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Eric Roth - Habilidades para Vivir en Sociedad El Papel Del Contexto en La Comprension Del Comportamiento Social PDF
Eric Roth - Habilidades para Vivir en Sociedad El Papel Del Contexto en La Comprension Del Comportamiento Social PDF
Pero si bien las personas son producto de los sistemas sociales, son al mismo
tiempo productoras; es decir, las estructuras sociales suelen ser también creadas por la
actividad humana para regular su propio comportamiento en ámbitos concretos,
produciendo reglas de convivencia y condiciones para el desempeño individual y social
pertinentes. En palabras de Bandura (2001, 2002), la cabal comprensión de la conducta
humana demanda una lógica causal integrada que destaque por una parte la importancia
determinante de la estructura social y por otra la relevancia de una perspectiva que
contemple la capacidad de agencia del individuo. Ciertamente toda persona está
socialmente construida pero también es capaz de ejercer una influencia decisiva sobre la
estructura social (Giddens, 1979).
Esto supone que para entender las condiciones que determinarían el buen vivir
en sociedad, debe considerarse de manera integrada, tanto las influencias contextuales
que moldean la capacidad personal, como la naturaleza misma de dichas competencias
personales que actúan a su vez sobre dicho contexto social. En otras palabras, interesa el
análisis de aquellos procesos que aumentan la probabilidad de comportarse de manera
social, como por ejemplo la educación o el entrenamiento de habilidades o
competencias, la exposición a modelos, la formación de los valores, el desarrollo de
mecanismos cognitivos regulatorios etc. Estas influencias contextuales contribuyen a
dar forma a la conducta que habrá de transformar las condiciones de las cuales la propia
conducta es una función.
1
Este artículo fue publicado en Aguilar, G. y Oblitas, A. (Eds). Psicología del Bienestar y la Felicidad.
Estrategias de Psicología Positiva para Aprender a Sentirse bien (Pp. 134-178). Bogotá: PSICOM
Editores.
2
eroth@ucb.edu.bo
1
En la literatura psicológica existen varias nociones asociadas al ejercicio social.
Actualmente está disponible un cuantioso material teórico que debate sobre la
pertinencia de modelos y enfoques así como experiencias relativamente exitosas para
propiciar el altruismo, la reciprocidad y la conducta prosocial; para promover la
competencia social y la autoeficacia individual, social y colectiva. Asimismo, no pocos
autores se han interesado en explorar los factores psicológicos de los que depende la
disposición al cambio y la innovación, así como la conducta emprendedora, aspectos
todos directamente relacionados con el adecuado desempeño del individuo en sociedad.
Lo cierto es que su acepción nos aproxima al concepto del buen vivir a través de
la noción de pro-socialidad. Si bien altruismo y comportamiento pro-social no son
conceptos equivalentes, la conducta altruista es indiscutiblemente pro-social, pues sus
productos, la simpatía, la conmiseración, la cooperación y la entrega o generosidad, son
considerados facilitadores de la relación humana y se encuentran asociados a
expresiones emocionales y cognitivas de complacencia. La pro-socialidad da cuenta de
la tendencia del individuo a realizar, de manera voluntaria, estas acciones y otras tales
como compartir, preocuparse, donar, reconfortar, cuidar y ayudar, que benefician
directamente a otros (Batson, 1998; Eisenberg, Fabes y Spinrad, 2006; Penner, Dovidio,
Piliavin, y Schroeder, 2005).
2
Con respecto al primer punto, importa conocer por ejemplo si las características
individualistas o colectivistas de los diferentes grupos humanos (Hofstede, 1980;
Triandis, 1990) introducen variaciones en la expresión de la pro-socialidad. El
individualismo ha sido generalmente identificado con una mayor autonomía y centrado
en la persona y en el logro de metas al margen del colectivo. En el colectivismo, por el
contrario, prevalece el interés y los valores del grupo, destacándose la cooperación y la
reciprocidad (Hui, 1988; Shkodriani y Gibbons, 1995; Temple, 1989). Por lo general,
los países occidentales son considerados individualistas, mientras de los países
latinoamericanos como Bolivia por ejemplo, son de tradición colectivista. Por lo tanto, a
riesgo de pecar de simplista, uno se sentiría tentado de asumir que el colectivismo
estaría más próximo a la pro-socialidad que el individualismo.
