL 22 DE OCTUBRE DE 2014»,
proferido por el Tribunal de Ética Médica, donde se decidió precluir la
investigación que se inició en contra de los médicos que atendieron al paciente
J.E.F.B., con base en razonamientos de «carácter científico», los cuales señalan que
por la condición fisiológica de éste, se «hacía más difícil el diagnóstico del cuadro»,
y que dichos profesionales de la salud trataron al enfermo «siguiendo parámetros
de la Lex Artis, de acuerdo a las guías médicas señaladas en la literatura médica»,
lo que constituye, dice, «un exabrupto mayúsculo y tosco».

Finalmente refiere, que por si fuera poco, la aludida Colegiatura también omitió
valorar el artículo científico denominado «TIEMPO DE EVOLUCIÓN DE
LA APENDICITIS Y RIESGO DE PERFORACIÓN», publicado en la Revista
Colombiana de Cirugía Nº 28 de 2013, «cuando era prueba en el proceso», y por el
contrario, acudió a una literatura médica derogada, la cual está citada en la
sentencia de casación de fecha 30 de septiembre de 2016 proferida por la Sala Civil
de la Corte Suprema, en donde además la situación fáctica allí analizada difiere del
presente asunto, sustitución probatoria que generó, asegura, «UN ERROR
INSUPERABLE», razones éstas por las cuales se acude a esta vía excepcional de
protección (fls. 69 a 90).
3. Una vez asumido el trámite, el día 18 de septiembre se admitió la acción de tutela y
se ordenó el traslado a los involucrados para que ejercieran su derecho a la defensa
(fl. 94).

RESPUESTA DEL ACCIONADO Y LOS VINCULADOS

Al momento de registrar el proyecto de fallo, no se habían efectuado


pronunciamientos por parte de los involucrados en la presente queja
constitucional.
CONSIDERACIONES

1. Como es sabido, la acción de tutela es un mecanismo particular establecido por


la Constitución Política de 1991 para la protección inmediata de los derechos
fundamentales de las personas, de carácter residual y subsidiario, porque sólo
procede cuando el afectado no disponga de otro medio judicial de salvaguarda,
salvo que se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable. Ahora, tratándose de providencias o actuaciones judiciales, el
mencionado instrumento se torna aún más excepcional, pues sólo resulta viable
cuando se advierta un proceder del funcionario judicial que se pueda tildar de
irrazonable, arbitrario o caprichoso, caso en el cual se faculta la intervención del
juez constitucional para evitar o remediar la respectiva vulneración de los derechos
fundamentales.
2. Descendiendo al caso concreto, se advierte con vista en los elementos de juicio
obrantes en las diligencias, que la protección constitucional rogada por la Clínica
Versalles S.A.S., es improcedente, pues la determinación emitida el pasado 26 de
junio por la Sala Civil del Tribunal Superior de Cali, por medio de la cual se revocó
en todas sus partes la sentencia dictada el 15 de junio de 2017 por el Juzgado
Quinto Civil del Circuito de la misma ciudad, para en su lugar, «DECLARAR civil y
solidariamente responsables a la [parte pasiva]», condenándola a pagar a la parte
actora las sumas allí indicadas[1], únicamente, por concepto de perjuicios morales,
dentro del proceso declarativo de responsabilidad civil médica que promovió J.E.,
L.A., C.A. y Y.F.B., K.G.J., M.I., I. de Jesús y G.F.G., D.B. de F. y D.J.B.H. frente a la
EPS Sanitas S.A., juicio al que la aquí interesada fue llamada en garantía junto a la
aseguradora M.S.G.S.A., tuvo como fundamento argumentos jurídicos que de
manera alguna pueden considerarse caprichosos o absurdos, con independencia de
que la Corte los comparta o no, lo que descarta la posibilidad de censurar esa
decisión en el campo de la acción de tutela, dado que no se trata, entonces, de un
comportamiento ilegítimo que claramente se oponga al ordenamiento jurídico.
3. En efecto, la aludida Corporación en punto de analizar los reparos aducidos por el
apoderado judicial de los demandantes a través del recurso vertical que presentó
contra el fallo de primer grado, no solo tuvo en consideración la normatividad y
jurisprudencia aplicable al asunto, sino también las pruebas recaudadas en el
reseñado juicio, de las cuales pudo concluir, que hubo un «error de diagnóstico» en
la atención al paciente J.E.F.B. por parte de la Clínica Versalles S.A., aquí
accionante, específicamente, la demora en el diagnóstico final de la patología
presentada por éste (apendicitis), como factor determinante de la complicación
de la misma (perforada), la cual repercutió en su estado de salud, aunque sin
consecuencias nefastas para su vida, lo que le causó no solo una aflicción, dolor y
angustia al enfermo, sino también a sus familiares, que se traduce en un perjuicio
moral que debe ser indemnizado, razón por la que debía revocarse la providencia
apelada.

