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Tánatos
Dr. Jesús Trujillo Ballesta
Universidad de Málaga
RESUMEN
Entendemos la muerte como cesación completa y definitiva de la vida,
y también la separación del cuerpo y del alma, con las pérdidas de cons-
tantes vitales. Y tras la cual se entra en una etapa de luto con posteriores
ceremoniales funerarios: ajuar, preparación, y posición del cadáver, así como
inhumación, o cremación y situación de los restos en la tierra. Aportamos
tradiciones y costumbres de este evento, tales como Samain, Halloween,
Druismo y Santa Compaña.
TÁNATOS
ABSTRACT
We understand Death as a complete and final cessation of the life, and
also the separation of body and soul, with the loss of vital signs. And after
which starts a period of mourning with funeral rites: trousseau, prepa-
ration, and position of dead body, or burial, or cremation and situation of
the remains on earth. We bring traditions and customs of this event, such
a Samain, Halloween, and Holy Company.
Súplica humilde
Al
Muy sabio y muy honrado
Público ilustrado
Para el ingreso de la muerte en la
Academia de las Ciencias.
Muy ilustrados y muy sabios señores,
aquí a la muerte a ustedes les presento,
para que, dentro de su augusto círculo,
al podio de doctor ustedes la promuevan.
La cosa indigna no encontrarán ustedes,
cuando ella con ustedes en consejo se siente,
pues sin más dilación ahora les declaro
la mucha ciencia que en ella se halla puesta.
No hay médico cual ella aquí en la Tierra,
a él jamás falló ninguna cura;
y por muy graves que ustedes estuvieren,
de raíz cura ella la naturaleza.
Es la verdad que nunca se ha entendido
con los teólogos del cristiano mundo,
mas es un hecho que nunca hallaréis otro
que como ella la filosofía entienda.
Por todo ello, ruego que reciba
la muerte en la Academia,
y que en Filosofía, cuanto antes,
doctora se le haga1.
1. La muerte.
segundo templo se afirmaba que este lugar se hallaba dividido en dos zonas:
la destinada a los justos, seno de Abraham, y la ocupada por los condenados,
Gehenna, “valle del Hinom”, el lugar en Jerusalén donde se practicaba en la
Antigüedad el sacrificio de niños en honor de Moloc, 2 Reyes 23, 10. Este mis-
mo punto de vista es el contenido en las enseñanzas de Jesús que describe el
Hades como un lugar de castigo consciente, Lucas 16, 21-24, y que en repetidas
ocasiones hizo referencias al castigo eterno de los condenados, Mateos 25, 46.
La idea del tormento eterno de los condenados aparece también en el resto del
Nuevo Testamento, Apocalipsis 14,11; 20, 10, utilizándose el término Hades
en Apocalipsis como sinécdoque de los espíritus de los muertos que serían
arrojados al lago de fuego y azufre, el Gehenna, Apocalipsis 20, 13-5. El Hades
no es mencionado en el Corán pero éste sí se refiere al Infierno.
6 FALCÓN MARTÍNEZ, C., Diccionario de la mitología clásica, 2, Alianza Edi-
torial, Madrid, 1980, pag. 492. Voz: aunque en principio parecen ser divinida-
des del nacimiento, las Parcas acaban siendo en Roma las diosas del destino,
asimiladas por completo a las Moiras griegas. Como ellas, son tres hermanas
hilanderas, que presiden el nacimiento, matrimonio y muerte. A las estatuas
de estas divinidades, que había en el Foro romano, se les llamaba Tría Fata,
los tres destinos.
7 FALCÓN MARTÍNEZ, C., op. cit., pag. 438. Moiras: Las Moiras fueron en su
origen, al parecer, los espíritus del nacimiento. Ellas atribuían al niño al nacer
el lote que iba a corresponderle en vida; y, como este lote incluía el momento y
forma de la muerte, las Moiras eran unas divinidades temibles, revestidas de
tintes siniestros. Hesíodo, las hace hijas de la Noche y las presenta como tres
hermanas, de nombres, Cloto, Láquesis, y Átropos.
