Por qué desarrollar una mentalidad de aprendizaje continuo
¿Qué tipo de trabajadores podrán progresar en este futuro inmediato? ¿Qué capacidades hay que tener o desarrollar para ser capaces de progresar en la sociedad que viene? Me llamo Francisco Rábano y llevo más de una década repartiendo mi tiempo entre el desarrollo de equipos, tanto en "start-ups" españolas como americanas, y el ayudar a empresas muy tradicionales a dar el salto en su transformación digital. En todo este tiempo, he podido observar que en la sociedad actual, para progresar en la vida misma y en la economía global de Internet, se necesitan dos capacidades clave: la capacidad para aprender continua y rápidamente, y la capacidad para producir a alto nivel. En un mundo en cambio constante, mantener una predisposición a estar aprendiendo continuamente es una de las mejores habilidades y actitudes que puedes tener. Porque de este modo estarás preparado para donde sea que la vida te vaya llevando. Pero esa no es la única razón. En este curso nos ocuparemos de la capacidad de aprender, y aprenderemos a cultivar el afán de no dejar de aprender nunca. Empecemos. El aprendizaje continuo: primer acercamiento Cuando me encargaron realizar el curso "Learning mindset", el primer problema con el que nos encontramos fue la necesidad de traducir el título españolizando el concepto anglosajón. Y mira que le dimos vueltas: que si mentalidad de aprendizaje –un horror–, que si predisposición al aprendizaje continuo, que si una mente despierta... Nada nos convencía. ¿Cómo podíamos expresar ese afán por estar añadiendo conocimientos y aprendiendo continuamente? ¿Cómo podíamos resumir en un título esa predisposición a estar aprendiendo y avanzando continuamente, bien sea por la presión del contexto en el que vivimos o por la propia tendencia interna que tenemos y que nos lleva a seguir aprendiendo cosas nuevas? Un día me di cuenta de que, como muchas cosas, los griegos ya lo habían hecho antes y con una sola palabra: filosofía, amor por el conocimiento. Claro que hoy en día la palabra filosofía se relaciona con otros asuntos que van mucho, muchísimo más allá del amor por el aprendizaje y el saber. Así que no, no vamos a usar aquí la palabra filosofía porque no quiero yo meterme en berenjenales que no me corresponden. De filosofía no va este curso. Sí que hay otra palabra griega, frónesis, que habla del conocimiento práctico, que viene a ser una especie de mezcla entre sabiduría y sensatez. Sabiduría porque el conocimiento acumulado lo dedicamos a hacer el bien y sacarnos de los apuros que se nos presenten. Y sensatez en el sentido de que nos ayuda a tomar las decisiones más adecuadas en cada momento. Sin duda alguna, este curso va orientado a aumentar nuestra frónesis, porque será lo que estaremos haciendo si dedicamos nuestra vida a cultivar el afán de estar aprendiendo siempre que se nos presenta la ocasión. Y hoy en día, con los pódcast, libros, "e-book", vídeos, "e-learning", cursos y audiolibros, tenemos miles y miles de oportunidades de aprender como nunca antes. Hay dos capacidades principales que son las más demandadas hoy en día por las empresas: la creatividad y el "learn ability", que es precisamente esa capacidad para aprender y disfrutar en el camino. ¿Vas a desaprovecharlo? Claro que no. Sigamos. Por qué cultivar el afán de no dejar de aprender nunca Esta es la historia que nos vendieron. Los más antiguos del lugar dirán si en algún momento fue verdad o no. Disculpen mi atrevimiento ante tal osadía, pero desde luego a nosotros era lo que nos repetían constantemente: "Si le das duro y te sacas unos estudios reglados, tendrás trabajo para toda tu vida". O sea que el plan era estudiar más o menos hasta los veintipocos, acumular todo el conocimiento que fuera posible durante esos años, especializándote los últimos cuatro, y después, hale, a trabajar en una empresa, o dos como mucho, para toda la vida, hasta retirarte, cobrando pensión estatal. La recompensa a unos cuantos años de duro estudio era un puesto de trabajo, si no bastante bueno, al menos decente, y una retirada tranquila y descansada. "Yeah!". Pero es que hay quien afirma también que hasta hace no demasiados años, un par de décadas, era habitual que un trabajador normal, incluso sin estudios universitarios, accediese a un empleo estable de por vida. Empleo en el que era posible mantener una familia de varios hijos y pagar los estudios de estos, así como pagar un coche y un apartamento en una ciudad en un periodo razonable de años y sin dejarse la totalidad de los ingresos en ello. No digo que no, pero a una buena parte de nuestra generación esta historia le suena a timo, si nos la creímos y nos dimos con la puerta de la realidad en las narices, o a cuento chino, si no nos la creímos directamente porque veíamos lo que ocurría con nuestros vecinos y hermanos mayores. Si la realidad del binomio estudios-trabajo fue alguna vez como nos la contaron, que no digo que no, sabemos que, hoy por hoy, ya no es así. El hecho de que nos matemos a estudiar hasta los veintipico no nos garantiza nada, ni puesto de trabajo ni trabajo decente. No digo que no haya que estudiar. Seguro que sacarnos un título es mejor