Ciertamente, revisado el contenido de la determinación de segundo grado atacada,


advierte la Corte que para llegar a dicha conclusión, preliminarmente dicha
Colegiatura precisó, luego de hacer unos breves apuntes acerca de la
responsabilidad médica y su régimen probatorio, lo siguiente:

En el presente caso, ninguna controversia hay en cuanto a los síntomas


dudosos que presentó el paciente; la parte apelante acepta que en virtud de
esa situación, el cuadro del paciente podía confundirse con otras
enfermedades; se trataba de un paciente obeso que presentó en la valoración
inicial dolor en flanco derecho o hipogastrio (no característico
de apendicitis), M.B. negativo (signo que sí es característico de
la apendicitis) con un antecedente quirúrgico a los ocho (8) meses de
nacido que ni él ni sus familiares pudieron informar si había consistido en
una apendicectomía.

La historia clínica revela que el paciente consultó el servicio de urgencias de


la Clínica Versalles el día 10 de enero de 2010 a las 14:02 por un cuadro de
un (1) día de evolución de “dolor intenso en flanco derecho o hipogastrio (...)
inicio súbito”. En el examen físico se encontró “dolor a palpación flanco
derecho, M.B. negativo y (...)” y se ordenaron líquidos endovenosos,
buscapina, diclofenaco, hemograma, parcial de orina, cuyos resultados
aparecen anotados ese mismo día a las 18:00, cuando se describió “dolor
pelvis M.B. dudoso, pendiente parcial de orina”.

Una hora después, el médico M.F.R. anotó nuevamente “M.B. dudoso, parcial
de orina negativo, dolor (...) estudio a Apendicitis? y decide dejar al
paciente en observación con LEV[2], “nada vía oral, nada analgésicos” y
dispuso la revisión del paciente a las 22:00 sin analgesia, como se alcanza a
leer en la página 27 y en el formato de “órdenes médicas” que se encuentra
en la página 121 del CD donde fue aportada por la Clínica Versalles la
totalidad de la historia clínica del paciente (fl. 257 cdno. ppal.).
A las 22:00 de ese mismo día, la médica y cirujana M.R.T., en completa
desconexión con lo anterior, refirió persistencia del dolor abdominal, dolor
moderado a severo en flanco derecho con M. positivo en hipocondrio derecho
y decidió continuar en observación con buscapina y ecografía de hígado y vías
biliares por sospecha de colelitiasis + colecistitis.

A las 6:30 del día siguiente, el paciente reportó dolor a la palpación de flanco
derecho, leve dolor al palpar HCD, M. (-), pendiente eco HVB, continúa
manejo instaurado.

A las 15:30 se reporta dolor en el flanco derecho y se ordenó la realización de


un TAC; a las 18:06 se ordenó su valoración por parte de cirugía general, la
cual se registra en la historia clínica a las 19:05, donde el cirujano C.E.A.
evidenció dolor a palpación media de flanco derecho sin datos de IP
extendiéndose hacia H.D. sin Murphy (+) claro PPL(-), anotó el antecedente
quirúrgico del paciente a los ocho (8) meses de edad y por la duda de la
apendicectomía solicitó un tac contrastado y revaloración con lectura.

A las 5:27 del día 12 de enero de 2010, la médica general de turno reportó
dolor a la palpación en flanco (...) y que el paciente se encontraba en
preparación para TAC. A las 9:20 a.m., la doctora C.H. encontró M.B. (+) y
evaluó los resultados del TAC en el que no se alcanzó a evidenciar la apéndice,
ordenando la valoración por cirugía general, la cual tuvo lugar a las 10:00
a.m. por parte del cirujano R.P. quien encontró fuerte sospecha de apéndice
(...) perforada o víscera hueca perforada, por lo que ordenó una laparotomía
que finalizó, según la nota quirúrgica a las 14:00 de ese mismo día, en la cual
se encontró peritonitis de 2 cuadrantes (derechos), ciego implantación retro
de apéndice, perforado con peritonitis fecal + severo síndrome adherencial.

