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El caso Marbury contra Madison (5 U.S.

137 1803) es un proceso judicial abordado


ante la Corte Suprema de los Estados Unidos y resuelto en 1803. El mismo surgió
como resultado de una querella política a raíz de las elecciones presidenciales de
1800, en las que Thomas Jefferson, quien era un republicano demócrata, derrotó al
entonces presidente John Adams, el cual era federalista. En los últimos días del
gobierno saliente de Adams, el Congreso, dominado por los federalistas, estableció una
serie de cargos judiciales, entre ellos 42 jueces de paz para el Distrito de Columbia. El
Senado confirmó los nombramientos, el presidente los firmó y el secretario de Estado
estaba encargado de sellar y entregar las actas de nombramiento. En el ajetreo de
última hora, el secretario de Estado saliente no entregó las actas de nombramiento a
cuatro jueces de paz, entre los que se contaba a William Marbury.

El nuevo secretario de Estado del gobierno del presidente Jefferson, James Madison,


se negó a entregar las actas de nombramiento porque el nuevo gobierno estaba irritado
por la maniobra de los federalistas de tratar de asegurarse el control de la judicatura
con el nombramiento de miembros de su partido justo antes de cesar en el gobierno.
Sin embargo Marbury recurrió a la Corte Suprema para que ordenara a Madison
entregarle su acta.

Si el Tribunal fallaba a favor de Marbury, Madison todavía podría negarse a entregar el


acta y el Tribunal Supremo no tendría manera de hacer cumplir la orden. Si la Corte se
pronunciaba contra Marbury, se arriesgaba a someter el poder judicial a los partidarios
de Jefferson al permitirles negar a Marbury el cargo que podía reclamar legalmente. El
presidente del Tribunal John Marshall resolvió este dilema al decidir que el Tribunal
Supremo no estaba facultado para dirimir este caso. Marshall dictaminó que la Sección
13 de la Ley Judicial, que otorgaba a la Corte estas facultades, era inconstitucional
porque ampliaba la jurisdicción original del Tribunal de la jurisdicción definida por la
misma Constitución. Al haber decidido no intervenir en este caso en particular, el
Tribunal Supremo aseguró su posición como árbitro final de la ley.
El caso Marbury vs. Madison, constituye uno de los primeros iconos del constitucionalismo, en virtud de
que fue la primera vez que de forma clara una corte afirmó la Supremacía de la Constitución frente a ley,
determinando la inaplicación de la misma por ser inconstitucional.

John Marshall, tal vez el más importante juez en la historia de la Corte Suprema de Estados Unidos. Marshall
asumió la Presidencia de la Suprema Corte en 1801, en un contexto en que el Poder Judicial se encontraba
devaluado y carecía de protagonismo. Durante un tiempo, además Presidente de la Corte, Marshall fue a la vez
Secretario de Estado del presidente John Adams, del partido federal.
William Marbury fue nombrado juez de paz casi el último día de gobierno del partido federal y a John
Marshall no le alcanzó el tiempo para sellar o enviar todos los nombramientos que acaban de hacerse,
entre ellos el de Marbury.

Ante ello, el nuevo Secretario de Estado nombrado por Jefferson, James Madison (uno de los coautores
de El Federalista y quien luego llegaría a ver presidente de los Estados Unidos), se negó a sellar y a
distribuir las credenciales pendientes, e incluso eliminó las plazas de juez creadas por Adams. William
Marbury, seguramente sin imaginar lo que resultaría de ello, presentó un mandamus pidiendo al nuevo
Secretario de Estado que le envíe su nombramiento, el cual ya estaba sellado. Este pedido, en aplicación
de una disposición de la Judiciary Act (equivalente a nuestra Ley Orgánica del Poder Judicial), llegó
directamente a la Suprema Corte.

Al resolver, la Corte (y especialmente Marshall, quien, como señalamos antes, era tanto  Chief Justice del
Tribunal como ponente de la causa) resolvió que, aunque era cierto que le asistía un derecho a Marbury y
que este merecía tutela, la ley que habilitaba a la Suprema Corte a resolver un  mandamus como el
presentado contravenía lo dispuesto por la Constitución. 

Más específicamente, señaló que si bien la Judiciary Act habilitaba a la Corte Suprema para conocer
algunos mandamus en primera instancia (con competencia originaria), dicha competencia legal resultaba
inconstitucional, pues no se ajustaba a lo dispuesto por la Constitución (que disponía que, salvo algunos
pocos supuestos, la Corte Suprema solo ejercía competencia “por apelación”)

En esta línea, y con independencia de la situación de Marbury (a quien finalmente no se le tuteló el


derecho), la Corte sostuvo que la Constitución establecía límites para los poderes públicos, los cuales no
podían ser rasados por estos, prohibición que había sido desatendida por el Congreso al dar la Judiciary
Act. Y lo más relevante: precisó que cuando una ley se opone a la Constitución esta deja de ser válida y,
siendo así, declaró que la ley que establecía la competencia de la Suprema para que esta
resuelva mandamus de manera directa no podía ser aplicada, por ser inconstitucional.

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