EL DÍA BOCA ABAJO ronroneo. El día lejano ya no está hacia abajo.
Frente a mí, un árbol delgado y azabache me
La interminable cabellera colgando muestra un fruto rojo en desmedro de uno desde mi nuca hasta el suelo, por ambos lados verde. de cada oreja, no me protegen del insaciable sol, que impertérrito, atraviesa mi cabeza —¡Silvia! —me grita un hombre en el hasta la sien, sin importarle mi ósea frente junto al árbol terso, haciéndome señas existencia. Mis brazos están inmóviles, para acercarme. rebeldes de la sinapsis y cobardes de Pongo un pie en la calzada y el ayudarme. Ni hablar de las piernas… Esas ronroneo pasa a ser un zumbido de abejas malditas perdieron todo mi respeto desde su furiosas. De pronto, de la nada misma en mi afán de contradecir mis pensamientos. La absurda realidad, un animal metálico con dos punta de la nariz ya debe ser una ofrenda círculos como patas y un jinete confuso y burlesca para cualquier prójimo, disforme de errante vienen sobre mí. Me ha esquivado, su naturaleza sapiens y asimétrica en su menos mal, y con un grito insignificante llamo nueva versión porcina. El olor a polvo y restos la atención del hombre en el frente, un tal de concreto están mezclados con alquitrán, Lucas, según veo en su gorra carmesí. Con pero ya me adapté; el aire virgen es ahora una algunas tibias laceraciones en mis piernas, utopía nostálgica. He visto por momentos, abandono el lugar, justo cuando más cortos que largos y más etéreos que tortuosamente mis células se evaporan, tangibles, unas hormigas impregnadas de borrándome del momento. El astro rey se sangre y clorofila, expeliendo un aroma a asoma y agiliza mi ebullición corporal, humedad que acompañan mi nauseabunda haciéndome caer otra vez en la sempiterna posición. ¿A quién se le puede ocurrir sensación del día en dirección al suelo, boca dejarme así? Boca abajo con el sol a mi abajo, presa de las ideas de mi inventor. ¿Para espalda, boca abajo diurnamente. ¿Qué rayos esto me ha creado? espero? No escucho pisadas acusantes de cercanía, pero ellos están ahí, con su respiración cataléptica, esperando mi reacción. Los olores se entrecruzan, mientras Este un homenaje la luz va perdiendo su domo de dominio. Un al cuentista por excelencia. viento falso, interrumpido, distante y fugaz, chicotea mi cabello y mis extremidades han vuelto a su independencia libertaria y a su dependencia sistémica. Me apoyo en mis rodillas irguiéndome con actuada victoria insignificante. Mis párpados abren la cortina y muchos hombres, todos iguales, me miran incómodamente. Termino de alzarme sobre el plomizo suelo y la escena comienza. Caminan los machos sin rumbo y notando que estoy en una esquina de quién sabe dónde. El sol ha liberado a su protegido satélite, el cual goza por encima de todos, reflejando su felicidad sobre la pernoctada noche. A lo lejos un