Posterior a ello, el paciente presentó salida de material purulento por la


herida quirúrgica; el 19 de enero de 2010 requirió nueva cirugía para drenaje
de absceso abdominal y lavado terapéutico, lo cual debió repetirse cinco (5)
días después. El día 2 de febrero de 2010 se diagnosticó al paciente una fístula
intestinal por lo que se practicó lavado drenaje y enterorrafia; el 13 de marzo
registró sepsis por catéteres de drenaje, por lo que se inició tratamiento con
vancomicina x 7 días y el 19 de marzo de 2010 se dispuso “Salida a PHD”

Situación fáctica de la cual acotó:

De lo anterior, se observa que desde su ingreso y hasta que se ordenó la


laparotomía por parte del cirujano general, el paciente fue valorado por cerca
de ocho (8) médicos cada uno de los cuales registró su impresión diagnóstica
y dispuso el tratamiento que a su juicio resultaba procedente sin consultar,
parece, las notas de sus predecesores.

Decimos lo anterior por cuanto se observa que desde el día 10 de enero de


2010 a las 19:00 el médico M.F.R. encontró un M.B. (signo característico de
la apendicitis) dudoso y sospechó sobre el diagnóstico de apendicitis,
como así lo señaló seguido a continuación de un signo de interrogación, sin
que ese interrogante fuera despejado o siquiera considerado en la valoración
que tuvo lugar a continuación, toda vez que tres (3) horas más tarde la médica
M.R.T. dispuso que se continuara con el suministro de buscapina compuesta
cada ocho (8) horas y lo que ordenó fue una ecografía de hígado, luego de
anotar que al examen físico el paciente presentaba dolor en flanco derecho
con un “Murphy positivo” que no se encontró en la evaluación realizada por
la doctora T.M.C. a las 6:30 del día siguiente

Inferencias todas de las cuales concluyó, de cara a la definición del asunto, que:

En criterio de la Sala es aquí donde se configura el error de diagnóstico como


presupuesto de la responsabilidad civil demandada pues no se entiende cómo
a pesar de la sospecha de apendicitis que consignó el médico a las 19:00 del
día 10 de enero en el que detalló un M.B. dudoso, no se tomaron a
continuación las ayudas diagnósticas necesarias para descartar dicho
diagnóstico y, en lugar de ello se insistió, por ejemplo, en el suministro de
analgésicos cuando en dicha valoración precisamente se había dispuesto la
suspensión de los mismos.

Conforme con esto, no es cierto que la posibilidad de la apendicitis hubiere


surgido apenas en el momento en que fue descartada la colelitiasis y
colecistitis con la realización de la ecografía de hígado y vías biliares que fue
ordenada ese mismo 10 de enero a las 22:00 y cuyo resultado apenas pudo
obtenerse el día siguiente a las 15:39, lo que llevó a una nueva valoración por
cirugía general. La misma historia clínica refleja que la posibilidad de
la apendicitis surgió desde el primer día de consulta del paciente, sin que la
misma fuera confirmada o al menos descartada por los médicos que
valoraron al paciente con posterioridad

Inferencia que reforzó al anotar:

Es más, el mismo cirujano general R.P.O. refiriéndose a las notas de la


historia clínica, corroboró lo que hemos venido diciendo cuando señaló que
en las primeras veinticuatro (24) horas al paciente lo valoraron más o menos
seis (6) personas (que en realidad fueron ocho como ya dijimos) y cada
profesional hizo su análisis, interpretación y descripción de una semiología
diferente, explicando que en la primera valoración se anotó un M.B. negativo
y puño percusión derecha que es indicativa de cólico de riñón e infección de
vías urinarias. El segundo evaluador encontró un M.B. dudoso y anotó que se
encontraba pendiente el resultado del parcial de orina; una hora después, el
médico reiteró el M.B. dudoso y un parcial de orina negativo con lo que sacó
de la ecuación la infección de vías urinarias, interrogó apendicitis y ordenó
dejar en observación; pero tres (3) horas después, la cirujana encontró dolor
en flanco derecho, M. positivo y surgió la necesidad de descartar una
colecistitis o una colelitiasis, por lo que se ordenó una ecografía.