2. Samain o Samhain.
barca fúnebre, tumba neba moneipuk; Death and life completed, de G. Klimt; La
muerte de Sócrates, de David J.; Judith y Holofernes, de Caravaggio; El jardín
de la muerte, de H. Simberg; Ejecución de Torrijos, de A. Gisbert; El triunfo
de la muerte, de van de Dood, 1562; Los desastres de la guerra, de Goya; La
muerte de la Virgen, de Caravaggio; Amor de madre, de A.M. Degrain; Guernica,
de P. Ruiz Picasso; Lamentación por la muerte de Cristo, de Fray Angélico, y
Juana la Loca acompaña al féretro de Felipe el Hermoso, de Francisco Pradilla .
10 Narra una leyenda irlandesa que había un pillo de nombre Jack, el Tacaño.
El diablo, a quien llegó el rumor de tan negra alma, acudió a comprobar si
efectivamente era un rival de semejante calibre. Disfrazado como un hombre
normal acudió al pueblo de éste y se puso a beber con él durante largas horas,
revelando su identidad tras ver que en efecto Jack era un auténtico malvado.
Cuando Lucifer le dijo que venía a llevárselo para hacerle pagar por sus peca-
dos, Jack le pidió que bebieran juntos una ronda más, como última voluntad.
El diablo se lo concedió, pero al ir a pagar ninguno de los tenía dinero, así que
Jack retó a Lucifer a convertirse en moneda para demostrar sus poderes. Sata-
nás lo hizo, pero en lugar de pagar con la moneda, Jack la metió en el bolsillo,
donde llevaba un crucifijo de plata. Incapaz de salir de allí el diablo ordenó al
granjero que le dejara libre, pero Jack respondió que no lo haría a menos que
prometiera volver al infierno para no molestarle durante un año. Transcurrido
ese tiempo, el diablo apareció de nuevo en casa de Jack para llevárselo al in-
framundo, pero de nuevo Jack pidió un último deseo, en este caso, que el amo
de las tinieblas cogiera una manzana situada en lo alto de un árbol para así
tener una postrera comida antes de su tormento eterno. Lucifer accedió, pero
cuando se hallaba trepado en el árbol, Jack talló una cruz en su tronco para
que no pudiera escapar. Pero esta vez pidió no ser molestado en diez años, ade-
más de otra condición: que nunca pudiera el diablo reclamar su alma para el
inframundo. Satanás accedió y Jack se vio libre de su amenaza. Su destino no
fue mejor: tras morir, se aprestó a ir al cielo, pero por su mala vida fue enviado
al infierno; allí tampoco fue aceptado debido al trato realizado con el diablo. El
cual arrojó a Jack a unas ascuas ardientes, las cuales un granjero atrapó con
un nabo hueco, a la vez que agradecía la linterna que así obtuvo. Condenado a
deambular por los caminos, anduvo sin más luz que la ya dicha linterna en su
eterno vagar entre los reinos del bien y del mal. Con el paso del tiempo Jack el
Tacaño fue conocido como Jack el de la linterna o “Jack of the Lantern”, nombre
que se abrevió al definitivo “Jack O´Lantern”. Esta parece ser la razón de usar
nabos, y más tarde calabazas, al imitar con su color el resplandor de las ascuas
infernales, para alumbrar el camino a los difuntos en Halloween, y también el
motivo de decorar las casas con estas horrendas figuras, para evitar que Jack
llamara a la puerta de las casas y proponer dulces o travesuras.