Con respecto a la medición del constructo, los resultados indicaron que los ítems
que miden las conductas de ayuda, cuidado y empatía mostraron en los tres países, pero
especialmente en Bolivia, los más altos niveles de precisión, especialmente en niveles
moderados de pro-socialidad. El estudio sugirió también que la conducta pro-social
ocurre y es valorada de manera diferente en las tres culturas. Sin embargo, la dicotomía
entre individualismo y colectivismo parece reducir la complejidad de cada cultura en
una clasificación muy simple (Turiel y Wainryb, 1994) y difícilmente puede explicar los
resultados. Es más probable que el acceso a las necesidades y la búsqueda de bienestar
sean condiciones con mayor potencial para encontrar explicaciones a tales diferencias.
Así, podría suponerse que ciertas condiciones de vida podrían destacar unas necesidades
y no otras. De esta manera la “búsqueda del bienestar de otros” puede suponer
prioridades diferentes y por lo mismo acciones diferentes. “Es probable que en
sociedades donde los recursos materiales son escasos, el compartir sea particularmente
valorado como signo de pro-socialidad. En las sociedades post materialistas en las que
las necesidades de perfeccionamiento individual son más evidentes y la satisfacción de
las urgencias materiales puede descartarse más fácilmente, la empatía y el cuidado
pueden ser particularmente valorados” (Caprara y cols., en prensa, p. 18).
Parecería que para los jóvenes estadounidenses resultaría más fácil involucrarse
en conductas de ayuda que para los jóvenes de Italia y Bolivia. La razón de ello quizá
pueda ser la profunda cultura de voluntariado que la sociedad norteamericana inculca a
sus ciudadanos a través de la educación. Tanto italianos como estadounidenses parecen
responder mejor a las emociones vicarias y en apreciar los puntos de vista de los demás.
Para los bolivianos, en cambio resulta más evidente la tendencia a compartir.
Probablemente el hecho de convivir en familias extendidas con relativamente pocos
recursos hace que muchos bolivianos valoren el compartir. Por el contrario, la
abundancia que caracteriza a las sociedades italiana o estadounidense puede llevar a
apreciar más la importancia de la necesidad de aceptación y el soporte emocional,
independientemente de la satisfacción de necesidades materiales (Caprara y cols.,Op.
Cit.).
3
Estas reflexiones ponen de manifiesto el importante rol de la cultura en la
definición de la pro-socialidad. Está claro que el comportamiento pro-social no describe
un patrón universal sino más bien una serie de expresiones de la convencionalidad
humana, condicionadas principalmente por factores sociales y económicos que
determinan los estilos de vida.
4
que recibe el favor. No basta simplemente tomar en cuenta las relaciones mecánicas
entre favor recibido y obligación creada para devolverlo. Analizar la influencia
contextual significa tomar en cuenta las múltiples variables emergentes de la situación
de la donación. Estas variables son estrictamente situacionales como la forma de entrega
del favor, las verbalizaciones que acompañan al hecho, el estado emocional presente del
receptor, sus atribuciones, su percepción acerca del grado de pertinencia del favor y su
valoración que hace del costo y el beneficio del intercambio, su percepción acerca del
clima que rodea al favor recibido, etc.
6 ●● ● ●
5 ●● ●● ●●●● ●●●●●●●●●
4 ● ●●●●●● ●●●●●●● ●●
3 ●●● ●● ● ●
0 - ●
-1 ●●
-2 ● ●
-3 ●
1 2 3 4
Situaciones
Figura 1. Tendencia de la fuerza a retribuir a lo largo de las cuatro diferentes situaciones del experimento.