Si bien entonces no era obligatoria la realización de la tomografía desde la


atención inicial, sí se advierte que ésta se hizo necesaria desde la valoración
de las 7:00 p.m. del día 10 de enero de 2010, en la cual se consignó un “M.B.
dudoso” y se interrogó por una posible apendicitis. También se observa que
en la valoración siguiente nada se dijo sobre ello y lo que se ordenó fue una
ecografía de hígado y vías biliares bajo un pretendido “Murphy positivo”
(signo característico de este tipo de patologías) que en la valoración de las
6:30 a.m. del día siguiente no se encontró. No es justificable entonces que en
la valoración de las 22:00 horas del 10 de enero se eludiera ese diagnóstico
de apendicitis, al menos para descartar tal posibilidad, aún si los síntomas
eran atípicos, pues como lo tiene dicho la jurisprudencia nacional “...si bien
la apendicitis retrocecal puede ofrecer dificultades diagnósticas, por la
ubicación atípica del apéndice, su existencia no puede considerarse como una
fatalidad insuperable que imposibilite absolutamente el diagnóstico, como lo
pretenden las entidades demandadas, para dar fundamento a la fuerza
mayor, como causal de exclusión de responsabilidad...”

A lo que agregó:

Y es que si bien es cierto que los testigos técnicos que declararon en el


presente proceso señalaron que la escanografía se hizo en el momento
adecuado, nada dijeron sobre esta situación particular, es decir, para llegar a
esa conclusión no consideraron esa sospecha previa de apendicitis anotada
en la historia clínica y, por ello, no pueden ser de recibo las manifestaciones
que hicieron sobre el particular, máxime cuando lo que indica la literatura
médica es que “…una regla que ayudará considerablemente en los casos
atípicos es nunca poner en segundo lugar a la apendicitis en el diagnóstico
diferencial del dolor abdominal agudo en una persona previamente sana

. (LAWRENCE WAY. Diagnósticos y tratamientos quirúrgicos. 7ª ed. Bogotá, 1994.


p. 531 y s.s.)...”.

Aunado a lo anterior, también se advierte que desde un inicio al paciente le fueron


suministrados analgésicos para el dolor, cuando las guías médicas y protocolos
recomiendan no proceder a ello hasta tener un diagnóstico comprobado o definitivo
de manejo. Así lo trajo a colación la Corte Suprema de Justicia en la sentencia del
30 de septiembre de 2016, en la cual analizó un caso que tiene algunos contornos
similares con el que hoy es objeto de estudio por parte de esta Sala[3]:

“...Con relación al síndrome de abdomen agudo, la literatura especializada


comenta: «El síntoma primordial con que se presentan los pacientes a los servicios
de urgencia es EL DOLOR. Si el médico consultado llega a tener dudas sobre la
posible causa que desencadena el dolor, deberá observar de cerca su evolución, bien
sea hospitalizando o mediante un seguimiento muy estrecho en consultas repetidas,
con la precaución de no manejar los analgésicos en ninguna de sus formas, hasta
tanto se haya definido el diagnóstico». (Servicio Seccional de Salud de Antioquia.
Protocolos de urgencias. Medellín: 1992)

En un sentido similar: «Un dolor abdominal de comienzo brusco, evocará en un


médico sagaz, entre otras alternativas diagnósticas, la posibilidad de la perforación
de una vía hueca. Solicitará una radiografía de tórax de pie, para objetivar la
presencia de aire libre en la cavidad abdominal. Un médico negligente, inexperto o
poco informado, aconsejará observación, prescribirá medicación sintomática y,
consultado nuevamente 24 horas más tarde, se encontrará con la descripción
hipocrática de la peritonitis avanzada». (H.W.. Emergencias médicas y quirúrgicas.
2ª ed. 1987. p. 257)...”.

Refirió también que:

“...En los aludidos protocolos se indica que no se debe recetar nada vía oral y nunca
prescribir analgésicos hasta tener un diagnóstico comprobado o definitivo de
manejo, pues éstos, al calmar el dolor, enmascaran los síntomas de la enfermedad.
(Protocolos de urgencias, Abdomen Agudo. Programa de las Naciones Unidas para
el desarrollo de Antioquia, Medellín, 1992. p. 75, 76).