3. Halloween.
4. Druismo o Druidismo.
11 Había tres clases de druidas: los druidas propiamente dichos, filósofos, sabios
y magos, encargados de mantener los principios morales y de estudiar los
secretos de la naturaleza; los adivinos, que sabían interpretar las señales
que enviaba la naturaleza; y los bardos, que eran los poetas. Según Diodoro
de Sicilia, escritor del siglo I a.C., entre los celtas de la Galia existían “poetas
líricos llamados bardos que acompañaban sus canciones de alabanza y sátiras
con instrumentos semejantes a liras”. Según este autor, se les contrataba tanto
para cantar las alabanzas de su patrón, como para denostar a los enemigos de
éste, o para relatar los mitos legendarios de la aristocracia celta. La etimolo-
gía más antigua del nombre “druida” aparece en el escritor latino Plinio: “Los
druidas nada tienen más sagrado que el muérdago y el árbol que lo porta. A
causa de este árbol, sólo eligen los bosques de robles y no cumplen ningún
rito sin la presencia de una rama de este árbol”. Por lo que parece posible que
deriven su nombre del griego, “drus”, roble. GUERRA GÓMEZ, M., La trama
masónica, Styria, Barcelona 2006, pag. 381. Druidas: Nombre de los sacerdotes
celtas, habitantes de las Galias, Francia, Bélgica, antes de su romanización.
Al parecer existieron desde el siglo VI a.C. al V d.C. Aunque sin fundamento,
la masonería cree que parte de sus rituales simbólicos, tres primeros grados,
está inspirada en unos rituales bardos e indirectamente de tradición druídica
o céltica. Casi todas las sectas actuales druídicas son de origen masónico.
5. Santa Compaña.
13 Samhain significa “fin de verano”, es una de las dos noches de “espíritus” en todo
el año, siendo la otra Beltane, Día festivo antiguo celebrado el 1 de mayo en el
hemisferio norte y 31 de octubre en el sur. Para los celtas marcaba el comienzo
de la temporada de verano pastoral. Es una intervención mágica donde las
leyes mundanas del tiempo y el espacio están temporalmente suspendidas y la
barrera entre los mundos desaparece. Comunicarse con antecesores y amores
fallecidos es fácil para este tiempo.
14 Samonis, significa “reunión”. El 1º de noviembre era el encuentro amoroso a orillas
de un río, de Morirîganî con Teutatis, el Dios de la tribu, padre de los hombres y
señor del mundo inferior. Ella era la única diosa celta en su aspecto de señora del
mundo inferior y de la guerra, “la Reina de los espectros”. La versión de esta pareja
para los irlandeses era Moririan y Dagda; en las Galias se llamaban Sucellos y
Herecura, y en Hispania, Endovellicos y Ataicina. La diosa le proporcionaba a su
amado los secretos para salir victorioso en la próxima batalla mítica.
15 Hoy en día muchos wiccanos, religión neopagana del culto a las brujas y a la
brujería, conlleva todavía esa tradición. Simples velas eran encendidas y dejadas
en las ventanas para ayudar a los espíritus de antecesores y de los amados al
hogar. Se ponían más sillas en las mesas y alrededor de las chimeneas para
los invisibles invitados. Se colocaban manzanas en las aceras y en los caminos
para los espíritus perdidos o que no tenían descendientes. En Samhain se abre
el portal hacia el mundo de los muertos y es el momento perfecto para trabajar
la adivinación y las invocaciones de los muertos.
6. Muerte y religión.
20 CID BABARRO, C., Historia de las religiones, Editorial Ramón Sopena, Bar-
celona, 2000.
21 Los motivos de la incineración pueden ser múltiples, pero como más importan-
tes podemos señalar la clase de vida dominante en el país, pues en los pueblos
nómadas si se quiere conservar un recuerdo de los fallecidos y evitar la pro-
fanación por pate de los enemigos, se impone este sistema. Otra causa deriva
de la naturaleza del territorio habitado, y así vemos que los indios cocopa,
que ocupan el valle inferior del Colorado, y que a causa de las inundaciones
periódicas se ven obligados a abandonar las tierras bajas y a refugiarse en las
montañas, y por lo tanto no pueden enterrar sus muertos ni en cuevas ni en el
suelo, pues las aguas los arrastrarían.