5
Adviértase que la fuerza de la reciprocidad en la situación número 4
(considerada como más relevante) es por lo general mayor que las exhibidas en las
situaciones 1, 2 o 3. Pero además debe notarse que los puntajes de la situación 1 son
ciertamente más parecidos a los exhibidos en la situación 2 y los puntajes de la situación
3 se parecen a los de la situación 2 y los de la 4 difieren poco de los de la 3. En otras
palabras, las diferencias de puntajes de situación a situación se acentúan a medida que
expresan historias que los participantes consideran como más relevantes. El estudio
aludido demostró que los participantes están por lo general más inclinados a juzgar la
pertinencia de la reciprocidad cuando el favor que se recibe está de acuerdo con el
criterio subjetivo de relevancia. Mientras más relevante era percibido el favor, la
disposición a reciprocar era también más intensa.
En otro lugar hemos señalado (Roth, 1986) que no existe una única definición de
habilidad social y que la manera cómo se las entiende y concibe depende de la
formulación teórica que elijamos. De una manera general existiría una gran vertiente
conceptual para entender las habilidades sociales, anclada en la tradición cognitiva –
comportamental a pesar de que las posiciones en su interior son de lo más diversas. Así,
Harre y Secord (1977) conciben las habilidades sociales como representaciones
cognitivas; para Trower (1982) son el producto de un sistema de monitoreo que es
posible gracias a mecanismos normativos regulados cognitivamente. Por su parte,
McFall (1982) enfatiza la concepción molar de las habilidades sociales identificándolas
con el análisis de la tarea social y distinguiéndolas de la ejecución competente. Desde
un punto de vista más comportamental, Conger y Conger (1982) definen las habilidades
sociales a partir de sus efectos, como el grado de éxito que logra una persona en
situaciones interpersonales. Más recientemente, Bellack (2004) y Bellack y cols. (2006)
adscritos al modelo molecular, definieron las habilidades sociales a partir de pequeños
pasos dinámicos, discretos verbales y no verbales, susceptibles de ser enseñados a
6
través de técnicas particulares vinculadas a la teoría del aprendizaje social. A pesar de
esta variedad de enfoques, existiría un relativo acuerdo sobre que las habilidades
sociales constituyen un conjunto de comportamientos eficaces que facilitan las
relaciones interpersonales y que contribuyen a forjar personas competentes en lo social.
Sin embargo, debe también señalarse que toda habilidad social se expresa con
mayor o menor efectividad dependiente del contexto en el que se manifiesta y de la
situación que la configura. En otras palabras, las habilidades sociales son claramente
contextuales y situacionales, ciertas conductas que demuestran ser socialmente
apropiadas en una circunstancia, parecen no serlo en otra. Esto obliga a quien se
comporta, ajustarse a los siempre cambiantes eventos que circunscriben la situación que
exige el ejercicio competente. En este sentido parecería pertinente recordar que:
Parecería razonable pues, pensar que el grado en que una persona es capaz de,
por ejemplo, hacer respetar sus derechos, dependerá no solo de sus destrezas personales
sino también de la naturaleza de la situación que demanda dicha habilidad.
7
recibieron antes de la medición, un entrenamiento basado en técnicas derivadas de la
teoría del aprendizaje social, de probada efectividad (Dilk y Bond, 1996). Esta
organización permitió la adopción de un diseño factorial 2X2 para medidas repetidas,
que permitía estudiar las influencias de la familiaridad y el género (y su interacción)
sobre el comportamiento competente (número de componentes emitidos), para cada una
de las habilidades consideradas.
40
30
20
10
0
Mismo Diferente
Género
Familiar No Familiar
8
género (F = 10.18, p = .05) fueron estadísticamente significativas; no obstante, no se
encontró interacción entre ambas.
40
Componentes
30
20
10
0
Mismo Diferente
Género
Familiar No Familiar
9
Autoeficacia Individual y Social.