En otro estudio se señala: «En el curso de la investigación de un paciente afecto de


dolor abdominal, es de extrema importancia no administrar analgésicos o sedantes
hasta completar el diagnóstico o en los casos en que hay una obvia indicación para
una intervención quirúrgica». (R.C.; LLOYD NYHUS, Manual de terapéutica
quirúrgica. 2ª ed. Bogotá: 1985. P. 105)

Conforme con lo anterior y aun cuando el cirujano general R.P.O. señaló que es
adecuado suministrar analgésicos que no enmascaren rotundamente el dolor, como
el diclofenaco que es un anti – inflamatorio y la buscapina que es un
antiespasmódico e indicó que “de hecho no se empleó ningún opiáceo que son las
drogas que definitivamente quitan los signos y los síntomas”, siendo esto
corroborado por los demás testigos técnicos que declararon en el proceso, lo cierto
es que su dicho queda desvirtuado por la copiosa literatura médica que existe sobre
el particular y que fue traída por la Corte Suprema de Justicia como sustento de la
condena que fue impuesta en la providencia que venimos citando» (fls. 43 a 62).
4. Por virtud de lo anterior, se descarta la eventualidad de predicar que en esa labor el
Magistrado sustanciador de la Colegiatura censurada hubiera incurrido en una
actitud susceptible de ser cuestionada positivamente a través de esta excepcional
herramienta, dado que, como quedó visto, la premisa fundante del título de
imputación de la responsabilidad médica que ésta le endilgó a la parte accionante,
esto es, «error en el diagnóstico», lo fue la falta de observación y atención a la nota
de evolución registrada por el segundo de los galenos que atendieron al paciente
J.E., que de alguna manera alertaba sobre una posible apendicitis, la que de
haberse advertido, quizás no hubiese generado la complicación que tuvo éste,
descuido o ligereza que, conforme a la literatura médica especializada que se citó,
se enmarca en una de las hipótesis en las que se ha considerado se puede dar el tipo
de responsabilidad aquí analizada, deducción que tiene respaldo probatorio y que,
valga recalcar, no viene siendo cuestionada por la parte tutelante.
5. Por otra parte, no es cierto, como insistentemente lo señala ésta, que el Tribunal
acusado desechó sin más la prueba testimonial de los especialistas en cirugía
general B.A.M.V., C.E.A. y R.M.P.O., pues lo que ocurrió fue que les restó merito
probatorio ante la situación anotada precedentemente, hecho que no va en
contravía de las reglas de la sana crítica; además, aquél tampoco hizo una
valoración arbitraria de la providencia proferida el 22 de octubre de 2014 por el
Tribunal de Ética Médica, dado que, bajo ese mismo entendido, no la halló idónea o
apta de cara a la resolución del asunto, precisamente, por no advertir aquello, lo
cual es razonable a la luz de los citados mandatos racionales.
6. Ahora, si bien la aludida autoridad no hizo mención en su decisión de la prueba
documental echada de menos por la gestora del amparo, esto es, el artículo
científico denominado «TIEMPO DE EVOLUCIÓN DE LA APENDICITIS Y
RIESGO DE PERFORACIÓN», publicado en la Revista Colombiana de Cirugía Nº
28 de 2013, tal omisión no constituye per se una infracción que dé lugar a la
concesión del resguardo, pues hay casos en que para el fallador el contenido de
algunas pruebas no tengan relevancia probatoria, y por ende, las ignoren en sus
providencias, lo cual no significa que dejaron de estimarlas, y si se admitiera que
para el sub judice aquella sí la tiene, para la Corte su apreciación no varía lo
decidido por la Corporación criticada, toda vez que la conclusión a la que allí se
llega, en vez de debilitar el fundamento báculo de la responsabilidad endilgada, la
fortalece, en el entendido que si no existe una relación entre el tiempo de evolución
de los síntomas de la apendicitis con el riesgo de perforación, ya que ello depende
de cada organismo, por lo que ha habido casos en los que «después de 6 horas , 30
a 40% de los pacientes se presentan con apendicitis perforada», es evidente que,
bajo la lógica y las reglas de la experiencia, las ayudas diagnosticas son una
herramienta que debe ser agotada para confirmar o descartar ese tipo de patología
cuando el paciente presenta dolor abdominal agudo hasta tanto se haya definido
con certeza el diagnóstico, máxime cuando, como aquí ocurrió, existían
circunstancias que dificultaban el mismo, lo que no excusaba a los galenos de
verificar si se trababa de dicho padecimiento, especialmente, si uno de ellos
advirtió sobre su posible presencia, que fue lo que, se reitera, dio lugar al título de
responsabilidad imputado.