Otro móvil de la incineración puede también encontrarse en el deseo de ani-
quilar completamente al espíritu. Los indígenas, kols de Chota Nagpur, colo-
can los restos, óseos, tras la incineración, en una vasija de barro, que cierran
cuidadosamente y guardan en casa, hasta una determinada fecha, harbor;
así, piensan que el espíritu abandona para siempre su antigua morada y no
atormenta a los vivos.
nen con el nacimiento del día y por tanto, con la resurrección, y que
cuando se dirigen a Occidente respondan a la idea de que este lugar,
por donde se oculta el sol, se considera la morada de los muertos. No
cabe duda de que existió, en algunos casos, una relación entre los
enterramientos y la proximidad de ríos y sobre todo del mar, puesto
que se verificaba en acantilados que bordean estrechas ensenadas
que penetran profundamente en la costa. También podría aventurar-
se la hipótesis de un camino que condujera a un más allá situado en
regiones desconocidas, localizadas al otro lado del misterioso hori-
zonte visible. Es seguro que el lugar de la sepultura y la orientación
de los cadáveres tenían, en algunos casos al menos, un significado
concreto relacionado con la firme creencia en la otra vida. Hay otros
aspectos de la posición de los cuerpos en las sepulturas prehistóricas
que se prestan a una interpretación mucho más segura. Se trata de
los cadáveres encogidos, casi siempre violentamente plegados sobre
sí mismos y fuertemente ligados. Se ha supuesto que se intentaba
reproducir la posición del feto en el seno materno, como si se tratara
de una especie de gestación para la nueva existencia.
La preocupación de los primitivos por sus muertos no siempre
obedece al amor o respeto, con mayor frecuencia se debe al miedo.
El primitivo vive aterrorizado por los espíritus visibles –visibles y
casi reales en su imaginación-, agentes de todas las enfermedades y
catástrofes que muchos de ellos nunca explican por causas naturales,
y no faltan los que atribuyen siempre la muerte a su actividad o a
encantamientos. Esto justifica que tomen precauciones especiales
con los difuntos.
Los tongas, bantúes del suroeste de África, pliegan y atan a los
moribundos antes de que fallezcan, otros primitivos, de tierras no
civilizadas, siguen prácticas idénticas. Pretenden inmovilizar el ca-
dáver y, a través de él, al espíritu para que no moleste o perjudique
a los vivos. Y no es aventurado afirmar que esta misma razón expli-
ca posturas idénticas en los esqueletos prehistóricos. Otras veces,
eran enterrados con las manos y los pies atados, tendidos de bruces
e incluso con la cabeza hacia abajo, así, si pretendían ponerse en
movimiento, se hundirían cada vez más en la tierra sin poder salir
a cometer graves tropelías. El miedo a los muertos fue causa de las
extrañas posiciones del hombre de Chancelade, de los esqueletos de
Grimaldi y hasta de cadáveres de época tan avanzada –plena edad
de bronce- como algunos de la cultura española de El Argar.
Existe una complicada disputa sobre la posible existencia de un
culto prehistórico a los muertos o a los antepasados, conceptos que
no deben confundirse. En el primer caso se trata de la persistencia
espiritual de la persona que se ha conocido viva; en el segundo, de
gentes que vivieron hace mucho tiempo, a quienes la tribu no ha visto
en su realidad terrena, a las que se remonta su propio origen, y que
están envueltas por una capa tan espesa de creencias mitológicas
que acaban perdiendo su personalidad natural convertirse en algo
muy parecido a divinidades, aunque sean de segundo orden. Ocurre,
incluso, que estos antepasados son una pura invención. Hay que
distinguir entre las honras al difunto en los momentos a su muerte,
funerales, y mientras su memoria persiste, recuerdos y ofrendas, del
rito religioso propiamente dicho, que exige siempre la elevación a la
divinidad y un ritual bien establecido, prácticamente una liturgia.
La muerte plantea al hombre prehistórico y primitivo, abando-
nado a sí mismo en medio de una naturaleza misteriosa y con fre-
cuencia sobrecogedora y hostil, una serie de peguntas angustiosas:
¿Qué parte es la que sobrevive? Sin duda el alma, pero ¿qué es el
alma? ¿una sustancia inmaterial, indestructible e inmortal?, ¿adón-
de va cuando se separa del cuerpo? No estamos seguros de que los
prehistóricos se formularan así todas estas preguntas, ni siquiera
de si se las propusieron tan categóricamente, pero estos problemas
–bajo cualquier forma, más o menos completa- eran sin duda motivo
de honda preocupación.
Bibliografía.