que no hacerlo. Eso lo sabemos casi todos. Está más que claro que lo de ser trabajador sin carrera universitaria con empleo estable de por vida, bueno, pues ya hemos visto lo que pasa. Pero también es verdad que por tener un título universitario tampoco tenemos derecho a acceder al mercado laboral, y menos aún a permanecer mucho tiempo haciendo algo parecido en la misma empresa. Esta planificación vital es en verdad una utopía burocrática que, de ser cierta, duró poco. Hoy en día las cosas son bastante diferentes. Estudiamos mucho, sí, como digo, hasta los veintipico muy largos. Luego salimos a un mercado laboral convulso donde no hay muchas oportunidades de trabajo, y en una situación de cambio tecnológico constante que nos ofrece un presente ambiguo y un futuro incierto. Y cuando conseguimos nuestro ansiado puesto de trabajo, da igual lo que hayamos estudiado, no nos queda más remedio que seguir actualizándonos. Es el signo de nuestros tiempos. Porque a la velocidad a la que cambian el entorno y el contexto lo vemos cada día. Cosas que antes solucionaban determinados problemas, ya no lo hacen. Y además, van apareciendo nuevos conflictos que necesitan de nuevas soluciones, soluciones que en algunos casos no existen y que hemos de crear o inventar nosotros mismos. No sé si estoy pintando un panorama estresante o uno lleno de oportunidades. La verdad es que me siento muy dual. La oportunidad de ser creativos y renovarse continuamente me atrae. Pero, bueno, sigamos. Uno de los ejemplos más claros lo tenemos en el enorme cambio que está suponiendo la transformación digital de las empresas. Cambio que va mucho, muchísimo más allá de simplemente actualizar máquinas y sistemas operativos. Va de que cambia la manera de relacionarnos los unos con los otros en el trabajo. Va de la ubicuidad que nos proporciona la tecnología en la nube, de saber manejarse con soltura usando herramientas tecnológicas diferentes, de la responsabilidad individual y el desarrollo de nuestra creatividad para hallar soluciones a nuevos problemas. ¿Cómo ha cambiado nuestras vidas el iPhone? ¿Qué ha pasado con los medios de comunicación, las agencias de viaje, la industria del cine y la televisión? ¿Dónde están los CD? ¿Qué ha pasado con la música? Y últimamente ¿cómo nos relacionamos con los bancos?, ¿igual que antes?, ¿de manera diferente? ¿Y entre nosotros? Nos comunicamos más que nunca. Producimos más fotografías y vídeos que nunca. Semejantes cambios tan enormes y en tan poco tiempo, todo esto, no lo dudemos ni un instante, ha hecho que también tenga que cambiar la manera en la que entendemos nuestro desarrollo personal y la adquisición de conocimientos. El que no se renueva se queda atrás. Si no te espabilas, las demás personas te pasan por todos lados, y no solo las personas. Sabemos, porque se está avisando una y otra vez, que poco a poco los trabajos más repetitivos acabarán siendo hechos por robots. Y sabemos que son especialmente las habilidades más humanas, nuestras capacidades, las relacionadas con las emociones y las virtudes, las que nos protegerán: la empatía, la capacidad para ejercitar pensamiento crítico, para trabajar en grupo, para tomar decisiones, la creatividad, el liderazgo, la responsabilidad individual, la ética profesional... También aumentar tus competencias técnicas y tus conocimientos profundos en tecnología y procesos informáticos será imprescindible. Son imprescindibles. Saber cómo funcionan las cosas te puede permitir saber cómo mejorarlas, y esa es una habilidad clave. Pero si lo que estás aprendiendo es algo mecánico, impersonal, que podría aprender un robot, pues sí, muy probablemente estés aprendiendo a ser un robot, y corres un riesgo brutal de que resultes prescindible en cualquier momento. Así que, cuidado, porque has de cultivar el afán de no dejar de aprender nunca porque el mundo de ahí fuera es muy competitivo, cambia constantemente, y no hay nada que nos asegure nuestro puesto de trabajo. Este podría ser uno de los motivos por los que no podemos dejar de aprender nunca, el motivo amenazante, el que nos obliga porque no nos queda más remedio que hacerlo. Y es un motivo verdadero. Sin embargo, no es el único, ni mucho menos aún mi motivo favorito. La explicación al por qué cultivar el afán de no dejar de aprender nunca, para mí, es un simple: porque sí. Por amor a saber, por amor al conocimiento, por descubrir, por comprender, por avanzar, por desenmarañar asuntos que aún no comprendemos y que al esforzarnos para resolver logramos que nos dé satisfacción. No dejar de aprender nunca porque nos sale de dentro, porque es un impulso vital que llevamos dentro. Como dice Peter Senge: "A través del aprendizaje nos re-creamos a nosotros mismos. A través del aprendizaje conseguimos hacer algo de lo que antes no éramos capaces. A través del aprendizaje cambiamos nuestra percepción del mundo y vemos lo que nos rodea con otra luz. A través del aprendizaje aumentamos nuestra capacidad para ser parte del proceso creativo de la vida misma". Si tuviésemos que escoger entre las dos opciones: no dejar de aprender nunca por miedo, o no dejar de aprender nunca por amor, yo tengo claro cuál escojo. Y tú ¿cuál vas a escoger?