Recuérdese que ésta, como se ha dicho, «es una especie de la responsabilidad


profesional sujeta a las reglas del ejercicio de la profesión de la medicina, y cuando
en cualquiera de sus fases de prevención, pronóstico, diagnóstico, intervención,
tratamiento, seguimiento y control, se causa daño, demostrados los restantes
elementos de la responsabilidad civil, hay lugar a su reparación a cargo del autor o,
in solidum si fueren varios los autores, pues “el acto médico puede generar para el
profesional que lo ejercita obligaciones de carácter indemnizatorio por perjuicios
causados al paciente, como resultado de incurrir en yerros de diagnóstico y de
tratamiento, ya porque actúe con negligencia o impericia en el establecimiento de
las causas de la enfermedad o en la naturaleza misma de ésta, ora porque a
consecuencia de aquello ordene medicamentos o procedimientos de diversa índole
inadecuados que agravan su estado de enfermedad, o bien porque ese estado de
agravación se presenta simplemente por exponer al paciente a un riesgo
injustificado o que no corresponda a sus condiciones clínico – patológicas” (cas. civ.
sentencia de 13 de septiembre de 2002, exp. 6199)» (resalto ajeno al texto) (citada
en CSJ SC de 17 nov. 2011, R.. 1999-00533-01 y SC15746-2014).
7. Por último cabe acotar, en relación a las referencias médicas citadas por la citada
autoridad en su providencia, que las mismas se entienden derogadas o
desactualizadas por la fecha de su creación, menos aún por lo que se haya
consignado en el artículo científico aludido con antelación, o inaplicables por estar
mencionadas en una sentencia donde la situación del paciente era totalmente
distinta, como lo sostiene la parte actora, ya que, como se vio, tal contenido no
guarda una relación directa ni intrínseca con lo argüido por ésta, máxime cuando la
información allí vertida se obtuvo de la experiencia de sus autores, siendo
intrascendente que aquélla literatura haya sido aludida en una providencia donde
se analizó un caso disímil; de ahí que no se pueda afirmar, entonces, que en la
determinación criticada la Colegiatura censurada hubiera incurrido en una actitud
susceptible de ser cuestionada positivamente a través de esta excepcional
herramienta, dado que, como quedó visto, de acuerdo a los medios de prueba
obrantes en el memorado litigio, no podía ser otra la decisión a la que ésta debía
arribar, máxime cuando la misma fue producto de la sana crítica probatoria
ejercida por la juez acusada conforme al artículo 176 del Código General del
Proceso, no siendo, pues, la simple discrepancia con lo decidido una razón para que
se admita la intervención del juez de tutela frente a las referida decisión, ya que
como de vieja data lo tiene dicho la Sala, no constituyen causal de procedencia del
resguardo «las meras discrepancias que se tengan con las interpretaciones
normativas y las apreciaciones probatorias en las decisiones judiciales, por ser ello
de competencia de los jueces» (citada recientemente entre otras en STC7329-2018
y STC7874-2018).
8. Así mismo, esta Corporación ha sostenido, que «el juez de tutela no es el llamado a
intervenir a manera de árbitro para determinar cuáles de los planteamientos
valorativos y hermenéuticos del juzgador, o de las partes, resultan ser los más
acertados, y menos acometer, bajo ese pretexto, como lo pretende la actora, la
revisión oficiosa del asunto, como si fuese uno de instancia» y, que «la adversidad
de la decisión no es por sí misma fundamento que le allane el camino al vencido
para perseverar en sus discrepancias frente a lo resuelto por el juez natural»
(mencionada hace poco en STC10505-2018).
9. Por todo lo expuesto, se desestimará lo pretendido con el escrito de tutela
presentado ante esta Corporación.
DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil,


administrando justicia en nombre de la República de Colombia y por autoridad de la ley,
DENIEGA el amparo incoado a través de la acción de tutela referenciada.

C. lo aquí resuelto a las partes y, en oportunidad, remítase el expediente a la Corte


Constitucional para que asuma lo de su cargo, en caso de no ser impugnado este
fallo.
AROLDO WILSON QUIROZ MONSALVO

Presidente de Sala

MARGARITA CABELLO BLANCO

ÁLVARO FERNANDO GARCÍA RESTREPO

LUIS ALONSO RICO PUERTA

ARIEL SALAZAR RAMÍREZ

OCTAVIO AUGUSTO TEJEIRO DUQUE

LUIS ARMANDO TOLOSA VILLABONA

[1] $20.000.000,oo a favor de J.E.F.B.; $15.000.000,oo a favor de D.B. de Fonseca; y,


$12.000.000,oo a favor de los demás demandantes.
[2] Líquidos endovenosos.

[3] SC13925-2016 de 30 septiembre.

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