Sólo cuando el individuo cree que puede producir efectos deseados a través de
sus acciones, es capaz de desarrollar incentivos para actuar. “Las personas guían sus
vidas mediante creencias sobre su eficacia personal. La auto-eficacia percibida se refiere
a las creencias en las propias capacidades para organizar y ejecutar los cursos de acción
requeridos para producir logros concretos. La creencia en la eficacia personal constituye
el factor clave de la agencia humana” (Bandura, 1997, p 3).
10
Paciello, y Vecchio, 2006). Asimismo, las creencias auto-eficaces juegan un rol
importante en la prevención de la depresión (Bandura, Pastorelli, Barbaranelli, y
Caprara, 1999), de la timidez y el retraimiento (Caprara, Steca, Cervone, y Artistico,
2003) y del comportamiento antisocial (Bandura, Barbaranelli, Caprara, Pastorelli, y
Regalia, 2001b; Caprara, Regalia, y Bandura, 2002; Caprara, Scabini, Barbaranelli,
Pastorelli, Regalia, y Bandura, 1998).
Se trabajó con una muestra italiana urbana de clase media de 462 jóvenes (202
varones y 260 mujeres), con una media de edad de 19.28 años. La mayoría de los
participantes eran estudiantes (de últimos años del bachillerato y primeros de la
universidad) y el resto desempeñaba diversos tipos de trabajo en la comunidad.
La muestra boliviana estuvo conformada por 307 individuos (135 varones y 172
mujeres) con edades entre los 18 y 24 años. Veintiséis por ciento de la muestra eran
estudiantes de bachillerato y el resto estudiantes universitarios. La composición
socioeconómica varió dependiendo de su área de residencia. Un tercio de los
participantes eran urbanos y el resto habitaba el área rural.
11
de la capacidad de regular experiencias afectivas positivas y negativas (Caprara y
Gerbino, 2001; Caprara, Scabini, Barbaranelli, Pastorelli, Regalia, y Bandura, 1999). El
otro medía la autoeficacia interpersonal y social (Bandura y cols., 1996; Caprara,
Gerbino, y Delle Fratte, 2001; Caprara, Regalia, Scabini, Barbaranelli, y Bandura,
2004). Finalmente se aplicó también la Escala de Satisfacción de Vida (Diener,
Emmons, Larsen, y Griffin, 1985). Para su aplicación en Bolivia, las escalas fueron
traducidas, adaptadas y validadas adecuadamente.
Creencias Auto-
Creencias Auto- eficaces Funcionamiento
eficaces afectivas Interpersonales Psicosocial
y Sociales
De una manera general, los resultados indican que, para la muestra italiana, la
alta percepción que tienen los jóvenes sobre su capacidad de regular sus afectos estaba
relacionada con altos niveles de autoeficacia social y filial. La capacidad interpersonal
de varones y mujeres parecieron estar positivamente influenciados por la auto-eficacia
social y de manera similar, la satisfacción de vida estuvo también relacionada con la
capacidad de regular los afectos negativos. En esta muestra, las mujeres reportaron
creencias más firmes en sus capacidades para encarar las relaciones sociales.
12
En ambas muestras las creencias auto-eficaces que regulan los afectos negativos
y las creencias auto-eficaces filiales contribuyen a la satisfacción de vida. Este resultado
confirma descubrimientos anteriores que muestran la gran influencia que tiene en la
calidad percibida de la vida, la relación positiva con los padres (Huebner, 1991; Man,
1991).
13
cantidad de evidencia empírica (Taylor y Todd, 1995; Mathieson, 1991), relacionó la
Teoría de la Acción Razonada (TAR) (Ajzen y Fishbein, 1980), con la conducta
innovadora. Dicha teoría postuló que la adopción tecnológica es una consecuencia de la
afectividad personal y de la actitud hacia la innovación, influida por dos tipos de
creencias básicas: la creencia en la utilidad y la facilidad del uso de la tecnología.
Roth (2008) llevó a cabo un estudio transcultural con dos propósitos, primero
para determinar la influencia de las variables situacionales de riesgo e incertidumbre en
la disposición a innovar y segundo para escudriñar el rol de la cultura en la modulación
de dichas variables sobre la conducta innovadora. Para ello, se trabajó con dos muestras
(culturalmente diferenciadas), una urbana y otra rural; ambas fueron sometidas
experimentalmente a diferentes condiciones que requerían una toma de posición a favor
o en contra del cambio. Dichas condiciones permitieron variar de manera sistemática el
riesgo y la incertidumbre y medir, en tales circunstancias, la fuerza de la disposición a
cambiar. De esta manera, con la ayuda de un diseño factorial para mediciones repetidas
(Bruning y Kintz, 1977), cada sujeto fue evaluado bajo la condición de tratamiento en
ambos factores.
14
en circunstancias de menor riesgo percibido. La figura 5 expresa gráficamente la
relación.
Disposición al cambio
5,39
5
4 3,89
3,5
3
2 2
0
B aja Cert eza A lt a Cert eza
AltoRiesgo BajoRiesgo
Figura 5. Tendencia de la disposición al cambio bajo la influencia de las variables riesgo y certeza en la
muestra urbana.
6 5,71
5 5,28
4
3
2
1,28
1 1
0
Baja Certeza Alta certeza
4
Aymara es el nombre de una nacionalidad originaria desarrollada principalmente en la zona del altiplano
boliviano.
15
Fuente: Roth, 2008.
Figura 6 Tendencia de la disposición al cambio bajo la influencia de las variables riesgo y certeza en la
muestra rural.
16
Schwartz (1992), la auto-eficacia emotiva (Eisenberg y Spinrad 2004) la autoestima
(Rosenberg, 1965) y la auto-eficacia social (Pastortelli y Picconi, 2001).
En lo que respecta a los valores, las relaciones muestran que quienes están más
dispuestos a cambiar son también los que expresan valores de apertura a la innovación
confirmándose el planteamiento de Schwartz sobre su tipología axiológica referida a la
apertura al cambio.
Competencias para
el Cambio (EDC)
Auto-dirección
.360 (.000) (PVQ)
Estimulación
.293 (.000) (PVQ)
Logro
.218 (.000) (PVQ)
17
evidencia hizo pensar que estas variables pudieran constituirse en predictoras de la
disposición a innovar. En efecto, la aplicación de un modelo de regresión múltiple
permitió concluir que una persona orientada por valores de consecución de metas y/o
con firmes creencias acerca de su propio desempeño emocional ante situaciones
diversas y especialmente relacionadas con la novedad, influirían sobre sus eventuales
decisiones acerca de adoptar o no innovaciones.
EDC Total
Auto-eficacia
Emocional
.189 (.001)
Auto-eficacia
Académica, Social y
Regulatoria
.172 (.001)
Auto-eficacia Social
.167 (.001)
Autoestima
.151 (.004)
Figura 8. Coeficientes de correlación obtenidos entre la EDC con las escalas de Auto-eficacia y
Auto-estima.
COMENTARIOS FINALES.
18
Vivir en sociedad es siempre posible, incluso la mayoría de las personas lo
hacen sin sobresaltos y para ello no siempre es necesario exhibir competencias
extraordinarias. Sin embargo, el vivir “bien”, que significa aportar al entorno con mayor
valor agregado, sí demanda una mayor calidad en la expresión del comportamiento
individual y exige que el individuo extreme sus propios recursos, si los tiene. Tener
recursos supondrá no sólo emitir el comportamiento de manera oportuna y con una
topografía aceptable, sino incorporar también –como hemos visto— el manejo de las
circunstancias (contextuales y/o situacionales) que matizan la efectividad del
comportamiento en cuestión. Para vivir bien en sociedad no basta con comportarse
mecánicamente, es preciso ser hábil también para percibir, analizar, comparar,
contrastar, intuir, sopesar, etc., las múltiples señales que acompañan la exigencia de
comportarse de una cierta manera.
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